Revista Metafísica



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DEL NACIMIENTO

La existencia se compone de Ciclos. Los Ciclos se suceden y todo lleva la estampa de sus Ciclos anteriores, los cuales se pueden distinguir;

es decir, puede distinguirlos aquél que "tiene ojos para ver", como dijo el Maestro Jesús.

Por ejemplo, el ser humano ¿cómo comienza? Por ser un gusanillo. Un espermatozoide enclavado en suelo húmedo. Va creciendo y echando paticas y una cola. Pasan los días y el gusanito va tomando aspecto de reptil (renacuajo, iguana), luego aspecto de mono. El rabo se absorbe, las patas delanteras toman aspecto de manos. Es decir, que el ser hu­mano representa toda la gama, todos los escalones de su evolución anterior. Esto es muy sabido, y está expuesto en la Genética, la Patología y la Partenogénesis. Pero hay mucho más.

El dicho popular "la historia se repite" es exacto, sólo que cada repetición existe en un plano más elevado, o sea, que la vida, siendo un espiral; cada suceso al repetirse, ocurre en una vuelta más arriba del espiral.

Esta cronología del feto es la prueba más cercana que tenemos de la evolución del hombre, desde la célula, la larva y su vida en el agua, hasta el momento en que surgió del agua.

Cuando el niño nace, está recorriendo aún su pre-historia de cuando salió al aire, y fue despertando su cerebro a los sonidos, la vista, los movimientos, etc., punto por punto podemos seguir la evolución animal en el bebé. Cuando se arrastra, cuando gatea en "cuatro patas", cuando por fin tantea ponerse en pie, y cuando al fin es ser humano que habla de corrido, pues el mono dicen que posee un cerebro equivalente al de un humano de tres años. A los siete años termina el recorrido primitivo. A los 49 años llega a la madurez y ya ha recorrido siete veces siete años, ya se supone que ha logrado lo que vino a buscar en su presente encarnación.

En el próximo ciclo de siete años, o sea entre los 49 y 56 años debe lograr su máxima labor; su máximo desarrollo intelectual; su maestría, pues.

La cuenta esotérica se lleva de la manera siguiente. El número 9 repre­senta el Yo Superior que no actúa en la Tierra sino en su propio plano elevadísimo. Por eso es que el número 9 siempre se desaparece en toda operación de aritmética. Por ejemplo, pongamos una suma: 4+3+2+4= 13. Si la decimos en voz alta: "Cuatro y tres son siete, más dos son nueve y cuatro suman trece". Al llegar a la suma "nueve" podemos desaparecerlo o callarlo porque el número que sigue es el total. La prueba es que el "trece", suma "tres y uno" dan cuatro. O sea que la suma total no ha tomado en cuenta el número nueve para nada. No lo vé siquiera. Como si no existiera. Otro ejemplo. El año 1895 sumado da 5 ¿Por qué? Porque el uno y el ocho dan nueve (desaparece). El próximo nueve también desaparece, y queda sólo el 5. Compruébalo sumando 1+8+9+5=23. Suma el resultado 2+3=5.

Haz una última prueba. Suma el año 1970. Uno y nueve son diez, y siete son diecisiete. Siete y uno igual a ocho. Quítale el 9 al 1970. Suma lo que queda. Igual a 8.

Por lo tanto el año 49 en el hombre queda en 4 al desaparecer el 9.

El 4 es el número redondo, del equilibrio, de la plenitud. Se supone que el hombre llegó a la plenitud de sus poderes en la Tierra. A su máxima expresión, en bien o en mal. Si es un individuo constructivo, el número significa servicio, paciencia, respetabilidad, dignidad, responsabilidad. Si es negativo será de mente cerrada, reprimido, dogmático, severo, pesado, centavero, minucioso exagerado. Si es destructivo, será vulgar, odioso, vio­lento, celoso, resistente, inhumano, cruel.

Los próximos siete años lo llevan a la edad de 56 años. 5+6=11. El número Maestro. O sea la Maestría en cualquiera de los tres aspectos:

Constructivo, Negativo y Destructivo. Fíjate que en la edad de 49 al desapa­recer el nueve, el hombre sólo ganó un año por encima de la edad mental del mono. O sea, que en cronología espiritual (¡NO en términos terrenos!) el hombre después de los siete ciclos secundarios de, su vida, tiene un año espiritual. Es pues un niño espiritual de un año.

En cada reencarnación el hombre, aunque repite de nuevo sus ciclos anteriores, adelanta en su evolución, cancelando deudas pasadas, cobrando bienes no gozados, y cuando le llega el momento de comprender lo espiritual-invisible, es que su mente superior comienza a moverse, tal como hizo la mente inferior cuando el hombre se graduó del nivel mono.

Hay un orden meticuloso y perfecto en los asuntos del Cosmos. Se dice que no se mueve una hoja sin que lo disponga el Padre.




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