Revista Metafísica


Poderes que tenemos todos



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Poderes que tenemos todos

RESPECTO A LOS MAESTROS


Un señor de nombre Baird T. Spalding se internó en los Montes Himalayas con diez amigos más en una búsqueda metafísica. Es decir, en busca de las enseñanzas e ins­trucciones metafísicas, así como de pruebas y manifestaciones de las que a nosotros nos son familiares. El año era 1894.

Algunos de los Maestros viven allí en sus cuerpos físicos. Tienen centenares de años y pueden conser­var el cuerpo tanto tiempo como lo necesiten para cumplir misiones de ayuda a los humanos.

El señor Spalding por fin conoció un día a un Maestro de nombre Emil. Se cree que éste es el Maes­tro Kut-Humi, aunque nunca lo nombra de otra manera sino Emil. Se veían ocasionalmente en un pue­blo de los Himalayas.

El grupo de Spalding tenía un problema que les ocasionaba mu­chas molestias, y un día Spalding tuvo ocasión de relatárselo a Emil. Ninguno del grupo lo había men­cionado antes a Emil, cuando éste de manera misteriosa le preguntó ¿Qué le pasa a Ud. que no termina de una vez con ese problema? El grupo quedó sorprendido. Habla­ron entonces del asunto con natura­lidad y Emil les dijo que iba a tratar de ayudarles. En dos o tres días no hubo más problema. A me­dida que le surgían problemas o inconvenientes a Spalding, los con­sultaba con Emil y notaba que los problemas dejaban de existir. Spal­ding se iba convenciendo de que Emil era un Adepto.

Ellos pronto descubrieron que los Maestros se podían comunicar instantáneamente por transferencia de pensamiento; que las flores los reconocían y les hacían una pe­queña cortesía; que los animales salvajes venían hacia ellos sin te­mor; y Emil les dijo un día: No es el Ser Exterior Mortal el que hace estas cosas. Es un Ser mucho más profundo. Es lo que tú conoces como Dios. El Dios en mí. El es Omnipotente. Mi Ser Mortal NO PUEDE NADA. Es cuando dejo que el YO SOY hable y trabaje a través de mí. Cuando uno permite que el Amor de Dios a uno fluya hacia todas las cosas, nada le teme a uno ni puede ocurrirle a uno ningún mal.

Emil de pronto aparecía en la habitación de Spalding a pesar de estar la puerta cerrada. Esto al prin­cipio asustaba al inglés, pero pronto se acostumbró a la manera sencilla y confiada del Maestro. Spalding observaba que había una gran si­militud entre la vida de estos Maes­tros y la vida de Jesús de Nazareth. También dice que estos seres de- sarrollan el amor en ellos hasta el punto de acostarse en el suelo an­te un animal salvaje que está a punto de atacar ferozmente a un pueblo, y así libertar a los habi­tantes. También cuenta que estos Maestros suplen todas sus necesi­dades directamente del Espacio Uni­versal: comida, ropas y hasta di­nero, y que han vencido la muerte.

El grupo de amigos salieron para otra región del Himalaya y Emil les dijo al salir, los mando al cui­dado de dos hombres de mi con­fianza; Uds. van a tardar cinco días en llegar. Yo no me voy con Uds. porque para mí no es necesario consumir tanto tiempo, pero yo les recibiré a Uds. cuando lleguen allá.

Llegaron al pueblo al quinto día a las 4 de la tarde, y quien los re­cibió en efecto, fue Emil. Asom­brados advirtieron que ellos habían tomado la única ruta entre los dos pueblos. El Correo era el único que podía viajar a menor tiempo, y éstos viajaban de día y de noche y con relevos. Pero he aquí a un señor avanzado en años que no les parecía a ellos posible que empren­diera un viaje y lo cumpliera en menos tiempo que ellos!

Su explicación fue: "Yo quiero que Uds. comprendan que el hom­bre, en su reino, no conoce límites de tiempo o espacio. Cuando el hombre se conoce a sí mismo, no tiene que chapalear cinco días para atravesar 90 millas.

El puede salvar cualquier distan­cia instantáneamente. Hace pocos momentos yo estaba en el pueblo que Uds. dejaron atrás. El cuerpo que Uds. vieron aún reposa allá. El compañero de Uds. que quedó allá, les dirá. El está aún contem­plando el cuerpo que dejé inactivo. Los dos hombres que envié con Uds. pueden igualmente hacer lo mismo; sólo que los envié de esta forma para atenderlos a Uds. Es para que vean que somos todos humanos como Uds., sólo que he­mos desarrollado los poderes que el Padre nos ha dado a todos. No hay otro misterio. Mi cuerpo per­manecerá allí hasta esta noche. Lue­go lo traeré aquí y el amigo de Uds. emprenderá los cinco días de ca­mino para acá.

En la noche, cuando se hallaban reunidos, Emil se apareció sin abrir ninguna puerta y dijo "Me han vis­to aparecer como por magia. Per­mítanme decirles que no es magia ninguna". Voy a demostrarles un sencillo experimento que podrán atestiguar. Aquí tenemos un vasito de agua que acaban de traer del ma­nantial. Ven Uds. que en el centro del agua se está formando una par­tícula de hielo, vean ahora como esa partícula se atrae a sí más hielo, partícula por partícula, hasta que ya toda el agua en el vaso está helada. ¿Qué es lo que ha ocurri­do? Que yo sostuve los átomos cen­trales del agua en el Universal, has ta que se formaron, en otras pala­bras, bajé sus vibraciones hasta que se volvieron hielo y fueron conta­giando las partículas en contorno. Esto lo podría aplicar al agua del vaso, de la bañera, de un lago, del mar y de toda la masa de agua del planeta Tierra, ¿no es así? ¿Y qué ocurriría? Todo se congelaría. ¿Y para qué? ¿Por virtud de qué auto­ridad? Usando la Ley Perfecta, pe­ro ¿para qué propósito? Para nada. Ningún bien ha sido engendrado. Si yo hubiera continuado, ¿qué cosa hubiera ocurrido? ¡La reac­ción! La Ley del Bumerang o del Círculo. Yo conozco la Ley, y ésta me hubiera regresado mi expresión. Yo entonces hubiera obedecido mi propio mandato y me hubiera con­gelado. En cambio, si yo expreso el bien, recojo la cosecha de mi bien para toda la eternidad.

Mi aparición en esta habitación la puedo explicar de la forma si­guiente: Allá en el cuarto en que quedó mi cuerpo, yo lo mantuve en el Universal, elevando sus vibra­ciones hasta que él regresó a lo Universal donde existe toda subs­tancia. Nosotros lo expresamos así:

"Devuelvo mi cuerpo a lo Univer­sal". Luego a través, o por virtud de mi conciencia crística o mi YO SOY, sostuve mi cuerpo en mi men­te hasta que sus vibraciones des­cendieron y tomó forma aquí en esta habitación y pudieron Uds. verme. No hay misterio. Yo sólo estoy usando el Poder o la Ley que me ha sido dada por el Padre a través del Hijo Amado. ¿Y no es acaso este Hijo: yo, tú y toda la humanidad? ¿Dónde está el miste­rio? NO HAY MISTERIO ALGU­NO.

Considera la FE representada por el grano de mostaza. Nos viene de lo Universal al través del Cristo Interior que ya ha nacido dentro de todos nosotros. Ese grano nos entra por la mente supraconsciente del Cristo, el lugar de receptividad dentro de nosotros. Luego tiene que ser llevado al "MONTE", "MON­TAÑA", o sea, lo más alto dentro de nosotros; el punto central sobre la cabeza y sostenido allí. Entonces le permitimos al Espíritu Santo que descienda. Ahora viene la admonestación: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza, con toda tu mente". Piensa. ¿Te viene el significado? Este Espíritu Santo vie­ne en diversas formas. Tal vez en entidades minúsculas que tocan pi­diendo entrada. Debemos aceptar y permitir a este Santo Espíritu que entre y se una con el puntico de luz o semilla de conocimiento, y que dé vueltas en contorno, adhi­riéndose, tal como vistes a las par­tículas de hielo adhiriéndose a la partícula central y creciendo en forma de círculo, multiplicándose y expresando esa semillita de co­nocimiento hasta que le podrás de­cir a la montaña de dificultades "Vete y lánzate al mar" y se hará. Llama a esto la Cuarta Dimensión o lo que quieras. Nosotros lo lla­mamos Dios en expresión a través del Cristo en nosotros.




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