Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Halláis que el tratamiento homeopático actual es más eficiente que en el tiempo de Hannemann?

Ramatís: Independientemente de cualquier época, la Ho­meopatía cuenta con avanzados recursos terapéuticos de éxito seguro, pues aplica los principios y las reglas establecidos por Hahnemann, que son definitivos, sólidos e inmutables, tanto co­mo las leyes que rigen los fenómenos de la vida humana. Es cierto que los enfermos del siglo XX, además de ser menos elec­tivos en relación con las dosis infinitesimales de la Homeopa­tía se muestran más onerosos para el tratamiento imponderable energético, pues desde la cuna, se saturan de antibióticos, sulfas, salicilatos, barbitúricos y toda clase de medicación violenta que dejan residuos tóxicos. Ante el más inofensivo resfriado, flujo nasal o dolor de oídos del bebé, que las abuelitas liquidaban con conocimientos de yerbas caseras o aceite caliente, los proge­nitores modernos los someten a la tremenda ofensiva de hipodérmicas, que lanzan en la circulación sustancias minerales ofensivas y antibióticos en exceso para una tierna organización que está despertando a la vida terrenal.

Por eso los homeópatas modernos, en muchos casos, antes de prescribir la medicación fundamental para el enfermo, nece­sitan someterlo a un tratamiento preventivo y específicamente desintoxicante, drenando tóxicos y residuos remanentes de la medicación inmoderada, maciza y tóxica. En general, los enfer­mos que buscan al médico homeópata, lo hacen después de haber "perdido la fe" en la Alopatía, cuando se encuentran desorientados, saturados de medicamentos y exhaustos por la incesante peregrinación a través de los consultorios médicos, en los cuales han recibido tratamiento de acuerdo con el tipo de la clínica especializada. Aquí, ante un ritmo irregular acusado por el examen del electrocardiograma, el médico señala una disfunción cardíaca; allí, examinando la colecistografía del mismo enfermo, otro facultativo opina sobre avanzada estasis biliar o adherencia de la vesícula; allá, después de haber sido sometido a nueva serie de radiografías, se puntualiza el diagnóstico de la úlcera duodenal con las tradicionales "cavidades" de la termino­logía médica. El paciente, acuciado y viciado en la búsqueda de una "enfermedad", olvidando que su problema mórbido es sólo uno y que tiene origen en su psiquismo perturbado en esta o en la vida anterior, prosigue sometiéndose a nuevos exámenes, placas radiográficas e investigaciones de laboratorio. Procede a nueva investigación en todo su organismo, ya minuciosamente escudriñado por los más eficientes aparatos modernos, aunque evidentemente sin resultados satisfactorios. No es difícil que después de esa crucial peregrinación y sometido a todos los mé­todos de tortura impuestos por el tratamiento moderno, el en­fermo oiga de un sensato médico lá afirmación siguiente: ¡"Usted no tiene enfermedad alguna orgánica, pues su mal es de origen nervioso"! Y le prescribe la necesidad de absoluta despreocupa­ción, mucho reposo y pocas medicinas, con el fin de evitarle mayor intoxicación.

Sin duda, para ese tipo de enfermo, el tratamiento homeo­pático sería excelente si no se hallase grandemente intoxicado por la Alopatía y sin fe en la medicina terrestre, lo cual lo llevaría también a desconfiar de las dosis infinitesimales. Pero lamentablemente, todavía es pequeño el porcentaje de individuos que se encuentran realmente en condiciones mentales, emotivas y de confianza, para ser tratados por la terapéutica suave y exacta de la Homeopatía.

Pregunta: ¿Podríais darnos algunas explicaciones más sobre esa predisposición mental y emotiva o de confianza para con la terapéutica homeopática?

Ramatís: En el ejemplo que os hemos dado antes, hemos procurado aclarar que no había enfermedad, sino un enfermo mental y emotivo que buscaba el diagnóstico externo de cual­quier enfermedad clasificada científicamente. Su mal residía en el todo del individuo, actuando en su psiquismo y desorga­nizando sus nervios. Actualmente, el miedo al cáncer incurable afecta de tal modo la mente de ciertas personas que, en algunos casos, perturba su equilibrio biomagnético y llega a producir desarmonías orgánicas y estados de enfermedad extraños. Se acentúa esa angustiosa expectativa cancerígena, ante el temor co­mún contra el más sencillo golpe, verruga, quiste sebáceo, etc., tranquilizándose únicamente los más pesimistas, cuando el médi­co le diagnostica otra enfermedad cualquiera diferente y que les inspire menor temor, aunque sea la úlcera gástrica, la colitis, la amebiasis o la diabetes.

Obviamente, cuando ese tipo de enfermo tan pesimista pierde la fe en la ciencia médica alópata, no obstante haberlo impresionado con todo su aparato técnico sensible a su organis­mo, tampoco deposita mucha fe o confianza en el facultativo homeópata, que le prescribe cosas insignificantes sin color y sin gusto... Ante tanto agotamiento neuropsíquico, saturación medi­camentosa y completo desánimo, se hace mucho más difícil des­pertar por la Homeopatía la dinámica del cuerpo torturado y víctima de profunda melancolía. Realmente, para el homeópata, tal enfermo representa un serio problema, por haber sido inyec­tado, saturado de grageas, vitaminas y minerales diversos. Sin duda, ha de haber experimentado todo el arsenal de antibióticos, barbitúricos, salicilatos, sulfas, sustancias mercuriales y estricni­nas. En ciertos casos, su memorial puede ser aun más extenso, pues tal vez haya sido sometido al psicoanálisis por algún discípulo de Freud, que activó las emersiones del subconsciente y le fijó los recuerdos de la infancia, o haber sido sometido al examen de afamado psiquiatra que puede haberlo encuadrado bajo la terminología pintoresca de los tipos esquisotímicos o ciclotímicos, según los estudios de los temperamentos, hechos por Kretschmer.

Pero no cabe duda que se trata de un tipo de enfermo sin disposición electiva alguna y sin simpatía mental emotiva para con el tratamiento homeopático y por no poder demostrar los efectos medicamentosos de la Homeopatía en su organismo físi­co, tal como sucedía con los remedios alópatas, aumentará su desconfianza y desinterés por el tratamiento infinitesimal. Igno­ra, comúnmente, que son las energías vitales del organismo las que, bajo la acción dinámica de la Homeopatía, despiertan y efectúan la curación definitiva, atendiendo a la sabia dirección del espíritu inmortal.


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