Muerte en el Barranco de las Brujas



Yüklə 2,17 Mb.
səhifə14/27
tarix16.12.2017
ölçüsü2,17 Mb.
#35022
1   ...   10   11   12   13   14   15   16   17   ...   27

____________________________

-SI NO FUERA porque es imposible, diría que ese tipo del todo terreno deportivo ha querido echarnos de la carretera -dijo Tarmer.

Siren se bajó del asiento de la moto, temblorosa.

-Se ha acercado demasiado. ¿Tienes idea de quién era?

-Todo el mundo lleva todo terrenos deportivos en estos tiempos. Podría ser cualquiera. En un momento dado lo teníamos encima, y al cabo de otro momento había desaparecido. Qué extraño.

Siren mró hacia el fondo de la carretera oscura, ciñndose al cuello los bordes de su chal gris.

-Creo que había otro coche. El oso se cayó de la moto -era mentira-. no veía nada -era verdad.

-Maldita sea -dijo Tanner, apoyándose en la moto, con precaución de no tocar el motor caliente.

Jess estaba de pie tras el ventanal, rmirando a la carretera.

Siren sonrió, temblorosa.

-No haces más que rescatarme.

-Ya parece una costumbre -dijo él, extendiendo la mano y quitándole un mechón de pelo de los oos.

Ella se quedó inmóvil, con el corazón acelerado. Su contacto le resultaba farniliar. Le roducía nostalgia, cosa que a ella no le gustaba nada. En absoluto.

-¿Quieres pasar a tomar un café? -le preguntó, retirándose educadamente para dejarle pasar.

-Si no es molestia...

-El tío Jess bebe cafée como los fanáticos de la salud beben agua -dijo Siren. Subió los escalones del porche, seguida de cerca por Tanner. Jess abrió de una patada la puerta mosquitera y se quedó plantado en una postura belicosa, apuntando con horca al pecho de Tanner.

-¡Tío Jess! ¿Qué haces?

Tanner se apoyó despreocupadamente en el poste del porche con los brazos cruzados sobre el pecho.

-Yo, en tu lugar, no me apoyaría ahí -dijo Siren- No es muy sólido que digamos.

Tanner descargó su peso del poste.

-¡Te marchas con un bribón inútil y vuelves con otro! ¡No voy a consentir que entre en mi casa esta nulidad! -exclamó el tío Jess.

-Creo que esta es ,o casa -dijo ella, adelantándose-, y que puedo recibir en ella a quien quiera.

-Una nulidad -murmuró el tío Jess, bajando la horca dos centímetros, y solo dos centímetros-. Apuesto a que tú eras uno de los borrachos que estabais aquí fuera la otra noche.

Siren echó una mirada a Tanner, que abría mucho los ojos plateados con expresión de inocencia.

-¡Jess! ¡Discúlpate!

La horca bajó otros dos centímetros.

-No es trigo limpio, y si dejas entrar basura en tu casa, toda tu vida se irá a la porra -gruñó el tío Jess-.Ya sabía yo que no debía haber dejado venir aquí a Loretta. Cuando viene una a fisgar, los demás la siguen. ¡Ahora estaremos infestados! ¡Brujas y brujos por todas partes! ¡Tendré que comprarme otro signo hexagonal! -exclamó, blandiendo la horca en el aire.

Siren lo miró boquiabierta.

-Nana Loretta es una anciana agradable.

-Sí, como yo me llamo "estúpido" de apellido. Vaya si los sabes elegir, nena. Este mató a la última mujer con la que estuvo casado -dijo, señalando a Tanner con un gesto de la horca.

Tanner descruzó los brazos y apretó los puños.

Siren, consternada, siguió mirando fijamente a Jess.

Tanner apretó los dientes; la cicatriz que tenía en la cara se le puso blanca. Siren extendió la mano instintivamente y le frotó el hombro. El cuerpo de Tanner se relajó al instante a su contacto. Tanner se volvió hacia ella esbozando una leve sonrisa en los labios.

El tío Jess puso la horca en posición vertical y golpeó en el suelo con el mango. Siren puso cara de desagrado.

-Vete a ver la televisión -le dijo, indicándole que se marchara con un movimiento de las manos-. Si intenta morderme, ya te llamaré, y entonces tendré mucho gusto en ver cómo le clavas la horca -añadió, para tranquilizarlo.

El tío Jess le echó una mirada de rencor y volvió a entrar en el cuarto de estar, hablando entre dientes.

-Creo que debería marcharme -dijo Tanner.

-¿Después de todo lo que acabo de pasar por defenderte? El tío Jess no tiene ningún filtro entre el cerebro y la boca. En cuanto piensa algo le sale. No lo tomes a mal. Lamento lo que ha dicho. Si te sirve de consuelo, yo tampoco le caigo bien.

- Pero vive aquí…

-Un mal necesario.

Tanner arqueó las cejas.

-En todo caso preferiría no entrar ahora mismo.

Siren se cordó de la carta que guardaba en su habitación. La verdad es que debería devolverla, pero entonces tendría que reconocer que la había leído. Aunque no había sido más que un error involuntario por su parte, se sentía incómoda al pensar que había leído el correo de otra persona.

-¿Así que sales con Billy Stouffer?

La pregunta quedó en el aire frío y duro de la noche de octubre. Siren recordó lo que había dicho Billy de la esposa de Tanner, y recordó acto seguido la afirmación de Jess de que la mujer había muerto y, lo que era peor, que había sido Tanner quien la había matado. Confiaba en que esto último no fuera más que en sentido figurado. En todo caso, no estaba muy segura de querer intervenir en la vieja discordia que existía, al parecer, entre Billy y Tanner. Por otra parte ¿acaso había alguna situación en aquel pueblo que no tuviera que ver con alguna rencilla familiar antigua y profunda?

-En realidad no es que estemos saliendo -dijo por fin.

Él se encogió de hombros.

-Si lo que te gusta es cavar tumbas, has encontrado un buen cementerio.

-¿Qué quieres decir con eso?

Él soltó un suspiro y volvió la cabeza hacia el ventanal. El tío Jess parecía absorto en un programa de televisión. Pero seguía con la horca en la mano.

-Billy es un desgraciado.

-Después de mi experiencia de esta noche, creo que te doy la razón. No obstante, has de saber que él dice lo mismo de ti.

-No me sorprende.

Siren optó por el ataque directo.

-Billy dice lo mismo que el tío Jess: que eres un brujo.

Tanner empezó a bajar los escalones del porche, y después se volvió.

-Y si lo soy, ¿qué pasa?

-Sé un poco de eso. Algunos amigos míos de Nueva York practicaban la brujería; pero no recuerdo que hubiera nada de ello por aquí.

A Tanner le brillaron los ojos plateados.

-Deberías recordarlo.

-¿Qué quieres decir con eso?

Siren tenía un recuerdo que quería salir a la luz, pero ella no llegaba a captarlo.

-No importa. Mira, he hecho muchas cosas malas en la vida. Quiero decir que, comparados con los tuyos, los rumores que hablan de mí dicen la verdad. No maté a mi esposa, pero sí que soy un demonio.

Se río por lo bajo. Ella no se rio con él.

-Eso no es posible, no es posible que seas el demonio -dijo, en cambio-. Las brujas y los brujos no creen en el demonio. No es más que un cuento que inventaron para asustar a la gente. La brujería es una cuestión de asurnir la responsabilidad de tus propios actos. Las brujas creen que si asignas nombre al mal, le das poder. Los que crean el mal son las personas, y no una bestia mítica.

-Para lo poco que sabes, parece que entiendes más que suficiente -dijo Tanner, inclinándose hacia delante. Su aliento caliente acarició la cara de Siren-. En todo caso, la Religión Vieja es de otra época, no es de la mía. Es de personas como Nana Loretta.

-Pero tú eres brujo, ¿no? Es cosa de... de sangre, ¿verdad? -preguntó ella, después de buscar la palabra adecuada-. Por eso me pareces diferente de mis amigos de Nueva York. Ellos me hablaron de eso.

Él le escrutó el rostro con sus ojos plateados. Se inclinó más cerca de ella, y a Siren le latió el corazón más deprisa.

-¿Es eso lo que crees? ¿Que lo llevo en la sangre? ¿En mi sangre? ¿Como si estuviera marcado?

Tanner levantó las manos y tocó las puntas de las orejas de Siren.

-Creo que me encuentro en una situación muy peligrosa -dijo ella, apartándose de él-.Y no lo decía por eso. No lo decía de manera negativa.

-¿Te doy miedo? -le preguntó él, dejando caer las manos.

Ella se rio. No pudo evitarlo. Sí, claro que tenía rniedo, pero no de él. De sus sueños, del vendedor de globos, del todo terreno deportivo... pero no deTannerThorn.

-La verdad es que creo que debía haber sido yo la que te hiciera esa pregunta -dijo-. Al fin y al cabo, te detuviste para llevar en tu moto a una asesina, ya lo sabes.

-Te absolvieron.

-En este pueblo, no.

Tanner puso un pie en el suelo y otro en el escalón inferior del porche, inclinándose hacia delante sobre su rodilla. Siren se sentó en el escalón superior, abrigándose los hombros con el chal. Vieron pasar un Sedán de silueta baja. Una suave brisa levantó el borde del vestido de Siren y recorrió el patio desierto.

-Me gustaría volver a verte -dijo él.

-¿Estás seguro de que quieres estar conmigo? ¿No eres el jefe de bomberos? ¿No tienes que velar por tu reputación y todo eso?

Él empezó a caminar hacia su moto.

-Si tú toleras que te vean con un brujo, supongo que yo podré soportar estar con una asesina.

-Pero has dicho que no eras brujo… -le dijo ella en voz alta.

-Y tú has dicho que no eras asesina.

Siren intentó replicar con voz humorística.

-He dicho que me absolvieron, y deberías saber que estar conmigo puede ser peligroso.

"Qué gran verdad acabo de decir", pensó.

Él se subió a la moto.

-¿Por qué no me dejas juzgar a mí? -dijo.

-“Juzgar", precisamente: qué manera tan interesante de decirlo -respondió ella.

CUANDO ENTRÓ SIREN en la casa, Jess ya había subido a acostarse. Se quitó los zapatos de tacón de sendas patadas y se frotó los pies con las manos tristemente. Era la última vez que se pondría aquellos zapatos. Se quedó rnirando el viejo contestador automático, titubeando con los dedos sobre los botones.

-Ay, no seas tonta -murmuró, y pulsó con decisión el botón de reproducción de mensajes. Los dos primeros mensajes estaban relacionados con su trabajo; el tercero era de Billy, disculpándose por haber tenido que dejarla y confiando en que hubiera encontrado a alguien que la llevara a su casa.

-Como si te importase mucho -dijo Siren, mirando con rabia la máquina. En la cuarta llamada habían colgado sin dejar mensaje. Pero fue el quinto mensaje el que la dejó confusa. Parecía una voz de niña. "Por favor, ayude a mi madre: la necesita." Siren hizo sonar el mensaje varias veces, intentando comprenderlo. Ella no conocía a ninguna niña. Consultó el aparato de identificación de llamadas. La llamada de Billy procedía del Restaurante y Bar El Atadero, y había sido hecha a las diez en punto de la noche, poco después de que él la dejara en la feria. Qué interesante. Las dos últimas llamadas eran "No disponibles". "Es lógico", pensó. Retiró la cinta del viejo contestador automático, le dio vueltas durante unos instantes sobre la palma de la mano, y después escribió en ella la fecha y la guardó en la caja de cartón que le servía de fichero. Puso una cinta nueva en el aparato.

Siren, agotada, subió cansadamente al piso superior, con los zapatos en una mano y el chal en la otra. Lástima de oso. Pensó en el todo terreno deportivo. El oso no se había caído de la moto sin más. Lo había arrojado ella. Soltó un suspiro de cansancio y arrojó el chal a un rincón de su dormitorio. Qué día tan raro. ¿Se estaría volviendo loca con aquellos sueños de un asesino? ¿Habría destrozado de verdad el asesino a aquel joven esta noche, tal como lo había visto ella hacía pocas horas? Tembló, humedeciéndose los labios. ¿Y por qué la habría dejado tirada Billy deliberadamente? Quizá estuviera perdiendo la razón. Quizá la tensión que había sufrido con su detención, con el juicio y con la absolución había terminado por hundirla. Era demasiado. Sencillamente demasiado. Billy tenía un todo terreno deportivo, un Explorer. Tembló, mirándose las manos pensativamente. ¿Qué le había pasado verdaderamente aquella tarde durante la tormenta?

Quizá todo aquello tuviera una explicación sencillísima.

Quizá fuese verdad que ella estaba loca.

Entró en su cuarto de baño en penumbra. Bajó la vista y vio en el suelo de baldosas blancas una rosa roja de tallo largo. Dando saltos sobre un pie, se quitó la espina que se le había clavado en el otro. ¿Habría dejado allí Jess aquella rosa como regalo de reconciliación, o para gastarle una broma? ¿Quién podría haberla dejado allí, salvo Jess?

Encendió la luz del baño y miró al espejo. En éI estaban escritas con dentífrico azul de gel las palabras "Te estoy vigilando".

EL ATADERO seguía abarrotado de público cuando faltaba media hora para la hora de cerrar. Una banda local tocaba penosamente una fantasía de temas campesinos en honor de la feria de la cosecha. Tanner apartó su moto de la locura del aparcamiento, observando a un borracho determinado que hacía ochos con una camioneta destartalada entre los vehículos aparcados. Llevaba en la caja de la camioneta a varios juerguistas impenitentes, tan bebidos que no sentían el frío.

Vio que Billy Stouffer estaba sentado en una de las mesas del fondo de la terraza y tenía en sus rodillas a una moza rubia y de ojos azules. Los farolillos multicolores oscilaban perezosamente con las ráfagas de brisa de la noche mientras Tanner se aproximaba a la mesa.

-Si es nuestro gran jefe de bomberos -murmuró Billy, observando la expresión tensa de Tanner.

Tanner extendió la mano y tiro del brazo de la mujer.

-Vete ya -le dijo-. Mientras puedes.

Ella puso cara de irritación hasta que vio los ojos de Tanner. Solo tardó unos instantes en moverse. Billy intentó sujetarla del brazo. Ella se liberó de un tirón y corrió a la barra.

-¿Qué demonios quieres? -le preguntó Billy, con el habla ligeramente estropajosa.

Tanner cogió a Billy de la pechera de la camisa y lo levantó parcialmente de su asiento.

-Vengo a hacerte una visita que te debía desde hace mucho tiempo, montón de basura.

Soltó la camisa de Billy y lo empujó de nuevo violentamente hacia su asiento.

Billy, sin impresionarse, dijo:

-Toma asiento, Tanner, muchacho. Bebe algo.Tómate una cerveza. Quédate con la rubia, si es tu gusto.

-No bebo.

-Eso dices, pero no durarás mucho tiempo así -dijo Billy, tomó un largo trago de su botella de cerveza, mientras miraba a Tanner por encima del cuello de la esta-. ¿Qué problema tienes?

-¿Y si salimos a darnos una vuelta, Billy? Ya me entiendes: vamos a alguna parte donde podamos estar a solas.

-No puede ser, compañero -dijo Billy, agitando un dedo de borracho-. Estoy esperando a alguien. Asunto oficial de la policía.

-¿Y dejar tirada a Siren McKay en el pueblo ha sido asunto oficial de la policía? -dijo Tanner, inclinándose sobre la mesa y sintiendo en los dedos el deseo de pegar un puñetazo en la cara a Billy y acabar de una vez.

Billy se recostó en su asiento, sujetando la cerveza tranquilamente, pero con la mirada huidiza. Dejó de mirar a Tanner para observar la puerta de acceso al interior del bar.

-¿Eso ha dicho ella que hice? ¿Y qué hiciste tú: rescatarla, o sí? Tanner Thorn, héroe local.

Tanner contuvo su ira a duras penas.

-¿Qué demonios te propones, Billy?

Billy se inclinó hacia delante, ladeándose y dejando la botella la mesa con un esfuerzo de concentración. Sonrió y levantó la cabeza.

-A ti no te importa, gilipollas.

Tanner recibió un fuerte golpe en la nuca. Intentó volverse para luchar contra su atacante, pero Billy se levantó de un salto, cogió a Tanner del pelo de la frente y le hundió la cara contra la mesa. Explotó en su cerebro una oscuridad llena de alfilerazos de luz. Después, todo quedó a oscuras.

-NO DEBERíAs haberle dado tan fuerte -dijo Billy-. Había otras maneras de reducirlo.

-Como si alguien fuera a decir nada -respondió Dennis, encogiéndose de hombros-.Yo ya sé lo que me hago.

-¿De verdad? -inquirió Billy, sacudiendo la cabeza-.Yo no estoy tan seguro. Tuvimos suerte de que no estuviera allí Jimmy.

Dennis sonrió.

-Sí que estaba. Lo he emborrachado. No vio nada.

Arrojaron el cuerpo de Tanner, desmadejado y esposado, en la trasera del Explorer de Billy.

LA MOZA RUBIA se llamaba Benita Prescott y había visto todo el altercado desde detrás de la barra. Ella sabía que Billy no estaba borracho. Benita llevaba allí toda la noche, desde las nueve y media por lo menos, y lo había visto beber una o dos cervezas. Al principio, Billy no había estado muy hablador, como si no quisiera estar allí, casi como si estuviera esperando a alguien a quien no quisiera ver. De una cosa estaba segura: de que Billy se había sorprendido, claramente, cuando Tanner había aparecido junto a la mesa. Esa era la palabra: había aparecido. Sencillamente, se había materializado ante ellos, como en una película de ciencia-ficción. ¿Y por que iba a sorprenderla aquello? Al fin y al cabo, Tanner Thorn era nieto de Nana Loretta.

Cuando aquel gusano de Dennis Platt se había deslizado junto a Benita, ella no le había dado importancia. Los pelmazos siempre serían pelmazos; aunque le sorprendió algo verlo, pues Dennis no solía frecuentar los bares de la localidad. Era demasiado soberbio e importante para eso. Se preguntó si se sentiría solo ahora que había huido del pueblo su amigo, esa ardilla de Ethan Files. Lo había perdido de vista cuando los últimos juerguistas habían dejado la terraza para refugiarse al calor de la barra, pasando junto a ella. Cuando ella se adelantó, Dennis estaba de pie junto a Tanner. Solo cuando le vio empuñar la porra y levantar el brazo comprendió que le iba a agredir seriamente.Y entonces ya fue tarde para que interviniera ella. Buscó frenéticamente a Jimmy con la vista, pero este estaba en la barra completamente borracho. Estaba sentado de espaldas a la puerta y no había visto a Tanner en la terraza.

Se refugió todavía más entre las sombras mientras Billy y Dennis sacaban de la terraza el cuerpo ensangrentado de Tanner, rodeando el bar por la orilla del lago. Ella los siguió discretamente. Hicieron algunos comentarios en voz alta para que les oyeran los parroquianos que estaban en el aparcamiento.

-Borracho otra vez. Qué montón de mierda inútil, no sabe beber.

Benita contuvo la respiración y se quedó inmóvil en la oscuridad, viendo cómo arrojaban el cuerpo de Tanner a la parte trasera del Explorer de Billy. ¿Estaría muerto? ¡Ay, mierda, esperaba que no!

Billy contempló el cuerpo inerte de Tanner.

-Este siempre lo jode todo -dijo. Recorrió con la vista el aparcamiento. Benita se refugió de nuevo entre las sombras. Billy le pasó la vista por encima sin verla y miró a Dennis.

-Deberías haberme dejado oír lo que quería decirme.

-¿Para echarlo todo a rodar? -dijo Dennis, sacudiendo la cabeza.

-Sigo diciendo que esto se podría haber hecho de mejor manera. Voy a tener que dar muchas explicaciones.

-Ya se te ocurrirá algo. ¡Eh! ¿Qué es esto? -dijo Dennis agachándose junto al cuerpo de Tanner y tomando con los de un disco dorado-. El muy jodido tiene una moneda de oro.

-Devuélvesela, Dennis, no es tuya. No quiero complicar esto todavía más cometiendo un robo.

-Claro, claro.

Dennis hizocomo que metía la moneda debajo de Tanner, pero se la quedó.

Benita Prescott vio que Dennis volvía a dirigirse al bar. Buscó inconscientemente la larga cadena de plata que llevaba oculta bajo la blusa. Tocó el pentáculo que colgaba del extremo de la cadena. Billy se subió al Explorer y puso en marcha el motor. Benita, sujetando todavía el amuleto de plata, corrió a su propio coche, un pequeño Saturn verde y se subió rápidamente. Mientras Billy daba inarcha atrás con el Explorer, ella arrancó el suyo, buscando a la vez en su bolso, del que extrajo su teléfono móvil mientras salía del aparcamento siguiendo a Billy. Billy no se fijó en ella.

Pulsó un botón de marcado automático.

-¿Nana Loretta? Soy Benita.

A NANA LORETTA, como buena Acuario, le encantaban tres cosas: ayudar a la gente, ir de tiendas y chismorrear. Había ejercido durante más de setenta años de agencia central de información de la rumorología del pueblo. Para ella no era más que una pauta natural de conducta. Esta labor funcionaba en un doble sentido y le aportaba un flujo constante de información; de poca transcendencia en su mayoría, pero de vez en cuando le llegaba una noticia valiosa. Ser una bruja ochentona tenía unas ventajas innegables. Por ejemplo, Nana había ayudado en un momento u otro a medio pueblo (tanto a los vivos como a los muertos), lo que significaba que casi todos le debían favores. Aunque aceptaba donativos, jamás cobraba por practicar la magia. Al no establecer un precio determinado en dinero, esperaba recibir favores a cambio, Y los pedía. También le resultaba útil el hecho de que a lo largo de los años había ido formando a diversas personas del condado, en número suficiente para mantener abiertos los canales de información. Era verdad que la mayoría no pasaban nunca de las formas más rudimentarias de la magia popular, pero también esto tenía sus ventajas.Tanner no tenía idea de a cuántas personas había ido formando Nana en el transcurso de los años, y durante los últimos siete había hecho caso omiso de aquella faceta de la vida de Nana. La había despreciado como si no existiera. Nana sacudió la cabeza con tristeza.

Las enseñanzas mágicas servían para forjar unas alianzas que no se rompían fácilmente, aunque el alumno optara por dejar la formación antes de haber concluido el ciclo completo de su educación. Siempre era ventajoso que las personas se marcharan de buena manera, y Nana cultivaba diligentemente su trato. Por último, mantenía el contacto con las viejas familias mágicas, con las pocas que quedaban, y con las nuevas que iban apareciendo, los grupos autodidactos que estaban muy interesados en aprender la vieja magia y que le proporcionaban de buena gana toda la información que quería. Así era como había seguido la pista de Siren en Nueva York. Con todas aquellas fuentes que alimentaban el caldo de la información, Nana solía saber casi siempre quién hacía qué, cuándo, dónde y con quién, o a quién. Así pues, la llamada telefónica de Benita no la sorprendió.

Se quedó de pie junto a su arca de artículos mágicos, dando vueltas en su vieja mente a lo que se podía y a lo que se debía hacer. Tenía que detener a Billy. Benita le había indicado que,se dirigía hacia la Policía Regional de Webster, aunque podía desviarse de la carretera e ir a cualquier parte. Nana había pedido a Benita que continuara siguiendo a Billy y que volviera a llamar cuando este hiciera una parada inesperada, cosa que haría. Entonces le daría nuevas instrucciones.

¿Qué sabía ella acerca de Billy Stouffer? Hasta entonces había sido un agente de policía bastante bueno; su única debilidad, las mujeres bonitas, lo había llevado a conquistar a Jennifer, la esposa de Tanner. Aquello había sido un mal asunto para todos. Nana no apreciaba en absoluto a aquella mocosa remilgada, aunque fuera la esposa de Tanner y la madre de sus hijos. Jenny solo había acudido a Nana Loretta cuando las cosas se habían complicado demasiado; y por eso estaba rebuscando Nana ahora en el fondo de su arca de artículos mágicos. ¡Ajá! Extrajo una bolsita marrón que tenía escrito el nombre de Billy Stouffer. Por desgracia, Jenny había emprendido un viaje sin retorno desde el puente cubierto antes de que Nana hubiera podido ayudarla. Orden y caos, murmuró. Nunca se sabía. Ahora tenía en la mano la bolsita marrón. Su contenido resultaría utilísimo.

Reunió rápidamente los ingredientes que necesitaba: pimienta negra, guindillas, ortigas y un vasito de tequila. Sí: con aquello bastaría. Espera: cerillas y un tenedor grande de barbacoa. Salió apresuradamente al porche trasero y dispuso sus materiales junto al gran caldero de metal. Retiró con la mano unas hojas muertas y otros restos que había en el interior del caldero. Sabía que no tenía mucho tiempo.

Un perro aulló tristemente en la oscuridad. Nana sonrió. Los animales percibían la llegada de la magia.

Echó en el caldero el contenido de la bolsa marrón, procurando no tocar el paño, y lo extendió con el tenedor de barbacoa. Billy debía haber tenido la precaución de no dejarse por ahí la ropa interior sucia sobre todo sabiendo que había brujas sueltas. Salpicó los calzoncillos con las plantas y especias y después empapó de tequila todo el amasijo.

Se apartó, respiró hondo, y después levantó los brazos y empezó decir:

-¡Te conjuro por el poder de la Morrigan; un círculo me rodee! Marco el camino entre los mundos, la frontera entre los dioses y el hombre. Marco el camino alrededor una vez; dos veces, se vuelve llama. Tres veces alrededor de un muro de fuego, en cuyo reino me quedaré. Como lo de arriba, desde la corona del cielo, ahora se revela lo de abajo; círculo mágico, fortaleza de la Diosa, por mis palabras queda sellado su destino.

Dio un paso atrás, encendió una cerilla y la arrojó al caldero. Contempló cómo giraba la llamita en la oscuridad y prendía el contenido para surgir con una gran llamarada. El perro volvió a aullar a lo lejos.

Nana miró fijamente el interior de las llamas, concentrándose Biuy Stouffer. Su voz se redujo a un susurro fuerte, para ir subiendo después al pronunciar cada sílaba.

-Guarida de brujas y noche de espíritus, traed el poder, seres antiguos. Sangre y huesos de los de antes, ayudadme en esta tarea. Hierbas, llamas, bebida fuerte, veladle el pensarmento y mente. Rostro temible, ardides de monstruos, brillo de duende, sonrisa e brujas; cread imagenes en su cerebro; ¡que se crea que se ha vuelto loco!

Surgió del fuego un ser inmenso, ardiente, con los brazos levantados, que subió hacia el cielo silbando como un cohete. Nana retrocedió, llevándose las manos a la rebeca. Aquello no había sucedido nunca, desde luego. Vio cómo la figura femenina giraba y se retorcía por encima del caldero.

-Un dragón del fuego -susurró-. Pero ¿cómo puede ser?

Inclinó la cabeza, reflexionando. El elemental soltó un arrullo, con ruido de chispas y de remolinos de aire, y después se volvió en el cielo oscuro como una sirena de fuego que nadaba hacia el cielo, por encima del lago de Cold Springs.

Nana frunció el ceño. El hechizo que acababa de realizar no estaba pensado para invocar a un elemental. Esos trabajos eran mucho más complicados y mucho más peligrosos. Lo cual quería decir que, de alguna manera, en alguna parte, alguien había conjurado a aquella cosa maldita, y aquel alguien no era Nana Loretta. Pero ¿quién, y cuándo? ¿Y cómo había venido a su fuego? ¿Y si había más de uno? Debía considerarlo; pero aquel no era el momento. Retrocedió, frotándose las manos.

-El que hace daño a mí nieto, lo paga -murmuró, mirando en la dirección que había seguido el dragón del fuego. Se volvió y entró apresuradamente en la casa para atender al teléfono que sonaba.

-Va haciendo eses por la carretera -dijo Benita sin aliento-. ¿Qué le has hecho? Ay, Dios mío, creo que va a tener un accidente.

-No tendrá ningún accidente. ¿Ves algo raro en el cielo?

-¿Qué? No. Nada. Estrellas. La luna. Mucho negro. ¡Jesús! Ha estado a punto de chocarse de frente con un camión.

-Parará.

-Tienes razón. Se está parando a un lado de la carretera.

Silencio.

-¿Benita? ¿Qué hace ahora?

-Ha bajado del Explorer y da saltos, dándose palmadas en los pantlones como si le estuvieran ardiendo o algo así. La verdad es que está muy gracioso -comentó Benita, soltando una risita-. Ay, Dios mío, Nana, se está quitando los pantalones.

-Eso no nos viene bien. No está ardiendo de verdad, ¿no?

-Quia.

-¿Te ve?



-Me mira sin verme. Ahora entra corriendo en el bosque, hacia el lago.

-Bien. Ve a sacar a Tanner de la trasera del Explorer.

-¡Puede que esté muerto!

-No lo está.

-¿Y si el Explorer está cerrado con llave?

-No lo estará. Tráete a Tanner aquí.

-No sé si podré levantarlo. Ay, mierda, viene una camioneta.

-Es Jimmy Dean. Hazle señas para que pare. Pero Benita...

-¿Qué?

-Conduce tú. Jimmy viene borracho como una cuba.



-¿Cómo lo sabes…? Es igual.


Yüklə 2,17 Mb.

Dostları ilə paylaş:
1   ...   10   11   12   13   14   15   16   17   ...   27




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©muhaz.org 2024
rəhbərliyinə müraciət

gir | qeydiyyatdan keç
    Ana səhifə


yükləyin