Los nuevos profesionales



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NOTAS AL CAPITULO XII
1 Andrés Bello, Obras completas, vol. VIII (Educación) (Santiago: Universidad de Chile), p. 213.

2 Esta cifra se ha obtenido de la siguiente manera:

En 1973 había una matrícula de 32.273 estudiantes en la UTE (Antecedentes estadísticos: 1974, ya citado, cuadro 1, p. 1) más 4,550 obreros y mineros en cursos in situ (ver capítulo X). De estos obreros ya figuraban en las matrículas del Instituto Tecnológico Central los obreros - alumnos de: Empresa de Agua Potable de Santiago (45 estudiantes), Chilectra (90), Textil Progreso (120) y Empresa Nacional de Minería (160), o sea, 415. La matrícula total era, entonces:

4,550 - 415 = 4,135, y más 32,273 se llegaba a un total de 36,408.

Según los estudios estadísticos del año anterior de 1972, el 19.77% de los jóvenes estudiantes era de origen obrero y campesino (Antecedentes estadísticos: 1973, ya citado, p. 116). Si se considera la misma proporción para 1973 (la que, presumiblemente, fue superior), se tendría:

Núm. de alumnos: 32,273; 19,77% hijos de obreros y campesinos 6,380

Más los obreros: 4,135 los que en total son: 4,550

Era un total de 36,408 son obreros o hijos de ob. y c. 10,930

lo que significa el 30.02%

3 En las elecciones para el Consejo Superior de la Universidad Técnica del Estado en 1972, los porcentajes generales de la composición del consejo (profesores, estudiantes y funcionarios) fue: izquierda, 73%; democracia cristiana y derecha, 27%, y entre los profesores exclusivamente: izquierda, 68.7%; democracia cristiana y derecha, 31.3%.

4 Pablo Latapí, Akunas tendencias de las universidades latinoamericanas

(México: UNESCO y Asociación Internacional de Universidades, 1978), p.p. 9.

5 En Revista de la Universidad Técnica del Estado, 1 (Santiago: octubre de 1969), p. 75.

6 Discurso pronunciado en 26 de noviembre de 197ren la ceremonia de la firma del Convenio CUT-UTE-INACAP, aparecido en Convenio CUT-UTE, Teoría y práctica de la educación de trabajadores en la Universidad Técnica del Estado (Santiago: noviembre de 1971), p. 36.

7 Oscar Lennon, carta desde París, marzo de 1978.


EPILOGO

LA UNIVERSIDAD AGREDIDA

El día 11 de septiembre de 1973 se encontraban en la sede central de la Universidad Técnica del Estado numerosos estudiantes, profesores y empleados, los que aumentaron hacia el atardecer con la concurrencia de los estudiantes y profesores de los cursos vespertinos.

Los comunicados difundidos por la junta Militar indicaban que se impondría un severo toque de queda en el anochecer. Recomendaba a empleados y obreros que pernoctasen en sus lugares de trabajo ya que la mayoría no alcanzaría a llegar a sus hogares debido a la suspensión de los medios de movilización colectiva.

La mayor parte de las personas que permanecían en los edificios de la Universidad Técnica ya no podrían llegar a sus hogares. Una patrulla militar comandada por un mayor del Cuerpo de Carabineros visitó la universidad y, previa consulta a sus superiores, autorizó a los ocupantes a pernoctar en los edificios universitarios.

Al día siguiente, 12 de septiembre, se produjo el asalto a la Universidad Técnica.

En la madrugada, después de una noche infernal en que no cesó el estruendo de los disparos en las calles adyacentes, la universidad fue rodeada por unidades de infantería con artillería y ametralladoras pesadas. Sin aviso previo y sin ninguna conminación a sus ocupantes se sometió a los edificios a un intenso fuego, especialmente al edificio central. Dos granadas de artillería, disparadas casi a quemarropa, explotaron en este edificio a escasa distancia de las oficinas de la rectoría. Finalmente los ocupantes, más de setecientas personas, fueron hechos prisioneros. En su mayor parte fueron tratados violentamente, entre ellos personalidades científicas y artísticas como también el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica, Osiel Núñez, a quien se le sometió a un simulacro de fusilamiento. Luego todos fueron conducidos al Estadio Chile donde muchos fueron torturados; allí fue asesinado el cantante y compositor de música folklórica, Víctor jara, de la Secretaria de Extensión y Comunicaciones de la UTE.

El rector fue detenido y maltratado. Fue puesto contra la pared y apuntado. No se hizo fuego. Se le dieron quince segundos para declarar el sitio en que "estaban escondidas las armas". No había armas. En seguida, rigurosamente vigilado, fue trasladado al Regimiento Tacna - donde tenían lugar fusilamientos -; de allí, al Ministerio de Defensa; luego, al Estadio Chile, para ser llevado finalmente a la Escuela Militar con otros prisioneros.

Cuatro días más tarde, el rector fue enviado al campo de concentración de la Isla Dawson, al sur del Estrecho de Magallanes, donde estuvo durante nueve meses. Luego fue trasladado al campo de concentración de Puchuncaví, al de Ritoque, a la Cárcel Pública de Santiago, a la Penitenciaría de Santiago y al campo de concentración de Tres Alamos. Fue liberado después de dos años con la condición de salir del país. Se dirigió a Estados Unidos donde la Universidad de Columbia de Nueva York lo había nombrado en un cargo.

Cuando fue liberado se le otorgó un certificado, cuyo facsímil figura en la próxima página.

La junta Militar destituyó arbitrariamente y sin cargo alguno al rector y lo reemplazó por un coronel.

Este admitió en una conferencia de prensa que en el asalto a la Universidad Técnica "sólo" habían muerto cuatro personas (civiles) y que quedó un número indeterminado de heridos.

La nueva administración militar hizo detener posteriormente, cuando se dirigían a cobrar sus sueldos, a otro grupo de profesores y empleados entre los que estaba el secretario general de la UTE, Ricardo Núñez, y el director de Planificación, Felipe Richardson, y el director del Departamento de Matemáticas, Antonio Clemente, quienes fueron severamente maltratados. También cesó en sus funciones a numerosos profesores y empleados y expulsó a los estudiantes acusados de izquierdistas. Durante largo tiempo soldados patrullaron los recintos universitarios.

La represión se generalizó en la universidad - como en todas las universidades chilenas - y fueron reemplazados los vice rectores (con dos excepciones) y los decanos; todos ellos habían sido elegidos por la comunidad y de acuerdo a la Ley del Estatuto Orgánico de la Universidad.

Se cancelaron abruptamente todos los programas de educación de trabajadores, especialmente los de las industrias y minas. Se desconocieron todos los convenios suscritos por la universidad y fue cerrada la casi totalidad de los institutos tecnológicos.

"También hemos adoptado medidas tendientes a suprimir centros de actividad seudouniversitaria que estaban establecidos en pequeñas localidades y que se habían creado con fines únicamente demagógicos" (discurso del rector - coronel, mayo de 1975).

Según las informaciones del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (Anuario estadístico de 1977), se habían cerrado, hasta 1978, los siguientes institutos tecnológicos: Arica, Calama, Vallenar, Ovalle, La Serena (sólo se mantuvo la carrera de Mantención de Equipos Industriales), San Antonio, Rancagua, San Fernando, Talca, Linares, Chillán, Lota, Angol, Temuco, Valdivia, (sólo. permaneció la carrera de Turismo), Castro, Puerto Aysén y Coyhaique.

La nueva administración militar disolvió la Asociación de Profesores y Empleados de la Universidad Técnica (APEUT) y la Federación de Estudiantes (FEUT); repuso la prueba de aptitud académica; aumentó desmesuradamente el precio de las matriculas, limitando con ello el ingreso de estudiantes de bajos recursos; redujo los cupos anuales de ingreso a la universidad; eliminó el sistema de cuotas para los hijos de trabajadores, y terminó toda participación de la comunidad académica, retrotrayendo la vida universitaria al tipo de universidad autocrática y exclusivista.

El rector - coronel, en su clase magistral en la sede de La Serena en agosto de 1974, precisó con esta cita su concepto sobre la misión de la universidad:


En suma, esperamos que la educación superior proporcione al individuo el necesario ropaje intelectual, social, moral y técnico para presentar una apariencia decorosa en la comunidad mundial. De la educación, se espera que, al tiempo de ser una consumación para beneficio intrínseco del individuo, sea una inversión para producirle empleos bien remunerados y considerados socialmente.


APENDICE 1
EL MANIFIESTO DE CORDOBA
La juventud argentina de Córdoba a

los hombres libres de Sudamérica

(Manifiesto del 21 de junio de 1918)

Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástico. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocamos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.

La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo. Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, las hospitalización segura de los inválidos y - lo que es peor aún - el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. Cuando en un rapto fugaz abre sus puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible la vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante régimen, las fuerzas naturales llevan a mediocrizar la enseñanza, y el ensanchamiento vital de los organismos universitarios no es el fruto del desarrollo orgánico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria.

Nuestro régimen universitario - aun el más reciente - es anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino; el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un alejamiento olímpico. La federación universitaria de Córdoba se alza para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida. Reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes. El concepto de autoridad que corresponde y acompaña a un director o a un maestro en un hogar de estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la substancia misma de los estudios. La autoridad, en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando.

Si no existe una vinculación espiritual entré el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y de consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden. Fundar la garantía de una paz fecunda en el artículo conminatorio de un reglamento o de un estatuto es, en todo caso, amparar un régimen cuartelario, pero no una labor de ciencia. Mantener la actual relación de gobernantes a gobernados es agitar el fermento de futuros trastornos. Las almas de los jóvenes deben ser movidas por fuerzas espirituales. Los gastados resortes de la autoridad que emana de la fuerza no se avienen con lo que reclaman el sentimiento y el concepto moderno de las universidades. El chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes. La única actitud silenciosa, que cabe en un instituto de ciencia es la del que escucha una verdad o la del que experimenta para crearla o comprobarla.

Por eso queremos arrancar de raíz en el organismo universitario el arcaico y bárbaro concepto de autoridad que en estas casas de estudio es un baluarte de absurda tiranía y sólo sirve para proteger criminalmente la falsa dignidad y la falsa competencia. Ahora advertimos que la reciente reforma, sinceramente liberal, aportada a la universidad de Córdoba por el doctor José Nicolás Matienzo, sólo ha venido a probar que el mal era más afligente de lo que imaginábamos y que los antiguos privilegios disimulaban un estado de avanzada descomposición. La reforma Matienzo no ha inaugurado una democracia universitaria; ha sancionado el predominio de una casta de profesores. Los intereses creados en torno de los mediocres han encontrado en ella un inesperado apoyo. Se nos acusa ahora de insurrectos en nombre de un orden que no discutimos, pero que nada tiene que hacer con nosotros. Si ello es así, si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección. Entonces la única puerta que nos queda abierta a la esperanza es el destino heroico de la juventud. El sacrificio es nuestro mejor estímulo; la redención espiritual de las juventudes americanas nuestra única recompensa, pues sabemos que nuestras verdades lo son - y dolorosas de todo el continente. ¿Que en nuestro país una ley - se dice -, la ley de Avellaneda, se opone a nuestros anhelos? Pues a reformar la ley, que nuestra salud moral lo está exigiendo.

La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace mérito adulando o comprando. Hay que dejar que ellos mismos elijan sus maestros y directores, seguros de que el acierto ha de coronar sus determinaciones. En adelante, sólo podrán ser maestros en la futura república universitaria los verdaderos constructores de almas, los creadores de verdad, de belleza y de bien.

La juventud universitaria de Córdoba cree que ha llegado la hora de plantear este grave problema a la consideración del país y de sus hombres representativos.

Los sucesos acaecidos recientemente en la Universidad de Córdoba, con motivo de la elección rectoral, aclaran singularmente nuestra razón en la manera de apreciar el conflicto universitario. La federación universitaria de Córdoba cree que debe hacer conocer al país y a América las circunstancias de orden moral y jurídico que invalidan el acto electoral verificado el 15 de junio. Al confesar los ideales y principios que mueven a la juventud en esta hora única de su vida, quiere referir los aspectos locales del conflicto y levantar bien alta la llama que está quemando el viejo reducto de la opresión clerical. En la Universidad Nacional de Córdoba y en esta ciudad no se han presenciado desórdenes; se ha contemplado y se contempla el nacimiento de una verdadera revolución que ha de agrupar bien pronto bajo su bandera a todos los hombres libres del continente. Referiremos los sucesos para que se vea cuánta razón nos asistía y cuánta vergüenza nos sacó a la cara la cobardía y la perfidia de los reaccionarios. Los actos de violencia, de los cuales nos responsabilizamos íntegramente, se cumplían como en el ejercicio de puras ideas. Volteamos lo que representaba un alzamiento anacrónico y lo hicimos para poder levantar siquiera el corazón sobre esas ruinas. Aquéllos representan también la medida de nuestra indignación en presencia de la miseria moral, de la simulación y del engaño artero que pretendía filtrarse con las apariencias de la legalidad. El sentido moral estaba obscurecido en las clases dirigentes por un fariseísmo tradicional y por una pavorosa indigencia de ideales.

El espectáculo que ofrecía la asamblea universitaria era repugnante. Grupos de amorales deseosos de captarse la buena voluntad del futuro rector exploraban los contornos en el primer escrutinio, para inclinarse luego al bando que parecía asegurar el triunfo, sin recordar la adhesión públicamente empeñada, el compromiso de honor contraído por los intereses de la universidad. Otros - los más - en nombre del sentimiento religioso y bajo la advocación de la Compañía de Jesús, exhortaban a la traición y al pronunciamiento subalterno. ( ¡Curiosa religión que enseña a menospreciar el honor y deprimir la personalidad! ¡Religión para vencidos o para esclavos!). Se había obtenido una reforma liberal mediante el sacrificio heroico de una juventud. Se creía haber conquistado una garantía y de la garantía se apoderaban los únicos enemigos de la reforma. En la sombra los jesuitas habían preparado el triunfo de una profunda inmoralidad. Consentirla habría comportado otra traición. A la burla respondimos con la revolución. La mayoría expresaba la suma de la represión, de la ignorancia y del vicio. Entonces dimos la única lección que cumplía y espantamos para siempre la amenaza del dominio clerical.

La sanción moral es nuestra. El derecho también. Aquéllos pudieron obtener la sanción jurídica, empotrarse en la ley. No se lo permitimos. Antes de que la iniquidad fuera un acto jurídico, irrevocable y completo, nos apoderamos del salón de actos y arrojamos a la canalla, sólo entonces amedrentada, a la vera de los claustros. Que esto es cierto, lo patentiza el hecho de haber, a continuación, sesionado en el propio salón de actos, la Federación universitaria y de haber firmado mil estudiantes sobre el mismo pupitre rectoral, la declaración de huelga indefinida.

En efecto, los estatutos reformados disponen que la elección de rector terminará en una sola sesión, proclamándose inmediatamente el resultado, previa lectura de cada una de las boletas y aprobación del acta respectiva. Afirmamos, sin temor de ser rectificados, que las boletas no fueron leídas, que el acta no fue aprobada, que el rector no fue proclamado, y que, por consiguiente, para la ley, aún no existe rector de esta universidad.

La juventud universitaria de Córdoba afirma que jamás hizo cuestión de nombres ni de empleos. Se levantó contra un régimen administrativo, contra un método docente, contra un concepto de autoridad. Las funciones públicas se ejercitaban en beneficio de determinadas camarillas. No se reformaban ni planes ni reglamentos por temor de que alguien en los cambios pudiera perder su empleo. La consigna de "hoy para ti, mañana para mí" corría de boca en boca y asumía la preeminencia de estatuto universitario. Los métodos docentes estaban viciados de un estrecho dogmatismo, contribuyendo a mantener a la universidad apartada de la ciencia y de las disciplinas modernas. Las elecciones, encerradas en la repetición interminable de viejos textos, amparaban el espíritu de rutina y de sumisión. Los cuerpos universitarios, celosos guardianes de los dogmas, trataban de mantener en clausura a la juventud, creyendo que la conspiración del silencio puede ser ejercitada en contra de la ciencia. Fue entonces cuando la oscura universidad mediterránea cerró sus puertas a Ferri, a Ferrero, a Palacios y a otros, ante el temor de que fuera perturbada su plácida ignorancia. Hicimos entonces una santa revolución y el régimen cayó a nuestros golpes.

Creímos honradamente que nuestro esfuerzo había creado algo nuevo, que por lo menos la elevación de nuestros ideales merecía algún respeto. Asombrados, contemplamos entonces cómo se coaligaban para arrebatar nuestra conquista los más crudos reaccionarios.

No podemos dejar librada nuestra suerte a la tiranía de una secta religiosa, ni al juego de intereses egoístas. A ellos se nos quiere sacrificar. El que se titula rector de la Universidad de San Carlos ha dicho su primera palabra: "Prefiero antes de renunciar que quede el tendal de cadáveres de los estudiantes". Palabras llenas de piedad y de amor, de respeto reverencioso a la disciplina; palabras dignas del jefe de una casa de altos estudios. No invoca ideales ni propósitos de acción cultural. Se siente custodiado por la fuerza y se alza soberbio y amenazador. ¡Armoniosa lección que acaba de dar a la juventud el primer ciudadano de una democracia universitaria! Recojamos la lección, compañeros de toda América; acaso tenga el sentido de un presagio glorioso, la virtud de un llamamiento a la lucha suprema por la libertad; ella nos muestra el verdadero carácter de la autoridad universitaria, tiránica y obsecada, que ve en cada petición un agravio y en cada pensamiento una semilla de rebelión.

La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.

La juventud universitaria de Córdoba, por intermedio de su federación, saluda a los compañeros de la América toda y les incita a colaborar en la obra de libertad que inicia.
Enrique F. Barros, Horacio Valdés, Ismael C. Bordabehere, presidentes.- Gumersindo Sayago. Alfredo Castellanos.- Luis M. Méndez.- Jorge L. Bazante.- Ceferino Garzón Maceda.- Julio Molina.- Carlos Suárez Pinto.- Emilio R. Biagosch.- Angel J. Nigro.- Natalio J. Saibene. Antonio Medina Allende. Ernesto Garzón.

APENDICE 2
ESTATUTO ORGANICO DE LA

UNIVERSIDAD TECNICA DEL ESTADO
Vistos: las facultades que me confiere la Ley No. 17578; el proyecto de Estatuto de la Universidad Técnica del Estado aprobado por el Consejo Universitario y las modificaciones introducidas por el Parlamento Nacional conforme se establece en la ley citada, dicto el siguiente, Decreto con fuerza de ley núm. 2 de educación. Estatuto Orgánico de la Universidad Técnica del Estado.
Fecha : 7 de diciembre de 1971

TITULO I

DISPOSICIONES GENERALES
Artículo 1o. La Universidad Técnica del Estado es una comunidad democrática y autónoma de trabajo creador destinada a conservar y desarrollar los bienes del saber y de la cultura por intermedio de la investigación científica y tecnológica, la creación artística, la docencia superior y la extensión.

En el cumplimiento de estas funciones la universidad debe contribuir a crear una conciencia crítica y una decisión de cambios para construir una nueva sociedad.


Artículo 2o. La Universidad Técnica del Estado constituye un sistema estatal, nacional, autónomo, unitario, de funcionamiento descentralizado.

Ninguno de sus organismos puede segregarse, salvo por resolución expresa - y mayoritaria de toda su comunidad nacional y en virtud de una ley.

La Universidad Técnica del Estado debe propender al estudio, difusión y solución de los problemas nacionales, a fin de contribuir a la conquista de la total y plena independencia del país.
Artículo 3o. Corresponde privativamente a la Universidad Técnica del Estado, en virtud de su autonomía, la potestad de regirse, gobernarse y determinar su acción conforme a los intereses superiores del país.

La Universidad es una comunidad democrática de académicos, estudiantes y funcionarios no - académicos y en ella reside el ejercicio pleno de su soberanía interna, de acuerdo con las normas establecidas en el presente Estatuto.

El ingreso, la permanencia, movilidad y promoción de sus miembros se efectuará sólo en virtud de sus méritos, capacidad y aptitudes, cualesquiera sean sus condiciones sociales y económicas, sus convicciones ideológicas o sus credos religiosos.

La universidad, conforme a su autonomía, es un servicio público, independiente de la administración central del Estado.


Artículo 4o. La Universidad Técnica del Estado asegura a todos los miembros de la comunidad universitaria la más amplia e irrestricta libertad de expresión y la coexistencia de todas las ideas, doctrinas y corrientes del pensamiento, sin otra limitación que su ejercicio se sujete a normas de respeto mutuo.

Para estos efectos los recintos universitarios son inviolables y las autoridades, o representantes de ella, ajenos a la corporación, no podrán ejercer sus atribuciones en estos recintos sin anuencia de la autoridad universitaria que corresponda.


Artículo 5o. La Universidad Técnica del Estado es una persona jurídica de derecho público, con patrimonio propio y domicilio en la ciudad de Santiago. Su representante legal es el rector.
Artículo 6o. Las disposiciones del presente estatuto y de los reglamentos universitarios se considerarán de carácter especial frente a toda otra ley que, en cualquier forma o sentido, sea con ellos incompatible.
Por tanto, ninguna ley prevalecerá sobre lo que en ellos se establece ni se entenderá que deroga sus disposiciones, salvo que de manera expresa así lo prescriba.


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