Regla Cuatro
Que el Discípulo se ocupe de evocar el fuego, nutrir las vidas menores y mantener así girando la rueda.
Este es un mandato para recordar al discípulo su responsabilidad hacia sus numerosas vidas inferiores, que en su totalidad constituyen su triple cuerpo de manifestación. Así es posible la evolución, y cada vida en los diferentes reinos de la naturaleza, cumplirá consciente o inconscientemente su función de energetizar correctamente aquello que es para ella lo que el Sol para el planeta. Así el desenvolvimiento del plan logoico proseguirá con mayor precisión. El reino de Dios es interno y el deber de ese oculto Regidor interno es dual; primero hacia esas vidas que forman los cuerpos físico, astral y mental, y, segundo, hacia el macrocosmos del cual el microcosmos es sólo una parte infinitesimal.
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