Fisiología del Alma



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Pregunta: Suponiendo que una persona fume 20 cigarrillos por día, ¿cuál será la cuota de nicotina que absorberá?

Ramatís: Creemos que cada cigarro debe contener cerca de un gramo de tabaco; por tanto, serán aspirados 20 gramos de ta­baco durante el consumo de los 20 cigarros. Basándonos en experiencias de los científicos terrestres, que afirman que cada gramo de tabaco contiene, poco más o menos, 2,5 % de nicotina, se llega a la conclusión que cada 20 cigarros, o sea 20 gramos de tabaco, han de contener 50 miligramos de nicotina a la sema­na, para quien sólo consume un paquete de cigarros por día. En vuestro mundo, se hicieron experiencias que demuestran que la inyección de 5 a 7 miligramos de nicotina por vía subcutánea o endovenosa, fue suficiente para matar conejos y cobayos, mientras ciertas aves débiles, al aspirar el vapor de la nicotina, sucumbieron inmediatamente. De ahí el efecto desas­troso que solamente 2,5 miligramos de nicotina existentes en un gramo de tabaco contenido en un cigarrillo, es capaz de causar al fumador neófito, disturbios respiratorios, salivación anormal, trastornos hepáticos, vértigos, falta de visión y audición, así como intenso dolor de cabeza, vómitos, debilidad, cólicos y hasta disentería. Es cierto que con el tiempo, la naturaleza se acos­tumbra a la carga venenosa cada vez más intensa; pero son raras las personas que conocen el tremendo esfuerzo que el cuerpo humano hace para sobrevivir al impacto venenoso del tabaco. Tal como hemos dicho, más tarde, los efectos pernicio­sos del tabaco se transforman en enfermedades crónicas que minan las defensas naturales y protectoras del organismo. Una de las más conocidas enfermedades crónicas, es la célebre ''bron­quitis tabaquista", o la causada por disturbios del "asma bronquial, con la presencia de la incómoda carraspera, que no es otra cosa que el producto de la irritación constante causada por el tabaco en las ^mucosas respiratorias.

El fumador inveterado, vive con la faringe, la laringe, los bronquios, el estómago y los intestinos, sobrecargados de nico­tina y todos los derivados tóxicos del tabaco, obligando su na­turaleza a permanente vigilancia, con el fin de poder mantenerse en relativo contacto con los fenómenos de la vida física exterior.

Se sabe que la lengua posee pequeñas elevaciones conoci­das científicamente como "papilas gustativas"; cada una de esas papilas contiene más de 20 receptores o burbujas gustativas, que forman la extremidad de los minúsculos haces de nervios con la función de transmitir al cerebro la sensación del gusto de las sustancias y líquidos que se ingieren. Siendo así, la lengua del fumador puede llegar a atrofiarse por los venenos del humo que alcanzan sus papilas gustativas, debido a la constante inha­lación de cigarros.

Tan pronto como el fumador termina las comidas e ingiere el acostumbrado café, se liberan las antitoxinas, estimuladas por la cafeína, de lo que surge la voluntad imperiosa de fumar, pues las defensas orgánicas existentes, piden el tóxico tradicional para combatirlo. Son fuerzas permanentemente movilizadas bajo un automatismo vicioso, que se excitan hasta los bajos e incontrola­dos pensamientos del fumador inveterado.



Pregunta: Muchos fumadores —al contrario de lo que de­cís— afirman que el cigarrillo les calma los nervios en lugar de excitárselos! ¿Cómo se puede explicar eso?

Ramatís: Los sedativos, principalmente los barbitúricos, tam­bién "calman los nervios", pero con el tiempo terminan causando depresión nerviosa y, más tarde, perturban todo el sistema ner­vioso del ser humano. Como toda acción del cuerpo astral de la criatura se apoya fundamentalmente en el gran nervio sim­pático, que es el responsable de todos los impactos emotivos y preocupaciones del espíritu encarnado, en la zona abdominal es donde más se acentúan las úlceras y las estenosis tan comunes en vuestros días. Sucede que la parte "astral" del tabaco, tiende a condensarse en esa misma región, toda vez que sus emanacio­nes se reflejan en el sistema nervioso del ser, desde la médula hasta los nervios distribuidos por el abdomen, o sea, por la región del "plexo abdominal". Surgen entonces, en el individuo, los casos de amnesia progresiva, cefalalgias crónicas y neurastenias, que irradian particularmente de esa región y que parecen quedar suavizadas con el socorro del cigarro. No obstante, se trata de la llamada "angustia astral" del vicio, como reflejo de la región en donde el cuerpo físico se liga a la indumentaria astral, aconteci­miento este que se vuelve insoportable después que el desencar­nado ingresa en el Más Allá del Túmulo. El efecto hipnótico que el astral del tabaco produce sobre el nervio simpático, después que la nicotina penetra en la circulación, es tomado por muchos como "calma de los nervios".

El tabaco interpenetra todos los intersticios del cuerpo fí­sico y se fija en forma residual, hasta que los riñones, el hígado, la piel y los intestinos, puedan eliminarlo satisfactoriamente. No obstante, se hace difícil, porque el fumador continúa alimentando el vicio, saturando el organismo, debilitándolo profundamente en sus defensas comunes contra las agresiones microbianas o los tóxicos de otra naturaleza, y cada vez necesita más antitoxinas para combatir el aumento de los venenos del tabaco. ¡Es tal esa saturación, que durante cualquier baño de vapor, el cuerpo del viciado del tabaco, traspira fuertemente el olor acre de la nicotina! Mientras sus órganos funcionan con regularidad, puede sentirse inmunizado contra el veneno del tabaco, pero tan pronto como la naturaleza comienza a ceder en sus defensas debido al exceso de la carga tóxica, se acentúa su decadencia física y pre­dominan las enfermedades incubadas.

Como el tóxico del tabaco deprime fuertemente a ciertas personas y les exige el máximo de defensa para develar su agre­sividad venenosa, adelgazan, y atribuyen su esbeltez física al hecho de fumar. Cuando dejan el vicio, sus organismos abando­nan sus defensas y se sirven de todas las energías disponibles para separar las zonas debilitadas y reducir las antitoxinas que perturban el trabajo glandular, de cuyo aprovechamiento satis­factorio, unido a un mayor dinamismo orgánico, sobreviene el aumento de la gordura. No obstante, con el decurso del tiempo y el agotamiento de las antitoxinas en circulación excesiva, el organismo retorna a la normalidad y desaparece la excesiva gor­dura, volviendo la forma física a su tipo normal biológico, antes de fumar.


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