Rosa Luxemburg Índice Prólogo 4 primera parte: El problema de la reproducción 5



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123 Ibídem, página 146.

124 Ibídem, página 155.

125 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo II, p´gina 233.

126 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo II, página 226.

127 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo II, página 156.

128 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo I, página 240.

129 Von Krichmann, Hojas Democráticas, página 25.

130 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo II, página 250.

131Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo I, página 295. En este punto, Rodbertus no hizo, a lo largo de toda su vida, más que rumiar las ideas que había expuesto ya en 1842 en su artículo “Zur Erkenntnis”: “… con referencia al estado actual se ha llegado a contar entre los costos del bien no sólo el salario, sino tam­bién la renta y el beneficio del empresario. Por eso, esta opinión merece ser am­pliamente refutada. Se basa en dos cosas:

a) Una falsa representación del capital, en la que el salario se computa al capital del mismo modo que el material y los instrumentos, siendo así que se halla en el mismo plano que la renta y el beneficio del empresario.

b) Una confusión de los costos del bien con los gastos del empresario o costos de explotación (Zur Erkenntnis, Neubrandenburg y Friedland, G. Barneuitz 1842, p. 14).


132 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften. Exactamente lo mismo ya en “Zur Erkenntnis”; “hay que distinguir el capital en sentido estricto, del capital en sentido amplio o fondo de la empresa. Aquél abarca el acopio efectivo de instrumentos y materiales, éste todo el fondo necesario para la explotación de una empresa conforme a las cir­cunstancias actuales de la división del trabajo. Aquél es el capital absolutamente necesario para la producción, éste sólo tiene una necesidad relativa que le dan las circunstancias actuales. Aquella parte es, por tanto, el capital en su sentido estricto y sólo con él se confunde el concepto del capital nacional.” (páginas 23-24.)

133 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo I, página 292.

134 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo I, página 136.

135 Dr Karl Rodbertus-Jagetzow, Schriften, Berlín, 1899, Tomo II, página 225.

136 Por lo demás, el peor monumento es el que le han erigido sus editores pós­tumos. Estos sabios caballeros: el profesor Wagner, el doctor Kozak, Moritz Wirth y demás, que en los prólogos de los tomos de Rodbertus se pelean como una tropa de servidores maleducados en la antecámara, sacan a relucir sus desave­nencias personales y sus celos, y se injurian públicamente entre ellos mismos. Ni siquiera han sabido observar el cuidado y la piedad necesarios para determinar la fecha de los diversos manuscritos de Rodbertus. Así, por ejemplo, Mehring ha tenido que hacerles ver que “el manuscrito más antiguo de Rodbertus no puede provenir del año 1837, como había decretado soberanamente el profesor Wagner, sino, cuando menos, del año 1839, puesto que ya en las primeras líneas se habla de acontecimientos históricos del movimiento cartista, acontecidos en el año 1839, y cuyo conocimiento era, por decirlo así, deber ineludible para un profesor de eco­nomía política. El profesor Wagner, que en los prólogos a Rodbertus no cesa de darse importancia y de hablar de sus abrumadoras ocupaciones, y que, en ge­neral, habla con sus colegas por sobre las cabezas del resto del populacho, ha recibido en silencio, como un gran hombre, la elegante lección de Mehring. Por su parte, el profesor Diehl ha corregido, simplemente, en silencio, en el Diccionario de las ciencias del Estado, la fecha de 1837, sustituyéndola por la de 1839, sin indicar al lector ni con una sílaba cuándo y cómo lo había averiguado.

Lo que constituye el colmo, sin embargo, es la “nueva edición económica”, sin duda destinada “al pueblo”, y publicada por Puttkammer y Muhlbrecht en 1899, que reúne en amigable consorcio a alguno de les señores editores que se habían peleado, recogiendo, en los prólogos, sus discusiones; edición en la que, por ejemplo, el antiguo tomo II de Wagner se convierte en tomo I, pero dejando que Wagner en la introducción al tomo III siga hablando tranquilamente del “tomo II”; traducción en la que la Primera Carta Social ha ido a parar al tomo III, la se­gunda y tercera al II y la cuarta al I, en la que en general, la sucesión de las Cartas Sociales, Controversias, conexiones cronológicas y lógicas, fechas de la edición y del origen de los escritos constituyen un caos aún más inexplicable que las capas de la corteza terrestre tras varias erupciones volcánicas, y en la que (en el año 1899) sin duda por consideración al profesor Wagner se conser­va, para el escrito más antiguo de Rodbertus, la fecha de 1837, a pesar que la rectificación de Mehring se había publicado ya en 1894. Compárese con esto los escritos póstumos de Marx en las ediciones al cuidado de Mehring y Kautsky, y se verá cómo, en cosas sin importancia aparente, se reflejan conexiones hon­das; así se cuida la herencia científica del maestro del proletariado consciente, y así los sabios oficiales de la burguesía destrozan la herencia de un hombre que, conforme a su propia leyenda interesada, era un genio de primer orden. Suum cuique, era el lema de Rodbertus.




137 Memorias patrióticas, 1883, página 4.

138 Memorias patrióticas, 1883, página 4.

139 Memorias patrióticas, página 14.

140 Elementos de economía política teórica, Petersburgo, 1895, páginas 157 y siguientes.

141 Militarismo y capitalismo. Pensamiento ruso, 1889, Tomo IX, página 78.

142 Ibídem, página 80.

143 Militarismo y capitalismo. Pensamiento ruso, página 83.

144 Bosquejo de nuestra economía social, especialmente páginas 202-205, 338-341.

145 La visible semejanza entre la posición del “populista” ruso y la concepción de Sismondi la ha puesto de manifiesto en detalle Wladimir Illich, 18797, en un artículo titulado “Características del romanticismo económico”.

146 Bosquejo de nuestra economía social, páginas 322 y siguientes. No así enjuiciaba Engels la situación de Rusia. Repetidas veces trató de hacer ver a Nikolai-on que para Rusia la evolución in­dustrial era inevitable, y que los males de Rusia no eran más que las contra­dicciones típicas del capitalismo. Así, el 22 de septiembre de 1892 escribe: “Así, pues, sostengo que la producción industrial, actualmente, significa, en absoluto, gran industria con aplicación de vapor, electricidad, husos y telares mecánicos y, finalmente, fabricación con maquinaria de las máquinas mismas. Desde el mo­mento en que Rusia introdujo los ferrocarriles, la introducción de los medios de producción más modernos era una cosa resuelta de antemano. Tenéis que halla­ros en condiciones de reparar y mejorar vuestras propias locomotoras, vagones, ferrocarriles, etc.; pero para hacer esto barato, tenéis que estar en condiciones de construir también en casa todas aquellas cosas que necesitáis reparar. Desde el momento en que la técnica de guerra se ha convertido en una de las ramas de la gran industria (acorazados, artillería moderna, ametralladoras y fusiles de re­petición, balas blindadas, pólvora sin humo, etc.), la gran industria, sin la que no pueden producirse todas esas cosas, es para los otros una necesidad política. Todas estas cosas no pueden producirse sin una industria metalúrgica bien des­arrollada, y ésta no puede llegar a estarlo sin un desarrollo correspondiente de las demás ramas industriales, particularmente de la industria textil.”

Y en la misma carta decía, más adelante: “Mientras la industria rusa sólo esté atenida a su propio mercado interior, sus productos sólo podrán cubrir esa de­manda. Así, crecerá muy lentamente y me parece incluso que, dadas las condi­ciones actuales de la vida rusa, más bien habrá de disminuir. Pues una de las consecuencias inevitables del desarrollo de la gran industria es precisamente el destruir su propio mercado interior por medio del mismo proceso con que lo ha creado. Lo crea, destrozando la base de la industria doméstica campesina. Pero los campesinos no pueden vivir sin la industria doméstica Y se ven arruinados como campesinos; su poder de compra se limita al mínimo y hasta que arrai­gan como proletarios en nuevas condiciones de vida, sólo constituyen un mercado extremadamente reducido para las fábricas y talleres de nueva creación.”

“La producción capitalista es una fase económica de transición llena de con­tradicciones internas que sólo se desarrollan y se hacen perceptibles en el trans­curso de su propia evolución. Esta tendencia a crearse el mercado y anularlo al mismo tiempo, es justamente una de tales contradicciones. Otra contradicción es la “situación sin salida” a que conduce, y que en un país sin mercado exterior como Rusia, sobreviene antes que en países que se hallan más o menos capacitados para competir en el mercado mundial. Sin embargo, en estos últimos países esta situación, en apariencia sin salida se remedia con las medidas heroicas de la política comercial; esto es, en la apertura violenta de nuevos mercados. El último mercado nuevo que se ha abierto de este modo al comercio inglés y que se ha manifestado apto para animar temporalmente dicho comercio es China. Por eso el capital inglés insiste tanto en la construcción de ferrocarriles en China. Pero los ferrocarriles chinos significan la destrucción de toda la base de la pequeña in­dustria rural china y de la industria moderna; aquí este mal ni siquiera es com­pensado en cierta medida por el desarrollo de una gran industria propia, y cientos de millones se hundirán en la miseria. La consecuencia será una emigración en masa como el mundo no ha visto todavía y que inundará, con los odiados chinos, América, África, Asia y Europa. Este nuevo competidor del trabajo hará competencia al trabajo americano, australiano y europeo sobre la base del concep­to chino de un nivel de vida satisfactorio, y, como es sabido, el nivel de vida chino es el más bajo de cuantos existen en el mundo. Ahora bien, si el sistema de producción europeo no ha sido revolucionado hasta entonces, en ese momento será necesario iniciar la transformación.” (Cartas de Carlos Marx y Federico En­gels a Nikolai-on.) A pesar de que Engels seguía, como se ve, atentamente la marcha de las cosas en Rusia y manifestaba el mayor interés por ellas, rechazaba toda intervención en la polémica rusa. Acerca de ello dice en su carta del 24 de noviembre de 1894, esto es, poco antes de su muerte:

“Mis amigos rusos me instan casi diaria y semanalmente con ruegos para que intervenga contra las revistas y libros rusos en las que las palabras de nuestro autor [así se llamaba a Marx en la correspondencia. R. L.] no sólo se interpretan falsamente, sino que se reproducen con inexactitud; al mismo tiempo, estos ami­gos aseguran que mi intervención bastaría para poner en orden las cosas. Pero yo rechazo constante e inmutablemente tales proposiciones, pues no puedo mez­clarme (sin abandonar mi trabajo propio y serio) en una polémica que tiene lugar en un país lejano, en un idioma, que, en todo caso, no puedo leer como las lenguas europeas occidentales, y en una literatura de la que, en el mejor caso, sólo conozco fragmentos aislados. sin hallarme en situación de seguir la polémica, sistemática y exactamente, en sus diversas fases. En todas partes hay gentes, que cuando han tomado una posición determinada, no tienen inconveniente en recurrir a la caricatura de pensamientos ajenos y a todo género de manipula­ciones deshonrosas para defenderla; y si esto ha ocurrido con relación a nuestro autor, temo que tampoco se me trate mejor a mí y se me obligue de ese modo a intervenir en la polémica, primero para defender a otros y después a mí mismo.”



147 Por lo demás, los defensores supervivientes del pesimismo populista, parti­cularmente Woronzof. se mantuvieron fieles a su concepción, no obstante todo lo que, entretanto, había pasado en Rusia. Este hecho dice más en favor de su tozudez que de su inteligencia. En el año 1902 escribe el Sr. V. W. refiriéndose a la crisis de los años 1900-1902: “La doctrina dogmática del neomarxismo perdió pronto su influencia sobre los espíritus y la falta de arraigo de los últimos éxi­tos del individualismo se puso en claro, incluso para sus apologistas oficiales… En el primer decenio del siglo XX volvemos, pues, a la misma concepción del des­arrollo económico de Rusia que la generaci6n del año 70 del siglo pasado legó a sus sucesores.” (Véase la revista La economía actual de Rusia, 1890 a 1910. Petersburgo 1911, página 2) Por consiguiente, en vez de culpar a la falta de “arraigo” de sus propias teorías, los últimos mohicanos del populismo siguen culpando aún hoy a “la falta de arraigo…” de la realidad económica; he aquí una refutaci6n viva de la frase de Berère: il n’y a que les morts qui ne revienent pas.

148 Notas críticas acerca de la cuestión del desarrollo económico de Rusia, página 251.

149 Ibídem, página 255.

150 Ibídem, página 252.

151 Ibídem, página 260. “Struve no tiene razón, decididamente, al comparar la situa­ción de Rusia con la de los Estados Unidos para refutar lo que llama su visión pesimista del porvenir. Dice que las malas consecuencias de la moderna evolución capitalista en Rusia, se salvarán con la misma facilidad que en los Estados Unidos. Pero olvida que los Estados Unidos constituyeron, desde el comienzo, un nuevo Estado burgués; que fueron fundados por pequeños burgueses y campesinos que habían huido del feudalismo europeo para formar una sociedad burguesa pura. Por el contrario, en Rusia tenemos una base de estructura comunista primitiva, una sociedad gentilicia anterior, por decirlo así, a la civilización, que ciertamente está ahora en ruinas, pero que, no obstante, sirve de base sobre la que opera y actúa la revolución capitalista (pues ésta es de hecho una revolución social). En América la economía monetaria se ha estabilizado totalmente hace más de un siglo, mientras que en Rusia la economía natural hasta hace poco era casi una regla general sin excepción. Por eso, todo el mundo debe ver claro que la re­volución indicada, habrá de tener en Rusia un carácter mucho más duro y vio­lento que en América y habrá de ir acompañada de sufrimientos incomparable­mente mayores.” (Carta de Engels a Nikolai-on, 17 de octubre, 1893)

152 Notas críticas acerca de la cuestión del desarrollo económico de Rusia, página 284.

153 El aspecto reaccionario de la teoría de los profesores alemanes referente a los “tres imperios mundiales”: Gran Bretaña, Rusia y Estados Unidos, está clara­mente expresado por el profesor Schmoller (entre otros). En su consideración peculiar de la política comercial, mueve amargamente su cabeza gris de sabio ante las apetencias “neomercantilistas”, es decir, imperialistas, de los tres princi­pales malvados y pide para “los fines de toda cultura elevada, moral y estética, así como de progreso social”… una fuerte escuadra alemana y una unión aduanera europea dirigida contra Inglaterra y América:

“De esta tensión de la economía mundial surge para Alemania, como primer deber, el de procurarse una escuadra fuerte, bien dispuesta a luchar para ser deseada eventualmente como aliada por las potencias mundiales. No puede ni debe hacer una política de conquista como las tres potencias mundiales [a las cuales Schmoller, sin embargo, no quieres hacer “reproches porque emprendan de nuevo el camino de las grandes conquistas coloniales” como dice en otro lugar]. Pero tiene que estar en condiciones de romper eventualmente un bloqueo del mar del Norte, tiene que proteger sus colonias y su gran comercio y ha de ofrecer a los estados que se alíen con ella la misma seguridad. Alemania, unida en la triple alianza con Austria-Hungría e Italia, tiene junto con Francia la misión de imponer a la política, demasiado amenazadora para todos los estados cercanos a las tres potencias mundiales, la moderación deseable en interés del equilibrio político, de la conservación de todos los estados; la moderación en la conquista, en la adquisición de colonias, en la política aduanera unilateral y exagerada, en la explotación de los débiles… También los fines de toda cultura elevada son espirituales, morales y estéticos, y de todo progreso social depende que en el siglo XX la Tierra no sea repartida entre los tres imperios mundiales y se funde por ellos un neomercantilismo brutal.” (Las alternativas en la política comercial europea del siglo XIX, Jahrbuch für Gesetzgebung, Verwaltung und Volksvirts­chaft, Tomo XXIV, página 381)




154 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 15.

155 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 32, nota.

156 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 27.

157 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, páginas 2 y 3.

158 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, páginas 50 a 55.

159 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, páginas 132 y siguientes.

160 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 20.

161 Subrayado por Bulgakof.

162 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 161.

163 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 132.

164 Ibídem, página 210.Subrayado por nosotros.

165 Ibídem, página 238.

166 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 132.

167 K. Bücher, Entstehung der Volkswirtschaft, 5ª edición página 147. La última hazaña en este terreno, es la teoría del profesor Sombart, conforme a la cual no sólo no vamos hacia la economía mundial, sino que, a la inversa, no hacemos más que alejarnos de ella: “Sostengo que los países civilizados no están ligados unos a otros por relaciones comerciales en mayor grado (en relación con la totalidad de su economía), sino en menor grado, hoy que antes. Las diversas economías nacionales no están hoy más encadenadas que hace 100 o 50 años. al mercado mun­dial, por eso es falso sostener que las relaciones comerciales internacionales ad­quieran una importancia relativamente mayor para la moderna economía política. Lo cierto es lo contrario.” Sombart se burla del supuesto de una necesidad cre­ciente de mercados exteriores, porque el mercado interior no es capaz de am­pliación; por su parte está convencido de que “las diversas economías nacionales se convierten en microcosmos cada vez más perfectos, y que el mercado interior gana en importancia, en todas las industrias frente al mercado mundial.” (La economía política alemana en el siglo XIX, 2ª edición, 1909, páginas 399-420.) Este descubrimiento aplastante presupone, por lo demás, la aceptación del bizarro es­quema inventado por el señor profesor, por virtud del cual sólo ha de conside­rarse como país de exportación (no se sabe por qué) aquel país que pague su importación con su excedente de productos agrícolas. Con arreglo a este esquema, Rusia, Rumania, los Estados Unidos, Argentina, son “países de exportación”, y en cambio, no lo son Alemania, Inglaterra, Bélgica. Como la evolución capitalista, a la corta o a la larga, necesitará para el consumo interior el excedente de productos agrícolas en los Estados Unidos y en Rusia, resulta claro que habrá cada vez menos “países de exportación en el mundo” y la economía mundial desaparecerá, por tanto. Otro descubrimiento de Sombart es que los grandes países capitalistas que no son “países de exportación” reciben cada vez más su importación “gratis”, esto es, como intereses de los capitales exportados. Pero para el profesor Sombart la explotación de capital, no cuenta; como tampoco, la exportación in­dustrial de mercancías: “con el tiempo llegaremos, sin duda, a importar sin ex­portar”. (Lugar citado, página 432.) Muy moderno, sensacional y pintoresco.

168 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 132.

169 Ibídem, página 236. Aún más resueltamente formula el mismo punto de vista Ilich: “Los románticos [así llama a los escépticos] dicen: los capitalistas no pue­den consumir la plusvalía, por consiguiente, tienen que colocarla en el extranjero. Y yo pregunto: ¿es que los capitalistas les dan gratis su producto a los extranjeros o lo echan al mar? Si los venden es que reciben un equivalente; si exportan ciertos productos, es que a su vez importan otros” (Estudios y trabajos económicos, página 26). Por lo demás, Ilich da una explicación del papel que desempeña el comer­cio extranjero en la producción capitalista, que resulta mucho más justa que la de Struve y Bulgakof.


170 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 25.

171 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 34.

172 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 33.

173 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 191.

174 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 231.Subrayado en el original.

175 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 35.


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