La telaraña del crimen organizado
Isabel Soto Mayedo / Prensa Latina
difusion@cl.prensa-latina.cu
Mafias con redes en todos los continentes operan en este siglo y sus ganancias anuales rebasan el billón de dólares, en virtud del tráfico y esclavización de personas, la extorsión y manipulación ilegal de dinero, y el trasiego de bienes patrimoniales y productos ilícitos.
La telaraña del crimen organizado desconoce fronteras. Su único afán es asegurar ingresos y poder, aunque para ello tenga que cortar cabezas.
Desafía el desarrollo y la gobernabilidad democrática, obstaculiza la aplicación efectiva de las leyes, afecta la economía y la seguridad de las empresas privadas, y erosiona los sistemas políticos y las instituciones democráticas en casi todas partes del mundo.
Uno de los impactos más grave de esta problemática es la violencia que genera y la forma en que atenta de manera directa o indirecta sobre las personas, cada vez más temerosas de la criminalidad ascendente en sus sociedades.
La violencia permite al crimen organizado eliminar competidores y delimitar su jurisdicción, al mismo tiempo que la corrupción le ayuda a burlar al aparato legislativo y a los aplicadores de justicia en su contra.
Múltiples son las alusiones en los medios de comunicación al flagelo, sin que a los receptores de estos mensajes les quede clara la real dimensión de una de las industrias más expandida, redituable y exitosa del siglo XXI.
La escasez de estadísticas precisas distingue a los análisis de la problemática, en gran medida por la reticencia de los gobiernos a admitir que tales delitos los afectan, mas investigaciones auspiciadas por la Organización de Naciones Unidas arrojan cierta luz.
Bandas multinacionales dedicadas al tráfico de personas reclutan a sus víctimas −sobre todo mujeres e infantes para la explotación sexual o laboral− en 127 países y las trasladan, a través de otros 98 considerados como naciones de tránsito, hacia 137 clasificados como destinos finales.
Albania, Bielorrusia, Bulgaria, China, Lituania, Nigeria, Moldavia, Rumania, la Federación Rusa, Tailandia y Ucrania, aparecen como los principales centros de origen de las víctimas.
Mientras Brasil, Colombia, México, Guatemala y otros destacan por el elevado número de captados para ser explotados en países aventajados en el orden económico: Bélgica, Alemania, Grecia, Israel, Italia, Japón, Países Bajos, Turquía y Estados Unidos.
Sólo en Estados Unidos y en Japón, los involucrados en la trata humana, en el tráfico de drogas y armas, en la prostitución, secuestros, extorsiones, juegos ilegales y contrabando de obras patrimoniales, rebasan los 40 mil y los 150 mil, de manera indistinta.
La magnitud del actuar de estas mafias motivó incluso la adopción de acuerdos internacionales tendientes a priorizar el combate al crimen organizado en el tercer milenio, para contrarrestar su influencia.
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