Los niños y la muerte



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Esto es lo que creo

Sobre la vida

Vive día a día, pero vive cada día como si fuera el último.

Rezo para pedir:

volverme un poco más valiente para afrontar las pruebas de la vida, sin dudar de los altos ideales que me forjé;

enfrentarme a la vida sin miedo, volverme más paciente con los que desfallecen y se apoyan en mí; sacar provecho de los errores que cometí y dejar que se diluyan en mi memoria. ser siempre leal con los que confiaron en mí. Por eso, divino Señor, suplico poder demostrar que el presente vale la pena.

La actividad

Nunca pospongas algo porque parezca desagradable. Puede no ser así; pero, si lo es, sentirás una honda satisfacción cuando lo hayas terminado.



las buenas acciones

Trata de hacer cada día una buena acción para algún semejante, pero sin esperar reconocimiento.



Mis propios asuntos

Procuro mantenerme siempre tan ocupado limpiando el templo de mi alma que no tengo tiempo para escuchar las notas discordantes del carillón del templo de mis vecinos.



Sobre la tolerancia

No basta con ser tolerante, hay que ser imparcial y libre de prejuicios.



Sobre las religiones

Para mí, las religiones son como los radios de una rueda, todos conducen al eje: a la unidad con Dios.



La hermandad de todos los hombres

El que evalúa a sus semejantes basándose en la raza, el credo o el color, pone de manifiesto sus propias carencias y su incompetencia, o padece un desequilibrio emocional. Esas distinciones simplemente carecen de sentido para una persona competente y mentalmente sana. Después de todo, por sus hechos, y sólo por sus hechos, los conoceréis.



Sobre los amigos

Para tener un amigo, compórtate como un amigo.



¡Sonríe!

Procura sonreír siempre, no importa que sea sin motivo. Otras personas tienen problemas. Deja que tu sonrisa sea la ventana de tu alma a través de la cual la luz de ésta pueda brillar e iluminar las vidas de tus semejantes.

¿Aspiras a tener una conciencia superior de 1a vida? Mantén los dos pies en el suelo; los que son demasiado «espirituales» acaban en hospitales mentales.

Sobre la muerte y la inmortalidad

Muchos temen a la muerte; pero sólo nos da miedo lo que no comprendemos. El hombre sólo se asusta si es ignorante. El cuerpo es una morada para el alma, la cual lo utiliza para expresarse durante el tiempo que se nos asigna a cada uno para este viaje terrenal que, a la luz de la eternidad, siempre es breve. Por consiguiente, sólo muere el cuerpo físico; lo que constituye el verdadero «Tú», «Yo» o «Nosotros» va directo a la vida. Morir sólo significa que desechamos el cuerpo del mismo modo en que podemos dejar a un lado un gastado abrigo o pasar de una habitación a otra. En el Eclesiastés, 12:7, leemos: «Polvo eres y a la tierra volverás; y el espíritu regresará a Dios, quien lo dio». Jesús dijo: «Te prepararé un lugar, para que donde esté yo también puedas estar tú». Y al ladrón que estaba en la cruz: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Víctor Hugo, el eminente escritor francés, escribió:

«Soy un alma. Sé muy bien que lo que quedará en la tumba no seré yo. Lo que constituye mi yo, irá a otro lado.

«Cuando baje a la sepultura diré, como muchos otros: "Por hoy he terminado mi trabajo". Pero no puedo decir: "He terminado mi vida". Mi trabajo cotidiano comenzará a la mañana siguiente. La tumba no es un callejón sin salida; es una vía que se cierra con el crepúsculo y se abre al amanecer.

»No seamos ingratos con la muerte, seámosle justos. No es, como se ha dicho, una perdición y una trampa; es un error pensar que aquí, en la oscuridad de la sepultura, se nos acaba todo. Allí se vuelve a encontrar todo otra vez. La tumba es un lugar de restitución, donde el alma se libera del cuerpo, de la necesidad, de sus cargas y fatalidades y recobra su plenitud. La muerte es la mayor liberación, el paso más elevado; el que en la tierra no ha sido más que virtuoso se vuelve hermoso; el que ha sido hermoso se vuelve sublime.

»Con el anochecer ha llegado el fin de mi viaje, y mi posterior resurrección en un plano de la vida más hermoso.

»Y, en cuanto a ti —si me echas de menos—, en realidad no me he ido, sólo me he transformado, me he liberado de mi frágil envoltura, de mi cuerpo físico.

"Pero te volveré a ver y tu corazón se regocijará" (Juan, 16:22).

»Que nuestro Padre Celestial te conceda la paz de la comprensión; te bendiga, te guíe, te proteja y cuide de ti hasta que nos volvamos a encontrar.»

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