La Misión del Espiritismo



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Pregunta: Según vuestro entender, ¿es lícito que los adeptos umbandistas soliciten a los padres del terreiro, que aparten a los novios o las novias de sus hijos, porque son pobres, modestos empleados públicos o tienen cualidades no propicias al deseo de los jefes de familia?

Ramatís: Bien, lo que estáis Preguntando, no es Umbanda, eso se llama Quimbanda. No es un trabajo para los espíritus um­bandistas, pero sí un servicio censurable de los quimbandeiros.

Pregunta: ¿En qué se diferencia la práctica de la Umbanda a la Quimbanda?

Ramatís: Es lo mismo que kardecismo y bajo espiritismo. La doctrina de la Umbanda, a pesar de su ritualismo y proceso de acción directa en la fenomenología del mundo material, se define por un trabajo al servicio del Bien. Más los negociados inescrupulosos y todo aquello que sea de carácter bochornoso y negativo, lisa y llanamente se titula quimbandismo, porque trabaja en detrimento del prójimo.

Como ya hemos explicado, Kimbanda o Quimbanda era el nombre del gran sacerdote de los negros batúes, especie de mé­dico, oráculo, consejero, juez y experimentado hechicero, cuyo poder sobrepasaba al rey de la tribu. Pero, a medida que las creencias y rituales bárbaros africanos se fueron mezclando con ritos y prácticas extrañas, especialmente en Brasil, bajo la in­fluencia católica y amerindia, adquirió un sentido deliberada­mente beneficioso.

De ahí en adelante sus cultores tuvieron la necesidad de diferenciar el nuevo sincretismo religioso, liberándolo de la ma­triz donde se había generado; y de allí surgió la Umbanda, como denominador de magia blanca, al servicio del Bien. A medida que los trabajos de la Umbanda se iban definiendo en un curso benéfico, el nombre de Kimbanda, perteneciente al viejo sa­cerdote bantú, pasó a tener un sentido más particular, que lo identificaba con la magia negra. De ahí, que la tradición afirma que todo trabajo beneficioso es umbandismo y todo trabajo maléfico es quimbandismo. En ambos casos, se está definiendo los extremos del Bien y del Mal, en el servicio y contacto con el mundo oculto, a través de los procesos mágicos.

El umbandista es el médium, el caballo, el mago o el hijo del terreiro que debe practicar únicamente el bien; el quimbandeiro, es el médium, el caballo, el mago o el hijo de terreiro que practica exclusivamente el mal. El primero es el intérprete de los orígenes angélicos; el segundo, es lo marginal, el hechi­cero o discípulo de las fuentes diabólicas. Obviamente, el ver­dadero umbandista solamente acepta servicios que redunda en bien del prójimo, mientras que el quimbandeiro pone en mo­vimiento poderes mediúmnicos y energías ocultas para usufruc­tuar ventajas personales, aunque perjudique al prójimo. Es lo marginado de la Umbanda, como lo es el médium inescrupuloso y exiliado de la senda espirita. Ninguno de los dos son dignos de crédito, confianza y además, sus actos deplorables, invierten el sentido beneficioso de las iniciativas del mundo espiritual. Por otra parte, después de su desencarnación pagarán muy caro su traición al mundo espiritual.



Pregunta: ¿El hermano Ramatís, aprueba esa mezcla de los intereses materiales y espirituales, que son tan comunes en los terreiros de la Umbanda?

Ramatís: No aprobamos a todos aquellos que abdiquen de su discernimiento y entrenamiento espiritual para resolver cómo­damente todos los problemas de orden material, puesto que la tierra es una valiosa escuela de educación espiritual. Se debe mantener el sentido combativo delante de las vicisitudes, la per­sistencia en los objetivos superiores, la fe en las instituciones religiosas y espiritualistas del mundo, a fin de no desmerecer el sentido de la iniciativa individual. Ni los umbandistas escla­recidos, aprueban los pedidos solicitados en los terreiros, basados en las soluciones de los negocios, mejorías en los puestos públi­cos, amores contrariados y toda gama de cosas que desmientan la índole del bien y lo correcto. Todo eso termina debilitando al hombre en su sentido directivo espiritual y adormece las fibras para las experiencias futuras, que predisponen al ser para el do­minio de la angelitud sobre la fuerza de la carne.

Sin embargo, jamás podremos juzgar los actos del prójimo, porque en situaciones desesperadas o desalientos arrasadores, tal vez, nosotros mismos, procediéramos de la misma forma. Exis­ten en la vida de los seres humanos, acontecimientos imprevistos y tan terribles, que la creencia religiosa y la cultura personal, ni aun la fuerza moral y espiritual, consiguen sustraernos del error. Hombres honestísimos han llegado al robo para alimentar a sus familiares, y mujeres dignas y respetables se han prosti­tuido por amor a sus hijos. Hay momentos en que el hom­bre se aferra a cualquier pedazo de tabla que lo ayude a man­tenerse, aunque le cueste todo lo provechoso que pudo haber realizado en su existencia, pues la debilidad y la imperfección es propio de los terrícolas, pobres alumnos que todavía deletrean bastante mal el abc del espíritu en su vida sobre la tierra. En este sentido existen proverbios populares de profundos signifi­cados que nos advierten sobre los juzgamientos precipitados, como éstos: "Nunca digas de esta agua no he de beber"; "El roto ríe del andrajoso."

Tantos los kardecistas como los umbandistas son seres hu­manos portadores de los mismos defectos y virtudes. La única diferencia está en que los adeptos a los terreiros se comportan a voluntad, mientras que en los centros espiritas se les prohíbe los pedidos de orden material. Mientras los umbandistas abusan de los padres de los terreiros con sus más caprichosos pedidos, los kardecistas sobrecargan a sus guías con los pedidos de recetarios y pases fluídicos para atender la salud "corporal".

De la misma forma que ciertos umbandistas abusan de la bondad con que son tratados en los terreiros, los centros es­piritas se colman de asistentes en los días destinados al recetario mediúmnico, de operaciones fluídicas, irradiaciones y curas a la distancia. Los solicitantes espiritas también desperdician el tiem­po de los buenos espíritus asistentes, sin justificar la ayuda que promovieron un tanto abusiva, además, tampoco se conforman cuando el guía les prescribe en un mensaje fraterno: "Mi her­mano; tenga fe y ánimo en sus amigos espirituales. Le estamos ayudando." 23


23 Nota del Médium: Cuando atendíamos afanosamente el recetario ho­meopático del Centro Espirita B. V. de Curitiba, los espíritus recetistas su­girieron que se numeraran todas las recetas; y bajo sus instrucciones, com­binamos con el farmacéutico de la única farmacia homeopática de la ciudad, hacer una lista en serie, rebajando de la misma, todas las recetas que no fueran preparadas. Al término de dos meses habíamos psicografiado 726 recetas y al computarlas con el listado de la farmacia, comprobamos que solo se habían mandado preparar 148 recetas. Cierto colega nuestro, había solicitado 6 recetas en ese plazo, pero se comprobó, ¡que no había mandado hacer una sola!

Muy pocos son los que aceptan la bendecida ayuda por medio de la oración, bajo la égida del Evangelio de Jesús. Desean y buscan soluciones fáciles y milagrosas para sus molestias físicas.




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