La Vida Más Allá de la Sepultura



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COLONIAS DEL ASTRAL

Razas y Nacionalismos
Pregunta: ¿Las colonias, agrupaciones o ciudades astrales que existen alrededor de la Tierra, conservan siempre las caracterís­ticas de las razas o de las ciudades terrenas, situadas en sus proximidades?

Atanagildo: Alrededor de Brasil, por ejemplo, hay grandes cantidades de puestos, departamentos, comunidades, colonias, or­ganizaciones y metrópolis astrales de todos los matices evolutivos y con denominaciones de cierta poesía sideral; sus poblaciones varían de acuerdo con la mayor o menor aproximación de sus núcleos, en la superficie del globo terráqueo. Son comunidades laboriosas, en constante actividad e intercambio con vosotros, que asisten y protegen a todos los trabajos evolutivos y también, armonizan las relaciones entre los "vivos" y los "muertos" del Brasil.

Lo mismo sucede en otras esferas; sobre cada país de Europa, Asia, África y las Américas hay comunidades astrales que con­servan las características peculiares a cada pueblo o raza de las zonas geográficas que ellas supervisan desde el mundo invisible, en conformidad con las directrices que les son trazadas por la Administración más Alta y responsable por la dirección del globo terráqueo. Entre la gran cantidad de espíritus situados en el astral, os aseguro, que diez billones aún carecen de encarnaciones en la corteza terrestre de vuestro planeta o de otros más inferio­res, que sin lugar a dudas, tomarán cuerpo, después de la gran selección profética, que ya se efectúa en este siglo.



Pregunta: ¿Junto a esos países o ciudades terrenas, también hay colonias de espíritus diabólicos, que siguen las costumbres de la región física conque simpatizan?

Atanagildo: En las regiones situadas en el astral inferior de cada país terreno viven colectividades sombrías, dirigidas por entidades tenebrosas, que aún conservan costumbres parecidas a las que tenían en la materia y que luchan por alcanzar el do­minio del mundo físico y son adiestradísimas en las prácticas de la venganza y en la prepotencia diabólica. Son las que incen­tivan en los encarnados, la ambición, la lujuria o la crueldad y al mismo tiempo se vengan en los infelices espíritus que se en­cuentran afectados por sus culpas, remordimientos y envileci­mientos. Sin embargo, esas comunidades negras ayudan a esas almas delincuentes, que parten hacia allí, endeudadas con el mundo terreno, pues aunque ejerzan la venganza y les impongan atroces sufrimientos a sus víctimas, a su vez, les proporcionan el pago de sus deudas y las condiciones vibratorias para retornar a la práctica del Bien.

En esas regiones dantescas, en donde no se conoce la piedad o la tolerancia para los que deformaron su carácter en los peca­dos del mundo, el padecimiento es obligatorio, a semejanza de las intervenciones quirúrgicas, destinadas a la extracción de tu­mores malignos, refractarios al tratamiento clínico. Esos espíritus entregados a las pasiones animales, sólo en esas colonias podrían corregirse, lo que sería imposible en las esferas sutilísimas de las vibraciones superiores; además, esas almas precipítense en los abismos tenebrosos del astral inferior, forzadas por el peso espe­cífico de los fluidos lodosos que se adhieren a la superficie del periespíritu, perturbando la libre circulación del magnetismo benefactor.



Pregunta: Hay quiénes afirman, basándose en las comunica­ciones mediúmnicas, que las razas se reúnen en el Espacio, afi­nadas por un mismo sentimiento patriótico-racial. En una ocasión manifestasteis, que esas agrupaciones astrales eran el producto de las cualidades morales de los espíritus y no de su disposición afectiva de raza. ¿Podríais aclararnos ese punto?

Atanagildo: El problema es más completo de lo que imagi­náis; por ejemplo: las almas que hayan consolidado en sí la virtud de la sinceridad, pueden formar en el astral, una sola colectivi­dad, creando entonces, la colonia de espíritus sinceros, importando poco que éstos provengan de África, Europa, Asia o de las Américas, pues la virtud de la sinceridad es la que realmente servirá de diapasón para indicar el derecho de morada en la comunidad.

Es obvio que tal confraternización sólo será realizable en esferas elevadas, en donde ha desaparecido el sentimiento racial, por el conocimiento de la existencia de la familia universal.

Bajo una orientación semejante, la metrópoli del Gran Cora­zón realiza un trabajo especial sobre determinada región geo­gráfica y astral del Brasil, seleccionando a los espíritus des­carnados que presentan el padrón espiritual exigido por el ambiente.

Pregunta: ¿Podríamos conocer algunos detalles de ese padrón espiritual exigido por la metrópoli del Gran Corazón a los des­encarnados brasileños?

Atanagildo: Los candidatos a la vida en nuestra metrópoli son los que manifiestan cuando están encarnados, las virtudes que marca el padrón de nuestra vida astral, como ser la devoción al estudio de la espiritualidad, desapego a las formas ilusorias de la materia y la liberación completa de exclusivismos religiosos y doctrinarios. Lo que más dificulta el libre ingreso en la metró­poli del Gran Corazón, es el espíritu sectario y divisionista que poseen la mayoría, y a su vez motivo de grandes desentendimien­tos y separación entre los hombres.

Pregunta: Por lo que manifestáis, deducimos que la metrópoli del Gran Corazón es también, una colectividad con característica racial, pues sólo atiende a los brasileños...

Atanagildo: Es razonable que os sorprendáis con ese aparente "nacionalismo" de nuestra comunidad astral, porque hasta los brasileños que desencarnan en otros países también son encami­nados hacia las colonias astrales que circundan al Brasil. Eso sucede, no por cuestión de nacionalismo, sino, obedeciendo a los planes organizados muchos antes de sus encarnaciones en Brasil y porque son espíritus afiliados a nuestra metrópoli, cuyo pro­tección y educación en la Tierra quedó a cargo de nuestros de­partamentos astrales. Del mismo modo, cuando vienen espíritus de otras razas, determinados por orden superior para hacer una especie de estacionamiento en nuestra metrópoli, antes de nacer en Brasil, también quedan bajo la dependencia de estos depar­tamentos, una vez que son responsables por los programas y aprendizaje espirituales en la zona brasileña de su jurisdicción espiritual.

Que esos espíritus desencarnen en Brasil o en cualquier país en donde hayan tenido que residir o visitar, son encaminados hacia nuestra comunidad, desde el momento que presentan con­diciones vibratorias favorables al ambiente a que están afiliados.



Pregunta: ¡Creíamos hasta ahora, que la separación de razas y los nacionalismos patrios, eran exclusividad de la Tierra!

Atanagildo: Aquí no se cultiva ningún nacionalismo patrio, en el sentido de separar a los desencarnantes, eso es secundario, pues nuestros actuales conocimientos son más que suficientes para reconocer, que los países, en la Tierra, significan agrupaciones de almas creadas por Dios y destinadas a la misma ventura es­piritual. La situación racial es cosa provisoria y de ínfima im­portancia para la eternidad del alma, ya se encuentre ella en el mundo físico o en el plano astral. Los conjuntos raciales son necesarios en vuestro mundo, porque en su comienzo, ayudan a la educación y al progreso de los espíritus aún inmaduros de con­ciencia, que son favorecidos con lo preliminar del conocimiento, gracias a la formación de grupos simpáticos y a la facilidad de relaciones, para el intercambio natural entre las mismas costum­bres y tradiciones patrias.

Peor sería, si ese espíritu patrio, conservador o defensivo fuese mantenido exclusivamente en el seno de la familia, entre la paren­tela consanguínea, como sucedía en el pasado, cuando se genera­ban sangrientos conflictos entre las tribus originarias de la misma región patria.



Pregunta: ¿No sería más práctico que el espíritu hiciese su ascensión espiritual en el seno de una sola raza o que pudiera acelerar sus conocimientos, en base a la familiaridad constante del medio en que reencarna?

Atanagildo: En cada país existen factores tradicionales y clima psicológico diferente, que ayuda mucho a los espíritus en sus variadas encarnaciones, para que pueda desarrollar ciertas cuali­dades, que han de ir modelando poco a poco la configuración de su conciencia en el Tiempo y en el Espacio. Como simple ejemplo, os recuerdo a vosotros, que el clima festivo e iluminado de Italia favorece la inclinación de las criaturas hacia el canto o la música, mientras que en otros países europeos —cuya at­mósfera es melancólica y de naturaleza severa— se desenvuelve mejor el espíritu científico e investigador y también organizador. Mientras que el ambiente bullicioso y fatigante de Occidente, conduce a sus habitantes a la neurosis, por el excesivo dinamismo psíquico; en ciertas regiones de Oriente la encarnación significa la dádiva de la "pausa mística", que permite al alma cansada proseguir con su aprendizaje espiritual bajo el confort del reposo contemplativo.

Aunque las colonias astrales más cercanas a las corteza terres­tre coordinen sus actividades de un modo aparentemente racial, no es su objetivo fundamental, ni lo hacen por cuestiones de nacionalismo o separatividad, sólo se realiza para una mejor su­pervisión y administración de sus afiliados, que se agrupan en un pueblo o país terreno.



Pregunta: ¿Esos espíritus al reencarnarse, interrumpen alguna tarea en sus colonias astrales, para volver a retomarlas a su re­greso de la vida material?

Atanagildo: Algunas tareas comenzadas en la metrópoli pue­den quedar interrumpidas, cuando los responsables precisan re­encarnarse con el fin de saldar sus débitos pasados en la Tierra.

Pero, también es cierto, que después de la desencarnación, por muy distantes que esos espíritus se encuentren, deberán regresar a su morada astral, en donde pueden haber dejado tareas per­sonales a terminar, como pueden encontrar facilidades para pres­tar ayuda y asistencia a sus descendientes y familiares aún encarnados.

Estos servicios son comunes a todas las colectividades espi­rituales que están situadas sobre cada país o pueblo terráqueo, que aceptaron la responsabilidad de asistir y proteger a los "nacidos" y "fallecidos" en la región o territorio de su juris­dicción.

Pregunta: Suponíamos que la finalidad de esas ciudades as­trales serían habitadas exclusivamente por espíritus provenien­tes de una sola raza terrena, para estimular entre ellos un nuevo sentido patrio o nacionalismo separativista, aunque de un orden más elevado.

Atanagildo: Eso podría ser en un clima psíquico de regiones inferiores, en donde predomina el egoísmo feroz y el orgullo insano. El espíritu que merece habitar nuestra metrópoli es esco­gido por su elevada cualidad espiritual y no por su nacionalidad. Aun en vuestro orbe terráqueo y en el seno de las razas más egocéntricas, podréis encontrar hombres completamente despega­dos del fanatismo patrio y entre los cuales, hay quienes trabajan enérgicamente por la confraternización de todos los pueblos y de todas las razas. Actualmente, tiene muy buena acogida en la Tierra la idea del "Ciudadano del Mundo" y se fundan "fra­ternidades" en un trabajo que se podría denominar, casi de equipo, procurando la fusión de todas las naciones en un solo "todo", regido por un gobierno de Paz y Justicia.

El hombre que se liberó del círculo de hierro de las reivindi­caciones de los derechos de raza y de patria, poco le importa que lo sitúen en esta o aquella comunidad astral, pues es inmune a esa pasión enfermiza, que aun divide tanto a los hombres terre­nos y los conduce a las masacres sin glorias, en las guerras fratricidas.



Pregunta: Reflexionando sobre la existencia de esas agrupa­ciones astrales, formadas por espíritus provenientes de un mismo país (como en el caso de la metrópoli del Gran Corazón, for­mada por una agrupación de brasileños), nos viene a la mente, que en los planos más altos deben existir otras comunidades astrales superiores, responsables por la administración y el pro­greso de las ciudades de desencarnados situadas más abajo. ¿Es­tamos errados?

Atanagildo: A medida que los espíritus se elevan hacia las regiones más "puras" o más "altas" o como mejor quisierais conceptuarlas, es obvio que ingresan en colectividades de mayor responsabilidad administrativa del planeta terráqueo; su super­visión alcanza a países enteros, razas y también a continentes. En la misma faja vibratoria del astral que se sitúa la metrópoli del Gran Corazón, viven otras comunidades astrales, con igual responsabilidad, pero, controlan ciertas zonas geográficas de países europeos, africanos, asiáticos y americanos.

Por encima de esa región superior se encuentran las "naciones astrales" de cada raza o pueblo terreno, gobernadas por espí­ritus responsables, por la cohesión y progreso de las cinco razas principales que pueblan los cinco continentes notables de la Tierra. Nos explican los espíritus más sabios, que la esfera "más alta" o "más íntima" de todo el astral terráqueo es tan quinta­esenciada o tan sutilísima, que se desvanece como franja luminosa alrededor del globo terrestre y su aura alcanza más de la mitad de la distancia entre vuestro planeta y la Luna. A través de la esencia de esa alta región astral, que se asemeja a una eterizada cabellera de luz en torno a la Tierra, también se procesa a inter­comunicación con las esferas astrales de los otros planetas de la constelación solar. Justamente, en esta última esfera tan quin­taesenciada es donde trabaja la comunidad angélica directora del planeta Tierra, y donde se encuentra el sublime reino del Magnánimo Jesús.



Pregunta: Si esa es la organización administrativa en el astral, pensamos que nuestra patria también debe ser administrada por una comunidad especial. ¿No es verdad?

Atanagildo: En la metrópoli del Gran Corazón algunos milla­res de almas, de índole universalista, ayudan al desenvolvimiento artístico, para reformar costumbres y actividades de determinadas zonas geográficas brasileña, y nuestra ciudad también es admi­nistrada por otra comunidad astral, más elevada y más amplia, que si quisierais la podríais denominar también de "Brasil". Ésta, a su vez, está bajo la jurisdicción del continente astral "Sudamericano", y así sucesivamente, hasta terminar en la jerar­quía responsable de todo el planeta Tierra. Conforme me infor­maron en la dirección de nuestra metrópoli, más allá de la esfera astral, en donde está situado el gobierno de Jesús, se encuentra la administración espiritual constelatoria, que es la responsable de la vida y el progreso de nuestro sistema solar.

Pregunta: ¿Cuáles son los tipos de espíritus que pueden habi­tar esa comunidad más elevada, que denominaremos de "Nación Astral del Brasil"?

Atanagildo: A pesar de esa apariencia de nacionalismo o racis­mo que atribuís a nuestra metrópoli espiritual, lo que realmente se confiere es el derecho de habitarla, por su tono vibratorio side­ral y no por la raza o nacionalidad terrena a que pertenezca. Más bajo que nuestra metrópoli, en planos más inferiores, hay otras colonias y agrupaciones de espíritus también brasileños, cuyo padrón espiritual es más bajo porque viven seriamente pre­ocupados con el tradicionalismo de razas y diferencias emotivas de patria. Por eso es de lamentar que entre los propios brasileños encarnados se originen subdivisiones de orden político, económico, religioso o social. Durante los períodos de grandes transforma­ciones políticas, elecciones para cargos legislativos, nombramientos administrativos o substitución de gobiernos, acreciéntense los odios entre los hijos del mismo Brasil y se acusan mutuamente de infa­mias, enlodándose de un modo terrible, en procura de la codicia por las situaciones fáciles o privilegios públicos. En el campo religioso, otra clase de brasileños también se hostilizan, debido a la naturaleza de creencias y doctrinas; trabajadores espiritas y católicos, sacerdotes y adoctrinadores atacan a sus hermanos que divergen en sus puntos de vista o creencias, usando los pul­pitos o las tribunas o editando revistas, diarios o panfletos deplo­rables. También es dado observar durante algunas tradicionales confraternizaciones deportivas, cómo sube el odio a los corazones de los brasileños cuando las criaturas ignorantes se insultan o se agreden públicamente debido a las preferencias por ésta o aquélla asociación predilecta.

Es lógico, que tales brasileños, al desencarnar, no estarán en condiciones de alcanzar la metrópoli del Gran Corazón y mucho menos la "Nación Astral del Brasil", para cuya conquista no hicieron méritos, pues ni siquiera han conseguido adaptarse a su propio territorio patrio. Allí no se admiten espíritus que tra­bajan aislados y rodeados por sus exclusivos intereses, egoísmos y codicias, extraños al Bien común, cual quistes que surgen en la sociedad. Los encarnados, ya sea en Brasil, en Francia, en China, en Egipto o en Groenlandia, aun se adhieren fanática­mente a sus intereses partidarios, credos exclusivistas o regíme­nes particulares, incrementando sus separaciones y formando grupos adversarios, que tanto contrarían la armonía del todo nacional, como el de los mundos superiores.



Pregunta: ¿Es condenable que cultivemos ciertas simpatías o preferencias personales en nuestras relaciones humanas, ya sea en las luchas políticas o en nuestros juicios, sobre nuestros se­mejantes?

Atanagildo: En donde existen preferencias personales hay conflicto en todo. Cuando grupos de individuos luchan y entran en competición debido a las simpatías o intereses políticos par­ticulares —aunque eso se juzgue como un derecho humano, de pensar y accionar— no hay duda que se está fomentando la separatividad. Los espíritus que desencarnan en conflicto con su propia patria, pueden no merecer censuras por sus simpatías o preferencias personales, pero es evidente, que aun no merecen habitar comunidades espirituales en donde se terminaron las con­flictos de razas, cuando más los de la patria. De acuerdo con la "ley de los semejantes", serán inmediatamente atraídos hacia grupos de espíritus que vibran en las mismas disposiciones ego­céntricas y separativistas. Aquí, en el Más Allá no faltan grupos de brasileños "separados" y compatriotas viciados en las discusiones estériles, devotos a la ambición y a la politiquería.

Muchos de ellos, que abusaron del admirable don de la pala­bra, desperdiciándola con el exceso de promesas no cumplidas y discusiones infecundas, cuando puedan reencarnarse nuevamente tendrán que hacerlo como mudos, quedando impedidos de con­turbar nuevamente a la colectividad nacional, que tanto man­cillaron.



Pregunta: ¿Según vuestras consideraciones, queréis decir, que sólo los brasileños podrán habitar la alta comunidad espiritual del "Brasil" no es así?

Atanagildo: La colonia astral o la comunidad responsable por toda la vida física y espiritual en el Brasil, no se habitaba ex­clusivamente por los "grandes brasileños", si lo clasificáis así, con el deseo de exaltar su alto prestigio público. Allí se encuen­tran brasileños, que en servicios de renuncia personal, mucho dieron de sí en favor de la Paz y del Bien colectivo de la patria. No fueron prepotentes políticos, ni alimentaron diferen­cias religiosas, cuando fueron llamados a ocupar cargos en la administración pública, ni se apoderaron de los bienes de la Na­ción, para el goce y el lujo de sus familiares o amigos privilegia­dos. Fueron honestos, pacíficos y cooperadores de todas las ins­tituciones asistenciales, insuflando vida y ánimo a todo servicio que beneficiase a la comunidad; olvidaron sus propios intereses a favor de su país y muchos de ellos atravesaron la vida bajo el más severo anonimato.

A esos les cabe el derecho de supervisar y hasta corregir a ciertos brasileños astutos e interesados, tales como los políticos venales, que llenan sus arcas con el patrimonio ajeno y ciertos sacerdotes furibundos, que provocan dentro de sus templos o a través de las publicaciones, procurando separar a los ciudadanos por medio del odio pregonado en nombre de Dios. Esos grandes brasileños, a que me refiero, consideran a sus compatriotas encarnados como un todo electivo, por encima de sus caprichos, intereses u opiniones personales. Pueden participar de la gran comunidad astral que dirige a Brasil, porque ésta, no diferencia individuos, clases o posiciones políticas, pues sólo admite en su seno a los ciudadanos brasileños, que al partir de la Tierra, ya conducían en su alma la insignia del "ciudadano del mundo".



Les interesa amparar a los hombres, liberados de las doctrinas filosóficas separativistas, sin intereses de proselitismos religiosos y alejados de la astucia política, inmunes a la corrupción ad­ministrativa y que, en lugar de las nociones rígidas de la patria o la raza, posean en sus corazones, las cualidades fraternas del ciudadano que reconoce a su país, como si fuera un trozo del propio Universo.

Pregunta: ¿Queréis decir entonces, que la morada en las co­munidades superiores, situadas más allá de la nación astral del "Brasil" también exige un padrón de sentimientos que traspasa las fronteras afectivas del sentimiento patrio; no es verdad?

Atanagildo: Evidentemente, los espíritus que residen en las comunidades astrales sudamericanas, europeas, norteamericanas, asiáticas y africanas son entidades cuyo afecto y entendimiento se prolonga más allá de las fronteras convencionales de la patria, para alcanzar el contenido afectivo de un continente. Simpatizan con todos los pueblos y razas y su capacidad de amor es tan pro­fundo, que no tienen noción sobre la nacionalidad. Cuando estos seres encarnan en la Tierra o en otros mundos físicos, el sentido de patria sólo les parece un accidente sin importancia, porque siem­pre ejercieron su actividad en obras de naturaleza y objetivos universalistas. En su afecto, abrazan a toda la colectividad huma­na del globo terráqueo y además se han liberado de los credos, doctrinas o filosofías, y están fuertemente inspirados por el amor a Jesús, que es el Gobernador Espiritual del orbe y que está si­tuado en la más elevada esfera astral.

Pregunta: ¿Por qué motivo no reconocemos en la Tierra, esa unidad espiritual o unificación universal de todos los seres, que nos ayudarían mucho a eliminar nuestras comunes nociones sepa­rativistas de patria y de razas humanas?

Atanagildo: Esa unidad espiritual es tan notable en su acción de armonizar a las criaturas, que en la Tierra se hace sentir, a pesar de la separatividad causada por principios políticos, reli­giosos, sociales o filosóficos. Notad, que delante del peligro de una posible guerra o de una catástrofe que amenaza a la colec­tividad, virtualmente separada por esas tontas preferencias y principios antagónicos, se unen amigos y adversarios, se suspen­den las hostilidades particulares, a fin de conseguir la fuerza general y protectora del ambiente. Suponiendo que la Tierra estuviera amenaza por una invasión de fuerzas belicosas de otro planeta, ¿qué sucedería? Sin lugar a dudas, que negros, blan­cos, rojos y amarillos, católicos, espiritas, protestantes y musul­manes, hombres de cualquier latitud geográfica y de obstinada política religiosa o doctrinaria, se unirían apresuradamente, con el fin de formar el potencial defensivo de vuestro planeta. En realidad es el sentido de la unificación, el que despierta.

Pregunta: ¿No podría suponerse, que esa unión de los adver­sarios para la ofensiva contra la invasión interplanetaria, se de­biera al interés y a la angustia de sobrevivir, más que la com­prensión de la unidad espiritual?

Atanagildo: Aún así, quedaría comprobado, que hay en nues­tra intimidad un "eslabón divino", indestructible y permanente, capaz de aniquilar las situaciones de la vanidad, el orgullo y el utilitarismo y desconfianza entre los hombres, y hermanarlos en un solo objetivo común. No importa si lo hicieran por interés o instinto de conservación, lo que interesa, es saber que la unidad espiritual interior nivela todas las personalidades egocéntricas y divididas por los más contradictorios motivos, para confirmar que existe en lo íntimo de todas las criaturas.

Pregunta: ¿Un espíritu que desencarna en Francia, más tarde en Italia y después en la India, no retornará a las colonias astra­les respectivas apegado a su nacionalismo patrio? ¿No represen­taría esto un círculo vicioso, en donde se cambia de ambiente, pero que no se termina el sentimiento racista? ¿Cómo se ablanda ese sentido del nacionalismo terreno?

Atanagildo: El sentimiento de amor a la patria se altera en cada nueva reencarnación, a medida que el espíritu cambia de raza o de país, por eso, se registra entre vosotros acontecimientos contradictorios. ¡Cuántos alemanes odian a Francia, sin saber que en la última encarnación fueron franceses que odiaban a Alemania! ¡Cuántos hombres blancos de la América del Norte, , odian a los negros, ignorando que en el pasado formaban parte I de la misma raza que ahora persiguen! En verdad que eso no pasa de ser una tonta transferencia de odios, de un lugar hacia otro, por parte del espíritu y no de la raza o país. Esas almas, después de la muerte del cuerpo físico, sufren los más pavorosos dolores y remordimientos, avergonzados de sí mismos, al recordar su odio racial.

Lo mismo puede suceder con las almas exageradamente pa­triotas, cuando regresan de una existencia terrena, fanatizadas por la última patria en que reencarnaron. Mas la fuerza del espíritu inmortal trabaja en su interior, pues de tanto cambiar de trajes carnales, vistiendo el ropaje del judío, del hindú, del polaco, del egipcio, alemán, peruano o brasileño, esas almas terminan in­corporando a sí mismas un poco de cada raza y forman una simpática mezcla de fraternidad, que va en camino de volverse "ciudadano del mundo". Y, como tendrán que someterse tam­bién a las reglas de las comunidades astrales en que estacionan entre cada encarnación terrena, se va debilitando sus tradiciones nacionalistas y el orgullo de raza del mundo terráqueo.

Si así no fuera, resultaría que los desencarnados proseguirían aquí con sus conflictos emotivos de raza y patria, y seguramente, tendríamos que enfrentar también, los problemas de guerras, lu­chas y revoluciones fraticidas, con otras agrupaciones de nuestra morada espiritual...

Pregunta: ¿Podríais darnos un ejemplo para poder compren­der mejor a ese espíritu de nacionalidad que cultivamos en la Tierra, con el cual somos diferentes en el Más Allá?

Atanagildo: Podréis tener una idea de lo que sucede en las colectividades astrales, en donde se unen espíritus provenientes de varias naciones para ejercer un trabajo en común; si recor­dáis lo que sucede en la Tierra, cuando diversos individuos se congregan para conseguir un mismo objetivo, sin perturbarse por diferencias sociales, jerárquicas o profesionales.

Les basta hermanarse en un principio, una doctrina u obje­tivo filantrópico, para lograr la deseada confraternidad entre todos. Si queréis un ejemplo, recordaos lo que sucede en el Es­piritismo. ¿No se agrupan médicos, trabajadores manuales, pro­fesores, peluqueros, generales, mujeres, jóvenes, viejos, ricos, po­bres, sabios y analfabetos para prestar un mismo servicio desin­teresado, para el beneficio de la colectividad? Es evidente que existe entre ellos un eslabón indestructible, que los une fraternal­mente, así como el cemento une a las piedras. En el ejemplo dado, la dedicación de todos hacia la doctrina espirita se transforma en un denominador común, que derrumba los paredones del per­sonalismo humano y aparta los intereses personales, para que surja un solo conjunto humano, unido por el mismo ideal.

Las colonias y metrópolis astrales que se interesan por los objetivos superiores, aunque sean formadas e influenciadas por las tradiciones de la patria y de la raza terrena, se armonizan permanentemente para el servicio del Bien y en procura de la Felicidad. Bajo tal aspecto, el nacionalismo cultivado en la Tie­rra se vuelve un sentimiento sin importancia en el Más Allá, {jorque los intereses espirituales, que en definitiva ligan a todos os espíritus a su comunidad, sobrepujan en importancia los con­ceptos anticuados de la patria terrena. Es obvio, que un hindú, un brasileño, un ruso, un árabe o un africano que posea sus creden­ciales de bondad y tolerancia, vale mucho más en jerarquía espiritual superior, que en su capacidad intelectual o prestigio acreditado en el país donde desencarnó.

Pregunta: ¿Si en vuestra última encamación fuisteis brasileño y ahora os encontráis en una metrópoli habitada principalmente por brasileños, no os sirve de incentivo para que tengáis aún viva, vuestra última nacionalidad?

Atanagildo: Os aseguro que no, por una razón muy simple; cuando yo estaba encarnado en Brasil, cultivaba sentimientos universalistas, pues en virtud de mis estudios y meditaciones es­pirituales, estaba capacitado para saber por qué vivía y para qué vivía en la Tierra y que además, esto resultaba un simple acci­dente en la vida del espíritu, sin fuerza para perjudicar su iden­tidad universal. La Tierra significaba, para mí, una admirable sastrería, con el grave encargo de atender la necesidad de los trajes carnales, que solicitaban los espíritus interesados para pe­regrinar por la materia. No me interesaba el discutir los motivos de esas encarnaciones en ése u otro país, si bien me parecía que algunos espíritus bajaban por mero turismo, atraídos por el paisaje físico, mientras que otros atendían a su necesidad urgente de cura purgatorial, lavándose en el tanque de las lágrimas y enjugándose en la toalla del sufrimiento.

Detrás de todas las fisonomías, tipos carnales y personalida­des humanas, siempre identificaba al espíritu inmortal dentro de su vestuario de huesos, nervios y músculos. Para mí, era siempre un compañero eterno, era la ventana carnal, por la cual apreciaba los problemas del mundo terreno. No me preocupaba inventariar las razas de acuerdo a costumbres y tradiciones, como tampoco dedicaba mayor atención a las criaturas oriundas de las naciones privilegiadas, ni subestimaba aquellos que provenían de razas inferiores. Consideraba a todos como espíritus que intentaban encontrar la misma ventura que yo también me propusiera. Una gran tolerancia sentía hacia aquellos que aún se dejaban dominar por la avaricia, la ambición, el celo o la envidia, o aquellos que se afligían por tener oropeles y privilegios de un mundo tran­sitorio. Los comparaba, a veces, con esos niños que suelen pelear por un juguete o que se angustian por tener un caballito de madera...

Aun delante del proceder de Anastasio, que fue mi acreedor hostil en el pasado, me esforcé para no ser dominado por la ex­presión dramática y humillante del acontecimiento; a veces, lo veía apartarse de mí y en otras ocasiones me hacía frente públi­camente, manifestando ampliamente su odio, pero mi corazón, en un aire de censura traviesa, me decía que debía reconocer en aquel hombre, no al adversario indeseable, pero sí, al hermano en espíritu, que sólo estaba pisando su propia felicidad.

Pregunta: ¿Quiere decir entonces, que vuestro ingreso en la comunidad del Gran Corazón dependió del modo como encarabais las razas y nacionalidades terrenas?

Atanagildo: Siempre consideré a la Tierra como un amplío hogar en donde el habitante de cada país es un pariente pró­ximo, mantenido por el presupuesto del Creador, motivo por el cual, quería bien a todas las criaturas que ella cobijaba. Las patrias, las familias y los hogares de todos los hombres, los con­sideraba como una prolongación de mi hogar, como si yo viviese al mismo tiempo en varios climas sentimentales, compartiendo los sueños de todas las razas.

Ha de llegar el tiempo en que esa gran familia espiritual terrena, cuyos miembros se encuentran dispersos por los más va­riados climas geográficos del planeta, se congregarán en un solo núcleo de trabajo y alegría, para usufructuar así, la Paz inmor­tal, que vive distanciada de los condenables sentimientos, muy comunes entre los hombres separativistas. Ese sentimiento de fra­ternidad que yo mantenía con todos los seres, sin diferenciar razas o condiciones sociales y morales, se desarrolló aún más en mí, en el mundo astral, y ahora me es dado verificar, sin equí­voco posible, que yo actuaba absolutamente seguro al mantener aquella actitud incondicional de afecto, que es la base fundamental para que los espíritus ingresen en la metrópoli del Gran Corazón.



Pregunta: ¿No os sentíais a veces, dominado por cierta nos­talgia al evocar vuestra vida pasada en el Brasil, tal como les sucede a los extranjeros que son obligados a ingresar en este astral y evocan el paisaje, costumbres y tradiciones de la patria lejana?

Atanagildo: Si me ganara la nostalgia por el hecho de haber vivido en Brasil, mayor nostalgia tendría y hasta me pertur­baría, al evocar la vida que pasé en otros países en donde me reencarné mayor número de veces. En ese caso, mucho antes de evocar la vida en Brasil, evocaría la ciudadanía de Marte, que es el planeta de origen de mi conciencia individual y del cual fui exilado hacia la Tierra. Si yo me preocupase por evocar la patria en donde vivió mi espíritu, antes de pensar en Brasil, debiera recordar a la Atlántida, el Egipto, la Arabia, la Hebrea y principalmente la Grecia o la India, en donde mi espíritu se demoró más tiempo encarnado. He ahí la gran ilusión de los hombres terrenos, que al ser mal informados por los sacerdotes, instructores religiosos, filósofos puramente intelectivos restringen su felicidad presente y futura, en la tentativa tonta de trazar fronteras sobre el suelo de un mundo provisorio, buscando se­pararse por la diferencia accidental de color, raza, patria y religión.

En la intimidad de mi alma, bastante fortalecida por la con­vivencia con todas las razas, tanto vibra la pasión de vivir del atlante, como vibra la voluntad del egipcio faraónico, la fuerza indomable del árabe nómade, el misticismo del hindú contempla­tivo, la cautela del hebreo desconfiado o la irreverencia del griego atildado. Y, por cierto, ya palpitaba también en mí algo del ímpetu inquieto y bullicioso de los brasileños, entre los cuales sufrí la intensidad psicológica de mi última encarnación.



Pregunta: ¿En la metrópoli del Gran Corazón, solo pueden ingresar espíritus exclusivamente del Brasil?

Atanagildo: No estamos cercados por fronteras raciales o se­gregaciones nacionalistas, peculiares a los países terrenos y sí, agrupados por la sintonía de ciertas cualidades espirituales, aunque existen algunas diferencias personales o intelectuales entre sus componentes. El ingreso de los desencarnados en nuestra morada astral no depende de que sean brasileños, pero sí, afiliados a la misma y que posean el tono vibratorio sideral exigido por el ambiente o determinación de lo Alto, cuando se trata de estacio­namientos y aclimatación, para las futuras encarnaciones en el Brasil.

Es verdad que la metrópoli del Gran Corazón ejerce sus acti­vidades exclusivamente en relación a los espíritus encarnados en Brasil, por cuyo motivo se necesitaba cultivar ciertas costumbres brasileñas, para lograr un mejor éxito en la ambientación de sus habitantes, así se favorece el intercambio espiritual entre ellos, debido a la afinidad con la patria.



Pregunta: ¿Por qué motivo la metrópoli del Gran Corazón no amplía su jurisdicción hacia otros pueblos, pues resultaría una mayor comprensión espiritual, debido a la menor aproximación entre las razas?

Atanagildo: Los mentores de la metrópoli del Gran Corazón no pueden extender su área de trabajo y protección a mayor número de almas, de las ya clasificadas y previstas en su comu­nidad; para eso, precisarían crear y educar nuevos equipos de trabajadores, destinados a las tareas sacrifícales junto a la Tierra y a las regiones del astral inferior, y así lograrían que la tarea asistencial y educativa tan voluminosa y exhaustiva, para su con­junto actual, en poco tiempo se desorganizara, debido a la in­suficiencia técnica del servicio y a la imposibilidad de la reno­vación panorámica y educativa de la metrópoli. Por ese motivo, las actividades están circunscriptas a los brasileños que desen­carnan en las regiones progresistas del país.

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