Fisiología del Alma



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Pregunta: Pero, cómo se explica que esos obsesores lleven a sus infelices viciosos a la extrema miseria moral y corporal, embriagándolos de tal modo que reducen su cuota normal de vida? ¿No será eso un mentís a los cuidados tan extremosos con los cuales intentan cuidar la vida de sus alambiques vivos?

Ramatís: En la intimidad de la criatura humana, luchan incesantemente dos fuerzas poderosas: las energías creadoras del Bien y las destructoras del Mal. La conciencia del hombre ha sido el objeto de las luchas milenarias de esas dos fuerzas opues­tas, hasta que el Bien triunfe en definitiva y comience la ascen­sión del espíritu y su consecuente liberación de las cadenas animales. Mientras las energías del Bien reactivan la naturaleza espiritual, las destructoras del Mal se debilitan repelidas por la verdadera individualidad del ser, que es la entidad angélica.

Por eso, ciertas criaturas que vivían esclavizadas a los más deplorables vicios, siendo incapaces de cualquier recuperación moral, se levantan del lodo cuando pudieron sentir la llamada espiritual o el grito de alerta de su conciencia superior, consi­guiendo ajustarse nuevamente a su antigua dignidad humana, inmunizándose, contra las torpes embestidas del Más Allá. Mu­chas de esas regeneraciones, han sido posibles bajo la influencia del Espiritismo y de las instituciones religiosas, mediante la cual, muchos desgraciados "vasos vivos", después de haber sido adoctrinados, han conseguido inmunizarse contra la acción de sus ocultos dueños del mundo invisible. Los obsesores, saben eso. Por tanto, así como protegen a sus víctimas para conser­varlas en la función repulsiva de exóticos alambiques vivos, las mantienen inconscientes sobre los peligros de la bebida alcohólica. Aunque ellos sepan que de ese modo reducen la vida de sus cubas carnales en la Tierra, evitan que las. fuerzas del Bien intervengan en su conciencia despierta y consigan apartar­los de la degradación alcohólica. Trabajan, pues, para que los infelices alcohólicos no permanezcan por mucho tiempo en po­sesión de su raciocinio, con el fin de que no puedan atender la voz oculta de su propia alma o de las adoctrinaciones religiosas.

Así, los obsesores realizan los mayores esfuerzos para apar­tar a sus obsesados de los ambientes honestos y de los amigos que los puedan influenciar contra el alcoholismo y se enfurecen cuando ciertas misiones religiosas o miembros de credos espiri­tualistas intentan regenerarlos. Algunas veces, llegan al extremo de mediumnizar a sus "vasos vivos", haciéndoles expresar sarcas­mos y dichos obscenos, o provocando alborotos en los centros espiritistas, templos o locales en donde las personas bien inten­cionadas se reúnen para salvar a los viciosos de todos los mati­ces. Bien sabéis cuan difícil se hace encaminar a uno de esos alcohólicos a cualquier trabajo espiritista con el objeto de rege­nerarlo, pues aunque él desee ardientemente huir de la terrible fuerza que lo somete al alcohol, todo le sucede de modo tan irritable y humillante, que lo hace desistir del intento y hasta odiar a aquellos que pretenden salvarlo de su destino tenebroso.

Pregunta: Cuando el alcohólico llega al final de su vida degradada, sus obsesores ¿no hacen algo para evitar su muerte y el consecuente perjuicio por perder su "vaso" carnal?

Ramatís: Esos espíritus malhechores, saben muy bien cuan­do sus "vasos vivos" alcanzan irremediablemente su meta final. Entonces, los dejan entregados a su terrible suerte, actuando a semejanza del contrabandista que abandona en el camino al animal estropeado por no servirle en su fuga desesperada. Como no existe sentimiento alguno de nobleza en esos desencarnados inescrupulosos y ferozmente devotos para la satisfacción egoísta de sus vicios envilecedores, poco les importa abandonar en ple­na agonía, a aquellos que los sirvieron como repastos viciosos. El delirio etílico, la toxicidad alcohólica y la postración de los alcohólicos "in extremis", lo obligan a dejar el alcohol o, por lo menos, a ingerir solamente pocas dosis; y eso no conviene al obsesor, pues el obsesado se convierte en un deficiente alam­bique para saciar el deseo obsesionante de los sedientos del astral inferior. Flácido, descontrolado y enfermo, el infeliz "vaso vivo" es ahora solamente una sombra humana evitada deliberadamente por las criaturas ordenadas.


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