Fisiología del Alma


CONSIDERACIONES SOBRE LA CIRUGÍA Y SOBRE LA RADIOTERAPIA EN EL CÁNCER



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CONSIDERACIONES SOBRE LA CIRUGÍA Y SOBRE LA RADIOTERAPIA EN EL CÁNCER
Pregunta: ¿Qué podéis decir sobre el tratamiento del cáncer por la radioterapia? Mientras algunos médicos lo consideran de efectos sorprendentes, otros lo condenan como de efecto perni­cioso sobre el organismo humano.

Ramatís: Sabemos que la Cancerología considera la radiote­rapia como uno de los recursos bastante racionales para el trata­miento de los sarcomas y epiteliomas que, siendo neoformaciones celulares que atacan el tejido conjuntivo y epitelial, no tienen la estructura de los procesos inflamatorios. Hace 5000 años, po­co más o menos, los egipcios cauterizaban ya con metal al rojo vivo los tejidos cancerosos, lo que representa cierta analogía con el proceso aplicado por la radioterapia.

Aunque se trata de una operación capaz de desintegrar las excrecencias anómalas en su función terapéutica, los propios mé­dicos advierten que los rayos desintegradores deben quedar, ex­clusivamente, circunscriptos al área enferma objetivada, a fin de no lesionar los demás tejidos sanos, nervios y órganos adyacentes delicados. Las radiaciones en exceso pueden afectar e influenciar la corriente sanguínea, actuando directamente sobre los órganos hematógenos responsables de la producción de la sangre, tales como el hígado, el bazo y la médula ósea. Cuando la radiación es demasiado fuerte, llega a reducir la formación de los glóbulos blancos y provocar la muerte por la leucopenia. Bajo determi­nada frecuencia radioterapéutica, se puede dar el fenómeno opuesto, en que la proliferación de los mismos glóbulos blancos genera la fatal leucemia. La radioterapia acostumbra a lesionar los tejidos delicados, la médula ósea se congestiona y hasta se puede licuar, mientras el bazo disminuye de tamaño. En algunos individuos poco resistentes, degeneran las gónadas o glándulas masculinas y, en ciertas mujeres, se atrofian los folículos de Graaf, habiéndose verificado la esterilidad en ambos sexos.

Las radiaciones excesivas en la forma de calor, tal como sucedió con las nucleares producidas por la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, causaron en el cuerpo humano que­maduras, hemorragias, vómitos, necrosis, calvicie instantánea, licuefacción de tejidos, y posteriormente, tumores cancerosos y leucemia. En cuanto a su influencia en la formación de los genes, proporcionó el nacimiento de seres anormales, abortos, prematuros, deformaciones y otras aberraciones agrupadas por la Medicina en sus tablas teratológicas.

No obstante algunas soluciones bienhechoras conseguidas por la radioterapia, ésta no alcanzó el porcentaje de curaciones de cáncer que la Medicina preveía entusiásticamente al inicio de su aplicación. Insistimos en deciros que, aunque lodos los es­fuerzos médicos en ese sentido sean loables, la unidad y la co­hesión vital del organismo humano, dependen, particularmente, de "leyes biológicas" que podréis considerar en las contrapartes actuantes en la materia, de las propias leyes espirituales que gobiernan el Cosmos y se entrelazan con todas las manifestaciones de la vida microcósmica y de la vida macrocósmica. En conse­cuencia, la radioterapia no será el recurso exclusivo y capaz de restablecer el poder central del espíritu todavía perturbado en el cuerpo humano, que alimenta el cáncer. De la misma forma, extirpando el tumor canceroso o haciendo abortar su crecimiento anómalo, no puede inferirse que con esa providencia aislada, desaparezca en definitiva la causa de la enfermedad que se ori­gina en la desarmonía espiritual.

Cuando la terapéutica se dirija únicamente sobre la dolencia local o la tumoración, lo que puede ser apenas un síntoma ais­lado de la causa oculta en el psiquismo enfermo, el éxito será siempre dudoso y raro.

Paradójicamente, el morbo canceroso puede ser provocado más rápidamente en su descenso del periespíritu hacia la carne, por el abuso de los rayos X, de los desequilibrios nutritivos, de la vacunoterapia, intoxicación medicamentosa mineralizante, sueroterapia, emisiones mortíferas de los minerales radiactivos, y por la desintegración atómica. No obstante, esos son, apenas, los agentes reveladores del cáncer, bajo condiciones de saturación mórbida en la estructura biológica y vulnerable del ser. En reali­dad, el contenido tóxico, existía ya latente en la vestimenta periespiritual, y su descenso coincide con la alteración de otros elementos perturbados por intervenciones exteriores.




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