El castillo de cullera en su historia



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EL CASTILLO DE CULLERA EN SU HISTORIA.



Luis Bohigues Vallet.

Hª y Gestión del Patrimonio Artístico.

Curso 2013-2014

ÍNDICE


I. Introducción………………………………………………………………………………...3

II. Los inicios del castillo. Fortificación musulmana………………………………………4-7

III. Castillo medieval cristiano……………………………………………………………....8-12

IV. El castillo en la edad moderna…………………………………………………………13-15

V. El castillo en época contemporánea……………………………………………………15-17

VI. Bibliografía………………………………………………………………………..18

I. INTRODUCCIÓN

Presidiendo a la ciudad de Cullera, visible a lo lejos, se puede apreciar imponente, en lo alto de la montaña de les Raboses, precedido por un camino zigzagueante que recibe el nombre de Camino Blanco o Camino del Calvario, el monumento más emblemático de la ciudad de Cullera: el castillo. Abarcable desde su ubicación es, tanto la vida que transcurre en la villa, a los pies de la montaña, como la bahía que se abre al Mediterráneo. La ubicación del monumento histórico-artístico posibilita obtener una imagen panorámica más amplia de la ciudad de Cullera, pudiendo observar tanto su casco antiguo como el resultado del boom turístico que experimentó la ciudad en los años sesenta y setenta, un ensanche turístico de altos edificios.



Declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento en fecha 27 de abril de 1983, la imagen que presenta el Castillo es el resultado del devenir histórico que en esta ciudad costera, de considerable importancia, ya sea por la desembocadura del río Júcar en ella, como por la presencia del mar Mediterráneo, han acontecido.

Si bien, la imagen que el Castillo refleja en la actualidad dista bastante de lo que antaño fue dicha edilicia. El castillo de Cullera, no obstante, a pesar de su belleza y constituir el monumento por excelencia de dicha localidad, es un ejemplo de la actitud que no debería adoptarse frente al patrimonio. Construcciones, como por ejemplo el santuario edificado en el siglo XIX, han eliminado los vestigios de épocas pasadas, convirtiendo al primitivo castillo en un híbrido, que personalmente, en este caso, lejos de enriquecer empobrece puesto que se han perdido huellas que el tiempo y la historia habían dejado en el edificio.

Recorrer ahora las vicisitudes que a lo largo de las épocas han determinado la función y la importancia del edificio es el objetivo propuesto con este trabajo.

II. LOS INICIOS DEL CASTILLO. FORTIFICACIÓN MUSULMANA

De todos es sabido que en el año 711 se produjo la conquista de la Península Ibérica por parte de los musulmanes, tras una disputa entre dos culturas, entre la recta espada latina y el corvo alfanje arabesco, la cruz y la media luna, el Evangelio y el Corán1, que cambiaría el devenir histórico de la Península Ibérica.

Cullera fue dominada por los bereberes en el año 713, pasando a formar parte de diferentes distritos regionales administrativos en años posteriores2. En los inicios de la dominación musulmana los castillos no poseían el carácter de fortificación defensiva, sino que constituían un recinto que amparaba un poblado rural, y que aprovechaba la orografía para su construcción.

Fue concretamente el siglo XI, transcurridos ya cuatro siglos de dominación musulmana en la Península, en el que con el nacimiento de las taifas, dividiendo el poder central que hasta entonces se focalizaba en el califato de Córdoba, seguido ello de la aparición de los almorávides y la presencia del Cid Campeador3 los motivos que llevaron al abandono de las construcciones rurales anteriores y dieron origen a las nuevas fortificaciones de índole defensiva, pues la creciente inseguridad militar y social así lo propiciaban.

A esta nueva tipología pertenece el castillo musulmán de Cullera, el cual aprovechó en su construcción la morfología de la montaña de les Raboses. Tipológicamente presentaba una planta tripartita y espacios funcionales bien diferenciados4, pudiendo distinguir entre el albacar, cuyo recinto amurallado albergaba a la población en caso de peligro; en el recinto superior y un tanto aislado se hallaba la torre Celoquia, que como construcción edificada más elevada, su funcionalidad se basaba en la de vigilar la proximidad de los invasores, además, de ser el espacio del estado; y la parte inferior, denominada medina que albergaba al poblado y cuyo espacio estaba delimitado por unas sólidas defensas de muralla.

La construcción del castillo se llevaría a cabo sobre construcciones ya existentes.

Al menos, nos habla de otro asentamiento la existencia de antiguas construcciones más arriba del emplazamiento del castillo islámico que Jaime I encontró en su asedio. Quizá el punto más elevado y enriscado, el que presentaba mejores condiciones de defensa, sobre el que se establecieron unos ermitaños en época medieval cristiana y donde se construyeron dos fuertes en el siglo XIX, pudo ser la primera elección de los ejércitos del Islam que llegaron en el siglo VIII, y que adoptaría una estructura sencilla, propia de los castillos rurales. Cabe pensar que con el tiempo este enclave se abandonó y ganó en importancia al actual, quedando el superior como lugar de vigilancia en los casos en que el enemigo sólo pudiera aparecer por el mar. 5

Textos como los de al-‘Udrî, de finales del siglo XI, o los de Al-Idrîsî, a mediados del XII, atestiguan la presencia de murallas y un castillo en la ciudad de Cullera. Así como el Cantar del Mio Cid, obra literaria en la cual el Campeador deja patente la presencia de un castillo en Cullera, así como su propia estancia en el mismo el 15 de Junio de 1094.

Acercándonos a las postrimerías de la dominación musulmana, el papel de la cristiandad va adquiriendo una creciente importancia, alcanzando su zenit en la Reconquista que más tarde abordaremos.

Bajo este contexto, fue cuando Alfonso VII de Castilla y Ramón Berenguer IV, en 1151, que ostentaba el cargo de conde privativo de Barcelona, establecieron mediante capitulaciones de amistad que las tierras del reino de Valencia comprendidas entre el Ebro y el Júcar serían del reino de Aragón, poseyendo de esta manera el castillo de Cullera. El cual fue donado en total integridad a la orden de San Juan del Hospital de Jerusalén en el año 1157. Concretada fue dicha donación por el sucesor de Ramón Berenguer IV, Alfonso II, en abril de 1171, y posteriormente por Pedro II el Católico en 1196.

Hechos relevantes y de considerable trascendencia surgen con la aparición de la figura de Jaime I el Conquistador. Así como sus hechos, importante para conocer los mismos es la obra que narra las crónicas del Rey, el LLibre dels Fets, pues en ella se narra tanto lo acontecido en Cullera como la descripción del castillo. El rey llevó a cabo el intento de sitiar el castillo de Cullera en el mes de Junio de 1235, tras ya un fracasado primer intento llevado a cabo en 1233, cuyo desenlace en nada mejora al de aquel. Jaime I al llegar a Cullera asentó sus tropas delante de la villa, entre el castillo y el río. Entre la Villa y el castillo estaban <>6. Al ver tan repleta de gente la ladera de la montaña la estrategia que optaron para sitiar el castillo se les presento de manera nítida. La utilización de los fundíbulos sería la solución elegida, siendo al mismo tiempo el motivo que imposibilitó la realización de dicho propósito. Ascendiendo por la montaña desde el mar, buscando la altura pertinente desde la cual llevar a cabo el asedio, dos fueron las torres, que desprotegidas, se encontró por encima de su posición, y por tanto, por encima del castillo musulmán. Pudiendo ser ambas, torres de vigilancia enclavadas en puntos altos, por un lado, o restos de un antiguo castillo, cuyo uso se hizo estéril tras la construcción de un castillo de nueva planta a partir de su torre albarrana, tal y como indica el profesor Pedro López Elum.7 Una vez establecida la ubicación de los fundíbulos y viendo factible la empresa de apoderarse del castillo, se percataron de la ausencia de piedras con las que darle utilidad a los fundíbulos, suspendiéndose la expedición.

Transcurridos tres años, en 1238, el 28 de septiembre, para ser más exactos, la cruz latina sustituyó a la media luna en la ciudad de Valencia. Valencia pasó a ser de Jaime I el Conquistador, tras llevar a cabo un pacto con Abu-Giomail-ben-Zeyán, último walí de Valencia, cuya parte esencial del mismo dice así:

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Las preguntas que subyacen de dicho tratado son diversas. ¿Cómo, estando establecido en el pacto que la tregua perduraría hasta el 1245, pues fue redactada en 1238 y en ella se estipulan siete años de tregua, puede estar documentada la posesión de Jaime I del castillo de Cullera en 1239? ¿Es posible que Jaime I violara dicho pacto y tomará por las armas el castillo de Cullera? ¿Fue otro motivo de diversa índole el causante de la cristianización del castillo de Cullera en 1239?

III. CASTILLO MEDIEVAL CRISTIANO.

Si el castillo de Cullera fue asediado o por el contrario, estuvo la paz al amparo de dicha cristianización es un hecho que suscita controversias y discrepancias entre historiadores y cronistas, pues opiniones divergentes del mismo hecho se han llevado a cabo. Así pues, en esta línea encontramos a Andrés Piles Ibars, el cual en su obra Historia de Cullera, se muestra partidario de la idea de que Cullera no fue tomada por las armas, junto con historiadores como P. Bleda, Ribelles o el canónigo Chabás; mientras que cita a Béuter, Escolano y Diago como historiadores que fantasearon ataques a Cullera.9

No obstante fuere como fuere, lo cierto es que la edilicia formaba parte de la cristiandad en 1240, convirtiéndose en un enclave defensivo de considerable importancia. Si bien, cabe mencionar que el castillo no perteneció de forma íntegra a Jaime I, pues el maestre de la orden del Hospital manifestó al monarca la cuestión de quién debía ser dueño de la Villa de Cullera y de su Castillo. Diversas fueron las razones que se adujeron para la susodicha posesión confluyendo ambos intereses el 15 de Julio de 1240.

El Rey, por sí y sus sucesores, dio para siempre al maestre y freires de la casa del Hospital de Jerusalén la mitad del castillo y su término, reteniéndose para sí la otra mitad. La orden entraría en posesión del castillo edificado en la parte superior, y el Rey podría construirse otro debajo de la puerta del castillo que tuviese la orden, si quedaba espacio suficiente; y, si no le había, sería partido el castillo ya edificado. […]

En ningún caso podría el Rey dar, vender, empeñar, o enajenar en cualquier forma el castillo, como no fuese a la orden, o sin consentimiento de ella, si la enajenación no se hacía a la misma. Las mismas obligaciones tendrían para con el Rey el maestre y los freires en caso de venta, donación, empeño o enajenación del castillo por parte de la orden, renunciando, además, al derecho que pudiesen tener a la mitad del castillo que el Rey se retenía.

El dominio compartido entre ambas partes induce a pensar que pudieran llevarse a cabo obras en el castillo. Pues el nuevo sistema social cristiano-feudal imperante, así como una nueva frontera recién trazada instaban a ello, pues se sucedieron algunos vaivenes militares.

Posiblemente, durante la posesión compartida por unos y otros se llevaran a cabo ciertas obras en el castillo, pues el nuevo sistema social cristiano feudal precisaba de espacios de uso permanente, y los tiempos de paz ni mucho menos habían llegado. En 1247 se inició una insurrección de los moros valencianos, que no pudiendo soportar por más tiempo el ominoso yugo del vencedor10, se levantaron contra los cristianos, liderados por Al-Azrach, tal y como haría de nuevo en 1276. Sucumbidas ambas insurrecciones, propiciaron un vacío en el reino que originaron repoblaciones por parte del Rey en 1248.

En este mismo año, 1276, se produjo la muerte de Jaime I el Conquistador, el cual en 1260, cedió el castillo de Cullera a su hijo bastardo Ximen, si bien, pasó en 1273 al que sería su sucesor, su hijo, Pedro III el Grande. El cual ocuparía el trono a partir de entonces. Sin mayor trascendencia, que la de realizar algunas intervenciones en el castillo, pues Cullera suponía una de las cuatro dársenas de la Corona de Aragón, siendo las restantes Barcelona, Valencia, Tortosa y Cullera.11 Finalizado el reinado de Pedro III, le sucedió Alfonso III, su hijo, en 1285. El cual, enajenó el castillo a Jazberto, vizconde de Castellnóu, cuyo linaje se vio recompensado con dicho privilegio por los servicios prestados tanto a la Corona. Ya en el reinado de Jaime II, en el período que abarca los años 1300 y 1303, hay que fijar la época en que Cullera fue incorporada de nuevo a la Corona. Semejante suerte corrió los años posteriores. Pues Jaime II, al contraer nupcias con doña Leonor hija del Rey de Castilla, se consignaron las rentas de diversos castillos, el de Cullera entre ellos, a la reina doña Blanca, hija de Carlos II de Valois. Pasando en 1319 al primogénito de Jaime II.

Durante estos años nació de la unión de las órdenes del Temple y del Hospital, la orden de Montesa. Concretamente en el año 1317, mediante bula papal fue instituida la orden militar de Nuestra Señora de Montesa para defensa del Reino contra los sarracenos, aplicándose a la nueva institución todos los bienes, derechos y cuanto pertenecía a las órdenes que la constituían, entre cuyos bienes estaba presente el castillo de Cullera. Tomándose posesión del mismo dos años después de dicha institución, por parte del maestre fray Arnaldo de Soler.

En 1327 murió Jaime II, sucendióle en el trono Alfonso IV, el Beningno. En su corto reinado, concedió a Cullera varios privilegios, y la enajenó siendo apenas sentado en el trono Pedro IV, el responsable de recuperarla, en 1336.

El reinado de Pedro IV constituye uno de los más fecundos en cuanto a acontecimientos concernientes a Cullera se refiere. Caracterizándose su reinado principalmente por las constantes desavenencias que tuvo con la orden de Montesa en cuanto a las obras en el castillo; las diversas enajenaciones que llevó a cabo de la villa y el castillo y el enfrentamiento con el reino de Castilla y los berberiscos.

La cuantía de veces que enajenó la villa de Cullera es otro de los rasgos característicos del reinado de Pedro IV. Cuyo motivo es sin duda, la falta de dinero. Por esto enajenaba posesiones del Real Patrimonio. Por esto vendió Cullera indebidamente, como lo dice Martín el Humano.12 Lope de Luna, señor de Segorbe, recibió el castillo de Cullera en la dote matrimonial de la infanta Violante; rescatada posteriormente por Valencia, fue empeñada de nuevo villa y castillo en 1344 al noble Nicolás de Janvilla, conde de Terranova. A esta lista, se añade la venta del castillo y de la villa al infante Ramón Berenguer cuyas nupcias de su hija Juana con don Juan Manuel, tuvieron como dote dicha venta, entre otras enajenaciones.

Consolidada la propiedad compartida, y delimitadas las partes, perteneciendo a la orden de Montesa la parte de poniente, con la Celoquia y al rey, la mitad hacia el mar, se inició un periodo de fortificación y defensa tanto de la Villa como del castillo. Si bien, la orden no asumió la parte que le correspondía en la construcción de las obras del castillo. El Rey se presentó en el propio castillo de Cullera en 1339 e hizo sabedor al maestre de la orden de Montesa las obras cuyo fin defensivo debían realizarse: demoler la torre que miraba hacia el mar, también la interior y los lienzos de muro que no reunían las condiciones adecuadas, y, por supuesto, substituir lo derribado; junto a estas disposiciones acompañaba otras de guarnición y munición.13 No obstante, empezaron los conflictos entre ambas partes, pues la orden incumplió lo pactado en 1240, en cuyo pacto se atribuía el pago de los costes a partes iguales entre la villa real de Cullera y la orden -por aquel entonces de San Juan del Hospital- de Montesa como heredera de la anterior. De lo estipulado en 1339 poco fue lo que se materializó, pues en 1353 Pedro IV instó al maestre de Montesa que cumpliera lo establecido en dicho año. Pues los refuerzos de las defensas eran menester, ya que el devenir de los acontecimientos así lo requerían, pues el conflicto con Castilla era inminente. Y constituía una necesidad vital para la villa y el castillo su reforma y mantenimiento de los sistemas defensivos.

Diversas fueron las entradas que Pedro el Cruel realizó en Valencia. Sembrando el terror y la devastación en 1363 en Cullera, siendo ocupada por éste debido a la inferioridad de las defensas, armas, avituallamiento y hombres frente a lo que traían los atacantes14 y reconquistada por el Ceremonioso en mayo de 1364 al asalto, mediante la utilización de ingenios llamados Bou i l’ Acavot, cuyo resultado fue el de importantes destrozos en el castillo.15



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Finalizada la guerra con Castilla, el deseo insistente en las reparaciones tenía esta vez una justificación más que consistente. Pues la importancia de la situación geográfica en la que se hallaba el castillo y la villa, tanto como el riesgo de nuevos ataques, por parte de Castilla; así como por el reino de Granada o los piratas musulmanes, hacían pertinente poseer unas sólidas defensas. Sin embargo, de nuevo brillo el acuerd por su ausencia entre la Villa y la orden de Montesa. Por mandato real, se dictó la obligación que tenían las partes de contribuir de manera equitativa al fin de hacer defendible el castillo. No obstante, alrededor de un año se demoró la ejecución de las obligaciones acordadas, en 1375 aún no fueron llevadas a cabo. La constante retitencia por parte de la orden a contribuir en las obras de defensa, propiciaron que el propio rey pidiera a Clemente V la disolución de dicha orden. No obstante, en el año 1389 la orden seguía vigente así como las protestas hacia la misma. Durante estos años, finales del XIV, el Rey vendió de nuevo Cullera, su castillo, alquerías y territorio a la ciudad de Valencia, en 1381, para finalmente, ser comprada por los propios vasallos del Rey haciéndole entrega de la misma.

IV. EL CASTILLO EN LA EDAD MODERNA.

A caballo entre el fin del siglo XIV y el inicio del siglo XV, más concretamente del 1396 al 1410, el trono fue ocupado por Martín I el Humano, hijo de Pedro IV.

Durante estos años se edificaron diversas atalayas para ampliar la defensa, pues los corsarios empezaban a hacer incursiones por el Mediterráneo. Precaución cuya razón o motivo se reflejará en años posteriores cuando los corsarios lleguen a Cullera. Así como su contribución a la defensa de la Villa, Martín el Humano se preocupó por recuperar lo que antaño perdieron sus antecesores, consiguiendo la redención de Cullera y estableciendo el 19 de diciembre de 1402 un privilegio según el cual, la villa no sería enajenada por fuere cual fuere el motivo.

Tras el reinado de Martín el Humano, finalizaba la vasta dinastía de reyes catalanes de Aragón, para iniciarse, con la figura de Fernando I la dinastía castellana de los reyes de Aragón.

Tras las visicitudes que acompañaron la llegada al trono, en 1412, de Fernando I, el castillo de Cullera experimentó una nueva faceta en su función inexistente hasta el momento. A la utilidad defensiva se le añadió la de prisión. El 30 de noviembre el castillo de Cullera recibiría como prisioneros a doña Margarita de Monferrato, condesa de Urgel, y madre de Jaime de Aragón, así como a diversos criminales más, resultado todo ello de las indiferencias surgidas en el Compromiso de Caspe (1412). Poco más se podría añadir en cuanto a los usos que se le dieron al castillo a lo largo del siglo XV. A lo largo del mismo la función defensiva ha sido la que ha caracterizado al castillo, como demuestra el interés que Alfonso V puso en su conservación. Por último, mencionar la ausencia de la orden de Montesa en documentos de dicha cronología de lo cual se infiere que la orden, fuera por voluntad propia o no, quedó desvinculada de dicho monumento.

El contexto que engloba el siglo XVI fue propicio para el mantenimiento del carácter defensivo tan arraigado en el castillo. Cullera como ciudad mediterránea costera, tal vez no participará directamente en el conflicto que entre españoles y otomanos se desarrollaba por el control de sus aguas, si bien, el temor a un ataque por parte de los otomanos mantenía alerta y atemorizada a la población. A ello contribuye la creciente presencia de piratas berberiscos, que causaban el caos con los constantes saqueos que en enclaves marítimos, como Cullera, llevaban a cabo. Tal y como aconteció en 1503, cuyas consecuencias fueron desastrosas, pues gran parte de la Villa fue incendiada. El castillo sirvió como refugio para las gentes de la población. En 1532 se produjo una nueva incursión pirata, aunque ésta de menor trascedencia e importancia. Más tarde, en 1550 y con el pirata Dragut a la cabeza Cullera sufriría otro asedio, el cual también propició estragos de considerable magnitud. Años antes, a lo largo de la segunda década del siglo, tendría lugar las Germanías. Guerra civil originada en Valencia y Mallorca y cuyo origen fue la voluntad de la población de poner fin a las demasías de la nobleza. En este papel el castillo de Cullera volvió a desempeñar un papel defensivo. Como la fortificación de la Villa no reunía buenas condiciones de defensa, la guarnición, sin disputar la entrada al enemigo, se encerró en el castillo, donde ya se habían refugiado las mujeres y los niños con cuantos objetos de valor tenían en sus casas17.

Es pues, bajo este contexto, en el cual el castillo experimentó durante el siglo XVI numerosas obras para asegurar su mantenimiento y óptimo estado para el uso correspondiente. Un ejemplo de ello es la construcción del Baluarte que data de 1582. Es un espacio macizo de cuatro lados destinado a albergar artillería. Patente queda la preocupación y la importancia por mantener el castillo, pues abundantes son las estimaciones y las inspecciones llevadas a cabo, materializadas en diversas reformas y nuevas construcciones. El castillo, era una estructura heredera de un planteamiento medieval cuyas iniciativas para hacerlo eficaz oscilaban entre la consolidación de las estructuras antiguas y la introducción de otras más modestas que permietieran adaptarlo a nuevos usos y recursos.18 Cabe destacar las intervenciones que se llevaron a cabo en la muralla, que aunque independiente del castillo, motivo de este trabajo, permitió que cesaran los saqueos por parte de los piratas.

No obstante, a finales del XVI la preocupación y consideración que se había tenido del castillo a lo largo de esta centuria fue disminuyendo paulatinamente, pues estas nuevas construcciones, como la muralla o las torres de defensa, reemplazaron al castillo, pues eran éstas las que empezaron a desempeñar las funciones desarrolladas anteriormente por el castillo, la de defensa y la de vigilancia de la costa, llevadas a cabo ahora por la muralla y las torres de defensa respectivamente. Y puesto que eran éstas las que se utilizaban eran las destinatarias de recibir el mantenimiento oportuno.

Con el advenimiento del siglo XVII y con el transcurso del mismo, esperanza ninguna podía albergar el castillo, pues si bien los acontecimientos históricos serían los únicos capaces de devolverle la grandeza que antaño tuvo éstos se tornaron en su contra. Pues con la expulsión en 1609 de los moriscos valencianos se desvanecía la posibilidad de que éstos, en alianza con fuerzas exteriores, llevaran a cabo un ataque en Cullera y fuera el castillo el lugar de resguardo de la población19. Es evidente, que el uso del castillo iva degradándose hasta alcanzar prácticamente el abandono. No obstante, si carecía de valor estratégico para Cullera, progresivo era el aumento del valor como santuario del castillo. Con un creciente fervor y veneración hacia la Virgen de la Encarnación, o denominada también, del Castillo, pues es en dicho lugar donde se custodia. Se celebraron misas a lo largo del siglo XVII y se llevaron a cabo diversas obras para mejorar el santuario, creando espacios propicios para la actividad religiosa.

V. EL CASTILLO EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA.

Dichas construcciones se siguieron llevando a cabo en el siglo XVIII, pues el valor religioso del castillo seguía imperando, hasta tal punto de que ello era el motivo de que el castillo permaneciera erguido en la montanña de les Raboses, y como tal, debía acondicionarse para dicho uso. Esta intensa actividad constructiva eliminó la apariencia medieval del castillo y le confirió la pobretona y lugareña actual20.

A caballo entre el final del siglo XVIII y el inicio del XIX las tensiones políticas originaron, aunque de forma efímera, la recuperación de la consideración del castillo como enclave defensivo. Si bien, esto no impidió que el edificio prosiguiera con la decadencia que llevaba arrastrando. Fue en estos años, en 1806 y 1807, concretamente, cuando se construyeron las revueltas que anteceden al castillo, denominadas Camino Blanco o Camino del Calvario. Durante los conflictos bélicos de la Guerra de la Independencia y las guerras carlistas se realizaron obras en el castillo para mejorar su sistema defensivo. Cullera fue tomada por los franceses desde diciembre de 1811 a julio de 1813. Durante las guerras carlistas se construyeron dos fortines que definitivamente postergaron los sistemas defensivos tradicionales, el castillo y la muralla. Otro aspecto reseñable del siglo XIX y que caracteriza la imagen actual del castillo a la par que abre un amplio debate en cuanto a la consideración del patrimonio, es la construcción del santuario de la Virgen del Castillo como culmen de ese valor religioso que había caracterizado al castillo desde el siglo XVII. Su construcción se concreta entre los años 1891 y 1897. Y en 1922 los franciscanos fueron los encargados de preservar el santuario, cuya capilla pasaría a convertirse en un recinto en el cual los franciscanos ejercieron la docencia hasta su cierre en 1982 con cierto lapso de tiempo en el que se interrumpió, de 1931 a 1944. Una vez finalizada la docencia ejercida por los franciscanos en el castillo se empezaron a emprender trabajos de arqueología a finales de siglo.

Declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento en fecha 27 de abril de 1983, el castillo en la actualidad es el monumento más representativo de Cullera. A pesar de las recientes restauraciones el castillo es visitable. En la actualidad alberga un museo en la capilla gótica del mismo, con la exposición de restos de carácter arqueológico e histórico desde la Prehistoria hasta la contemporaneidad. Su visita resulta enriquecedora tanto en el conocimiento de Cullera como de su edilicia más significativa.

VI. BIBLIOGRAFÍA



  • PILES IBARS, ANDRES: Historia de Cullera. (1893) tercera edición 1979, Ajuntament de Cullera.

  • ARCINIEGA GARCÍA, LUIS: Sistemas de defensa en Cullera: Castillo, murallas y torres, Ajuntament de Cullera, 2003.

  • FONT BORRÁS MIGUEL ÁNGEL: <>, III Jornades d’ Estudis de Cullera. 2000, 7 i Mig, Benicull de Xúquer, pp. 401-421.

Fuentes de Internet.

http://www.nostravalencia.com/cultural/castillodecullera/web/index.htm



http://www.museoscullera.com/el-museo

1 IBARS PILES, Andrés. Historia de Cullera, (1893) tercera edición 1979, Ajuntament de Cullera, p. 113.

2 FONT BORRÁS, Miguel Ángel. <>, III Jornades d’ Estudis de Cullera. 1997, 7 i mig, Cullera, p. 403

3 ARCINIEGA GARCÍA, Luis. Sistemas de defensa en Cullera: Castillo, murallas y torrres, Ajuntament de Cullera, 2003, p.24.

4 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p.25.

5 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p.25.

6 PILES IBARS, Andrés, 1979 (nota 1), p. 136.

7 FONT BORRÁS, Miguel Ángel. 1998 (nota 2), p. 408.

8 ANDRES PILES PAGINA 145,146

9 PILES IBARS, Andrés, 1979 (nota 1), p. 151.

10 PILES IBARS, Andrés, 1979 (nota 1), p. 167.

11 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p. 40.

12 PILES IBARS, Andrés, 1979 (nota 1), p. 236.

13 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p. 42.

14 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p. 46.

15 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p. 46.

16 PILES IBARS, Andrés, 1979 (nota 1), p. 265.

17 PILES IBARS, Andrés, 1979 (nota 1), p. 347.

18 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p. 65.

19 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p. 137.

20 ARCINIEGA GARCÍA, Luis, 2003 (nota 3), p. 137

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