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NINGÚN SUEÑO, ni bueno ni Malo; el día de ayer era una larga mancha borrosa. No había preguntado a Jess por el mensaje escrito con pasta de dientes ni por la rosa, pensando que le estaba haciendo una broma desagradable en la que ella no estaba dispuesta a entrar. El sol de la mañana producía formas suaves de luz en el suelo de la cocina mientras ella preparaba té. Cuando Siren levantó la vista, vio con sorpresa que Nana Loretta estaba de pie ante su puerta trasera. Era como si la anciana se hubiera materializado sin más ante la ventana.
-Solo me he pasado por aquí para ver si estabas bien -dijo Nana, cuando Siren abrió la puerta-. ¿Dónde está tu tío Jess? -le preguntó, asomándose por la esquina y ciñéndose el cuello de su rebeca de color amarillo vivo. Siren pensó que Nana parecía un poco sofocada aquella mañana.
-Ha salido -respondió Siren.
Nana sonrió.
-He hablado con Tanner esta mañana, a primera hora. De modo que has conocido a mi nieto.
Siren, que estaba andando, se detuvo bruscamente.
-¿Su nieto?
-¡Sí!
Siren acompañó a Nana Loretta a la cocina.
-¿Tanner Thorn es nieto suyo?
-Claro.
Siren contempló a Nana mientras esta se sentaba despacio ante la mesa improvisada.
-Pero usted dijo que su nieto y yo habíamos jugado juntos de niños. Me imagino que, por algún motivo extraflo, yo me figuré que…
-¿Que él era un niño todavía?
-Qué tontería, ¿verdad? Debí haber tenido más sentido común.
-La mente hace cosas raras, te lo digo yo. Los recuerdos, por ejemplo: las personas que aparecen en ellos no envejecen nunca, no son más que fotos detenidas en el tiempo.
-Me temo que no tengo el menor recuerdo de Tanner –dijo Siren sacudiendo la cabeza. V
-Parece que hay muchas cosas que no recuerdas. Así es la vida.
Nana tomó la taza de té que le ofrecía Siren y miró a esta.
-Me he pasado a traerte chismes diversos, si te interesan. Por cierto, tienes ojeras. ¿No duermes bien?
Siren miró fijamente a Nana, incapaz de salir de la idea anterior.
-¿Por qué no la había relacionado antes con Tanner?
-Quizá no debías recordarlo hasta que estuvieras preparada. De modo que, ¿por qué chismorreos quieres que empiece? –le preguntó Nana.
-¡Elíjalos usted! -dijo Siren, riéndose y preguntándose si Nana sería verdaderamente una bruja, o si los rumores no eran mas que mentiras y Tanner le había tomado el pelo.
Nana echó una ojeada por la cocina.
-Veamos: ¿quieres saber si soy bruja de verdad?
Siren tragó saliva con fuerza. Aquella mujer era diferente de cualquier persona que ella hubiera conocido en su vida.
-La respuesta es "si" -dijo Nana, inclinándose hacia delante.
Siren abrió la boca, pero Nana le impuso silencio levantando la mano.
-La pregunta siguiente -dijo Nana- es si Tanner es brujo. Desde luego que si, aunque él lo niega. Es un bribón, vaya si lo es. Un chico de campo de pies a cabeza. Cuando murió su mujer, todas las mujeres guapas lo persiguieron -siguió contando, recostándose en la silla-, pero él se dio a la botella. Dice que lo ha dejado, pero yo no estoy muy segura de que sea verdad. Tiene dos hijos, pero están en el estado de Maine. Los padres de ella se los llevaron. Se cumplen siete años el 31 de octubre. Él dice que no, pero yo creo que se siente solo y echa de menos a los suyos.
-A sus hijos, quiere decir.
-No.
Siren volvió a intentar decir algo, pero Nana se le adelantó.
-Ah. Ah -dijo, levantando un dedo-. Te prometí chismereos escandalosos, y no he terminado. Me he enterado de que la mujer de tu primo Ronald lo ha dejado y ha pedido el divorcio. Eso lo mantendrá ocupado una temporada, supongo, pero un amigo, que tengo en el juzgado del pueblo dice que Ronald sigue empeñado en ingresar a tu tío Jess en un centro de algún tipo. Así pues, más vale que procures que Jess se comporte como un ser humano; ¡y, en nombre del cielo, haz que deje esa horca!
Siren se preguntó por un instante si Tanner le habría contado la conducta del tío Jess la noche anterior.
-Tu otro primo... -siguió contando Nana-. Se llama Harold, ¿no?
-Horace.
-Anteayer se cayó y se rompió una cadera; de manera que ahora están muy ocupados. Me he enterado de que no ha sido capaz de pagar la hipoteca de su casa y de que se van a mudar a una caravana a las afueras del pueblo.
-No me da lástima ninguno de ellos -replicó Siren, después de apurar su taza de té.
Nana buscó en el bolsillo de su rebeca amarilla y extrajo un pañuelo de papel, con el que se secó la frente.
-Hoy hace un poco de calor aquí. ¡Ah, sí! La policía cree que Ethan Files anda suelto y se dedica a matar a la gente.
Se cubrió la cara con el pañuelo de papel.
-Intentan mantenerlo en secreto, de modo que, como es natural, lo sabrá todo el mundo enseguida. Creen que fue él quien mató a aquella muchacha que encontraron en el contenedor, y a aquel chico en los billares de Whiskey Springs a primera hora de la noche de ayer.
A Siren le pareció que se le bajaba a la punta de los pies toda la sangre del cuerpo.
-¿Qué chico? -susurró.
-No era lo que se dice un chico, aunque sí que lo era compardo conmigo: dicen que tenía veintitantos años. Un prostituto, según he oído decir. ¿No te habías enterado? ¿Dónde has estado metida?
-No ha sido Ethan -dijo Siren, sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta.
-¿Que no ha sido Ethan? ¿Y cómo lo sabes tú? Parece que estás muy pálida. En todo caso, las autoridades buscan a alguien, eso es seguro.Y, hablando de agentes de policía, vaya, a Billy Stouffer le pasó una cosa rarísima anoche.
-Ah, sí?
-Si, en efecto. Al parecer, tuvo una experiencia muy rara. Iba conduciendo por la carretera tranquilamente y de pronto le dio un ataque terrible. Primero estuvo a punto de matarse. ¡Después se salió de la carretera, saltó de su vehículo y se tiró al lago!
Nana rio ahogadamente bajo su pañuelo de papel.
-¡No!
-¡Palabra de honor! -dijo Nana, levantando la mano derecha y trazándose después una cruz sobre el pecho-. Los de la ambulancia lo llevaron al hospital, empapado y tiritando como un perro.
-¿Está bien?
-Parece que está pertectamente cuerdo y que solo se ha ortigado el trasero con hiedra venenosa -dijo Nana, guardándose discretamente el pañuelo en el bolsillo. Siren se recostó en su silla mientras una sonrisa luchaba por asomarle a los labios cerrados.
-¿Cómo sabe usted todo esto?
-Tengo mis fuentes.
-He oído decir que Billy Stouffer anda con muchas mujeres.
-Eso hace; pero en general suele ser un buen agente de policía. Aunque ahora ya no estoy tan segura. Creo que se ha metido en un atolladero, por así decirlo. Todo el mundo tiene alguna historia fea por aquí, ¿sabes? Así es el ser humano. Depende de dónde pongas la mira. Como yo digo, lo que para una mujer es lo mínimo, para otra es el colmo. Por cierto, ¿dónde está tu tío Jess?
Siren se preguntó si Nana estaría pensando en minimos o colmos al acordarse de Jess.
-Le dejé llevar el Pontiac al pueblo, aunque me preocupa un poco. El coche no marcha bien últimamente; creo que la transmisión se va a romper. Jess dijo que tenía que ir al banco y que hacer otros recados.
Nana se levantó de junto a la mesa. Tardó unos momentos incorporarse.
-Estas mañanas de otoño la dejan a una entumecida -dijo-.Yo también tengo mucho que hacer, pero he querido pasarme por aquí para ponerte al día. En este pueblo no se puede vivir sin conocer los chismorreos. Me he enterado de que algunas personas se han interesado por tu trabajo con el hipntismo mo -añadió. Le brillaron los ojos.
-¿Personas que dan y reciben chismes?
-Desde luego.
-Sí, el teléfono ha estado sonando sin parar.
No dijo nada de las llamadas extrañas. Hizo una pausa. Sus sueños... habían sido verdaderos. Dos asesinatos verdaderos. Se le borró la sonrisa.
Nana asintió con la cabeza, sin dar la impresión de querer obligarla a hablar.
-Eso es bueno. Yo he estado corriendo la voz. A lo mejor tienes todas las horas cubiertas en cuanto te quieras dar cuenta. Por cierto, he hecho unas galletas y una tarta de manzana. Se me han olvidado en el jeep. Acompáñame fuera y te las daré.
Salieron a la luz cálida del sol. El monte de la Cabeza de Vieja parecía desolado, al irse cubriendo de más hojas secas suelo del bosque. A Siren le resultaba dificil concentrarse en charla de Nana.
Los asesinatos de los sueños eran verdaderos.
-Ya no tendremos muchos días tan buenos como los que hemos tenido en estas últimas semanas -decía Nana mientras abría la parte trasera del jeep y extraía su cesta de comida-. Pronto hará frío y lloverá. ¿Crees que serás capaz de soportar a tu tío Jess todo el invierno?
Siren, ausente, tomó la cesta de sus manos.
-Haré lo quepueda. Anoche desplegó sobre la mesa de la cocina los planos de la casa nueva que piensa construirse. Está ilusionado.
Se interpuso una nube ante el sol, cerrando el paso a sus rayos cálidos. Siren se estremeció, levantó rápidamente la vista y volvió mirar después a Nana Loretta.
-¿Estás bien, Siren McKay?
-Bien.
¡Los sueños son reales!
“Lo cual significa que no estoy loca, después de todo."
-No estoy loca -dijo, dejando salir de su boca inconscientemente las palabras.
-No, querida, nadie ha dicho que lo estés.
Sirén apretó los labios.
Nana extendió la mano y dio a Siren unas palmaditas en la cabeza, como si fuera una niña.
-Ten cuidado con lo que haces y con lo que dices a la gente. Sobre todo, a los que acuden para recibir tus tratamientos. Sí, ya sé que ya lo sabes, pero yo te lo recuerdo. Tal como ya he dicho, todo el mundo tiene sus secretos. En la cesta encontrarás una bolsa amuleto –dijo Nana, guiñando un ojo. Se dirigió a la puerta del conductor del Jeep y subió al coche más deprisa de lo que Siren había considerado posible teniendo en cuenta su edad avanzada.
-¿Qué es una bolsa amuleto?
-Una bolsa mágina llena de cosas buenas. No la abras. La preparé para darte protección y prosperidad. Llévala en el bolsillo.
Nana hizo ademán de cerrar la portezuela del coche, pero Siren la detuvo y dejó salir de su boca una pregunta antes de perder el valor de hacerla.
-¿Cómo murió la mujer de Tanner?
Nana echó a Síren una mirada extraña.
-Esa pregunta solo la harían dos clases de personas: las que quieren sacar a la luz malos recuerdos para hacerle daño, o las que están pensando tener relaciones con él. ¿De cuál de las dos clases eres tú?
-Lo siento –dijo Siren, apartándose del jeep-. Ha sido una pregunta muy atrevida, y tiene usted razón. Todo el mundo tiene derecho a su intimidad.
-¿Le tienes miedo?
- ¿A Tanner? Vaya, pues no. ¿Ha dicho eso él? ¿Que yo le tenía miedo?
Nana guardó silencio un momento.
-Fue muy triste. Se dice que tuvieron una discusión terrible, no sé la causa.Yo no vivía con ellos, y ella no se trataba conmigo. Ni siquiera quería traer a los niños a mi casa. Decía que les iba a deformar sus tiernas mentes. En todo caso, Jenny, así se llamaba su mujer, salió de la casa una noche dando un portazo y recorrió el pueblo a toda velocidad en una vieja camioneta Pinto. Supongo que sería hacia las dos de la madrugada, según contaron los artículos de los periódicos. Al día siguiente encontraron su camioneta Pinto boca abajo en el lago; había caído agua por el terraplén de la entrada del puente cubierto. Ella se ahogó. Una cosa terrible. Para empeorar las cosas, algunos dicen que él le pegaba y que por eso se marchó ella con tanta prisa. Pero yo no lo creo. Tanner es muy suyo, pero yo no he tenido noticia de que haya puesto nunca la mano encima a una mujer El forense no fue capaz de dictaminar nada en ese sentido, pero ella murió ahogada y se llevó el secreto a la tumba. Un caso triste. Como respuesta a tu otra pregunta, creo que él te tiene más miedo a ti que tú a él.
-¿A mí? -preguntó Siren, tragando saliva-. ¿Por qué?
-Si no lo has descubierto todavía, yo no te lo puedo decir.
-Por el asesinato de Max -susurró Siren.
-¡Señor, no! -dijo Nana, dando una palmada en el volante-. No es eso en absoluto. ¿Era eso lo que te habías creído tú?
Se rio con una risa quebradiza de anciana después y la miró con ojos serios.
-Ahora que estamos hablando con franqueza, tengo que hacerte una pregunta. La verdad es que tengo que hacerte bastantes, pero dejaremos la mayoría para más adelante. Creo que no estás preparada para algunas de mis preguntas; pero respóndeme a esta: ¿de dónde has sacado ese broche en forma de gárgola?
Siren se llevó la mano con un gesto protector al broche que llevaba en la blusa.
-Lo llevas puesto siempre, ¿verdad?
-Si.
-¿Tiene algo de especial?
Siren pestaneó, pasando los dedos por la figura complicada.
-Es un regalo que me hicieron.
Nana, sin sonreir y en silencio, espero a que siguiera contando.
-Supongo que es una tontería, en realidad. Yo no conocía siquiera a ese señor.
-¿Recuerdas lo que te dijo cuando te lo dio?
Siren titubeó.
Nana no cedió.
-Tú me hiciste una pregunta franca y yo te he contestado con la misma franqueza. Ahora te toca a ti.
Siren apartó la vista; los ojos se le llenaban de lágrimas, pero se negó a darles salida.
-Fue un día atroz. Un día terrible. Yo estaba convencida de que me mandarían a la cárcel, o algo peor. De pronto, me absolvieron y me encontré en la escalinata del juzgado. Había gente por todas partes. Periodistas, abogados: aquello era un manicomio.
Se llevó las manos a las mejillas, y después las fue dejando caer poco a poco.
-Entonces salió de entre la multitud aquel hombre, un hombre alto, y me puso en la mano con fuerza el broche. Lo recuerdo, porque el broche estaba abierto y me hizo sangre, y por eso me miré la mano enseguida en vez de mirarle la cara a él. Dijo algo de que la primera vez que me había conocido ya había sabido que yo era especial, y que siempre que lo llevara yo sabría que alguien me quería de verdad. Pensé que sería una especie de admirador loco -comentó, riendo nerviosamente-. Una los colecciona, ¿sabe?, sobre todo cuando a una la han acusado de asesinato. Seguramente debería haber tirado este condenado chisme, pero sus palabras me conmovieron mucho. En aquellos momentos me sentía muy sola.
-Intenta recordar qué aspecto tenía.
Siren apretó los labios. Comprendíó, y el descubrimiento la golpeó como un puñetazo en el plexo solar. El hombre estaba borracho; llevaba un abrigo suave de piel de gamo y un sombrero que le cubría del todo la frente y solo le había dejado atisbar un instante aquellos ojos plateados.
-Tu expresión acaba de decirme todo lo que yo tenía que saber -dijo Nana, abotonándose la rebeca amarilla-. Ahora te toca a ti visitarme. He dejado en la cesta de comida un papel donde he escrito las instrucciones para llegar a mi casa. Puedes devolverme la cesta cuando vengas a verme. Si no recuerdo mal todavía tienes algunos cacharros de cocina míos de la cena que os traje. Tráemelos también. Esperaré tu visita con interés. Tenemos mucho de qué hablar cuando estés preparada.
Se volvió a mirar hacia el final de la carretera.
-Parece que llegan por fin los muebles que tanto habías esperado -dijo.
Siren soltó un suspiro de alivio cuando el camión de muebles se detuvo después de dar un rodeo para evitar el vehículo de Nana.
Nana empezó a dar marcha atrás con su jeep, pero pisó el freno.
-Siren...
-¿Sí?
-Recuerda una cosa.Yo no soy Dios. Hasta las brujas tenemos nuestros límites. Yo no lo veo todo. Tal como he dicho antes, hay orden y hay caos. El jaleo es lo que te puede hundir, porque es un desorden con causa, y a veces no captamos el plan general... hasta que es demasiado tarde.
AL DÍA SIGUIENTE, Wilhelmina Potts llevó delicadamente la mole de su cuerpo al salón de Siren, que ya se había convertido oficialmente en despacho. La sesión marchó bien, aunque a Siren le resultaba tremendamente dificil concentrar sus pensamientos. A Wilhelmina le había hecho mucha ilusión la propuesta de perder peso por medio de la hipnoterapla y estaba poniendo mucho de su parte. Había preguntado cinco veces a Siren si esta había encontrado ya novio en Cold Springs, y le había propuesto otras cinco veces presentarle a su primo. Siren había rechazado la propuesta amablemente en todas las ocasiones.
-He estado a punto de no venir a verla -dijo Wilhelmina mientras se cargaba al hombro el bolso gigantesco.
-¿Ah, sí? -respondió Siren, ocupada en ordenar la carpeta del historial de Wilhelmina y en meter en un sobre la cinta de la sesión para que la cliente se la llevara a su casa, como era habitual.
Wilhelmina bajó los ojos.
-Verá, es que hablan mucho de usted.
-Eso tengo entendido -dijo Siren. Le costó trabajo evitar el tono de irritación.
-Algunos dicen que usted es responsable de los incendios, pero no se me ocurre como podría provocar todos esos incendio una chiquilina como usted. O sea, ¿cómo podría haberlo hecho sin que la hubieran atrapado todavía?
-Me alegro de que no prestara atención a los rumores –dijo Siren, con una sonrisa.
-Ah, pero sí que les preté atención. Por eso he venido. Quería verlo con mis propios ojos. Otros dicen que usted está relacionada con los adoradores del demonio que vienen por el condado y que hacen sacrificios humanos; pero lo que yo decía es que cómo era posible que esa chiquilina pudiera hacer daño a nadie...
-¿Adoradores del demonio?
-Desde luego -dijo Wilhelmina, asintiendo con la cabeza-. De vez en cuando viene por aquí toda una manada. La mayoría no son más que chicos jóvenes que escuchan música rara y hacen cosas extrañas para llamar la atención. Luego se descubre que uno o dos de ellos están locos por las drogas, nada más. Sucede por ciclos.
Siren seguía sonriendo, pues no sabía qué otra cosa podía hacer.
-Naturalmente, corría el rumor más general de que usted había matado a su novio y se había librado; pero lo que yo decía es que cómo era posible que esa chiquilina pudiera asestar dieciséis puñaladas a su novio sin tener encima una sola gota de sangre...
Siren se sintió un poco asqueada, pero siguió sonriendo.
-Ahora, la mujer del pueblo que echa las cartas opina qué usted es una de las brujas de la Cabeza de la Vieja, que se ha reencarnado para hacer sufrir al pueblo en castigo de lo que hicieron los antepasados de sus habitantes a usted y a las otras mujeres. Este rumor es el que más me gusta a mí. Es ingenioso. Pero lo que yo decía es que cómo era posible que esa chiquilina pudiera castigar a todo un pueblo...
Por fin había un rumor que ella podía permitirse comentar sin peligro.
-Esa leyenda no tiene nada de cierto, Wilhelmina: no es más que un cuento.
Wilhelmina dio una palmada en su bolso y soltó una carcajada.
-¿Eso cree usted? ¿Y se ha criado aquí? ¡Cielos, no! Muchos de los antiguos, ya sabe, de las familias que llevamos aquí desde que el glaciar abrió el lago de Colds Springs, tenemos una versión distinta del relato.Vaya, si es tradicional en estas partes que las familias reciten el relato en Halloween. Empezamos a hacerlo hace cosa de cinco años. Lo hace cada año una familía, en el parque de bomberos, para recaudar fondos. ¡Cuando yo era pequeña e iba a la escuela, solíamos tener peleas terribles, porque cada relato era diferente y todos jurábamos que el nuestro era verdad como el Evangelio!
Siren acompañó a Wilhelmina hasta el zaguán y le entregó el sobre que contenía su cinta.
-Escúchelo todas las noches, antes de dormir, y siempre que se encuentre deprimida por su peso o que quiera comerse unos caramelos.
Wilhelmna sonrió y se llevó el sobre al grueso pecho.
-¡Eso haré! ¡Mi sobrina ha perdido ya dos kilos y medio, y solo lleva unos días!
-Estupendo; pero, recuerde, cada persona es diferente, y tiene que desear perder peso.
Siren Puso la mano en el tirador para abrir la puerta.
-¿Sabe? -dijo WilheImina, mirando atentamente a Siren-. Usted se parece mucho a una de las muchachas que salen en el retrato que tiene mi padre de las brujas de la Cabeza de la Vieja.
-Su padre tiene una foto?
-La verdad es que no es una foto, es una pintura, pero se parece tanto a una foto que casi parece que están vívas.Yo la llevaba a la escuela todos los años para las exposiciones de curiosidades, hasta que algunos padres se quejaron y el viejo pastor baptista montó un escándao. Las brujas... tenían un club de costura -dijo, bajando la voz como si pudiera oírla alguien que no fuera Siren-. O puede que fuera un club de bordado, no lo recuerdo –añadió inclinando la cabeza a un lado-. Hace bastante tiempo que no cuento el relato. La mujer del alcalde siempre intenta acaparar el escenario. En todo caso, todas posaron para hacerse un retrato de grupo, que les hizo un pintor ambulante de los que había en aquellos tiempos.Yo pasaba horas enteras mirando ese retrato, preguntándome lo que sería haber sido una de ellas y, claro está, temblando al pensar cómo habían muerto todas allí arriba, en la Cabeza de la Vieja.
-¿Y cómo murieron? -preguntó Siren, intentando reducir al mínimo su curiosidad.
Wilhelmina abrió mucho los ojos.
-Vaya, las quemaron. A todas. Prendieron fuego a todo el monte.
-Pero yo había creído que ese relato no era más que una leyenda...
-¿Quiere decir que su familia no le ha contado nunca la historia verdadera? -preguntó Wilhelmina con incredulidad.
-Mi tío decía que no era más que un cuento de hadas.
-De ninguna manera -dijo Wilhelmina con vehemencia-. Es verdad, vaya que sí. Puede que alguna de esas brujas fuera parienta suya y que por eso se negó su farmilia a decir nada. Algunas familías de por aquí no quieren reconocer que sus antepasados fueron brujos y brujas, mientras que otras familias están muy orgullosas de ello. Una de esas mujeres figura en mi árbol genealógico -añadió Wilhelmina con cara radiante-. ¿Quiere ver ese retrato, si es que lo encuentro?
-Tráigalo la próxima vez, si quiere.
Wilhelmina retrocedió para contemplar a Siren.
-¿Sabe? Usted tiene algo que me resulta muy familiar.Y ese broche raro también. Sé que lo he visto antes. Puede que fuera cuando salieron sus fotos en el periódico, nada más.
Siren sonrió levemente y tocó el broche gárgola. Lo sintió caliente al tacto.
SERATO se estaba replanteando la posibilidad de instalar aparatos de escucha en la casa de Siren. Tenía el plano de la casa, conseguido por mediación de la persona que lo contrataba, de manera que aquello no era problema, y ya había estado dentro de la casa, aunque nunca mucho tiempo. Todavía tenía que encontrar aquellos condenados números. Por desgracia, ella apenas salía de la maldita casa, y aquello se estaba convirtiendo en un verdadero circo. Ese vejestorio, Jess, había estado a punto de toparse con él la noche que había dejado la rosa.
Y habían surgido otras dificultades. La llamada telefónica de aquella mañana no había ido bien. ¿Por qué no había encontrado los números? La persona que lo había contratado quería acelerar el plan de trabajo. Él había respondido, airado, que el trabajo ya estaría terminado si no tuviera tantas condiciones que cumplir ni tantos recados ridículos que hacer. Aquello había enfadado enormemente a la persona que lo había contratado. Serato había alegado como excusa el aumento de la actividad en casa de Siren, además del hecho de que la policía andaba fisgando; pero la voz irritada que sonaba al otro lado de la línea no parecía convencida. Lo peor fue que Serato tuvo que pedirle que le enviaran a Whiskey Springs, por mensajería urgente, un nuevo teléfono móvil, lo cual le había valido otra bronca de cinco minutos. Serato había terminado por colgar el teléfono público. La perra lo pagaría; pero, antes, él tenía que identificar a todos los que intervenían en aquel jueguecito. ¿Objetivo siguiente? Descubrir al propietario de aquel todo terreno deportivo.
SIREN MASTICABA una de las galletitas de Nana Loretta mientras tocaba la bolsa amuleto. La bolsita de franela roja tenía bultos. Se llevó a la nariz la suave bolsa y aspiró el olor dulce a hierbas machacadas. Tenía que reconocer que el retrato que tenía WilheIrnina le producía cierta curiosidad, sobre todo si ella se parecía en algo a una de aquellas mujeres asesinadas. Siren se preguntaba también qué habría querido decir Wilhelmina al decir que "cada relato era diferente". De una cosa estaba segura: de que no le interesaba que Wilhelmina Potts fuera contando por el pueblo que había visto con sus propios ojos a una de las brujas de la Cabeza de la Vieja, reencarnada en forma de Siren McKay, y que había vuelto para hacer que todos pagaran la muerte de veinticinco mujeres. Por otra parte, había medios para convertir en positiva la publicidad negativa. Tendría que pensárselo. Dejó caer la bolsa amuleto en el bolsillo de su falda. Le zumbaban los oídos y sacudió la cabeza. La verdad era que debía consultar a un médico al respecto; pero con tantas cosas que estaban pasando en su vida, se le olvidaba. Bueno, se las arreglaría, con tal de que no le explotara la cabeza.
Siren se incorporó de pronto en su silla. ¿Cómo había sabido que eran veinticinco? Wilhelmina no había dicho ningún número. ¿Sería alguno de los viejos cuentos de fantasmas del tío Jess, que estaba flotando por los posos de su cerebro? Sonó el teléfono, y Siren saltó a atender la llamada, pues no tenía intención de perderse ningún posible cliente.
-Soy Ronald. Quiero hablar con mi padre.
Siren hizo un gesto de desagrado al oír su tono de voz áspero.
-No está aquí ahora mismo.Tendré que decirle que te llame.
-Que se ponga al maldito teléfono, Siren. ¡Sé que está ahí!
Siren apretó con fuerza el auricular.
-No está aquí.Tendré que darle el recado.
-¡Estás obstruyendo mi derecho a hablar con mi padre! -gritó él por el aparato.
Siren apartó el teléfono de su oído.
-No puedo poner al teléfono a una persona que no está aquí -dijo con voz tranquila, acercándose despacio el aparato al oído-.Tendrás que dejar un recado, o colgar.
Siren esperó con paciencia mientras el otro tapaba el aparato con la mano y hablaba entre murmullos con alguien que debía de estar a su lado.
-Muy bien. Puedes decirle que mi abogado, tu hermana y yo iremos a verlo el 31 de octubre, a última hora de la tarde.
Siren consultó su calendario. Era cinco días más tarde. El cumpleaños de ella, precisamente.
-No te lo recomiendo, a no ser que lo hables antes con él.
-Ya he hablado, o por lo menos Gemma ha hablado con él. Vendrá ella también. ¿Verdad que eso te encantará? -dijo con sarcasmo; y colgó bruscamente el teléfono. Siren se sobresaltó.
-Maldita sea.
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