Fisiología del Alma



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Pregunta: Hemos tenido conocimiento que muchos de los grandes hombres han fumado. Lord Byron, consideraba el ta­baco como un motivo sublime, y Bulwer Lytton, gran novelista y poeta, fumaba también, asegurando que el humo es un exce­lente calmante para los nervios. ¿Cómo podéis explicar ese hecho?

Ramatís: Muchos de los llamados "grandes hombres" de la Tierra, aunque se destaquen admirablemente en los sectores cien­tíficos, académicos o artísticos de vuestro mundo, aun pueden ser víctimas de peligrosas pasiones y convertirse en esclavos del mundo astral inferior. Lo que menos sabe el hombre, es co­nocerse a sí mismo; y sobre esto, no podéis tener dudas. Los "grandes" de la espiritualidad, casi siempre son los más humil­des de la Tierra, manteniéndose libres de cualquier vicio o cosa que pueda esclavizarles el espíritu al yugo de las pasiones ani­males. Además de ser humildes, heroicos o serviciales cuando están encarnados, son muy celosos de su integridad espiritual.

Como no hay privilegios en el curso evolutivo del alma para el logro de su ventura sideral, "a cada uno le será dado según sus obras", y aunque algunos fumadores inveterados son cria­turas de nobles sentimientos, no podrán eximirse de la acción nociva del tabaco en sus periespíritus, ni del deseo vicioso des­pués de la muerte del cuerpo material.



Pregunta: Hemos leído, también; que Rudyard Kipling, el insigne autor, además de ser un fumador inveterado, acostum­braba decir que "un buen cigarro, aunque sólo dure media hora, nos envuelve en humo inigualable". ¿No os parece digno de consideración que cerebros de tanto talento estimen el tabaco?

Ramatís: Aunque tal concepto pueda haber partido de un espíritu tan inteligente como lo era Kipling, no por ello deja de existir visible contradicción entre el hombre inspirado que escribió admirables poemas, y el hombre común que, amoldado a las circunstancias del mundo, elogió el humo del tabaco. Es grande la diferencia del espíritu del hombre que compuso inol­vidables poemas, comparado con el "hombre-carne" que, después, ensalza el supuesto placer concedido por el "inigualable" humo nocivo del cigarro. El contenido filosófico de sus poemas, es una afirmación que el hombre verdadero es el que se libera por completo de las convenciones del mundo, de la mentalidad es­trecha y viciada del pueblo, y sobresale por encima de todas las vicisitudes y condicionamientos humanos,

Recordamos, por eso, la preciosa advertencia de otro es­píritu consagrado en el mundo, que fue Pedro, cuando dice: "Por­que todo aquél que es vencido, es también esclavo de aquel que lo venció" (II-2:19). Sin duda, aquel que es vencido por el humo del cigarro, es obvio que también será su esclavo.



Pregunta: Sucede que entre las autoridades médicas hay desacuerdo sobre la cuestión del tabaco, pues algunas afirman que el humo es inofensivo al organismo, mientras otras alardean hasta del peligro del cáncer pulmonar y de otras enfermedades peligrosas, que pueden provenir por el humo del tabaco. ¿Qué podéis decirnos al respecto?

Ramatís: Por desgracia, vuestra humanidad se deja orientar por los conceptos subversivos y sofismas inspirados por los es­píritus viciados de las sombras, que rodean de toda suerte de caprichos e imprudencias al terrícola indiferente para con su destino espiritual. A tales espíritus astutos, les interesa desarro­llar cada día, el reinado del vicio en el mundo que dejaron, ya que así los propios encarnados les servirán de instrumentos dóciles para satisfacer sus deseos enfermizos, obstaculizados con la muerte del cuerpo físico. Por tanto, siembran la confusión y subvierten las advertencias de los mentores espirituales, procu­rando contradecir las opiniones sensatas, entre los hombres, con respecto a los vicios comunes. Así sucede con el vicio del tabaco, que varía hasta en la opinión médica, dividida en juicio favora­ble y desfavorable, sembrando la duda sobre los efectos dañinos de los venenos del tabaco, en la delicadeza del organismo hu­mano.

Pese a que es suficiente un simple examen de laboratorio para revelar la naturaleza agresiva de la nicotina alcaloide que existe profusamente en el tabaco, el hecho es que la mayoría de los médicos fuma y cuida a sus clientes con los dedos teñidos de amarillo por la acción de la misma nicotina, o mal consigue disfrazar la carraspera del fumador inveterado. Consecuente­mente, el científico, el médico o el sabio viciado en el tabaco, no podrá opinar sobre la conveniencia o inconveniencia de fumar, pues si todavía no se ha liberado del pernicioso vicio, tampoco posee el mérito suficiente para imponer un sensato esclarecimiento científico.




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