Ma gyan darshana


Mantente tranquilo, calmado y conectado



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Mantente tranquilo, calmado y conectado




DIAGNOSTICO

"Hay tres cualidades que se desarrollan conforme se profundiza en la meditación. Por ejemplo, empiezas a sentirte amoroso sin razón alguna. No el amor que conoces, en el que tienes que caer: no enamorarte, sino sólo una cualidad de ser amo­roso, no sólo con los humanos. Conforme tu meditación se profundice, empezarás a ser amoroso no sólo con la humani­dad sino con los animales, los árboles e incluso las rocas y las montañas.

Si sientes que algo queda fuera de tu amor, significa que estás estancado. Tu cualidad de ser amoroso debe extenderse a toda la existencia. Conforme tu meditación se eleva, tus cualidades más bajas empiezan a ser desechadas. No puedes manejar ambas. No puedes enojarte con tanta facilidad como antes. Lentamente se volverá imposible enojarse. Ya no puedes traicionar, hacer trampa ni explotar de ninguna manera. Ya no puedes herir. Tu patrón de comportamiento irá cambiando con el cambio de tu consciencia interna.
Ya no caerás en estos momentos tristes en los que sueles caer: frustración, derrota, tristeza, falta de sentido, ansiedad, angustia; todo esto se volverá extraño poco a poco.

Llegará un momento en que aún si quieres enojarte encontrarás que es imposible; habrás olvidado el lenguaje del enojo. La risa vendrá con más facilidad. Tu rostro y tus ojos estarán alumbrados con una luz interior. Sentirás que te has vuelto ligero, como si la gravedad fuera menos fuerte que antes. Habrás perdido peso porque todas esas cualidades son muy pesadas: enojo, tristeza, frustración, engaño. Todos esos senti­mientos son muy pesados. Tú no lo sabes, pero pesan en tu corazón y te vuelven duro.

Conforme crece la meditación sentirás que te vuelves suave, vulnerable. Así como la risa será fácil para ti, las lágrimas también lo serán. Sin embargo, esas lágrimas no serán de tris­teza ni de pesar; sino de alegría, de éxtasis; serán lágrimas de gratitud. Dirán lo que la palabra no puede; esas lágrimas serán tus plegarias.

Por primera vez sabrás que las lágrimas no sólo expresan tu dolor, desolación y sufrimiento; así es como las hemos utilizado. No obstante, tienen un propósito mucho más gran­de que cumplir: son inmensamente hermosas cuando surgen como expresión del éxtasis.

Encontrarás, en general, expansión; verás que te éstas expandiendo, te estás volviendo más y más grande. No en el sentido del ego sino que tu consciencia se está extendiendo, está abarcando gente, tus manos se hacen más grandes al abrazar a gente lejana, las distancias se hacen pequeñas, aunque estén muy lejos, las estrellas están cerca, pues tu consciencia tiene alas.

Y es tan claro y cierto que no surge la menor duda. Si surge la duda, significa que estás estancado; entonces ponte más alerta,

pon tu energía con más intensidad en la meditación. Pero si esto llega sin que haya duda...

Este mundo es extraño: si eres miserable, si sufres, nadie te dice que alguien te ha lavado el cerebro, que alguien te ha hipnotizado, pero si estás sonriendo, bailando alegremente en la calle, cantando una canción, la gente se escandaliza. Te dice: "¿Qué estás haciendo? Alguien te ha lavado el cerebro. ¿Estás hipnotizado o te has vuelto loco?".

En este mundo extraño el sufrimiento es aceptado como natural, la angustia es aceptada como natural. ¿Por qué? Por­que siempre que estás sufriendo y estás desolado haces que la otra persona se sienta feliz de no estar tan desolado, de no ser tan infeliz. Le das una oportunidad de mostrarte simpatía, y la simpatía no cuesta nada.

No obstante, si eres feliz y estás en éxtasis, esa persona no puede sentirse más feliz que tú; queda por debajo de ti. Siente que algo va mal con él. Tiene que condenar, pues si no tendría que pensar en sí mismo, y eso le da miedo. Todo mun­do tiene miedo de pensar en sí mismo porque significa cam­biar, transformar, ir más allá de los propios procesos.

Es fácil aceptar gente con cara triste, es muy difícil aceptar gente que ría. No debería ser así. En un mundo mejor, un mundo con gente más consciente, no debería ser así, sino justamente lo opuesto; que cuando sufrieras la gente te preguntara: "¿Qué pasa? ¿Algo va mal?", y cuando estuvieras feliz y bailando en la calle, la gente al pasar se uniera y bailara contigo, o al menos se sintiera feliz de verte bailar. No dirían que estás loco, pues bailar, cantar y ser alegre no es de locos; la desolación es de locos. Sin embargo, la locura es aceptada.

Conforme se desarrolla tu meditación, debes estar cons­ciente de que estarás creando mucha crítica a tu alrededor y


la gente te dirá: "Algo está mal contigo. Te hemos visto sentado solo sonriendo. ¿Por qué estabas sonriendo? No es sano". Estar triste es sano, pero sonreír no es sano.

Para la gente será rudo insultarte y que no reacciones. Simplemente dices "gracias" y sigues tu camino. Es rudo para ellos porque insulta profundamente al ego de la persona. Te quiso sumir en el drenaje y tú no aceptaste; ahora está solo en el drenaje. No te puede perdonar.

Así que si estas cosas empiezan a pasar, puedes estar seguro de que vas por el camino correcto. Pronto la gente con enten­dimiento, con experiencia, empezará a ver los cambios en ti. Empezarán a preguntarte qué te ha sucedido, cómo te ha suce­dido. "También querríamos que nos sucediera a nosotros". ¿Quién quiere ser miserable? ¿Quién quiere permanecer con­tinuamente en la tortura interna?

Conforme tu meditación se haga más profunda, todas esas cosas empezarán a suceder: alguien te condenará, alguien creerá que estás loco, alguien con algún entendimiento te preguntará: "¿Qué te ha pasado y cómo puede pasarme a mí?".

Permaneces centrado, enraizado, basado en tu ser. No importa qué suceda alrededor. Te has convertido en el centro del ciclón, y sabrás cuando eso suceda. No hace falta preguntar: "¿Cómo lo sabremos?". ¿Cómo sabes que te duele la cabeza? Simplemente lo sabes.

Uno de mis maestros en la escuela era un hombre muy extraño. El primer día de clases nos dijo: "Recuerden una cosa: no creo en el dolor de cabeza, no creo en el dolor de estómago; sólo creo en las cosas que pueda ver. Así que si quieren estar libres de la escuela un día, no pongan la excusa de un dolor de cabeza o de estómago; tienen que mostrarme algo real".


Era considerado un hombre muy estricto. Era difícil con­seguir incluso una hora libre. Justo enfrente de su casa había dos árboles kadamba, muy hermosos. Al atardecer salía a caminar y regresaba ya casi de noche.

Entonces el primer día yo dije: "Esto tiene que arreglarse". Me subí a uno de los árboles y cuando él pasaba por debajo le dejé caer una piedra en la cabeza. El gritó. Yo me bajé y pre­gunté: “¿Que pasa?”.

Él dijo: "Me duele, y tú preguntas qué pasa".

Yo dije: "Tienes que mostrado. A menos que me lo muestres no te creeré. ¡Soy tu alumno! Nunca se lo menciones a nadie. No quiero que mañana me llames a la oficina del director porque tendrás problemas. Tendrás que mostrar tu herida, tendrás que ponerla sobre la mesa, de otra forma es sólo ficción; lo has inventado; es imaginación. ¿Por qué habría de subirme a un árbol enfrente de tu casa? Nunca lo he hecho en toda mi vida. ¿De repente enloquecí?".

Él dijo: "Mira, entiendo lo que quieres que entienda, pero no se lo digas a nadie. Si tienes un dolor de cabeza, yo lo acep­taré, pero no se lo digas a nadie porque es un principio que he sostenido toda mi vida. Estoy haciendo una excepción".

Yo dije: "Está bien. No me preocupan los demás. Sólo entiende que cuando levante la mano, así sea un dolor de cabeza o un dolor de estómago, algo invisible, tendrás que dejarme ir".

Todo el grupo estaba sorprendido: "¿Qué pasa? En el momento en que mueves la mano, él simplemente dice: '¡Sal! ¡Sal inmediatamente!' Y durante todo el día quedas libre de su tortura. ¿Cuál es el significado de ese movimiento de mano, qué quiere decir y por qué lo afecta tanto?".

Tú lo sabrás; es mucho más profundo que un dolor de cabeza y mucho más profundo que un dolor de estómago; es
mucho más profundo que un dolor de corazón. Es un dolor del alma; lo sabrás.


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