Fisiología del Alma



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Pregunta: Afirman algunos médicos, que el organismo hu­mano crea resistencia suficiente para neutralizar los efectos no­civos del tabaco. ¿Qué opináis?

Ramatís: Desde luego, no desconocéis las reacciones violen­tas que se producen en el fumador poco habituado al tabaco, cuando, al fumar su primer cigarro, le causa síntomas terribles de envenenamiento obligando al organismo a movilizar los más desesperados recursos para producir con urgencia antitoxinas defensivas contra los venenos del tabaco. Sin duda, a medida que el hombre se va viciando cada día más aumenta el número de cigarros y su organismo se ve obligado a movilizar mayores defensas, hasta que llega a fumar, sin peligro inmediato, una carga de nicotina capaz de matar diez hombres abstemios al tabaco. Mientras bastan 50 miligramos de nicotina para matar un fumador novato, el fumador viciado soporta hasta 120 mili­gramos sin consecuencia mortal, en vista de su entrenamiento condicionado que le procura defensa contra el tabaco.

Pero, el hecho que el organismo humano tenga siempre sus defensas orgánicas movilizadas para una resistencia amplia y permanente, no comprueba que el humo del tabaco sea .inofen­sivo, toda vez que esa defensa elogiable de la red orgánica, sólo se procesa a través del gasto oneroso de fuerzas y energías que son sustraídas a otras regiones del cuerpo físico, que las dejan debilitadas contra otros brotes de enfermedades peligrosas.



Durante la guerra, y para enfrentar cualquier ofensiva pe­ligrosa, el comando militar ordena desesperada concentración de tropas en el punto de la zona amenazada, es obvio entonces que el resto de la misma queda a merced de cualquier mal­hechor atrevido. Así sucede con las defensas orgánicas, que son movilizadas por la naturaleza contra los venenos del tabaco, gastando sus reservas para neutralizar las grandes dosis de nicotina, mientras el resto del organismo queda a merced de mi­crobios y virus de cualquier tipo de enfermedad. Además, la reglamentación de esas energías para combatir la nicotina del tabaco, obliga al cuerpo a establecer nuevos procesos químicos que debilitan y oneran otras necesidades orgánicas.

Pregunta: ¿Cuál es la opinión de los espíritus de vuestra esfera sobre el vicio de fumar, por parte de nuestra humanidad?

Ramatís: Es evidente que en nuestra esfera no estimulamos ese vicio deprimente, pero reconocemos, que el humo del taba­co, además de los perjuicios psíquicos causados en el Más Allá del Túmulo, es un veneno lento que lesiona el cuerpo físico en la Tierra. Además de la nicotina, el tabaco contiene venenos peligrosos que son fácilmente identificados en los análisis de laboratorio, entre los cuales se destacan los ácidos tánico, pectósico, málico, nítrico, oxálico, el amonio, los extractos nitroge­nados, y otras sustancias ofensivas. En el humo, se puede per­cibir la presencia del ácido cinhídrico, más o menos, a base de 0,10 gramos por cada 20 gramos de tabaco analizado. El fuma­dor inveterado inhala también cierta cantidad de gas venenoso en la forma de óxido de carbono, y, aunque sea absorbido en pequeña cantidad, exige también la movilización de otras de­fensas importantes del organismo.

Pregunta: Conocemos personas que han logrado vivir hasta cien años, no obstante haber fumado ininterrumpidamente, ¿Có­mo se explica eso?

Ramatís: Aunque se verifique el caso de criaturas que logran vivir un centenar de años, fumando y demostrando buena salud, como en los casos de campesinos y esclavos afri­canos del Brasil colonial, el humo del tabaco siempre es un terrible enemigo de la criatura humana. Sin duda, la mayoría de la humanidad no consigue inmunizarse satisfactoriamente contra sus efectos perniciosos. No vemos razones sensatas para seguir fumando y sufrir las consecuencias por el hecho de notarse algunas excepciones en criaturas que aunque fumen exageradamente, gocen todavía de salud. Es de sentido común que las resistencias orgánicas varían de individuo a individuo, por cuyo motivo, ¡lo más sensato, es no fumar! Todas las lesiones orgánicas son afectadas por los venenos del tabaco. El cardíaco, principalmente, es una de las mayores víctimas de la nicotina y de los ácidos venenosos del tabaco, pues su respiración, perturbada por la insuficiencia del trabajo del cora­zón, se perturba aun más con los tóxicos volátiles que le afectan los bronquios y los pulmones. Los hepáticos —cuyo hígado funciona con dificultad para filtrar hasta las sustancias más inofensivas— son otras tantas víctimas de la acción insi­diosa del humo, pues con su carga de nicotina, amoníaco, ex­tractos azoados, sustancias minerales, materias oleosas y grasosas, los ácidos málico, nítrico y oxálico, le exigen trabajos anormales que agravan aun más la salud del enfermo. Es de lamentar que muchos de los que ignoran o hacen poco caso de lo nocivo que es el humo del tabaco, portadores ya de un hígado abatido por los tóxicos alimenticios, fumen en su convalecencia, ciga­rro tras cigarro.


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