Ma gyan darshana



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PRESCRIPCIONES




Conéctate en la salud con el cuerpo

Estar en contacto con el cuerpo significa tener una profunda sensibilidad. Tal vez ni siquiera sientas tu cuerpo; sucede que sólo cuando uno está enfermo siente su cuerpo. Hay dolor de cabeza, entonces sientes la cabeza; sin el dolor de cabeza no hay contacto con la cabeza. Hay dolor en la pierna y te vuelves consciente de ella. Te vuelves consciente sólo cuando algo está mal.

Si todo está bien permaneces sin ninguna consciencia. Y en realidad ése es el momento en que debe hacerse el contacto, cuando todo está bien, porque cuando algo está mal entonces el contacto se establece con la enfermedad, con algo que está mal y donde ya no está la sensación de bienestar.

Tienes una cabeza en este momento; luego viene el dolor de cabeza y estableces el contacto. ¡El contacto no se hace con la cabeza sino con el dolor! El contacto con la cabeza sólo es posible cuando no hay dolor y está llena de bienestar.

Pero casi hemos perdido esa capacidad. No tenemos ningún contacto cuando estamos bien, de manera que nuestro contacto sólo es una medida de emergencia. Hay dolor de cabeza: se necesita una reparación, se necesita un medi­camento. Algo debe hacerse, de modo que se establece el con­tacto y se hace algo. Trata de establecer el contacto con tu cuerpo cuando todo está bien.

Acuéstate en el pasto, cierra los ojos y percibe la sensación que ocurre por dentro, el bienestar que burbujea en tu interior. Acuéstate en un río. El agua toca tu cuerpo y todas las células se refrescan. Siente por dentro cómo entra esa frescura, célula por célula, y penetra profundamente en el cuerpo. El cuerpo es un gran fenómeno, uno de los milagros de la naturaleza.

Siéntate bajo el sol. Deja que los rayos penetren el cuerpo. Siente la calidez mientras se mueve por dentro, entra más, toca tus células sanguíneas y llega hasta los huesos. El sol es vida, su fuente misma. Así, con los ojos cerrados, siente lo que pasa. Permanece alerta, observa y disfruta.

Con el tiempo te harás consciente de una armonía muy sutil, una música muy hermosa que se da continuamente en tu interior. Tienes contacto con el cuerpo; si no lo haces, estarás cargando un cuerpo muerto.

Así que hay que tratar de ser cada vez más sensible con el cuerpo. Escúchalo; dice muchas cosas, y estás tan orientado sólo a la cabeza que no lo escuchas. Cuando hay un conflicto entre tu mente y tu cuerpo, el cuerpo casi siempre tendrá la razón más que tu mente. Porque el cuerpo es natural, la mente es social; el cuerpo pertenece a la vasta naturaleza y la mente pertenece a la sociedad, tu sociedad específica, la generación y la época. El cuerpo tiene raíces profundas en la existencia y la mente sólo flota en la superficie. Pero siempre escuchamos a la mente, nunca al cuerpo. Debido a esa antigua costumbre se pierde el contacto.

Todo el cuerpo vibra en torno al centro del corazón, tal como el sistema solar se mueve alrededor del sol. Comenzamos a vivir cuando el corazón empezó a latir y moriremos cuando deje de hacerlo. El corazón sigue siendo el centro solar de tu cuerpo. Permanece alerta. Pero puedes llegar a estar alerta, con el tiempo, sólo si estás alerta a todo el cuerpo.



Meditación en movimiento

Deja que tu meditación sea más y más de movimiento. Por ejemplo, correr, nadar o bailar pueden ser una meditación hermosa. La consciencia debe añadirse al movimiento. Movi­miento más consciencia: ésa es la fórmula para ti. Corre, pero con plena consciencia; mantente alerta.

Es natural y fácil mantenerse alerta mientras estás en movimiento. Cuando estás sentado en silencio, lo natural es dormirse. Cuando te encuentras acostado en la cama es muy difícil mantenerse alerta porque toda la situación ayuda a quedarse dormido. Pero naturalmente en el movimiento, no te quedas dormido. Funciona de manera más alerta. El único problema es que el movimiento puede hacerse mecánico. Puedes estar corriendo mecánicamente. Puedes convertirte en experto, en un corredor profesional; entonces no hay nece­sidad de estar alerta. El cuerpo sigue corriendo como un mecanismo, un autómata; entonces se pierde el sentido del asunto.

Nunca te conviertas en un experto en correr. Sigue siendo un aficionado, de modo que permanezca el estado de alerta. Si alguna vez sientes que correr se ha vuelto automático, déjalo. Intenta nadar. Si esto también se vuelve automático, entonces baila. Lo que hay que recordar es que el movimiento sólo es una situación para crear consciencia. Mientras cree consciencia es bueno; si deja de crear conciencia ya no sirve. Cambia a otro movimiento donde tengas que estar alerta otra vez. Nunca dejes que ninguna actividad se vuelva automática.



Imagínate correr

Si puedes correr, no hay necesidad de otra meditación: ¡es suficiente! ­

Cualquier acción en que puedas ser total se convierte en meditación, y correr es tan hermoso que puedes perderte total­mente en ello. Estás en contacto con todos los elementos: el sol, el aire, la tierra y el cielo. Estás en contacto con la existencia. Cuando corres la respiración profundiza naturalmente y em­pieza a masajear el centro hara, que de hecho es el centro de donde se libera la energía meditativa. Está justo dos pulgadas debajo del ombligo. Cuando la respiración se profundiza masajea ese centro y lo hace estar vivo.

Cuando tu sangre está pura y no entorpecida por tóxicos y basura, (está roja y viva, llena de alegría, y cada gota baila dentro de ti), estás en el ánimo adecuado para atrapar la meditación. Entonces no hay necesidad de hacerla: ¡sucede! Correr contra el viento es una situación perfecta. Es la danza de los elementos.

Mientras corres, no puedes pensar: si piensas, entonces no estás corriendo como debe ser. Cuando corres totalmente, el pensamiento se detiene. Te ligas tanto a la tierra que la cabeza ya no funciona. El cuerpo está en tal actividad que ya no queda energía para que la cabeza siga; el pensamiento se detiene.

En la meditación llegarás una y otra vez a estos momentos que vienen al correr, y al correr llegarás una y otra vez a los momentos que vienen con la meditación. Con el tiempo, ambos métodos se unirán en uno solo. No habrá necesidad de hacerlos por separado: puedes correr y meditar, puedes meditar y correr.

Intenta alguna vez esta técnica: acostado en la cama, imagina que estás corriendo. Imagina toda la escena: los ár­boles, el viento, el sol, toda la playa y el aire salado. Imagina todo, visualízalo y hazlo lo más coloridamente que sea posible.

Recuerda cualquier mañana que te haya gustado mucho, cuando estabas corriendo en alguna playa o en algún bosque. Deja que te llene por completo; incluso el olor de los árboles, los pinos, o el olor de la playa. Deja que cualquier cosa que te haya gustado mucho esté ahí casi como si fuese real; luego corre en tu imaginación.

Verás que tu respiración cambia. Sigue corriendo... y lo podrás hacer largas distancias. No tiene fin; lo podrás hacer durante horas. Te sorprenderás de que incluso al hacer esto sobre la cama, otra vez alcanzarás esos momentos en que la meditación, de pronto está allí.

De modo que si un día no puedes salir a correr por alguna razón, (porque estás enfermo, la situación no lo permite o no vale la pena correr en la ciudad), si no puedes correr, puedes hacer esta meditación y alcanzarás los mismos momentos.



Convéncete de relajarte

Para la relajación sencillamente hay que relajarse, sin pensar en nada; es justo lo contrario de la concentración. Te diré un método que puedes empezar a hacer por la noche.

Justo antes de dormirte, siéntate en una silla. Ponte cómo­do; la comodidad es la parte más esencial. Para la relajación uno debe estar muy cómodo, así que hazlo. Toma cualquier postura que quieras en la silla, cierra los ojos y relaja el cuerpo. Desde los dedos de los pies hasta la cabeza, siente por dentro dónde hay tensión. Si la sientes en la rodilla, relaja la rodilla. Sólo toca la rodilla y dile: "Por favor, relájate". Si sientes alguna tensión en los hombros, sólo toca el lugar y dile: "Por favor, relájate".

En una semana podrás comunicarte con tu cuerpo, y una vez que empieces a hacerla, las cosas se volverán muy fáciles.

No es necesario forzar al cuerpo; puedes convencerlo. No es necesario luchar contra el cuerpo. Eso es violento y agresivo, y cualquier tipo de conflicto creará más tensión. Así que no es necesario que estés en conflicto: que la comodidad sea la regla. Y el cuerpo es un regalo tan hermoso por parte de la existencia, que luchar contra él es negar la existencia en sí. Es un santuario y estamos guardados preciosamente en él, es un templo. Existimos en él y tenemos que cuidarlo; es nuestra responsabilidad.

Así que durante siete días haz lo siguiente. Parecerá un poco absurdo al principio porque nunca nos han enseñado a hablar con nuestro cuerpo, y hay milagros que se dan a través de él. Lo primero es relajarte en la silla, en la oscuridad o con poca luz, como prefieras; pero la luz no debe ser brillante. Dile a todos: "Durante los próximos veinte minutos no debe haber ninguna interrupción, ninguna llamada telefónica, nada en absoluto''. Durante esos veinte minutos será como si el mundo no estuviera allí.

Cierra las puertas, relájate en la silla, con ropa suelta para que nada te apriete, y empieza a sentir dónde está la tensión. Encontrarás muchos puntos de tensión. "Primero tienen que relajarse éstos, porque si el cuerpo no está relajado, la mente tampoco lo estará. El cuerpo crea la situación para que ésta se relaje. El cuerpo se convierte en el vehículo' de relajación.

Sigue tocando el lugar, donde encuentres alguna tensión, toca tu propio cuerpo' con amor profundo y compasión. El cuerpo' es tu sirviente y no le has pagado nada a cambio; es sencillamente un regalo. Y es tan complejo; que la ciencia aún no ha sido capaz de hacer algo parecido.

Pero nunca pensamos en eso; no amamos al cuerpo. Al contrario, nos enoja. El cuerpo es uno de las chivos expiatorios más antiguos. Puedes echarle la que sea; el cuerpo' es mudo y no puede responder, no puede decir que estás equivocado. Así que, digas la que digas, el cuerpo no tiene una reacción en contra.

Recorre todo el cuerpo y rodéalo de compasión cariñosa, con gran comprensión y cuidada. Esto' tomará por la menos cinco minutos, y empezarás a sentirte muy, muy lánguido y relajado, casi somnoliento.

Luego lleva tu consciencia a la respiración, relaja la res­piración. El cuerpo es nuestra parte más externa, la consciencia la más interna, y la respiración es el puente que los une. De modo que cuando el cuerpo esté relajado, cierra los ojos y Observa tu respiración; también relájala. Conversa un poco con la respiración: "Por favor, relájate; sé natural'. Verás que cuando lo digas habrá un leve chasquido.

Por lo general, la respiración se ha vuelto antinatural y hemos olvidado cómo relajarla; estamos tensos tan constan­temente que se ha vuelto habitual que la respiración perma­nezca tensa. Sólo dile dos o tres veces que se relaje y luego quédate en silencio.




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