La Vida Más Allá de la Sepultura


LA LIMITACION DE LOS HIJOS Y SUS CONSECUENCIAS KÁRMICAS



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LA LIMITACION DE LOS HIJOS Y SUS CONSECUENCIAS KÁRMICAS
Pregunta: La limitación de los hijos o la negativa para reci­birlos en el seno materno, ¿es una falta grave delante de la Divinidad?

Ramatís: Ese aspecto no debe encararse como una acción culpable que afecta a las reglas de la moral divina establecidas por un Dios que se parezca a un sacerdote excesivamente puri­tano. El Cosmos no es el producto de preceptos éticos afirmados en el tiempo y el espacio como causa de la evolución de las cos­tumbres humanas o angélicas. Para el Eterno, Perfecto e Infinito, su garantía básica es la Ley Única, de cohesión espiritual bajo un indescriptible cientificismo cósmico, aún incomprensible para la mente humana, que participa del Universo, pero que no es el Universo. Por lo tanto, la procreación de los hijos con o sin control es asunto que debe examinarse con relación a los efectos favorables o desfavorables que puedan provocar en razón a la Ley y a la Técnica de la reencarnación de los espíritus en la Tierra. En vista de que el renacimiento en la materia es de vital importancia Tiara la más rápida ascensión del espíritu hacia las esferas paradisíacas, conviene encarar el asunto bajo un aspecto más científico y técnico, en vez de colocarlo exclusivamente bajo el concepto moral del mundo de la Divinidad.

Debemos reconocer, primero, que un cuerpo de carne es uno de los más valiosos auxilios que se brinda al espíritu en el largo camino de la evolución sideral, que sirve comúnmente para que el alma apenada e infeliz pueda dar curso a sus remordimientos y se ajuste por las imprudencias cometidas en sus vidas pasadas. En el servicio reencarnatorio del Espacio, la oportunidad de un organismo físico es una valiosa dádiva proporcionada por los Mentores Siderales a los espíritus afligidos y desesperados para renacer en la materia. En consecuencia, analizando la cuestión de la limitación de los hijos, alejados de cualquier sentimentalis­mo humano o de las razones morales angélicas, establezcamos esta importante premisa: el mayor número de cuerpos físicos en la Tierra aumenta las probabilidades de ventura espiritual. Es un factor de socorro y favorecimiento para la más breve com­pensación de los espíritus desencarnados que imploran nuevos instrumentos de carne para saldar sus faltas pasadas y obliga­ciones contraídas con la Ley Kármica.

Bajo cualquier aspecto que consideréis el problema de la limitación de los hijos, ya sea por razones económicas, deficien­cias educativas, agotamiento femenino, en sus fundamentos, se ajusta a estas razones: a mayor suma de cuerpos carnales, mayor suma de beneficios espirituales; menor número de cuerpos car­nales, menor probabilidad de ventura y progreso para las almas desesperadas. En consecuencia, la limitación de los hijos signi­fica que la precariedad de los organismos físicos tiende a aumen­tar en las reencarnaciones futuras, y aquellos que limitan a pro­pósito su prole también reducen sus oportunidades para los fu­turos renacimientos, dentro del precepto evangélico que dice: "cada uno recogerá conforme haya sembrado".

Pregunta: ¿Podríamos saber si es mucha la cantidad de espí­ritus necesitados de reencarnar y que a su vez tengan pocas pro­babilidades de hacerlo?

Ramatís: En el espacio que circunda al globo terráqueo en todo su sentido esférico, existen, cerca de los veinte billones de espíritus que lo pueblan, diez billones que necesitan reencarnarse con cierta urgencia. Si fuese posible atenderlos con los cuerpos físicos adecuados a cada caso kármico, renacerían inmediatamen­te con el fin de drenar en la materia terrestre los venenos que corroen sus almas torturadas por toda suerte de sufrimientos. En esa inmensa fila de candidatos a la reencarnación hay seres tan desesperados que no retrocederían delante de la existencia física más atroz, y tanto les importaría recibir un cuerpo deformado o repulsivo, como una vida desheredada de toda suerte, siempre que pudiesen descender hacia la carne para poder agotar el con­tenido tóxico y torturante que aún daña la delicada fisiología de su periespíritu. Para los casos perturbados del Más Allá no hay recurso más eficiente que el de la reencarnación, pues forman inmensas legiones los desatinados y deudores, cuyo acreedor principal es la Tierra.

Bajo ese aspecto, podéis comprobar qué salvaje e indigno es aquel que destruye su cuerpo bajo la alucinación del suicidio, porque el haber renacido implicó una severa responsabilidad, por haber suplantado en el Espacio a otro candidato para la vida carnal. Por eso su crimen es de mayor proporción delante de la Ley Reencarnatoria, pues además de despreciar la valiosa opor­tunidad para su redención espiritual, aun despreció la confianza angélica y exceptuó a otra alma necesitada de la reencarnación.



Pregunta: Si necesitáramos un consejo sobre el procedimiento más seguro a seguir para la limitación de los hijos, ¿qué nos acon­sejaríais como medida más sensata?

Ramatís: Ya os dijimos que la reducción de la prole en el mundo físico consecuentemente reduce la posibilidad de que vuestros hermanos espirituales gocen de la redención y ventura espiritual. El consejo más lógico y sensato que podríamos daros para solucionar ese problema creemos que es el dejado por Je­sús, constituido en Ley definitiva y a su vez suprime todas las dudas en cualquier juicio de nuestros actos: "Haced a los otros lo que queréis que os hagan a vosotros mismos".

Inspirados en ese divino concepto, colocaos en el lugar de las almas torturadas y llenas de desesperación que se encuentran en el Espacio víctimas de sus torpezas; reflexionad que también podéis encontraros en esa situación de indescriptible infelicidad espiritual. Indagaos vosotros mismos y decid ¿qué desearía yo si estuviera bajo el dolor infernal o el sufrimiento dantesco en el Espacio? ¿Despreciaríais el renacimiento físico que implicaría el provisorio y sedativo olvido y el camino reeducativo en el mundo de la carne?

Conforme sean vuestros actos en el mundo limitando o favo­reciendo el número de hijos, estaréis respondiendo a la Divinidad con sana conciencia, como desearíais que fueseis tratados vos­otros mismos en situaciones idénticas en futuras reencarnaciones.

Bajo la orientación de ese precepto ("haced a los otros lo que deseáis que os hagan"), no hay duda alguna que es el más sen­sato consejo con que podéis solucionar el problema de la pro­creación de los hijos.



Pregunta: Hemos notado que en las ciudades populosas se acentúa la tendencia para la limitación de los hijos. ¿Qué nos decís al respecto?

Ramatís: No debéis olvidar que vuestra permanencia en el mundo físico, formando un hogar bajo las oportunidades educa­tivas y de reajustamiento espiritual, se debe a vuestros progeni­tores, que son la prolongación de otra serie de espíritus encar­nados que actuaban en el mismo linaje biológico. La reencar­nación en la Tierra exige múltiples y delicadas tareas, a las que se dedican afanosamente los planeadores, técnicos, orientadores, guías y almas diversas. La fuga deliberada de la procreación de los hijos implica menospreciar los trabajos realizados, para que otras almas puedan renacer en el mundo físico, y que en la con­dición de hijos son el cumplimiento de promesas hechas antes de reencarnar por parte de aquellos que deberán ser sus padres. Los que faltan a ese compromiso, asumido antes de descender a la materia, se verán agravados en sus reencarnaciones futuras, cuan­do la Ley los juzgue bajo la misma medida que usaron con esos espíritus sacrificados por la limitación procreativa. Salvo condi­ciones excepcionales, de enfermedades o riesgos de dañar la vida materna, hay que pensar muchísimo antes de eludir los deberes procreativos. Si no existieran motivos graves y razones espiri­tuales superiores para la limitación de los hijos, puede represen­tar grandes perjuicios para las tareas y planes de los benefac­tores de la humanidad encarnada, que se encuentran con pro­blemas inesperados y truncamientos de promesas pre-reencarnatorias por parte de aquellos que descienden a la materia y se niegan al cumplimiento de sus obligaciones.

Pregunta: ¿No es contraproducente —aunque sea por convic­ción espiritual— la procreación sin control, en base a los aflicti­vos problemas que ya nos perjudican en el mundo en que vivi­mos, donde mal conseguimos atender la educación de la descen­dencia menos reducida?

Ramatís: Si consideráis que las Escrituras Sagradas tienen autoridad y sabiduría espiritual suficiente para daros orienta­ciones definitivas, también tendréis que aceptarlas en su máxima decisión: "Creced y multiplicaos" (Génesis 1-28). Este concepto es perentorio y no tenemos conocimiento que posteriormente el Maestro haya agregado cualquier cláusula reduciendo el sentido de su aplica­ción en la vida humana y no se perciba la más sutil recomen­dación que pueda aconsejar la necesidad de reducir la prole bajo cualquier motivo especial. No se trata de ninguna premisa sibi­lina de la cual se puedan extraer futuras ilaciones filosóficas o morales. El concepto bíblico es imperioso y básico: "Creced y multiplicaos". Es más bien una orden de lo Alto, como una ex­plicación técnica a la tarea irrecusable, evidenciando un plan positivo y de interés común para todos los seres. Con respecto a las dificultades de vuestro mundo para criar y educar a los hijos, ¿aseguráis que reduciendo la procreación serán solucionados los problemas que os afligen en el campo moral, económico o social? Creemos que no llegaréis a esa solución reduciendo la cantidad de hijos, pero la alcanzaréis si os cristianizáis de tal forma que el problema del prójimo sea tan importante como el vuestro. La infelicidad humana no es el producto de la mayor o menor cantidad de criaturas, la causa es la falta de amor.

Si aún no sabéis amar a la criatura infeliz que delinque en su tierna edad, pues la sometéis a humillaciones y la empujáis hacia su rebeldía infantil en lugar de darle amor, techo o ayuda que más conviene al corazón y enternece al alma, es obvio en­tonces que el aumento de criaturas también ha de traeros gran­des problemas morales, económicos y sociales. La menor cantidad de habitantes en vuestro orbe no prueba la vigencia de mejores soluciones para los problemas seculares que torturan incesante­mente a la humanidad. Tomando por base los tres mil millones de criaturas humanos que forman la actual humanidad terráquea, teméis la procreación más amplia, porque la cantidad creciente de seres podría traeros mayor número de dificultades y probable saturación demográfica. Pero nosotros os preguntamos: ¿conse­guiréis solucionar los problemas económicos, sociales y morales en vuestro mundo si reducís los tres mil millones de habitantes a sólo mil millones?

Decid vosotros por qué motivo el mundo terreno presenta una historia tan sangrienta y nefasta, llena de miserias e ignomi­nias, cuando sólo poseía un tercio o un cuarto de la humanidad actual. ¡Si la reducción de la población resolviese los problemas, hace tres mil años hubiera sido uno de los mundos más felices y libre de cualquier problema aflictivo, ya que poseía menor número de criaturas! La verdad es que los principales problemas de la humanidad comienzan exactamente en el hogar, en el con­flicto entre esposos, hijos y progenitores; se extiende a los vecinos del mismo barrio, entre los ciudadanos del mismo Estado, entre los Estados del mismo país y después entre los pueblos, naciones y razas, para terminar en los choques intercontinentales, en donde los seres más se parecen a las fieras que se devoran, azotadas por el orgullo, la vanidad, la prepotencia, la ambición y la cruel­dad.

Los hombres se separan por religiones, partidos políticos, nacionalismos tontos, diferencias de color y sistemas doctrina­rios; se someten a toda suerte de vicios, pasiones y caprichos peligros, aunque se aumenten o reduzcan los parientes y la huma­nidad terrena. La felicidad humana, por lo tanto, no depende de la carga de criaturas en el orbe; se conseguiría con mucho éxito si fuesen acatadas incondicionalmente las enseñanzas de Jesús, Buda, Hermes, Pitágoras, Krisna y otros sublimes peda­gogos e instructores cuyas vidas fueron consumidas en el ritmo de un amor que es capaz de generar la fidelidad, la ternura, la honestidad, la caridad, la paciencia, la humildad y, principalmente, la fe en el prójimo y en los propósitos espirituales de la vida benefactora.



Pregunta: No debemos olvidar que muchos países por encon­trarse con superpoblación están enfrentando los más terribles problemas, resultantes de las crisis económicas, educativas y por a sobrevivencia de sus súbditos más pobres. ¿No es verdad?

Ramatís: No oponemos dudas a lo que alegáis; pero esos mismos países a que os referís debéis tenerlos presentes para vuestra reflexión, por las grandes disparidades demográficas del globo terráqueo, en que determinados países están super habitados y otros luchan desesperadamente para resguardar sus derechos sobre enormes áreas de tierras vírgenes, que reservan avaramente para el futuro de sus propios coterráneos. Reconocemos que en un país como el vuestro (Brasil), en donde todavía no se resol­vieron con éxito los más simples problemas del hambre, el vestir, el hogar, la salud y la educación, sería casi un disparate abrir fronteras para atender los problemas extraños de otros pueblos, aunque podáis contener mil millones de seres con relativa como­didad en vuestro territorio. Pero eso es problema del fuero ínti­mo de aquellos que vienen administrando al país, muchos de los cuales se han desviado de sus responsabilidades con el pueblo, creando esa situación; mas la Ley Kármica y Divina se encargará de juzgarlos, pues muchos de esos brasileños inescrupulosos e indiferentes de la suerte ajena ya están retornando a su antigua patria brasileña y se arrastran por las calles de las ciudades, explotadas anteriormente por ellos, cuales piltrafas vivas, que ruegan la limosna del pan a todos aquellos que la subestimaron.

Para nuestra visión espiritual, esos que ya renacieron en Brasil, aunque se encuentren sujetos a nuevas reencarnaciones rectificadoras del futuro, se encuentran en mejores situaciones que las de otros culpables, que se debaten en la profundidad de los charcos pestilenciales del astral inferior, azotados bárba­ramente por las cuadrillas de verdugos, que no les perdonan siquiera la imposibilidad de haber podido educar un hijo por los descalabros y desmanes administrativos cometidos.

Si vuestros políticos y administradores pudiesen apreciar los cuadros pavorosos que presenciamos en el Más Allá de la tumba, cuyos autores son aquellos que ejercieron autoridad y no cum­plieron fielmente con los mandatos que les fueron otorgados, olvi­dándose de la gran responsabilidad pública que asumieron, cree­mos que desaparecerían todos los candidatos a las cámaras legis­lativas y cargos administrativos del país. Les faltaría coraje para arriesgarse a tan dantescos padecimientos, consecuentes de sus equívocos imperdonables.

En general, el hombre terreno se obstina en querer ignorar que toda la humanidad es su hermana y está sometida a las mis­mas condiciones físicas, pues el problema de todos los hombres, esposas, madres, hijos o hermanos es una solo. Se trata de una sola colectividad, formada por seres iguales, en donde muchos gimen angustiados por el frío, el hambre, la falta de ropa u hogar, con un medio de vida doloroso, mientras que otros se hartan a voluntad y viven con el corazón endurecido y rebelde.

¿No sería horroroso que navegaseis en una amplia embarca­ción sobre un mar agitado, mientras que centenares de criaturas padecieran en el agua y tuvieran que ahogarse por no cederles un lugar a bordo?

Debéis capacitaros y saber que la solución del problema de la desgracia humana no reside en la limitación de los hijos, sino en la cristianización consciente de los hombres. Cuando la pobla­ción de la Tierra alcance a diez mil millones de seres, el remedio a descubrirse para conjurar la situación podrá ser el mismo de hoy, o sea, la idea de reducir la procreación de los hijos. Y ha de ser así por mucho tiempo, hasta que los terráqueos compren­dan que su problema espiritual en cualquier latitud o longitud geográfica del planeta, sea en Europa, en las Américas, en África o Asia, siempre ha de ser el mismo, porque no es un problema de naciones o de razas, pero sí de toda la humanidad.

¡Pero aún resta una esperanza! Después de los acontecimien­tos dolorosos que se aproximan a vuestro mundo, en la secuencia profética del "juicio final" y del "fin de los tiempos", habrá una mejor distribución etnográfica en la superficie de la Tierra y una mejor comprensión de los problemas aflictivos de todos los seres.

Pregunta: Encontramos dificultad para conciliar nuestra vida moderna con la vieja tradición campesina de procrear un rosario de hijos, pues en las ciudades populosas y oprimidas hasta el espacio es deficiente para atender a una descendencia numerosa. ¿No es verdad?

Ramatís: No temáis insuficiencias administrativas por parte del Creador, pues si Él consiguió realizar lo más difícil, organizar el Cosmos, también podría solucionar lo más fácil, que es admi­nistrarlo en orden. Hay un sentido regulador en todos los actos de la vida humana que disciplina inteligentemente la necesidad procreativa, en conformidad a los recursos del medio. Es la mis­ma Ley que determina al vigoroso y voraz cóndor de los Andes que sólo consiga criar un pichón de cada cien huevos, evitando que su excesiva fertilidad impida la vida en el suelo; sin embargo, el conejo, que es débil e inofensivo para la colectividad animal, así como mueren a puñados nacen a millares. Los dinosaurios y otros animales prehistóricos, que procreaban indefinidamente y podrían haber infestado la superficie del globo y destruido otras formas de vida, no limitaron su procreación por el hombre, pues la naturaleza se encargó de ello ni bien el instinto director de la especie consideró terminada la experiencia del gigantismo animal.

Aun entre espiritualistas de ciertos conocimientos sobre las leyes superiores parece predominar la idea de que el ciudadano encarnado debe intervenir periódicamente y restringir la espon­taneidad de la vida elaborada por Dios, con el de corregir equí­vocos provenientes de su distracción.



Pregunta: ¿Cómo podríamos valorar el trabajo inteligente y restrictivo de la Naturaleza en la procreación humana, de modo de poder evitar la saturación demográfica del orbe y la conse­cuente imposibilidad de atender el exceso de población?

Ramatís: Hace poco dijisteis que los campesinos o las familias que viven en el interior de los Estados son más prolíferos porque poseen medios para atender a su numerosa prole, y debido a las causas dificultosas de las ciudades populosas, era aconsejable la restricción del número de hijos... Naturalmente, ya debéis per­cibir que la procreación de los hijos en los centros civilizados se hace cada vez más dificultosa, pero el medio se encarga de reducir el número de nacimientos y también la sobrevivencia. Mientras las criaturas nacidas en el campo resisten fuertemente las enfer­medades comunes, creciendo con la fuerza natural de los cam­pesinos y hasta más alejados de la higiene y cuidados de la ciu­dad, los hijos de los metropolitanos nacen perforados por las agujas hipodérmicas, asimilando antibióticos ante el más sencillo dolor de oídos, promoviendo entonces la otitis grave o el consti­pado, llevado a cuenta de un "principio" de bronconeumonía que las madres de antaño curaban con algunas gotas de aceite caliente o cataplasmas de harina de lino.

Las enfermedades constitucionales de la infancia, que algunas partes del divino laboratorio del cuerpo producen los virus y antitoxinas defensivas del futuro, sufren tan bárbaro asedio de la medicina moderna que actualmente es dificilísimo encontrar un ciudadano que se halle exceptuado de la más inofensiva infec­ción y pueda sobrevivir sin desinfectar su garganta o inyectar en las venas un cortejo de drogas y sustancias minerales que le invaden la circulación viciada, similar a una borrachera medi­camentosa. La ciencia terráquea, cada vez más aturdida, en vez de auxiliar a la naturaleza humana y de estudiar las enferme­dades comunes del medio terreno, prefiere violentarlas y desorga­nizarlas en su tradicional sabiduría instintiva. La alimentación fabricada sin escrúpulos y la preocupación fanática de la asepsia exagerada, saturan las defensas del organismo por falta de un saludable entrenamiento contra las embestidas exteriores. Los centros procreativos que son nutridos por las más importantes colectividades microbianas, son continuamente bombardeados en el hombre por la excesiva cantidad de antibióticos que lesionan la armonía microgénica, confirmando, bajo la evidencia real de los síntomas que indican dolencias, mas no dolientes. Poco a poco en las aglomeraciones excesivas de las metrópolis bulliciosas se atrofian los elementos responsables de la natalidad, como lo habéis observado en algunos países europeos, en donde la vida artificializó de tal manera que se acentúa el profundo desequilibrio entre el nacer y el morir.

Podéis notar que las circunstancias agravantes de la vida asfixiante de las ciudades se encargan de reducir el éxito de la procreación, sin necesidad de tener que limitar la cuota de hijos; mientras tanto, donde la vida es espontánea, donde hay espacio y oxígeno y donde la Naturaleza aún no fue violentada en sus directrices sabias, los hijos nacen pródigamente, gracias al sen­tido directivo de la Ley, indiscutiblemente manejada con exce­lente sabiduría por los propuestos por Dios.

Pregunta: ¿Qué método de vida debemos llevar para ajus­tamos perfectamente a la responsabilidad de la procreación?

Ramatís: Es suficiente que observéis a las especies inferiores para que notéis cómo se procrean en forma más sensata y sana. No precisan limitar su progenie, porque obedecen disciplinada­mente a la ley del "multiplicaos" de un modo más correcto; cuidan de la procreación solamente en las fases determinadas por los factores múltiples del orden vital y astral que les dicta el instinto animal. ¡Qué diferencia profunda existe entre ellos y los hombres! Mientras que las aves y los animales se relacionan exclusivamente cuando es preciso atender a los imperativos de la procreación, que en realidad es el momento de mayor impor­tancia de la vida humana, los terráqueos transforman el fenó­meno en un motivo de placer excitado, alterando los viejos hábitos adquiridos en su formación animal y perturbando los genes de su especie superior.

Si el animal demuestra un sentido de moral "instintivo" muy superior al que cultiva el hombre, con la imprudencia de los vicios sexuales, sin lugar a dudas que es aún más grande la responsa­bilidad del hombre para procrear.



Pregunta: ¿No debiera existir un sentido instintivo en la criatura humana que le regulase el sentido de la natalidad con­forme a sus respectivos órdenes físicos, programas espirituales y necesidad de protección a la mujer?

Ramatís: Si desconocéis el programa de gestación que la Na­turaleza marca entre la pubertad y la menopausia, ¿cómo com­prenderéis el de la procreación? ¿Cuántas veces la llamada edad crítica de la mujer llega con demasiada anticipación, sin espe­rarse tan significativo acontecimiento? ¿No es la sabiduría de la Naturaleza la que regula el tiempo de trabajo y la capacidad exacta de producción de cada matriz femenina? La incapacidad congénita para procrear, ya sea por parte del hombre o de la mujer, también puede estar bajo vigilancia de esa Ley, o la disposición que vosotros reclamáis, que regula con sabiduría la responsabilidad del ciclo procreativo de cada criatura, conforme a su capacidad física o responsabilidad kármica.

Es sabido, que muchas criaturas se ven impedidas de gozar de la ternura de los bebés festivos en sus hogares vacíos, pero no saben, que también los repudiaron en el pasado; otros lloran las desdichas de estar lesionados en sus funciones procreativas, y es en razón directa a las poderosas causas del pasado, que solo la Ley Kármica sabría explicar satisfactoriamente. El complejo mecanismo que regula la procreación, del cual el hombre usa y abusa, fue establecido por la técnica sideral, de tal modo, que no deja dudas con respecto a su utilización correcta.



Pregunta: La responsabilidad de procrear incide en forma más dolorosa y particular en la mujer, porque en realidad, es la que soporta la carga más pesada de la gestación y crianza de los hijos; ¿no es injusto, que cumpliendo con la espontaneidad de la procreación, el esposo deba sobrecargar a su compañera con una excesiva descendencia, capaz de agotarle todas sus energías, debido a los continuos ciclos procreativos? ¿Es justo, colocarla por varios años en una vida de exclusiva aprehensión mental, entregada a la responsabilidad procreativa? Creemos, que la Ley no actúa con mucha ecuanimidad, dado que la mujer es la más sacrificada. ¿No es verdad?

Ramatís: Estamos obligados a recordaros, que dentro de la Sabiduría de la Ley Kármica, no hay injusticias en los destinos humanos, pues a cada uno se le da conforme a su obra y mere­cimiento; "la siembra es libre, la cosecha obligatoria."

Las almas que se reúnen para formar un hogar terrestre, lo hacen disciplinadas por las causas que generaron en el pasado, debiendo sufrir las exactas consecuencias. La Ley es de absoluta ecuanimidad en cualquier situación de vuestras existencias y si desconfiáis de su justicia, es porque desconocéis las causas que generaron, también los efectos justos.

Los espíritus que deben reencarnar son convocados con bas­tante anterioridad por los mentores siderales del Más Allá, y les exponen los planes de reajustamiento y reeducación en el futuro contacto con el mundo material. Así, los hogares terrenos son fruto de cuidadosos planes elaborados con bastante tiempo; y si fuera por Ley Kármica, que la esposa deba procrear numerosa prole para librarse del remordimiento del pasado, cuando se negó a cumplir con sus deberes maternales, seguro, que ha de reajus­tarse, reuniéndose con un esposo dedicado a la procreación en toda su integridad. No hay duda, que la mujer en ese caso, será la más sobrecargada, pero en cuanto a ser injusticia, podéis creer que no hay tal contrariedad con la justicia kármica.

En caso inverso, otras mujeres pueden quedar impedidas de procrear por haber subestimado en el pretérito, la responsabili­dad de generar nuevos cuerpos para las almas necesitadas de reencarnar, o haber abandonado a sus hijos a la ingratitud del mundo.



Pregunta: ¿Suponiendo que en la Tierra hubiese necesidad de cuerpos para las encarnaciones, la Ley de la procreación no debiera hacer todo lo posible, para que se crease el mayor nú­mero posible de hijos, inspirando a los esposos sinceros, de sanas intenciones y deseosos de gestarlos? ¿Por qué se crean entonces, impedimentos, como los que citasteis anteriormente?

Ramatís: Es necesario que no consideréis a la Ley del Karma como una organización milagrosa que debe intervenir rápi­damente para modificar extemporáneamente ciertos cuadros co­munes de la vida. En verdad, es un proceso de ciencia sideral sujeta a variantes, conforme a las acciones benéficas o maléficas de los espíritus en evolución, pero no actúa para modificar su estructura fundamental.

Como ejemplo más significativo por la falta de hijos, os recor­damos los casos de completa aberración y desvío sexual, los que actúan fuertemente en el psiquismo director del alma, dando lugar, a que en las reencarnaciones futuras se realicen con abso­luta esterilidad. La ausencia de estímulos psíquicos creadores, provocado por la dirección lasciva dada a la energía sexual, desfavorece la natalidad en contra el deseo ardiente de los futuros padres para procrear. En tal caso, la Ley, aunque tienda a la prodigalidad de los hijos, no pone intencionalmente a los que cometieron faltas, pero están sujetos a la imposibilidad que su perversión les creó. Aquéllos que en el pasado se negaron a tener hijos o por falta de amor los abandonaron al mundo, produjeron en sí mismos, las causas trascendentales negativas que deben generar efectos también negativos, estructurando en el futuro, sus destinos infelices. Si la mente crea causas perturbadoras y consecuentes efectos negativos, es obvio, que la misma establece las debidas reacciones futuras.

Ciertos espíritus se encarnan y quedan seriamente comprome­tidos con otras almas amigas en el Espacio, aguardando ansiosa­mente la gestación de los cuerpos físicos para la benefactora opor­tunidad de su reencarnación, sin embargo, una vez sumergidos en la carne desvirtúan las funciones genésicas y olvidan las pro­mesas, aumentando las aflicciones y desesperación de aquellos que confiaban ingenuamente en su sinceridad. Es obvio, que ese olvido genera efectos correspondientes, haciendo que tales espí­ritus en el futuro, se encuentren en las mismas condiciones a las de aquellos que traicionaron o de lo contrario, quedarán impe­didos de tener hijos, debido a la irresponsabilidad de sus actos anteriores, hasta que demuestren sensatez en tan importantes fenómenos de la vida humana,

Como veis, la Ley de la procreación, aunque su finalidad principal es facilitar el mayor número de nacimientos, no puede violentar la disciplina kármica de la siembra y la cosecha, y no sería sensata que por aumentar la prole del mundo implantase el desorden y la injusticia.



Pregunta: ¿Suponiendo que la limitación de los hijos, sea en ciertos casos una necesidad imperiosa por consecuencia de las exigencias de la vida, como limitaríamos el nacimiento de los hijos sin contrariar a la Ley de la procreación?

Ramatís: Solo existe un único y justificable medio para conseguir la limitación de los hijos. ¡Es la continencia! De esa práctica, los animales os dan ejemplo en sus relaciones dentro de las épocas exclusivamente destinadas a la procreación. Aunque contrariéis en parte, el "multiplicaos", no será tan grave el delito de evitar la procreación, si lo hacéis por medio de la continencia sensata. Fuera de la continencia, no hay otra justificación para la limitación de los hijos, pues es ilícito que practiquéis una acción y después queráis huir de vuestra responsabilidad.

Pregunta: ¿Qué debemos pensar de aquéllos que se niegan a procrear para cultivar la castidad?

Ramatís: La castidad pura es una cualidad común a las almas nacidas en el mundo material, en cumplimiento de una misión elevada, como en el caso de Jesús, que era una entidad liberada de los deseos carnales. Buda, después de casado se retiró a la soledad, y se aisló de los deseos de la carne para poder desarro­llar sus energías de alta estirpe espiritual, mientras que Jesús, por ser un misionero elegido para la salvación del hombre, econo­mizó sus fuerzas creadoras, desde la cuna hasta la muerte en la cruz.

Es evidente, que la sexualidad no representa el conjunto de las disposiciones orgánicas de las criaturas, pues los sabios dedi­cados a la humanidad, subliman sus fuerzas creadoras, aplicán­dolas a los objetivos superiores, volviéndose indiferentes a los placeres carnales. Todo lo contrario sucede con los seres física­mente fuertes y adversos al ejercicio mental y a la investigación filosófica del espíritu, pues son amigos del buen comer y demues­tran excelente salud, siendo casi siempre, más aficionados a lo sexual.



Pregunta: ¿No es injusto, que familias pobres, que mal consi­guen obtener el alimento necesario para sobrevivir en la Tierra, aun deban procrear a voluntad? ¿Esa obligación no debiera ajus­tarse con más propiedad a las familias más pudientes, que poseen los medios para sostener una prole más numerosa?

Ramatís: ¿No habéis notado, que las familias más pródigas en hijos, son aquéllas que presentan un menor índice de cultura y son intelectualmente pobres? Las criaturas que poseen más instintividad animal son las que cumplen fielmente con las Leyes de la procreación; y aquéllos que agradan del lujo y se destacan por su cultura o brillan bajo el barniz social, procuran extraer mayor placer de las funciones procreativas de la vida humana. Los más ricos y que presentan mejores posibilidades para pro­crear proteger y educar a una prole numerosa, limitan delibe­radamente el número de hijos y muchos, hasta lo evitan por me­dios violentos, destruyendo egoístamente las sagradas oportunidades para que las almas desencarnadas puedan reencarnar y progresar en el escenario del mundo físico.

Le falta al pobre un entendimiento más amplio para tratar el delicado problema de la natalidad, como lo hace el rico, el cien­tífico o el intelectual, pues se abandona displicentemente a la directriz bíblica del "creced y multiplicaos", sin contención algu­na o intervención astuta. Por eso, nacen más desheredados que protegidos por las grandes fortunas; vuestro mundo está poblado de criaturas pálidas, desnutridas, sin hogar y sin afectos, que pronto prevaricarán y cargarán a la sociedad con nuevos pro­blemas angustiosos, como los de la juventud delincuente y el menor abandono, creando situaciones peligrosas para la segu­ridad pública y de grandes consecuencias para el futuro.

La Ley de la procreación se ajusta actualmente, bajo la tan­gente pobre, aunque se agrave la situación y desesperación del mundo, como actualmente se evidencia. Las clases acomodadas, que en el futuro serán más reducidas en su número, caerán de sus posiciones privilegiadas y serán arrastradas al lodo por los mismos espíritus que le negaron un lugar en sus hogares e hicie­ron nacer en otros hogares desheredados y en la pobreza dolorosa. Es la Ley del Karma que interviene a su tiempo debido, repar­tiendo las consecuencias de la impiedad, de la indiferencia y del tremendo egoísmo de los más infelices, que sólo protegen su inte­rés personal.

Sabemos muy bien, que de acuerdo a la Ley de Causas y Efectos, los desheredados de la suerte, también están pagando sus culpas del pretérito, pero sus movimientos de rebeldía y deses­peración aumentan cada vez más, en detrimento de los felices del mundo, que se obstinan en ignorar los problemas de profun­didad humana y no de clases o razas.

Ningún golpe de magia conseguiría retirar del engranaje kármico a todos aquéllos, que beneficiados por la fortuna, no pro­crean a sus hijos y se abstienen de adoptar hijos ajenos, sacán­dolos de la miseria, pasándolos del bando de los adversarios a los de amigos, que muy bien podrían aminorar las culpas de limitar la prole. Que podrán alegar en el Más Allá, aquéllos, que habiendo sido agraciados con los bienes materiales, no sólo evitaron pro­crear nuevos cuerpos para las almas afligidas del mundo astral, sino, que se negaron a socorrer los hogares en donde se cum­plía fielmente la ley del "creced y multiplicaos".

Pregunta: Aunque respetamos vuestros razonamientos, encon­tramos contraproducentes la procreación descontrolada de los hijos. Basta observar lo que pasa en Asia, por ejemplo, que debido al exceso de población, cada vez está más castigada por el tre­mendo problema del hambre y de la habitación, mientras que sus habitantes angustiados ya no viven, sino, que apenas vegetan como animales vestidos a la manera de civilizados.

Ramatís: Hace muy poco, os hicimos ver el grande y doloroso débito kármico que contraen los hombres y los países que no socorren a otras razas empobrecidas. Debido a su egocéntrico nacionalismo, olvidan deliberadamente que el problema del ham­bre, del vestido y del hogar, que asedia a las infelices criaturas terrenas, que más se asemejan a duendes desesperados. Mientras tanto, bajo el mecanismo justo y rectificador del Karma, solo pasan hambre, sufren frío y pierden sus hogares o sus tierras aquellos que en el pretérito, abusaron de sus poderes y de los bienes del mundo, creando las condiciones a que serán sometidos cuando la Ley los ate al engranaje kármico de la "causa y efecto".

Aún en los cuadros más críticos de vuestra civilización, que puedan entristecer profundamente a vuestros corazones y haceros dudar de la Bondad y Sabiduría Divina, no existe injusticia, pues cada alma recoge de acuerdo a lo que sembró en el pasado. La ley sideral de que "quien con hierro hiere con hierro será herido" es aplicada por los propios culpados de antes, que así se recuperan espiritualmente de las burlas y de las crueldades de otrora.

Cuando vivíamos en la Indochina, en una de nuestras encar­naciones, encontramos en estado inenarrable a la orilla de los caminos, familias completas de infelices, como si hubiesen sido apuñaladas por un destino cruel. Examinando sus registros etéricos, proyectados en sus auras, reconocíamos sorprendidos, que allí se encontraban los miembros que componían las cortes fas­tuosas, que abusaron del poder y de la fortuna para sembrar el hambre, la desdicha y la muerte y a su vez, se saciaban en los más absurdos caprichos y pasiones. Cuantas veces los rajás fas­tuosos, de la vieja India, los mandarines crueles de la China, los vengativos emperadores de Roma y los faraones prepotentes del Egipto forman el cortejo de esos infelices que se ahogan en las grandes inundaciones, se consumen en las cenizas ardientes de los volcanes, o vagan sedientos y hambrientos por las márgenes del Ganges o del Nilo, reajustándose en las cruciales situaciones que les apura la contextura periespiritual y despierta a los sentimien­tos angélicos del alma.

Ante la carencia de cuerpos físicos para servir satisfactoria­mente a las necesidades kármicas de los espíritus desencarnados, es importantísimo la prodigalidad de los hijos, aunque se alegue la falta de alimentos, del vestir y del hogar, propio de las pobla­ciones angustiadas.

La Técnica Sideral no dispone de otro proceso de reajuste de los endeudados para consigo mismo, por cuyo motivo, tendrán que regresar implacablemente al mismo ambiente detestable que crearon por su despotismo pasado, y vestir las mismas ropas de sus víctimas. La terapia más lógica indica, que el medicamento más eficiente y de urgencia, debe ser el renacimiento en la carne que les hará recapitular las lecciones pasadas. Sus pruebas dolo-rosas, el hambre, la miseria y la falta de abrigo requieren ambien­te adecuado y nada mejor para ello, que esas regiones deshere­dadas.

Cuando los potentados del mundo resuelven ajustarse, para eliminar los flagelos del hambre, la desnudez y construyan abri­gos para todos los miserables, también estarán aliviando sus pro­pias situaciones futuras, pues terminarán mejorando el mismo ambiente en que ellos tendrán que vivir más tarde.



Pregunta: ¿Es posible que esas situaciones de miseria tan an­gustiosa, que ocurren principalmente en el continente asiático o africano, se deban a la naturaleza del clima y a la indiferencia de sus administradores, en vez de ser de una prueba kármica?

Ramatís: No objetamos lo que decís, pero os recordamos, que los culpables de hoy deberán vestir en el futuro, los mismos trajes de sus víctimas, para sufrir en sí mismos las consecuen­cias nefastas que ellos crearon con su cruel indiferencia, capri­cho o ambición.

Ningún paria del mundo sufre los dolores de otro. Vosotros mismos, si tuvieseis necesidad de semejante purgación —no ten­gáis duda— la Ley del Karma también os habría hecho reen­carnar en la India, China, Japón, Arabia o en esas regiones miserables, que presentan las condiciones exigidas para la experi­mentación kármica dolorosa.

He ahí porque la limitación de los hijos no solucionaría de modo alguno el problema angustioso de los parias y hambrientos del Brasil, o de cualquier otra región de vuestro orbe. Mientras tanto, la prodigalidad de los organismos físicos bien pronto podrían auxiliar al problema de los espíritus enfermos, que vagan en el Más Allá por falta de oportunidades redentoras en la materia. Si esos necesitados pudiesen ajustarse nuevamente a la vida física y cumplir las condiciones kármicas requeridas para su cura espiri­tual, mucho más rápido podrían saldar sus débitos, y entonces, la dirección espiritual del orbe providenciaría en seguida la mejoría de las regiones desheredadas, que por el momento, significan el "caldo de cultura" de la rectificación espiritual por los delitos cometidos por sus propios responsables.

Como aún predomina entre los hombres, el egoísmo, el or­gullo, la maldad, la deshonestidad, el amor propio, la avaricia o la ambición feroz, toda esa gente tendrá que pasar por aquí y juntarse a las hordas como las de Atila, Gengiskán, Tamerlán, Alejandro, Aníbal, César y otros, y podréis valorar cuán grande es la cantidad de espíritus que precisarán volver a la Tierra o a cualquier otro globo inferior, a fin de pagar sus delitos san­grientos, a causa de haber sembrado el hambre y la miseria, como jefes bárbaros, soldados inescrupulosos, negociantes, mercaderes o cómplices que siempre estaban listos para cometer las mayores vilezas y monstruosidades.



Pregunta: ¿Qué recurso empleará la Técnica Sideral para resolver ese gran problema de la falta de cuerpos, cuando en la Tierra la tendencia de las agrupaciones civilizadas es la de redu­cir la cuota de hijos?

Ramatís: Ya hemos demostrado, que aunque eso parezca in­sensatez, entre las familias más incultas y en las regiones en donde más predomina el hambre, la miseria y la injusticia, se verifica la mayor prodigalidad de hijos. No es en Asia, es principalmente en China, la que más se ve envuelta en el profundo problema de la miseria, el hambre y la desnutrición dantesca y al mismo tiempo, la saturación demográfica por el crecimiento enorme de sus poblaciones. ¿Cuál es el motivo, aparentemente absurdo, para que la procreación sea más intensa, en las regiones donde la mise­ria avanza en forma asustadora? Para la visión de los encar­nados, todo eso parece insensatez; sin embargo, tales acontecimientos son perfectamente controlados en el Más Allá, pues mientras existan países en condiciones de angustiosa miseria pro­vocada por el hambre, también serán aprovechadas todas las oportunidades para hacer reencarnar ahí, el mayor número posi­ble de verdugos, malhechores, avarientos, potentados orgullosos, mandatarios crueles, administradores corrompidos, explotadores de las miserias humanas y arruinadores de hogares, que necesitan urgentemente esos cuerpos físicos para su más breve renovación espiritual.

Esas regiones que vuestro sentimentalismo condena, son ver­daderos laboratorios de ensayo de la química espiritual, en donde los Técnicos del Señor apuran las credenciales angélicas aún adormecidas en las almas enfermas. Es un purgatorio en donde se purifican los seres, se ajustan las colectividades y se desinfec­tan familias enteras, que después de la vida fastuosa en el lujo del mundo, a costas de la miseria del prójimo, retornan para subs­tituir el abrigo caro por el algodón de sus ropas, el carruaje por el bastón, las piedras preciosas por los remiendos, y las insig­nias doradas por las llagas del cuerpo. Aquí, la caravana prin­cipesca del pasado retorna hambrienta al medio miserable y arma su cama para dormir con trapos sucios; allí, cantidades de criatu­ras hambrientas son atrapadas por las inundaciones terribles, mientras que en los estertores de la agonía se ven en el pasado cuando eran gloriosos descendientes de los mandarines o de los reyes, en la mórbida diversión de ahogar a los hijos de los parias; acullá, princesas y beldades que formaban los cuadros regios de las cortes nababescas, que alimentaban a los perros con manjares exquisitos en presencia de la turba hambrienta, también se des­esperan hambrientas en nuevas configuraciones humanas, asis­tiendo a la tragedia irremediable de sus nuevos entes queridos, que no son más que viejos compañeros del pasado, reencarnados. He ahí la causa del porqué en esas regiones flageladas, aún persista la superpoblación y la criticable prodigalidad de los hijos, pues la Ley de lo Alto no abolirá ese campo de pruebas, mien­tras existan candidatos que aguardan la oportunidad de puri­ficación y de ajuste kármico por el sufrimiento acerbo, prepa­rándose para vestir la túnica nupcial del futuro banquete del Señor.



Pregunta: ¿Cuál es la prueba más positiva para que en esas regiones castigadas, la prodigalidad de los hijos sea encarada espiritualmente como auxilio para la recuperación de los espí­ritus sufrientes y endeudados?

Ramatís; A través de sus costumbres tradicionales, hace mu­cho tiempo que Oriente coopera para el aumento de los cuerpos exigibles para las reencarnaciones, pues sus leyes estimulan y auxilian la fertilidad a través de los casamientos prematuros, como también permiten la existencia de harenes, donde se valo­riza la prodigalidad de los descendientes. Los viejos sultanes, rajaes, mandarines y privilegiados, cuyo politeísmo ha sido tole­rado y resguardado bajo la severidad de sus leyes, se vuelven pródigos para atender a la Ley que provee organismos físicos y son valiosas oportunidades para las almas sufrientes y desespe­radas que deben ingresar en la vida del mundo físico.

Los mentores espirituales aprovechando esa prodigalidad de la fertilidad humana, entrañable en Occidente, pero tradicional para Oriente, promueven la recuperación de un mayor número posible de almas delincuentes, en la tentativa de prepararlos con tiempo, para que puedan intentar la experimentación selectiva del "juicio final" que se aproxima rápidamente. Mientras tanto, los países de las Américas, son regiones aún nuevas, siendo su desajuste reciente y por eso, menos intensivo, manteniéndose en equilibrio la cuota de sexos masculinos y femeninos, mientras que en Oriente se ve sobrecargada con un número tal de muje­res, que se incentiva la poligamia y la excesiva procreación. En las Américas, es más reducido el número de espíritus necesita­dos para las pruebas acerbas, tal como sucede en Asia, aunque algunas veces, en las regiones americanas acaecen pruebas pare­cidas a las ocurridas en Japón, China, o en las regiones azota­das por los grandes terremotos, huracanes o epidemias. En la América del Norte —para saldar sus deudas kármicas a causa de la violencia conque los pioneros desalojaron despiadadamente a los pieles rojas de sus tierras— sus habitantes tienen que aceptar las encarnaciones de espíritus muy instintivos, tolerando las rebeldías y desquites en las figuras de los "gangesters" bru­tales; en vuestro país (Brasil) la vieja deuda con los negros esclavos, tratados sin respeto alguno en sus necesidades, también están siendo pagadas con la carga de ociosos, malandrines y des­viados que explotan y asaltan cotidianamente.

Pregunta: ¿Que podéis decirnos, sobre las mujeres que se ajustan al sacrificio de tener hijos gemelos, trillizos y hasta en mayor número?

Ramatís: Los obstétricos modernos se han sorprendido últi­mamente por la facilidad conque nacen gemelos y hasta quintillizos en vuestro orbe. Debido a su desconocimiento en materia de espiritualidad, no saben que la Naturaleza ensaya un nuevo programa educativo para el futuro, en base al cual, cierto número de almas abnegadas deberán compensar con una mayor cuota de hijos, en cada gestación, la deficiencia de aquellos que son esté­riles o que los evitan deliberadamente. Pero, no creáis en los sacrificios injustos; las mujeres que la Ley de procreación le determina una mayor cuota de hijos, son las que aceptaron esa condición como medio de acelerar su progreso espiritual, o que recuperarán las sagradas funciones procreativas que desprecia­ron en el pasado.

Es inútil que la criatura humana establezca planes propios y sin conexión con las directrices superiores; la Ley, en su vigen­cia implacable y más benefactora, siempre encontrará medios para mantener el equilibrio y la armonía tan necesarios para la vida del espíritu, en su contacto educativo con el mundo físico.



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