Rosa Luxemburg Índice Prólogo 4 primera parte: El problema de la reproducción 5


CAPITULO II Análisis del proceso de reproducción, según Quesnay y Adam Smith



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CAPITULO II Análisis del proceso de reproducción, según Quesnay y Adam Smith

Hasta ahora hemos considerado la reproducción desde el pun­to de vista del capitalista individual típico, representante y agente de la reproducción que se realiza por una serie de empresas pri­vadas. Este modo de enfocar el problema nos ha hecho ver ya bastantes dificultades. Sin embargo, éstas son pocas comparadas con las que aparecen inmediatamente cuando pasamos de la consideración del capitalista individual a la de la totalidad de los capitalistas.


Ya una ojeada superficial muestra que la reproducción capita­lista como todo social, no puede ser concebida mecánica y simple­mente como la suma de las diversas reproducciones capitalistas privadas. Hemos visto, por ejemplo, que uno de los supuestos fundamentales de la reproducción ampliada del capitalista individual es una ampliación correspondiente de su posibilidad de venta en el mercado. Ahora bien, el capitalista individual puede lograr esta ampliación no por extensión absoluta de los límites del mercado en general sino a través de la competencia, a costa de otros capitalistas in­dividuales; de modo que uno aprovecha lo que significa pérdida para otro o varios otros capitalistas excluidos del mercado. Como resultado de este proceso, lo que para un capitalista es reproducción ampliada, constituye para otro un descenso en la reproducción. Un capitalis­ta podrá realizar reproducción ampliada, otros ni siquiera la sim­ple, y la sociedad capitalista en conjunto sólo podrá registrar un desplazamiento local, pero no una modificación cuantitativa de la reproducción. Análogamente, la reproducción ampliada de un ca­pitalista puede efectuarse por medios de producción y obreros que han quedado libres por las quiebras, es decir, por el cese total o parcial de la reproducción de otros capitalistas.
Estos acontecimientos diarios prueban que la reproducción del capital social es algo en conjunto distinto de la reproducción au­mentada ilimitadamente del capitalista individual, que los procesos de reproducción de los capitales individuales se entrecruzan incesantemente y que a cada momento pueden anularse entre sí en mayor o menor grado. Por tanto, antes de investigar el mecanismo y las leyes de la producción capitalista es necesario plantear la siguiente cuestión: ¿qué debemos comprender por reproducción del capital total? Ello en primer término; y después, si es posible re­presentarnos un cuadro de la producción total, extrayéndolo de entre la confusión de los movimientos incontables de los capitales individuales, teniendo en cuenta que se modifican a cada instante conforme a las leyes incontrolables y numerosísimas, que unas ve­ces se ejecutan de forma paralela mientras que otras se cruzan y aniquilan. ¿Es que hay, en general, un capital total de la sociedad? y, si existe, ¿qué representa este concepto en realidad? Este es el primer problema que ha de plantearse el investigador científico al estudiar las leyes de la reproducción. El padre de la escuela fisiocrática, Quesnay, que con la impavidez y simplicidad clásicas abordó, en los comienzos de la economía política y del orden económico burgués, el proble­ma, aceptó como sobreentendida la existencia del capital total como una dimensión real, actuante. Su famoso Tableau economique, no descifrado por nadie hasta Marx, pone de manifiesto en pocos nú­meros el movimiento de reproducción del capital total, a propósito del cual Quesnay manifiesta, al propio tiempo, que ha de ser con­cebido bajo la forma del cambio de mercancías, es decir, como pro­ceso de circulación. El Tableau muestra de qué manera el producto anual de la producción nacional, que se expresa como una deter­minada magnitud de valor, se distribuye, por virtud del cambio, de tal modo que la producción puede comenzar de nuevo. Los incon­tables actos de cambio individuales se reúnen, resumiéndose, en la circulación entre grandes clases sociales funcionalmente determi­nadas.3
Según Quesnay, la sociedad se compone de tres clases: la pro­ductiva, formada por los labradores; la estéril, que abarca a todos los que trabajan fuera de la agricultura, en la industria, comercio, profesiones liberales, y la clase de los propietarios territoriales, junto con el soberano y los perceptores de diezmos. El producto nacional total aparece en manos de la clase productiva en forma de una masa de medios de subsistencia y materias primas por va­lor de 5.000 millones de libras. De ellas, 2.000 millones constituyen el capital de explotación anual de la agricultura, 1.000 millones el desgaste anual del capital fijo y 2.000 millones constituyen la renta líquida que va a parar a los propietarios territoriales. Aparte de este producto total, los labradores (que aquí se representan como arrendatarios de un modo puramente capitalista) tienen en sus manos 2.000 millones de libras en dinero. La circulación se realiza de manera que la clase de arrendatarios paga como renta a los propietarios 2.000 millones en dinero (el resultado del período de circulación anterior). El propietario territorial emplea 1.000 millones en adquirir de los arrendatarios medios de subsistencia y con los otros 1.000 millones compra a la clase estéril productos indus­triales. A su vez los arrendatarios con los 1.000 millones que les han correspondido compran productos industriales, y entonces la clase estéril, de los 2.000 millones que se hallan en sus manos, em­plea 1.000 millones en materias primas, etc., para reemplazar al capital de explotación anual y con los otros 1.000 millones com­pra medios de subsistencia. De esta manera al final el dinero ha vuelto a su punto de partida, a la clase de arrendatarios, y el pro­ducto se ha dividido entre todas las clases, de tal modo que se halla asegurado el consumo de todos y al mismo tiempo las clases productiva y estéril renuevan sus medios de producción y la de los propietarios percibe su renta. Se dan todos los supuestos de la reproducción, se han cumplido todas las condiciones de la circu­lación, y la reproducción puede seguir su curso regular.4 Cuán deficiente y primitiva es esta exposición, a pesar de toda la genialidad del pensamiento, lo veremos en el curso de la investigación. Hay que destacar aquí que Quesnay, en el umbral de la economía política científica, no albergó dudas con respecto a la posibilidad de exponer la rotación del capital total social y su reproducción. Pero ya con Adam Smith, a medida que se hace un análisis más profundo de las condiciones del capital, comienza la confusión en los claros y grandes rasgos de la representación fisiocrática. Smith echó abajo todo el fun­damento de la exposición científica del proceso total capitalista, ela­borando aquel falso análisis del precio que durante tan largo tiempo ha dominado en la economía burguesa; según él, el valor de las mer­cancías expresa la cantidad de trabajo en ellas empleado; pero, al mismo tiempo, el precio sólo está formado por tres componentes, a saber: salario, beneficio del capital y renta de la tierra. Como esto evidentemente ha de referirse también a la totalidad de las mercan­cías, al producto nacional, nos encontramos con el desconcertante des­cubrimiento de que el valor de las mercancías elaboradas por la producción capitalista en su totalidad, representa, es cierto, todos los salarios pagados y los beneficios del capital junto con la renta; es decir, la plusvalía total, y puede por tanto reemplazarla; pero, al mismo tiempo, notamos que al capital constante empleado en la ela­boración de las mercancías no corresponde ninguna parte de valor de la masa de las mismas (v + p, tal es, según Smith, la fórmula de valor del producto capitalista total.) “Estas tres partes [dice Smith explicando su pensamiento con el ejemplo del trigo] (salario del tra­bajo, beneficio del empresario y renta de la tierra) parecen agotar inmediatamente o en primer término la totalidad del precio de los cereales. Cabría acaso considerar necesaria todavía una cuarta parte para compensar el desgaste del ganado de labor y de las herramien­tas. Pero ha de tenerse en cuenta que el precio de todos los medios de producción está constituido a su vez en la misma forma; así, el precio de un caballo destinado al trabajo está formado: primero, por la renta del suelo en que es alimentado; segundo, por el trabajo em­pleado en su cría, y tercero, por el beneficio capitalista del arrenda­tario que ha adelantado tanto la renta del suelo como los salarios. Por tanto, si bien el precio del cereal contiene el valor del caballo así como su alimento, mediata o inmediatamente se resuelve en los tres elementos mencionados: renta de la tierra, trabajo y beneficio del capital.5 Enviándonos de este modo Smith de Herodes a Pilatos, como dice Marx, resuelve siempre el capital constante en v + p. Cierto que Smith ha tenido ocasionalmente dudas y recaídas en la opinión opuesta. En el segundo libro, dice: “Se ha expuesto en el pri­mer libro que el precio de la mayor parte de las mercancías se divide en tres partes, una de las cuales paga el salario, otra el beneficio del capital y una tercera la renta de la tierra; cubriendo así los gastos de producción de la mercancía y su transporte al mercado. Si este es el caso para cada una de las mercancías consideradas particular­mente, lo propio ha de poder decirse de las mercancías que repre­sentan en conjunto el rendimiento anual de la tierra y el trabajo de cada país. El precio o valor de cambio total de este rendimiento anual ha de resolverse en las mismas tres partes y distribuirse entre los distintos habitantes del país como salario de su trabajo, beneficio de su capital o renta de su tierra.” En este punto vacila Smith y sigue inmediatamente.
“La renta bruta de una finca privada se compone de lo que paga el arrendatario, y la neta de lo que resta al propietario deducidos los gastos de administración, reparaciones y otros; o bien, de lo que puede destinar sin daño de su finca a la parte de su caudal reservado al consumo inmediato, a la mesa, casa, mobiliario y diversiones. Su verdadera riqueza no está en relación con su renta bruta, sino con su renta neta.”
Pero Smith sólo introduce aquí una parte del valor del producto total correspondiente al capital constante, para volver a excluirla luego por la resolución en salarios, beneficios y rentas. Finalmente, se atiene a su explicación:
“… De la misma manera que las máquinas, instrumentos, etc., que constituyen el capital fijo del individuo o de la comunidad, no representan una parte de la renta bruta y de la neta, así el dinero, por medio del cual la renta total de la sociedad se distribuye re­gularmente entre todos los miembros de ésta, no representa en sí mismo un elemento de aquella renta.”
Por consiguiente, el capital constante (al que Smith llama fijo) se coloca en el mismo plano que el dinero y no entra en el producto total de la sociedad (su “renta bruta”), no existe como una parte del valor del producto total.
Con tan frágiles cimientos su teoría cae por tierra al más ligero embate de la crítica. Es evidente que de la circulación, del cambio mutuo del producto total así compuesto, sólo puede conseguirse la realización de los salarios (v) y de la plusvalía (p), pero no se puede reemplazar el capital constante, y la reiteración del proceso reproductivo se hace así imposible. Cierto que Smith sabía perfec­tamente, y no se le ocurría negarlo, que todo capitalista individual necesita para la explotación además de un fondo de salarios, esto es, capital variable, un capital constante. Pero en el análisis del precio mencionado para la producción capitalista, desaparecía enigmática­mente, sin dejar huellas, el capital constante, con lo cual el problema de la reproducción del capital total estaba mal enfocado desde el principio. Es obvio que si el aspecto más elemental del problema, la explicación del capital total social había naufragado, tenía que estrellarse el análisis entero. La teoría errónea de Adam Smith pos­teriormente fue recogida por Ricardo, Say, Sismondi y otros, y todos tropezaron al considerar el problema de la reproducción con esta dificultad elemental: la explicación del capital total.
Otra dificultad se sumaba a la anterior desde el comienzo del análisis científico. ¿Qué es el capital total de la sociedad?
Tratándose del individuo la cosa es clara: sus gastos de explota­ción y su capital. El valor de su producto (dentro del marco capi­talista, esto es, del régimen de trabajo asalariado) además de sus gastos totales le reporta un sobrante, la plusvalía, que no reemplaza su capital, sino que constituye su renta líquida y que puede consu­mir entera sin daño de su capital, esto es, de su fondo de consumo. Cierto que el capitalista puede “ahorrar” una parte de esta renta, no gastarla, sino convertirla en capital. Pero esto es otra cosa, es un nuevo proceso, la formación de un nuevo capital, que a su vez es reemplazado junto con el sobrante en la reproducción siguiente. Pero en todo caso y siempre el capital del individuo es lo que se necesita anticipar para producir, y renta lo que consume el capitalista. Si pre­guntamos a un empresario qué son los salarios que paga a sus obre­ros, la respuesta será: son, evidentemente, una parte del capital de explotación. Pero si preguntamos qué son estos salarios para los obre­ros que los perciben, la respuesta no puede ser: son capital; para los obreros los salarios percibidos no son capital, sino renta, fondo de consumo. Tomemos otro ejemplo: un fabricante capitalista elabo­ra en su fábrica máquinas; su producto es anualmente un cierto número de máquinas. Pero en este producto anual, en su valor, se encierra tanto el capital adelantado por el fabricante como la renta líquida obtenida. Por tanto, una parte de las máquinas por él fabricadas representa su renta y está destinada a constituir esta renta en el proceso de circulación, en el cambio. Pero el que compra sus má­quinas a nuestro fabricante no las compra evidentemente como ren­ta, para consumirlas, sino para utilizarlas como medios de produc­ción; para él estas máquinas son capital. No son medios de consumo privado, sino medios necesarios para su producción.
Con estos ejemplos llegamos al resultado de que lo que para uno es capital para el otro es renta y a la inversa. ¿En estas condiciones, cómo puede concebirse algo que sea el capital total de la sociedad? Casi toda la economía científica hasta Marx deducía que no existía capital social alguno.6 En Smith observamos todavía en ese punto titubeos y contradicciones e igualmente en Ricardo. En cuanto a Say dice categóricamente:
“De este modo se distribuye el valor total de los productos en la sociedad. Digo el valor total: pues si mi beneficio sólo representa una parte del valor del producto en cuya elaboración he tomado parte, el resto constituye el beneficio de los que han contribuido a producirlo. Un fabricante de tejidos compra lana a un arrendatario; paga salarios a diversas clases de obreros y vende el paño así pro­ducido en un precio que le reintegra sus gastos y le deja un bene­ficio. Considera como beneficio, como fondo de su renta tan sólo lo que le queda como renta líquida, después de deducidos sus gastos. Pero estos gastos no eran más que adelantos que hace a los otros productores de las diversas partes de la renta y de los que se com­pensa con el valor bruto del paño. Lo que ha pagado al arrendatario por la lana era renta del labrador, de sus gañanes, del propietario de la finca. El arrendatario sólo considera como producto neto suyo lo que le queda una vez que ha pagado a sus obreros y a su propie­tario; pero lo que les ha satisfecho constituía una parte de la renta de estos últimos: era el salario de los obreros, el precio del arrenda­miento del propietario, era por tanto para los unos la renta del tra­bajo, para el otro la renta de su tierra. Y lo que reemplaza todo esto es el valor del paño. No cabe representarse una parte del valor de este paño que no haya servido para satisfacer una renta. Su valor entero se ha agotado en ello.”
“Se ve, por ello, que la expresión producto líquido sólo puede aplicarse a empresarios individuales, pero que la renta de todos los individuos reunida o de la sociedad es igual al producto bruto na­cional de la tierra, de los capitales y de la industria [Say llama así al trabajo]. Esto aniquila (ruine) el sistema de los economistas del siglo XVIII (fisiócratas) que sólo consideraban como renta de la sociedad el producto líquido del suelo y deducían de aquí que la so­ciedad sólo podía consumir un valor correspondiente a este producto líquido, como si la sociedad no pudiera consumir todo el valor por ella creado.”7
Say fundamenta esta teoría de un modo peculiar. Mientras Smith trataba de suministrar la prueba refiriendo cada capital privado a sus lugares de producción para resolverlo en mero producto del tra­bajo, pero lo concebía, con rigor capitalista, como una suma de trabajo pagado y no pagado, como v + p, y llegaba así a resolver, finalmente, el producto total de la sociedad en v + p, Say trans­forma con ligereza estos errores clásicos en vulgares equivocaciones. La demostración de Say descansa en que el empresario en todos los estadios productivos paga los medios de producción (que constituyen un capital para él) a otras gentes, a los representantes de estadios anteriores de la producción, y en que estas gentes se guardan una parte de lo que se les ha pagado como renta suya propiamente dicha, y emplean otra parte como reembolso de los gastos por ellos adelan­tados, para pagar sus rentas a otras personas. La cadena indefinida de procesos de trabajo de Smith, se transforma en Say en una ca­dena indefinida también de mutuos adelantos sobre rentas y devolu­ción de estos adelantos sacada de la renta de los productos; aquí el obrero aparece enteramente equiparado al empresario; en el salario recibe como “adelanto” su renta y la paga a su vez con trabajo rea­lizado. Así, el valor definitivo del producto total social es una suma de rentas “adelantadas”, y el proceso del cambio la entrega y devo­lución de estos adelantos. La superficialidad de Say se hace patente en que para ilustrar el engranaje social de la reproducción capita­lista, utiliza el ejemplo de la fabricación de relojes, una rama que era entonces (y lo es hoy todavía en parte) pura manufactura, en la que los “obreros” figuran a su vez como pequeños empresarios y el pro­ceso de producción de la plusvalía está disimulado por una serie de actos correspondientes a la producción simple de mercancías.
De este modo Say hace más grave la confusión y los errores de Adam Smith: toda la masa de productos elaborada anualmente por la sociedad se resuelve en pura renta; por tanto, se consume anual­mente en su totalidad. La reiteración de la producción sin capital, sin medios de producción aparece como un enigma, la reproducción ca­pitalista como un problema insoluble.
Si se estudia la trayectoria que ha seguido el problema de la re­producción desde los fisiócratas hasta Adam Smith, no puede desco­nocerse la existencia de un progreso parcial neutralizado por un re­troceso también parcial. Lo característico del sistema económico de los fisiócratas era su supuesto de que sólo la agricultura engendraba excedente, es decir, plusvalía, siendo por tanto el trabajo agrícola el único productivo (en sentido capitalista). Correspondiendo a ello vemos en el Tableau economique que la clase “estéril” de los obreros manufactureros sólo crea los 2.000 millones de valor que consume en materias primas y medios de subsistencia. En consecuencia, en el cambio, las mercancías manufacturadas se dividen íntegramente entre las clases de los arrendatarios y de los propietarios, mientras la clase manufacturera misma no consume sus propios productos. Así, pues, la clase manufacturera sólo reproduce propiamente en el va­lor de sus mercancías el capital circulante consumido, sin crear una renta. La única renta de la sociedad que excede a todos los gastos de capital y pasa a la circulación, es engendrada en la agricultura y consumida por la clase de los propietarios en figura de renta de la tierra, mientras los arrendatarios sólo reciben su capital anticipado: 1.000 millones de intereses de capital fijo y 2.000 millones de capital de explotación circulante. En segundo lugar, llama la atención el que Quesnay sólo acepta la existencia del capital fijo en la agricultura, y lo llama avances primitives a diferencia de los avances annuelles. Según él, al parecer, la manufactura trabaja sin capital fijo alguno, sólo emplea capital circulante en su rotación anual y, por tanto, su masa de mercancías cada año no deja una parte de valor para com­pensación del desgaste de capital fijo (edificios, instrumental).8
Frente a estas evidentes deficiencias, la escuela clásica inglesa significa ante todo el progreso decisivo, porque considera como pro­ductivo todo género de trabajo, esto es, descubre la creación de plusvalía tanto en la manufactura como en la agricultura. Hemos dicho la escuela clásica inglesa, porque Smith en este punto, al lado de declaraciones claras y decididas en el sentido indicado, cae otras veces, tranquilamente, en el modo de ver fisiocrático; sólo con Ricardo la teoría del valor por el trabajo recibe la más alta y consecuente elaboración que podía alcanzar dentro de los límites de la concepción burguesa. Desde entonces tenemos que admitir en la manufactura la producción anual de un incremento del capital anticipado, de una renta líquida, esto es, de una plusvalía, lo mismo que en la agricultura.9 Por otra parte, Smith, llevando a sus lógicas conclusiones el descubrimiento de que todo género de trabajo, tanto en la manufactura como en la agricultura, es productivo y crea plusvalía, descubre que también el trabajo agrícola, además de la renta para la clase de los propietarios de la tierra, ha de crear un excedente para la clase de arrendatarios por encima de sus gastos totales de capital. Así sur­gió también, junto al reembolso del capital anticipado, una renta anual para la clase de los arrendatarios.10 Finalmente, Smith, labo­rando sistemáticamente con los conceptos empleados por Quesnay de avances primitives y avances annuelles, bajo los nombres de capital fijo y circulante, ha puesto en claro entre otras cosas que la produc­ción manufacturera, aparte del circulante, necesita un capital fijo, exactamente lo mismo que la agricultura, y por tanto, necesita tam­bién una parte correspondiente de valor para reemplazar el desgaste de aquel capital. Así, pues, Smith se hallaba en el mejor camino para poner en orden los conceptos de capital y renta de la sociedad y expresarlos con exactitud. La mayor claridad a que ha llegado en este aspecto se evidencia en la siguiente fórmula:
“Aunque el producto anual total de la tierra y del trabajo de un país está destinado indudablemente en último término, al consumo de sus habitantes y a suministrar a los mismos una renta; al salir del suelo o de las manos de los trabajadores productivos se divide na­turalmente en dos partes. Una de ellas, a menudo la mayor, está des­tinada ante todo a reemplazar un capital o a renovar los medios de sustento, materias primas y mercancías elaboradas, y otra parte a crear una renta, bien para el propietario de este capital como ga­nancia suya o para otro como su renta de la tierra.”11
“La renta bruta de todos los habitantes de un gran país abraza el producto total anual de su suelo y su trabajo, y su renta neta es lo que queda después de deducidos: primero, los costos de manteni­miento de su capital fijo y luego de su capital circulante, o lo que pueden destinar sin daño de su capital al consumo inmediato, a su sostenimiento, comodidades y goces. Su riqueza efectiva no está, pues, en relación con su renta bruta, sino con su renta neta.”12
Aquí los conceptos de capital y renta totales aparecen formulados de un modo más general y riguroso que en el Tableau economique. Liberada la renta de su enlace unilateral con la agricultura, el ca­pital, en sus dos formas de fijo y circulante, se convierte en base de la producción social total. En vez de la división, que induce a error, de dos sectores productivos, agricultura y manufactura, han pasado al primer término otras categorías de significación funcional: la diferencia entre capital y renta, la diferencia entre capital fijo y circu­lante. Partiendo de aquí pasa Smith al análisis de la relación mutua y transformaciones de estas categorías en su dinámica social: en la producción y circulación, esto es, en el proceso de reproducción de la sociedad. Surge aquí una distinción radical entre el capital fijo y el circulante desde el punto de vista social: “Todos los gastos de mantenimiento del capital fijo deben ser evidentemente eliminados de la renta neta de la sociedad. Ni las materias primas necesarias para el sostenimiento de sus máquinas, instrumentos, edificios, etc., ni el producto del trabajo empleado en su creación pueden constituir nunca una parte de la misma. El precio de este trabajo constituirá, es cierto, una parte de la renta neta total, pues los trabajadores ocu­pados podrán aplicar sus salarios a la parte de su caudal reservada al consumo inmediato; pero en otras clases de trabajo tanto su pre­cio como su producto corresponderán a esta parte de caudal: su precio al de los obreros, y su producto, a otras personas cuyos medios de subsistencia, comodidades y distracciones, son aumentados por el tra­bajo de aquellos obreros.”13
Aquí se encuentra Smith con la importante distinción entre obre­ros que elaboran medios de producción y los que elaboran medios de consumo. Con respecto a los primeros hace notar que la parte de valor que crean en compensación de sus salarios viene al mundo en figura de medios de producción (como materias primas, máquinas, etc.), es decir, que la parte del producto destinada a renta de los trabajadores existe en una forma natural que no puede servir para el consumo. Por lo que toca a la última categoría de trabajadores, hace notar Smith que en este caso, a la inversa, el producto entero, es decir, tanto la parte de valor en él contenida que reemplaza a los salarios (la renta) de los trabajadores, como la parte restante (Smith no lo dice así, pero su conclusión debía ser: así como la parte que repre­senta el capital fijo consumido) aparecen en figura de artículos de consumo. Veremos más adelante cuán cerca ha estado aquí Smith del punto cardinal del análisis, partiendo del cual Marx ha acome­tido el problema. Pero la conclusión general a la que se refiere Smith sin indagar más la cuestión fundamental es ésta: en todo caso lo que está destinado a la conservación y renovación del capital fijo de la sociedad, no puede ser contado como renta neta de la sociedad.
Otra cosa acontece con el capital circulante:
“Aun cuando los gastos totales de mantenimiento del capital fijo queden así excluidos necesariamente de la renta neta de la sociedad, esto no ocurre con el capital circulante. De los cuatro elementos de éste (dinero, subsistencias, materias primas y artículos elabora­dos), los tres últimos se le substraen, como queda expuesto, regu­larmente y se aplican, bien al capital fijo bien al patrimonio de la sociedad reservado para el consumo inmediato. Toda parte de estas mercancías de consumo que no se aplica a la conservación del capital fijo, afluye al patrimonio reservado al consumo y forma una parte de la renta neta de la sociedad. Por consiguiente, el mantenimiento de estos tres elementos del capital circulante, sólo resta a la renta neta de la sociedad una parte de su producto anual, igual a lo que es necesario para el mantenimiento fijo.”14
Se ve que Smith lo ha mezclado todo en la categoría del capital circulante, todo menos el capital fijo ya empleado, y tanto las sus­tancias alimenticias y las materias primas, como el valor de mercan­cías no realizadas aún (es decir, incluyendo una vez más las mismas sustancias alimenticias y materias primas, y sin tener en cuenta que algunas de dichas mercancías, conforme a su forma natural, sirven para reemplazar al capital fijo), haciendo confuso y dubitativo su análisis del capital circulante. Pero al lado de esta confusión y a pesar de ella hace otra distinción importante:
“A este respecto el capital circulante de la sociedad se comporta de distinta manera que el de un particular. El último no forma en modo alguno parte de su renta neta, que tiene que salir exclusiva­mente de la ganancia. Pero aunque el capital circulante de cada cual forma una parte del de su comunidad, no está excluido por eso tan plenamente de la renta neta de esta comunidad.”
Smith explica lo dicho por el ejemplo siguiente:
“Aunque todas las mercancías que un comerciante tiene en su tienda no puedan ser incluidas dentro del patrimonio reservado para su consumo inmediato, pueden serlo para otras personas, que con ayuda de una renta obtenida en otras fuentes y sin disminuir su ca­pital pueden reintegrar al comerciante el valor de sus mercancías junto con la ganancia.”
Con esto Smith ha elaborado categorías fundamentales con res­pecto a la reproducción y movimiento del capital social total. Capital fijo y circulante, capital privado y social, renta privada y renta so­cial. Medios de producción y de consumo aparecen puestos de relieve como grandes categorías, en parte indicadas en su cruzamiento real, objetivo, en parte ahogadas en las contradicciones subjetivas, teóri­cas, del análisis de Smith. El esquema sobrio, severo y de la transpa­rencia clásica de los fisiócratas, se disuelve aquí en una confusión de conceptos y relaciones que parecen un caos a primera vista. Pero en este caso se advierten ya rasgos del proceso de reproducción social, nuevos, más profundos, modernos y vivos que en Quesnay, aunque sin terminar, como el esclavo de Miguel Ángel en su bloque de mármol.
Este es uno de los aspectos que Smith estudia con respecto al problema. Pero al mismo tiempo lo considera desde otro ángulo com­pletamente distinto, desde el punto de vista del análisis del valor. Justamente la teoría según la cual todo trabajo es creador de valor, así como la distinción rigurosamente capitalista de todo trabajo en pagado (que reemplaza el salario), y no pagado (que crea plusvalía); así como, finalmente, la estricta división de la plusvalía en sus cate­gorías fundamentales, beneficio y renta de la tierra (todos ellos progresos sobre el análisis fisiocrático) indujeron a Smith a su curiosa afirmación de que el valor de todas las mercancías consta de salario, beneficio y renta de la tierra, o dicho más brevemente en la forma marxista, de v + p. De aquí deducía que también la totalidad de las mercancías elaboradas anualmente por la sociedad se dividía en su valor total en estas dos partes: salarios y plusvalía. Desaparece así de pronto completamente la categoría de capital, y la sociedad no pro­duce más que renta, más que artículos, que son totalmente consu­midos por la misma. La producción sin capital se erige en enigma y el análisis del problema en conjunto da un paso atrás con respecto a los fisiócratas.
Los sucesores de Smith toman su doble teoría por el lado más erróneo. Mientras las importantes sugerencias para un planteamiento exacto del problema, que Smith da en el libro segundo, permanecen intactas hasta Marx, el análisis del precio del primer libro, funda­mentalmente falso, es recibido como cara herencia por la mayoría de sus sucesores; y, o se acepta sin reflexión, como hace Ricardo, o se fija en un dogma superficial, como hace Say. Donde en Smith había dudas fructíferas y contradicciones sugestivas, en Say aparece un arrogante inmóvil filisteísmo. Para Say la observación smithiana de que lo que para uno es capital puede ser para otro renta, se convierte en un motivo para declarar absurda toda distinción entre capital y renta con un criterio social. En cambio, el absurdo de que el valor total de la producción anual se convierta en renta y sea consumida es elevado por Say a la categoría de dogma con validez absoluta. Como, según él, la sociedad consume anualmente su producto total, el proceso reproductivo, que actúa sin medios de producción, se con­vierte en una repetición anual del milagro bíblico: la creación del mundo de la nada.
En este estado permaneció el problema de la reproducción hasta Marx.


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