Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Podríais describirnos cómo se procesa ese descen­so de los venenos psíquicos, del periespíritu al cuerpo carnal?

Ramatís: Cuando el espíritu encarna, necesita primeramente disminuir o "encoger" su periespíritu hasta alcanzar la forma etérica fetal, con el fin de que pueda adaptarse o "encajarse" satisfactoriamente en la contraparte etérea del útero femenino. Después del éxito genésico de la gravidez, se desata poco a poco a medida que se va desarrollando el feto carnal bajo la di­rección de los ascendentes biológicos del tipo hereditario en gestación. Los tóxicos psíquicos se van vertiendo muy pronto del periespíritu al nuevo cuerpo carnal en formación, causándole molestias o lesiones más o menos graves, de acuerdo con su intensidad o virulencia. Es por eso que, aun en la fase de la infancia, el espíritu efectúa provechoso ejercicio cuando por la eclosión de las enfermedades comunes de la edad, se habilita para resistir mejor los dolores futuros más acerbos que han de sobrevenir después, debido a la más intensa eliminación de la carga deletérea.

Más tarde, pues, el morbo invisible incrustado en el periespíritu se transfiere con más intensidad para la carne. Se des­agrega y fluye primeramente por el doble-etérico en formación, junto al cuerpo físico y, de inicio, afecta el trabajo delicado de los "chakras", perturbándolos en sus funciones y relaciones vitales. Luego, el fluido tóxico periespiritual, alcanza el conjunto nervio­so, se infiltra por las glándulas endocrínicas, afecta el sistema subterráneo linfático, se insinúa por la circulación sanguínea y produce la proliferación microbiana o las lesiones orgánicas.

Ramificándose por todos los órganos y sistemas del cuerpo carnal, las toxinas que son vertidas por el psiquismo mórbido hieren las zonas delicadas y vulnerables, perjudicándolas en relación con la propia deficiencia hereditaria del tipo biológico que ataca. Se acumulan en los órganos más débiles y producen afecciones aisladas más amplias, que más tarde, pueden inmovi­lizar el organismo físico. En relación con esto, la Medicina alinea sus denominaciones tradicionales clasificando los dolencias, pero casi siempre, ¡sin lograr identificar al enfermo! Es la hepatitis, la úlcera, gástrica o péptica, la colitis, la nefritis, la cirrosis, la amebiasis, el asma, el reumatismo, la tuberculosis, la diabetes etc.; son las atrofias, las insuficiencias cardíacas, las lesiones in­superables, la anemia perniciosa o los cuadros modernos de la alergia inespecífica.

En algunos casos, al descender las toxinas del psiquismo enfermo al metabolismo psíquico, se acomodan en la región ce­rebral y producen las enajenaciones mentales, los delirios o la hidrocefalia; o bien se acumulan en los plexos nerviosos, causan­do las parálisis, las atrofias nerviosas o los síndromes parkinsonianos. Pueden, también, causar disturbios en el funcionamiento glandular, produciendo insuficiencias o hiper producciones graves de secreciones de hormonas, influyendo en el crecimiento, en la reproducción y en el metabolismo vital de la mujer o del hombre. Cuando se concentran más fuertemente en los pulmones, conver­gen allí los bacilos de Koch, produciendo la tuberculosis pulmo­nar; de localizarse en la región intestinal, tanto pueden provocar la colitis, como establecer el terreno para nutrir la giardia, el ostrongiloide o las ameba-coli e histolítica.

Justamente porque existe íntima relación psíquica entre la enfermedad y la naturaleza física del individuo, es por lo que se observa en ciertos tipos enfermos, un círculo vicioso que los mantiene bajo continua perturbación mórbida. Cuando se irritan o se afligen, ven aumentadas las crisis amebiásicas; crece el azú­car en la orina, se aceleran las funciones desarmónicas de la tiroides, se agravan las disneas nerviosas, o proliferan las ecze­mas. Muchísimas criaturas viven encadenadas a los más terribles padecimientos generados en su región abdominal, intentando frenar el vago simpático a costa de drogas antiespasmódicas y reducir sus crisis de colitis o desinterías amebianas a base de medicamentos tóxicos; olvidándose, no obstante, de que, antes de la prescripción médica, es imprescindible controlar la mente y la emoción, pues es de esa desarmonía que resulta el bombar­deo incesante al morbo psíquico, ya acumulado en la región del abdomen y superexcitado por nuevos flujos enfermos. Algunas personas, confiesan a sus médicos que ante el menor recelo de éxito en sus negocios y también a causa de cualquier sorpresa emotiva, se les recrudecen los flujos desintéricos, exacerbándose en ellas las colectividades parasitarias del intestino o aumentán­doseles el azúcar en la orina.

Los individuos atacados por el estrongiloide, oxiuros, giardias, amebas histolíticas y otras especies de vermes microscópi­cos, son inquietos, pesimistas, se hacen miles de ideas y viven anticipadamente los problemas del día siguiente, debido a la profunda influencia que esos gérmenes parasitarios ejercen en su psiquismo enfermizo, puesto que se excitan provocando brotes de virulencia en el organismo.




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