Las carreras tecnologicas



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LOS NUEVOS PROFESIONALES

Educación Universitaria de Trabajadores

Chile : UTE, 1968 - 1973

Enrique Kirberg Baltiansky

Segunda parte

CAPITULO IX
LAS CARRERAS TECNOLOGICAS:

PROFESIOÑALES

PARA LA PRODUCCION
“Terminada la licencia media, la posibilidad más importante que tienen los muchachos en el desarrollo futuro de nuestra educación superior, son las carreras que forman toda esa enorme cantidad de personal científico - técnico de estudios cortos - dos y medio a tres años - que se ubican en los llamado 'mandos medios' de la pirámide industrial o agrícola".
Juan Gómez Millas.1
Las carreras cortas
El primer intento de crear carreras universitarias cortas se debió a la Universidad de Chile. A comienzos de la década de los 60 inició, con ayuda exterior, la construcción en provincias de los Centros universitarios regionales con carreras que iban de 2 a 4 años. En gran parte estas carreras fueron formuladas como una solución para los estudiantes de provincias y no se reproducían en Santiago, Concepción ni Valparaíso, en donde sólo se impartían carreras largas.

En el seminario realizado por el Consejo de Rectores en la Universidad Técnica del Estado, en 1972, con el tema "Recursos humanos para la sociedad chilena actual", el profesor José Vera, de la Universidad Austral de Valdivia, se refería a las experiencias de aquellas carreras:


En los últimos 30 años, las demandas nuevas planteadas por el proceso de industrialización introdujeron cambios en el sistema (universitario), orientados, principalmente hacia el desarrollo de carreras nuevas, de duración a menudo más corta que las carreras tradicionales. Pero estos cambios no tuvieron la intensidad suficiente para modificar la estructura básica del sistema. Por el contrario, éste absorbió las nuevas demandas sin adaptarse a ellas, o adaptándolas de suerte que las nuevas carreras inicialmente cortas, tendían a alargarse (y lo lograban) asimilándose a las carreras largas tradicionales.2
En la nueva etapa que estaba viviendo el país las carreras cortas o carreras tecnológicas y posteriormente los institutos tecnológicos, vinieron a llenar simultáneamente varias necesidades en el sistema educacional chileno, en la sociedad en general y en la Universidad Técnica del Estado en particular. Otras universidades siguieron estas tendencias con el desarrollo de programas similares.

Estas carreras fueron creadas por la Universidad Técnica en el año 1969, con el objeto de contribuir a aliviar uno de los más graves problemas que se manifestaba desde hacía varios años en el sistema educacional del país: la contradicción entre la alta cifra de estudiantes que postulaban a la universidad y la exigua cifra de vacantes disponibles en el conjunto de estos establecimientos.

Se podía observar que año tras año centenares de jóvenes quedaban al margen de la educación superior sin poder, tampoco, incorporarse a la vida laboral en forma inmediata pues al terminar su educación media no poseía una calificación profesional adecuada. Quedaban, por tanto, a la espera de nuevas posibilidades de ingreso a la educación superior, y mientras tanto, se incorporaban a la actividad del trabajo en el área de servicios o engrosaban las filas del desempleo.

Toda esta situación - un verdadero despilfarro de la inteligencia provocaba una profunda frustración en miles de jóvenes que veían desesperanzados sus escasas posibilidades reales de una mejor vida.

Por otra parte, existía en el país un desconcertante déficit de profesionales de la producción, especialmente en los "mandos medios", que son aquellos que actúan de relación, por ejemplo, entre la mano de obra (obreros) y la dirección técnica (ingenieros). La mayor parte de los mandos medios estaba conformada por aquéllos especialistas que se forman espontáneamente en la práctica a través de años de experiencia, pero desprovistos de base teórica y respaldo educacional.

Era importante, también, ofrecer a los trabajadores que ingresaban a la Universidad una alternativa que pudiese estar mas de acuerdo a su tiempo disponible y a la actividad que estaban desarrollando en su industria. Estas serían las carreras tecnológicas.


Finalmente, estas carreras, agrupadas en institutos tecnológicos, prometían constituirse en un vehículo apropiado para llevar la educación superior a diversos lugares del país que, de otra manera, continuarían privados de este efectivo factor de desarrollo regional.

En resumen, las carreras tecnológicas tenían los siguientes objetivos:

1) Formación de los técnicos universitarios - mandos medios - para la producción.

2) Alternativa de mayor ingreso a la educación superior por parte de los egresados de la enseñanza media.

3)Nuevas posibilidades para la educación superior de trabajadores.

4)Expansión de los servicios universitarios a lugares apartados del territorio nacional.


Formación de técnicos universitarios
La educación superior en América Latina tiene su única expresión en la universidad clasista y ecléctica. A ello ha contribuido especialmente la dependencia económica y cultural de estos países como también la herencia de la universidad hispánica: tendencia al humanismo y desprecio por la técnica. Por lo tanto, se tenía (y se tiene) entendido que en la universidad sólo debían prepararse los profesionales de alto nivel, de cinco o más años de formación, los científicos, los investigadores . . . y nada más. Este criterio pudiera ser válido en otros países, especialmente los europeos, donde existen politécnicos y otras escuelas de enseñanza superior; no es así entre los países latinoamericanos en los que por lo general no existe otro tipo de formación postsecundaria que la universidad.

El director de planificación de la Universidad Técnica, Felipe Richardson, manifestaba en el seminario ya mencionado:3


Hasta hace poco se entendía que la formación superior radicaba exclusivamente en las universidades y, específicamente, en aquellas que se organizaban de acuerdo con los moldes clásicos de la universidad napoleónica. Es decir, en aquellas donde se formaban "profesionales" en carreras de cinco o más años de duración. Las carreras con menos años de estudio y/o impartidas por instituciones extrauniversitarias, no estaban integradas al concepto de formación superior y sus egresados gozaban de un prestigio social reducido frente a las carreras largas, especialmente si eran las carreras llamadas liberales.

El análisis del desarrollo económico demuestra el error de esa concepción, y hoy es motivo de común preocupación integrar en un sólo sistema de formación toda la enseñanza postsecundaria, sea ésta entregada por la universidad o por otras instituciones, comprendiendo carreras cortas, medianas o de larga duración, y el perfeccionamiento de graduados.


Una vez terminada la enseñanza media, sea la científico - humanista (el liceo clásico), sea la técnico - profesional (escuelas industriales u otro tipo de enseñanza vocacional), el único camino que se le abría al egresado era la universidad. Aunque alguien pudiera pensar que la enseñanza media técnico - profesional no necesita continuidad en la enseñanza superior, la realidad es que, por los años que precedieron a la reforma cerca del 100% de sus egresados postulaba a la universidad. La tendencia de este grupo a buscar entrada en la universidad, aun considerándose que su carrera ya los habilitaba para trabajar, pudiera explicarse por varios caminos:

a) que estos egresados de la enseñanza técnico - profesional no considerasen suficientes los conocimientos y destrezas adquiridos para dirigirse a competir al mercado ocupacional;

b) que aunque estos conocimientos, en el terreno industrial, por ejemplo, los habilitaba para desempeñarse como capataces, jefes de grupo de obreros o jefes de sección en industrias, estaba en contra de ellos su edad, pues egresaban entre los 18 y 20 años con escasa o nula experiencia para manejar o supervisar personas, detalle que los inhibía para decidirse a trabajar y preferían esforzarse, especialmente en el plano económico - si podían -, para procurar su admisión en la universidad, y

c) el status económico y social: en la sociedad eran más considerados los profesionales tradicionales y, por lo general, mucho mejor remunerados. Por lo tanto, por una razón u otra, no es de extraviar que los jóvenes que podían hacerlo intentaran continuar su carrera en la universidad.

La solución hubiese sido la creación, por parte del Estado, de uno o varios institutos superiores que, al igual que varios países europeos, formasen técnicos u otros especialistas en toda la gama de la actividad científica, la producción, la salud, los servicios y las comunicaciones. Y que estos técnicos fuesen formados en períodos razonables de dos a tres años de modo que se los pudiera devolver pronto a la sociedad en lugar de invertir cinco, seis o siete años - o más - con un gasto considerable para el erario nacional. La proposición que la Universidad Técnica del Estado sometió a la consideración del gobierno de Eduardo Frei, fue desechada porque "no se consideraba necesario adoptar medida alguna" y, además, por falta de recursos, como se declaró. Posteriormente, en el gobierno de Salvador Allende, el Ministerio de Educación realizó los estudios del caso para la puesta en marcha del Instituto Tecnológico Nacional, pero no alcanzó a inaugurarse debido al golpe militar.

El país comenzaba a preocuparse de la disponibilidad de profesionales. De acuerdo a estudios de organismos oficiales realizados entre 1968 y 1969, confeccionados sobre la base de proyecciones del mercado ocupacional de esa época y sin considerar aumento en la tasa de desarrollo, se llegó a las siguientes conclusiones: que considerando la existencia de 116,950 profesionales en 1960, se necesitarían 181, 330 en 1970 y 259,409 en 1980. Según estos estudios, se concluía que para 1975 debía duplicarse el número de ingenieros civiles, multiplicarse por diez la cantidad de ingenieros forestales, por cuatro los ingenieros agrónomos, por ocho los economistas, y por tres los químicos y los médicos veterinarios.4

Según un estudio de Oyarce y Urbina sobre profesionales medios5, la disponibilidad de ingenieros civiles en 1970 era de 5,433 y el acervo de técnicos e ingenieros de ejecución (formados en dos y medio y cuatro años) era aproximadamente de 11,200 (cálculos efectuados por la Oficina de Planificación de la Universidad Técnica del Estado). Eso demostraba que en Chile existía una relación de 1:2 entre ingenieros civiles y técnicos e ingenieros de ejecución. El Centro de Planeamiento de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile determinó en un estudio que la relación óptima en el desarrollo de las actividades, ya sea industriales de cualquier tipo, debiera ser de 1:4.31. Es decir, que por cada ingeniero de carrera larga debe existir 4.31 ingenieros de ejecución o técnicos, como valor promedio.6

Aunque no puede explicarse el desequilibrio señalado en función de la dotación de recursos humanos del país, sí puede sostenerse que la estructura de la fuerza de trabajo y su habilidad tendrá especial relevancia en la implantación de políticas que tiendan a superarlo. Sin embargo, es fácil comprender que el camino seguido por la enseñanza superior en Chile ha contribuido a fomentar esta distorsión al concentrar su esfuerzo en la formación de profesionales de carreras largas y para actividades no productivas, descuidando cuantitativamente la formación de profesionales para la producción. Se enfatiza, a la vez, la preparación de profesionales de segundo nivel (cinco años o más), en lugar de prestar la atención debida a los profesionales de primer nivel (dos a cuatro años), indispensables, entre otras cosas, para el desempeño de los primeros.

En el estudio de la Universidad de Chile intitulado "Bases para el plan de desarrollo de la Universidad de Chile", efectuado en 1966, se llega al siguiente cuadro:7

Tabla 22
Población activa con instrucción superior en Chile. Distribución según

niveles de formación en 1960


Niveles Total %
Primer nivel (1 a 4 años) 23,276 43.7

Segundo nivel (5 años y más) 30,037 56.3


Puede apreciarse que las cifras indican todo lo contrario de lo que se necesitaba. La Universidad Técnica del Estado puso el énfasis en las carreras de ingeniería de ejecución y en las carreras tecnológicas, manteniendo menos número para las carreras de seis años. De acuerdo a la oficina de Planificación de la Universidad Técnica, para el año 1970 se tenía el siguiente cuadro : 8

Tabla 23
Distribución de la matrícula post secundaria de la Universidad Técnica

del Estado en 1970


Niveles Total %
Primer nivel (1 a 4 años) 12,091 93.17

Segundo nivel (5 años y más) 887 6.83

La existencia de dos tipos de carreras en el área de ingeniería en la Universidad Técnica - ingeniería civil, e ingeniería de ejecución - no excluye la propiedad con que la Universidad encaró la organización de estudios conducentes a formar profesionales que satisfagan funciones de soporte y comando en el proceso productivo nacional.

La creación de este tipo de profesional medio nace de la observación detenida del crecimiento industrial del país, observación que concluye en la necesidad de establecer:

a) un mando medio entre el ingeniero y el obrero calificado, o bien, b) un profesional en funciones de asistencia de producción que, siendo de gran importancia, resultan antieconómicas e inadecuadas para profesionales universitarios de calificación superior.

Al crear este tipo de carreras cortas, la universidad tuvo presente su papel incentivador del cambio de mentalidad que requiere el desarrollo económico chileno, cambio que debe reorientar la generalizada tendencia del medio hacia las llamadas profesiones liberales y la actividad de servicios, y crear un espíritu propicio a las tareas productivas, el que ha sido característico de las naciones desarrolladas o que marchan aceleradamente por el camino del desarrollo.

La formación de mandos medios atendería una necesidad vital para el buen funcionamiento de las distintas unidades productoras en el país que actualmente deben improvisar estos cuadros de entre su propio personal subalterno, a un costo muy elevado para la empresa mientras la sociedad ve disminuida su potencialidad productiva y tiene en este "práctico" un elemento difícilmente adaptable a la innovación tecnológica.

Son muchas las actividades que necesitan de ciertos especialistas que no se encontraba entre los profesionales que la universidad preparaba. La formación de profesionales de este tipo debería tener como características su orientación hacia el logro de un conocimiento técnico y práctico de aspectos científicos claves en procesos productivos determinados.

El contenido del currículum de estudios, tanto en ciencias básicas como en ciencias relativas a la ingeniería, debe ser el necesario para permitirle la comprensión cabal de los principios que operan en la técnica de su especialidad. Dadas las funciones de este profesional, su conocimiento en materias tales como organización del trabajo, seguridad industrial, control de la producción, debe ser apropiadamente sólido.

Una de las características de las carreras cortas es que ninguna de ellas es permanente, sino que, por el contrario, son creadas y se mantienen sólo mientras exista la necesidad de ese determinado tipo de profesional en el país. Si el mercado ocupacional se considera saturado, entonces se suspende esta carrera hasta que vuelva a aparecer tal necesidad. Se evita así la formación de expertos para puestos que no existen.

El técnico universitario nació, pues, como una necesidad vitalizadora y está concebido para cumplir funciones directas de apoyo a la producción. Su acción estará orientada a insertarse directamente en el proceso productivo. Por su formación será capaz de entender y aplicar las leyes que gobiernan su especialidad.

Los institutos tecnológicos han concebido la formación profesional como un todo, integrando el trabajo al estudio, humanista por excelencia, para que el técnico universitario no sólo sea un cuadro técnico altamente calificado, sino, además, debe ser un ente socialmente comprometido, con clara conciencia de su deber para con la sociedad.9


Como un resultado de la aplicación masiva de esta experiencia, en 1971, se produjo un cambio sustancial en la disponibilidad de plazas universitarias para comienzos de ese año. Si bien es cierto que el aumento de plazas fue general, ello se dio en un grado considerablemente mayor en el área de las carreras cortas, como se puede apreciar en el cuadro de la página siguiente, confeccionado sobre la base de los datos entregados por la Oficina Central de Ingreso a las Universidades Chilenas.10

La tendencia comenzaba a variar. Se daban los primeros pasos para crear las bases de una sólida estructura profesional para el desarrollo del país. Con ello, las carreras tecnológicas cumplían otro de sus objetivos fundamentales.

El educador y economista mexicano Víctor L. Urquidi, escribió en 1967:

El sistema educativo de América Latina va muy a la zaga de los progresos económicos y los cambios sociales. La mayor parte de los recursos se destina a la educación primaria y la secundaria, pero son pocos los países donde se han logrado tasas elevadas de escolaridad, sobre todo en las áreas rurales. Con algunas excepciones, se ha prestado insuficiente atención a la educación superior, la que ha sido ampliada rápidamente en los últimos años, pero sin que haya sido objeto de cambios cualitativos generales. Prevalecen las facultades de derecho y las humanidades tradicionales, y sólo en fecha reciente han surgido las escuelas de ciencias sociales y de ingeniería, y aún más recientemente las de ciencia moderna. En consecuencia, no debe extrañar que, de una población escolar en las universidades de cerca de 800,000 estudiantes, se graduaran en 1965 apenas unos 71,000, y de éstos sólo 4,000 en ciencias naturales y 8,000 en ingeniería. América Latina sigue dependiendo de técnicas importadas, por lo que hace a las profesiones superiores, y requiere enviar a sus mejores egresados a especializarse en universidades extranjeras. Se estima que en 1965 había alrededor de 600,000 profesionales en la región, o sea menos del 1% de la población económicamente activa; y de ese total apenas 18,000 estaban ocupados en faenas agrícolas, otros 18,000 en las extractivas, 27,000 en la construcción, 32,000 en servicios básicos, 49,000 en la industria manufacturera, y la friolera de 460,000 en servicios diversos, inclusive gobierno. Con formación universitaria, completa o incompleta, se calcula que había alrededor de 1,060,000 personas, el 1.4% de la población activa; de ellos, 180,000 en la categoría de científicos o ingenieros, que incluye ingenieros civiles ocupados en la construcción, profesores de ciencias y matemáticas y otros ajenos a las actividades de investigación científica y adaptación tecnológica Además del escaso capital humano dedicado a estas actividades, y su limitado número en formación, hay una escasez general de personal técnico intermedio, a pesar de algún progreso obtenido en los principales países.11


Tabla 24
Vacantes o plazas por años de duración en las universidades chilenas
Años de duración Número de plazas Porcentaje
1970 1971 1970 1971
9 20 30 00.10 00.08

7 890 1,376 04.34 03.69

6 1,598 2,850 07.80 07.64

5 9,341 13,052 45.59 34.98

4 4,667 6,692 22.78 17.93

3 3,094 5,155 15.10 13.81

2 581 6,941 02.83 18.60

1 300 1,220 01.46 03.27


20,491 37,316 100 100

Alternativa de mayor ingreso a la universidad


Año tras año se producía en Chile un problema de índole educacional y, especialmente, social. Varios miles de estudiantes, que habían completado su enseñanza media, quedaban sin ninguna posibilidad de continuar estudios en la enseñanza superior pues las vacantes ofrecidas por las universidades eran menos del 40% del número de postulantes. Al número de egresados anualmente de la enseñanza media, se agregaban numerosos contingentes de estudiantes rechazados en años anteriores. Debe insistirse en que no existía absolutamente ningún otro tipo de enseñanza post secundaria que no fueran las universidades. Por lo tanto, aquellos egresados del liceo debían postular a la universidad si querían tener alguna "destreza" o conocimientos que los prepararan para su ubicación futura en la sociedad. Y cerca del 70% de los egresados provenían de la enseñanza científico - humanista,12 es decir, del liceo, institución que no da otra alternativa que la universidad.

En el año 1970, hubo 55,539 postulantes a las universidades las que dispusieron de 18,827 vacantes; luego, quedaron fuera de la universidad 36,712 estudiantes. El año anterior se habían matriculado 33,343 alumnos en el último curso de la enseñanza media, lo que hacía suponer que ese era, aproximadamente, el número de postulantes recién egresados.

En términos de porcentajes, las universidades ofrecían el 56.46% de plazas en relación al número de egresados de la enseñanza media de ese año y el 33.9% en relación con el número total de candidatos.

En 1971, aunque el número de postulantes ascendió, se alivia un poco la situación. Gracias a la ayuda a las universidades del nuevo gobierno popular, éstas pudieron abrir mayor número de plazas para los que solicitaban admisión. En efecto, el número de candidatos era de 5 7,435; las vacantes, de 37,316. Esta vez quedaron fuera de la universidad 20,119 estudiantes, lo que en términos de porcentaje significa la aceptación de un 63% de los que postularon.

La falta de planificación en las actividades del país impedía a las universidades programar las carreras, las plazas y las investigaciones necesarias en cada etapa del desarrollo nacional. Y, a decir verdad, no les preocupaba mucho. El número de plazas se determinaba solamente por factores tales como la disponibilidad de espacio físico (edificios, salas, etc.), de laboratorios, de materiales, de profesores y de recursos en general, y no las necesidades del país.

El mayor número de vacantes se produce, por lo demás, en carreras que no están precisamente relacionadas con las actividades productivas, asunto tan importante en un país en desarrollo que necesita con urgencia aumentar su producción material. En 1968, menos del 30% de las vacantes universitarias correspondían a carreras relacionadas con actividades directamente productivas como geólogos, veterinarios, agrónomos, ingenieros forestales, arquitectos, constructores civiles, ingenieros y técnicos en general. Y menos del 20% de este grupo correspondía a carreras de corta duración o de primer nivel (dos a tres años de estudios).13

El estudiante, desde el liceo, es educado en la aspiración de una carrera larga que le dé status social y éxito económico: derecho, medicina, arquitectura, ingeniería civil, odontología, etc. Ese es su sueño final y allá se dirigen sin considerar los intereses nacionales ni los organismos que lo orienten adecuadamente acerca de sus reales vocaciones y sus reales posibilidades. Y se jugaba todo su destino a una sola carta, la que, para peor, tenía pocas posibilidades de triunfo. Y no porque el estudiante tuviese una deficiente preparación. Lo que se llama en Chile la "selección de ingreso a la universidad" no consiste en elegir a los aptos para las carreras superiores, sino en llenar las escasas vacantes con aquéllos que, una vez cumplidos todos los requisitos, tengan las calificaciones más altas. De alrededor de 4,000 estudiantes que optaron en 1970 por la carrera de arquitectura en la Universidad de Chile, sólo fueron aceptados 240 (y con razón si consideramos las necesidades de arquitectos que hay en el país). Pero en ningún caso se puede afirmar que los restantes no sean aptos para seguir esa especialidad universitaria. No sería de extrañar que de ellos, por lo menos 1,000 hubieran podido - y merecido - llegar a ser buenos arquitectos.14

De ahí la importancia que tenía abrir nuevas posibilidades, pero en carreras que fuesen más cortas - y menos gravosas para el país - y que pudiesen enviar pronto a los nuevos profesionales a producir. Para muchos estudiantes, esa era una esperanza, pues de otro modo, y con suerte, tenían que encontrar el alero de cualquier ocupación remunerada por haber perdido, en muchos casos, el apoyo familiar para continuar sus estudios. Por lo demás, ya se sabe bien lo que les ocurre a los jóvenes que comienzan a trabajar: se entusiasman con la aparente libertad económica y ya abandonan definitivamente la esperanza de estudiar, guardando una sensación amarga de frustración que los acompaña por largo tiempo.

A comienzos de 1970, la Universidad Técnica del Estado propuso un programa nacional de formación profesional de nivel superior sobre la base de un importante desarrollo de las plazas en estas carreras cortas. Este programa fue conocido nacionalmente como el Plan Kirberg, e iba a significar la creación de 6,000 nuevas vacantes en las universidades y en las diversas zonas del país. Desgraciadamente, el gobierno de aquella época no apoyó económicamente esta iniciativa, no obstante el interés que despertó en grandes sectores de la comunidad nacional, especialmente en aquellos que reúnen en sí las capas más populares de la población,15 y del entusiasmo demostrado por millares de estudiantes que habían quedado fuera de la "selección" universitaria y que tenían esperanzas en ser parte de esos 6,000 nuevos puestos. Esta falta de apoyo económico significó que la Universidad Técnica hubo de afrontar parcialmente este programa con financiamiento extraído de su exiguo presupuesto, lo que redujo la cantidad de nuevas plazas a poco más de 1,000 en las carreras cortas o tecnológicas. Demás está decir que apenas se formuló el llamado se presentaron varios miles de candidatos.

Posteriormente, en el año 1971 y gracias al respaldo económico entregado por el nuevo gobierno popular, la Universidad Técnica del Estado elevó el número de plazas disponibles en todas sus carreras, desde 3,200 que ofrecía en 1970 a 11,42616 lo que significó un 357% de aumento con respecto del año anterior. Este es el incremento más grande que registra la historia de la enseñanza superior chilena y, probablemente, latinoamericana. La Universidad de Chile tuvo también un aumento cercano al 40%. Lo importante fue que la mayor parte de los crecimientos en estas plazas universitarias se produjeron en carreras cortas, llenando, en parte, una necesidad nacional. En el caso de la Universidad Técnica, cerca del 50% del aumento de matrícula fue en carreras tecnológicas.

Las carreras tecnológicas ayudaban a resolver el problema de esos grandes contingentes de juventud que de otra manera tendrían cerradas sus posibilidades para continuar sus estudios y constituirse en ciudadanos más útiles para la patria y la sociedad.
En el sistema educacional chileno no existe, al término de la enseñanza media, otro escalón fuera del universitario, el que está orientado a las carreras tradicionales. Este hecho produce una enorme presión para ingresar a la universidad, quedando fuera de ella un importante contingente estudiantil. Por otro lado, el sistema productivo necesita de mandos técnicos medios. Esto llevó a la Universidad Técnica a crear carreras técnicas de alrededor de dos años.17
Estas palabras de Arsenio Fica, director de la Escuela de Ingenieros Industriales de la Universidad Técnica, resultan un buen ejemplo de lo que el profesorado pensaba de estos cambios que le estaban dando un sentido nacional a un sistema educativo hasta entonces muy limitado.
Aumento de las posibilidades para la educación superior de trabajadores
A comienzos de 1970, la oficina del Convenio CUT-UTE propuso al Consejo superior de la Universidad Técnica matricular a un trabajador, que cumpliese el requisito de la enseñanza media terminada, por cada carrera que la UTE ofrecía en Santiago en sus horas vespertinas, ya fuese en ingeniería de ejecución, pedagogía o en carreras tecnológicas. El consejo universitario aceptó, lo que significaba un ingreso de unos 22 nuevos estudiantes a la Universidad. Cuando se publicó el aviso en los diarios y se concedió un plazo breve por la proximidad de la iniciación del período de clases, se presentaron más de 500 postulantes obreros que estaban trabajando en la industria y . . . ¡que tenían terminada su enseñanza media! Estos trabajadores no habían tenido la oportunidad de seguir sus estudios y ahora se les ofrecía esta ocasión en cursos vespertinos. Naturalmente que no se podía admitir a los 500. La oficina del convenio se dirigió nuevamente al consejo superior para solicitarle que su consentimiento, esto es, la aceptación de dos trabajadores por curso, llegándose a cerca de 50 que fueran seleccionados por sus calificaciones en la enseñanza media, de acuerdo a las normas vigentes. Así, estos trabajadores estaban en su actividad laboral durante el día y, al atardecer, se encaminaban hacia sus estudios universitarios.

De igual manera, ese mismo año, cuando se abrió el Instituto Tecnológico en Calama junto a minas de Chuquicamata con las siguientes carreras tecnológicas : perforación y explosivos, mantención eléctrica, mantención mecánica, mineralurgia del cobre y seguridad en faenas mineras ; las matrículas se llenaron inmediatamente con mineros que tenían su enseñanza media terminada y que acudieron en número superior a las vacantes disponibles, por lo que hubo de realizarse una selección entre los presentados.

Estos y otros hechos revelaron : A) que existía un gran número de trabajadores que tenían su enseñanza media terminada y, a la vez, que estaban ansiosos de estudiar, y que obviamente por que no lo habían hecho antes porque no habían tenido la oportunidad ni había existido la predisposición para concedérsela ; b)la necesidad de llevar la universidad hasta sitios de trabajo ; aquellos mineros de Chuquicamata jamás hubieran podido estudiar si no hubiese instalado un Instituto Tecnológico en Calama que está a quince minutos del centro minero y que posteriormente fue trasladado a Chuquicamata en un edificio que le entregó la empresa minera, ya nacionalizada, y c) que las carreras tecnológicas eran el vehículo más apropiado para llegar hasta los trabajadores que deseaban estudiar o a quienes se les podía despertar otra vez sus deseos de hacerlo.

Además, era importante tomar en consideración que muchos obreros, por gran entusiasmo que pusieran por estudiar, se encontraban un tanto limitados por la falta de entrenamiento y de método, ya que llevaban varios años alejados del pupitre de estudiante y junto al banco industrial. Por eso era conveniente en grado sumo ofrecerles otras posibilidades diversas a las carreras convencionales en la universidad, de cinco o seis años de duración, que le harían perder el aliento de sólo imaginar tan largo plazo de estudios. En cambio, las carreras tecnológicas, de cinco semestres de duración, les iban a parecer a muchos de ellos más accesibles, más realizables y de un tiempo de espera más razonable para una promoción en sus conocimientos y, probablemente, en su status.

No era difícil encontrar profesores para las carreras tecnológicas. Era importante la base general y, la especialización que en muchos casos se realizaba a través de ingenieros de la industria o la mina que actuaban gustosamente como profesores. Es por ello que estos cursos se podían instalar en lugares distantes de los centros científicos importantes del país. Esto fue lo que creó las condiciones para que pudiera formularse la idea de llevar la universidad a los sitios de trabajo, lo que se verá en detalle en el capítulo siguiente.

El profesor Florentino Rojas, del convenio de la universidad con el mineral "El Teniente", escribía:


La Universidad Técnica se ha colocado a la vanguardia del compromiso con los requerimientos de nuestra sociedad en transición y si ha abierto esta hermosa, justa y anhelada compuerta del perfeccionamiento para los trabajadores, no se debe a una posición paternalista, sino a la convicción profunda de que ésta es la verdadera función que debe cumplir: capacitar a nuestros connacionales para impulsar vigorosamente el enriquecimiento de nuestros recursos humanos, lo que permitirá aprovechar en mejor forma nuestra riqueza potencial.18

Promoción de actividades universitarias en lugares apartados del territorio nacional
Siendo Chile "una larga y angosta faja de tierra", siempre ha tenido problemas de comunicaciones, especialmente en el norte donde las distancias entre los puntos de concentración demográfica son considerables. Estos problemas se expresan en diferentes campos y uno de ellos es la educación, especialmente la superior. Hasta hace algunos años había centros de educación superior sólo en Antofagasta, Valparaíso, Santiago, Concepción y Valdivia (algunos de ellos relativamente recientes); a éstos habría que agregar, además, otros de la Universidad Técnica del Estado que ofrecían casi exclusivamente carreras en ingeniería: Copiapó, La Serena, Temuco y Punta Arenas. Posteriormente estas sedes y las restantes de la Universidad Técnica ampliaron sus programas. Sin embargo, grandes extensiones del país quedaban sin centros de educación superior y todo estudiante de aquellas provincias o pueblos donde no existiese universidad debía emigrar a lugares donde la hubiera o resignarse a no seguir estudiando. Lo primero era realmente oneroso, pues debía trasladarse a sitios urbanos a vivir en pensiones: las universidades en Chile poco se preocupaban de la vivienda y alojamiento de sus estudiantes. Esto era un factor más para que la gente de escasos recursos, en especial en zonas campesinas, no continuase estudios de educación superior. Y en aquellos casos en que las familias podían enviar a sus hijos a la capital o a otro sitio, ocurría el fenómeno de que ese joven, después de cinco o siete años estudiando en un lugar, echaba raíces en él, se acostumbraba a los sitios con más desarrollo, si llegaba a ser un profesional, con mayor razón era más difícil que se decidiera a regresar a su tierra a ejercer la profesión: prefería la urbe en que había hecho sus estudios universitarios. El desarraigo, asociado al centralismo, era la consecuencia hasta entonces inevitable. Si se visitaban algunos pueblos o ciudades apartados, se podía notar esa falta de juventud estudiantil y de profesionales jóvenes.

Por estas razones, en la mayor parte de las ciudades donde no existía educación superior, había movimientos por la creación de una sede universitaria. Algunas veces eran muy poderosos, aunque no siempre encontraban justificación en relación a las posibilidades educacionales.

La participación de jóvenes de áreas rurales ha sido muy escasa en las universidades latinoamericanas. Sin duda que ello se debe a la escasez de la enseñanza secundaria y media en el campo, las distancias a la ciudades, las dificultades de comunicación y, especialmente, las condiciones económicas de la población del agro. Los hijos de los hacendados nunca tenían dificultades para disponer de todos los medios para completar su educación. En cambio, los hijos de los campesinos, inquilinos, pequeños agricultores y obreros agrícolas, una vez terminada la educación básica en la zona (si han podido terminarla), tenían pocas posibilidades de continuar en centros educacionales superiores y mucho menos en las universidades del país. Sobre el número de estudiantes universitarios provenientes de zonas rurales, no hay estudios en Chile. En otros países se sabe, por ejemplo, que en 1963, en la universidad uruguaya, constituía el 1% de los estudiantes; en Paraguay, el 2%; en Colombia, el 6%, en Panamá, el 7%. En la Universidad de Buenos Aires, una de las más grandes de América Latina, por ese año sólo el 2% de su alumnado provenía de ciudades de población inferior a 2,000 habitantes.19

Existía una concentración estudiantil desproporcionado en la capital. Mientras en 1969 Santiago retenía el 35%de la población del país, el 50% de los estudiantes de enseñanza superior la cumplían en Santiago, con los problemas que esto traía naturalmente consigo. Y entre las ciudades de Antofagasta, Valparaíso, Santiago, Talca, Concepción y Temuco, sumaban el 83% en 1970.

En la década de los años 60, la Universidad de Chile, con la ayuda de una fundación norteamericana, creó los colegios regionales y construyó o adaptó varios edificios en provincias en calidad de sedes universitarias. Estos estuvieron en Arica, Iquique, Antofagasta, La Serena, Talca, Chillán, Temuco y Osorno, en donde se impartían carreras de 3 a 4 años como ser pedagogía, educación de párvulos, música, administración, dibujo, asistentes sociales y, en general, carreras que siendo cortas, no siempre estaban en relación con las necesidades y el desarrollo de la zona.

Fuertes presiones hacia las universidad ejercían diversas ciudades y localidades por tener algún tipo de enseñanza superior. A la Universidad Técnica del Estado llegaban insistentes peticiones desde casi todas las ciudades del país; pero su dirección nacional era cuidadosa y prudente en el sentido de no crear sedes que no se justificasen tanto en cuanto a concentración de estudiantes de la zonas y adyacentes como a las dificultades para disponer allí de los profesores necesarios y, lo más decisivo, que se tuviesen los recursos correspondientes. Con respecto a esto, solía ocurrir que los vecinos, la municipalidad y otras organizaciones ofrecían un local y reunían el dinero para financiar el primer año de funcionamiento; sin embargo, el problema vendría cuando hubiera que incorporar al presupuesto general de la universidad los gastos de los años siguientes que, como es natural, tendrían que aumentar.

En cierto modo, la concepción de los institutos tecnológicos vino a llenar la satisfacción de este anhelo.

Muchos de los profesores podían encontrarse en otros establecimientos de la localidad misma especialmente en ciencias básicas; en otros casos, viajaban profesores por uno o dos días a la semana desde el punto más cercano en que hubiese universidad, y además como se ha dicho, en los sitios industriales y mineros, los ingenieros de la empresa, por lo general, eran contratados para hacer las clases de carácter técnico.


Los institutos tecnológicos
De esta manera y en forma paulatina, fueron naciendo los institutos tecnológicos de la Universidad Técnica del Estado en diversos puntos del país y en numerosos centros de actividad industrial o minera.
La Universidad Técnica del Estado ha enfrentado la formación de profesionales de mando medio, cuyo curriculum se cumple en cuatro a cinco semestres, y con asiento tanto en Santiago como en provincias, orientando al desarrollo económico de esas zonas.

...Hay que señalar que la actual estructura y orientación de la educación media no entrega a quienes egresan de ella una formación tal que les permita desempeñarse con eficiencia en las labores productivas, ni siquiera en las de servicios del país. Ante este hecho, y mientras no se produzca un cambio en este sentido, es la universidad la que debe asumir la responsabilidad de entregar, al mayor contingente posible, una formación adecuada, que posibilite su incorporación al proceso productivo nacional, más aún si se tiene en cuenta la gran necesidad de profesionales que existe en la casi totalidad de los sectores económicos.20


Los propósitos de estos institutos eran bien definidos:

1. Desarrollar cursos para la formación de técnicos universitarios en especialidades que, en lo principal, tuviesen relación con las actividades fundamental de la zona, de la empresa o de la mina en que funcionaban. De paso, retenían los estudiantes en la zona o procuraban educación superior a los trabajadores que estaban en condiciones de recibirla. También ampliaban la disponibilidad de plazas universitarias que se ofrecían a los postulantes de la enseñanza media.

2. Impulsar un movimiento cultural y artístico en la región destacando la presencia de la universidad en la zona, promoviendo la extensión universitaria en cursos breves, exposiciones artísticas y el fomento de la práctica del arte, grupos musicales, peñas, conjuntos teatrales, etc., como también el estímulo a la creación de bibliotecas públicas. En ningún caso este movimiento descansaría en la "importación" de eventos, aunque esto no significa que no se trajeran buenos espectáculos para alentar y servir de ejemplo a la población. De todos modos, se prefería estimular y promover el movimiento artístico y cultural con los propios elementos locales, especialmente en ciudades de provincia.

3. Montar laboratorios con base en las mismas industrias para la investigación tecnológica de problemas regionales, tales como lo relacionado con el cobre en las zonas mineras, la agricultura donde correspondiera y hasta los problemas de la industria respectiva si el Instituto Tecnológico estaba instalado en una de ellas (como el caso de la Manufacturera de Papeles y Cartones de Puente Alto, la Industria Textil Sumar, Chilectra de Santiago, etc).

4. Fomentar una íntima relación de la universidad con la sociedad de la zona. Para ello se consultaba oficialmente la incorporación de los organismos e instituciones representativos de la comunidad, como lo establecía en su proyecto la Universidad Técnica del Estado en marzo de 1970:
Deberá considerarse en el Consejo Directivo de los institutos tecnológicos la participación, con derecho a voz, de los organismos sociales representativos de la zona tales como municipalidades, instituciones del Estado, empresas privadas, Central Unica de Trabajadores, asociaciones sindicales, etc., que aportarán, con su participación, al mejor desarrollo de las carreras y, especialmente, al financiamiento, becas, locales, laboratorios, talleres y elementos útiles a la docencia, prácticas, etc. 21
Dónde se crearon
En 1971, estaban funcionando institutos tecnológicos en los siguientes puntos del país: Arica, Calama, Antofagasta, Copiapó, Vallenar, Ovalle, La Serena, Santiago, San Antonio, San Fernando, Rancagua, Talca, Chillán, Concepción, Temuco, Valdivia, Puerto Montt y Punta Arenas, con un total de 5,800 alumnos. En 1972, se agregaron los institutos tecnológicos de Linares, Lota, Angol, Castro, Coyahique y Puerto Aysén, completándose la cifra de 9,692 estudiantes en 24 ciudades. En estos institutos descritos no se han enumerado aquéllos que se crearon en los sitios de trabajo mediante convenios con las empresas y los trabajadores, lo que será materia del próximo capítulo. Para 1973 se tenía: (tabla 25)


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