Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Cómo podríamos entender mejor esa irritación o mal uso del elemento primario, que produce luego el cáncer?

Ramatís: Sabéis que la electricidad es energía dinámica y el magnetismo es energía estática. La primera interviene de modo súbito y por las descargas de golpe, mientras que la se­gunda ejerce su efecto más suavemente, por fuerza de la atrac­ción o de la imantación. Eso sucede también con el elemento primitivo que, invirtiendo su acción bienhechora, produce el cáncer. Tanto puede actuar de inmediato, alterando la intimidad celular de los vegetales o de los animales, en vista del conflicto entre las demás fuerzas creadoras, como también ser violentado por la mente o irritado por las emociones perniciosas del hom­bre, producidas por las pasiones indomables.

Cualquier energía potencializada a rigor, tanto puede pro­ducir beneficios como efectos nocivos; y el nombre, por su fuerza mental desordenada y sus emociones en desequilibrio, puede provocar irritaciones en ese elemental primario, que después lo perjudican promoviendo la rebelión de las células, La misma radioterapia que bajo la aplicación bienhechora será capaz de desintegrar ciertos neoplasmas malignos, se transforma en fuerza maléfica cuando es impuesta sobre algunas zonas delicadas del sistema nervioso.



Pregunta: ¿Podéis explicarnos cómo es que el elemento pri­mario en cuestión puede provocar el cáncer en los animales, debido al "conflicto de energías" operantes en la intimidad de los mismos?

Ramatís: Como ya sabéis, el cáncer no alcanza solamente al hombre, sino que afecta también a ciertos peces, reptiles, animales y hasta vegetales, aunque sea muy raro en los animales salvajes que viven todavía en perfecta armonía con la naturale­za. Como ya os hemos explicado, es una enfermedad que puede provenir de las circunstancias del medio y del conflicto entre las propias fuerzas creadoras de la vida, porque, cercando su actividad dinámica, actúa también en el elemental primitivo que, después de ser perturbado, se vuelve virulento y canceroso.

Ese conflicto puede producirse durante el apareamiento sinérgico entre las fuerzas ocultas y creadoras del mundo instintivo inferior y las energías vitales directoras que bajan del plano del psiquismo superior. No siempre esa simbiosis de vida se realiza de modo armonioso en la intimidad de las plantas y árboles o de los animales. Entonces, se origina el choque energético, des­organizando la composición de las células vegetales o animales.



Pregunta: En vista de la complejidad del asunto, aprecia­ríamos que nos ayudaseis a comprender mejor la naturaleza de ese conflicto energético, y cómo se procesa entre las fuerzas de la vida instintiva y las energías psíquicas que descienden de los planos superiores.

Ramatís: Del mismo modo que el choque entre las corrientes de aire frío y caliente, que se realiza en la atmósfera, produce el conflicto motivado por la diferencia de presión y de temperatura, resultando los vórtices o turbonadas más conocidos como remolinos y que a veces alcanzan la violencia del huracán, las fuerzas creadoras del astral inferior, cuando se enfrentan con las energías directoras del astral superior, provocan, a veces, los conflictos en el campo magnético o electrobiológico de los seres vivos, perturbando la aglutinación de las células y favoreciendo las excrecencias anómalas. Entonces, se altera el crecimiento normal del cosmos celular del animal o del vegetal sin que haya posibilidad de ser sustentada la acción desordenada y de ser corregido ese desvío biológico, porque la irritación se procesa justamente en uno de los propios elementos energéticos susten­tadores de la vida.

De ahí el motivo por el cual no debemos considerar esas manifestaciones cancerosas de los animales, como consecuencias de culpas kármicas del pasado, y sí como consecuencia natural de la desarmonía en los cambios energéticos del medio hostil en que precisan generarse las especies inferiores. La Tierra es todavía un inmenso laboratorio de ensayos biológicos destina­dos a fijar los tipos definitivos del futuro, y a tejer los trajes orgánicos más evolucionados que deben vestir nuevas expresio­nes del psiquismo adormecido. Es crisol de fuerzas en donde el Creador ensaya, tempera y plasma las envolturas para que el espíritu pueda adquirir la conciencia de existir y de saber.

No siempre las adaptaciones para mejorar, pueden hacerse bajo la deseada armonía celular. Es el caso de los animales domesticados que, por eso, se debilitan en su sentido instintivo de adaptación y de sobrevivencia al medio, toda vez que pasan a depender directamente del hombre, que les modifica hasta la alimentación tradicional. Se hacen más vulnerables al cáncer, porque sus hábitos milenarios son perturbados, irritando la ener­gía primaria de su sustentación biológica natural. Es lo que sucede con el caballo, el buey, el carnero y hasta con los ratones de las ciudades que, para sobrevivir a gusto, deben adaptarse apresuradamente a las condiciones de vida del civilizado |aunque su contextura biológica les grite todavía el condicionamiento salvaje de los milenios! Por eso los más débiles pagan el tributo al cáncer cuando son sometidos a esas urgentes mutaciones, sin preparaciones kármicas de vidas anteriores, y como consecuencia del paso algo violento de la vida salvaje a la vida domesticada. No obstante, el animal salvaje y libre, muy raras veces se convierte en canceroso, porque permanece, en sano equilibrio su red de sustentación y cohesión molecular, sin la irritación del elemental primario y la consecuente desviación en el crecimiento de las células. A pesar de parecer injusto ese porcentaje de sa­crificio entre los animales, como consecuencia del cáncer, el perfeccionamiento prosigue y compensa después los accidentes naturales e imprevisibles que durante la sutilísima simbiosis ener­gética, conducen hacia lo mejor a los seres y a las cosas. Entre tanto, el cáncer en el hombre es esencialmente de naturaleza kármica, pues su predisposición mórbida resulta de la expulsión de la carga miasmática elaborada, por sus actos dañinos del pa­sado, en perjuicio del semejante.


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