Índice de Forum en Línea 218



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Jorge Meléndez Preciado

jamelendez44@gmail.com


La marcha encabezada por Javier Sicilia tuvo varios éxitos indudables. El primero y sobresaliente, fue entender el silencio y las palabras, en momentos que vivimos el ruido desaforado y la demagogia en todos los órdenes. También una lección de ética, ya que el caminante principal no sólo denunció la corrupción de todos, incluido un partido de izquierda, sino se opuso a los “muera”, aunque fueran como exabrupto momentáneo.

Hay más desde luego, como el hacer que decenas de personas salieran de la oscuridad para compartir sus experiencias, algunas de ellas incluso difíciles porque se trata de familiares de delincuentes. Además, que los testimonios mostraran que el asunto es nacional, no únicamente se da en las ciudades norteñas, aunque en esas plazas la situación es terrible, pero en lugares como el Distrito Federal también hace aire. Y que, sin agotar el recuento, se planeara una nueva reunión, el famoso 10 de junio, donde se afinarán las exigencias leídas por Olga Reyes, miembro de una familia que ha sufrido varios asesinatos e incluso ha sido denigrada queriéndola involucrar con el narcotráfico.

La sorpresa, empero, es que el también periodista haya exigido, como una medida de que la administración de Felipe Calderón escuchaba y no sólo oía a los presentes, que renunciara Genaro García Luna, el encargado de la Seguridad Pública.

El reclamo fue la nota principal en la mayoría de los informativos, la pantalla chica estuvo ausente de la cobertura de la manifestación y el mitin, salvo Milenio Televisión. Ello creó una polarización entre diferentes impresos y periodistas.

Pero demostró, además, el poder que tiene el individuo aludido tanto en Los Pinos como en los medios de difusión y en una veintena de columnistas.

Felipe Calderón no entró, ahora, a una polémica con los que marcharon y sus portavoces, antes bien, trató, explicablemente (la ruta electoral ya se inició), de ser mesurado y conciliador. Pero su vocero, Alejandro Poiré, de inmediato dijo: “Si alguien ha impulsado incansablemente la formación de una policía civil, profesional, apegada a la ley, bien equipada y con las capacidades de inteligencia que garantice la seguridad de la población, esa persona es el ingeniero (Genaro García Luna)” (Reforma,10 de mayo).

Sólo faltaron los aplausos grabados para convencernos de algo que a ojos vistos es diferente. No hay avances certeros en la Policía Federal. De ser así ya hubiera disminuido la presencia del Ejército, al cual se le asigna mayor presupuesto federal y acciones. Y la Marina no llevaría a cabo operaciones de alta precisión, como el homicidio de Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca. Ni la Policía Federal hubiera tardado en presentar a los supuestos asesinos de Juan Francisco Sicilia, Juanelo, quienes han dado versiones contradictorias a la de otros aprehendidos.

García Luna hace más de un decenio que está en altos puestos de la policía combatiendo (es un decir) el crimen organizado. Ha elaborado proyectos, reconstruido los mismos, vuelto a iniciar caminos y los delitos más importantes, así como el consumo de estupefacientes y la siembra de droga van en aumento. Así pues, lo que se necesitan son resultados no saber qué pretende un funcionario súper protegido en las alturas.

Pero si fuera únicamente el apoyo burocrático, se entendería. En el antiguo presidencialismo tricolor, el señor de las llaves y las decisiones salía a supuestamente defender a sus colaboradores, momentáneamente, luego los sacrificaba para demostrar que no le daba gusto a la plebe en un momento dado, pero después se quería congraciar con los que estaban molestos y hasta indignados por malas prácticas.

Hoy no es así. El dicho de “Voy derecho y no me quito” es la consigna del felipismo.

Al mismo tiempo de lo expresado por Alejandro, se le planeó una gira a don Genaro a Chihuahua. El mandatario César Duarte, priísta, lo recibió con bombos, platillos y una amplia escolta, por las dudas, y elogió el trabajo de la Policía Federal. En un rapto de emoción, el exlegislador dijo que en pocos meses se ha abatido la delincuencia y la lucha contra los mafiosos es inigualable. No explicó, es cierto, por qué no se ha detenido a los que asesinaron a Marisela Escobedo y su hija Rubí. Daños colaterales, quizá.

Inopinadamente, en el Canal 2 se estrenó el lunes 9 de mayo, en horario estelar, la telenovela El equipo. Se trata, sin disimulo, de hacer la apología de la dependencia que encabeza García Luna. Incluso se envía un mensaje subliminal: el Ejército no es tan importante, ya que el protagonista número uno desoye los reclamos de su padre, un militar, quien no está de acuerdo con los oficiales de gris. Algo realmente temerario, si sabemos que a los polis actuales los han formado y reforzado los verdes.

Entre historias de amor, acciones aparentemente violentas, cambio de escenarios (fórmula trillada por los culebrones acerca del narco en Colombia) y, sobre todo, la insistencia fílmica que los aparatos, instalaciones y equipo para combatir a los barones de la droga son de primera, se desarrollaron los primeros capítulos. Es decir, se empatan la intervención de Poiré con lo presentado en el canal de las estrellas, el cual, por cierto, ha visto descender su audiencia notablemente con esta serie que no tiene nada de espectacular.

Algunas columnas de chismes políticos han señalado que Sicilia pidió la renuncia de García Luna porque era un imperativo en su participación en una revista (Proceso), ya que Julio Scherer García tiene broncas con el jefe policiaco, sobre todo a raíz que fue a un encuentro con Ismael El mayo Zambada.

La especulación, como muchas otras afirmando que luego de la marcha que culminó en el Zócalo capitalino el 8 de mayo eran un triunfo que habían celebrado al máximo los narcotraficantes porque no se les reclamó su actividad criminal, nos recuerdan 1968. Entonces toda acción de los estudiantes era ofender “al eterno” Díaz Ordaz o parte de una maquinación de los comunistas. El resultado todos los sabemos: represión y luego apertura, no obstante la simulación echeverrista.

La exigencia de Javier Sicilia ha mostrado, una vez más, que la democratización de la vida pública es lenta, muy lenta. Y que los informativos, con excepciones, no han cambiado, en especial la televisión, duopolio favorito e intocable en el régimen actual.

El derecho a la resistencia
Alejandro Encinas Rodríguez / La Zurda

ffglac@yahoo.com.mx


Este fin de semana miles de ciudadanos en el país se sumaron al llamado del poeta Javier Sicilia y a la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, manifestando su solidaridad y exigencia para que el Estado cumpla con su responsabilidad para garantizar la seguridad a los ciudadanos, asumiendo que la solución a la violencia no puede darse desde la militarización y la conformación de un Estado policiaco, sino a partir de la reconstrucción del deteriorado tejido social de nuestro país.

La marcha y las acciones que la han precedido representan un cuestionamiento contundente a la errática política oficial instrumentada hasta ahora y es una clara expresión de la vigencia del derecho de los ciudadanos a la resistencia, ante la indiferencia y la incompetencia de políticos y autoridades, que pretenden eludir su responsabilidad, cuestionando el llamado de los ciudadanos, muchos de ellos víctimas de la inseguridad, al acusarlos de que al cuestionar las acciones del Estado se distrae el daño social y la responsabilidad de quienes delinquen.

De ahí la relevancia de estas manifestaciones cívicas, que mantienen la exigencia de un Estado democrático frente al intento de establecer un Estado de excepción, al cobijo del clima de zozobra y el derramamiento inútil de sangre.

El derecho de resistencia ante la autoridad es una forma legítima de defensa de los ciudadanos frente a las omisiones o el abuso de poder. Este derecho se consagra en el artículo 39 de nuestra Constitución que establece: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

Este precepto constitucional se refiere además –más allá de la interpretación del derecho a la rebelión–, a un sentimiento de libertad que forma el espíritu de los hombres y que sirve de herramienta de los débiles frente a los poderosos y que recuerda a los políticos que el pueblo es el origen del poder público y fuente de su legitimidad.

Sin duda, Javier Sicilia encarna la voz de millones de ciudadanos hartos de “la clase política, de los poderes fácticos y de los siniestros monopolios y jerarquías” de un gobierno que desoye y se olvida de su función principal: generar condiciones económicas, políticas y sociales para el progreso y el pleno desarrollo.

No es sólo la muerte de cerca de 40 mil personas muchas de ellas mujeres, jóvenes y niños inocentes, y alrededor de 230 mil personas que han sido desplazadas de sus lugares de origen por la violencia. Es el incremento de la pobreza que lacera a cerca de la mitad de los mexicanos, cuyo incremento en el gobierno de Calderón se ocultó en las cifras oficiales y que en el 2009 fue clasificada, como revelaron los cables de Wikileaks, como información “políticamente delicada”, durante ese año electoral. Es también la indiferencia, la impunidad y la corrupción de un Estado que juega a hacer la guerra y ve estadísticamente a las víctimas como daños colaterales y no como ciudadanos a los que debe proteger.

Los ciudadanos que se han manifestado, afirman que no aceptarán más elecciones, mientras los partidos y los políticos no asumamos un ejercicio de transparencia y rendición de cuentas que ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia y la dignidad” en México.

Hacer oídos sordos y no atender oportunamente este llamado, conducirá a un mayor deterioro de las instituciones del Estado, de los partidos y de la profundamente cuestionada clase política. Pero también a la tentación de los omisos por mantener una estrategia que pretende conservar el poder, en vez de atender el legítimo reclamo de una sociedad cada vez más hundida en la frustración social y la desesperanza.

Y después de la marcha…


Lydia Cacho

Twitter: @lydiacachosi

www.lydiacacho.org
Marchamos por la indignación, por la rabia, por el miedo, por la sensación de desamparo. Marchamos ayer por la paz y con un grito de viudas, de madres y padres que perdieron a sus hijos e hijas.

Marchamos para entender o intentar comprender lo incomprensible, caminamos contra la muerte y sus sicarios, contra la traición del Estado y sus secuaces, contra la indiferencia social y la pobreza.

Marchamos para volver a sentir al país en nuestras manos, para creer que tenemos remedio, más allá del remedio político, el de la unión y la solidaridad por una misma causa.

Pero también hay quien marcha para mañana volver a su silencio, a su abulia, a su victimización perenne, a culpar a los otros de sus males.

Pocas cosas generan tanta energía colectiva como las marchas. Estuvimos, codo a codo, cada cual cargando sus sueños y esperanzas, compartiendo silencios y consignas por la paz y tenemos la certeza de que al menos la soledad no tiene cabida entre estos miles de hombres, mujeres, adolescentes, niñas y niños.

Parecemos, por unas horas acaso, un país cohesionado por una misión colectiva. Eso lo sabremos al volver a casa, mañana y la semana que viene, y en dos meses, cuando nuestras acciones cotidianas demuestren si lo que exigimos hacia fuera, es lo mismo que somos capaces de exigir hacia dentro, en el hogar y en nuestro hacer diario, si pagaremos el costo de la congruencia.

Lo que sabremos, luego de la emoción de la marcha, es si estamos tan obsesionados como lo está Calderón, si creemos que hay soluciones fáciles y rápidas para problemas ancestrales. Si nos autoengañamos, como el presidente, diciendo en silencio que si atrapan a El chapo y a El lazca la guerra terminará y los criminales quedarán abatidos y entenderán quién manda.

Nada cambiará si no somos capaces de entender que somos un país en que permea el egoísmo, uno de los menos comprometidos con sus propias comunidades. Un país de mártires que vive aterrado del disenso; un país chismoso que vive temeroso del conflicto, tal vez porque nadie nos enseñó a negociar esos conflictos ni nos mostró que la democracia no está en el Congreso y las urnas sino en las calles y hogares, y que se fortalece cuando los grupos diferentes son capaces de informarse, debatir, disentir y seguir conviviendo con acuerdos pacíficos.

Mientras millones se quejan del hacer de otros y otras, las ONG que rescatan a la infancia, a huérfanos de la guerra, se quedan sin recursos porque muy poca gente ha comprendido que allí está el cambio de fondo.

Mientras las sobremesas del país se abocan a un quejumbroso discurso contra los políticos que nada hacen por los millones de adolescentes adictos a las drogas, sólo uno de cada 10 mil mexicanos dona algo para organizaciones expertas en adicciones.

Nunca como ahora los grupos de Alcohólicos Anónimos, sin fines de lucro, tuvieron tanta demanda de ayuda y tan pocos apoyos para pagar su renta, luz y agua.

Nunca como ahora los refugios para mujeres y menores de edad maltratadas vivieron tantos problemas económicos y ausencia de solidaridad comunitaria. Sólo ahora que hay crisis nacional por la violencia evidente ha quedado claro lo poco hábiles que somos para hacer un trabajo comunitario que no se convierta en sacrifico heroico.

Sabemos que el Estado ha fallado. Que esta guerra es el cáncer que develó otras enfermedades ancestrales en el cuerpo de esta patria dolida. Cada vez hay más gente de clase media alta armada, dispuesta a asesinar a su enemigo, en lugar de comprometerse a participar en acciones colectivas, formar parte de consejos ciudadanos supervisores de los cuerpos policiacos.

Cada vez hay más que aseguran que no votarán porque los políticos son una basura, pero a cambio de su voto nulo no dona dos horas a la semana para una organización comunitaria que rescate adolescentes en situación de riesgo.

La excusa del miedo es una útil coartada para esta complicidad pasiva que ha regado tanta sangre, tantos muertos, tanta ira. Mañana sabremos si la marcha es útil para construir futuro.

Legalización o Estamos hasta la madre


Joel Ortega Juárez

joeloj7168@yahoo.com.mx


Lo maravilloso de movilizaciones como la que encabeza Sicilia, es su diversidad y su espontaneidad relativa. También son sus debilidades.

Es asombroso el variopinto perfil de los convocantes y marchantes: el propio Javier Sicilia, el obispo Vera, Julián LeBarón, Alejandro Martí, María Elena Wallace, el EZLN, los hermanos Cerezo, los de la Sexta, los estudiantes del CEM y activistas de la UNAM, los charros del SME, la CNTE e incluso los disidentes cubanos a través de Nuevo País y Arco Progresista. Obviamente ya están sobrevolando los zopilotes de la partidocracia, para montarse en la movilización. Aunque algunos pejistas reaccionaron contra la movilización, por su ira contra Marcos y los de la Marcha de Blanco del 2004.

Aparentemente la consigna compartida por todos es Estamos hasta la madre...

Es sonora y hasta puede parecer radical.

Pero no creo que sea capaz de construir una opción a la política absurda de Calderón.

Tampoco pienso que lo sean los llamados de Sicilia a Calderón para que escuche y no nos tengan miedo, no intentamos frenar la acción del gobierno... que entienda que no estamos contra nadie.

La gran irritación contra el gobierno ya se ha expresado en la marcha anterior con la consigna Fuera Calderón. Detrás de ésta también hay una gama de personajes e intereses y sentimientos, muchas veces contradictorios. El que contribuye más a la extensión de esa consigna es el propio Calderón por su necedad.

Hay algunos punitivistas –Pedro Peñaloza dixit– que consideran imposible retirar al Ejército a sus cuarteles –de donde no debieron salir nunca– porque sería ceder el territorio al crimen organizado; esos mismos cuestionan el cómo y los resultados de la estrategia de Calderón.

Cada quien hace su recuento de los casos de personas conocidas, amigos, familiares o meros ciudadanos víctimas inocentes de esa guerra. Mis recuerdos se remontan a fines de los 70 en Sinaloa cuando Odin apareció muerto en un río, luego vino el asesinato de Jesús Michel Jacobo, fundador de la primera Comisión civil de Derechos Humanos; la ejecución de Norma Corona que auspició la creación de la CNDH; luego la de Ignacio del Valle; la de un jovencito de la familia Terán y hace unas semanas la del Feroz cerca de Guamúchil.

Cada día escuchamos historias semejantes por todas partes.

La enorme fortaleza de ese movimiento contra la guerra de Calderón puede quedar en una grandiosa manifestación de repudio o avanzar hacia la legalización de las drogas.

Multitud, diálogo y renuncia


Eduardo Ibarra Aguirre

forum@forumenlinea.com


Con la multitudinaria Caminata-Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad de Cuernavaca, Morelos, al Distrito Federal, las manifestaciones realizadas en varias ciudades del país y las expresiones de apoyo en una decena de ciudades de Europa y otras tantas de Estados Unidos, la ciudadanía diversa como es irrumpió como actor insoslayable de la lucha por la seguridad pública.

Es una contienda que se enuncia en seis palabras, pero las raíces y los troncos socioeconómicos que generalizaron la inseguridad son inseparables respecto del modelo de desarrollo vigente desde 1982.

Pocos reclamos ciudadanos involucran, como lo enunció Javier Sicilia en el discurso del Zócalo, al empleo a secas y al remunerador, a la educación y los valores cívicos, a los monopolios y los partidos políticos, al crimen organizado y las instituciones financieras para lavar dineros, a los poderes fácticos incluidas las iglesias, a la clase política –con la elite del funcionariado y el primer empleado de la nación– y su inveterada corrupción, a la pobreza extrema y la que no tiene adjetivo, al individualismo a ultranza como máxima del duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio que también rinden culto a la violencia, a la educación superior pública y privada que cierra puertas a millones de jóvenes y a los que obtienen un grado y no consiguen empleo…

Es una puja, la de la seguridad pública, de profundas implicaciones y del interés de todas las franjas sociales, porque son o pueden ser víctimas del crimen organizado y sus aliados en el poder, pero resultan disímbolas las capacidades que tienen para sortearlo.

La emergencia de este movimiento vigoroso y diverso –binomio de la fortaleza y la debilidad–, con sus liderazgos más autónomos respecto del poder público y de los partidos –a diferencia de los de la megamarcha del 27 de junio de 2004 que aglutinó a un millón de capitalinos y que tuvo el abierto padrinazgo del duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio–, está en condiciones de alterar el mapa político y electoral, el de hoy y el de julio de 2012.

La reacción inmediata de Felipe Calderón para dialogar con los “principales promotores”, para “escuchar razones y propuestas, y se conozcan las acciones”, pareciera una respuesta alentadora proviniendo del hombre que apenas el 5 de mayo descalificó, desde Puebla de los Ángeles, a los caminantes y se confrontó innecesariamente con ellos.

Es cierto que no hay respuesta gubernamental explícita a la demanda de renuncia de Genaro García Luna, formulada por el poeta fuera de la lectura del discurso en el Zócalo, y sin consultar a sus pares. Mas la respuesta de Alejandro Poiré no deja dudas: “Si alguien ha impulsado incansablemente la formación de la policía civil profesional, apegada a la ley, bien equipada, y con las capacidades de inteligencia que garanticen la seguridad de la población, esa persona es Genaro García Luna”.

Los 200 mil movilizados al Palacio Nacional no coincidieron con Poiré, a coro demandaron que el súper policía se marche, aunque antes del grito unánime de “!Fuera Calderón!” y enseguida “¡Muera Calderón!”, alcanzó decibeles que seguramente preocuparon y mucho al señor que hasta ahora, con gesto adusto, se atreve a reconocer que México atraviesa por un “momento complejo” en materia de seguridad. Pero la oportuna intervención de Sicilia con el válido argumento de que “el problema es estructural”, sorteó la situación con la exigente multitud. Claro está que la misma tesis es aplicable al caso del ingeniero mecánico, pero en este caso se estima que sería una muestra de que “Calderón sí nos escuchó”.

Condicionar a la renuncia de García Luna el inicio del diálogo con el titular del Ejecutivo, como lo hizo el activista cultural Rocato, uno de los voceros del movimiento, pareciera no tener futuro cierto.
Acuse de recibo
Le comparto a usted, generosa lectora, el mensaje que envié a colegas y amigas: “Aparte del origen y la naturaleza mercantil de la fecha, amén de su índole polémica, muchas felicidades. Besos y abrazos”… Pregunta de María Fernanda Campa sobre Rectificación o maniobra de Calderón (9-V-11): “No crees que están colaborando los cristianos del grupo de Sicilia con Calderón? Le piden, no lo cuestionan como responsable principal de la guerra que dicen combatir”… Espero que las líneas escritas arriba brinden respuesta a la geóloga… Observación de María Luisa I. Erreguerena a la misma Utopía: “No me queda muy clara la cuestión de las fechas, en el primer párrafo. Me parece que la marcha partió de Cuernavaca desde el miércoles y está concluyendo hoy, 5 de mayo, en el Zócalo”... Un informante que se identifica pero pide omita su nombre, reporta que “la Dirección de Comunicación Social de la Presidencia de la República usa recursos económicos asignados a las secretarías de Estado para gastos publicitarios y los destina a pagar sus propios anuncios”. Por supuesto que salvo en los 17 diarios y revistas censurados, entre ellas Forum en Línea desde hace ya tres años.


Estado mexicano se niega a cumplir
sentencias de la Corte Interamericana

* El gobierno de Felipe Calderón es el primero en recibir cinco sentencias
Gladis Torres Ruiz

cimac@laneta.apc.org


Alejandra Nuño, directora del Programa para América Central y México del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), calificó de preocupante que, por falta de voluntad política, hasta ahora el Estado mexicano incumpla las cinco sentencias emitidas en su contra por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

En entrevista con Cimacnoticias, la activista señaló que existen casos como el feminicidio en Chihuahua­ en los que la Interamericana de Derechos Humanos se pronunció y emitió sus recomendaciones, las cuales tampoco se cumplieron. “Ahora con las sentencias de la Corte Interamericana vemos exactamente el mismo patrón”, alertó.

La representante de Cejil que se encuentra en el país para participar en el Octavo Curso de Mecanismos de Protección de Derechos Humanos y Estrategias de Litigio Internacional, en la Universidad Iberoamericana, precisó que en teoría pareciera que para el cumplimiento de las sentencias todo está bien.

Advirtió que el Estado mexicano se niega a reconocer responsabilidad alguna o dar una disculpa pública: “La voluntad que expresa no se ve reflejada en hechos”.

De noviembre de 2009 a diciembre de 2010, el Estado mexicano acumula cinco sentencias de la CIDH emitidas por violaciones graves a los derechos humanos. Las primeras fueron las emitidas en 2009 por los casos de feminicidio del campo algodonero en Ciudad Juárez y la desaparición forzada de Rosendo Radilla en Guerrero.

Le siguen las de las indígenas tlapanecas de Guerrero, Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo, quienes en 2002 fueron violadas por militares, así como el caso de los campesinos ecologistas Rodolfo Montiel Flores y Teodoro Cabrera, detenidos, torturados y sometidos a un proceso sin ninguna garantía en 1999, lo que convierte al gobierno de Felipe Calderón en el primero en recibir cinco sentencias.


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