Rosa Luxemburg Índice Prólogo 4 primera parte: El problema de la reproducción 5


CAPÍTULO XIX El señor Woronzof y su “excedente”



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CAPÍTULO XIX El señor Woronzof y su “excedente”



Lo que condujo a los representantes de la teoría “populista” en Rusia al problema de la reproducción capitalista, fue el convenci­miento de que el capitalismo no tenía futuro en Rusia, y ello a consecuencia de la falta de mercados. V. Woronzof había expuesto su doctrina a este respecto en la revista Memorias pa­trióticas y en otras revistas; en una serie de artículos que, reunidos en un libro, se publicaron en 1882 bajo el título El destino del capitalismo en Rusia; después, en un artículo del cuaderno de mayo de la misma revista bajo el título “El excedente en el apro­visionamiento del mercado con mercancías”; en el cuaderno de la revista Pensamiento ruso en 1889; en un artículo sobre “Milita­rismo y capitalismo” en 1893 en el libro Nuestras corrientes; finalmente, en 1895, en forma de libro, bajo el título Elementos de la economía política teórica. La actitud de Woronzof frente a la evolución capitalista en Rusia, no es fácil de comprender del todo. No está ni al lado de la teoría puramente eslavófila, que deducía de las “peculiaridades” de la estructura económica de Rusia y del par­ticular “espíritu del pueblo” que el capitalismo era absurdo y nocivo para Rusia, ni de parte de los marxistas, que veían en la evolución capitalista una etapa histórica inevitable, que podría abrir también, para la sociedad rusa, el único camino transitable de progreso so­cial. Por su parte, Woronzof sostenía que el capitalismo era com­pletamente imposible en Rusia; que no tenía en ella arraigo ni porvenir. Según él era tan absurdo maldecirlo como desearlo, pues faltaban en Rusia las condiciones de vida de una evolución capita­lista, por lo cual todos los esfuerzos unidos a los más grandes sa­crificios para hacer que surgiese en Rusia el capitalismo, por obra del Estado, eran tiempo perdido. Pero si se considera la cosa más de cerca, Woronzof limita muy claramente esta afirmación por él sentada. Si no se piensa en la acumulación de la riqueza capita­lista, sino en la proletarización capitalista de los pequeños producto­res, en la inseguridad de la existencia de los obreros, en las crisis periódicas, Woronzof no duda que todos estos fenómenos se pre­sentarían en Rusia. Antes al contrario, declara expresamente en el prólogo a El destino del capitalismo en Rusia: “Al negar la posibi­lidad del dominio del capitalismo en Rusia como una forma de pro­ducción, nada digo sobre su porvenir como forma de explotación de las fuerzas del pueblo.” Por tanto, Woronzof pensaba que el capita­lismo no podía alcanzar en Rusia el grado de madurez que en Occi­dente, pero, en cambio, podía apreciarse en Rusia el proceso de separación de los productores inmediatos de los medios de producción. Y va más lejos Woronzof. No discute la posibilidad del desarrollo de formas de producción capitalistas en ciertas ramas de la industria rusa, y ni incluso siquiera la exportación capitalista de Rusia a los mer­cados extranjeros. Véase si no su artículo “El excedente en el apro­visionamiento del mercado”, donde dice: “La producción capitalista se desarrolla muy aprisa [entiéndase en el sentido ruso de la pala­bra] en algunas ramas de la industria.”137 “Es muy posible que Rusia tenga, como otros países ciertas ventajas naturales, a consecuencia de las cuales pueda ser proveedor de determinados géneros de mer­cancías en mercados extranjeros; es muy posible que el capital se aproveche de esto y quiera tener en su poder las ramas de producción correspondientes, esto es, la división nacional del trabajo. Así facili­tará a nuestro capitalismo la tarea de tomar posesión de ciertas ra­mas. Pero no se trata de eso ahora. No hablamos de la participación casual del capital y la organización industrial del país, sino que preguntamos si es verosímil que la producción total rusa pueda esta­blecerse sobre base capitalista.”138
En esta forma, el escepticismo del señor Woronzof adquiere una fisonomía bastante diferente de lo que pudiera creerse a primera vista. Duda acerca de si la forma de producción capitalista lle­gará a apoderarse alguna vez del total de la producción en Ru­sia. Pero a esto no ha llegado aún del todo en ningún país del mundo, ni siquiera en Inglaterra. Por consiguiente, semejante es­cepticismo respecto al porvenir del capitalismo ruso debiera con­siderarse, en primer término, en un sentido internacional. Y de hecho, la teoría de Woronzof en este punto se manifiesta en consi­deraciones generales sobre la naturaleza y condiciones de vida del capitalismo; se apoya en concepciones teóricas generales sobre el proceso de reproducción del capital total social. Woronzof formula, con toda claridad, la particular conexión de la forma de produc­ción capitalista con la cuestión de los mercados: “La división na­cional del trabajo, la distribución de todas las ramas industriales entre los países que intervienen en el comercio mundial, nada tie­nen que ver con el capitalismo. El mercado que se forme de este modo, la demanda de productos de diversos países que resulta de semejante división del trabajo entre los pueblos, nada tiene de co­mún, en su carácter, con el mercado que necesita la forma de pro­ducción capitalista. Los productos de la industria capitalista van al mercado con otro fin: no tocan la cuestión de si están satisfe­chas todas las necesidades del país; no necesitan sino suministrar incondicionalmente al empresario otro producto material que sirva para el consumo. Su fin principal es realizar la plusvalía escondi­da en ellos. ¿Pero qué plusvalía es ésta que interesa por sí misma a los capitalistas? Desde este particular punto de vista, la plusva­lía mencionada es el exceso de la producción sobre el consumo en el interior del país. Todo obrero produce más de lo que consume y todos estos excedentes se reúnen en pocas manos; los poseedores de estos excedentes los consumen ellos mismos, sean cualesquiera los fines por virtud de los cuales los cambien dentro del país o en el extranjero contra los más diversos medios de subsistencia y obje­tos de lujo, pero por mucho que coman, beban y bailen, no consi­guen dilapidar toda la plusvalía, queda un resto importante que no cambian por otro producto, sino que tienen que convertir en dine­ro. Como en el país no hay nadie a quien endosar todo esto, ha de exportarse al extranjero, y aquí tenemos la causa de que países de capitalización ascendente, no pueden vivir sin mercados extran­jeros para sus productos.”139
El lector tiene en la cita anterior, que traducimos literalmente, con todas las peculiaridades de la terminología de Woronzof, una muestra que le puede dar una idea del ingenioso teórico ruso, cuya lectura suministra los más deliciosos momentos.
Woronzof reunió más tarde (en 1895) estas mismas opiniones en su libro Elementos de la economía teórica. Woronzof polemiza contra las doctrinas Say-Ricardo, y muy especialmente también con­tra J. Stuart Mill, que niegan la posibilidad de una superproducción general. Al hacerlo descubre lo que nadie había percibido antes de él; halla la fuente de todos los extravíos de la escuela clásica con respecto a las crisis. Esta fuente está en la errónea teoría de los costos de producción profesada por la economía burguesa. Se­gún él, desde el punto de vista de los costos de producción (que Woronzof supone sin beneficio, lo que tampoco había hecho na­die antes de él), no puede pensarse en explicar ni el beneficio del empresario, ni las crisis. Pero este original pensador merece ser gozado en sus propias palabras: “Conforme a la doctrina de la economía política burguesa, el valor del producto se halla determi­nado por el trabajo empleado en su elaboración.” Pero después de dar esta determinación de valor, la olvida en seguida, y en todas las explicaciones siguientes de los fenómenos de cambio se apoya en otra teoría: en la que el trabajo se halla sustituido por los costos de producción. “Así, dos productos se cambian entre sí en cantidades tales que hay por ambas partes iguales costos de producción. Con semejante concepción del cambio no hay de hecho lugar alguno para un excedente de mercancías en el país. Un producto del trabajo anual de un trabajador aparece desde este punto de vista como re­presentación de una cantidad de la materia de que está hecho, del desgaste de los instrumentos y de los productos que sirvieron para el sostenimiento del trabajador durante el período de producción y al parecer en el mercado tiene [sin duda “el producto”, R. L.] la finalidad de modificar su forma de uso, de volver a transformarse en materia, en productos para los obreros y en el valor necesario para la renovación de los instrumentos, y tras este proceso de su descomposición, comenzará el proceso de su recomposición, el pro­ceso de producción, durante el cual se consumen todos los va­lores enumerados, pero surge en cambio un nuevo producto que constituye un lazo de unión entre la producción pasada y la futu­ra.” A este intento singular de representarse la producción social como un proceso continuado desde el punto de vista de la teoría de los costos de producción, sigue, inesperadamente, la siguiente conclusión; “Si consideramos, pues, la masa total de los productos del país, no hallaremos ninguna mercancía sobrante que exceda a la demanda de la sociedad; el sobrante que no halla salida es, por tanto, imposible desde el punto de vista de la teoría del valor de la economía política burguesa.” Una vez que Woronzof ha eliminado así (maltratando soberanamente a la “teoría burguesa del valor”), de los costos de producción el beneficio del capital, convierte esta omisión, inmediatamente después, en un magnífico descubrimiento: “Pero el análisis aducido descubre todavía otro rasgo en la teoría del valor dominante hasta hace poco; resulta que en el campo de esta teoría no hay espacio para el beneficio del capital.” Sigue luego una demostración, desconcertante por su brevedad y sencillez: “En efecto, si mi producto, cuyos costos de producción se expresan con 5 rublos, se cambia contra otro producto del mismo valor, lo per­cibido por mí sólo bastará para cubrir mis gastos, pero en cambio nada percibiré por mi abstención [literalmente, R. L.].” Y ahora Voronzof ha llegado a la raíz del problema:
“Resulta así, que sobre el terreno de un desarrollo rigurosa­mente lógico de las ideas de la economía política burguesa, el des­tino del sobrante de mercancías en el mercado y el destino del beneficio capitalista es el mismo. Esta circunstancia nos autoriza a sacar la conclusión de que ambos fenómenos se hallan en mutua dependencia; de que la posibilidad del uno está condicionada por la presencia del otro. Y, en efecto, mientras no hay beneficio, no hay tampoco excedente de mercancías. Pero otra cosa ocurre cuando en el país se forma beneficio del capital. Este no se halla en ningu­na conexión orgánica con la producción; es un fenómeno que no está unido a la última por condiciones técnico-naturales, sino por su forma exterior, social. La producción sólo necesita para su prosecución materia prima, instrumentos, medios de subsistencia para los obreros, y, por eso, sólo consume la parte correspondiente de los productos; para el excedente, que forma el beneficio, y para el que en el elemento constante de la vida industrial [en la produc­ción], no hay espacio, han de buscarse otros consumidores que no estén ligados orgánicamente a la producción, consumidores, hasta cierto punto, de carácter ocasional. Puede hallar [el excedente] tales consumidores, pero también es posible que no los halle en la me­dida requerida y, en este caso, tendremos un excedente de mercancías en el mercado.”140 Muy satisfecho con esta “sencilla” explicación, por virtud de la cual ha convertido al plusproducto en una inven­ción del capital, y a los capitalistas en consumidores “casuales”, no ligados “orgánicamente” a la producción capitalista, Woronzof explica las crisis, directamente, por la plusvalía, sobre la base de la teoría del valor “consecuente” de Marx, que conforme a su decla­ración ha “utilizado”, en lo que sigue, del siguiente modo:
“Si lo que entra en los costos de producción en forma de salario es consumido por la parte trabajadora de la población, la plusvalía, exceptuada la parte destinada a la ampliación de la producción exigida por el mercado, es consumida por los capitalistas mismos [literalmente, R. L.]. Si están en situación de hacerlo y lo hacen, no habrá excedente alguno de mercancías; en el caso contrario, sobrevendrán superproducción, crisis industrial, expulsión de los obreros de las fábricas y demás males.” Pero lo que en último tér­mino tiene la culpa de estos males es, según el señor Woronzof, “la insuficiente elasticidad del organismo humano, que no puede ampliar su capacidad de consumo con la rapidez con que crece la plusvalía”. Repetidas veces formula este pensamiento genial en las siguientes palabras: “Así, pues, el talón de Aquiles de la organiza­ción industrial capitalista reside en la incapacidad del empresario para consumir toda su renta.”
Por consiguiente, después de haber “utilizado” la teoría del valor de Ricardo en la forma “consecuente” de Marx, Woronzof llega a la teoría sismondiana de las crisis, de la cual se apropia, además, en la forma más grosera y simplista. Pero mientras repite la concepción de Sismondi, cree natural aceptar la de Rodbertus: “El método inductivo de investigación ha conducido a la misma teoría de las crisis y el pauperismo, formulada objetivamente por Rodbertus”,141 declara triunfalmente. Lo que Woronzof comprende por “métodos inductivos de investigación” que contrapone a los “objetivos”, no es del todo claro, pero es posible que se trate de la teoría de Marx, ya que en el señor Woronzof todo es posible. Pero tampoco Rodbertus sale sin corrección de manos del original pen­sador ruso. La corrección que hace a su teoría se reduce a eliminar lo que en Rodbertus constituiría el punto central de todo el sistema: la fijación de la cuota del salario con proporción al valor del pro­ducto total. Según el señor Woronzof, esta medida contra las crisis es un paliativo, pues “la causa inmediata de los fenómenos men­cionados (sobreproducción, paro, etc.), no está en que la participa­ción de las clases trabajadoras en la renta nacional sea demasiado pequeña, sino en que la clase capitalista no está en situación de consumir anualmente la masa de productos que le toca”.142 Pero a raíz de haber rechazado la reforma propuesta por Rodbertus de la distribución de la renta, desemboca Woronzof, finalmente, en la “rigurosa consecuencia lógica” que le es propia.
“Si después de todo lo dicho, la organización industrial que rei­na en la Europa occidental ha de continuar floreciendo y prospe­rando, será sólo a condición que se encuentren medios para aniquilar [literalmente, R. L.] aquella parte de la renta nacional que excede a la capacidad de consumo de la clase capitalistas y que, sin embargo, cae en sus manos. La solución más sencilla de esta cuestión sería una modificación correspondiente de la distribución de la renta nacional entre los copartícipes de la producción. El ré­gimen capitalista se habría asegurado larga vida si los empresa­rios sólo se reservasen lo que necesitan para la satisfacción de todas sus ocurrencias y caprichos, dejando el resto de todo incre­mento de la renta nacional a la clase obrera, esto es, a la masa de la población.”143 Así, la ensalada formada con Ricardo, Marx, Sis­mondi y Rodbertus, acaba en el descubrimiento de que la produc­ción capitalista quedaría radicalmente curada de la sobreproducción y sería “florecer y prosperar” por toda la eternidad, si los capi­talistas renunciasen a la capitalización de la plusvalía e hiciesen a los obreros donativos de la parte correspondiente de ella. Entre­tanto, mientras los capitalistas se hacen lo bastante razonables para seguir el buen consejo del señor Woronzof, recurren a otros me­dios para “aniquilar” anualmente una parte de su plusvalía. A estos medios probados pertenece, entre otros, el moderno capitalismo, y ello, ya que el señor Woronzof sabe invertirlo todo con seguridad mortal, justamente en la medida en que los costos del militarismo salgan, no de los medios de la clase popular obrera, sino de la ren­ta de la clase capitalista. Pero, en primer lugar, el medio de salva­ción del capitalismo consiste en el comercio exterior. Y aquí tenemos el “talón de Aquiles” del capitalismo ruso. Llegado el último a la mesa del mercado mundial, no puede alternar en la competencia con los países capitalistas occidentales más antiguos, y, así, el capitalismo ruso pierde, con la posibilidad de mercados extranje­ros, la condición más importante para su vida. Rusia sigue siendo el “reino de los campesinos” y de la “producción popular”.
“Si todo esto es exacto [así termina V. W. su artículo acerca de “El excedente en el aprovisionamiento del mercado con mercan­cías”] resultan de aquí también los límites para la implantación del capitalismo en Rusia: la agricultura no puede confiarse a su dirección; al mismo tiempo, en el campo de la industria, su des­arrollo no ha de ser demasiado aniquilador para la industria do­méstica, que dadas nuestras condiciones climáticas (!), es indis­pensable para el bienestar de una gran parte de la población. Si ante esto, el lector objetase que el capitalismo no se avendrá a contraer tales compromisos, responderemos: tanto peor para él.” Así, el señor Woronzof se lava al final las manos y rechaza toda responsabilidad personal con respecto a los destinos interiores de la evolución económica rusa.

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