Dejarlos marchar
¿El día de la separación será acaso el día de la reunión? ¿Y quizá se dirá
que mi ocaso fue en realidad mi amanecer? Kahlil gibran El profeta
Dejar partir es uno de los trances más difíciles de la vida. Hay que empezar a hacerlo cuando, al nacer, el bebé debe permanecer en el hospital un día o dos más que la madre, quien naturalmente pensaba llevarse ese paquetito de felicidad a su casa.
Años más tarde, aprendemos a dejar partir a los niños a la guardería o a la escuela. A los papás parece que los afectan menos «las despedidas», puesto que son muchos los que deben irse antes de que los niños suban ilusionados al autobús escolar en su primer «gran día». Después, escuchan cómo fue todo, pero no estaban allí cuando llegó el autobús, cuando un indeciso niño estuvo a punto de darse media vuelta y echar a correr hacia los brazos de su madre.
Luego debemos dejar a nuestros hijos cuando el médico dice que hay que ingresarlos porque tienen apendicitis y hay que prepararlos para la operación. Si bien son «pequeños traumas», de algún modo constituyen una preparación para que los padres no piensen que sus hijos estarán siempre con ellos.
Una mujer escribe a su propia madre, explicándole sus sentimientos sobre la maternidad:
«De una madre a otra:
»Laura se acaba de ir. Son las seis y cuarto de la mañana y aún está oscuro. Pensé que yo podría dormirme otra vez, pero no hay forma: estoy demasiado excitada. Esto es lo que pasa cuando se es madre. Es posible que a veces sólo lo comprenda otra madre. Laura no quiso que la llevase al aeropuerto, prefirió coger un taxi e irse sola. Nos dimos un fuerte abrazo y un montón de besos, con muchos "te quiero y que lo pases muy bien" y se fue, ella solita, y yo me he quedado aquí.
»Laura ya ha emprendido sola otras aventuras: ir de acampada, el primer día de clase, e incluso de pequeña fue sola una vez en avión. Pero ahora es algo diferente. Tiene trece años y quiere hacerlo todo sola. "No te preocupes, mami, estaré bien." Recuerdo perfectamente cuando yo te lo decía a ti.
»Y realmente no estoy preocupada y me siento orgullosísima de que quiera hacerlo sola. Sin embargo hay una emoción soterrada difícil de definir. Intuyo que conoces ese sentimiento inherente al hecho de ser madre.
»Laura estará fuera una semana y luego, por supuesto, regresará. Pero sé que se volverá a ir, una y otra vez, y probablemente cada vez que regrese será algo diferente.
»A lo mejor es que la nebulosa mañana se despeja de improviso, o quizá sea la serena quietud de la casa a primera hora de la mañana... Por primera vez siento la perspectiva del tiempo, de cómo la vida de mi hija sólo está de paso por la mía, y de cómo algún día se irá "valiéndose por sí misma".
»Es un sentimiento bonito. Laura está madurando sana, y feliz. Emocionalmente intuyo que el tiempo que pasa conmigo, con su mamá, es realmente corto en el contexto de su vida y la mía.
»Pero ¿adónde va? Se va hacia el sur a visitar a sus abuelos, mis padres, retrocediendo una generación. Esto también está bien, en el contexto de las cosas, en su vida y en la tuya.
»Empecé este monólogo pensando en mí y en lo que significa ser una madre. Ahora pienso en ti y en tu hijo, mi hermano, que murió hace tres años. Pensamos más en Alan de lo que hablamos de él.
»Se fue, y el tiempo que pasó por tu vida fue demasiado corto. Todas las veces que se fue "para arreglárselas por sí solo", regresó, y cada vez era un poco diferente. Pero, mamá, eso es lo que implica ser madre, aunque su última partida fue incomprensible Creo que ahora, de madre a madre, lo comprendo mejor. El tiempo que tenemos con nuestros hijos es limitado; deben irse. El tiempo que tenemos con nuestros hijos es eterno, aunque se vayan. Debemos apreciar el tiempo que pasamos con nuestros hijos.
»No quisiera haberte entristecido. La partida de un hijo forma parte de lo que significa ser madre. Y eso, sea cual sea la circunstancia, no es triste, es increíblemente especial.
»Te quiero, mamá.
»Dale un fuerte abrazo y muchos besos a mi hija que también es tuya. Sé que disfrutas el tiempo que pasas con ella y también conmigo, tu hija. Posiblemente por eso sabía que comprenderías... mis sentimientos de madre.
»Tu hija Netta.»
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