Revista Metafísica



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La Cenicienta

Los cuentos de hadas contie­nen todos una lección de meta­físicas. Uds. todos saben que las hadas existen. Que son criaturitas elementales. Son lindas figu­ritas de la naturaleza que habitan en parejas y bosquejos, tejen hamacas, se mecen, se deslizan en las cascadas cuando son espíri­tus del agua, y precisamente por­que son espíritus elementales tie­nen el poder de hacer aparecer y desaparecer los objetos y artícu­los que desean, tales como los chinchorritos mencionados, que ellas cuelgan desde una flor hasta otra próxima y allí duermen siestas al sol o a la sombra.

La demostración que logró la Cenicienta es muy clara para no­sotros los metafísicos. Es una clase en el Principio de Mentalismo.

Una niña de alma dulce y sen­cilla estaba relegada a la cocina por un par de hermanastras que le imponían todas las tareas de la casa. Como eran grandes y ella pequeña, eran más fuertes y la tenían atemorizada.

En su soledad la niña soñaba. Soñaba con lindos trajes, un prín­cipe azul, con un coche dorado, es decir, con todas aquellas co­sas que ella oía mencionar y des­cribir en la conversación de las hermanastras mientras ella les servía la mesa.

Cuántas veces se le iba el alma en anhelos mientras vestía a las tiranas allá arriba. Cuántas veces soñaba con zapatillitas de cristal mientras lavaba los platos y las copas. Cuántas veces acariciaba las sedas, las plumas, las flores, y cuántas veces el Cristo en su corazón le susurraba "Algún día tendrás esto y más"; y ella res­pondía con fe, "Sí, algún día ten­dré un palacio de diamantes y un bello príncipe me besará las ma­nos y bailará conmigo".

Y un día se materializaron sus sueños. Apareció el ángel de la demostración (hada madrina) y con los ingredientes de su propio subconciente vio la niña transfor­marse los ratones, la jaula de los ratones, la calabaza, el cristal de las copas y sus propios harapos en un milagro increíble; y el to­do, teñido con la duda de que aquéllo no podía ser verdad y que de pronto desaparecería, en efec­to, a las doce de la noche todo se desapareció.

Pero con el gozo y la bella ex­periencia, su conciencia había cambiado. Ya no soñaba sin es­peranzas, sino revivía los alegres recuerdos llenos de fe y felicidad.

Y allá en el fondo de su coci­na vio venir al príncipe que la buscaba sin hacer caso a las ne­gativas y evasiones de las herma­nastras.

¿Cuentos de hadas. . . ? Sí, eso es precisamente la verdad. El cuento de hadas hecho realidad;

aquéllo que tú sueñas como im­posible; lo que tú temes que no puede durar. Todo aquello que tú consideras demasiado grande y bello para que te ocurra a ti, eso es precisamente lo que llamamos el Plan Divino para ti, el diseño de Dios, único, que no puede re­petirse en nadie más porque es una de las infinitas expresiones del Creador. Eso es lo que has venido a manifestar en esta en­carnación; y si no lo realizas ten­drás que regresar tantas veces como lo requieras para manifes­tarlo.

Por lo general todo cuento que se universaliza como la Cenicien­ta y Blanca Nieves, cumplen una misión metafísica.

Los gnomos no son una fic­ción de la imaginación. Ellos existen, son elementales y están encargados de reproducir la grama, las hojas, la corteza de los árboles, el monte, las frutas y flores.

La madrastra con su poder má­gico y maligno también es ver­dad. Es la magia negra, llamada así porque es el poder de mentalismo funcionando en el odio y la negatividad. Las hadas no tienen mayor poder mágico que nosotros los humanos.

Las brujerías son manifesta­ciones del poder mental emplea­do con odio y negatividad. Cuan­do se emplean con amor, en polo positivo y por el bien, se le llama Magia Blanca y son tan milagro­sas como las brujerías, pero en bien y felicidad.

El materialista que niega ro­tundamente la realidad de la bru­jería, de los milagros y de las manifestaciones espiritistas como aportes, apariciones, voces, etc., o sea, de todo lo que él no pue­da explicar con una causa razo­nable exterior, está totalmente errado. El siempre rebate todo fe­nómeno sobrenatural con argu­mentos insubstanciales como:

-Esas son tonterías. Infanti­lismos. ¿Vas a creer ahora en cuentos de hadas?

Ahora tú, que conoces los prin­cipios de la Creación, sabes que esos fenómenos son creaciones. Que son efectos. Que no hay efectos sin causas. Ni causas sin efectos. La causa de este tipo de "fenómeno" está en el pensa­miento, sea blanco o negro, bue­no o malo, dependiendo de la polaridad en que ha actuado el pensamiento, sea positivo o ne­gativo.

Por supuesto que no hay que olvidar que cuando se menciona el pensamiento, esto incluye el sentimiento y la palabra. Es una acción triple que en la Biblia se llama "El Verbo". El Logos.

"El Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios" significa que esa triple acción de pensamiento, sentimiento y palabra, lo cual for­ma vibraciones creadoras, son causa primaria, origen de todo y son todopoderosas.

San Juan no puede ser más categórico. Dice "Todas las cosas por medio del Verbo fueron he­chas, y sin él NI UNA SOLA COSA DE LO QUE HA SIDO HECHO FUE HECHA". Esta es una de las frases más claras y más destacadas de toda la Biblia. Ni una sola cosa de lo que ha sido creada fue materializada sin el Verbo.

Hay que ver lo que esto sig­nifica. Todo lo creado, todo lo que tiene existencia, todo lo vi­sible e invisible, "Y el verbo se hizo carne y habitó entre noso­tros". ¿De dónde habrán podi­do sacar que Jesús de Nazareth podía ser el Verbo que creó todo lo que ha sido creado? Lo que provocó el malentendido fueron esas palabras "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros".

Lo que esto quiere decir, es que la triple acción del pensa­miento, sentimiento y palabra se manifiesta, se materializa y per­dura a la vista y al tacto. No se desaparece. Es la forma de decir que es sólido. Se hizo carne.

Pero sólo el pensamiento, sólo el sentimiento, o sola la palabra hablada por hablar, no se solidi­fican. No se demuestra en lo ex­terior.

Ahora que los humanos ha­blan mucho y repiten mucho lo que sienten mucho.

CONSULTORIO


CASO N. M.

N. M. es una jovencita que estudia en la Universidad. Cada vez que va a presentar algún exa­men me pide que la ayude "para que no la quiebren".

Esta actitud es la primera cosa que traté de cambiar en ella.

-¿Y por qué razón esperas tú que te van a "quebrar"?

-No, si yo no estoy esperan­do que me quiebren, sino que. . .

-Estás mintiendo, le digo. ¿Cómo me vas a decir que no es­peras que te quiebren si lo pri­mero que me has dicho después de pedirme ayuda es "para que no me quiebren"?

De manera que si no te ayudo yo ¿tú fracasarás?

._Ah, sí es verdad, tuvo la humildad de confesar.

Y en ese mismo instante se curó para siempre del temor de fracasar en los exámenes. Por su­puesto que sin temor, triunfó en ese preciso examen que fue el primero para el cual pidió ayuda;

y por supuesto que también ha­blamos mucho más de lo que he reportado.

Entre estas cosas que habla­mos le aclaré que si ella ha tra­bajado mucho y bien, merece pa­sar con alta calificación y no debe temer.

Protestó.

-Pero si se ve a diario que estudiantes muy capaces los quiebran!

-Eso es porque se presentan al examen con temor y sabes que el temor es idéntico a la fe. Es fe en lo malo que te produce lo mismo que estás temiendo o esperando.

¡Mire usted que tiempo han perdido!

¡Pasarse el año trabajando para salir después quebrado por­que le tiene miedo al examen o al examinador!

Total, que ella como compren­dió muy bien las circunstancias, decretaba y declaraba antes de todo examen:

-Si yo he trabajado y estu- diado bien, tengo derecho al triunfo, y lo que es mío por dere­cho de conciencia, nadie me lo puede ni quitar ni estropear.

Iba divinamente cuando un día me vino a ver muy morti­ficada.

-El tratamiento ha dejado de funcionar, me dijo.

-¡No es posible! exclamé muy extrañada.

-Sí. Yo pienso correctamen­te, decreto correctamente por­que me doy cuenta perfecta de mi derecho de conciencia y ya van tres pruebas que he perdido.

-Un momento, le dije. Tie­nes algunas amigas que no son metafísicas, que no hacen sino culpar de sus fracasos a los maes­tros y examinadores, y tú habrás seguramente convenido con ellas que tal profesor es muy antipáti­co, o muy injusto etc. etc.

En su cara vi el asombro de quien oye una gran verdad.

-Pero, ¿y cómo lo sabes? ¡Si eso es exacto! Yo no puedo en­señarles las reglas metafísicas porque no están preparadas y se reirían de mí, pero las oigo ha­blar como hablaba yo antes y va­rias veces me he mezclado en la conversación y he expresado con­ceptos negativos.

-¿Y qué debo hacer? ¡No puedo andar con los oídos ta­pados!

-No es necesario. Simple­mente escuchas pero piensa "no acepto ni para mí ni para ellas".

Pero tienes que formar el hábi­to de estar alerta. Eso fue preci­samente lo que ocasionó la famo­sa "caída de Adán". No fue nin­guna manzana ni desorden se­xual. Fue simplemente que en el planeta encarnaron rezagados de otro planeta que se destruyó, y estos seres estaban llenos de con­ceptos destructivos. Eva los es­cuchó, los creyó y luego le echó el cuento a Adán. Ahora es que Adán se está despertando a la ver­dad, de ese "sueño" en que cayó!


EL CASO DE PEDRITO
A Pedrito nos lo trajeron un día con el brazo izquierdo encogi­do e inmóvil. Había sufrido una fractura en el codo y sin pérdida de tiempo lo habían llevado a un puesto de emergencia donde se lo habían "arreglado". Pero esa noche comenzó a inflamarse el brazo dentro del yeso, el dolor era terrible y hubo que volverlo a presentar en el puesto de emer­gencia.

Allí lo operaron, pero la cosa marchaba tan mal que su mamá lo cambió a una de las grandes clínicas donde le hicieron tres operaciones más.

Mes y medio después le qui­taron el yeso y se vio el desas­tre. El brazo encogido y doblado hacia arriba, no tenía otro movi­miento que el de los dedos, los cuales Pedrito no alcanzaba a uti­lizar. Lo llevaron donde un espe­cialista que dijo que el hueso se había consolidado mal y que no tenía remedio.

-Pedrito, le preguntamos, ¿tú quieres estar así? Nos dio un "¡No!" horrorizado y con los ojos espantados mirándonos como si fuéramos un atajo de locos.

Esa era la reacción que se bus­có con la pregunta.

-Entonces no te dejaremos así. Te vamos a curar. De cuando en cuando vas a decir "ya es­toy bueno".

Le hicimos el tratamiento men­tal de visualizarle el brazo en­vuelto en Llama Violeta y le di­mos a la mamá instrucciones para sus pensamientos y su conducta hacia Pedrito. En el momento de aplicarle las manos al brazo, Pe­drito advirtió que sentía un gran calor que casi lo quemaba.

A los cinco días Pedrito mos­traba orgulloso su brazo que es­taba doblado sólo unos dos cen­tímetros, y a los veinte días ha­bías recuperado todo su tamaño y sus movimientos.



Los médicos no se explican lo que pasó allí. Nosotros, por su­puesto, sí.


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