Es maravilloso saber que para los que aman a Dios todas las cosas le ayudan a bien. En su providencia, Dios transforma la ceniza en gloria. Pero hay una condición, no es para todo el mundo, es para aquellos que conforme al propósito de Dios son llamados. Es para aquellos que han aceptado el sacrificio de Cristo en la cruz. Estos son los que han sido justificados y glorificados. Aquellos que verdaderamente han creído que Jesús murió, fue sepultado, resucitado y ascendido al cielo. Aquellos que se han humillado y aceptado a Jesucristo Como su Salvador y su Señor, los que respondieron a ese llamado. Por su omnisciencia el Señor sabía quiénes iban a responder a ese llamado y por tanto quiénes iban a ser predestinados para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo.
“¡Puede que no siempre parezca así! A veces, cuando estamos sufriendo un gran dolor, una tragedia personal, desilusiones, frustraciones o la pérdida de un ser querido, nos preguntamos qué bien puede salir de aquello. Pero…todo lo que Dios permite que entre en nuestras vidas está dispuesto para modelarnos conforme a la imagen de Su hijo. Cuando vemos esto, quedan eliminados los interrogantes de nuestras oraciones. Nuestras vidas no están controladas por fuerzas impersonales como la casualidad, la suerte o el destino, sino por nuestro maravilloso Señor personal, que es demasiado amante para no ser bondadoso, y demasiado sabio para equivocarse.”86
Pero el cristiano necesita ser transformado a la imagen de Cristo, aquella imagen de Dios deteriorada en el Edén. Esta es la regeneración la nueva criatura, la nueva vida, el nacer de nuevo que Nicodemo no entendía.
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”(Tito 3:6). “Porque cada uno llevará su propia carga” (Gá 6:5).
¿Qué pues diremos a esto? Si Dios es por el creyente, el diablo no puede enseñorearse de él. No hay poder del maligno que pueda atacar a un hijo de Dios y poseerlo. ¡No lo hay! Satanás tiene poder limitado, pero Dios es Todopoderoso. El poder de Satanás está determinado por la medida que le permita el creyente. Su ejercicio es limitado. El enemigo de las almas no tiene poder en la vida del creyente que ha sido lavado con la sangre de Cristo y vive una vida de obediencia, lealtad, fidelidad y amor a Dios.
Desde Edén Dios dio al hombre todas las cosas buenas para que se enseñoree de la tierra. Aún después de la caída, Dios sigue teniendo misericordia. Tiene un amor tan grande que no escatimó ni a su propio Hijo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3.16).
Si Dios, por nosotros, no escatimó hasta su propio hijo, nos dará también con él todas las cosas, su gracia, su misericordia, su amor, su fidelidad, su protección, su provisión y todo lo bueno que sólo proviene de Él. Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Así que: ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? El apóstol sorprende con esa pregunta retórica e inmediatamente dice: Dios es el que justifica. No importa quién acuse al creyente en Cristo, lo importante es que es Dios el que lo justifica.
Pablo continúa con otra pregunta retórica. ¿Quién es el que condenará? También deja esa pregunta sin contestar y dice: Cristo es el que murió; mucho más aún el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que intercede por nosotros. No importa quién condena, lo importante es que Cristo Salva, y también Sana y viene otra vez.
Cristo murió, resucitó, está a la diestra del Padre e intercede por nosotros. Todos los líderes mundiales, con la excepción de Cristo, por más fama acumulada, están en sus tumbas y no tienen poder para levantarse ni pueden hacer nada por sus seguidores. Cristo es el único que puede hacer todo por los creyentes, porque es Dios y es Todopoderoso.
Continúa Pablo haciendo preguntas retóricas. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Nadie que tenga juicio y raciocinio puede separarse de aquel que nos amó y tiene tan inmenso poder. Antes en todas las cosas somos más que vencedores por medio de Cristo.
Cada día el creyente debe estar muerto al pecado para permanecer al lado de quien dio su vida para salvarlo. El pecado separa al hombre de Dios. El pecado impide llegar al trono de la gracia. El pecado impide dar la adoración merecida al Rey de reyes y Señor de señores. Por causa de Cristo el creyente es muerto al pecado, por causa de Cristo el creyente debe ser obediente hasta la muerte.
Por medio de su Espíritu Santo podemos vencer cada tentación, cada dificultad que se presente. El Espíritu Santo da al creyente la sabiduría necesaria para resolver cada conflicto que se presenta diariamente. Sólo el poder de Cristo puede sacar corrección, afabilidad, dulzura, fortaleza, de donde reina la corrupción, la anarquía, la amargura y la debilidad. Así las situaciones que humanamente no pueden ser resueltas por el hombre, Él se encarga de ellas y las soluciona de la mejor manera, porque Él sabe todo, es omnisciente, y por su omnipotencia tiene todo el poder para resolver toda situación que afecte a un miembro de la familia de Dios. “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 8:38).
No hay demonio, ni diablo, ni riqueza, ni pobreza, ni oportunidad, ni adversidad, que pueda vencer el poder de Cristo en la vida del creyente. Es importante para el creyente no sólo saber esto, sino, además, practicarlo. Pablo en su carta enseña que el creyente no debe ceder por la tribulación, sino gozarse en ella, ya que el dolor es uno de los medios que usa el Señor para disciplinar y forjar el carácter del creyente. Es una manera de acercarse más a Cristo y apreciar y valorar su amor incondicional.
Pablo termina el capítulo 8 concluyendo por experiencia propia:
“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 8:37-39).
7.-Conclusión
El creyente verdadero no vive conforme a la carne, por lo cual no es deudor de la carne, que solo trae muerte y destrucción. Ese creyente auténtico, vive conforme al Espíritu que trae paz y vida eterna en Cristo Jesús.
Para los creyentes que están afirmados en la roca, que es Cristo Jesús, las aflicciones de este tiempo, la injusticia de los corruptos, las presiones sociales, no son comparables con la gloria venidera que ha de manifestarse en aquel día que todo creyente espera.
Preguntas
1.- ¿Qué pues, perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?
Explique.
2.- ¿Cuál es para usted el significado del bautismo?
3. ¿ Cuál es la doctrina reiterada por el Apóstol Pablo en Romanos 8?
4.- La Ley salva? Sí___No___
5.- Es la Ley mala? Sí___No____
6.- ¿ De quién proviene la tentación a pecar?
De Dios _____
De Satanás_____
7.- Describa la concupiscencia.
8.- Dé su concepto de pecado.
9.- Puede enseñorearse el pecado del creyente?
10.-Estar bajo la gracia ¿libera de la obediencia de la de los estatutos de Dios.
Lección V
La Soberanía de Dios (9-11)
1.-Introducción
En esta parte de la carta el apóstol muestra su tristeza por su pueblo de origen, sus hermanos de sangre, a los que Pablo amaba de manera extraordinaria. Pablo expresa un gran interés por la salvación de Israel, que equivocadamente trataba de conseguir la justicia a través de las obras, teniendo a su alcance la fe. La suprema autoridad y soberanía de Dios, así como la responsabilidad humana, son estudiadas aquí dando evidencia de que la Salvación es para todos los seres humanos sin diferencia de ninguna índole.
2.- La tristeza de Pablo por el rechazo de su pueblo hacia el Mesías (9:1-5)
“Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (v. 1-5).
Esta porción de la Palabra nos revela el gran dolor que sentía Pablo por su familia de origen, procedente de Israel, debido a la incredulidad de ésta gente hacia el Mesías y Salvador Jesucristo. “Verdad digo en Cristo, no miento,” es una declaración de que lo que expresaba estaba avalado por una conciencia que tenía como testigo al mismo Cristo y al Espíritu Santo. Pablo tenía tristeza, sin perder el gozo de la salvación. Tristeza y dolor continuo había en el corazón de Pablo por la incredulidad de su pueblo, que no se sometía al designio de Dios. Es la tristeza y dolor que siente un padre o una madre, hijo, hija, hermano, hermana por sus familiares no creyentes, que no se someten al Señorío de Cristo.
Es necesario que el pueblo de Dios padezca tristeza y profundo dolor por los familiares, vecinos y relacionados que no conocen a Cristo, por esos jóvenes que están delinquiendo porque desconocen los valores y principios bíblicos atesorados en la Biblia, cuyo desconocimiento los lleva a final trágico, seducidos por Satanás, que no descansa de hacer su trabajo para ganar almas para el infierno.
La tristeza y dolor por los perdidos es una expresión de amor que motiva al creyente a predicar a Jesucristo a sus familiares y amigos y relacionados que no conocen a Cristo. Todo creyente que siente el gozo de la salvación debe sentir esa tristeza y dolor continuo por las almas que se pierden. Entre más gozo se siente por la salvación, mayor será la necesidad de llevar la Palabra a los perdidos.
La tristeza y el dolor de Pablo era una expresión de su impotencia por sus hermanos no salvos que no reconocían el Señorío de Cristo. Como una forma de mostrar su impotencia por la incredulidad de sus conciudadanos el apóstol dijo: “deseara ser anatema separado de Cristo, por amor a mis hermanos.” Él sabía que era imposible, pero era el anhelo de su conciencia, una manera de expresar ese inmenso amor hacia sus hermanos, al mismo tiempo que el inmenso dolor por no lograr que todos sean salvos, confirmado por el Espíritu Santo como testigo. En la Biblia sólo hay un caso que hace paralelo, la súplica de Moisés, después de la adoración del becerro de oro. “Te ruego…que perdones ahora su pecado, y si no ráeme ahora de tu libro que has escrito”(Ex 32:32). Es innegable la carga que sentía Moisés por su pueblo.
El verdadero creyente siente profundo dolor por las almas que no conocen a Cristo. Es doloroso para un creyente ver que el inconverso tiene cerrado los ojos espirituales y no puede ver la grandeza de Dios. El inconverso no sabe que necesita a Cristo para:
-Salvar su alma.
-Sanar su alma.
- Ser adoptado como hijo de Dios.
- Disfrutar de la gloria de Dios.
-Que tal como Dios estableció un pacto con Abraham, Moisés y David, puede establecer personalmente un pacto con aquel que entrega su vida a Cristo.
-Tener un conocimiento claro acerca de la ley y la gracia.
- Vida Eterna con Cristo Jesús.
Cristo es la bendición suprema que puede recibir el ser humano. Rechazarlo compunge el corazón de un verdadero creyente.
3.-Rechazar a Jesucristo es perder el favor de Dios (9:6-13).
“No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (v.6-13).
Los israelitas no han aceptado al Mesías, no porque la Palabra de Dios haya fracasado. Su no aceptación al Mesías no constituye ineficiencia ni ineficacia de la Palabra de Dios, ni constituye una evidencia de que Cristo no es el Mesías. “La incredulidad, el pecado, el rechazo y la hostilidad de Israel hacia Cristo no constituye una prueba de que Él no sea el Mesías. Todo lo contrario, esto concuerda perfectamente con la promesa de Dios, la cual anticipa que no todos los judíos creerían en Jesús para ser salvos.”87
Asimismo muchas almas se pierden no porque la Palabrea de Dios haya fallado. Más bien las almas se pierden por la desobediencia a Dios. Por un lado muchos creyentes no cumplen la Gran Comisión, por otro lado, algunos no creyentes, no creen el mensaje de la Gran Comisión.
No son todas las criaturas hijos e hijas de Dios, como creen los de la iglesia popular. Los hijos e hijas de Dios son los que han creído en el sacrificio de Jesucristo en la cruz, que han sido lavados con su sangre, y han dicho sí a aceptar a Cristo como Señor y Salvador personal. Esos son los contados como descendientes de Dios.
La promesa es ésta: “cree en el Señor Jesucristo y será salvo tú y tu casa.” Es necesario creer. Porque la salvación no es por obras realizadas, sino que viene por Dios, el que llama, por su misericordia, por su gracia.
El Señor hizo una promesa a Abraham, acerca de quién iba a ser su auténtico heredero, Isaac que luego fue el esposo de Rebeca. La vida de Abraham y su esposa Sara pasaron por circunstancias difíciles, pero Dios no cambió su promesa. Dios había prometido el nacimiento de Isaac. Sus promesas se vinculaban con éste y no con Ismael, engendrado por determinación humana sin que tenga que ver con la promesa de Dios.
Tomando el claro ejemplo de Isaac, el Apóstol emplea una serie de frases que dejan ver claramente el principio de quién es heredero por la promesa y quién no, de acuerdo a los propósitos de Dios. No es fallo de Dios. Es que:
1-No todos los descendientes de Israel son israelitas.
2-Ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos” de la promesa.
3-Todos son hijos según la carne pero no todos son hijos según la promesa.
Así, estando Rebeca, en gestación, El Señor le dijo que iba a parir gemelos. “Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor” (Génesis 25:23).
“La cita de Mal.1:2y 3 es una declaración divina acerca de dos naciones, Israel y Edom, cuando, a través del desarrollo de la historia, la carnalidad de Esaú se había manifestado en sus descendientes, siendo Edom el enemigo de Israel. Durante este proceso histórico, Edom había servido a Judá durante largos períodos, creciendo por ello la antipatía entre las dos naciones.”88
Este es un caso en el que Dios en su carácter absoluto y su soberanía, propia de su omnipotencia, favorecería a uno sobre el otro.
En lenguaje sencillo, el propósito de Dios con un individuo no tiene que ver con sus obras, sino con el arrepentimiento y la fe y la obediencia, actitud espiritual que conduce a la gracia divina. Sin embargo, en el vientre de Rebeca, tanto Esaú como Jacob, ni habían tenido obra alguna ni habían tenido arrepentimiento alguno, pero la absoluta soberanía de Dios basada en su propia voluntad favoreció a uno sobre otro. Dios es omnisciente, y poderosamente soberano, favorece a quien quiere, cuando quiere, como quiere.
4.-La Misericordia de Dios es Soberana. (9:14-24)
“¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?” (vs. 14-24).
Ante lo que Pablo acaba de decir cualquier interlocutor podría apelar a que Dios es injusto. Pablo hace dos preguntas retóricas que nadie puede contestar: ¿Qué, pues diremos? ¿Hay injusticia en Dios? Él mismo contesta: “En ninguna manera.”
Dios tiene misericordia del que tiene misericordia; Dios es soberano. Nadie puede especular. ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Dios es inescrutable. Sus pensamientos son insondables. “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos”(Ro. 11:33).
”El Antiguo Testamento afirma tanto la soberanía de Dios, como la responsabilidad humana, dando por sentado que Dios es lo suficientemente soberano como para asegurar ambas cosas, aún cuando la decisión humana no puede anular la palabra de Dios.”89
“Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír” (Deut. 29:4).
“Pablo aquí habla de la predestinación solo en el contexto de la salvación de Israel y de los gentiles; así quiere decir solo lo que el contexto y la cultura sugieren: Dios puede escoger soberanamente a quien quiera, y eso no necesita ser con base en la descendencia de Abraham. La soberanía quiere decir que es libre para escoger con base en otro criterio diferente de su pacto con Israel como raza; puede escoger con base en la fe, (conocida de antemano) en Cristo.”90
Esa es la soberanía de Dios. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia y me compadeceré del que yo tenga misericordia y me compadeceré del que yo me compadezca. Dios es soberano y hace lo que quiere con quien quiere y cómo quiere.
En Éxodo 33:18 Moisés le pide a Jehová que le muestre su gloria. Más adelante obtiene la respuesta. “Y le respondió: yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti, y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.” Así que no depende del que quiere, ni del que corre sino de Dios, que tiene misericordia de quien quiere, cuando quiere y como quiere. No depende de que alguien sea merecedor, es decir, sea “bueno,” depende de la voluntad soberana de Dios.
La misericordia de Dios no depende de esfuerzo humano, depende de la gracia de Dios. Es necesario orar pidiendo misericordia a Dios para que ponga su gracia sobre las almas perdidas y sean salvas.
Apelando a la soberanía de Dios, el apóstol cita la Escritura donde Jehová dice a Faraón “Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.” Es decir entre más grande es la dificultad, mayor es la manifestación de la gracia de Dios, pero siempre en su soberana voluntad. “La soberanía de Dios se ve no sólo en que muestra misericordia a algunos, sino en que endurece a otros. Como ejemplo se cita a Faraón. No hay aquí sugerencia alguna de que el monarca estuviera predeterminado desde el tiempo de su nacimiento. Lo que sucedió es esto: en su vida adulta demostró ser malvado, cruel y sumamente obstinado. A pesar de las más solemnes advertencias, persistió en endurecer su corazón. Dios pudo haberlo destruido en el acto, pero no lo hizo. En lugar de ello, dios lo mantuvo vivo para poder exhibir Su Poder en él y para que por medio de él, el nombre de Dios fuese conocido en toda la tierra.”91
De manera que Dios, de quien quiere, tiene misericordia y al que quiere endurecer, endurece, pero jamás actuaría con injusticia. Esa es la soberanía de Dios, contra la que no hay ni interrogante, ni argumento. Es la voluntad del Dios de toda gracia, y toda sabiduría.
Después de Pablo preguntar al interlocutor ¿Qué pues diremos? Él mismo contesta con otra pregunta ¿Qué hay injusticia en Dios? Al tiempo que da la explicación a estas interrogantes, procede a poner en boca del interlocutor una pregunta que para Pablo es un poco capciosa. “Pero me dirás: ¿por qué pues inculpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Dando respuesta a esa pregunta Pablo contesta: “más antes, oh hombre, ¿quién eres tú para que alterques con Dios? “Diría el apóstol: ¡pero hombre no seas tan atrevido juzgando a Dios! El hombre en su miserable accionar diario tiene el arrojo de acusar a Dios de los males que son producto de las malas actuaciones del mismo hombre. “Esta justicia divina puede ser aparente al observador, o puede quedar oculta por las nieblas que suben de las miasmas del pecado, pero en todo caso existe incólume ahora y siempre.” 92
Haciendo una comparación entre el alfarero y el barro con Dios y el hombre, dice el apóstol ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿porqué me has hecho así? De forma análoga, ¿qué derecho tiene el hombre a preguntar a Dios acerca de la creación? Dios hizo todo perfecto. Es el hombre quien se ha destruido a sí mismo. Aunque el barro y el alfarero son comparados con el hombre y Dios, es solo en cuanto a la potestad de hacer al hombre o hacer el barro, ya que el hombre es un ser viviente que tiene libre albedrío, no así el barro.
El vaso de honra es el hombre que hace la voluntad de Dios, que obedece su Palabra. Para este hombre su recompensa es la Eternidad con Dios. El vaso de ira deshonra a Dios. Ese es el hombre inicuo que no ha rendido su vida a Cristo y su recompensa será el fuego eterno. “Quedan preparados para destrucción por su propio pecado, desobediencia y rebelión, y no por ningún decreto arbitrario de Dios.”93
Haciendo defensa de la soberanía de Dios, dice el apóstol: “¿y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que El preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de los judíos sino también de los gentiles?”
“Soportó. Esto indica que alguna vez oyeron, se les habló y ellos voluntariamente endurecieron sus corazones. En ella tenemos una pequeña idea que se ha tomado en cuenta el libre albedrío del hombre. ¡Claro! En algunos casos excepcionales, Dios hace caso omiso a la libre determinación del hombre y les usa como a Saulo de Tarso, Juan el Bautista, algunos profetas, etc. Pero el texto dice: soportó con mucha paciencia… indica que no fueron condenados así porque sí, en recalcitrante predestinación. Más bien escogieron ellos el destino que Dios preparó para quienes se portan de esa manera, para el fin que ese camino les conduciría. Sabemos que quien rechaza el bien automáticamente acepta el mal; quien rechaza el mal, automáticamente acepta el bien. No hay intermedio, no hay purgatorio.”94
La humanidad completa es llamada para salvación, pero no toda es escogida porque no todo el mundo ha respondido al llamado. Es la diferencia que lleva a la salvación o la perdición.
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”(Jn 3:18-19).
5.-La justicia es por fe (9:25-27)
“Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente. También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo” (v. 25-27).
El apóstol Pablo cita dos libros de las Escrituras en los cuales se ha mencionado la soberanía suprema de Dios.
Ilustra el amor de Dios para su pueblo a pesar de los pesares de su infidelidad.
“Y en el lugar en donde les fue dicho: vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijo del Dios viviente”(Oseas 1.10b).
“Y la sembraré para mí en la tierra, y tendré misericordia de Lo-ruhama; y le diré a Lo-ruhama: Tu eres pueblo mío, y el dirá: Dios mío” (2:23).
“Porque si tu pueblo, oh Israel, fuere como las arenas del mar, el remanente de él volverá; la destrucción acordada rebosará justicia. Pues el Señor, Jehová de los ejércitos, hará consumación ya determinada en medio de la tierra” (Is. 10:22-23).
Dios en su soberanía extiende su misericordia hacia todos los pecadores, pero no todos los pecadores vuelven su mirada a Dios. Dios es soberano, es justo, no viola sus propios estatutos. No todos los que dicen ser cristianos serán salvos. Será justificado aquel remanente fiel que ha creído en Jesucristo como Salvador y Señor y no se ha apartado de la fe y ha obedecido los preceptos de Dios. Ese remanente sobrevivirá.
“Pero nosotros, que somos del día, seamos sabios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo” (1Tes. 5:8).
“Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gá 2:15-16).
“De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). La ley ha sido norma de cómo debe comportarse el hombre para llegar a Cristo, y ser justificado por fe.
6.- Israel obedeció la ley sin fe (9:28-33)
“Porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud. Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes. ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado” (v 28-33).
Quien anda en la obra de la carne no ha nacido de nuevo, no puede alcanzar la justicia de Dios, “porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud” (v.28).
Todo aquel que ande haciendo negocios con la Palabra de Dios, para beneficio personal, tendrá su sentencia dictada por el Señor de los ejércitos y sus “bienes serán asolados como Sodoma y Gomorra.”
¿Qué pues diremos? La justicia es un atributo de Dios. Los israelitas no comprendían esa verdad, tampoco muchos religiosos actualmente. Aquellos que hacen la obra por vanagloria, sólo alcanzarán la gloria pasajera aquí en la tierra; más aquellos que hacen la obra como producto de la fe en Cristo, y por amor a Su obra en la cruz, éstos serán galardonados por Jesucristo. Para los primeros, los contenciosos que quieren establecer su justicia por sus obras, Cristo será la “piedra de tropiezo y roca de caída”. Los segundos no tendrán motivos para ser avergonzados, alcanzarán la justicia por fe, por creer en Jesucristo y serán recompensados en el Juicio de los galardones.
¿Qué pues diremos? Aquellos que no buscaban gloria, la han alcanzado por medio de la fe. No obstante aquellos que buscaban su propia gloria por medio de las obras, no la consiguieron, pues la buscaban de manera equivocada. “No dieron pié con bola.” La salvación es por fe, no por obras.
“Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hech.4:11-12).
7.-Dios no ha fracasado, fracasaron los incrédulos (10:1-10)
“Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o ¿Quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).Más ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (1-10).
Pablo repite casi literalmente la misma oración efectuada en Ro.9, rogando al Señor por salvación para Israel, su pueblo de origen. El anhelo del corazón de Pablo, que no deja de ser una intercesión, es la salvación de sus compatriotas, que la buscaban pero de manera errónea.
Con respecto a Israel, Pablo da testimonio de que tienen celo de Dios, aman a Dios, pero no tienen el conocimiento perfecto acerca de Dios conforme a ciencia, ese verdadero conocimiento que Dios había puesto en el Apóstol por Jesucristo. “Esta afirmación servía para probar su amor, demostrando cómo razonablemente él debía sentir compasión más que odio contra ellos porque su pecado tenía como causa la ignorancia y no la perversidad, aun cuando deseando agradar a Dios se creían impulsados a perseguir el Reino de Cristo.
Nos damos cuenta por este sentimiento adonde pueden llevarnos nuestras buenas intenciones, si las obedecemos. Comúnmente creemos que es una excusa muy buena y suficiente el alegar que la culpa no responde a una mala intención. Tal cosa es realmente un pretexto presentado hoy en día por infinidad de personas entregadas a la búsqueda de la verdad divina. Todos admiten el hecho de que sus faltas cometidas involuntariamente o por ignorancia, pero con buena intención, merecen ser disculpadas.”95 El pueblo de Israel ignorando la justicia de Dios, querían establecer su propia justicia sin sujetarse a la justa justicia divina. Desconocían el hecho que Dios imputa justicia sobre el principio de la fe y no de las obras. La justicia de Dios es Cristo, el cual justifica a todo el que en Él cree. Cristo es el fin de Ley, para justicia. Para entender la justicia de Dios el hombre necesita tocar fondo, humillarse, arrepentirse y llorar sus pecados en la presencia de Dios. Porque la ley no hace justo a nadie. La ley permite conocer el pecado, revelarlo y condenar a los transgresores, pero no para arrepentimiento y obtener la salvación. La ley nunca puede impartir justicia.
Describiendo la superioridad del Evangelio sobre la Ley, Pablo hace referencia a Moisés, sobre el beneficio de guardar la Ley viviendo los mandamientos.
“Por tanto, guardareis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales, haciendo el hombre vivirá en ellos. Yo Jehová” (Lev. 18:5).
El hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. La ley es para el buen vivir. La justicia por fe es para salvación. La ley muestra qué hacer. El evangelio muestra porqué y para qué.
En el Antiguo Testamento muchos hombres fueron justificados por fe por su obediencia, producto de una conciencia inclinada hacia Dios.
Hoy, en el nuevo pacto la salvación se alcanza por fe, por medio de la gracia de Dios. Gracias a Dios hoy la Palabra se predica por doquier, está cerca, en la boca y en el corazón. Hoy el evangelio se predica por doquier, de manera fácil, es accesible y fácilmente comprendido. Para alcanzar la salvación es necesario confesar con la boca que Jesús es el Señor y creer en con el corazón que Dios le levantó de los muertos y resucitó. Creer con el corazón es creer con la voluntad, la mente y las emociones, es decir, todo el ser interior. Es necesario creer en su Encarnación y en su Resurrección. Esa es la esencia del Evangelio, claro está, precedido de la fe. Sin fe no hay confesión. Con el corazón se cree para justicia, con la boca se confiesa para salvación. Evidentemente que hay algo que le precede, es la Palabra proclamada y asimilada. La clave es creer, que es la fe por medio de la gracia de Dios. Creer, lleva al arrepentimiento y el arrepentimiento lleva a la salvación. “En efecto, la justicia que es por medio de la fe no exige ningún imposible, sino que es muy fácil de alcanzar: Está tan al alcance de la mano que le basta al hombre con recibir en su corazón el mensaje del Evangelio, adhiriéndose así, por fe al Salvador, y profesando luego, al exterior, con la boca, su adhesión al cristianismo.”96
8.-La salvación es para todo el que cree. Es universal (10:11-21)
“Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan, porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuan hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Más no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras. También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; con pueblo insensato os provocaré a ira. E Isaías dice resueltamente: fui hallado de los que no me buscaban, me manifesté a los que no preguntaban por mí. Pero acerca de Israel dice: todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor” (vv. 11-21).
Refiriéndose a la Escritura en Isaías 28:16, Pablo hace alusión al fundamento, a Jesucristo, esa piedra angular que está probada que es el cimiento estable. Él confirma que el que creyere en ese fundamento, ese Señor que es Cristo, no será avergonzado. No hay intranquilidad, no hay apresuramiento, hay paz. “El que creyere,” como dice la cita, quien fuere que sea, y “todo el que creyere” como ahora dice Pablo, expresando lo mismo, será salvo. Empero, él dice “todo” para reiterar que no hay diferencia entre judío y griego, y más aun, que ese que es Señor de todos, lo es, sin diferencia de raza, estatus social, estatus económico, rico para todos los que lo invocan. Pero ha de ser recibido por fe, no por obras ni por herencia de ningún linaje.
Eso es maravilloso, pues el que tiene a Dios lo tiene todo, tiene su favor, su misericordia, su gracia y todo lo que viene de Él, incluyendo la paz, y está seguro de que no será avergonzado. La salvación es poder. Todo el que quiere la vida eterna la puede obtener, pero hay un candado cerrado que necesita abrir con una llave específica. Esa llave consiste en aceptar a Cristo como Señor y Salvador.
¿Cómo se puede llegar a conocer a Jesucristo? Pablo enseguida hace cuatro preguntas retóricas que van dirigidas a los creyentes, especialmente a aquellos que disfrutan de la paz de Cristo en la tranquilidad y comodidad de una vida sin esfuerzo de dar por gracia lo que han recibido por gracia.
a)- ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?
b)- ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
c)-¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
d)-¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?
Es responsabilidad de los creyentes llevar el Evangelio a toda criatura. Hay diferentes medios para no tener excusa. Unos irán personalmente, otros, por los medios de comunicación, y otras formas, incluyendo aportes económicos, para el sostenimiento de aquellos dedicados a las misiones nacionales o internacionales. Es importante y necesario llevar al hombre al conocimiento Cristo, pero no todos creen al anuncio del Evangelio porque muchos tienen el corazón entenebrecido. La fe es por el oír y el oír por la Palabra de Dios, pero “¿no han oído?” El evangelio ha sido predicado por una alta extensión de la tierra. Pero ya que el hombre fue credo para adorar a Dios, si no lo hace, el hombre tiene que adorar algo, aún sea una estatua de palo. Así hasta los más incrédulos, los que se llaman ateos remotos adoran su falta de fe. Se empoderan de su incredulidad, aunque en su interior es miedo e ignorancia.
De la misma manera que el pueblo de Israel con rebeldía pertinaz rechazó al Mesías, hay quienes han nacido en una familia cristiana, otros les han predicado la Palabra de manera constante, no obstante mantienen su rechazo a Cristo; sin embargo hay quienes abren su corazón con facilidad al Evangelio, diciendo: ¡Heme aquí! ¡Heme aquí! Llegando a constituirse en parte del cuerpo de Cristo. De tal manera que el creyente no debe escatimar ningún esfuerzo para dar por gracia lo que le ha sido entregado por gracia.
9.-Corazones endurecidos frente a la gracia (11:1-10)
“Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra. ¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos; como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy. Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero y en retribución; Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y agóbiales la espalda para siempre” (v.1-10).
¿Ha desechado Dios a su pueblo Israel? En ninguna manera. ¿Ha desechado Dios a la humanidad? Jamás, jamás, nunca; Al igual que el pueblo de Israel en su afán de instaurar su propia justicia carnal en lugar de glorificar a Dios, muchos hombres, egoístas e ingratos han desechado a Dios a cambio de sus propios placeres. “El fracaso de la mayoría de Israel halla su base, pues, en una trágica equivocación por la que la naturaleza pecaminosa y orgullosa del hombre le llevó a querer ensalzarse por medio de la Ley cuya intención fue precisamente la de rebajarle a fin de que se echara en brazos de la misericordia de Dios.”97
Para recibir la justicia de Dios es necesario arrepentirse y unirse con la verdadera fe en, y, con Cristo. Dios no ha desechado personalmente a cada persona en particular del pueblo de Israel. El apóstol es una evidencia de esa afirmación, pues él mismo desciende de israelitas, de la tribu de Benjamín. Dios en su presciencia es conocedor de cómo será el accionar de una persona como individuo, así como de un pueblo. Así Dios conocía de antemano la respuesta del pueblo de Israel.
Por esto Pablo le recuerda las Escrituras respecto de Elías, cuando el profeta invocó a Dios contra Israel en el sentido de que los israelitas han dado muerte a los profetas y han profanado el altar de Dios, y Dios le contestó acerca del remanente fiel que no ha invocado a otros dioses. Así, ahora ha permanecido un remanente escogido por gracia, no por obras, ya que la salvación es posible por la divina gracia de Dios, no por obras.
Por su gracia y por su misericordia Dios no se enfoca en el mal que le hacen los que no le conocen. Su mirada se inclina hacia ese pueblo de hombres y mujeres que no se han contaminado con el mundo. Dios se agrada de un pueblo fiel que dobla sus rodillas intercediendo a favor de aquellos que han endurecido su corazón, que están ciegos espiritualmente y que rechazan el evangelio de salvación, a fin de que éstos vengan al conocimiento del Evangelio.
En este tiempo queda un remanente fiel que no hace negocio con la Palabra de Dios. Ese remanente fiel le adora en espíritu y en verdad.
¿Qué pues? Es la pregunta que se hace Pablo, y procede a contestarse: “lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado.” El pueblo de Israel buscaba la salvación a través de ritos y ceremonias y celo religioso, pero no es posible así, pues la salvación no es por obras, es por Su divina gracia. Pero los que han dicho sí al llamado la han alcanzado por Su gracia.
En este tiempo hay un pueblo que verdaderamente busca la presencia de Dios en su vida. Un pueblo que verdaderamente ha recibido a Cristo en su corazón y le ha entregado su vida. Pero hay un pueblo terco que se resiste al arrepentimiento. Hay personas a las cuales se les ha predicado el evangelio por años y años y no dan la menor pista de un cambio en sus vidas, mucho menos una transformación. Dicen que son de Cristo pero sus actuaciones dicen todo lo contrario. Sus mentes están más entenebrecidas y sus corazones más endurecidos.
“Dios le dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy” (Ro 11:8): Es lo que persiste hasta hoy para el pueblo de Israel, que ya se había predicho en el Antiguo Testamento. “Dios lo abandonó a un estado de estupor en el que se volvieron insensibles a las realidades espirituales. Debido a que rehusaron ver al Señor Jesús como Mesías y Salvador, ahora perdieron la capacidad de verle. Por cuanto no quisieron oír la voz suplicante de Dios, ahora se veían azotados de sordera espiritual. Este terrible juicio persiste hasta el día de hoy.”98 Aunque la caída no es permanente, ni definitiva.
En el salmo 69:22-23 David predice este juicio de Dios sobre aquellos que tienen el corazón endurecido hacia Dios, no sólo los judíos. Sus propios banquetes le sirven de lazo para tropiezo, caen en sus propias trampas. Sus lomos quedan doblados bajo la agonía del afán y la ambición.
Es bueno recordar al profeta Hageo en 1:5-6 lo siguiente: “Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: meditad bien sobre vuestros caminos; sembráis mucho y recogéis poco; coméis y no saciáis; bebéis y no quedáis satisfechos; os vestís y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.”
Cuando el hombre se empecina en el pecado, la conciencia se cauteriza, sus ojos espirituales son oscurecidos. Vive en un mundo de tinieblas que sólo puede ser alumbrado con la luz de Cristo.
10.-Si tropieza y no se cae, adelanta un paso (11:11-24)
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