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En ese proceso de ruptura con la decadencia del Templo y con la élite que lo manipulaba se enmarca el episodio de la mujer cananea. Jesús se había retirado hacia una región extranjera, no muy lejos de Galilea. Las fuertes presiones del poder central imponían fuertes limitaciones a su actividad misionera. Su obra a favor de los pobres, enfermos y marginados encontraba una gran resistencia, incluso entre el pueblo más sencillo y entre sus propios seguidores. El encuentro con la mujer cananea, doblemente marginada por su condición de mujer y de extranjera, transforma todos los paradigmas con los que Jesús interpretaba su propia misión. La mujer extranjera rompe todos los esquemas de cortesía y buen gusto que en las sociedades antiguas tenían un carácter no sólo indicativo sino obligatorio. Existían reglas estrictas para controlar el trato entre una mujer y un varón que no fuera de la propia familia. Los gritos desesperados de la mujer y sus exigencias ponían los pelos de punta no solo a los discípulos sino al evangelista que nos narra este relato. Con todo, la escena nos conmueve porque muestra cómo la auténtica fe se salta todos los esquemas y persigue, con vehemencia, lo que se propone.

Los discípulos, desesperados más por la impaciencia que por la compasión, median ante Jesús para ponerle fin a los ruegos de la mujer. El evangelista, entonces, pone en labios de Jesús una respuesta típica de un predicador judío: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel», para explicar cuál debería ser la actitud de Jesús. Por fortuna, la mujer, haciendo a un lado los prejuicios raciales ajenos, corta el camino a Jesús y lo obliga a dialogar. Cuál no sería la sorpresa de Jesús al encontrar en esta mujer, sola y con una hija enferma, una fe que contrastaba con la incredulidad de sus paisanos. Como Elías al comienzo de su misión, Jesús comprende que aunque la misión comienza por casa, no puede excluir a aquellos auténticos creyentes en el Dios de la Solidaridad, la Justicia y el Derecho. Por esta razón, su palabra abandona la pedantería del discurso nacionalista y se acoge a la universal comunión de los seguidores del Dios de la Vida.

Pablo, en la misma línea, abandona los inútiles esfuerzos por abrir a Israel a la esperanza profética y acepta la propuesta de los creyentes de otras naciones que están dispuestas a formar las nuevas comunidades abiertas, ecuménicas y solidarias.

En nuestro tiempo continuamos sin romper con tantos mecanismos que marginan y alejan a tantos auténticos creyentes en el Dios de la Vida, únicamente porque son diferentes a nosotros por su nacionalidad, clase social, estado civil o preferencia afectiva. ¡Esperemos que alguna buena mujer nos dé la catequesis de la misericordia y la solidaridad!

Por lo que se refiere a la misión «misionera» de los cristianos, bien sabemos que la letra del texto del evangelio de hoy bien podría inducirnos a error, pues hoy día la misión no puede estar centrada en ninguna clase restrictiva de ovejas, ni las de Israel, ni las del cristianismo,ni mucho menos las «católicas». La misión ha roto todas las fronteras, y sólo reconoce como objetivo el reinado del Dios de la Vida y de la Justicia. La misión ya no es ni puede ser chauvinista, porque hoy no cabe entenderla sino como «Misión por el Reino», por la Utopía del Reinado del Dios de la Vida, que es siempre un Dios inabarcablemente plural en sus manifestaciones, en sus revelaciones, en sus caminos...
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 65 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Los perros extranjeros». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://untaljesus.net/texesp.php?id=1300065 Puede ser escuchado aquí: http://untaljesus.net/audios/cap65b.mp3
Para la revisión de vida

En ésta y otras ocasiones, Jesús alaba la «fe» de un «extranjero», o sea, de una persona que no era judía, que tenía «otra religión». ¿Cómo está nuestra capacidad de reconocer y hasta de admirar los valores –religiosos incluso- que viven otras personas que no son de nuestra religión? ¿Cómo valoramos el mundo islámico, los emigrantes, los no creyentes, los agnósticos...?


Para la reunión de grupo

Me han enviado sólo a las ovejas descarriadas de Israel. Probablemente Jesús no dijo tal cosa en respuesta a que una extrajera le pidiera un milagro… El texto recoge una composición elaborada tratando de responder más bien al pensamiento de la primitiva comunidad cristiana. Pero en todo caso, el evangelio presenta signos de que Jesús tuvo tal vez una primera etapa no universalista, una etapa limitada en su perspectivas a Israel. ¿Cómo explicarlo? ¿Diríamos que Jesús fue creciendo... no sólo «en edad sabiduría y gracia», sino también en teología y en conciencia misionera...?

La mujer cananea es uno de los varios casos que aparecen en el evangelio en que Jesús alaba la fe de personas que no son miembros del Pueblo de Dios e incluso las pone por encima de los miembros del pueblo de Dios. Sobre esto cabe preguntarnos: ¿Es que en el Pueblo de Dios, «ni son todos los que están, ni están todos los que son»?

Un paso más: ¿Es que hay sólo un Pueblo de Dios, o habrá muchos Pueblos de Dios?

La teología actual de la «misión» acentúa que la misión no tiene como objetivo «convertir a otros a nuestra religión», sino –como no podía ser de otra manera, siguiendo a Jesús- construir el Reino de Dios. Es Misión-por-el-Reino. Comentar esto subrayando las diferencias con las antiguas concepciones de la misión.
Para la oración de los fieles

Para que, como Jesús, seamos capaces de ver la «fe» y los admirables valores religiosos de muchos hermanos y hermanas que no pertenecen al Pueblo de Dos. Roguemos al Señor.

Para que tengamos una mente abierta, un corazón generoso y una esperanza optimista. Roguemos...

Para que el mundo actual se embarque hacia la superación de los enfrentamientos étnicos y culturales. Roguemos...

Por la paz en la tierra de Jesús, Palestina, Israel; para que se llegue pronto a una solución que contemple los derechos de todos. Roguemos...
Oración comunitaria

Oh Dios de todos los pueblos, que has escogido y llamado a todos para que cada uno se encontrara contigo por su propio camino, el camino ancestral por el que tú le has acompañado siempre con cariño paterno y cercanía materna. Danos el optimismo de la fe que sabe descubrir la presencia del Reino y de la «fe» también en los hombres y mujeres de otros Pueblos que hasta ahora nos han parecido equivocadamente «alejados». Ayúdanos a hacer nuestros la esperanza y el optimismo que Jesús nos manifiesta en el Evangelio. Nosotros te lo pedimos apoyados en el ejemplo de Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro. Amén.

Lunes 18 de agosto de 2008

Alberto Hurtado - Elena


EVANGELIO

Mateo 19, 16-22


16En esto se le acercó uno y le preguntó:

-Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para conse­guir vida definitiva?

17Jesús le contestó:

-¿Por qué me preguntas por lo bueno? El Bueno es uno solo; y si quieres entrar en la vida guarda los manda­mientos.

18É1 le preguntó:

-¿Cuáles ?

Jesús le contestó:

-«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, 19sustenta a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo» (Ex 20,12-16).

20El jovencito le dijo:

-Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?

21Jesús le declaró:

-Si quieres ser un hombre logrado, vete a vender lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza; y, anda, sígueme a mi.

22Al oír aquello, el jovencito se fue entristecido, pues tenía muchas posesiones.

COMENTARIOS


I
v. 16: En esto se le acercó uno y le preguntó: -Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para conse­guir vida definitiva?

Mt modifica la redacción de Mc. El individuo no corre ni se arrodilla y, en su pregunta, lo llama simplemente «Maestro» (Mc 10,17: «Maestro bueno/insigne»), mientras lo «bueno» califica lo que tiene que hacer; sustituye el verbo «heredar» de Mc por «obtener». Cambia también la respuesta de Jesús; lo más saliente es la imprecisión de la frase: «El Bueno es uno solo», que no dis­tingue (al contrario de Mc) entre Dios y Jesús. Los cambios de redacción se explican por la calidad de éste expresada en Mt 1,23: «Dios entre nosotros.» Todo lo que se atribuye a Dios se atribuye igualmente a Jesús.

v. 17: Jesús le contestó: -¿Por qué me preguntas por lo bueno? El Bueno es uno solo; y si quieres entrar en la vida guarda los manda­mientos.

Jesús corrige la formulación de su interlocutor: para obte­ner la vida definitiva se requiere no la relación a un código («¿qué tengo que hacer de bueno?»), sino a una persona (cf. Sal 145,9); la observancia de los mandamientos es consecuencia de esa relación personal: los mandamientos son buenos porque expresan la volun­tad del Bueno (Am 5,4.6.14.15; Miq 6,8).

La relación personal de que habla Jesús se tenía en el AT con Dios; ahora, con Jesús mismo. El joven está aún en el primero y debe atenerse a la voluntad de Dios tal como le fue manifestada. Si se decide a seguir a Jesús, conocerá una manifestación más profunda de esa voluntad.
vv. 18-19: 18Él le preguntó: -¿Cuáles ? Jesús le contestó: -«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, 19sustenta a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo como a ti mismo» (Ex 20,12-16).

Intercalando una nueva pregunta, subraya Mt la calidad de los mandamientos exigidos para obtener la vida eterna, es decir, la salvación final. Enuncia solamente los que tocan al prójimo (Ex 20,12-16; Dt 5,16-20; 24,14): es la relación con los hombres la que determina la relación con Dios. Como Mc y Lc, pone en último lugar el que se refiere a los padres, indicando que el amor al círcu­lo familiar es un caso particular del amor a la humanidad. Como compendio, añade la regla del amor al prójimo en general (Lv 19, 18; cf. Mt 7,12).

Con su respuesta, muestra Jesús que para obtener vida eterna o salvación final no se requiere la adhesión a él; los mandamientos propuestos formulan la honradez elemental según el concepto de toda cultura o filosofía humana. La ética salva al hombre. Así se expresará en el juicio de las naciones, es decir, de los paganos que no conocen a Jesús ni la ley de Moisés (25,32).

v. 20: El jovencito le dijo: -Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?

Mt caracteriza al individuo como un «joven» (gr. neaniskos, diminutivo de neanis, «joven»). Según Filón (Querub. 114,1; 159), «joven» designa la edad entre los veinticuatro y cuarenta años, cuando empieza el «hombre hecho/maduro» (teleios anér). Ambos conceptos aparecen en esta narración. El diminutivo indica que está al principio de su juventud. A pesar de su observancia de los mandamientos, el joven piensa que aún le falta algo; por eso pre­guntaba al principio («¿qué tengo que hacer de bueno?»).

v. 21: Jesús le declaró: -Si quieres ser un hombre logrado, vete a vender lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza; y, anda, sígueme a mi.

«Un hombre» (gr téleios), llegado al final, al término (cf 5,48; Flp 4,15). En este contexto, en oposición a neaniskos, «joven/ muchacho», situado inmediatamente antes y después (20 22) significa «hombre adulto/hecho/logrado» (cf 1 Cor 2 6) según la división de las edades en aquel tiempo El termino está en relación con la designación "hombres adultos" (gr. andres) que ha aparecido en los episodios de los panes (14 21 iS 38). Al invitarlo a ser discípulo, Jesús le ofrece el pleno desarrollo, imposible bajo el régimen de la Ley, que basta para obtener vida eterna (v. 16), pero conserva al hombre en el infantilismo (cf. Gál 3,24; 4,1-5). Idiomá­ticamente puede traducirse «si quieres ser un hombre» o, utili­zando la forma dinámica en lugar de la estática (cf. 13,12), «si quieres hacerte un hombre».

«Que Dios será tu riqueza»: lit. «que tendrás un tesoro/riquezas en el cielo». «Cielo» no debe interpretarse en sentido local, es símbolo de Dios mismo (cf. 5,12); la seguridad del que lo deja todo está en Dios (cf. 6,20). Jesús propone al rico la opción expre­sada en la primera bienaventuranza (5,3), condición para entrar en su grupo.

El joven debe deshacerse de lo que tiene sin esperanza de re­torno («dar a los pobres»); dejada la seguridad de la riqueza en­contrará otra seguridad superior (6,25-34). Jesús le propone la opción entre dos señores, Dios y el dinero (6,24; cf. Sal 73,25s); lo llama a la nueva fidelidad (5,20), al amor a todo hombre, como el Padre del cielo (5,48). Jesús exige la condición y la fidelidad expresadas en la primera y última bienaventuranza (5,3), que corresponden a las condiciones del seguimiento (16,24).

v. 22: Al oír aquello, el jovencito se fue entristecido, pues tenía muchas posesiones.

El joven no responde a la invitación. Se va triste, en su misma condición de joven, incapaz de llegar a la madurez. Ha oído el mensaje, pero la seducción de las riquezas lo ha ahogado (cf. 13,22).

II

El profeta Ezequiel anuncia al pueblo de Judá que se encuentra ante su inminente caída y, por tanto, ante la destrucción del Templo, centro emblemático de su actividad religiosa, económica y política. El oráculo de parte de Dios es que, a pesar del dolor que sufrirá por la pérdida de lo que tanto ama, el pueblo se ha de mantener firme, pues los sucesos que caerán sobre él no le permitirán hacer el luto y expresar debidamente su dolor. Es en el sufrimiento donde el pueblo descubrirá de qué está realmente hecho y qué es de verdad lo necesario. Por encima de que desaparezca el Templo, Dios permanecerá como siempre a favor de su pueblo y, en definitiva, de la humanidad misma. A veces somos como el joven que nos menciona el evangelio de san Mateo en el día de hoy: salimos al encuentro de Jesús seguros de recibir una felicitación por nuestro buen comportamiento, por nuestra observancia estricta de muchos preceptos que garantizan que sobresalgamos por encima de los demás. De donde en realidad hemos de salir constantemente es de nuestras falsas seguridades, que no permiten que nos desacomodemos y aceptemos de manera creativa la venida del reino, el que de verdad abre nuestras posibilidades de realización teniendo en cuenta a los demás como hermanos.



Martes 19 de agosto de 2008

Juan Eudes – Mariano


EVANGELIO

Mateo 19, 23-30


23Jesús dijo a sus discípulos:

-Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios. 24Lo repito: Más fácil es que entre un ca­mello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

25Al oír aquello, los discípulos se quedaron enorme­mente impresionados y decían:

-En tal caso, ¿quién puede subsistir?

26Jesús se les quedó mirando y les dijo:

-Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible.

27Intervino entonces Pedro:

-Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar?

28Jesús les dijo:

-Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su trono de gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29y todo aquel que por causa mía ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padreo madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva.

30Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.

COMENTARIOS


I
vv. 23-24: Jesús dijo a sus discípulos: -Os aseguro que con dificultad va a entrar un rico en el reino de Dios. 24Lo repito: Más fácil es que entre un ca­mello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el reino de Dios.

«Entrar en el reino» equivale a seguir a Jesús (v. 21). «El reino» designa la comunidad mesiánica (cf. 16,18s: mi iglesia, la comunidad del Mesías = el reino de Dios), que ya desde esta tierra tiene a Dios por rey (5,3; 19,14). Con la hipérbole del camello y la aguja Jesús afirma categóricamente la práctica imposibilidad de que los ricos renuncien a la riqueza para hacerse discípulos.

v. 25: Al oír aquello, los discípulos se quedaron enorme­mente impresionados y decían: -En tal caso, ¿quién puede subsistir?

«Subsistir»: gr. sôthênai, «salir / escapar / salvarse de un peligro» (cf. 9,21s), en el sentido de 16,22: poner la vida física a salvo, aquí escapando del peligro de la miseria. Al anunciar Jesús que no habrá ricos en el grupo, los discípulos temen por el sustento; dado el peligro de que se trata, sôthênai equivale a «sobrevivir/subsistir». La seguridad del grupo no está en los recursos materiales, sino en Dios (v. 26), como ya se ha dicho al rico (v. 21).

La traducción «salvarse» suscitaría inmediatamente la idea de salvación final, creando una contradicción en el texto. Para conseguir la «vida eterna» (= salvación final) bastaba el código ético del AT (vv. 17-19). Lo que ofrece Jesús al joven no es el modo de alcanzar la vida eterna, sino cómo entrar en su grupo (21: «sígueme»), donde, además de conseguir la vida (v. 29), participará en la cons­trucción de la nueva comunidad humana llamada «el reino de Dios» (cf. 19,21 fin); para esta tarea, las condiciones son diferen­tes (v. 21).

v. 26: Jesús se les quedó mirando y les dijo: -Humanamente eso es imposible, pero con Dios todo es posible.

. Jesús resuelve la dificultad de los discípulos: del lado de los hombres, la única manera de subsistir es la riqueza, que crea en otros las condiciones de miseria; del lado de Dios, al contrario, que provee con su solicitud a los que han hecho la opción por la pobreza (5,3: «tienen a Dios por rey») nunca se pasará necesidad. Los discípulos no han asimilado la instrucción de Jesús (6,19-34); tampoco recuerdan las señales de los panes, donde precisamente el compartir, que se opone al reservarse los bienes para sí (rique­za), fue el origen de la abundancia.

vv. 27-30: Intervino entonces Pedro: -Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar? 28Jesús les dijo: -Os aseguro que cuando llegue el mundo nuevo y el Hombre se siente en su trono de gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29y todo aquel que por causa mía ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padreo madre, o hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará vida definitiva. 30Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.

Pedro no se deja convencer. Su pregunta es casi un desafío a Jesús. Espera que éste concrete la seguridad que ha dado. Puesto que los discípulos han cumplido las condiciones puestas al rico, quiere saber qué porvenir les espera.

La respuesta de Jesús es solemne («Os aseguro»). «El mundo nuevo» significa la nueva edad del mundo, la definitiva. Puede preguntarse si la expresión de Jesús se refiere al fin de la historia o a la época que comienza con su muerte y resurrección. «Sen­tarse en su trono de gloria» está en paralelo con 25,31, pero alude más bien a 26,64, pues aquí no se habla de «venida» previa, como en 25,31. Se trata, pues, de la época histórica que sigue a su muerte-resurrección, a partir de la cual el mundo nuevo es una realidad en medio del mundo viejo. Desde entonces, el Israel mesiánico (los Doce discípulos; cf. 10,1) juzgará al antiguo Israel; es decir, la realidad del seguimiento de Jesús y la existencia del pueblo definitivo serán la norma por la que el antiguo Israel, que rechaza al Mesías, quedará juzgado y condenado. Durante ese período, la renuncia a las propias posesiones no desembocará en la miseria, sino en una abundancia centuplicada. Sin embargo, esta última promesa no se refiere a los Doce (al Israel mesiánico) como grupo; Jesús pasa a la tercera persona, al terreno individual: su realización depende para cada uno de la realidad de su renuncia. El término será también la vida eterna, que no será «obtenida» (v. 16), sino «heredada», como corresponde a los que son hijos del Padre y tienen derecho a ella.

Mt omite la precisión de Mc «en esta vida», pues está supuesta por la mención del «mundo nuevo». Confirma con su promesa la supresión de los efectos negativos (miseria) que amenazan a quien opta por la pobreza (cf. 5,3). Pero esto no se hará, como en el AT (cf. Sal 37,11), por tener cada uno su patrimonio individual, sino teniendo todos uno común («cien veces más») del que todos par­ticipan. Corresponde esta promesa a la de 5,5: «porque ésos poseerán la tierra».

II

Es tal el peligro que representan las riquezas y la ambición de ellas en la vida del ser humano, que pueden llegar a desplazarlo de su propio centro. El hombre ubica entonces allí al gran dios que se ha fabricado desde las posesiones que supuestamente le dan seguridades, pero que lo alejan del otro, sobre todo del más necesitado, del que sufre el hambre, la miseria, la exclusión. Ojalá las riquezas, como origen frecuente de tan lamentables situaciones, no impidan nuestro seguimiento a Cristo ni desplacen el sentido original que tienen en orden a satisfacer las necesidades vitales de todos los seres humanos. Dios no condena la riqueza que puede ayudar al ser humano a construir su bienestar; lo que condena es el uso que aquél haga de ella favoreciendo a unos pocos y marginando a la gran mayoría. Dios ha destinado las riquezas con el fin de que el ser humano las use para desarrollar el mundo y para construir una sociedad mejor y más humana en justicia, solidaridad y caridad auténtica. Para hacer un uso justo de las riquezas en el ámbito del creyente, éste ha de tener por centro el verdadero amor a Dios y al prójimo como a sí mismo.



Miércoles 20 de agosto de 2008

Bernardo
EVANGELIO

Mateo 20, 1-16
20 1Porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para su viña. 2Después de ajustarse con ellos el jornal de costumbre, los mandó a la viña. 3Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4y les dijo:

-Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo que sea justo.

5Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Saliendo a última hora, encontró a otros parados y les dijo:

-¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?

7Le respondieron:

-Nadie nos ha contratado.

Él les dijo:

-Id también vosotros a la viña.

8Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encar­gado:

-Llama a los jornaleros y págales el jornal, empe­zando por los últimos y acabando por los primeros.

9Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jornal entero. 10Al llegar los primeros pensaban que les darían más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11Al recibirlo se pusieron a protestar contra el propietario:

12 Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso, del día y el bochorno.

13E1 repuso a uno de ellos:


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