La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: ¿Podéis explicarnos en forma un poco más obje­tiva ese asunto?

Ramatís: ¿Qué hace el hombre moderno, científicamente pre­parado, psicoanalizado, chequeado física, intelectual y psíquica­mente? Se adapta a todos los descubrimientos científicos, conoce los diversos matices de la psicología moderna, quema fosfatos en la tenaz investigación parapsicología, dirige pequeñas centrales de computadoras, controla "robots" que son capaces de pulverizar a millares de personas al simple toque de un botón electrónico, como lo hizo en Hiroshima. En fin, ¿qué diferencia existe entre el presente del hombre terrícola, con el pasado, de la era del troglodita? Antiguamente, cuando vivía en las cavernas, mataba al prójimo a garrotazos; hoy lo asesina con la perfecta pistola de silenciador; arrastraba la mujer del vecino troglodita campo afuera, para satisfacer sus instintos; hoy hace lo mismo con la mujer del amigo, ¡transportándola en el moderno automóvil! Antes vivía en las grutas de piedras, actualmente imita la vida de los insectos, viviendo en bloques de cemento; antaño se quemaba a los herejes en las plazas públicas; en el presente, se los pulveriza bajo la explosión atómica. Hace milenios pasaban los carros con puntas de hierro sobre compactas alfombras, formados por los cuerpos de niños, viejos y mujeres en las tropelías bíblicas; hoy se los aplasta bajo la oruga de los tanques homicidas.3

La técnica y la ciencia unidas para los mismos objetivos ofrecen actualmente brillantes y eficientes caminos para que el terrícola ejerza su incuria espiritual. Aquí, destruye a infelices personas sub nutridas y acobardadas bajo el fuego líquido del "napalm"; allí, por medio de la bomba atómica, hace desaparecer de la superficie de la tierra a los enemigos de raza diferente; acullá, masacra los cuerpos de los jóvenes bajo la metralla en defensa de los atontados sistemas políticos. En tiempos pasados, el ser humano viajaba algunas semanas a caballo para enterrar el puñal en la barriga del adversario; hoy, gracias al avión a tur­bina y supersónico puede desayunar en Nueva York, almorzar en Lisboa y matar a su contrario en París, ¡a la hora de la cena! Innegablemente, hubo una significativa evolución de la humanidad respecto a sus métodos modernos para matar, puesto que se puede eliminar millares de criaturas en pocos minutos, lo que antes exigía meses y en algunos casos hasta años de batallas ininterrumpidas.

A pesar de tantas y sorprendentes realizaciones, la humanidad terrícola todavía es incapaz de ser feliz, pues enfrenta los mismos problemas de orden espiritual de antaño. Los partidos políticos, los sistemas doctrinarios, las castas sociales y las segregaciones raciales forman tremendas limitaciones verrugosas en el cuerpo saludable de la vida hecha por Dios. A pesar de las reuniones amistosas de las clases profesionales, de las confraternizaciones artísticas, de los congresos eucarísticos, de los simposios de espi­ritas y de otras iniciativas espiritualistas modernas, apenas se observa una demostración que exalta la oratoria, pero sin resul­tados prácticos, porque los hombres, en lo íntimo de sus almas, todavía dependen de las superficialidades y de los intereses del mundo transitorio de la carne.

Muy pocas son las criaturas a quienes les importa investigar la autenticidad del espíritu inmortal en su manifestación educativa sobre la faz del mundo, a fin de dirigir la vida bajo el imperativo de un orden superior. Por esa causa, los hombres no saben gober­nar y gobernarse, hasta que llegue el día en que aprendan a colocar las circunstancias provisorias de la existencia física por debajo de las normas de la vida eterna y verdadera del espíritu.



Pregunta: ¿Que nos podéis decir sobre las doctrinas socia­lista, fascista, democrática o nazista?

Ramatís: Es natural que en nuestra condición de espíritus desencarnados no nos preocupan los rótulos, fórmulas, preconceptos políticos, racistas o "istmos" que identifican a los movimientos socialistas, nazistas, democráticos, capitalistas o fascistas de poca importancia para el aspecto exterior, puesto que el contenido continúa deteriorado.

Son iniciativas que desean formalizar una cúpula de protec­ción para ciertos grupos de hombres congregados por simpatía personal y dedicados a la misma concepción política, y que consi­deran como la panacea preferida para solucionar todos los pro­blemas humanos. De ahí el fanatismo y la sumisión servil de esos grupos a "su" sistema político, que consideran el mejor del mundo, aunque ello sea del desagrado de otras doctrinas seme­jantes. Indudablemente, tales sistemas por más lógicos que lo crean, serán superados por el tiempo en base a la modificación y evolución de las costumbres y temperamentos de los hombres. La historia es pródiga para comprobar los innumerables sistemas y doctrinas económicas, políticas, filosóficas y hasta educacionales, que de forma alguna hoy podrían ajustarse al pensamiento y a la emotividad del hombre atómico. Tales sistemas pueden atender las necesidades de un pueblo, en determinada época y en los límites idiosincrásicos de ese pueblo, pero jamás servirán para la cobertura de toda la humanidad, ni siquiera de otra nación. Ade­más, tratándose de conjuntos de hombres de espíritu primario, como son los terrícolas, sus sistemas y doctrinas están plagados de los mismos defectos que tales hombres no pudieron eliminar en sí mismos. No importa ser nazista, demócrata, capitalista, fas­cista o socialista, ni la ardiente preocupación por "salvar" a la humanidad por medio de su sistema político más simpático, puesto que el hombre todavía no consigue "salvarse" a sí mismo, libe­rándose del vicio de fumar, beber y comer las vísceras sangrientas de los hermanos inferiores; ni siquiera sabe dominar las pasiones que le corroen el alma. Ello tanto afecta al individuo como al pueblo, sistema o doctrina que intenta la salvación política de otra nación, pero sobrecargada por las mismas infamias, avaricias, inescrupulosidades, odios, vicios y venganzas partidarias.


3 Véase en el Libro Segundo de los Reyes, capitulo XII vers. 31 de la Biblia (versión española del Edmo. P. Phelipe Beio de San Miguel, ed. por W. M. Watts, Londres, 1866), sobre las bárbaras matanzas de David y sus ejércitos sobre los amonitas, cuando mandaba pasar las carrozas con puntas de hierro' sobre los infelices prisioneros extendidos a lo largo del camino. Cuando los judíos eran llevados hacia el campo«de concentración de Treblinka, en la última guerra nazista, hubo casos en donde los tanques alemanes los aplastaban, al no poder escapar por estar bloqueada la carre­tera, cuyas orugas al girar ensangrentadas, mostraban pedazos de hígado, riñones, corazones y piernas de los masacrados. Ver la obra sobre Treblinka.


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