Ediciones tematica s. R. L. Buenos aires



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Desde 1810 hasta nuestros días, al margen y por encima de toda consi-
deración —casi siempre mal intencionada—, sobrevive la naturaleza de los
hechos y la realidad del proceso, que indican
que la larga confrontación
entre lo nacional v lo antinacional continúa desarrollándose.

Por esta razón, la concepción geopolítica de la Argentina no ha podido


ser llevada a cabo, mientras subsiste aún la idea política de la dependencia.

En tanto no haya una férrea continuidad para integrar el componente


espacial, desarrollar las áreas de frontera y ejercitar un centro de gravedad
en los factores energéticos, mineros e industrias pesadas coordinadamente
con los agropecuarios; mientras no se comience a defender primero y robus-
tecer después la cultura; mientras no se busque consolidar la concertación
del
Cono Sur; mientras no se practique un proyecto nacional auténtico, to-
do proyecto geopolítico nacional no pasará de la etapa de los buenos dese-
os. Porque la idea de una geopolítica autónoma, parte de la base del poder.







Sin poder nacional, no hay autodeterminación.


El factor externo en la política argentina


Aunque nos hemos referido a él en líneas generales a lo largo del texto,
el significado y presencia permanente de este factor tiene tal importancia
que se hace conveniente tratarlo en particular, a fin de desentrañar sus orí-
genes, sus objetivos y su "modus operandi".


La hegemonía europea en Sudamérica se definió inicialmente entre Es-
paña y Portugal. (Gráfico 29). Estas dos coronas se enfrentaron tanto en la
Península Ibérica como en las Colonias, en particular en el estuario del Pla-
ta.


Portugal inició la conquista del actual Brasil, buscando permanente-
mente su ampliación hacia el Oeste y hacia el Sur. Era la boca del estuario
platense, en particular, lo que le interesaba a Portugal.


Todas las exitosas medidas militares españolas fueron neutralizadas
por la sagaz diplomacia lusitana. Lo que perdió en los campos de batalla, lo
ganó en la mesa de negociaciones.


Cuando los pueblos sudamericanos alumbraron la independencia del
continente, la herencia recibida de la corona española fue total. De ahí que
recibieron, también, el legado de las contradicciones y debieron continuar
soportando los errores iniciales, a los cuales se le sumaron los propios.


A la debilidad española le correspondió, en el orden mundial, el afian-
zamiento del poder inglés, aliado del trono portugués.


Portugal juega en el siglo XVIII y durante el siglo XIX, el lugar de "so-
cio privilegiado" de Gran Bretaña, asociados ambos en la lucha contra Es-
paña para usufructuar de la desmembración de su imperio y, en consecuen-
cia, intervenir en la repartición de sus colonias.


Después de 1810 y ante el fracaso de anexión por parte de Inglaterra de
las colonias del Río de la Plata, el enfoque geopolítico británico se amoldó a
la realidad existente, auto erigiéndose como
el poder componedor, protector y equilibrador de la situación platense.

De esta situación, surge la artificiosa creación de la República Oriental
del Uruguay, la limitación del poder lusitano en el estuario, la ayuda
irrestricta al centralismo porteño, la obtención de la libre navegación de los
ríos, su enfrentamiento con el gobierno de Rosas, su acción propiciadora en
la intervención brasileña para el derrocamiento del Caudillo argentino, su
disestra intervención en la Guerra de la Triple Alianza para derrocar a Solano López, que no permitía la penetración económica en el Paraguay, como otras


influencias, acciones y presiones que registra la historia nacional.
La Argentina en gestación, adhería a esta situación dominada por la dirigencia portuaria, y si bien no ganaba el país, permitía desarrollar su poder
de dirigencia, mientras la Gran Bretaña, como potencia "protectora",


equilibraba la política, primero portuguesa y luego brasileña en el Cono

Sur.


Este es el contexto donde se asienta el modelo del 80, y esta premisa
basada en la subordinación a un "mecenas" internacional, al protectorado
de una potencia, signa la historia de las relaciones exteriores argentinas

Pero luego de la guerra con el Paraguay (1865-1870), en el Cono Sur


ocurre un hecho de relevante proyección internacional, que gira en torno al
poder componedor de Gran Bretaña, principalmente relacionado con la Ar-
gentina y Brasil. Este último país, orientado por el genio del Barón de Río
Branco, comienza, a partir de 1870, a "soltarse" paulatina pero sistemáti-
camente, de la hegemonía inglesa. Esto es así, en función de que el factor
equilibrador
que ejercía Londres, no se avenía con las aspiraciones de Ita-
maraty. Brasil no deseaba seguir permitiendo que su proyección continental
(territorial y desarrollo espacial) fuera controlada por la potencia europea.

El Brasil imperial, luego republicano, no rompe bruscamente con


Inglaterra, sino que, sigilosamente, va creando una política nueva, sagaz,
metódica, que va aproximando al país a los intereses de los Estados Unidos
de Norteamérica. Brasil va cambiando así, sin hesitaciones y con clara de-
terminación, de patronazgo, mientras la Argentina persistía en su ciega y
frustradora adherencia al imperio decadente.

La Segunda Guerra Mundial, permitió al Brasil publicitar su política,


participando decididamente con un Cuerpo Expedicionario en la península
itálica, con lo cual inició una nueva etapa en el desarrollo interno.

De esta manera, del equilibrio inglés se pasó, casi drásticamente, al de-


sequilibrio norteamericano. Esta es la situación actual, irreversible en cuan-
to se pretenda continuar con la filosofía del modelo del 80. Esto es así por-
que poco reportará al país cambiar de "patrón" a la altura de los aconteci-
mientos, por cuanto, la política estadounidense ya está trazada hace tiem-
po, será invariable y realista, en función de sus propias conveniencias.

A la luz de la experiencia del factor externo, la Argentina no podrá salir


de su frustración, no hallará la operativa integradora de su espacio, ni al-
canzará su desarrollo industrial totalizador, mientras no imagine un proyec-
to que le permita "desprenderse" paulatina pero sistemáticamente de la de-
pendencia de una potencia mundial, sea cual fuera ésta. Lo expresado no
significa que no deba aprovecharse, según sus propios intereses, de las
contradicciones que se generan en el campo internacional, y que no deba
ejercitar una política de conveniencia con los poderosos. Lo contrario sena
suicida. Pero debe quedar claro que la persistencia en querer encauzar el
país dentro de los moldes agroexportadores, sirviendo a estructuras foráne-
as y jugando su suerte a los buenos deseos y vaivenes de potencias mun-
diales, no le reportará un beneficio más allá de un límite estrecho, oscuro e
intrascendente.

Es necesario que, de una vez por todas, la Argentina se percate de la ne-


cesidad imprescindible de contar con una firme política de autodeterminación.

Premisas básicas de la geopolítica argentina
La geopolítica de la República Argentina debe ser considerada a partir
de dos premisas básicas.

La primera se refiere a la naturaleza geopolítica y constituye el núcleo


del problema.

A menudo asistimos a las controvertidas ponencias de la Argentina


Continental
versus la Argentina Insular. Al respecto, pensamos que ambas
son realidades no contrapuestas, sino que son complementarias.

La República Argentina está inserta en el Cono Sur del Continente,


pertenece al Continente y participa de las potencialidades que le ofrece éste.
Su destino está junto a sus pueblos hermanos, su futuro no puede ignorar
los intereses regionales. Por otra parte la Unidad Regional es la única solu-
ción válida, ante un mundo en acecho, conflictuado e incierto.

La Argentina es Continental, porque la historia y la geografía la suje-


tan al continente y porque su gran política debe realizarse en el Continente
que es su naturaleza e identidad.

Pero la República Argentina, por su situación geográfica absoluta y re-


lativa, también goza de los privilegios y responsabilidades de una benefi-
ciosa posición marítima, situación virtuosa que le otorga singulares caracte-
rísticas y le exige soluciones sustanciadas con equilibrio pero con acierto,
con armoniosidad exenta de esquematismos, con prioridades sin contenido
de parcialidades perniciosas.

Sostenemos que la Argentina es Continental, pero también goza de


condición oceánica, de modo que su naturaleza geopolítica le confiere una
peculiar significación. Esta particularidad debe ser aprovechada en benefi-
cio propio, eliminando drásticamente la discusión estéril sobre la prevalen-
cia de una u otra característica.

La particularidad Continental Trioceánica (Atlántica, Pacífica y An-


tartica) privilegia la política y otorga un marcado beneficio a la estrategia.

La otra premisa, parte de la Integridad Territorial, de la Unidad del Es-


pacio Nacional, donde no caben particiones ni consideraciones sectarias o
segmentarias. Es la célula geopolítica, que enmarca la individualidad y so-
beranía.

A grandes rasgos, nuestro País está integrado por la Pampa Húmeda


irrigada por la Cuenca del Plata, la zona Andina, la zona Patagónica, el
Mar Patrimonial con sus archipiélagos y la Antártida.

La consideración sectorial de alguna de estas zonas, adolecerá de un


grueso error y abundará en el juego de las intenciones de partición territo-
rial, con el consiguiente deterioro y menoscabo a la Soberanía Nacional.

Lo expresado significa entonces.que el desarrollo de las partes debe eje-


cutarse prioritariamente en forma integrada con las otras, antes de intentar
o realizar la integración internacional. En otras palabras, el desarrollo de la
Cuenca del Plata, por ejemplo, debe realizarse con carácter prioritario para servir a la Mesopotamia y al Centro Norte de la Región Andina. Considera-
mos un gran error el proyecto en ejecución de desarrollo binacional como
prioridad para el Nord Este Argentino, sobre lo que volveremos más ade-
lante.


Estas dos premisas, proporcionan pautas ciertas y ponderables, para
iniciar cualquier consideración o para intentar análisis coyunturales y/o
prospectivos. Otorgan un punto de partida doctrinario, realista y totalmen-
te vigente, al servicio de los intereses nacionales.


La naturaleza geopolítica y el concepto de integridad espacial, determi-
nan la prognosis correcta para el estudio de los diferentes problemas, así co-
mo los elementos fundamentales que signarán la mejor solución para una
creciente autodeterminación.


No debe olvidarse que el desarrollo espacial soberano (tierra firme) es
indispensable para poder ejercitar un poder marítimo cualitativo.


Históricamente, las potencias marítimas, lo fueron, sobre la base de su
unidad nacional territorial.


Quinta
Parte


LA INTEGRACIÓN
PARA LA LIBERACIÓN
Y LA INTEGRACIÓN
PARA LA DEPENDENCIA


Los grandes imperios se agotan,
prisioneros de sus apetencias
hegemónicas, al perder capacidad de
respuesta a las crecientes inquietudes de
los pueblos, los cuales se procesan en la
natural evolución histórica.


El Continente

Geopolítica para la Liberación
La geopolítica es la disciplina que interrelaciona los factores geográfi-
cos con la política. Es la política basándose en las utilidades que presenta la
geografía. Es, por lo tanto, una disciplina política, servida por factores ge-
ográficos.

Inicialmente, habíamos señalado las diferencias de concepción que


comprendían, la aplicación de una determinada teoría geopolítica.

Normalmente, la geopolítica ha sido utilizada por los poderosos para


lograr y afianzar los intereses de la dominación. Las grandes potencias han
pergeñado teorías imperiales que les otorgaron beneficios y dominio. Esta
es la geopolítica
al servicio de una política colonialista.

Los pueblos dominados, a su vez, se valen de la geopolítica que respon-


de a las aspiraciones de liberación. Esto es, el arte de conducir que tiende a
lograr los objetivos determinantes del rompimiento de los canales de la de-
pendencia. Esta es la geopolítica al servicio de una política liberadora.

América Latina debe basarse en esta última para el planeamiento de
una estrategia de liberación, así como para la concreción de las maniobras
concebidas y para el logro de las etapas fijadas.

La idea, aunque encuadrada en el contexto mundial, deberá responder


a los intereses nacionales asentados en la realidad que se vive.

En este sentido, el ejemplo que nos presenta la historia es sumamente


elocuente. Ello está concretado en la concepción de los Virreinatos y en la
visión de los Libertadores, primeros legados históricos sobre la vital vigen-
cia del continentalismo.


Este es el proyecto histórico, vigente para la liberación nacional y con-
tinental. Toda idea liberadora debe participar de la unidad monolítica, ide-
ológica y geopolítica. Pero esta unidad, hermanada en sentimientos y ob-
jetivos comunes, comunitariamente sobrellevada en la coparticipación de
esfuerzos y esperanzas, debe concebirse a partir de las integraciones na-
cionales. Ningún edificio con cimientos frágiles podrá sostenerse.


Las unidades nacionales serán el basamento de la conjunción latinoamericana.

La formación acabada de las naciones permitirá el cumplimiento de


las etapas históricas y servirá para decantar la gran síntesis continental.
La América precolombina, se distinguió por el brillo de las civiliza-

ciones Azteca, Maya e Incaica. La América colonial se estructuró en


Virreinatos; América independentista se caracterizó por la balcanización
impuesta por el neocolonialismo; la etapa de la América Liberada, debe sin-
gularizarse en la alianza de los antiguos núcleos geopolíticos de origen His-
pánico, concebida a través de la consecución previa de las unidades na-
cionales.

Sin unidad nacional no se accederá a la alianza americana. Sin unidad continental no será posible la autodeterminación.
La República Argentina y América del Sur

La República Argentina, parte constitutiva de América, se encuentra


inmersa en el proceso de liberación continental, como uno de los fundamen-
tos más sólidos del mismo.

A partir de 1810, se fueron creando dos concepciones geopolíticas que


se enfrentaron por la supremacía y que respondían a dos ideologías
diametralmente opuestas. Estas ideas sirvieron a la "política colonialista" y
a la "política liberadora", respectivamente, para el logro de los objetivos
consecuentes.

En nuestro país, existen pues, desde antaño, dos concepciones ge-


opolíticas enfrentadas.

La primera, geopolítica del Atlántico, (o Insular) responde a una idea


liberal, extranjerizante, alineada cultural y socialmente a la línea europea y
norteamericana, antihispánica y contraria a la tradición, subrogante de un
sistema económico librecambista y opresor, vasalla de una línea política do-
minadora. Es la concepción del puerto de Buenos Aires, la "petit París", de
la economía centralista, de la cultura enajenada; es el país agroexportador
dependiente de los centros de poder extranjeros; es la nación manejada por
la oligarquía ganadera, luego financiera, animada por la ideología positivis-
ta del "progreso" infinito. Pretende la conformación de un país europeiza-
do diferenciado del resto de América, segregado de lo autóctono y adheren-
te a una formación foránea. Es la Argentina dividida en la Capital y el Inte-
rior, en oligarquía y pueblo, en clase dominante y dominada, en la gente
bien y la chusma.

La línea del Atlántico es la concepción importadora de manufacturas, exportadora de materias primas de la "élite" enajenada culturalmente. Ex-


portar las carnes, los cueros y los cereales, importar los capitales, las má-
quinas, los zapatos... y la cultura. Es la historia de la Guerra del Paraguay;
de las expediciones "civilizadoras" contra la "barbarie" de los caudillos fe-
derales y sus montoneras; de las misiones al extranjero para conseguir favo-
res a cambio de Soberanía; es la expresión contra el español, el gaucho y el
indio; el desprecio hacia el "cabecita negra" y la entrega de territorios; la
educación con normas y maestras importadas; es la serie de pactos y acuerdos la sombra del pueblo; es la cesión de áreas petroleras y la firma de

convenios con las transnacionales; es el desmembramiento de la República y


el abandono de América. Son, también, los contubernios políticos espuri-
os, vergonzosos, entre las fracciones políticas, a veces, incluso, con na-
ciones extranjeras. Es la cultura anglófila de pretendidas "élites" porteñas.

Podemos anotar en ella los casos de soborno, enajenación y robo, de


entrega de territorios, cesión de empresas nacionales, empréstitos leoninos,
negociados con las transnacionales; etc.

La concepción geopolítica del Atlántico, contiene la imagen de una Ar-


gentina dependiente, oligarquía próspera adherida a la suerte de Europa o
de los EE.UU. de América, de espalda a los pueblos hermanos del continen-
te. Una Argentina a la que dejan vivir con tranquilidad castradora, aunque
ello le cueste la dignidad. Una República con discursos inflamados, vivien-
do de declamaciones inauténticas y de un pasado engañoso; marchando ha-
cia un porvenir de colonia privilegiada, con un modelo económico social
impuesto desde afuera y una política alineada con las grandes y pequeñas
decisiones de la oligarquía dominante.

Es el modelo de una Patria espectadora de los designios mundiales, de


una clase dirigente vernácula obnubilada por las luces imperiales, inauténti-
cas, sufriendo los coletazos como furgón de cola de la marcha del proceso,
sin capacidad para autodeterminarse. Es, en principio, la alineación con
Inglaterra para luego ubicarse junto a los EE.UU., es la cesión permanente
de posiciones y el aniquilamiento de la esencia del Ser Nacional. Es el em-
pobrecimiento del interior y la opulencia de Buenos Aires, es la subyacencia
de la autenticidad y la relevancia de lo importado. Es, en suma, abjurar de
la Nación y mirar hacia afuera.

El pensamiento Atlántico deviene en la creación de una "sociedad tra-


dicional" y "europeizada", asentada en un sistema cultural y económico
totalmente comprometido con intereses foráneos. Es la geopolítica imple-
mentada por Gran Bretaña y aceptada por la dirigencia del país. Básicamen-
te es la inserción en la división internacional del trabajo y la balcanización
americana. Es el gobierno de la Nación, por una minoría de la minoría.

La línea del Este es, en fin, una Argentina de tercera categoría subordi-


nada a la voluntad externa, con un pueblo sumergido y una oligarquía diri-
gente poderosa. Pese a inflamadas declaraciones y estrepitosos buenos dese-
os, significa una República sin grandeza ni dignidad.

La segunda es la concepción de los Andes, o continental peninsular, idea
histórica que se contrapone como hecho natural a la maniobra alienada del
Atlántico. Contiene, fundamentalmente, el sentimiento telúrico, se asienta en
el acervo cultural autóctono, se basa en la tradición civilizadora y colonizado-
ra hispano-católica del continente. Representa la geopolítica integradora, tra-
dicional, practicada por los Incas, ampliada y enriquecida por la España Ca-
tólica y visionariamente intentada por los Libertadores San Martín y Bolívar-
Significa el proceso unificador del país, realizado conjunta y simultáneamen-
te con los Estados hermanos, en marcha hacia la unidad continental; es tam-

bién la defensa de los valores e intereses nacionales, frente al vasallaje del
puerto de Buenos Aires y a la fuerte intromisión extranjera.

La línea histórica del Oeste es la actitud asumida por los Caudillos, es


el federalismo distorsionado por la historiografía liberal, representa la de-
fensa de lo nacional ante la entrega del país.

Esta concepción involucra el contenido político de una gran Confede-


ración Sudamericana, solidaria, comunitaria, erigida con igualdad de de-
rechos, deberes y garantías.

Significa la construcción de un bloque de naciones independentistas,
amalgamadas en una comunidad política, cultural, económica, social y militar, al servicio de un ideal común y de un destino de grandeza.

La idea continental está basada en la re-integración de las unidades


virreinales del Continente, que señalaran con acertada convicción los Liber-
tadores.

La concepción vertebral está ejemplarizada a través del "camino del In-


ca", de las expediciones de los colonizadores, luego por las columnas inde-
pendientes y, por último, por la genialidad de Bolívar y San Martín. Es la
línea ideológica de los caudillos federales, los cuales, sin saberlo tal vez pero
iluminados, trataron de coordinar y unir a los hombres litoraleños y andinos.

La idea del Oeste es totalizadora, liberadora e históricamente correcta; por esta razón todo el peso de los imperialismos y oligarquías comprometidas, se empleó para neutralizarla y destruirla.

El "desacuerdo de Guayaquil" es, tal vez, el hecho más significativo y


público de todos los intentos realizados para tal fin.

Las dos ideas expuestas entraron en conflicto con el nacimiento mismo


de la Patria. Los movimientos, tendencias, hombres y partidos, se adhi-
rieron a una u otra, creando desde entonces la permanente contradicción
política.

La concepción liberal adoptó la tutela imperial desde el momento en


que abandonó a San Martín a su suerte, consolidó su poder después de Ca-
seros y se adueñó del país. Salvo breves interregnos, la oligarquía vernácula
desarticuló siempre sagazmente los movimientos nacionalistas, enjuició y
enlodó a sus hombres y estructuró las instituciones de la República a su ser-
vicio. De esta manera desgobernó la Nación, entregándola al imperialismo
de turno. El grito sagrado de Mayo, fue convertido en grito a medias. Caseros y la Constitución de 1853, significan los hitos que marcan la transición
de la colonia a la dependencia neocolonial.

Dirá Arturo Jauretche, en "Ejército y Política", "La Patria grande y la Patria chica":

"Dos concepciones opuestas han alternado en la política argentina: la que ha cuidado la conservación del espacio original y la que lo ha sacrificado al triunfo de preocupaciones de otra naturaleza".
"El Ejército de la Independencia y la Patria Grande. La disyuntiva

entre la existencia de una política nacional y su negación está presente desde


los primeros días de nuestra historia. Hay dos concepciones: la de la
PATRIA GRANDE y la de la PATRIA CHICA. La que atiende al Ser de la
Nación en primer término y la que posterga ésta al cómo ser; la que pone el
acento en la grandeza y la que lo pone en la institución, en las formas. La
primera tiene la atención puesta en las campañas de la independencia, en el
Alto Perú y en la Banda Oriental; es la que genera las epopeyas sanmarti-
niana y artiguista. Se siente continuadora de la política de España en el
Continente, ahora para los americanos. Su ámbito es tan grande que sus
hombres se llaman así, y no argentinos; esto lo iremos siendo a medida que
nos achiquemos; si apenas nos hemos salvado de llamarnos porteños".

"La Patria Grande piensa y actúa en medidas continentales, continen-


tales del continente nuestro, se entiende".

"En cambio, los hombres de la Patria Chica, sólo ven instituciones y


gobiernos; la ordenación jurídica antes que la tierra y los hombres. Alberdi
todavía no ha inventado la fórmula, pero ellos la presienten: ven como abo-
gados o ideólogos lo que los otros ven como soldados y nativos".

"El conflicto se evidencia cuando se intenta traer los ejércitos de la


frontera para destinarlos a fines interiores, subordinando la independencia
a objetivos de facción: la desobediencia histórica de San Martín, en 1819,
que salvó la libertad de América, y la sublevación del Ejército del Norte, en
Arequito en enero de 1820, son las respuestas a la Patria Chica".

"Actuó el Ejército Nacional en función de Política Nacional, negándo-


se en las dos oportunidades a abandonar la lucha de la independencia para
someterse a la política de la facción".

"Dos actos decisivos de la Política Nacional, marcando el curso de la


historia, y que fueron exclusivamente castrenses".

"La Patria Chica niega después recursos a San Martin y esto es lo que


provoca su renuncia de Guayaquil, y con ella la primer pérdida de las pro-
vincias del Alto Perú. La Patria Chica abandonó también la Banda Orien-
tal, pues el invasor portugués, al achicarle el espacio, le resuelve el conflicto
institucional que le plantea Artigas, héroe común del Río de la Plata, pinta-
do como un capitán de bandidos de este lado del rio, por los falsificadores
locales de la historia, y del otro como caudillo de una disgregación, que no
quiso ratificar con su presencia prefiriendo morir en el exilio. La gente de la
Patria Chica pierde en el exterior para ganar adentro: he ahí definidas en los
hechos dos políticas. Al fin de este trabajo volveremos sobre el tema docu-
mentando la traición de los hombres de la Patria Chica, al ejército y a la
causa de la Independencia".

"El espíritu de la Patria Grande se sostiene en los pueblos y en su


ejército, y en esos conductores surgidos de su voluntad, que se sienten depo-
sitarios de una heredad que deben transmitir íntegra a las generaciones futu-
ras; hijos de alguien y padres de alguien; no librescos aprendices que preten-
den inventar algo y sólo son instrumentos de otros jugando "a las luces" en

el Río de la Plata, con la misma desaprensión con que otros quieren jugar


hoy en Indochina o en África. El odio al espacio se confundió así con el des-
castamiento intelectual. Maestritos de escuela —algunos tenemos por aquí
diciendo que la letra con sangre entra— que para levantar el nivel cultural
de un país no encuentran solución más práctica que degollar los alumnos
más díscolos. Así se degolló el país en el espacio, dispersando en cuatro la
patria común y cerrando las fronteras estratégicas de nuestro avance para
quedar replegados en la defensiva, achicados; así se le degolló en sus
hombres, con el exterminio de las masas nativas, la proscripción de la inteli-
gencia nacional, y la deformación histórica".

“Hemos visto que las grandes líneas de la política argentina correspon-


den a la oposición entre Patria Grande y Patria Chica. Su opción correspon-
de en el espíritu castrense a la opción entre ser un ejército o una policía”.

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