Año n 22 miercoles de mayo de 2002


El primer cazador de rayos cósmicos



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El primer cazador de rayos cósmicos
El hombre, a lo largo de los últimos 50 años, ascendió montañas y ganó altura en globos aerostáticos buscando entender de dónde provienen esas partículas que, como lluvia, surcan el espacio.

Hoy, Juan Roederer (72), invitado a Malargüe por los científicos del Observatorio Pierre Auger, aporta sus ideas en el único experimento en el mundo que mira hacia el interior de la galaxia, en busca de resolver el misterio del origen del Universo.

El profesor emérito de Física de la Universidad de Alaska recorre las calles de la ciudad sureña junto a otros 150 estudiosos de 19 países. Saluda a los vecinos, disfruta de la montaña y del tradicional chivo al asador y, sobre todo, observa en las noches claras ese cielo que aún guarda importantes secretos para la humanidad.

Con Roederer intercambian experiencias las mentes más brillantes de la física mundial. Por los pasillos del Centro de Congresos y Exposiciones Thesaurus caminan el premio Nobel de Física James Cronin; el vice rector de la Universidad de Leeds (Gran Bretaña), Alan Watson y Carlos Hojvat, subgerente de la colaboración internacional para el proyecto Auger de observación de rayos cósmicos.

Roederer nació en Italia, se crió en Austria y estudió en Argentina. Es uno de los pioneros en el estudio de las partículas que llegan desde el espacio exterior, tal vez del estallido original que dio forma al Universo. Sus primeras experiencias científicas las hizo en nuestro cerro Aconcagua.

Tiene la humildad de los grandes: “No descubrimos nada nuevo, encontramos algo de lo que había poca estadística en el mundo”. Concretamente, el grupo de investigadores que integraba (donde también estaba su actual esposa Beatriz Cougnet), capturó imágenes de la trayectoria de esas partículas energéticas en placas fotográficas nucleares. “Eran tan desconocidas que se las llamaba partículas extrañas o mesones”, aclara.

Fueron estos jóvenes estudiosos quienes, con mediciones barométrica precisas, descubrieron que la cima del Coloso de América tenía 6.980 metros, “provocando la ira de los miembros del Club Andino de Mendoza” que estaban convencidos de que su altura era de 7.000 metros exactos.

El universo tiene un imán muy especial para este hombre: “El estudio de la radiación cósmica me lanzó al mundo de la ciencia. Es una aventura interminable”.



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