La Vida Más Allá de la Sepultura


COLONIAS ASTRALES DE COSTUMBRES ANTIGUAS



Yüklə 1,34 Mb.
səhifə9/21
tarix16.11.2017
ölçüsü1,34 Mb.
#31888
1   ...   5   6   7   8   9   10   11   12   ...   21

COLONIAS ASTRALES DE COSTUMBRES ANTIGUAS
Pregunta: Nos habéis dicho cierta vez, que existían en el As­tral algunas colonias, cuyos habitantes conservan sus costumbres antiguas, por ser espíritus demasiado conservadores. ¿Qué ideas debemos tener de esas colonias?

Atanagildo: Os recuerdo, que son comunidades de existencias transitorias, destinadas solamente al perfeccionamiento de sus habitantes desencarnados, que son excesivamente tradicionalistas, por tal motivo, todo está dispuesto para alcanzar finalidades edu­cativas. Entre sus pobladores se encuentran caracteres espiritua­les en todos los matices, principalmente, los espíritus nuevos, los acostumbrados a los conventos y los conservadores, aún aferrados a tradiciones antiguas, pero que merecen el ingreso en las comu­nidades astrales ordenadas, porque son pacíficos y espiritualmente inofensivos. Con el fin de activarles el progreso, fijados por las tradiciones del pasado, los espíritus de mayor capacidad intelec­tual y dinámica psíquica, se mezclan con esos letárgicos mora­dores del Más Allá, para auxiliarlos en la Ascensión sideral.

La arquitectura de esas colonias es arcaica y parecida a las desiertas civilizaciones, ya extinguidas. Hay ocasiones, en que los mentores espirituales auspician ciertas edificaciones antiguas con toda urgencia, a fin de atender a ciertos grupos de desencar­nados, tan apegados al conservadorismo de las cosas materiales, que se sentirían inadecuadamente colocados en un ambiente mo­dernizado. He reparado, en otras oportunidades, que en algunas regiones situadas entre nuestra metrópoli y la corteza terrestre, se edifican grandes campamentos y hospitales de emergencia, en vísperas de producirse alguna tragedia colectiva en aquellas zonas geográficas de la Tierra, tales como guerras, revoluciones o catástrofes causadas por convulsiones de la Naturaleza.



Pregunta: ¿Tuvisteis ocasión de observar desde el plano as­tral, el desarrollo de algunas de esas catástrofes colectivas?

Atanagildo: Pude apreciar los efectos dantescos de cierta re­volución ocurrida en la América del Sur, entre hombres del mismo país; los muertos llegaban a formar montones y se en­contraban en una desesperante situación espiritual. Se les obser­vaba en el aura de color escarlata brillante, bastante manchada, de donde se desprendían llamas de fuego generadas por el odio que les ganaba el corazón. Relámpagos fulgurantes, de color sangre, surcábanles la envoltura del aura conturbada después se les podía ver algunos filetes formados por las repulsivas toxinas, que se deslizaban por el periespíritu agitado, parecidas a hilos de lodo, deslizándose sobre tejidos vítreos

De vez en cuando, en medio de aquellos espíritus alucinados —que eran recogidos rápidamente por los espíritus enfermeros y encargados de esa tarea desencarnatoria— se percibía en algu­nos, cierta claridad espiritual. Entonces, podía descubrir, que se trataba de espíritus caritativos, que habían desencarnado con el fragor de la metralla debido a un extremado servicio de socorro hacia los beligerantes y no por interés partidario. En otra opor­tunidad, observé algunos grupos de almas tranquilas, que se unían aparte, bajo la ley de afinidad espiritual. Eran seres que habían sido obligados a compartir la lucha fratricida, pero estaban exceptuados del odio, porque preferían morir antes de matar a su adversario.

Éstos, poco a poco se engalanaban con una suave luz y eran sustentados por otros grupos de espíritus auxiliares, rápidamente, bajo un mismo diapasón de júbilo se elevaron como plumas al viento y sus figuras, sin angustias ni pesares, se fundieron en un aura luminosa, dirigiéndose hacia sus planos venturosos.

Pregunta: Pensamos, que después de la muerte del cuerpo físico, los espíritus debían modificar su visión psíquica, com­prendiendo, que las formas del mundo terreno significan estacio­namientos provisorios, de rápido aprendizaje espiritual. ¿De ser así, no se justificaría la existencia de esas comunidades antiguas, en el Astral, no es verdad?

Atanagildo: Eso no puede ser, porque la muerte del cuerpo no es una fuente de omnisciencia, ni diploma de santidad; el espíritu desencarnado es acreedor a sus propias creaciones men­tales, en conformidad al contacto que haya tenido con los elemen­tos buenos o malos de la vida educativa del mundo terreno. Es por eso, que existen agrupaciones astrales que permanecen aferra­das a los sistemas medioevales, en donde los castillos, los puentes rústicos, el transporte mular, de camellos, bovinos y las moradas pintorescas, recuerdan al paisaje de las narraciones románticas y las aventuras de capa y espada, del pasado.

De esa forma, esas colonias sirven para determinadas cantida­des de espíritus excesivamente conservadores, que se instalan allí, aferrándose vigorosamente a su pasado, sintiéndose incapaces para equilibrarse dentro de los ambientes modernos y de cultivar relaciones, que son demasiado dinámicas para su psiquismo re­tardado. Sé muy bien que estas descripciones os parecerán incon­gruentes y producto de un cerebro fantasioso; mientras tanto, en vuestro propio mundo material, podéis comprobar, que en un mismo lugar y ambiente, viven espíritus de completo antagonismo mental. El avaro, por ejemplo, ¿no es un desajustado con el pro­greso cotidiano? Sí, pues vive completamente aferrado al anacro­nismo de una vida primitiva, al tratar de esconder su fortuna y aislarlo de todas las innovaciones o cosas que puedan inducirlo a tener gastos inesperados. Al desencarnar, ese avaro no lograría equilibrarse en un lugar de aspecto avanzado, para lo cual no se preparó, ni tampoco sería lo justo, para aquel que se encuen­tra apresado a sus recelos de las pérdidas y a las preocupaciones exclusivamente utilitaristas Cuando desencarna el avaro trans­fiere hacia el Más Allá su mundo íntimo, lleno de desconfianzas y de usura, quedando impedido de vivir tan amplia y desahogada­mente como viven los otros espíritus que no tienen restricciones para el medio que habitan.



Pregunta: A través de esa comparación, queréis decir, que las criaturas virtuosas, aunque sean mentalmente atrasadas, siempre se ajustarán a las comunidades adelantadas. ¿Debemos inter­pretarlo así?

Atanagildo: Las virtudes superiores, como la bondad, la hu­mildad, la tolerancia y la renuncia, que encaminan a las almas hacia las comunidades como las del Gran Corazón, no siempre consiguen liberar al individuo de las formas arcaicas que aún pueden dominar la mente de ciertos desencarnados. Cuántas mujeres terrenas que son buenísimas y serviciales, resisten valerosa­mente las innovaciones de la cocina moderna, prefiriendo el fuego común de leña, desdeñando la cocina de gas o electricidad. En realidad, lo que sienten es miedo por las cosas nuevas, pues son esclavas a las tradiciones y a las cosas viejas o a las únicas que les son familiares, porque vivieron mucho tiempo en contacto con ellas. Les duele en el alma ese cambio de simpatía por las cosas nuevas y "extrañas", faltándoles el ánimo necesario para vencer el condicionamiento psicológico, producido por el trato demorado con los objetos familiares.

¿No existen acaso, ciertas criaturas, que en la Tierra, viven ex­clamando continuamente contra cualquier innovación y descubri­mientos científicos, augurándoles las peores consecuencias, por el solo hecho de no tener afinidad con esos eventos, que les pertur­ban la rutina común y les quebrantan la tranquilidad tradicional de los espíritus conservadores? Sin lugar a dudas, que en el mundo astral, tales seres también han de ser atraídos hacia lu­gares y panoramas que vibren en perfecta sintonía con sus costumbres y comodidades.



Pregunta: A través de nuestro raciocinio, pensábamos hasta ahora, que bastaría desarrollar ciertas virtudes para evitar cual­quier preocupación con respecto al tipo formal de ambientes astrales. ¿Nos podríais dar mejores detalles de esa situación, para que comprendamos mejor?

Atanagildo: Para conseguirlo es muy necesario, no olvidar la edad de las criaturas, factor éste, que es muy importante en el caso de los espíritus desencarnados. Vosotros acostumbráis dar los mismos entretenimientos al anciano, y al niño y le exigís las mismas restricciones psicológicas, por el solo hecho, de que am­bos posean las mismas virtudes. Si pudieseis examinar todos los tipo de espíritus que se mueven a través de la inmensa "escala de Jacob" en la evolución sideral, encontraríais almas, que siendo dignas de habitar en un cielo, aún están presas fanáticamente en las tradiciones de los mundos materiales. Y, en corresponden­cia a la Bondad de Dios, los mentores espirituales atienden a esas almas en sus preferencias anticuadas, pero inofensivas, hasta que se sientan fortalecidas y se encuadren en el ritmo evolutivo, liberándose de las realizaciones decrépitas.

Esas almas sólo durarían muy poco tiempo en las zonas de avanzada dinámica espiritual, pues en breve plazo se agotarían, por la imposibilidad de armonizarse con las creaciones de mayor progreso de sus compañeros más evolucionados. El fenómeno os será más comprensible, si imagináis al campesino tranquilo, que fuera sacado de su aldea y colocado súbitamente en el torbellino de una ruidosa metrópoli, para cuya vida y relación aún no es­tuviera preparado. Al poco tiempo se sentiría extraño al medio y profundamente agotado.

Como la sustancia etéreo-astral es fácilmente amoldable a la acción de los pensamientos de los espíritus desencarnados, esas colonias antiguas también concretan el producto del pensamiento anticuado de sus habitantes. Ellos renuevan continuamente, entre sí, el paisaje exterior, pero ignoran que la rigidez y la conserva­ción de sus construcciones deben ser combatidas y sustituidas por nuevos padrones progresistas y más livianos astralmente.

Pregunta: ¿Los mentores siderales no podrían enseñarles a modificar la mentalidad, para que pudieran ajustarse a las co­munidades superiores?

Atanagildo: Esos espíritus se benefician con la formación arcaica de su morada astral, porque escuchan los gustos y capri­chos conservadores que hacen su verdadero mundo, alimentado por la energía resultante de sus pensamientos. Como criaturas espirituales, aun ignoran y subestiman el glorioso poder de la mente, dejándose influenciar emotivamente, por la naturaleza de un paisaje que permanece "fuera de sí". Aunque los técnicos los eduquen con insistencia para que despierten del letargo men­tal y renueven el medio en que viven, se quejan de la incapacidad para desarrollar el dinamismo característico, de las almas deci­didas. En consecuencia, permanecen largo tiempo en su panorama medieval y primitivo, formando colonias de aspectos antiquísi­mos y se revelan como almas estacionadas en el tiempo. Algunas de ellas se dejan vencer por la apatía y letárgica mental, pero la mayoría son víctimas de su propia decepción, pues creían en­contrar allí la soñada beatitud y el eterno responso celestial. Entonces, esas almas quedan reducidas a su impulso creador y en la renovación de sus raciocinios, dejan de luchar por el pro­greso, convencidas de que merecen un ambiente de inextinguible ociosidad espiritual.

Aunque sean dotados de tendencias buenas e inofensivas, aún son almas inmaduras e indiferentes y como no se encuentran en el paraíso prometido, por los sacerdotes del mundo terreno, se sienten fastidiados, y son presa de las evocaciones emotivas del pasado y encadenados a prejuicios, preconceptos y formas del mundo que dejaron. Prosiguen estimando las futilidades aristocráticas y las tradiciones tontas de la materia, y por eso, se ajustan perfecta­mente al ambiente astral que pertenece vibratoriamente a su psiquismo arrasado, como copia fiel del mundo que domina el pensamiento retardado.

Pero los maestros corrigen sabiamente esas situaciones, disci­plinando a esos espíritus, gradualmente, en departamentos edu­cativos, tolerando en cierta forma sus creaciones infantiles y sin violentarles las configuraciones pintorescas.

Sabéis que en los "Jardines de infantes" terrenos, aunque queráis explicar ciertas cosas a los niños de mayor progreso, tendréis primero que adaptarlos, ya que se encuentran poblados de fantasías y candidez. ¿Comprendéis ahora esa situación en el astral?



Pregunta: Naturalmente, pero aún encontramos ciertas dificul­tad para comprender con éxito y buen sentido, ese modo de vida astral tan primitivo. A nuestro entender, el Más Allá debiera ser el camino de vida, íntimamente espiritual, o en último hipó­tesis, un panorama mucho más evolucionado que el de la Tierra. ¿Nos cuesta comprender que los desencarnados en el siglo XX aún tengan que convivir en un panorama astral que es copia fiel del siglo XV?... ¿Estamos equivocados?

Atanagildo: No debéis generalizar el asunto, pues, circundan­do el astral del globo terráqueo, existen muchas colectividades es­pirituales, cuyo padrón de vida se adelanta en algunos milenios a vuestro estado actual. Todo es cuestión de equilibrio vibra- torio y, cuánto más se utilizan y espiritualizan los espíritus, tanto más se apartan "interiormente" de la sustancia material. Así como en el astral se agrupan almas medioevales, en la Tierra existen criaturas que aunque conforman el padrón social, artís­tico, científico o técnico del siglo actual, ya son mentalmente adelantados en algunas decenas de años terrestres, pues en su intimidad espiritual, consiguen alcanzar un padrón vibratorio que sólo existe en las metrópolis astrales más avanzadas. Sienten con bastante anticipación, un concepto de la vida, que sólo en el futuro será transferido o "descendido" desde lo Alto hacia el plano de la materia.

Tenemos el ejemplo de Jesús, que es la entidad que alcanzó el más alto padrón estético de vida en el planeta y que además se pueda concebir en la vida terrena. Aunque existen colonias astrales que reflejan fielmente los padrones graníticos y arqui­tectónicos de la Edad Media, habitadas por espíritus que se re­visten hasta de armaduras y se mueven en una atmósfera de recordaciones sombrías, en las altas esferas palpitan otras colec­tividades, que se mueven en el seno de edificaciones recortadas en el éter refulgente, en donde los colores, los perfumes y las luces, en divina simbiosis, componen los más sorprendentes efec­tos sinfónicos y forman indescriptibles bordados vivos y meló­dicos, que no sólo embellecen el ambiente, sino, que predisponen el alma para ingresar en las "corrientes cósmicas" y sentir la pulsación creadora de la vida eterna.

En el ambiente astral de las edificaciones anacrónicas, las al­mas tradicionalistas y conservadoras se mueven esclavizadas por el pasado, llegando hasta utilizar animales para su transporte, mientras que las agrupaciones más elevadas, se mueven por medio de la volición, o sea la fuerza mental, con la cual impulsan sus periespíritus llenos de diáfana luminosidad, que se mueven como si fueran paños de seda al contacto de una suave brisa.

El mismo poder mental que cristaliza los ambientes anticuados entre las almas letárgicas, cuando es utilizado por los espíritus superiores, en su más alta dinamización, crean panoramas que aún deberán pasar algunos milenios para ser alcanzados por vosotros.



Pregunta: Cuando se desencarna, ¿no sería lógico que inme­diatamente desapareciesen las ideas viejas del pasado, substitu­yéndolas por conceptos más avanzados? Encontramos algo an­tigua esa estratificación de ideas en los espíritus desencarnados que se obstinan en conservar agrupaciones tan retardadas, cuando en la Tierra debieran haber conocido el automóvil, el avión y las estructuras modernas de los edificios. ¿Todo eso no os parece algo contradictorio?

Atanagildo: Exageráis en vuestras apreciaciones y dudas, pues aunque exista en vuestra patria esa estructura moderna en los edificios y se haga uso de vehículos rápidos, aviones a chorro, radiofonía, televisión, cocinas eléctricas, heladeras, ropa confor­table, liviana y funcional, aún subsisten los países en donde vegetan los reyes coronados, los cortesanos seculares y los hidal­gos conservadores, aferrados a los blasones de latas, condecoraciones de metal, insignias y galardones dorados, que las polillas continúan picando en los baúles envejecidos y las armaduras medioevales que el herrumbre carcome.

La propia Iglesia Romana, que tanto trabajó para divulgar el mensaje del Cristianismo, como doctrina libertadora de todos los tabúes y prejuicios terrenos, no se agota en su complicado y fatigante ritual, mientras que el Vaticano se rodea de una pom­posa guardia revestida de armaduras bélicas.

¿Esa guardia no es una demostración cabal, de ciertos hom­bres que aceptaron el encargue de ejemplificar a través de un alto tenor espiritual, liberado de fórmulas mundanas y sin em­bargo, no pudieron librarse de las tradiciones anacrónicas de los siglos empolvados?

Es suficiente observar, en vuestro mundo, cómo criaturas lla­madas para servir en puestos de responsabilidad en la adminis­tración pública o en el seno de las iglesias religiosas, más tarde ?e asemejan a viejos museos ambulantes, llenos de joyas carísimas, cubiertos de mantos lujosos, moviéndose con exagerada pomposi­dad por los palacios seculares o por los templos suntuosos, se­mejándose a autómatas que se exhiben en vidrieras de modas.



Pregunta: ¿Después que esos espíritus ingresan en el mundo Astral no pueden reajustarse a la realidad del medio y desligarse de las tradiciones, que sólo se justifican como obligaciones comu­nes a las responsabilidades oficiales de la Tierra?

Atanagildo: Sabéis muy bien, que la Tierra no deja de ser un mundo en constante progreso, que alcanza a todas sus órbitas de acción y trabajo y de esa manera, también podrían desper­tar a esas criaturas. Sin embargo, no dejan de ser almas delibe­radamente conservadoras y estratificadas a los atavismos tontos tradicionales; viven totalmente encadenadas a atavismos tontos y a preconceptos envejecidos, porque su índole psicológica les impone esa resistencia decidida contra el dinamismo común de la vida. Entre ellos, se encuentran aquellos que cruzan las ca­lles de las capitales modernas con vestimentas excesivamente lujosas, como también los que agotan las reservas de los cofres públicos, haciéndose transportar en vehículos arrastrados por fogosos corceles, con vistosos cocheros trajeados, sin notar que esas costumbres tienen un sello característico secular. Mientras esas criaturas reproducen las viejas costumbres del pasado, en las mismas calles se mueven y circulan velozmente automóviles fabricados aerodinámicamente, cuyos conductores en manga de camisa gozan de las delicias del Sol benefactor o las mujeres cuyos vestidos son una invitación primaveral del siglo XX.

Mientras millares de criaturas de vuestro mundo se entregan al dinamismo avanzado de la vida humana, dominadas por el júbilo, apegadas a las risas felices y despojadas de las convenciones inteligentes, otras, se esclavizan con el orgullo de los bla­sones, de las condecoraciones y aparatosidades sofocantes, como si fueran viejos actores de la tragedia shakespeareana. Esas criaturas, no viven, vegetan bajo una fuerte disciplina protocolar hasta su último suspiro, cuando la muerte del cuerpo los llame hacia la realidad espiritual.

Por eso mismo, después que ingresan en las colectividades astrales, distantes de esos convencionalismos ridículos y aristo­cráticos de la Tierra, no logran equilibrarse en las esferas avanza­das, porque les falta la espontaneidad de los cariños, la felicidad de conquistar relaciones amigas, que en el Más Allá no se consi­guen a través de ceremoniales fatigosas o a cambio de fingidas etiquetas sociales.

Pregunta: ¿Podría darse el caso, en que esas almas se escla­vicen a las convenciones sociales y al protocolo agotador, porque en realidad, provienen de alguna estirpe espiritual?

Atanagildo: Cuántas veces las realidades de la vida humana, se encargan de desmentir, la pretensión de ser un descendiente aristocrático espiritual de mucha jerarquía y no pasa de ser un detalle de un ambiente delicado. Cuántas veces las revoluciones populares, las caídas de los regímenes políticos, el fracaso finan­ciero o el desastre económico, arrojan a ciertas criaturas dema­siado apegadas a la vida fácil hacia las encrucijadas que les depara la vida de la pobreza, y en donde individuos de "alta estirpe" terminan lavando lozas, vendiendo diversos artículos, o dedicándose al corretaje en profesiones modestísimas. Cuántas transformaciones violentas revolucionan a los países carcomidos por el vampiro de la aristocracia ociosa. Es entonces, cuando los condes, duques, barones y las princesas se ven obligados a tra­bajar en el banco del modesto operario, en los lugares húmedos de las excavaciones, dirigiendo vehículos de transportes, o como costureras pobres, como sucedió con el fastuoso imperio ruso.

Pregunta: ¿Cuál es la medicina más apropiada a aplicarse a esos espíritus conservadores y tradicionalistas, para que se mo­difiquen en su medieval ambiente del astral?

Atanagildo: Es la Bondad del Creador el que instituye esa transformación de clases, fortunas y poderes, de la que os hablé, cuando las almas endurecidas, esclavas a las tradiciones y sin adelanto espiritual, son arrojadas de pedestales de barro y ex­pulsadas de su aristocracia vanidosa. Gracias al nuevo rumbo, que en forma violenta se les impone en la corriente común de la vida humana, o regresando más tarde, en una nueva encarna­ción en medio de una pobreza extrema, esos espíritus demasiados rutinarios, pierden el excesivo orgullo de casta y la obstinada idea de superioridad social, para volver a formar filas con sus hermanos de evolución espiritual, abandonando definitivamente el protocolo agotador de las existencias artificiales.

Como las ciudades y poblaciones astrales son comunidades de carácter provisorio, que sirven para atender a las más variadas graduaciones de espíritus en constante ascensión, no será enton­ces, el ambiente medieval de ciertas colonias el que ha de mo­dificarse, sino, que la transformación será en sus moradores, transferidos definitivamente hacia otras más evolucionadas: mu­chos espíritus que siguen la marcha a la retaguardia, todavía pre­cisarán de tales ambientes anacrónicos para sus estacionamientos astrales.



Pregunta: ¿El actual padrón evolutivo de la Tierra, dista mucho de esos tipos de colonias antiguas, que aún existen en el plano astral?

Atanagildo: El orbe terráqueo, en verdad, se sitúa en la ac­tualidad entre dos tipos espirituales extremos; de un lado tenéis al tipo tradicionalista, conservador y apegado drásticamente al pasado de las formas envejecidas, angustiándose continuamente, al pensar que han de dejar al mundo físico; del otro lado, se encuentra el tipo idealista, valeroso, heroico, que es censurado y combatido en sus trabajos avanzados, pero que es responsable de los nuevos padrones evolutivos del mundo, pues combate los horizontes sombríos y abre nuevas brechas para el avance de las masas humanas. Siempre se mueve al frente de las masas retar­dadas, que en la melancólica marcha requieren el aguijón cons­tante del dolor y de las vicisitudes humanas, para poder sacudir el polvo que les oprime la mente conservadora. El idealista cons­tituye el grupo menor y se dispersan, solícitos por todos los caminos de la vida terrena, porque no consiguen adaptarse a las fórmulas estratificadas y no se satisfacen con las convenciones y conceptos demasiado inteligentes de la sociedad. Ellos procuran alcanzar la Verdad como ideal de la Ciencia; el Bien como ideal de la Moral; la Belleza como ideal del Arte, y el Amor como ideal de la Religión. Son conocidos en la Música como un Beethoven, Wagner, Mozart o Verdi; en la Pintura como Tiziano, Da Vinci o Cézanne; en la Literatura como Flaubert, Cervantes, Dickens o Zola y en la Fe y en la Verdad, como Krisna, Buda o Jesús. Ellos marchan al frente de la caravana dominada por las supersticiones del pasado, por los prejuicios sociales o por las tradiciones de la vanidosa aristocracia del mundo.

Pregunta: Por lo que manifestáis, deducimos, que en el mun­do astral las razas terrenas se reúnen de nuevo. ¿Es en realidad así?

Atanagildo: En el Más Allá, los espíritus no sólo se reúnen bajo la misma tendencia y naturaleza espiritual, sino, que se agrupan por la afinidad de raza, sentido psicológico y concepción filosófica, resultando un padrón armonioso y familiar, que fa­vorece mucho al trabajo realizado en conjunto. Así es que en el mundo astral, aún se puede encontrar colonias formadas funda­mentalmente por latinos, eslavos, germanos, sajones, árabes, india­nos o chinos, los cuales conservan sus costumbres tradicionales.

Aunque las almas desencarnadas puedan reunirse por los vínculos de las razas terrenas, lo mismo pueden constituir civili­zaciones muy avanzadas para vuestros días, como crear agrupa­ciones que son esclavas a las tradiciones del pasado. La esfera astral, alrededor del globo terráqueo, es la región en donde se agrupan todos los desencarnados terrenos, por lo tanto, es natural, que en esa región se produzcan actividades como si se tratara de otra Tierra semejante, pero mucho más rica en oportunidades espirituales, en base a su esencia sutilísima que amplía los recur­sos de sus habitantes. Por esa causa, también podréis encontrar, en el Más Allá, todas las diferencias pintorescas y las contradic­ciones muy comunes aún en el mundo material.



Pregunta: Perdura aún en nuestra mente, la idea, que la desencarnación debiera bastar para abolir la mayor parte de esas ilusiones que los espíritus aún cultivan y que son propias a las colectividades de nuestro mundo terreno. Nos parece a nosotros, que así los ateos debieran convencerse de su inmortalidad, después de muertos, esas otras almas, rutinarias y tradicionalistas también han de tener que ajustarse a la espontaneidad de la confraternización universal, eliminando el espíritu racial. ¿Qué nos decís al respecto?

Atanagildo: Es necesario tener presente, las condiciones men­tales de los espíritus desencarnados, así como tenéis en cuenta, en la pedagogía infantil, las creaciones imaginativas que abun­dan en el cerebro de los niños. No se puede exigir a la niña, que finge ser madre, cuando envuelve a las muñecas, la misma res­ponsabilidad en la concepción de los hijos, que compete a la mujer adulta. Sería absurdo, que exigieseis al niño que se distrae con sus "juegos" de armar casas con pedacitos de madera, la misma responsabilidad que se atribuye al ingeniero en la construcción de un "rascacielos".

Así como en vuestro orbe material y en la misma área geo­gráfica tenéis un ejemplo, de cómo difieren los estados del alma de los individuos, pues, mientras Einstein aleccionaba sobre la ley de la relatividad, Toscanini dirigía una magnífica orquesta sinfónica y el culto orador magnetizaba al público con la genia­lidad de su palabra y a pocos metros de distancia algunos espí­ritus se debatían en el ambiente enfermizo de los cuartos infec­tados de los hospicios. Sin duda, que poco se adelantaría colo­cando a los locos, en el ambiente festivo de un hotel de lujo o llevarlos a que gocen de la poesía del paisaje campestre, pues ellos seguirán siendo infelices en su intimidad enferma y perturbada por el vacío de la razón.

Mientras algunas criaturas se aficionan al dinamismo de la vida moderna y derrumban paredes encastilladas, asean antiguos salones, modifican el estilo petrificado de las residencias faraóni­cas, edifican ambientes modernos, llenos de luz y de aire, otros seres prefieren crear la atmósfera opresiva en los castillos medio­evales en donde la polilla y los parásitos sobreviven protegidos por los muebles seculares y por lo gruesos tapetes de adorno.

Esos espíritus no precisarán desencarnar para comprobar que hay gran cantidad de criaturas, adversas a tales costumbres tra­dicionales; su simpatía por las cosas que desean que les sean propicias los acompañan hasta después de la muerte corporal y los incitarán a los invencibles recuerdos de la vida terrena.



Pregunta: ¿El advenimiento de la máquina, no creó una extra­ordinaria revolución en las costumbres humanas? Creemos que en esas colonias antiguas, existentes en el astral, se podrían efectuar grandes transformaciones mentales, siempre que se acom­pañen con algunos progresos, como sucedió con la mecanización admirable en la vida física. ¿Cuál es vuestro parecer?

Atanagildo: Sin querer contrariar a vuestras justas aprecia­ciones, algunos pueblos europeos y asiáticos de la Tierra, son esencialmente afectos al tradicionalismo del pasado, por cuyo motivo resisten deliberadamente a la infiltración avanzada de las máquinas modernas. En las márgenes del Ganges, del Nilo y del Eufrates, campesinos y pensadores inteligentes, se obstinan y rechazan los utensilios, instrumentos agrícolas y embarcaciones que harían subir la sangre de espanto a vuestros bisabuelos...

Ciertos principados, sultanes o jefes de tribus emancipadas, repelen los simples trajes de la vida moderna, porque aprecian las pompas, el ceremonial y las etiquetas reales, sintiéndose vo­luptuosamente felices cuando pueden ostentar insignias, galardo­nes, vestuarios brillantes de pedrería y condecoraciones del tiempo de los imperios, los cuales, son mal protegidos del polvo y el recuerdo. El mundo moderno, lleno de actividades renovadoras y de un cientificismo que va demoliendo superficialidades y apro­ximando todos los extremos de la vida humana, aún no consiguió modificar la intimidad de esas criaturas llenas de ideas anticua­das v que creen poseer una genial sapiencia...

Es obvio, por lo tanto, que después de la desencarnación, esas criaturas se dejarán dominar por las imágenes mentales regresi­vas, sometiéndose únicamente a las reglas conocidas y a las
tradiciones que les son simpáticas. Como la vida después de la tumba, depende fundamentalmente de la fuerza mental que posee el espíritu desencarnado, en donde funciona el pensamiento como su potencial de relaciones y progreso, ningún advenimiento pro­gresista, semejante al que ocurrió con las máquinas en la Tierra, podrá romper las cristalizaciones mentales de esas almas esclavas a las reglas envejecidas.


Yüklə 1,34 Mb.

Dostları ilə paylaş:
1   ...   5   6   7   8   9   10   11   12   ...   21




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©muhaz.org 2024
rəhbərliyinə müraciət

gir | qeydiyyatdan keç
    Ana səhifə


yükləyin