soy el senor de Libia, os matare si hablais con la policia...>>.
Y ahora que os lo he dicho todo, jsoy hombre muerto!
-No hables por hablar, muchacho; no volveras a poner
los pies en tu taller y trabajaras en los dominios del inten-
dente de palacio.
-~No... no me enviareis a presidio?
-Me gustan los muchachos valerosos. jVamos, en pie!
Cojeando como pudo, el aprendiz consiguio seguir al gi-
gante, que parecia muy enojado. Al reves de lo que habia es-
perado, no habia sido Uri-Techup el que habia suprimido a
Techonq .
Uri-Techup, el hitita felon socio de Malfi, un libio asesi-
no, enemigo hereditario de Egipto... Si, eso estaba traman-
dose en las sombras. Seria preciso convencer a Ramses.
Setau lavaba los boles de cobre, las calabazas y los filtros de
distintos tamanos mientras Loto limpiaba los anaqueles del
laboratorio. Luego, el especialista en venenos de serpiente se
quito la piel de antilope, la zambullo en el agua y la retor-
cio para extraer la soluciones medicinales de las que estaba
saturada. Le correspondia a Loto transformar de nuevo la
tunica en una verdadera farmacia ambulante gracias a los
tesoros que ofrccian la cobra negra, la vibora sopladora, la
vibora cornuda y sus semejantes. La hermona nubia se in-
clino sobre el liquido pardo y viscoso; diluido, seria un
remedio eficaz para los trastornos de la circulacion sangui-
nea y las debilidades del corazon.
Cuando Ramses entro en el laboratorio, Loto se inclino
pero Setau siguio con su tarea.
-Estas de mal humor-advirtio el rey.
-Exacto.
-Desapruebas mi boda con esa princesa hitita.
-Exacto otra vez.
-cpor que razon?
-Te traera la desgracia.
-cNo exageras, Setau?
-Loto y yo conocemos muy bien las serpientes; para des-
cubrir la vida en el corazon de su veneno es preciso ser
un especialista. Y esta vibora hitita es capaz de atacar de un
modo que ni siquiera el mejor especialista sabria prever.
-cNo estoy, gracias a ti, inmunizado contra los reptiles?
Setau refunfuno. De hecho, desde su adolescencia y du-
rante numerosos anos, habia hecho absorber a Ramses una
pocion que contenia infimas dosis de veneno para permitir-
le sobrevivir a cualquier tipo de mordedura.
-Confias demasiado en tu poder, majestad... Loto cree
que eres casi inmortal, pero yo estoy convencido de que esta
hitita intentara perjudicarte.
-Se murmura que esta muy enamorada-susurro la nubia.
-jY que! -exclamo el encantador de serpientes-; cuando
el amor se transforma en odio, es un arma terrorifica. Es
evidente que esta mujer intentara vengar a los suyos. cNo
dispone, acaso, de un inesperado campo de batalla, el pala-
cio real? Naturalmente, Ramses no va a escucharme.
El faraon se volvi(') hacia Loto.
-cQue opinais?
-Mat-Hor es bella, inteligcnte, astuta y ambiciosa... pero
es hitita.
-No lo olvidare-prometio Ramses.
El rey leyo con atencion el informe que le habia entregado
Ameni. Con la tez palida y los cabellos cada vez mas esca-
sos, el secretario particular del monarca habia anotado con
precision las inflamadas declaraciones de Serramanna.
-Uri-Techup, el asesino de Acha, y Malfi, el libio, su
complice... Pero no tenemos prueba alguna.
-Ningun tribunal les condenaria -reconocio Ameni.
-cHas oido tu hablar de ese tal Malfi?
-He consultado los archivos del Ministerio de Asuntos
Exteriores, las notas de Acha, y he interrogado a los espe-
cialistas en Libia. Malfi es el jefe de una tribu guerrera, par-
ticularmente vindicativa para con nosotros.
-cSimple pandilla de locos o peligro real?
Ameni se tomo un tiempo de reflexion.
-Me gustaria darte una respuesta tranquilizadora, pero el
rumor afirma que Malfi ha conseguido federar varios clanes
que, hasta hoy, se desgarraban mutuamente.
-cRumor o certeza?
-La policia del desierto no ha conseguido descubrir el
emplazamiento de su campamento.
-Y, sin embargo, Malfi ha entrado en Egipto, ha asesina-
do a uno de sus compatriotas en su propio taller y ha vuel-
to a salir impunemente.
Ameni temia sufrir la violenta, aunque rara, colera de
Ramses.
-Ignorabamos su capacidad para hacer dano -preciso el
escriba.
-Si ya no sabemos descubrir el mal ccomo gobernaremos
el pais?
Ramses se levanto y camino hacia la gran ventana de su
despacho, desde la que contemplaba el sol de frente sin
abrasarse los ojos. El sol, su astro protector, le proporcio-
naba cada dia energias para asumir su tarea, fueran cuales
fuesen sus dificultades.
-No hay que desdenar a Malfi -declaro el rey.
-jLos libios son incapaces de atacarnos!
-Un punado de demonios puede sembrar la desgracia,
Ameni; este libio vive en el desierto, capta alli las fuerzas
destructoras y suena con utilizarlas contra nosotros. No se
tratara de una guerra como la que libramos contra los hi-
titas, sino de otra clase de enfrentamiento, mas solapado
pero no menos violento. Siento el odio de Malfi. Aumen-
ta, se acerca.
Antano era Nefertari quien ejercia sus dones de vidente
para orientar la accion del rey; desde que ella brillaba en el
cielo, entre las estrellas, Ramses tenia la sensacion de que su
espiritu vivia en el y seguia guiandole.
-Serramanna llevara a cabo una minuciosa investigacion
-indico Ameni.
-cTienes otras preocupaciones, amigo mio?
-Apenas un centenar de problemas, como cada dia, y to-
dos urgentes.
-Supongo que seria inutil pedirte que reposaras un poco.
-El dia que no haya ningun problema que resolver, des-
cansare.
Con cenizas y natron, mezcla de carbonato y bicarbonato
de sodio, la mas habil de las masajistas de palacio froto la
piel de Mat-Hor para librarla de sus impurezas. Luego en-
jabono a la joven hitita con un jabon a base de corteza y car-
ne de balanites, arbol rico en saponina, y le rogo que se ten-
diera en las losas calientes para darle unas fricciones. La
pomada odorifera aliviaba los dolores, suprimia las tensio-
nes y perfumaba el cuerpo.
Mat-Hor estaba en el paraiso. En la corte de su padre, el
emperador del Hatti, nunca se habian ocupado de ella con
tanto cuidado y destreza. Maquilladoras, manicuras y pedi-
curas practicaban su arte a la perfeccion, y la nueva reina de
Egipto sc sentia mas hermosa dia tras dia. ~No era esa una
condicion indispensable para conquistar el corazon de Ram-
ses? Resplandeciente juventud y felicidad, Mat-Hor se con-
siderable irresistible.
-Ahora la pomada antiarrugas -decidio la masajista.
La hitita se rebelo.
-~A mi edad? jEstas loca!
-A vuestra edad hay que empezar a luchar contra el en-
vejecimiento, y no cuando ya es demasiado tarde.
-Pero...
-Confiad en mi, majestad; para mi, la belleza de una rei-
na de Egipto es un asunto de Estado.
Vencida, Mat-Hor abandono su rostro en manos de la
masajista, que le aplico una costosa pomada compuesta por
miel, natron rojo, polvo de alabastro, semillas de fenugreco
y leche de burra.
A la primera sensacion de frescor le sucedio un suave ca-
lor, que alejaba la fealdad y la vejez.
Mat-Hor iba de banquete en recepcion, era recibida en
casa de los nobles y los ricos, visitaba los harenes donde en-
senaban a tejer y donde tambien se aprendia musica y poe-
sia, y se iniciaba dia tras dia, voluptuosamente, en el arte de
vivir a la egipcia.
jTodo era mas hermoso aun que en sus suenos! Ya no
pensaba en Hattusa, la gris y triste capital de su infancia,
consagrada a la afirmacion del poderio militar. Aqui, en Pi-
Ramses, no habia altas murallas, sino jardines, estanques y
moradas adornadas con tejas barnizadas que convertian la
capital de Ramses en la ciudad de turquesa, donde la alegria
de vivir se mezclaba con el canto de los pajaros.
La princesa hitita habia sonado con Egipto, jy Egipto le
pertenecia! Era la reina respetada por todos.
~Pero reinaba realmente? Sabia que Nefertari habia actua-
do cotidianamente junto a Ramses, tomado realmentc parte en
la direccion de los asuntos del Estado y habia sido, incluso, la
principal artifice del tratado de paz firmado con los hititas.
Ella, Mat-Hor, se aturdia con cl lujo y los placeres, jpero
vcia tan poco a Ramses! Ciertamente, el le hacia el amor con
deseo y ternura, pero permanccia alejado y ella no ejercia
sobre el rey poder alguno ni se enteraba del menor secrcto
del gobicrno.
Aquel fracaso era solo provisional. Mat-Hor seduciria a
Ramses, le dominaria. La inteligencia, la belleza y la astucia
serian sus tres armas. La batalla seria larga y dificil, pues el
adversario era de peso; sin embargo, la joven hitita no du-
daba de su exito. Siempre habia obtenido lo que deseaba con
ardor. Y hoy queria convertirse en una reina tan prestigiosa
que borrara hasta el menor recuerdo de Nefertari.
-Majestad -murmuro la camarera-, creo... creo que el fa-
raon se halla en el jardin.
-Ve a ver y, si es el, vuelve inmediatamente.
~Por que no le habia avisado Ramses de su presencia? A
aquellas horas, al finalizar la manana, el monarca no solia
concederse un descanso. ~Que insolito acontecimiento jus-
tificaba esa actitud? La camarera regreso asustada.
-Es el faraon, majestad.
-~Y... esta solo?
-Si, solo.
-Dame mi tunica mas sencilla y ligera.
-~No quereis la de lino fino, con bordados rojos y...?
-Apresurate.
-~Que joyas deseais?
-Nada de joyas.
-~Y... la peluca?
-Sin peluca. ~Pero vas a apresurarte?
Ramses estaba sentado con las piernas cruzadas al pie de un
sicomoro de amplia copa y brillantes frondas, cargado de
frutos verdes y rojos. El rey vestia el pano tradicional que
llevaban los faraones del Imperio Antiguo, en la epoca en
que sc construyeron las piramides. En sus munecas lucia dos
brazaletcs de oro.
La hitita le observo.
Sin duda alguna, hablaba con alguien.
Descalza, se aproximo sin hacer el menor ruido. Una li-
gera brisa hacia susurrar las hojas del sicomoro, cuyo canto
tenia la untuosidad de la miel. Estupefacta, la joven descu-
brio al interlocutor del monarca: su perro, Vigilante, tendi-
do de espaldas.
-Majestad. . .
-Ven, Mat-Hor.
-~Sabiais que estaba aqui?
-Tu perfume te traiciona.
Se sento junto a Ramses. Vigilante se dio la vuelta y tomo
la postura de la esfinge.
-~Hablabais... hablabais con este animal?
-Todos los animales hablan. Cuando nos son proximos,
como lo eran mi leon y lo es este perro, heredero de una di-
nastia de Vigilantes, pueden decirnos muchas cosas si sabe-
mos escucharles.
-Pero... ~que os cuenta?
-Me transmite la fidelidad, la confianza y la rectitud, y
me describe los hermosos caminos del mas alla por los que
va a gularme.
Mat-Hor hizo una mueca.
-La muerte... ~por que hablar de ese horror?
-Solo los humanos cometen horrores; la muerte es una
simple ley fisica, y el mas alla de la muerte puede convertir-
se en plenitud si nuestra existencia ha sido justa y conforme
a la regla de Maat.
Mat-Hor se aproximo a Ramses y le contemplo con sus
soberbios ojos negros almendrados.
-~No temes ensuciarte el vestido?
-Todavia no me he vestido, majestad.
-Una austera tunica, sin joyas ni peluca... ~Por que tanta
sencillez?
-~Me lo reprocha vuestra majestad?
-Tienes que mantener tu rango, Mat-Hor, y no puedes
comportarte como una mujer cualquiera.
La hitita se rebelo.
-~Lo he hecho alguna vez? Soy la hija de un emperador y,
ahora, la esposa del faraon de Egipto. Mi existencia ha estado
siempre sometida a las exigencias de la etiqueta y el poder.
-La etiqueta, es cierto; pero ~por que hablar del poder?
No ejercias responsabilidad alguna en la corte de tu padre.
Mat-Hor sintio que habia caido en la trampa.
-Era demasiado joven... Y el Hatti es un Estado militar
donde las mujeres son consideradas seres inferiores. jAqui
todo es distinto! ~No tiene la reina de Egipto el deber de
servir a su pais?
La joven deplego sus cabellos en las rodillas de Ramses.
-~Realmente te sientes egipcia, Mat-Hor?
-jNo quiero oir hablar del Hatti!
-~Reniegas de tu padre y de tu madre?
-No, claro que no... jPero estan tan lejos!
-Vives una dificil prueba.
-~Una prueba? De ningun modo, es lo que siempre he
deseado. No quiero hablar mas del pasado.
-~Como preparar el manana si no se han descubierto los
secretos del ayer? Eres joven, Mat-Hor y te agitas buscan-
do tu equilibrio. No sera facil de descubrir.
-Mi porvenir esta trazado: jsoy la reina de Egipto!
-Reinar es una funcion que se edifica dia tras dia y nun-
ca se domina.
La hitita se sintio despechada.
-No... no comprendo.
-Ercs el cmblcma vivo dc la paz entre el Hatti y Egipto
-dcclaro Ramses-; muchos muertos han jalonado la ruta que
llevaba al final de un largo conflicto. Gracias a ti, Mat-Hor,
la alegria ha reemplazado el sufrimiento.
~Solo soy... un simbolo?
-Necesitaras muchos anos para penetrar en los secretos
de Egipto; aprende a servir a Maat, la diosa de la Verdad y de
la Justicia, y tu existencia sera luminosa.
La hitita sc lcvanto e hizo frente al senor de las Dos Tierras.
-Deseo reinar a vuestro lado, Ramses.
-No eres mas que una nina, Mat-Hor; renuncia primero
a tus caprichos, manten tu rango y deja que el tiempo reali-
ce su obra. Ahora, dejame solo; Vigilante tiene que hacerme
muchas confidencias.
Vejada, la hitita volvio corriendo a sus aposentos; Ram-
ses no la veria llorar de rabia.
Durante los meses que siguieron a esta entrevista con Ram-
ses, Mat-Hor se mostro deslumbradora. Luciendo suntuo-
sos vestidos, ilumino con su belleza y su encanto las veladas
tebanas, desempenando a la perfeccion el papel de una rei-
na consagrada a las mundanidades. Atenta a los consejos del
rey, se familiarizo con las costumbres de la corte y profun-
dizo en el conocimiento de la cultura del viejo Egipto, de la
que quedo absolutamente fascinada.
Mat-Hor no se enfrento a hostilidad alguna, pero no con-
siguio ganarse las simpatias de Ameni, de quien todos de-
cian que era el mas intimo amigo del monarca; en cuanto a Se-
tau, otro de los confidentes de Ramses, se habia marchado
de nuevo a Nubia en compania de Loto, para coscchar el ve-
neno de sus queridos reptiles y poner en practica sus ideas
referentes al desarrollo de la region.
La joven hitita lo tenia todo y no poseia nada. El poder se
le escapaba de las manos, y la amargura comenzaba a invadir
su corazon. Buscaba en vano un medio para conquistar a
Ramses y, por primera vez, dudaba de si misma. Pero no le
daria al rey la posibilidad de descubrirle; asi pues, se aturdia
con fiestas y regocijos de los que era la reina indiscutible.
Aquel anochecer de otono, Mat-Hor se sintio cansada;
despidio a sus siervas y se tendio en la cama, con los ojos
abiertos, para sonar con Ramses, aquel hombre omnipoten-
te e inaprensible.
Una rafaga de viento levanto el velo de lino colocado ante
la ventana. Al menos eso fue lo que creyo la hitita por unos
instantes, hasta que aparecio un hombre de largos cabellos
y torso imponente.
Mat-Hor se incorporo y cruzo los brazos sobre su pecho.
-~ Quien sois ?
-Un compatriota.
La luz de la luna permitio a la reina discernir mejor los
rasgos del inesperado visitante.
- jUri-Techup!
-~Te acuerdas de mi, muchacha?
-jHas osado penetrar en mi habitacion!
-No ha sido facil, y hace horas que estoy acechandote.
Puesto que ese demonio de Serramanna no deja de hacer
que me vigilen, he esperado mucho antes de acercarme a ti.
-Uri-Techup... jMataste al emperador Muwattali e inten-
taste suprimir a mi padre y a mi madre!
-Todo eso queda muy lejos... Hoy somos dos hititas exi-
liados en Egipto.
-~Olvidas quien soy?
-Una mujer hermosa condenada a embriagarse en un
mundo artificial.
-jSoy la esposa de Ramses y la reina de este pais!
Uri-Techup se sento al pie de la cama.
-Abandona tu sueno, nina.
-jLIamare a la guardia!
-Muy bien, llamala.