Ma gyan darshana



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Duerme bien

Duerme a la misma hora con regularidad: si es a las once de la noche, que sea a las once. Mantén esa hora regular y pronto el cuerpo entrará en un ritmo. No cambies la hora, porque confundirás al cuerpo. Hay un ritmo biológico y el cuerpo le ha perdido la pista. Así que si decides ir a la cama a las once, que sea fijo; suceda lo que suceda tendrás que acostarte a las once. Puedes decidir que sean las doce, no importa la hora, pero tiene que ser regular. Ese es el primer paso.

Antes de acostarte, baila vigorosamente durante media hora para que todo el cuerpo pueda deshacerse de todas sus tensiones. Si tienes problemas de insomnio, seguramente te acuestas con las tensiones; eso es lo que te mantiene despierto. De modo que si te vas a dormir a las once, empieza a bailara las diez. Baila hasta las diez y media.

Luego toma una ducha o un baño caliente. Relájate en el baño durante quince minutos. Deja que todo el cuerpo se rela­je: Primero el baile para que todas las tensiones salgan, luego una ducha caliente. Un baño de tina caliente es mucho mejor que una ducha, porque puedes acostarte en la tina durante media hora o quince, o veinte minutos y relajarte.

Luego come algo, cualquier cosa caliente estará bien, no fría. Bastaría con leche caliente; luego acuéstate. Y no leas antes de dormir, nunca.

Éste debería ser el programa, un programa de una hora: baila, báñate, come algo, (lo mejor es leche caliente), y luego duerme. Apaga la luz y duérmete. No te preocupes por que el sueño llegue o no. Si no llega, quédate acostado en silencio y fíjate en tu respiración. No respires demasiado ya que eso te mantendría despierto. Deja la respiración tal cual, en silencio, pero sigue fijándote en ella: entra y sale, entra y sale... Es un proceso tan monótono que pronto estarás bien dormido. Todo lo monótono ayuda. Y la respiración es absolutamente monótona, no cambia... Sale y entra y sale y entra...

También puedes usar las palabras "entrando” y "saliendo”, "entrando” y "saliendo”. Eso se convierte en una meditación trascendental. iY la meditación trascendental es buena para dormir, no para despertar!

Si no llega el sueño, no te levantes. No vayas al refrigerador a comer, ni leas ni hagas nada. Pase lo que pase quédate en la cama, relajado. Aunque no llegue el sueño, relajarse es casi tan valioso como dormir; sólo un poco menos valioso, eso es todo. Si dormir te da un descanso del cien por ciento, relajarte en la cama te dará noventa por ciento, pero no te levantes, si no perturbarás el ritmo.

Dentro de pocos días verás que llega el sueño. También hay que fijar la hora exacta de levantarse por la mañana.

Aunque no hayas dormido en toda la noche, no importa; cuando suene el despertador tienes que levantarte. No te vuelvas a dormir durante el día porque así puedes perturbar el ritmo. ¿Cómo podrá tu cuerpo entrar en el ritmo? No duer­mas durante el día; olvídalo. Espera a la noche y a las once te volverás a acostar. Que el cuerpo esté hambriento de sueño. Así, de las once a las seis... siete horas son suficientes.

Aun cuando en el día tengas ganas de dormir, ve a caminar, lee, canta o escucha música, pero no duermas. Resiste contra esa tentación. El asunto es devolver el cuerpo a un círculo rítmico.

Tira la basura

Antes de dormir, empieza a decir galimatías. Treinta minutos de galimatías serán suficientes. Te vaciará con rapidez. Toma bastante tiempo de la manera normal: sigues y sigues rumian­do y los pensamientos siguen y siguen, y tarda toda la noche. ¡Puede hacerse en media hora!

Galimatías es lo mejor: sólo siéntate en la cama, apaga las luces y empieza a hablar en lenguas. Permite los sonidos; permite lo que sea. No tienes que preocuparte por el lenguaje, por la gramática y ni por lo que estás diciendo. No tienes que preocuparte por el significado; no tiene nada que ver. Cuanto menos significado, mejor.

Esto simplemente tira la basura de la mente, tira el ruido. Así que, lo que sea, sólo comienza y sigue, pero tienes que ser muy apasionado al respecto, como si estuvieras hablando y tu vida estuviera en juego. Estás hablando galimatías y no hay nadie allí salvo tú, pero hazlo con pasión, mantén un diálogo apasionado. Treinta minutos bastan, y dormirás bien toda la noche.

La mente acumula ruido, y cuando quieres dormir el ruido continúa. Ya se ha convertido en costumbre: ya no sabe cómo apagarse, eso es todo. El interruptor que la prende y la apaga no funciona. Esto ayudará. Esto simplemente le per­mitirá liberar esa energía y luego, vacío, te dormirás.

Eso es lo que sucede con los sueños y los pensamientos por la noche: la mente está tratando de vaciarse para el día siguiente; tiene que prepararse. Has olvidado cómo terminar este proceso, y cuanto más lo intentas, más te despiertas, de modo que es difícil dormir.

Entonces, no es cuestión de intentar dormir o no: no intentes nada. ¿Cómo puedes soltar las cosas? Sucede, no es algo que tengas que hacer. Sólo puedes crear una situación en que suceda fácilmente, eso es todo. Apaga la luz, ten una cama cómoda, una buena almohada y ponte a temperatura recon­fortante. Eso es todo lo que puedes hacer. Luego, involúcrate durante media hora en un monólogo realmente intenso, sin sentido.

Llegarán sonidos, (enúncialos), y un sonido llevará a otro. Pronto estarás hablando en chino, italiano, francés y otras lenguas que no conoces. Es realmente hermoso porque el idioma que conoces nunca te ayudará a vaciarte. Dado que lo conoces, no permitirás que las cosas tengan su expresión completa. Tendrás miedo de muchas cosas. ¿Qué estás diciendo? ¿Está bien que lo digas? ¿Es moral? Puedes empezar a sentirte culpable por estar diciendo tantas cosas malas. Cuando hablas en sonidos no sabes lo que estás diciendo, pero tus gestos y tu pasión cumplirán esa función.



Recupérate del agotamiento

Durante siete días haz un pequeño experimento. Te tran­quilizará y te dará gran comprensión de ti mismo. Durante siete días duerme lo más que puedas; come bien y vuélvete a dormir, come bien y otra vez a dormir. Durante siete días no leas, no escuches el radio, no mires televisión y no veas a nadie. Detén todo por completo. Simplemente relájate y descansa acostado. Esos siete días serán una gran experiencia para ti. Cuando salgas de esto podrás adaptarte perfectamente a cualquier tipo de sociedad y a cualquier tipo de trabajo. De hecho, en esos siete días empezarás a anhelar trabajar y estar activo y surgirá un gran deseo de levantarte de la cama. Pero durante siete días quédate en cama.


iDeténte!
Comienza realizando un método muy simple al menos seis veces diarias. Toma sólo medio minuto cada vez, así que son tres minutos al día. ¡Es la meditación más corta del mundo! Pero tienes que hacerla repentinamente: ese es el punto.

Al caminar por la calle, repentinamente lo recuerdas. Detente, detente por completo, sin movimiento. Tan sólo estate presente por medio minuto. Sin importar la situación, detente completamente y estate presente a lo que sea que esté suce­diendo. Luego comienza a moverte de nuevo. Seis veces al día. Si puedes más, pero no menos: esto te traerá mucha apertura, y tiene que ser realizado repentinamente.

Si te vuelves presente de manera repentina, toda la energía cambia. La continuidad que estaba sucediendo en la mente se detiene. Y es tan repentino que la mente no puede crear un nuevo pensamiento de inmediato. Le toma tiempo: la mente es estúpida.

En donde sea, en el momento en que lo recuerdes, tan sólo dale una sacudida a todo tu ser y detente. No sólo te volverás consciente, sino que pronto sentirás que los otros se han vuelto conscientes de tu energía, que algo ha sucedido; algo de lo desconocido está entrando en ti.




CAPÍTULO 9



El ojo del huracán


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