Pequeño Método para comprender La Biblia
Génesis 12:26
ABRAHAM
¿Cuál es la diferencia entre los términos Hebreo, Israelita y Judío?
Hebrea es la raza, Israelita su religión y Judío, derivado de Judá, porque su tierra era el Reino de Judá, en Canaán.
Con el capítulo 12 del Génesis empieza la historia de los hebreos. La familia de Abrahám pertenecía a una de las tribus semitas que emigraron a la vecindad de Ur, al sur de Mesopotamia. Sus antecesores fueron los babilonios, los asirios, los arameos y los fenicios. Los fundadores de las tres grandes religiones del mundo fueron semitas: Moisés, Jesús y Mahoma. A Abrahám se le conoce como el "Padre de los Hebreos" por haber sido el líder de un grupo que se separó de las otras tribus semitas, estableciéndose en Canaán. La Biblia se refiere a sus descendientes como hebreos, nombre que los distinguió como raza; israelitas fue su nombre religioso; y judíos fueron llamados durante el cautiverio en Babilonia por haber venido todos los prisioneros de Judá.
En la historia de Abrahám, en sus comienzos, se le llama Abram, y a su esposa Sarah se le conoce por Sarai. Sus nombres fueron cambiados más tarde por el Señor. Terah, el padre de Abram, sintió la urgencia de ir a Canaán y se mudó del sur de Babilonia para Harán. El nombre Terah significa "perezoso", el estado del hombre que vaga sin rumbo hasta que la fe se despierta en él y dirige sus pasos. ¿Has sentido tú alguna vez esta urgencia espiritual de seguir adelante pero que por haber vacilado durante algún tiempo luego desapareció? Terah murió en Harán, como "morimos" nosotros cuando no obedecemos esta divina urgencia.
Abram tenía 75 años de edad cuando oyó la voz del Señor. Esto implica que el hombre debe madurar en comprensión antes de darse cuenta de que está siendo guiado espiritualmente.
"Y Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y del lugar de tu nacimiento y de casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré; y haré de tí una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre; y tú serás una bendición y serán bendecidas en tí todas las familias de la tierra. (Génesis 12:1-3).
Si aspiramos ir a una nueva tierra (una mayor comprensión de la Verdad), debemos estar dispuestos a abandonar la vieja. Aun cuando deseamos tener nuevas experiencias, muchas veces nos sentimos renuentes a dejar lo que tenemos. "Escoged hoy a quien serviréis" (Josué 24:15). Muchos desean obtener las bendiciones del reino espiritual permaneciendo en la conciencia mortal. Esto es imposible: tenemos que decidirnos por una cosa u otra.
Cuando hemos logrado el estado de conciencia de Abram —cuando se acelera nuestra fe en Dios-— comprendemos dos verdades espirituales. La primera es que El desea que nos movamos a una nueva tierra, simbólico de un nuevo estado de conciencia más elevado.
"Vete de tu tierra" (Gén. 12:1) es la orden que se nos da cuando ya estamos preparados para avanzar. Nos vemos obligados a abandonar muchas creencias que sólo pertenecen a la mente mortal para llegar a un estado de conciencia más elevado. La realización espiritual demanda un punto de vista enteramente nuevo en todos los órdenes: Nuestra idea de Dios, de nosotros mismos, de nuestro ambiente y nuestro destino. Según nuestra creencia anterior, Dios era un superhombre y nosotros solamente criaturas mortales hechas de carne y hueso. Nuestro ambiente nos era impuesto y nuestro destino, el cielo o el infierno. Estas creencias deben desaparecer porque siendo nuestra manera de pensar más iluminada vemos a Dios como la vida creadora y nos vemos a nosotros como sus criaturas, hechas a su imagen, y con la responsabilidad de expresar los atributos que heredamos de nuestro divino Padre.
Nuestro ambiente es un reflejo de nuestro estado de conciencia; por tanto, éste depende de nosotros. Si tenemos el poder de cambiar las condiciones de nuestra vida, podemos cambiar ésta. Nuestro destino es el cielo, no un paraíso a donde vamos después de la muerte sino una conciencia establecida en nuestra unidad con Dios. Esta llega cuando el hombre aprende a disciplinarse, y purificándose es levantado por la gracia de Dios y por su propio esfuerzo. Este es un punto de vista que nos hace sentirnos más dichosos, pero también es más difícil de adoptar, ya que la responsabilidad de crecer y desenvolverse espiritualmente depende únicamente del individuo. En esto no hay excusa posible. Estamos tan llenos de gozo con la iluminación que nos da el conocimiento de la Verdad que nos sentimos como nuevas criaturas, deseosas de llegar a la nueva tierra. Pero cuando se nos pide que soltemos los hábitos erróneos que hemos adquirido anteriormente y que son contrarios a nuestra naturaleza espiritual, y sabemos que tenemos que desechar las destructivas actitudes de la mente como son el prejuicio y la resistencia, entonces nos inclinamos a adoptar la actitud característica en Terah, de holgazanear. No obstante, si hemos oído la llamada de la fe, facultad representada por Abrahám sabemos que tenemos que seguir adelante.
La segunda realización que nos llega cuando la fe se despierta es que Dios tiene muchas bendiciones reservadas para nosotros; "Y haré de tí una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre; y tú serás una bendición" (Gén. 12:2). Dios desea damos el bien sin limitaciones. ¿No dijo Jesús, "No temáis, manada pequeña, porque al Padre le place daros el reino"? (Lucas 12:52). Nuestra carencia no se debe a la voluntad divina, sino a nuestra incapacidad para aceptar lo que el Padre tiene para nosotros. Hay la posibilidad de que se realice esta promesa al nosotros entrar en un estado más elevado de conciencia (una nueva tierra). La expresión de Su voluntad es "Yo te bendeciré". No solamente es así sino que según recibimos del Padre y damos, llegamos a ser una bendición para los demás. "Sé tú una bendición" (Gén. 12:2).
Estas dos realizaciones —que Dios quiere llevarnos hacia un estado de conciencia más elevado y que El desea bendecirnos— son fundamentales para el desarrollo espiritual.
"Y Abram tomó a Sarai, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano, con todos los bienes que ellos habían allegado y las almas que habían adquirido en Carán; y salieron para ir a la tierra de Canaán; y llegaron a la Tierra de Canaán (Gén. 15:5).
Sarai se fue con Abram. La mujer representa la naturaleza emocional del hombre. Lot también acompañó a Abram. El nombre Lot significa "escondido o encubierto" y es la parte negativa de la fe, o sea, cuando ponemos la fe en cosas materiales. Aun cuando la fe en Dios se haya acelerado, nos queda todavía un pequeño residuo de fe en las cosas materiales. Tenemos que separar esta fe negativa, según Abram se separó más tarde de Lot.
Los sucesos acaecidos en la vida de Abram nos dan una clara visión de los esfuerzos que debemos hacer para sostener nuestra fe en Dios. Aún teniendo Abram fe suficiente en Dios para obedecerle, él falló en algunas ocasiones. La fe debe estar bien arraigada en el conocimiento del principio divino y no se llega a comprender éste en un abrir y cerrar de ojos. De manera que cuando hubo hambre en Canaán, Abram se fue para Egipto. Egipto representa la conciencia de los sentidos a la cual volvemos cuando las cosas no marchan de acuerdo con nuestros deseos. Algunas veces es difícil afrontar una situación penosa en el plano espiritual; nos parece más fácil hacerle frente, de un modo material y (metafísicamente) regresamos a Egipto.
Abram abrigaba la esperanza de recibir buen trato de los egipcios, y creyendo que presentando como su hermana a su bella y hermosa mujer, ayudaría a mejorar su situación, hizo pasar a Sarai como tal; esta era una verdad a medias, pues Sarai era su media-hermana, aunque también su esposa. Con frecuencia una verdad a medias es peor que una mentira completa, y así resultó en este caso.
Sarai fue llevada a casa de Faraón, "mas Jehová hirió a Faraón con grandes plagas, a él y a su casa, por causa de Sarai, mujer de Abram"
(Gén. 12:17). Lo material (Faraón) y lo espiritual (Abram) son estados mentales incompatibles, y cuando tratamos de mezclarlos, el resultado es perjudicial. Tal vez ésta sea la razón por la que continuamos pasando por muchas pruebas a pesar de que nos hemos empeñado en vivir de acuerdo con las normas espirituales. Ya hemos caminado muy lejos para abandonar estas normas, pero a veces sentimos miedo de seguir "todo el camino" en ellas. Mezclamos lo material, o tratamos de hacerlo, y el resultado es una casa dividida. Abram se le ordenó que saliera de Egipto:
la conciencia de los sentidos deseando deshacerse de lo espiritual. El hombre de Gadara, poseído de un espíritu inmundo, clamó ante Jesús:
"¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, hijo de Dios altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes!" (Marcos. 5-7).
Después que Abram regresó a Canaán, se volvió un hombre rico, lo cual es símbolo del poder creciente de la fe. El y Lot tenían tanto ganado que no podía sostenerlo la tierra, y sus pastores peleaban continuamente por hacer valer sus derechos sobre las tierras en donde pacían sus rebaños. Aunque Abram era el líder de los hebreos y podía haber hecho uso de su autoridad, como tal, demostró su gran generosidad sugiriéndole a Lot que se separaran y dándole a escoger las tierras que él deseara para sí. Lot (la fe en las cosas materiales) escogió la sección más fértil, el valle alrededor de Sodoma y Gomorra. Y Abram se quedó con la parte montañosa del país cerca de Hebrón. Parecía realmente que a Abram le había tocado la peor parte al proceder tan generosamente, con Lot, pero el señor le dijo:
"Alza los ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte, y hacia el sur. y hacia el oriente, y hacia el occidente; porque toda la tierra que ves, te la daré". (Gén. 13:14-15).
Es desde "la colina" o lugar elevado en la conciencia desde donde podemos obtener una visión más amplia de la vida y de todo lo que ella encierra, y Dios siempre nos da de acuerdo con nuestra habilidad para percibir. "Ver" o reconocer nuestro bien es el primer paso para la demostración. Cuando vemos desde lo alto, nuestra bendición es mayor de lo que esperábamos: "toda la tierra que ves, a ti te la daré".
Ninguna persona que obra egoístamente puede tener éxito duradero, y Lot pronto se vio envuelto en dificultades. Las tribus vecinas hicieron la guerra a Sodoma y Gomorra, y Lot y todos los de su casa fueron hechos prisioneros. Uno de sus siervos escapó y fue a pedir ayuda a Abram, quien reunió sus hombres y acudió a rescatar a Lot. Sus guerreros cayeron inesperadamente durante la noche sobre el enemigo y los obligaron a huir abandonándolo todo. De regreso a su hogar, Abram conoció dos Reyes que salieron a su encuentro, uno de los cuales, el Rey de Sodoma se mostró tan agradecido por haber Abram librado a su país, que le ofreció la mitad del botín de guerra. Abram rehusó y le entregó, no solamente los prisioneros sino todos los bienes que había tomado. El otro Rey Melquisedec, Rey de Salem, quien trajo pan y vino para bendecir a Abram, pues Melquisedec también rendía culto a Dios. Abram dio el diezmo de todo lo que traía a Melquisedec. "Melquisedec realmente representa la Mente Crística o "superconciencia", aquello que cuando predomina en la conciencia del hombre, hace que se establezca y sostenga una conducta recta, ajuste perfecto, paz, y perfección".
Más tarde cuando Abram tuvo aviso de que las ciudades de Sodoma y Gomorra serían destruidas por la perversidad de sus habitantes, él oró para que éstos fueran perdonados. Sin embargo, no había ni siquiera diez hombres justos en ellas y su suerte quedó sellada. Solamente Lot, su esposa y sus hijas escaparon. La esposa de Lot no se benefició de la huída "volvió la vista" (Gén. 19:26) y se convirtió en una estatua de sal.
Cuando uno se libera de una dificultad, es funesto volver la vista atrás. Jesús dijo "dejad que los muertos entierren a sus muertos" (Mateo 8:22).
Abram y Sarai no tenían hijos, y Abram los deseaba más que nada para que éste continuara la misión que Dios le había encomendado con relación a los hebreos. El Señor les había prometido un hijo, pero ellos estaban muy impacientes porque se realizara esta promesa que, a sugestión de Sarai, Abram tomó como mujer a la sierva egipcia de ésta llamada Agar. El fruto de esa unión fue Ismael; pero éste no era el hijo que Dios les había prometido. Debemos aprender a descansar en el señor y esperar pacientemente por él. Cuando tratamos de forzar nuestro bien, el resultado no nos satisface. Abram sabía esto y esperaba la palabra del Señor, la cual fue "Mi pacto es contigo, y serás Padre de una multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram, sino que "Abrahám" será tu nombre; porque te he constituido padre de una multitud de naciones". (Gén. 17:4-5).
"El cambio de nombre denota siempre un cambio tan pronunciado en el carácter, que el nombre anterior no puede volver a aplicarse a la nueva persona. . . El nuevo nombre, Abrahám, "padre de una multitud", cuando nosotros lo aplicamos individualmente significa que nuestra Fe debe ser expresada trayendo la multitud de pensamientos al Reino del Espíritu y bajo la dirección del Cristo" (Misterios del Génesis 151).
Para esa época, el nombre de Sarai fue también cambiado, .y el Señor dijo a Abrahám: "Tocante a Sarai, tu mujer, no la llamarás más Sarai, sino que Sarah será su nombré. Y yo la bendeciré, y de ella también te daré un hijo... y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos procederán de ella" (Gén. 17:15-16).
El nombre Sarai significa "amargada" o "contenciosa", mientras que Sarah significa "mujer noble".
En el simbolismo espiritual la mujer representa el alma o la parte intuitiva del hombre. Sarah es la fase más elevada del alma. En Sarai el alma contiende por su lugar apropiado en la conciencia; el individuo empieza a reconocer que sus afectos y emociones son divinos en esencia y no deben fundirse con las condiciones materiales sino con el espíritu. En Sarah ésto queda expresado plenamente (Misterios del Génesis 155).
Para la razón humana, la promesa de Dios a Abrahám y Sarah parecía imposible de cumplirse por la razón que Sarah era ya una mujer avanzada en años; pero Abrahám "creyó a Jehová, el cual se lo imputó a justicia" (Gén. 15:6). Con frecuencia nos parece que nuestra oración no será contestada. Esto sucede debido a que hacemos uso de una limitada visión y en verdad lo que Dios nos pide es que confiemos en él para guiarnos.
El hijo que nació a Abrahám y Sarah se llamó Isaac. Este nombre significa "risa", o "alegría". La cualidad gozosa (Isaac) es la criatura o el producto de la fe (Abrahám) y la intuición (Sarah). Varios años después, Abrahám tuvo una gran prueba relacionada con el hijo que Dios les había dado.
Y aconteció, después de estas cosas, que probó Dios a Abrahám, y le dijo: Abrahám. Y el respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma a tu hijo, a Isaac, tu hijo único, a quien amas, y vete a Tierra de Moria, y ofrécele allí en holocausto sobre uno de los Montes que yo te diré (Gén. 22:1-2).
Algunas veces parece como si se nos pidiera que abandonáramos aquello que más valor tiene para nosotros. Se nos ha enseñado, "Jehová ha dado, y Jehová ha quitado; ¡sea el nombre de Jehová bendito!" (Job. 1:21). Esto es solamente creencia del hombre. Sin embargo, debemos obedecer la inspiración de lo Alto y confiar en Dios a pesar de que nos parezca un gran sacrificio de nuestra parte. La obediencia es la base de la fe. Abrahám creía que todo lo que Dios le ordenaba hacer era lo mejor, sin importarle su apariencia. Hasta que aprendemos a amar la rectitud más que a nuestros deseos personales, nuestra fe no será firme. ¿No hemos luchado con nosotros mismos y finalmente hacer lo que creíamos, no obstante parecemos difícil? Nuestra buena disposición para hacer lo que creemos que es recto, nos librará de sentirnos luego entristecidos. Tenemos que llegar al borde del desastre, sin embargo: Abrahám había amarrado a Isaac al Altar de madera y había tomado su cuchillo en la mano para matar a su hijo.
Entonces el Ángel de Jehová le llamó desde los Cielos y le dijo:
¡Abrahám! ¡Abrahám! Y él respondió: Heme aqui. Y dijo: No extiendas tu mano contra el muchacho ni le hagas nada; pues ahora conozco que tú temes a Dios, y que no me has negado a tu hijo, tu hijo único. Entonces Abrahám alzando los ojos, miró, y he aquí un carnero más allá de él, enredado por las astas en un matorral, y fue Abrahám, y tomó el carnero y ofrecióle en holocausto en lugar de su hijo (Gén. 22:11-13).
El animal representa pensamientos de los sentidos, arraigados, no redimidos, y éstos son los que el Señor desea que sacrifiquemos. Abrahám fue premiado por su obediencia con la renovada promesa de Dios de que habría de engrandecerle.
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