Aproximación a los problemas éticos que acompañan a la supervivencia humana



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Policlínico Mártires del Corynthia

Análisis desde el punto de vista bioético de los problemas que acompañan la ancianidad y su calidad de vida.


AUTOR: Dra.Noresma Toirac García.

Esp. En primer grado de MGI

Prof. Instructor

2011


Resumen:

Se realizó un análisis desde el punto de vista bioético de la ancianidad y los problemas que inciden en su calidad de vida con el objetivo de brindar información a los médicos de la atención primaria con el fin de que los mismos elaboren estrategias adecuadas destinadas fundamentalmente a la familia

Hipótesis

Existe un manejo inadecuado de los problemas que enfrenta la ancianidad y su calidad de vida por parte de su familia y del personal de la salud por existir un desconocimiento de estrategias adecuadas para solucionar dichos problemas .

Objetivo.



INTRODUCCIÓN
El surgimiento de la bioética tiene lugar durante los últimos años de la década de los sesenta y los primeros años de los setenta en los Estados Unidos de América. Las conductas poco éticas en la realización de experimentos médicos con seres humanos y los dilemas éticos derivados del impacto de los avances tecnológicos en la esfera de la atención médica constituyeron los resortes principales de este proceso...Existen diferentes interpretaciones a cerca de las relaciones entre la bioética y la ética médica.las mismas son examinadas con frecuencia en su aspecto lógico formal y desde este ángulo, algunos las consideran disciplinas diferentes, aunque relacionadas. Para otros, en cambio, representan una y la misma disciplina: la ética médica, entendida como una parte específica de la ética general, o como el resultado de su aplicación a la actividad médico-científica. Por último, un tercer grupo trata la ética médica como parte de la bioética, la cual, de acuerdo con esta concepción, abarca otros muchos fenómenos calificados como extra médicos.
La bioética constituye, por tanto, un proyecto de extensión del pensamiento médico- social a la esfera de la ética médica. De este modo, la relación de la bioética con la ética médica tradicional debe ser concebida en términos de continuidad y ruptura. La bioética, desde esta perspectiva, no es otra cosa que ética médica, pero revolucionada, no tradicional. Las revoluciones son procesos que afectan también, sin distinciones, a todas las formas del saber humano. La ética médica no constituye una excepción. Estamos en presencia, pues, de un cambio revolucionario de paradigmas en esta esfera del pensamiento médico. Por fortuna, la ética médica en nuestro país no se desarrolló de modo tan «tradicional» como en otros países y el trayecto recorrido nos sitúa en condiciones privilegiadas para asumir la bioética, en comparación con otros países, y alcanzar posiciones de avanzada. Los esfuerzos que se han realizado en nuestro país han conducido al perfeccionamiento sustancial de la gestión de salud de nuestro sistema y, con ello, al logro de su objetivo supremo: el mejoramiento del estado de salud de nuestra población y la elevación del grado de satisfacción de esta con los servicios de salud que recibe. Todo proceso de transformación siempre trae aparejado riesgos, los cuales se asumen en aras de obtener determinados beneficios.

La introducción de la bioética en nuestra cultura constituye la lógica culminación del proceso de transformaciones que ha tenido lugar en la ética médica cubana desde el triunfo de la Revolución. Llevarlo a feliz término conlleva riesgos, pero estos son mínimos en comparación con los beneficios esperados. La balanza se inclinará, desde el comienzo, a favor de estos últimos, si somos capaces de brindarles sin reservas nuestro apoyo y orientarlos adecuadamente. Lograr su concientización por parte de los profesionales, desarrollar en estos la destreza, pericia y sensibilidad necesarias para darles solución y asesorar, tanto a ellos como a las instituciones de salud, en la toma de decisiones respecto a las situaciones de mayor complejidad o que, sencillamente, no puedan ser resueltas al aplicar las normas vigentes. Estos serán, entre otros, los beneficios que traerá consigo el desarrollo de la bioética en nuestro medio. La obra de la Revolución Cubana en el campo de la salud, en particular en materia de justicia distributiva, le ha dado solución, en un nivel social general, al dilema biótico más serio que enfrenta el mundo de hoy: el acceso de la población a los servicios de salud. En nuestro caso, no solo se ha brindado acceso universal y gratuito a ellos, sino que se ha elevado su nivel científico-técnico de forma acelerada, se ha extendido hasta las zonas más intrincadas del país y se ha acercado a los lugares de residencia, trabajo y estudio de la población, con lo cual se ha desarrollado una labor tanto curativa y de rehabilitación, como preventiva y de promoción de salud. Cuba es, por ello, precursora de la bioética en el mundo.


La labor preventiva y de promoción de salud se acentúa con el fortalecimiento del subsistema de atención primaria. Su desarrollo exige la activación de mecanismos dirigidos hacia la comunidad, la familia y el individuo y yo como medico de la atención primaria de salud pienso que un problema inminente para reflexionar, es la ancianidad y todos los problemas que ellos enfrentan .En mi área de salud por ejemplo la situación no es diferente a la del resto del país donde existe un aumento creciente de la población de más edad, debido fundamentalmente a la disminución de los índices de natalidad y mortalidad, y al aumento de los niveles de vida logrado hasta los años ochenta.
Estimándose que para el año 2025 habrá 802 millones de personas con más de 65 años, 257 millones en países desarrollados, 555 millones en países en desarrollo y 46 millones en países menos desarrollados.4 Estas cifras representan desafíos sociales, pues son traducidas en que gran número de individuos podrán vivir más de 100 años, lo que significa que convivirán cuatro o cinco generaciones, este envejecimiento tiene consecuencias a nivel de país, tanto en el plano Social, económico, como de salud.
A nivel de familia entraña presiones de carácter económico y limitaciones de la responsabilidad social de la mujer, es por todo esto que debemos exigir la preparación de los profesionales de la salud que laboran en la atención primaria -quienes aún no están entrenados suficientemente en el diagnóstico de salud del anciano, para lo cual se debe establecer su medición en índices de funciones, a los efectos de poder hacer las propuestas de tratamientos correspondientes al propio objetivo de la atención al anciano por tanto, la atención del anciano debe procurarle una existencia digna, tanto en el plano psicológico, social como espiritual sobre la base de una buena salud, lo que implica un compromiso del individuo, de su barrio, de su país, de su médico y, por consiguiente, de su gobierno. Solo un esfuerzo unido podrá lograr una vejez segura.

DESARROLLO

La bioética está actualmente centrada direccionalmente hacia la atención de salud y la investigación científica, y en este sentido ha sido bastante funcional en cuanto a la regulación, distribución y aplicación de los avances técnicos médicos en los ancianos. Sin embargo, ya se ha logrado el aumento de la esperanza de vida, ya tenemos ancianos capaces e independientes. Ahora, ¿cómo enfrenta la bioética la conducta social para con el anciano? Para responder a este reto, a nuestro entender es necesario remitirse inicialmente a sus orígenes. Potter habla de la bioética como de la disciplina donde confluyen las ciencias y las humanidades en la creación de una nueva cultura relacionada con la responsabilidad del hombre ante los resultados de su obra, de sí mismo, de su entorno existencial presente y futuro.

Así, la ancianidad es producto del avance científico técnico y ha sido el fruto de la aplicación de la técnica en función de la medicina para lograr un mejoramiento biológico del hombre. Sin embargo, al ser el hombre un ser social, este envejecimiento poblacional ha planteado a la bioética un nuevo reto: el de administrar estos recursos técnicos cumpliendo los principios de equidad y justicia. Pero, más aún, el de ser benefícienles con este anciano, no solo desde el punto de vista médico sino también social. Para este problema es aplicable la máxima de que una decisión ética es una respuesta justificable a una interrogante sobre lo que debería hacer o que no debería hacer.
Ya la problemática de la ancianidad, desde el punto de vista psicologicosocial, es el centro de atención de muchos profesionales dedicados a la bioética que abordan esta temática, en especial a partir del concepto de calidad de vida. Sin embargo, la mayoría reconoce la dificultad a la hora de aplicarlo funcionalmente, si no se ha abordado desde los distintos ángulos y aristas que conforman la pirámide de la vida humana. Es por esto que no podemos dejar de aclarar algunos aspectos relacionados con calidad de vida, término utilizado para calificar la satisfacción con la vida, que encierra todo un conjunto de planteamientos que se han desarrollado paralelamente al crecimiento social del hombre. No obstante, varios han sido los autores que intentan establecer una definición. Así, Mendola y Pellegrino en 1979, Shin y Jonhson (1978) y Patterson en 1975, han llegado consistentemente a la misma conclusión, que es un concepto abstracto y complejo que comprende diversas áreas que contribuyen a la entera satisfacción personal y a la autoestima, en términos generales el concepto de calidad de vida es más amplio que el de estado de salud personal, ya que considera también el bienestar social, tal y como se ha descrito anteriormente. No existe consenso en cuanto a la definición de calidad de vida; solo se contempla como un amplio rango de componentes que incluyen: la capacidad o la habilidad funcional –que incluye el desarrollo de las funciones o papeles habituales–, el grado y la calidad de las interacciones sociales y comunitarias y la satisfacción con la vida.
El concepto de calidad de vida constituye un índice integrado por un sinnúmero de factores relativos referidos al trabajo, la salud, la comunicación y la recreación no siempre cuantificables, pero que contribuyen a la satisfacción de necesidades y aspiraciones de la población.

La calidad de vida expresa entonces una situación que debe ser definida por los propios actores que la viven. Hablar de calidad de vida es ante todo garantizar el derecho imprescriptible de definir su destino en términos de autonomía, reconocimiento y aceptación de las diversas modalidades e intensidades con las cuales cada población quiere resolver sus problemas de salud, trabajo, acceso a la cultura, educación y gestión política. Así, en cuanto a la ancianidad, la bioética actual se encuentra inmersa en la práctica clínica, por una parte, y la deconstrucción y reconstrucción de distintos modelos culturales. Al mismo tiempo, intenta destruir algunos mitos como el envejecimiento cronológico, el de la improductividad y el del desinterés por las cosas. Por tanto, está a la búsqueda de una visión posmoderna para definir el curso vital y re simbolizar la vejez en términos de creatividad y crecimiento continuo, independientemente del vigor físico y la productividad como pilar básico para lograr índices satisfactorios en la calidad de vida de los ancianos.


Partiendo de lo antes expuesto sobre calidad de vida es lógico asumir que son diversos los problemas que enfrenta la ancianidad en nuestra sociedad partiendo de su seno fundamental, la familia que constituye la institución de base, el medio natural para el desarrollo de sus miembros, lo que le da un carácter universal. Para el anciano representa, además, la posibilidad de permanencia en grupo, en ausencia de otros que ya han desaparecido; la proveedora fundamental, y a veces única, de protección; la promotora por excelencia de la elevación en la autoestima, pus se siente vinculado con otros al participar en la vida hogareña con hijos, nietos y demás familiares. La familia es un grupo insustituible, en el cual debe permanecer el anciano el mayor tiempo posible, pues el estar desvinculado de su medio constituye un factor de alto riesgo social para su salud e integridad. La familia, los amigos y los vecinos son los componentes principales de los sistemas o redes informales de apoyo; el motivo de su comunicación y ayuda surge de los sentimientos afectivos y de la obligación.
La mayoría de las personas de más de sesenta años son relativamente independientes y están físicamente aptas. Muchos brindan ayuda a otras personas. La discapacidad y dependencia de otro son más comunes entre quienes sobrepasan los ochenta años. No obstante, los niveles de independencia de las personas en edad avanzada están directamente vinculados con factores como el nivel socioeconómico y el estado de salud.
La familia es una institución social cuya estructura dinámica responde a una época histórica. Se trata de una unidad interpersonal sujeta a las presiones y condiciones de su entorno cultural, económico y político en un momento dado. No se puede hablar de la familia como un todo homogéneo; aun dentro de un mismo país existen diferencias estructurales y funcionales entre diversos vínculos familiares como resultado de la interacción de algunas variables: área geográfica de residencia, nivel socioeconómico y características étnicas. Estas se reflejan en el cumplimiento de funciones esenciales para el grupo social y para las personas; entiéndase reproducción, socialización, cuidado y protección de sus miembros, cooperación y satisfacción económica, así como de necesidades básicas.
La familia del anciano, particularmente los hijos y cónyuges, proveen asistencia tanto en la vida diaria como en momentos de crisis. La familia brinda apoyo de tipo social funcional, económico, material y afectivo. Esta asistencia puede manifestarse de distintas formas, tales como ayuda en tareas domésticas, el aseo y en otras actividades en el plano psicológico y afectivo en calidad de compañía y apoyo, suministro de información, provisión de artículos o servicios necesarios, medicamentos, asistencia ante enfermedades e incluso asistencia económica. El tipo y la calidad de la ayuda de los hijos están asociados a factores como proximidad residencial, estado civil, nivel de salud y necesidades del anciano, ingreso económico de los padres de edad avanzada y de sus hijos adultos, los lazos afectivos y el sexo de los hijos. Uno de los aspectos más importantes en el cuidado del anciano es la necesidad de preservar su entorno, sus muebles, sus cosas, pues más que elementos materiales representan símbolos afectivos que lo han acompañado durante casi toda su vida. A esta edad el recuerdo de lo vivido es el encuadre que ha sido creado para el final de su vida. Un factor importante para el anciano es su hogar, donde mejor se siente, donde está protegido, donde es respetado y este es por tanto insustituible.
Un criterio que se debe tener muy en cuenta a la hora de decidir su traslado, pues en ningún otro lugar puede responder mejor a un tratamiento o enfrentarse a una enfermedad, y deben respetarse las normas establecidas por él allí, en su hábitat. Es necesario recordar que el gerente se ha ganado el derecho a permanecer en su hogar, el respeto a su autonomía en este sentido. Solo así estaremos siendo justos en términos de beneficencia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su Informe Técnico No. 706, insiste sobre la necesidad de mantener al anciano en el entorno familiar como medida óptima de promoción de salud y prevención de enfermedades.18 El aumento de la esperanza de vida generó el desarrollo de políticas de salud que asumieran no solo los gastos de salud sino también el determinar las responsabilidades del gasto del anciano. Inicialmente, se propuso al Estado como máximo responsable. «El Estado no solo debe cuidar, si no que puede cuidar y quiere cuidar, sin importar para nada la calidad del cuidado y sus exigencias normativas […].» Razón propuesta por los defensores del Estado de bienestar, quienes desarrollaron una política de asistencia social que consideraba irrelevante el papel de la familia en la moralidad pública. Pero la práctica demostró que esta tarea era imposible de enfrontar por el Estado solamente, entre otras razones por causas económicas. En un segundo tiempo, los defensores del bienestar propusieron una teoría de convergencia o complementariedad entre el subsidio familiar y el estatal.
En un tercer momento se propuso, desde una perspectiva social democrática, que la familia o instituciones privadas deben moralmente asumir el cuidado del anciano solo si el Estado no puede. De esa manera, la familia es una institución a la cual se acude por imperativo económico –porque el Estado es insuficiente en la justicia social– o por un imperativo ético que complementa una justicia social, comportamiento que se observa en la mayoría de los países desarrollados y en vías de desarrollo. Cuba también enfrenta conflictos éticos en este sentido, pues a pesar de pertenecer al Tercer Mundo tiene indicadores de salud comparables con los de países desarrollados. Por razones idiosincráticas y culturales, en nuestro país siempre se ha considerado a la familia como responsable máxima del cuidado del anciano, indisolublemente ligado al desarrollo social, el cual debe dividirse en dos períodos.
En la época prerrevolucionaria, como costumbre, siempre se manejó este criterio: «Entre toda la familia unida se enfrenta mejor la pobreza.» Las condiciones precarias en las que vivía nuestra población imponían verdaderos retos a la familia cubana desde el punto de vista económico. Por tanto, la esperanza de vida era reducida, entre otras causas por la imposibilidad del acceso a la atención existían brindaban pocas posibilidades asistenciales por la escasez de recursos. Por otra parte, existían pocas instituciones dedicadas al anciano, de las cuales la mayoría pertenecía también al sector privado y por ello no eran accesibles a la población. Muy pocas ofrecían atención gratuita con carácter de caridad, por lo que el nivel de indigencia en los ancianos era bastante elevado. Sin embargo, la moral popular siempre censuró como humillante y cruel el internar a un anciano que tenía familia.
Con posterioridad al triunfo de la Revolución, comienza un segundo momento en la ética del cuidado. Por una parte, mejoran considerablemente las condiciones socioeconómicas de la población y las familias, lo que favorece una mejor atención al anciano por esta entidad, y, por otra, se crean y desarrollan los departamentos de Atención Social, a los que se dedica gran cantidad de recursos gracias a la planificación económica, donde se prioriza la salud como conquista y derecho del pueblo. Se crean y desarrollan instituciones especializadas que cuentan con métodos suficientes para la atención del anciano.
El Estado es el representante de un sistema de salud gratuito que tiene como base los principios éticos de accesibilidad, equidad y justicia social donde se priorizan modelos de atención especializada al anciano. En casi todas las modalidades está presente la familia como entidad rectora por imperativo ético moral, a la que continuamente se le brinda educación popular y asistencia a través de los diferentes niveles de atención de salud.
Se describe un tercer momento en la ética del cuidado del anciano, enmarcado en el surgimiento y desarrollo del Programa del Médico de la Familia, por el que se asiste directamente al anciano en el medio familiar y que garantiza su bienestar físico-biológico a través de su función preventiva de salud y educación sanitaria a toda la familia, así como desde el punto de vista psicológico, al favorecer su permanencia en el hogar aun cuando esté enfermo (ingreso en el hogar), y social, al estimular su incorporación y enriquecimiento a través de los «Círculos de Abuelos». Este modelo de atención está sujeto a cambios y aportaciones constantes basados en la práctica asistencial y en los últimos adelantos médicos, al ser el médico de familia el principal ejecutor según principios humanitarios.
Los esfuerzos realizados han brindado frutos bastante positivos: no existen ancianos indigentes en nuestro país; nuestra expectativa de vida alcanza cifras similares a las de países desarrollados, ya que los principios eminentemente humanos de nuestros profesionales de la salud han permitido enfrentar y soportar dignamente el reto económico impuesto. En resumen, hemos sido capaces de aplicar una medicina básicamente justa, brindada como un bien al cual todos los ciudadanos tienen derecho sin distinción de edad. Es indudable que, al mejorar las condiciones de vida con la aplicación de los últimos adelantos de las ciencias, hemos mejorado en nuestros ancianos su calidad de vida. Sin embargo, existen aún elementos que se deben analizar porque conspiran contra este concepto, si bien no en la función física, sí en la función social y emocional. Es, por tanto, hacia estos aspectos que dirigimos nuestra mirada: el campo social y emocional del anciano, entre otros muchos factores, tiene una directa vinculación con la familia, pues es esta el escenario donde se desenvuelve mayormente en esta edad.
Por tanto, intentaremos analizar algunos aspectos que inciden en la calidad de vida del anciano dentro de la familia, como es la utilidad, es decir la capacidad de sentirse útiles en su seno familiar, que pienso es el deseo de todos los ancianos sin embargo, e veces es la propia familia quienes no permiten la realización de tareas en el hogar a pesar que muchos de ellos se sientan capaces física y mentalmente para realizarlas, en otros casos no se les reconoce la tarea que realizan sin tener en cuenta el interés, el empeño y sacrificio que ponen en realizarlas ,es decir se sienten limitados por sus propios familiares , en ocasiones no se les permite ir de compras solos, a pesar de no presentar deterioro cognitivo , tampoco se les permiten salir a lugares deseados por ellos y no se le acepta su apoyo económico a la familia, es por todas estas razones que el anciano se valora no útil para su familia y se consideran carga para sus familiares sin embargo, la mayoría de los familiares reconocen al anciano como un ser capaz y las razones que alegan para limitarlos es la de protegerlos, en primer lugar, y razones afectivas y entonces me cae la duda, si estas personas (ancianos) conservan sus facultades, ¿por qué necesitan del criterio permisivo para realizar labores acordes a sus posibilidades reales?
Estos aspectos van relacionados, en primer término, a la forma en que el anciano se percibe a sí mismo. A pesar de conservar sus capacidades, se auto valora como no útil, al igual que lo hacen sus familiares, lo que puede estar relacionado con los patrones culturales heredados de épocas anteriores donde el estado de desnutrición, enfermedad y deterioro del anciano lo incapacitaban dentro del seno familiar para ayudar a la economía y, por tanto, era considerado un inútil. No se debe olvidar nunca que nuestros ancianos de hoy fueron hijos ayer.
Por tanto, tenemos la imagen aprendida del anciano inútil. Llama la atención el hecho de que, en cierta medida, este resultado entra en contradicción aparente con los criterios imperantes en la sociedad moderna, que intentan evaluar al hombre según su capacidad y vitalidad, pues estamos frente a personas capaces, aún en pleno uso de sus facultades. Sin embargo, esta contradicción queda resuelta si se aplica el factor económico: están físicamente capacitados, pero no en el plano económico, pues su percepción monetaria es muy inferior al resto de los miembros de la familia. Esto presupone una limitante, una discapacidad que al parecer se asocia a la necesidad de apoyo, es decir, se supedita la posibilidad económica a la física.
El Respeto
Para hablar de respeto hay que comenzar hablando de dignidad humana y esta se define en el diccionario Aristos como «la calidad o el estado de ser valorado, honrado o respetado por excelencia, realce, gravedad y decoro en las personas en la manera de comportarse»Las personas se sienten digna por si misma , por sus principios y valores y también por su esencia, a la vez que es merecedora de ser valorada como digna por proyecto, principios y valores en su relación con los demás congéneres y con el medio que lo rodea en general. Por tanto, esta segunda parte está sujeta a la valoración del medio, el que, a su vez, realizará su evaluación en función de los intereses de la mayoría o del colectivo, los cuales están dictados por costumbres, patrones culturales e idiosincrasia en general.
Este tipo de concepto excluye, por tanto, a todos aquellos que no pueden contribuir al bienestar social, lo que está directamente relacionado con modelos neoliberales en los que se entronizan criterios y valores humanos sobre la base de su capacidad productiva; por lo que los ancianos jubilados o discapacitados dejarían de ser dignos, en fin este concepto es debatido y motivo de controversia de muchos autores. Estos conceptos, en cuanto a los ancianos, son perfectamente aplicables, en ciertos casos de manera incorrecta, pues algunas corrientes plantean que el hombre autónomo es el hombre independiente, arbitrario y radicalmente espontáneo; por tanto, los individuos que tienen algún tipo de limitación no tienen derecho a la autonomía como principio. Una ética de la ancianidad no tiene que dejar de ser una ética de la autonomía, a pesar de que la libertad del anciano sea una libertad más condicionada, bien por la gravedad del cuerpo, bien por la dependencia de otros. A veces nos olvidamos de que el individualismo del que hablamos, y del que se han elaborado nobles teorías, está más cercano de la retórica comercial que de las necesidades vitales.
Los ancianos en ocasiones no son respetados en cuanto a sus horarios , en el manejo de su dinero consideran, además, que sus criterios no son tomados en cuenta ni respetados, a veces algunos de ellos sienten que no se les respeta su espacio ni sus pertenencias y que invaden su privacidad.
Para hablar de respeto hay que comenzar hablando de dignidad humana. Y si de algo no debe existir duda, es de la dignidad del anciano. Entonces, ¿por qué no se le respeta debidamente? Es, según nuestro criterio, por la costumbre de evaluarlos como personas necesitadas de apoyo, por tanto inferiores –a los seres inferiores no se les trata con respeto–, solo que no estamos hablando de animales sino de esa persona que tenemos dentro de nuestro hogar y si ……si le debemos respeto porque somos personas, porque nosotros fuimos su pasado y ellos son nuestro futuro.
El Disfrute
La población, en general, asume como un hecho confirmado la disminución en la capacidad de disfrute del anciano por disminución de la capacidad productiva o simplemente porque se relaciona este termino con enfermedad, otros autores plantean que la disminución de la capacidad de disfrute en el ser humano está asociada única y exclusivamente a estados morbosos. En los ancianos, por tanto, no existe deterioro de la capacidad de disfrute; solo ocurren modificaciones en las variantes que pueden disfrutar. Aparecen cambios cuantitativos, no cualitativos.
Están capacitados para disfrutar lo que desean con igual placer e intensidad que cualquier joven, muchos de ellos disfrutan de por ejemplo leer, compartir con alguna amistad , de aluna comida favorita , de escuchar las noticias sin embargo , la mayoría de ellos se ven imposibilitado o limitado en cuanto en disfrutar de teatros, cines, paseos, visitas, etcétera. que no requieren una gran participación de la familia, lo que puede ser causado por factores ya explicados anteriormente, agravados por el ritmo acelerado de la vida moderna, que deja poco tiempo disponible aun hasta para el disfrute individual, lo que también está asociado a las dificultades económicas actuales. No es verdad que la vida de una persona esté agotada porque tenga muchos años. Tiene que hacerse ante sí a destajos.
Comunicación
La tercera edad es época de cosecha, de recoger el amor sembrado. También de plantar la mejor semilla en ofrenda a los demás. El hombre es persona porque tiene inteligencia y libertad, ambas irreductibles al sentir y a las tendencias animales; porque es capaz de expresar con libertad lo que siente, lo que piensa; porque es capaz de comunicarse de forma inteligente. Durante toda la vida, el ser humano necesita decir lo que piensa y pensar lo que le dicen. La comunicación es esencial para poder vivir en colectivo, para poder pertenecer a un grupo. Así, la comunicación, por imperativo, constituye un medio para subsistir. En ninguna otra etapa de la vida el ser humano requiere más de este proceso. El anciano esta ávido de compartir lo que sabe como una forma de sentirse útil. Por tanto, exige ser escuchado y mantiene igual que siempre la necesidad de comunicar el amor a las personas que quiere y de recibir el amor de quienes lo quieren.
Para lograr una buena comunicación con el anciano, es necesario establecer un intercambio donde esté presente nuestro conocimiento y respeto por su historia, por su vida; que entendamos sus necesidades y preocupaciones; que valoremos sus ocupaciones; y que, a la vez le permitamos entrar a nuestro mundo interior para que nos conozca. También es necesario el contacto físico –tan importante como las palabras–, una caricia, un roce. Recordar siempre que el anciano es de los seres especialmente dotados para recibir en una caricia todo el amor que no podemos explicarles. En la práctica cotidiana este proceso no siempre es efectivo. La comunicación en cuanto a frecuencia es insuficiente, los ancianos muchas veces no son consultados por sus familiares o simplemente no tienen en cuenta sus opiniones es decir se sienten excluidos, realmente existen problemas en la comunicación. A todo lo anterior debemos agregar que esta falla en el proceso de comunicación generalmente esta ocasionada por conductas de temor blandengue que intentan reforzar la dependencia física por la creencia de que el anciano no cuenta por su discapacidad, dada por falsos criterios de apreciación que inconscientemente afloran al expresarse a través de ocultar problemas o situaciones, a lo que se suma la tendencia a la sobreprotección.
Mientras que criterios paternalistas, autoritaristas y eficientistas marquen nuestra conducta para con el anciano, no podrá aflorar una comunicación productiva. Recordar que la forma para comunicarse con él debe estar basada en actividades maduras, tiernas, que se traduzcan en amor efectivo. Tener en cuenta que sus años no son solo el significado de lo vivido, que su experiencia le puede servir a usted para hacerse más agradable la vida, y que si él no le entiende es porque usted no se sabe explicar.
Sexualidad
Es la esfera de la vida relacionada con la reproducción como objetivo fundamental en la naturaleza. Sin embargo, el hombre, como ser pensante, aunque en la etapa primitiva la consideraba como algo normal, sano y necesario, en la medida que fueron complicándose las relaciones sociales y de producción, estableció normas de conducta y convivencia para cada grupo social que marcaran la diferencia en todos los sentidos.

Las relaciones sexuales siempre ejercieron, además de una función reproductora, una forma de contacto humano, una manera de relación entre personas donde el placer estaba implícito, y es precisamente este aspecto, «el placer», lo que comienza a marcar la necesidad de dosificarlo para evitar alteraciones sociales. Al abordar las relaciones sexuales, se intentó regular el placer como un valor más, reservado a determinados grupos.



Es sorprendente ver cómo aún hoy en día la sexualidad vive tan estigmatizada por estas normas y mitos antiguos, y llega a ser una de las esferas del ser humano menos estudiadas incluso dentro del campo de la medicina. La sexualidad encierra, por tanto, muchos mitos y creencias, al estar envuelta en un halo de misterio. Uno de los más frecuentes es el de las edades. Así, se considera por gran parte de la sociedad que las edades extremas de la vida son etapas asexuadas, y cualquier manifestación sexual en estas edades es interpretada como síntoma de enfermedad (niñez) o conducta fenomenológica o inmoral (ancianos). Ha sido necesario esperar un largo período de desarrollo en las humanidades y las ciencias para cambiar parcialmente la visión de la sociedad frente a este hecho, que ha logrado en mayor escala una mejor percepción y conocimiento de la sexualidad en la niñez que en la ancianidad, lo que responde quizás a las concepciones clásicas del desarrollo humano: en el niño comienzan a manifestarse rasgos de la conducta sexual que desarrollará de adulto, no así el anciano, que como va en involución se presupone no debe tener intereses sexuales, debe renunciar al placer sexual, no le está moralmente aceptado exhibir sus instintos y deseos sexuales, es la edad de renunciar a placeres que deben ser sustituidos por sacrificios.
A esto también se asocian las propias transformaciones del cuerpo, la variación en la respuesta sexual que aparece en el anciano, que se resiste a la disminución del poder sexual. Así, los psicoanalistas describen en el anciano «el duelo por el cuerpo potente», asociado a la pérdida del cuerpo adulto, el cuerpo fecundante, sobre todo en aquellos que no han tenido la oportunidad de prohijar, lo que muchas veces se confunde con la pérdida de capacidad erótica. Se describe que puede surgir una especie de erotismo maniático y un intento de cambio de compañía, en tanto se supone que alguien joven pueda devolverle de forma mágica la juventud cual la vida sexual desaparece. Por tanto, el primer paso real para una consideración ética sobre la conducta sexual en la vejez debe partir de reevaluar estas aptitudes y no ocultar la existencia del problema, pues se obstaculiza su abordaje y se dificulta su solución. Se hace necesario abordar este problema desde un punto de vista biologicista, que reconozca la presencia de la sexualidad como una expresión orgánica del cuerpo viviente; como una necesidad fisiológica que cambia pero no desaparece con la edad; desde un punto de vista natural y materialista, la sexualidad es una forma de energía propia de la materia, por tanto ni se crea ni se destruye, solo se transforma con la edad. Desde el punto de vista psicológico, constituye la expresión de una necesidad o la canalización de un instinto natural, y, desde el punto de vista social, como una forma más de relación elevada a planos superiores por la racionalidad del hombre, traducida, en resumen, como enriquecedora de la espiritualidad humana en cualquier tiempo, circunstancia o edad. Kant planteaba que «el hombre es siempre el mismo pero no siempre lo mismo».
Y entiéndase que no estamos hablando de coito solamente, pues existen otros tipos de relaciones sexuales más presentes en la vejez, dado que disminuye el deseo sexual-biológico pero no la atracción sexual, las necesidades afectivas, ni la comunicación física genital, lo que se mantiene hasta el final de la vida. Muchos ancianos no pueden hablar de relaciones sexuales con sus familiares o estos se inmiscuye en sus relaciones de pareja de alguna forma ,muchas veces constituye un prejuicio y el familiar lo ve como algo ridículo y no son capaces de favorece el roce social de su familiar con vistas a facilitar posibles relaciones sexuales.

Finalmente , pretendo dejar claro que existe un nivel de desconocimiento de la sexualidad en los ancianos por parte de la familia –célula básica de la sociedad–sexualidad del indiscutiblemente influenciada por criterios de falsa moral heredados de épocas anteriores, asociados a los tabúes socioculturales imperantes en nuestro medio, y en la sociedad en general, que han impedido observar la sexualidad de forma más específica en el anciano en toda la complejidad de sus factores emocionales, alentadores, vivenciales, sensoperceptuales e intelectivos como base de la urdimbre existencial y antropobiológica del ser humano.


Jubilación
A medida que las personas envejecen se retiran del mercado del trabajo. Ello porque así lo establece la ley, por las fuertes presiones sociales para que los mayores dejen sus puestos a los más jóvenes y por la discriminación, que incluso niega oportunidades de trabajo a personas que todavía no han alcanzado la edad que actualmente se considera que marca el comienzo de la vejez. Este hecho suscita tres consideraciones: En primer lugar, «jubilarse» es hacer uso de un beneficio ganado por los trabajadores luego de una larga lucha, la cual ha sido financiada por la vía de sus cotizaciones previas.

En segundo lugar, el derecho al retiro del trabajo, considerado como un privilegio, en muchos casos se impone a los individuos como una necesidad de la sociedad que reclama sus puestos. Es la situación de muchos trabajadores que desearían seguir trabajando y, sin embargo, se les impide hacerlo, por lo que se ven forzados a tramitar su jubilación.



Por último, el retiro del trabajo produce una serie de consecuencias negativas. Dado que las jubilaciones y pensiones son generalmente muchos menores que los ingresos provenientes de las remuneraciones, y que el abandono de una actividad económica independiente significa, en la mayoría de los casos, renunciar a esa fuente de ingresos, el proceso de envejecimiento va unido a una situación de estrechez económica. Ocurre, pues, que retirarse de la actividad laboral es culturalmente sinónimo de «no hacer nada», y que socialmente esto quiere decir «no ser nadie».
De ahí que la jubilación signifique una pérdida de identidad social y que se tienda a percibir a los ancianos como inútiles. Además, hasta el momento, las sociedades han sido incapaces de definir un conjunto de actividades para quienes se retiran del trabajo. Es decir, no han creado un rol que sustituya al de «trabajador» ni han definido una función social alternativa para los jubilados. De ahí el aburrimiento, la sensación de inutilidad y la necesidad de buscar actividades con que llenar significativamente el tiempo que pesa sobre los ancianos. Es decir, se trata de beneficiar a la mayoría, a las nuevas generaciones, que tendrán oportunidad de trabajar, y a los ancianos, al brindarles el merecido retiro retribuido.
Sin embargo, sabemos que una parte de estos ancianos no desea la jubilación, por las dificultades económicas o porque aún se sienten capacitados para desempeñar dicha labor, por lo que entran en conflicto con la sociedad. Esta situación pudiera estar justificada por la máxima «El fin justifica los medios», al adoptarse una actitud paternalista frente al problema, pues se estará buscando el bien de alguien desde un nivel de preeminencia que permite prescindir de su opinión. En cuanto a su salud, esto pudiera ser correcto si el paciente no está capacitado.
Pero, en cuanto al tema en cuestión sería incorrecto, pues muchas veces el adulto mayor, además de capacitado para decidir y realizar su función, sabe las consecuencias que de dicha decisión se derivan, y al sentirse presionado aparecen la inseguridad y la insatisfacción, muchas veces cuando ya ha decidido bajo presión y la determinación es irreversible. Entonces aparecen trastornos de salud como la depresión o la melancolía, enfermedades de difícil manejo terapéutico, tratamiento al que tal vez no pueda recurrir por dificultades económicas, por lo que queda condenado al aislamiento social o a una muerte lenta y lacerante.
El anciano apenas tiene mecanismos psicológicos para enfrentar la soledad, lo que muestra que los programas planificados para la jubilación aún no son suficientes y se hace necesaria la intensificación y funcionalidad eficiente, desde el punto de vista práctico, de las soluciones dadas, dentro de las que se destacan:
• El Sistema de Salud en Cuba prioriza programas encaminados a enriquecer al anciano en el contacto con sus congéneres mediante los Círculos de Abuelos, con actividades acordes a sus necesidades; asegura una atención sanitaria altamente calificada de forma gratuita, apoyado, además, en los distintos departamentos de seguridad social, y de esa forma brinda seguridad en esta fase de la vida, a la vez que le permite un mayor aprovechamiento de su pensión al no tener que gastar en atención de salud.
• En Cuba se enfoca esta problemática desde otro punto de vista y este se basa en el respeto a la integridad individual, se defiende la libertad del ser humano, se respeta el derecho de elegir su posición en la sociedad.
La filosofía marxista instituye que es hombre porque es un ser social, porque pertenece a un grupo social donde tendrá un rol y un intercambio para lograr su máxima integración. Se trata de respetar la capacidad del individuo para decidir qué cree que es bueno o malo para sí, se le permite decidir en cuanto a su jubilación y, de no estar capacitado por enfermedad, se han constituido comisiones de peritaje que determinan su nivel de limitación e incluso sugieren el cambio de puesto laboral para proteger su salud como muestra de asesoramiento, apoyo y protección.
En otros casos, se crean plazas especiales o puestos de trabajo que le permitan mantenerse vinculado con menor nivel de exigencia, o se le contrata libremente en otros centros.
Los profesionales se mantienen vinculados después de su jubilación como consultantes en las diferentes esferas donde se hayan desempeñado. Sin embargo, la situación de la jubilación afecta de modo diverso a hombres y mujeres. El impacto psicológico que causa el retiro del trabajo pesa más sobre los hombres, para quienes quedarse en casa significa convertirse en un estorbo para los demás, no tener nada que hacer, aburrirse y auto desvalorizarse como individuos.
El impacto económico afecta más a las mujeres, puesto que la mayoría de ellas dependen económicamente del cónyuge y si quedan viudas tienen que vivir de la ayuda social, que es aún mucho menor que las ya limitadas jubilaciones, elemento que se debe tener en cuenta en el diseño de la sociedad futura, pues está demostrado que la mujer sobrevive al hombre varios años.
Aspectos relacionados con la atención médica y de enfermería a los ancianos.
La actitud adoptada por cada gobierno en la distribución de las riquezas del país, al reducir o no las inequidades sociales, estará impregnada por el sistema de valores que rija en esa sociedad concreta. Estos valores, en definitiva, habrán sido formados a partir de la propia base estructural del sistema socioeconómico imperante, bien como reflejo de ella o modificados por la acción de los luchadores sociales. Estas decisiones de política están enmarcadas dentro de la ética general o macroética.
No obstante, no basta que estas decisiones, de carácter moral, aparezcan en el discurso político si no se precisa su correspondiente materialización en la vida cotidiana del ciudadano común. El mundo en desarrollo muestra ejemplos de esta dicotomía entre el discurso y la realidad: una cuarta parte de las personas que habitan esos países aún no tienen satisfechas las necesidades básicas y carecen de los niveles mínimos de ingresos y de servicios sociales decentes. Este estado actual de cosas ha provocado la decisión del PNUD de declarar que «los gobiernos no deberían abordar la pobreza “después” del crecimiento económico». Deberían, continúa diciendo el PNUD, más bien adoptar modelos de crecimiento económico que incluyan, como uno de sus principales objetivos, la eliminación de la pobreza.
En este sentido, el sistema socialista ha demostrado en la práctica la voluntad política, no solo de incluir entre sus principales objetivos la eliminación de la pobreza, sino también la eliminación de la explotación del trabajo ajeno y, lo que es más importante aún, ha alcanzado el logro de esos objetivos. Por otra parte, bien conocido es que esos problemas no fueron abordados después del crecimiento económico, sino fueron premisas para lograr este. Todo lo anterior no excluye, especialmente en el caso de Cuba, la realidad del impacto de la crisis de los sectores más vulnerables de la población, entre los cuales se encuentran los ancianos –la mayoría de ellos con exiguas jubilaciones–, que enfrentan el encarecimiento de la vida, la depreciación de la moneda con la cual tienen que adquirir los productos necesarios para su subsistencia, la imposibilidad de obtener productos tradicionalmente avalados como necesarios e imprescindibles en su dieta, y la dificultad de obtener alguna remuneración adicional por la vía de un empleo esporádico, cuando existe una masa joven no empleada a plenitud.
Sin embargo, el hecho de contar con la garantía de los servicios de salud gratuitos, de ayuda de la Asistencia Social en los casos de per cápita bajos, y de una canasta familiar básica a precios realmente muy modestos, coloca a los ancianos de Cuba en posición ventajosa con respecto a los de otros países en desarrollo, donde el modelo neoliberal no los toma muy en cuenta. Por su parte, en el campo de la microética queda mucho por hacer, especialmente en lo concerniente a la educación de las familias, para el correcto abordaje del tratamiento de sus miembros cuando arriban a la tercera edad: En primer lugar, está el respeto a su autonomía, a su independencia, tanto en el pensar como en el actuar.
En segundo lugar, el apoyo y la protección necesarios para la plena utilización de sus capacidades físicas e intelectuales, con el estímulo pertinente para mantener su incorporación social, mediante la participación en las actividades de las organizaciones sociales o políticas a las que pertenecían en el momento de la jubilación, y el mantenimiento de un vínculo activo en ellas, bien como miembro o cooperante; compartir con los ancianos, en tanto miembros de la familia, las decisiones que afectan a todo el colectivo familiar pero, sobre todo, dedicarles un tiempo para escuchar sus opiniones, preocupaciones y proyectos. Por último, es imprescindible que los individuos de la tercera edad enarbolen las banderas de la dignidad humana. Dignidad es, a fin de cuentas, la exigencia del respeto debido. Ella, más que un derecho, es un principio moral, y los principios –como dijera una vez, entre tantas, Fidel Castro al defender la dignidad nacional– no son negociables.
En realidad, dada la amplia cobertura de salud lograda por la atención primaria, especialmente con el modelo de atención del médico y la enfermera de la familia, la evaluación geriátrica de este grupo poblacional debería efectuarse en su propio hogar. A pesar de que los efectos de la crisis de la década pasada, no dejan de reflejarse en el sector de la salud, el país dedica recursos destinados a la atención de los ancianos, especialmente de aquellos de más bajos ingresos por concepto de jubilación y/o per cápita familiar. En Cuba no existen ancianos desamparados desde el punto de vista social, aunque las instituciones de atención al anciano, diurnas e internas, son todavía insuficientes, especialmente ahora, cuando la población de la tercera edad va en aumento.
En los últimos años, el Sistema Nacional de Salud cubano ha favorecido la especialización de varios grupos de profesionales en la atención gerontológica y geriátrica, y también se han abierto servicios, como los del Hospital Salvador Allende y el Centro Ibero latinoamericano de la Tercera Edad del Hospital General Calixto García, que brindan atención especializada, ambulatoria e ingresada, a personas ancianas necesitadas de estos cuidados.
CONCLUSIONES
El triunfo de la Revolución Cubana marcó un punto de partida en el desarrollo científico y social.
La familia es la máxima responsable del cuidado del anciano con el apoyo de estado cubano.
Todavía existen factores que afectan la calidad de vida del anciano cubano,
A los ancianos se le respetan ciertos aspectos en la convivencia, no así su privacidad.
A los ancianos se les permite disfrutar de actividades que no implican a la familia directamente, es decir, de disfrute individual, no así las de contacto social, pues, dadas las condiciones económicas imperantes en el país, la familia se ve limitada para apoyarlos en este sentido. Por otra parte, la actitud paternalista para con el anciano dificulta que este resuelva por sí mismo tal carencia. Además, se detectan deficiencias en la comunicación de los familiares con el anciano, sujeto a actitudes extremadamente paternalista que frenan este proceso vital.
La sexualidad aún se mantiene activa a estas edades, hecho no considerado por sus familiares como probable, por lo que limitan sus posibilidades y comunicación en este sentido. Es frecuente, al igual que en otros países, este tipo de tabú referido a la sexualidad del anciano, el que está relacionado con criterios biologicistas y de falsa moral que surgen desde el clasicismo griego y están presentes en las corrientes eficientistas imperantes en la sociedad actual.
La jubilación es asumida como un proceso necesario a partir de la disminución real de la capacidad para el puesto laboral. Sin embargo, se asocia a criterios de pérdida de reconocimiento social y valoraciones de incapacidad manifestadas por los propios ancianos, motivadas por conceptos eficientista arraigados, que influyen en la percepción de sí mismos, por una parte, y en el sentimiento de pérdida de poder en relación con el factor económico por otra. En cuanto al criterio sobre sí mismos, la edad no constituye un impedimento en relación con la utilidad, lo que no resulta así para los familiares, que limitan al anciano en este sentido, influenciados a su vez por razones paternalistas más que eficientistas. Esto genera valoraciones de inutilidad y de ser una carga para su familia en los ancianos. Presuntamente, es el aspecto económico y no el de la capacidad lo que determina estos criterios.
Si partimos de la premisa de que el concepto calidad de vida quienes mejor lo pueden valorar son sus propios protagonistas, podemos concluir: Según nuestro criterio, la calidad de vida no puede ser un simple concepto, una teoría más, sino que debe ser un término operativo en constante cambio y enriquecimiento unido al desarrollo espiritual y material del hombre con bases dialécticas que le permitan evolucionar a la par de la sociedad. Es en este carácter dialéctico donde se encierra su principal dificultad para plantear su evolución.
Creemos que en términos de calidad de vida queda mucho por decir. Y si lo aplicamos al tema del anciano, hay mucho por conocer aún. No basta con medir el grado de satisfacción. También en cuanto al anciano esta debe evaluarse por su nivel de aspiraciones, que a fin de cuentas es también objetivo de estudio de la bioética, y que, como todo ser humano, más que con lo que tiene, es capaz de sentirse satisfecho con lo que sueña o desea tener.

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