Magia, ciencia y religióN



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¡Causad! ¡Hacedlo! ¡Sed eficientes!

¡haced que venga!

¡haced que se vaya!

Mis abuelos, los de nombre Polu, etc.

y vosotros, baloma recientes, abuelo Muakenuva y padre Iowana.
Esta traducción libre sigue siendo en gran medida ambigua, pero ha de ponerse el acento en que tal ambigüedad también existe en la mente del hombre que mejor conoce la fórmula. Cuando preguntaba a Bagido'u qué era lo que había de venir y de irse, éste me expresaba su opinión por medio de conjeturas. Una vez me dijo que la referencia apuntaba a las plantas que habían de nacer en la tierra y, en otra ocasión, pensaba que se trataba de que eran las plagas de los huertos los que habían de irse. Tampoco estaba claro si «ir» y «venir» tenían o no el carácter de una antítesis. Pienso que la interpretación correcta ha de insistir en el vaguísimo significado de u'ula, que es tan sólo una suerte de invocación. Se cree así que las palabras tienen en ellas algún poder oculto y que ésta es su función principal. El tapuala, que no presenta ambigüedades, explica el propósito exacto del hechizo.

Es también digno de tenerse en cuenta el hecho de que el u'ula contiene elementos rítmicos en la simetría según la que están colocados los cuatro grupos de palabras. Además, si bien el número de veces que se repite el término vatuvi varía (de hecho yo oí salmodiar esta fórmula siete veces), el caso es que, en ambos períodos, se repite por igual número de veces. La aliteración de la fórmula tampoco es, a no dudarlo, accidental, como la que se encuentra en muchos otros hechizos.

Me he extendido un poco en esa fórmula porque la trato como representativa de las demás, lo cual se aducirá sin detallar el análisis.

La segunda fórmula en la que se mencionan los nombres de los antepasados se pronuncia en el iowota, cuando el towosi golpea la tierra en la que van a plantarse los huertos. Esta fórmula comienza así:


Tudava, Tu Tudava,

Malita, Ma Malita, etc.
mencionándose aquí los nombres de dos héroes ancestrales sobre los que existe un ciclo mitológico. Se proclama en un sentido a Tudava como el antepasado de los Tabalu (el más aristocrático subclán, y el que gobierna Omarakana), aunque sin duda alguna éste perteneció al clan Lukuba (mientras que los Tabalu pertenecen al clan Malasi).

En otra fórmula se invocan también esos dos nombres, fórmula que se pronuncia sobre ciertas hierbas usadas en la magia de los sembrados, y sobre ciertas estructuras de madera que sólo se construyen para fines mágicos y cuyo nombre es el de kamkokola. La fórmula comienza así:


Kailola, lola; Kailola, lola;

Kaigulugulu; Kaigulugulu;

Kailalola Tudava,

Kaigulugula Malita,

Bisipela Tudava, bisila'i otokaikaya, etc.
lo que en traducción libre significa: «Bajad [vosotras, las raíces]; horadad [la tierra, vosotras, las raíces]; [ayúdalas a] bajar, oh Tudava; [ayúdalas a] horadar [la tierra], oh Malita; Tudava trepa [lit. cambia]; [Tudava] se coloca en el Tokaikaia» (esto es, en la plataforma de los baloma).

En el sistema de magia hortícola de Omarakana no existen referencias especiales a ningún lugar sagrado de las proximidades del poblado.51 La única acción ritual que se celebra en relación con los baloma durante esa ceremonia es de carácter sumamente baladí: tras recitar el hechizo apropiado sobre el primer taro que se ha sembrado en un baleko (una parcela de huerto, la unidad económica y mágica de la horticultura), el hechicero construye una cabaña y una verja en miniatura con ramas secas, lo que se llama si buala baloma («los baloma, su casa»). No se dice ningún conjuro sobre ella, ni tampoco pude descubrir ninguna tradición ni obtener información complementaria alguna sobre ese pintoresco acto.

Otra referencia a los baloma, y ésta mucho más importante aunque no tenga lugar en el transcurso de una ceremonia, es la exposición u ofrenda a los espíritus del ula'ula, o paga recibida por la magia. Los miembros de la comunidad entregan el ula'ula al towosi (el hechicero hortícola) y esta dación consiste generalmente en pescado, aunque también puede estar compuesta de nueces de betel o cocos, o de tabaco en nuestros días. Todo eso se expone en la cabaña, el pescado únicamente en forma de una porción pequeña de lo que es todo el regalo y, que yo sepa, cocinado ya. Mientras el brujo salmodia en su cabaña sobre las hojas e implementos mágicos, antes de llevarlos al huerto, el ula'ula ofrecido al baloma ha de exponerse en algún lugar de las proximidades de la sustancia tratada. Este ofrecimiento del ula'ula a los baloma no es un rasgo particular de la magia hortícola de Omarakana, sino que se obtiene en todos los demás sistemas.

El otro sistema (el momtilakaiva) al que hicimos referencia contiene sólo una fórmula en la que hay una lista de baloma. Lo omito aquí en razón de que se parece al expuesto arriba, pues sólo son diferentes sus nombres respectivos. Sin embargo, el papel que los baloma representan en este sistema de magia es mucho más pronunciado, pues en una de las principales ceremonias, en la de los kamkokola, tiene lugar una ofrenda a los baloma. Los kamkokola son erecciones grandes y macizas que consisten en postes verticales de 3 a 6 metros de altura y postes oblicuos de la misma longitud inclinados contra ellos. Los dos postes laterales del kamkokola están apuntalados contra una bifurcación también lateral del poste erecto, bifurcación formada por el tallo de una rama saliente. Vistas desde arriba, las construcciones presentan un ángulo recto o la forma de la letra L, con el poste vertical en el ángulo. Vistos de lado se parecen en cierto sentido a la letra griega . Estas, estructuras no poseen importancia práctica alguna y su única función es de carácter mágico. Constituyen el prototipo mágico, por así decir, de los postes que se colocan en el suelo para aguantar la viña de taitu. Los kamkokola, aunque representan un mero objeto mágico, requieren, sin embargo, una mano de obra considerable para erigirlos. Los pesados postes han de traerse a menudo de muy lejos, pues son pocos los que pueden hallarse en el matorral vecino a la localidad, boscaje que se corta cada cuatro o cinco años. Los hombres se ocupan semanas enteras en buscar, talar y traer a los poblados el material para los kamkokola, y con frecuencia suele haber querellas sobre el robo de esos postes.

El ritual del kamkokola ocupa en todos los sistemas dos jornadas; además existe un descanso obligatorio de cuatro o más días para reponerse del trabajo de los campos, descanso que precede a la celebración mágica. El primer día de la magia propiamente dicha se consagra, en el sistema momtilakaiva, a salmodiar sobre los campos. El hechicero, asistido quizá por uno o dos hombres, camina por todo el huerto —en torno a tres cuartos de milla a campo través en el caso que presencié yo— y va cantando su hechizo en cada parcela, inclinándose sobre uno de los postes oblicuos del kamkokola. Mira a la parcela y salmodia con voz tan alta, que llegue a toda ella. Tiene que recitar así unas treinta o cuarenta veces.

Es el segundo día el que realmente es de interés en esta coyuntura porque en él se celebra una ceremonia en los huertos en la que todos los poblados toman parte y en la que se dice que participan los mismos baloma. El objeto de esta ceremonia consiste en encantar ciertas hierbas que se colocarán en el suelo, al pie de los kamkokola, y también en la juntura de los postes verticales y oblicuos. En la mañana de tal día todo el poblado se afana en preparativos: los grandes pucheros de barro que se usan para hervir la comida en las celebraciones de fiesta se colocan sobre las piedras que los soportan y despiden burbujas y vapor mientras las mujeres se mueven en su torno y vigilan la cocción. Algunas amasan su taitu en el suelo, entre dos chapas de piedra calentada al rojo. Todo el taitu cocido y amasado habrá de llevarse al campo y, allí se distribuirá de manera ceremonial.

Mientras tanto, algunos hombres se han ido al matorral, otros hasta la misma orilla de la mar y otros al raiboag (el arbolado cerro pedregoso) para conseguir allí las hierbas que se precisan para la magia. Habrán de traerse grandes manojos, puesto que después de la ceremonia las hierbas encantadas se distribuirán entre todos los hombres y cada uno tomará su parte para usarla en la propia parcela.

Sobre las diez de la mañana, yo salí para el campo en compañía de Nasibowa'i, el towosi de Tilakaiva. Tenía éste una gran hacha de ceremonias que le colgaba de un hombro, instrumento que, de hecho, utiliza en varios actos, mientras que Bagido'u. el de Omarakana nunca hace uso de él. Luego que hubiéramos llegado y que nos hubiésemos sentado en el suelo, esperando hasta que todos estuvieran presentes, las mujeres comenzaron a agruparse una detrás de la otra. Llevaba cada una un plato de taitu sobre la cabeza y eran bastantes las que traían un niño de la mano y otro a horcajadas en las caderas. El lugar en que había de celebrarse la ceremonia estaba situado en un punto en el que el camino procedente de Omarakana penetraba en el huerto de Tilakaiva. A aquel lado de la empalizada había un denso matorral, ya en su segundo año de crecida; el otro huerto estaba inculto y con la tierra desnuda, y en la distancia, a través de la bastante tupida aglomeración de postes plantados para aguante de las viñas de taitu, se veía el cerro arbolado del raiboag, así como varios bosquecillos. Dos filas de viñas de taitu especialmente lucidas se extendían a lo largo del sendero y, frente a mí, formaban un bonito espaldar. Terminaban por aquella parte con dos kamkokola especialmente logrados, a cuyos pies había de celebrarse la ceremonia y a los que había de llevar hierbas el mismo hechicero.

Las mujeres se sentaban a lo largo de la avenida y a ambos lados de los campos. Tardaron algo así como media hora en reunirse, tras de lo cual colocaron en montoncitos la comida que traían, haciendo uno para cada hombre presente y dividiendo entre los distintos montones cada contribución. Por este tiempo todos los hombres, muchachos, muchachas y niños pequeños ya habían llegado y, al estar presente todo el poblado, la ceremonia comenzó. Fue ésta inaugurada por el normal sagali (distribución); un hombre fue caminando junto a los montones de comida y en cada uno de ellos nombró a uno de los presentes, tras de lo cual esa porción (que se había colocado en un plato de madera) la tornó una mujer (pariente del hombre que había sido nombrado) y la llevó al poblado. Las mujeres se iban yendo así a aquél, llevándose con ellas a los niños y lactantes. Se dijo que esta parte de la ceremonia era a beneficio de los baloma y el alimento así distribuido se llama baloma kasi (comida de los baloma), afirmándose que los espíritus desempeñan cierto papel en esos procedimientos y que están presentes y se complacen en los comestibles. Aparte de estas generalidades, sin embargo, me fue absolutamente imposible obtener explicación más definida o detallada de los nativos, incluyendo al propio Nasibowa'i.

Una vez que las mujeres se hubieron ido, se expulsó a los mancebos que se habían quedado rezagados puesto que la ceremonia propiamente dicha había de comenzar. Incluso yo y «mis muchachos» hubimos de pasar al otro lado de la empalizada. La ceremonia consistía simplemente en el recitado de un hechizo sobre las hojas. Se colocaron grandes manojos de éstas sobre una estera extendida en el suelo y Nasibowa'i se puso en cuclillas en frente de ellas y salmodió su hechizo exactamente sobre las hierbas mismas. En cuanto hubo acabado aquél los hombres se abalanzaron sobre las hojas, y cada uno tomó un manojo y corrió a su parcela de huerto para colocarlas bajo y sobre los kamkokola. Con ello concluyó la ceremonia que, incluida la espera, había durado una hora bien holgada.

También, en la momtilakaiva, uno de los hechizos se refiere a un «bosquecillo sagrado» (kaboma) llamado Ovavalive. Este lugar (un vasto grupo de árboles que evidentemente no han sido talados por generaciones) está situado muy cerca de los poblados de Omarakana y Tilakaiva. Tal lugar es tabú y la pena infringida por incumplir la prohibición consiste en la hinchazón de las partes pudendas (¿elefantiasis?). Nunca exploré su interior por miedo no tanto al tabú como a las pequeñas garrapatas rojas (sarna del matorral) que son allí una verdadera plaga. Para celebrar uno de los ritos mágicos el Towosi de Tilakaiva se adentra en este bosque sagrado y coloca un gran tubérculo de una especie de ñame llamada kasi iena sobre una piedra, lo cual es un ofrecimiento que se hace a los baloma.

El hechizo dice:



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