CONSULTORIO
CASO M. L.
Esta amiga se ganó un premio por ser la mejor vendedora del año en la Compama donde trabajaba. El premio fue un viaje a Aruba a todo costo y. . . la torta! a M. L. nunca le ha gustado viajar porque le tiene terror a un avión a causa de la muerte de un familiar en un accidente aéreo.
Gran bululú entre las amigas de M. L. ¿Cómo iba a desperdiciar la oportunidad? —exclamaban todas—, y comenzaron a hablarle metafísicas hasta por los codos para convencerla y quitarle el temor.
El último empujón se lo dieron tres de sus mejores amigas resolviendo irse también de viaje para acompañarla, pero M. L., a pesar de todo, no había logrado dominar el temor. La prueba:
A última hora, el mismo día del viaje, uno de sus hijos se cayó y se le abrió la pierna. M. L. pasó todo el día en el Puesto de Socorro. Las tres amigas tuvieron que irse al aeropuerto sin ella, esperando que pudiera alcanzar el avión antes de que saliera. Al fin llegó retardadísima, —pero llegó— después de mucho tratamiento hecho por las amigas, y cuando por fin se encontraban reunidas, se descubre que el avión había sido vendido tres veces y que no había puesto para nadie.
Regresaron a Caracas las cuatro muy defraudadas aunque la metafísica les aseguró que aquello no podría quedarse así.
En efecto, a la semana siguiente volvieron a hacer el intento ya que los boletos estaban pagados y la Compañía de Aviación aseguraba que lo pasado no volvería a suceder. Durante la semana las tres amigas le hicieron a M. L. una campaña metafísica que le quitó el temor, y salieron campantes para Maiquetía.
Cuando fueron a presentar sus boletos encuentran que las solvencias que habían sido sacadas juntas, al mismo tiempo, y por un mismo personaje estaban en regla, menos una. . . la de M. L. la cual le permitía hacer de todo ¡menos para salir del país! y el "no" estaba en tinta roja. Quince días tenían de sacadas las solvencias y nadie se había dado cuenta.
Estaba clarísimo que el subconsciente de M. L. no había recibido la orden de facilitar las cosas, sino de impedir aquello que seguramente atemorizaba aún a M. L.
Las amigas regañaron a M. L. hasta decir no más y ella misma estaba intrigada porque lo peor es que sentía el deseo de viajar con sus tres amigas, pero hasta que no pronunció "el Verbo" no se le arreglaron las cosas. Tuvo que protestar en alta voz diciéndonos:
"¡Pero si yo sí me quiero ir!" y sólo entonces fue que el empleado a quien le había sido explicado el
extraño percance ocurrido a las solvencias dijo: "Bueno señoras, vamos a hacer una cosa. Esto me puede costar mi empleo, pero voy a romper esta solvencia y las dejo irse juntas" y diciendo y haciendo las despachó a las cuatro juntas, lo cual constituye el milagro comprobatorio de esta enseñanza cuyos frutos siempre y cuando se practiquen son totalmente positivos.
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