Muerte en el Barranco de las Brujas



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BUSCARON BREVEMENTE en el campo de tiro con linternas, pero no pudieron encontrar el broche. Ya era noche cerrada cuando subieron la cuesta empinada hasta la cumbre del monte de la Cabeza de la Vieja, con Tanner al volante del coche de Siren. Ella guardó silencio durante los veinte minutos del viaje, mientras le hervían en la cabeza los pensamientos. Había visto a Billy por la mañana, y había ido a visitar a Nana Loretta poco antes de la hora de almorzar. Allí estaba Tanner, que se había marchado después. Había practicado la psicometría, y Nana le había hablado después de la brujería. Había visitado la sorprendente casa de rituales y se había sometido a una ceremonia de iniciación. Entonces era cuando empezaban a ponerse las cosas confusas. Recordaba un lince, o el sonido de un lince, y que se le había aparecido la primera Margaret McKay. ¿Era posible que aquellas cosas no fueran mas que un sueño provocado por las drogas? Lo que recordaba a continuación era a Nana Loretta, inclinada sobre ella, con lágrimas en los ojos ancianos y con una sonrisa en la cara. Había dado a Siren la maleta de la tía Jayne, que contenía las herramientas mágicas. Siren recordaba que se había despedido de ella en la puerta de la casa de rituales, y que Nana había respondido algo así como: "Feliz encuentro y feliz partida, hasta que nos veamos felices otra vez". Nana había vuelto a entrar en la casa de rituales mientras Siren se marchaba por el sendero y rodeaba la casa para pasar a la parte delantera, donde estaba su coche. Y había sido entonces cuando él se le había echado encima y le había puesto un trapo maloliente en la cara y en la nariz. El resto estaba vacío, hasta los hechos del campo de tiro, y aun los detalles de estos empezaban a difuminarse un poco. ¿Cuánto de todo esto debía callar cuando hablara con la policía? La mayor parte, igual que la otra vez. Repasó mentalmente una versión abreviada, que repitió para sí varias veces.

-Siren...

Levantó la cabeza, sobresaltada. ¿Había estado soñando? Se miró la ropa, rígida y cubierta de barro. No, no había sido un sueño en absoluto.

-¿Estás bien? -le preguntó Tanner, apagando las luces del coche de ella.

-Sí. Bien.

Estaba intentando recordar el orden de los acontücímientos. Algunos están todavía un poco confusos.

-La conmoción.

-Puede ser.

-Espera aquí hasta que encienda las luces.

Tanner bajó del coche y caminó hasta los conmutadores que estaban al pie de las escaleras de subida al porche. Pulsó un interruptor, y Siren se quedó boquiabierta de sorpresa. No sabía qué había estado esperando, pero desde luego que no era aquello. La casa de Tanner era una bonita construcción en forma de A, con la fachada delantera completamente de vidrio. En el vértice superior, sobre las puertas correderas de la entrada principal, había una vidriera de colores que representaba un triskelete de diseño intrincado. A dichas puertas se ascendía por varios porches, así como por una rampa que subía por la parte lateral de la casa y que daba a una puerta de seguridad normal, de acero. La mitad inferior de la casa, bajo los porches, era un garaje con capacidad para tres coches. Sorprendente.

UNA DE LAS VENTAJAS de trabajar con una camarera bocazas que mascaba chicle era que esta siempre era la primera que se enteraba de las noticias locales. Serato la escuchaba con interés, sin aparentarlo. La miraba de reojo mientras ella soltaba la última noticia a los clientes que la rodeaban, subrayando los puntos destacados con chasquidos del chicle.

-Eso es -dijo, con una mano en la cadera y sosteniendo en la otra una cafetera a medio llenar---. Primero dijeron que Dennis Platt había agredido a Nana Thorn y a Siren McKay. A Siren, ya sabéis, la señora de la que os hablé, que practica la hipnoterapia. ¿Sabéis que he perdido tres kilos? -comentó, haciendo chascar el chicle-. En todo caso, ¡lo han soltado hace menos de tres cuartos de hora!

Hizo una pausa para rellenar la taza de café de un cliente.

-¡Y Dennis afirma que fue Siren McKay la que atacó a la señora Thorn, y que fue por él después! Dice que solo intentaba cumplir con su deber y detenerla cuando aparecieron Billy Stoffer y Tanner Thorn y lo echaron todo a perder!

-¿No es esa mujer que asesinó a su novio? -preguntó alguien.

-La misma -comentó otro.

-Sí, pero ¿habéis visto el periódico de hoy? ¡Loretta Thorn ha dicho a todos los del condado que es bruja! -replicó un cliente calvo.

Alguien soltó una risotada.

Todo el restaurante estaba alborotado. Serato se desató en silencio el delantal y salió por la puerta trasera. Ya no volvería.

TANNER estaba sentado en silencio en el sofa, sujetando entre sus brazos a Siren McKay, que estaba recién duchada y agotada. Siren llevaba una sudadera vieja de él y estaba acurrucada en sus brazos; los párpados se le iban cayendo, aunque ella se resistía a quedarse dormida. Tanner ya se había pasado a ver cómo estaba Nana, y había vuelto para asegurarse de que Siren estuviera cómoda. Nana estaba estabilizada, pero inconsciente. Tanner sabía que debería marcharse pronto para volver al hospital.

Siren producía una sensación... diferente. Tanner lo había percibido de inmediato, pero no había tenido tiempo de oír nada. En el campo de tiro había parecido como si la energía que la rodeaba chispeara de nueva vida. Así era como la había encontrado. Billy iba por la carretera de Lambs Gap a toda velocidad, con el acelerador pisado a fondo, cuando Tanner le había gritado:

-¡Para! ¡Gira aquí! ¡Ya!

Billy había obedecido, aunque gruñendo.

Al cabo de un instante, el coche patrulla entraba en el barro y el fango del campo de tiro y sus faros habían iluminado a Dennis, ensangrentado y con la ropa hecha jirones, y el rostro, muy temible, de Siren McKay. Tanner había pasado toda la vida entre historias de magia, y había visto algunas cosas poco corrientes. Pero no olvidaría en toda su vida la imagen de Siren McKay en aquel momento, y era una cosa que ni siquiera entonces se podía explicar. Real, pero no real. Allí, pero no allí. ¿Y qué pasaba con aquella mierda de Max? Hasta ese momento no se había preocupado por aquellas relaciones, pero los comentarios que había hecho Dennis suscitaban algunas preguntas. Él quería respuestas.

Siren se movió entre sus brazos.

Tanner inspeccionó la cabeza de Siren.

-Tienes un buen corte, pero no es grave -dijo-. ¿Cómo tienes el estómago?

Ella gruñó y se levantó la sudadera lo justo para dejar ver la lesión.

-No tiene muy mal aspecto. Debes de tener fuertes los músculos abdominales.

-No me hace cosquillas -murmuró ella, bajándose enseguida la sudadera.

-Desde luego, parece que sabes despertar los demonios que tienen dentro las personas.

-Es un don especial mío.

-Hay más cosas que contar de Max de las que has dicho, ¿verdad?

Siren evitó su mirada penetrante, concentrándose en la alfombra dorada de nudos que tenía bajo los pies descalzos.

Tanner la miró fijamente y dijo después:

-Háblame de Max.

Siren no levantó la vista. En lugar de ello, se aclaró la garganta y contempló la mesa de café.

-Max era un gran artista de la estafa. No pasó en la cárcel un solo día de su vida. Empezó con ventas fraudulentas y pasó después a dar estafas mayores. Cuando yo llegué a comprender a lo que se dedicaba, ya estaba demasiado metida. Yo era cómplice. Hacia la misma época, descubrí dos hechos terribles: Max tenía esposa y no pensaba divorciarse de ella, y tenía una adicción a la cocaína que le costaba mucho dinero.

Recostó la cabeza sobre el sofá; el pelo le rodeaba la cabeza como una aureola oscura y voluptuosa.

-Las prostitutas formaban parte del timo, o del "palo", como lo llamaba él. Servían para ablandar al primo, o sea, a la víctima. Con el tiempo, Max llegó a meterse en el tráfico de drogas, y fue entonces cuando empezó a ir todo por el mal camino. Cuando un traficante consume su propia mercancía, tiene un problema, y acaba cayendo. Tarde o temprano. Algunos antes que otros. El problema de las personas como Max es que alcanzan mucho poder. Dan empleo a otros, les pagan los gastos sanitarios, la vivienda y el transporte, y esto pasa sobre todo en los barrios de la ciudad de habla no inglesa. Esa persona se convierte en un dios.

-¿Como la mafia?

-No exactamente, pero algo muy parecido.

-¿Cómo te relacionaste tú con él?

Ella apartó la cabeza, sin mirarle a los ojos.

-Por medio de mi hermana, Gemma. Ella era la patrona delburdel.

-Estás de broma.

-Ojalá lo estuviera -dijo Siren, negando tristemente con la cabeza-. Gemma estudió gestión de empresas en la universidad, y estudió también algunos cursillos de derecho, criminología y otras materias interesantes. Se enteró de que, según las estadísticas, un cincuenta por ciento de la población masculina estadounidense ha mantenido relaciones con una prostituta al menos una vez en la vida, y una proporción considerable de estos son repetidores. No me entiendas mal: no se sirve de prostitutas callejeras ni de casas de masajes. Sus chicas son las mejores y se tratan con la crema y nata de la sociedad. Así fue como conoció a Max. Él se estaba trabajando a un primo, y ella se dio cuenta. Hicieron un trato.Y así empezó la historia. Gemima tiene chicas en Nueva York, en Chicago, en Boston y en Miami. Funcionan desde una agencia de modelos. Aquello fue lo que vio Dennis: el negocio de Gemma. Gemma daba una fiesta. Él estaba allí. Max estaba allí. Traficando. Dennis sacó sus conclusiones. Se acabó el cuento.

-¿Y qué papel desempeñabas tú en la organización?

-A veces investigaba cosas para Max. Recogía información financiera o personal, hacía fotos.

-¿Investigadora privada?

-No, fisgona a sueldo. Muchas veces, las mujeres pueden ir donde no puede ir un hombre, o bien los hombres no les prestan atención, solo porque son mujeres.

-¿Eras prostituta?

-¡Claro que no!

-Entonces, ¿eras su amante?

Ella respiró hondo.

-No quiero seguir hablando de esto.

Él se quedó callado un momento. Por fin, dijo:

-Tengo que saberlo.

Esperaba que ella se enfadaría, que se marcharía de la habitación enfurecida, o que al menos diría algo sobre su derecho a la intimidad; pero no hizo nada de eso.

-No solo era su amante -dijo ella despacio-, sino que creo que fui su asesina. Es posible que Dennis, con sus contactos, sepa de verdad algo que yo no sé, pues no recuerdo nada de lo que pasó la noche que murió Max. Sí, recuerdo algunas cosas sueltas, pero nada concreto.

A Tanner se le volvió agitada la respiración.

-¿Me estás diciendo que, en efecto, mataste a Max?

Siren lo miró directamente a los ojos, con sus ojos oscuros inescrutables. Tanner sintió frío y sudor en las axilas. La cicatriz de la cara le palpitaba como el toque de un tambor indígena.

-Lo que tengo que preguntarme no es si lo hice, sino si fui capaz de hacerlo. La respuesta a esta segunda pregunta es "sí". El odio que sentía por él llegaba a tanto.

-¿Y ese griego, el tipo que era propietario del restaurante?

Ella sacudió la cabeza, pasándose la lengua por el labio superior.

-¿Un favor?

Ella se encogio de hombros.

-¿Pero no estás segura?

Siren abrió las palmas de la mano en el aire.

-Déjame que te vea la mano.

Ella no se movió. Ni siquiera pestañeó.

-Por favor.

Siren presentó la mano izquierda. La luna y las estrellas. Ya estaba hecho. Para bien o para mal, Nana Loretta había atraído del todo al redil a aquella mujer. A Tanner le daba vueltas la cabeza. Había asesinado... no. En aquel momento, él sentía, sentía de verdad, que era inocente. Jamás se había parado a pensar que pudiera ser culpable. ¿Y si lo era? ¿Es que aquello cambiaba algo? ¿Habían cambiando en algo los sentirmientos de éI hacia ella? ¿Qué diría Nana Loretta? Sobre todo, ahora que había dirigido la iniciación de la muchacha. Estaba prohibido expresamente que los miembros tradicionales cometieran o hubieran cometido ningún delito grave. El honor era la ley, el amor era el vínculo. En el asesinato no había honor. Nana había dicho siempre: "Dad al César lo que es del César. Debemos cumplir las leyes que ha establecido nuestra sociedad más amplia. No somos mejores que los demás, y, desde luego, debemos ser más prudentes".Y allí estaba Siren, reconociendo que era una asesina, aunque la hubieran absuelto los tribunales. Tanner dejó caer la mano.

-Me voy para estar con Nana.

-Yo voy también.

Él la miró fijamente un instante.

-Sería mejor que fuera yo solo.

La expresión de Siren, que había estado abierta hacía un instante, se cerró por completo. Tanner sintió que ella se separaba de él, literalmente. La sensación fue tan clara como si ella se hubiera marchado de la habitación o le hubiera clavado un cuchillo en el corazón.

SERATO conocía cuatro datos muy importantes: que Dennis había intentado matar a Siren McKay en dos ocasiones anteriores; que Dennis era lo bastante estúpido como para ir de nuevo por Siren McKay; que intentaría asesinarla echando la culpa a Ethan Files (que ya estaba muerto, aunque Dennis no lo sabía); y, por fin, el dato más importante de todo: que si la anciana no se despertaba, Dennis quedaría libre de toda acusación.

Dennis podía ir a uno de dos sitios: por Siren o por la anciana. La más peligrosa de las dos era Loretta Thorn. Esta podía identificar a Dennis y echar por tierra el relato que hacía este de los hechos.

Iría por la anciana.

Serato se dirigió a su coche, que estaba aparcado junto al cobertizo para guardar barcas que estaba a orillas del lago. Estaba a un paseo, sí, pero no podía permitirse que los del personal del Maybell lo vieran conducir un coche de lujo como era el Lexus.

Se movía con rapidez. Era fundamental que mantuviera clara la cabeza. Debía evitar los errores de juicio precipitados y costosos; pero la ira se le iba acumulando dentro, en parte consigo mismo por no haber dado cuenta del polí inmediatamente, al haber sentido tal superioridad que se había creído capaz de acabar con él en cualquier momento, y en parte por la estupidez de ella, que la había dejado caer en una situación tan apurada. Serato la había creído más lista. Se acarició la barbilla. Bueno. Ella se había enfrentado a su agresor y lo había vencido. De momento. Sentía curiosidad por saber cómo lo había conseguido. ¿Habría estudiado defensa personal, y a éI se le habría pasado por alto el dato al estudiar el dossier que le había entregado la persona que lo había contratado? Podía ser, pero él no solía cometer errores de esa clase. Sí, la había visto plantar cara a los últimos monos de su familia. Debería haber prestado más atención a aquello, en vez de limitarse a pasar un buen rato con aquel momento divertido. ¿Habría infravalorado a su presa? Creía que no. Puede que la suerte estuviera de parte de ella, como lo estaba de parte de él. También sentía ira porque un mierdecilla como Dennis Platt se hubiera creído capaz de apoderarse del bien más valioso que poseía Serato: la vida de Siren McKay.

TANNER estaba sentado en la unidad de cuidados intensivos del hospital, con la cabeza entre las manos. No había reacción. Nada.

Nana estaba allí tendida, pequeña, antigua, como un pedazo de pergamino gris sobre las sábanas. Apenas movía el pecho.

El médico, un hombre joven con Oojos cansados por el trabajo, sacudió la cabeza.

-Lo siento -dijo, con voz que perforó el mundo interior de Tanner-: el estado de su corazón y la edad están en su contra.

Tanner unió las manos y apoyó la frente en los pulgares. Se frotó la frente, mirando de vez en cuando para asegurarse de que Nana seguía respirando; el médico había salido de la sala hacía mucho.

Le palpitaba con fuerza la sangre bajo las palmas de las manos. Sentía un hormigueo en la piel. Sabía que estaba siendo llamado a hacer una cosa, pero ¿lo creía de verdad? Reprimió en el pecho un medio sollozo. La sensación de quemazón en las manos se volvió más insistente. Cediendo, se puso de pie y se acercó a la cama.

-Nana, siento mucho todo el dolor y la pena que te he causado.

La voz le fallaba en la garganta y no pudo seguir. Respiró hondo.

-He sido un mierda. Quisiera, de verdad, haber pensado como tú. No es que no me guste la religión; es que estaba harto de cómo me trataba la gente. Quería ser normal, quería ser como todos los demás. Pero ¿sabes una cosa? La normalidad no existe.

Sollozó y le rodaron las lágrimas por las mejillas ásperas.

-¿Nana? Cree tú por mí. ¿De acuerdo? Puede que baste con eso.

Levantó las manos sobre la figura inerte de ella, tomando tierra y centrándose tal como le habían enseñado, encontrando ese punto fijo donde coexisten todas las formas vitales.Ya le quemaban las palmas de las manos; la energía se fusionaba, fluía hacia ella. Dijo en voz alta el nombre completo de ella, tal como le habían enseñado, visualizando el poder curador del universo que entraba en las manos de él y pasaba al cuerpo de ella.

-Y estas señales seguirán a los que crean en mi nombre. Arrojarán a los demonios y hablarán con lenguas nuevas, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y estos sanarán. En nombre de la Doncella, Madre YVieja, así será como yo lo deseo.

Tres veces.

Tres veces la fórmula.

Repitió el cántico otra vez, y otra, y volvió a empezar todo el proceso con una cadena nueva, completando un tres-por-tres: nueve veces, el número antiguo y mágico. Le pesaban los brazos; tenía las manos tan calientes que apenas era capaz de soportarlo, pero continuó sin detenerse ni flaquear nunca. A cualquiera que pasara por delante de la habitación privada le habría parecido que estaba rezando... y eso estaba haciendo, en efecto.

Estaba creando el don más importante y más apasionado que puede manifestar un ser humano: el don del amor divino.

-¿Tanner? Tenemos un problema.

No oyó a Billy al principio, tan concentrado estaba en el proceso de curación. Cuando se rompió su cadena de pensamientos, levantó la vista con cansancio y dejó caer junto a sus costados los brazos agotados. Tenía los dedos rígidos; las palmas le dolían de frío. El miedo le agarró el estómago.

-¿Dónde está Siren?

-Está bien. Está en la zona de visitas, al fondo del pasillo.

Tanner retrocedió, sintiendo que se le hundían los hombros. No había ningún cambio en el estado de Nana.

Billy sostenía entre las manos su sombrero Stetson marrón, al que daba vueltas despacio por el ala.

-Tenemos que hablar.

-No voy a dejarla -dijo Tanner, mirando la cara pálida de Nana.

-¿Por qué no te sientas? Pareces agotado -dijo Billy, acercando una silla.

Tanner se sentó en el borde de la silla, debatiéndose entre la fatiga y el miedo nervioso.

-Es la segunda vez en veinticuatro horas que vienes a decirme que hay problemas. ¿Sabes? ¿De qué se trata esta vez?

Billy acercó otra silla y se sentó frente a él, sin dejar de dar vueltas al sombrero.

Se trata ae Dennis Flatt. Lo han soltado.

-¡Estás de broma!

Billy negó con la cabeza.

-Y es peor. En su declaración afirma que Siren atacó a Nana Loretta, y que él detuvo a Siren en el campo de tiro, y ella le atacó a él allí.

-¿Y lo han tomado en serio?

-Me temo que sí.

-Eso es ridículo. Cualquiera que tenga dos dedos de frente verá que esa historia es ilógica. ¿Por qué no pidió ayuda? ¿Por qué dejó allí tendida a Nana para perseguir a Siren sin pedir ayuda antes? Si Siren hizo lo que afirma él, ¿por qué no huyó en el coche de ella? ¿Por qué se fue a pie? El campo de tiro está a ocho kilómetros de la casa de Nana. ¿Cómo lo explica él?

Tanner hablaba con rapidez; la ira había ocupado el lugar del miedo.

-Por raro que parezca, tiene una explicación aceptable para todo. El problema, en este caso, es que es su palabra contra la de ella.Y él es hijo del jefe de policía. Aunque, para ser sincero contigo, que Charles Platt tolere esto me deja atónito. He perdido todo el respeto por él.

Tanner se puso de pie y empezó a pasearse por la habitación.

-Ya lo sabes, solo tenemos la palabra de ella -dijo Billy con expresión afligida-. Él describió con mucho detalle los antiguos contactos de ella y lo que él vio hace cuatro años. Ella tendrá que explicar algunas cosas. Podría haber pasado tal como cuenta Dennis.

Tanner giró sobre sí mismo con la mirada furiosa.

-¡Eso es imposible! Siren lo puede explicar todo. He hablado con ella esta tarde.

Pero una vocecilla dentro de él le decía: "mató a su novio".

-Además, nosotros vimos...

-¿Qué vimos? -dijo Billy, dejando de dar vueltas al sombrero. No vimos nada que pudiera demostrar las afirmaciones de uno ni las del otro. Nos limitamos a suponer que, como Siren era mujer, la agredida era ella. Tú y yo hemos visto cosas increíbles en nuestros trabajos. Las mujeres son tan capaces de hacer daño a otro ser humano como un hombre. La agresión está al alcance de los dos sexos. Y hay otro problema: él ha conseguido dar a conocer sus alegaciones a los medios de comunicación.

-¿Qué vamos a hacer?

-Vigilarla. Confiar en que los periódicos no saquen punta a este lío. Ella ya ha prestado declaración. Si las cosas salen como creo que van a salir, necesitará un abogado -dijo, acariciando su sombrero.

-¿No se puede hacer nada más?

Billy miró la figura pequeña de Nana.

-Rezar porque se despierte; pues, de lo contrario, será un asesinato.

DENNIS dejó el Durango al fondo del aparcamiento del hospital, cerca de una farola rota. No quería que se fijaran en él. La mente le daba vueltas con furia. Había estado a punto de estropearlo todo aquella tarde, pero había recobrado la sangre fría en el viaje hasta la comisaría. Había una manera de quitarse de en medio a Siren McKay. Sencillamente, diciendo que todo era culpa de ella. Había trazado los detalles; su mente despierta había trabajado todos los puntos, todas las cuestiones, repasándolos para no cometer ningun error. Manifestar pesar por no haber sido capaz de detenerla. Lamentar (solo un poco, claro) la desgraciada agresión que había sufrido la anciana. Aunque no estaba bien que lo dijera él mismo, era todo un personaje. Cuando Stouffer le había preguntado por el plan divino, él había reaccionado con presteza: "El plan de vigilancia, ya sabes, para atrapar a Ethan Files". Le parecía increíble que se lo hubiera tragado Stouffer, nada menos, que codiciaba a la mujer y que, por lo tanto, no querría verla como culpable.Y, si Stouffer no se lo había tragado, al menos le había hecho albergar dudas razonables. No había olvidado hablar un poco de los contactos ilícitos de Siren cuando él la había visto en Nueva York, y de Gemrna y las prostitutas, recurriendo a fantasías cuando no recordaba los detalles y presentándose a sí mismo, siempre como inocente, como un pobre chico que había estado en un mal sitio cuando no debía. Como si aquello no hubiera pasado nunca a Stouffer. Sí. Bien.

Solo tenía un peligro.

Nana Loretta.

Esta no podía recuperarse.

Echaría a perder su plan divino.

SERATO se consideraba a sí mismo el cazador invisible perfecto. Era un profesional, era el maestro. Vio con sus prismáticos que Dennis se acercaba discretamente a la entrada de urgencias, esperando la llegada de una ambulancia u otro momento de agitación para poder entrar sin que se fijaran en él. Evidentemente Serato había elegido el hospital acertado.

Serato entrecerró los ojos.

¿Qué tenemos aquí?

Hummmm. Un nuevo giro de la situación. El juego se acelera. Siren estaba junto a una ventana del tercer piso, con los ojos puestos en el cielo oscuro, sujetando con su mano esbelta el borde de la cortina. ¿Qué tenía Denmis en contra de Siren McKay? ¿Una ofensa antigua? ¿Lo habrían contratado para matarla? Esta idea sí que era interesante. ¿Estaría tan desesperada la persona que lo había contratado a él como para hacer tal cosa?

Quizá.

¿Podía ser que las energías universales estuvieran enviando a Serato el mensaje de que él, de que Serato, no estaba actuando con la rapidez suficiente? ¿O era que esas energías ya no confiaban en él, pensando que Serato podría fracasar?



Reflexionó sobre estas preguntas mientras veía cómo Dennis, junto a la puerta, se ponía cada vez más nervioso. Era posible que el universo estuviera atrayendo a Dennis hasta Serato. Un regalo. ¿Cuántas veces puede gozar uno del placer de quitar de en medio a un sucio policía? Y debía de tener las manos sucias; ¿por qué habría atacado a la vieja, si no? Serato conocía a Siren lo suficiente para comprender que ella no haría daño a una persona mayor nunca, jamás. Era incapaz de ello.

Lo más probable era que Dennis no supiera que Siren McKay estaba allí arriba con la Thorn. Si Dennis era listo, cuando se enterara de ello mataría primero a la anciana para terminar con Siren después, llevando hasta el final su historia de que Siren McKay pretendía hacer daño a la señora Thorn; pero Dennis era un practicante menor y sin experiencia en el arte de la eliminación de seres humanos. Puede que fuera listo, pero era inestable. En la en el condado, había parecido un bufón; y las cámaras de los periodistas habían sido despiadadas.

Dennis estaba perdiendo el juicio.

Serato no creía que Dennis fuera capaz de realizar con éxito la operación de matar a Thorn y a Siren de una vez sin que lo atraparan.

Se acarició la barbilla.

Pero...


¿Sería lo bastante estúpido como para intentarlo?

LEXI RIDDLEHOFF entró en el hospital, con el pelo rubio perfectamente peinado, agitando los dedos llenos de anillos. Siempre le maravillaba descubrir que podía entrar en plena noche en el hospital de una ciudad pequeña e ir prácticamente donde quisiera. Aquel hospital no era ninguna excepción. Ni siquiera había un guardia de seguridad en la puerta. Era una vergüenza, una verdadera vergüenza.

Subió al tercer piso en el ascensor sin que nadie le dijera nada. Ignominioso: no se veía un alma. Siguió adelante, sin perder su impulso decidido cuando pasó por delante de la mesa de enfermeras, vacía.

-¡Siren, querida! -exclamó con los brazos abiertos cuando entró en la zona de visitas-. ¿Cómo está?

Siren sonrió tristemente. Tenía el pelo revuelto, los ojos cansados. I

-No hay ningún cambio. Tiene mal aspecto.

Lexi se sentó junto a ella y le cogió la mano. Observó que Siren tenía los dedos pequeños y fríos.

-Es terrible para todos nosotros. He oído decir que estás en un buen "birrete".

Siren estaba tan cansada que ni siquiera fue capaz de sonreír.

-Se dice "en un brete", Lexi. En un brete.

-Sí. Desde luego. Nunca pude soportar a Dennis, un hombre tan taciturno. ¡Un sucio prevaricador!

-Desde luego que me ha puesto en un aprieto con sus mentiras.

-¿Hay aquí alguien contigo?

-Me ha traído Billy Stouffer –dijo ella, asintiendo con la cabeza-. Tanner ya estaba aquí. Están en la habitación de Nana

El le soltó las manos y ella se las dejó caer cansadamente en el regazo, con las palmas hacia arriba. Lexi se quedó mirando aquellas manos, paralizado. La luna y las siete estrellas. De manera que lo había hecho. Lexi comprendió la terrible realidad de que Nana había cumplido su última misión. No se recuperaría. Estaba esperando el momento de pasar al otro lado: lo único que la mantenía allí era el amor a su familia y a sus amigos. Aunque el saber esto no reducía en nada el dolor que le causaba su fallecimiento.

-¿Conocías bien a Nana? –le preguntó Siren, como buscando algo en común entre los dos. El sonrió.

-Hace unos tres años que somos amigos. Cuando yo llegué aquí, ella era la única persona del pueblo que quería hablar conmigo. Esa bondad no se olvida.

Siren asintió con la cabeza. Comprendía los sentimientos de Lexi.

Lexi cruzó las piernas y se puso las dos manos en la rodilla.

-Ella y yo estábamos trabajando junto en un proyecto.

-¿De verdad?

Él asintió.

-Yo colecciono manuscritos antiguos, libros, periódicos, diarios, cosas así. Domino varias lenguas antiguas, entre ellas el latín y el gaélico. Algunos diarios antiguos de por aquí se escribieron en gaélico, sobre todo los de las señoras que tenían secretos -dijo, con una risa ahogada-. Se pueden aprender muchas cosas leyendo la vida cotidiana de nuestros antepasados.

Dirigió la mirada hacia el fondo del pasillo vacío. Siren se levantó de su silla con desgana.

-Con tantas emociones, se me ha olvidado llamar al tío Jess. Estará fuera de sí de preocupación. Vuelvo enseguida, Lexi, voy a buscar un teléfono.

ESTABA tan absorto en su conversación con Billy que no la oyó al principio.

-¿Tanner?

Este se volvió.

-¡Nana!

Corrió haci ella, se arrodilló junto a la cama y tomó delicadamente su mano entre las suyas. Ella sonrió débilmente.



-¿Y de qué estabais hablando, exactamente?

Billy se adelantó con delicadeza.

-Señora Thorn, me alegro de que vuelva a estar con nosotros. Es fundamental que le haga unas cuantas preguntas.

Ella respiraba con dificultad y le temblaban los párpados.

-¿No puede dejarse para más tarde? -dijo Tarmer, rmirándola con temor.

-Adelante -dijo Nana-. Pregúntame lo que quieras.

Billy bajó la cabeza y se sacó del bolsillo una minigrabadora. La dejó en la mesilla que estaba junto a la cama, cerca de la cabeza de ella. Dijo en voz alta la fecha, la hora y las circunstancias de la grabación.

-¿Sabe lo que le ha pasado?

-¡Lo sé de maravilla! -declaró ella, con voz más fuerte, volviendo la cabeza hacia la grabadora-. Soy Loretta Penelope Thorn, y estoy aquí para decirle que Dennis Platt, el canalla, me dio un golpe en la cabeza y me tiró por los escalones del porche. Me sorprendió, pero yo le vi la cara claramente, y hasta me habló. Me dijo que la gente como yo estropeábamos su plan divino.Y si él les dice otra cosa, es que es un cochino mentiroso.

Billy le hizo algunas preguntas más. Ella las respondió, pero la boca le fallaba y parecía que respiraba con dificultad. Billy le dio las gracias y salió apresuradamente a buscar al médico.

-¿Cómo está Siren? -preguntó Nana.

-Bien -dijo Tanner, sonriendo-. Tuvo una escaramuza con Dennis, pero es toda una guerrera. Él dice que fue Siren la que te atacó a ti.

-¡Menuda tontería! -dijo Nana.

Tanner se aclaró la garganta suavemente.

-Estoy enamorado de ella.

-Por algún motivo, la noticia no me toma por sorpresa -dijo ella, volviéndose para mirarlo, con una leve sonrisa que le llenó de arrugas la piel alrededor de los ojos.

Nana iba perdiendo el color. Tanner quiso decirle que Siren era verdaderamente culpable de haber asesinado a su novio, Max Dalton, y que tenía emociones controvertidas sobre todo aquel lío, pero ya no estaba seguro de si debía decírselo o no.

-¿Te encuentras bien, Nana?

-No tengo muy buen aspecto, ¿eh?

-Bueno...

-No importa. Creo que estoy prácticamente lista para picar billete, por así decirlo.

-¡No!


A Tanner se le aceleró el corazón, y la cogió de la mano. Estaba muy fría y muy frágil dentro de la suya.

-Tendrás que enseñarle, Tanner, yo no estaré aquí para hacerlo. Espero que todo vaya bien entre vosotros dos; pero, aunque no sea así, procura mantenerte cerca de ella. Siempre te necesitará -dijo Nana, y retiró la mano de la de él.

-No puedo hacer eso.

-Claro que puedes -dijo ella, dándole unas palmaditas en la mano-. Hiciste la magia curadora para hacerme volver.

-Si hubiera funcionado, estarías de pie y bailando danzas populares.

-Sabes que no es así. Todos los que conocemos el camino de la sanación sabemos que nadie se pone enfermo en un solo día, y está claro que nadie se va a curar en un solo día. No somos fanáticos de la velocidad, ya lo sabes -dijo Nana, con un suspiro-. Me puse en contacto con Lexi. Ha estado consultando sus archivos, pero me temo que no hemos encontrado nada sobre tus incendios. Yo debería haber ido a su librería esta tarde. No me habías dicho que era amigo tuyo.

Tanner cerró los ojos con fuerza. ¿Cómo podía haber quebrantado Lexi su secreto?

-No, no me lo contó él -dijo Nana-. Lo descubrí yo. A esta vieja bruja todavía le queda algo de magia en la manga -añadió, agitando un dedo nudoso-. Tiene intenciones puras. Quiere que lo inicie, pero yo no seré capaz de soportar otra cerernonía.

Nana volvió a recostar la cabeza en la almohada. Tanner la miró con sorpresa.

-¿Iniciar a Lexi? ¿Para qué?

-En realidad, su estirpe se remonta a las brujas de la Cabeza de la Vieja por parte de su madre. Eran bastantes, ya lo sabes. Yo he visto el árbol genealógico. Es legítimo.

-¿Por qué no me lo dijo a mí?

-Porque sabía que tú querías dejar que desapareciera el clan. Temía que te enfadases con él, que te negases y que le retiraras tu amistad. Es un buen muchacho. Un poco raro. Pero un buen muchacho.

-Nana, no es un muchacho, tiene más de treinta y ocho años.

Ella agitó débilmente la mano, pocos centímetros por encima de las sábanas.

-Para mí es un muchacho.Y es un escritor estupendo, además -dijo. Cerró los ojos.

-¿Estás bien?

-Claro. Claro. Cuando Siren aprenda, podrá iniciarlo ella. Deberá hacerlo ella, ¿sabes? Ella será la nueva reina cuando yo haya muerto.

-Tengo mis reservas al respecto, Nana -dijo Tanner, frunciendo el ceño.

-¡Bah! ¡Paparruchas! Ya te estás haciendo el remolon otra vez. Cíñete al programa, muchacho. Además, hay otros. Yo, los he estado formando. Están esperando a que ella ocupe el lugar que le corresponde.

-¿Qué otros?

-Ya te enterarás con el tiempo.

Tanner se metio las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros. No se animaba a decirle que Siren había asesinado a Max. Pero, si no se lo decía, y si Nana fallecía, ¿no echaría aquello a perder la transmisión del linaje? Estaba seguro de que las leyes por las que se regía su tradición decían algo al respecto de moralidad de la reina, y de las cosas terribles que pasarían a tradición si se nombraba a una reina inadecuada. Se quejó para sus adentros. Debería haber atendido mejor cuando Nana le hablaba de las leyes; pero es que era muy aburrido, y él se figuraba que no sería él quien habría de recordarlas.

-¿En qué sueñas, muchacho? -le dijo Nana bruscamente-.Te he preguntado si tenías algo más que decirme.

-No -dijo él, sonriendo-. Ahora, descansa.

Ella se ajustó despacio las sábanas, con manos temblorosas.

-Entonces, soy yo la que tengo que decirte algo. Tienes aclarar las cosas con Billy Stouffer.

-No creo que pueda hacer eso.

-Tienes que hacerlo. Esto afecta a otras personas, sobre todo a los pequeños.

-¿Desde cuándo lo sabes? -preguntó él, con los labios temblorosos.

-Lo he sabido siempre. Pero no podía decírtelo: se te habría partido el corazón.

Él cerró los ojos y tragó saliva con fuerza.

-Ya se me ha roto.

-¿Lo sabe él ya?

-No.

-Será mejor que se lo digas.Tengo una mala sensación, Tanner: ninguno de los dos debemos ir a la tumba sin que él sepa la verdad.



-Entonces, ¿crees que debo decirle algo?

-Sería lo más acertado -dijo ella con suavidad-. Hay algo que no me estás contando, muchacho. ¿Qué es?

-Podemos dejarlo para más tarde -dijo Tanner, encogiéndose de hombros.

-¿Estás seguro de ello? -dijo Nana, con una expresión extraña en el rostro-. Si se trata de una cuestión importante, quizá debas decírmelo ahora mismo.

-Déjalo -dijo Tanner-.Ya hablaré contigo más tarde.

-Allá tú -contestó ella con un tono raro-. Siento haber hablado con los periódicos. Seguramente te habré hecho mucho daño, pero era una cosa que había que hacer.

Hizo una pausa.

-Te quiero, mi pequeno Tanner. Sé bueno.

Le envió un beso con los labios, y después cerró los ojos.

-Y no te preocupes, muchacho. La muchacha demostrará su valí o morirá en el intento.Tiene que tomar una decisión terrible. Recemos por que los Dioses guien su corazon y sus manos.

SIREN estaba ante la fila de teléfonos públicos de la recepción. Estaba tan cansada que apenas fue capaz de encontrar en su bolso monedas necesarias para hacer la llamada. Escuchó mecánicamente mientras introducía las monedas. Con el auricular en la mano, se volvió y miró por las puertas correderas de vidrio que daban acceso a los servicios de cuidados intensivos y urgencias.

Y dejó caer el auricular.

¡Dennis! Iba vestido completamente de negro.

La zona de urgencias era una casa de locos, había gente que corría en todas direcciones mientras miembros del personal del hospital daban órdenes a gritos. Había habido un choque múltiple en la Ruta 15. Iban a llegar más.

Dennis volvió despacio la cabeza y sonrió. La había visto.

Siren huyó por el pasillo, corriendo hacia los ascensores. No veía un alma. Pulsó frenéticamente los botones, pero no se abrió ninguna de las puertas de los tres ascensores. Desesperada, corrió a las escaleras y subió los escalones de dos en dos, jadeando por el esfuerzo. Dennis subía tras ella, pisando fuerte. Siren gritó; su voz resonó en el hueco de las escaleras.

Llegó al tercer tramo de escaleras, apoyando el cuerpo en la barandilla para impulsarlo cuerpo hacia arriba con toda la fuerza posible. No servía de nada; Dennis la estaba alcanzando.

SERATO esperaba con paciencia en lo alto del tercer tramo de escaleras, de espalda a la pared, en un punto donde no podían verlo por el cristal de la puerta de incendios que daba a las escaleras.Toda precaución era poca. Serato había sido el primero que había visto llegar las ambulancias. Eran tres. Debía de haber habido un accidente grave en la autopista. La zona de urgencias una casa de locos al cabo de poco rato. Entró rápidamente por la puerta de urgencias; de allí pasó con decisión por las puertas correderas de vidrio a la recepción principal del hospital. Pasó por delante de Siren, que estaba en los teléfonos, pero esta estaba metiendo las monedas en el teléfono y le daba la espalda. Tomó un ascensor y llegó arriba en menos de un minuto. Creyó que el poli iba a darle problemas, pero este se volvió y caminó hacia la zona de visitas mientras Serato entraba en las escaleras sin que lo hubieran visto.

Ya llevaba el tiempo suficiente observándola para saber cómo reaccionaría. ¡Qué ensayo tan maravilloso sería aquel! La oía subir corriendo por las escaleras, jadeante. Un grito apagado, y pués otro. Confiaba en que el universo la pondría en sus manos con seguridad. Se imaginaba aquel pelo largo y oscuro que volaba tras ella. Sus músculos, tensos de miedo y de esfuerzo. ¡Qué bien le hacía sentirse a él aquello!

-Te espero -susurró.

AQUELLO era casi demasiado perfecto, con solo que él pudiera alcanzar a la condenada perra. La planta baja era un maniconio. Nadie oiría el grito de ella. Intentó atrapar el pie de ella, calzado con una zapatilla deportiva; se le escapó, lo intentó de nuevo y atrapó el talón. Ella perdió el equilibrio y cayó de cara; la barbilla le rebotó en los escalones metálicos. Soltó un aullido de dolor. Bien. La perra se lo merecía, y recibiría mucho más. A nadie le estaba permitido estorbar su plan divino.

Él, llevado por su impulso, se adelantó a coger un puñado de aquel pelo largo, pero ella se volvió y le dio con el pie en la cara.

Él la soltó y se deslizó unos pasos hacia atrás, evitando caer al fondo del hueco de la escalera aferrándose a la barandilla. El cuerpo le colgó ligeramente hacia atrás, mientras se debatía por liberarse y volver a avanzar.

Ella subía las escaleras corriendo a gatas, como un animal.

Él se rio.

No escaparía.

SERATO esperaba que la vería de pie, y se sorprendió al ver aparecer su cabeza en la postura que llevaba, corriendo a gatas. Se quedó en las sombras. “Un poco más cerca, querida”.

Dennis volvió a agarrarla, esta vez de las piernas. Ella cayó, con la parte superior del cuerpo en el rellano del tercer piso, buscando algo a qué agarrarse con las manos en el suelo de baldoss lisas. Las palmas de las manos le chirriaron sobre el linóleo cuando Dennis la hizo caer. Volvió a gritar, con una parte del largo pelo atrapado bajo su cuerpo, mientras otros mechones le cubrían los ojos y la boca como una venda negra. Se atragantó.

Dennis empezó a reptar sobre ell para sujetar mejor su cuerpo que se retorcía.

-No voy a consentir que estropees mi plan divino –dijo, dándole un puñetazo en los riñones.

Ella soltó un quejido.

Dennis fue subiendo por su cuerpo, intentando cogerla del pelo en la base del cuero cabelludo.

Ella a agitó la cabeza antes de que él hubiera podido asirse con fuerza.

Él se levantó para golpearla.

Serato se adelantó y lanzó una patada a la cabeza de Dennis. El muy idiota estaba tan concentrado en dominar a Siren que no la vio venir.

EN UN MOMENTO DADO tenía a Dennis encima, y al cabo de otro instante ya no lo tenía. Mientras ella se debatía por quitarse el pelo de los ojos y volverse, sonó un golpe terrible. Se quedó tendida en los escalones, jadeando, y miró hacia abajo. Dennis estaba tendido en el rellano del segundo piso, con el cuello torcido de manera extraña, con una pierna doblada bajo el cuerpo, mientras se formaba lentamente sobre las baldosas blancas y brillantes un charco rojo que le manaba de la parte trasera del cráneo. Los oídos de Siren captaron el ruido de la puerta que daba de la escalera al tercer piso al cerrarse, pero ella no se volvió a mirar.

Miró fijamente a Dennis.

La respiración profunda de Siren resonaba en el hueco escalera, por lo demás en silencio.

-Que se joda tu plan divino -susurró. Se volvió despacio y se puso de pie. En el borde del rellano del tercer piso había una moneda de oro reluciente. Ella la recogió y la miró de cerca ¡Era la moneda de Tanner!


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