Primitiva casa baroja



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JUAN CARLOS DE GUERRA

ACADÉMICO C DE LA HISTORIA

ENSAYO

DE UN


PADRÓN HISTÓRICO DE GUIPUZCOA

según el orden de sus familias pobladoras

Joaquin Muñoz-Baroja

DE LA


PRIMITIVA CASA BAROJA

1928


PROLOGO

Todas las familias de genuino abolengo guipuzcoano y las es­tablecidas de antiguo de esta provincia tienen sus crónicas escritas en las informaciones de hidalguía. La ley foral era inexora­ble y, bajo la pena de inmediata expulsión, obligaba a justificar puntualmente su nobleza de sangre a cuantos intentaran residir en el suelo sagrado de Guipúzcoa.

Ya en tiempo de los Reyes Católicos, parece se formó al efecto una Ordenanza, que su hábil aunque no bien intencionado cronis­ta y secretario Hernando del Pulgar, llamaba donosamente la Orde­nanza para no ir a casar ni morar allá, burlándose de ella como a quien (en sentir de Floranes) no acomodaba tal vez aquel rigor.

Pero los artículos del Fuero arrancan de la que se estatuyó por las Juntas Generales de Cestona en 1527 y tuvo su confirmación y desarrollo en las de Vergara en 1558, Azpeitia en 1564 y Fuen­terrabía en 1557 Y 1566.

No entramos a examinar todas esas resoluciones que, extracta­das se hallan en el título XLI del citado cuerpo legal, ni tampoco cabe ocupamos ahora de otras mil acordadas posteriormente por el Congreso guipuzcoano desde aquellas fechas a las postrimerías del siglo XVIII, ya acentuando más el vigor de la primitiva Ordenanza para evitar que cayera en desuso, ya mitigándolo, según los prin­cipios de equidad y moderación ganaban terreno y se imponían a los añejos hábitos de nuestros puntillosos progenitores.

Siempre se mantuvo la exclusión absoluta de judíos, moros, negros, mulatos, gitanos, agotes, conversos y villanos, y la necesi­dad de probar hidalguía para obtener el carácter y consideración

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legal de vecinos concejantes; pero se toleró, a título de moradores, la residencia de los que, siendo conocidamente hidalgos por su ori­gen, no tuvieran recursos pecuniarios para acreditar su nobleza con arreglo a derecho.



Aún a esa residencia tolerada se la llamó interina y se exigía por la misma (al menos oficialmente) una sumaria información de limpieza de sangre, que relevara a los moradores de toda sospecha y mala nota. Tal empeño se ponía en salvar los principios del fuero.

El año 1773 se formó un Índice de todos los expedientes de esta clase que a la sazón existían en los archivos notariales de la provincia, el cual se imprimió formando un volumen de 103 páginas en folio menor, bajo la portada siguiente:

«Noticia de las hidalguías y entroncamientos que se han litiga­do ante las justicias Ordinarias de esta Provincia y se hallan en sus numerías, según las listas que los Caballeros Procuradores han presentado a la junta general celebrada en la N. y L. villa de Elgoi­bar en el mes de julio del presente año de 1773 impresa en San Sebastián en la Oficina de Lorenzo Riesgo Montero de Espinosa., Impresor de esta M. N. Y M. L. Provincia.»

La «Noticia; con sus apéndices, que se dieron a la estampa un año después, contiene la mención de tres mil novecientos noventa y nueve pleitos o ejecutorias, siguiendo el orden de pueblos y nu­merías, sin que la prelación de aquellos se sujete a principio algu­no. Pero, a fin de apuntar también alguna muestra de la diversa importancia histórico-nobiliaria de los municipios, trazamos a con­tinuación el estado de Hidalguías y Entroncamientos, comprendidos bajo la denominación genérica de expedientes, con que aparece cada 'pueblo en la referida «Noticia»:



San Sebastián ….. 339

Mondragón …….. 295

Villarreal ….…… 260

Tolosa …………. 234

Fuenterrabía …… 221

Azpeitia ………... 201

Eibar ………….... 196

Vergara ………… 180

Elgoibar ……..…. 163

Anzuola ……...… 113



Cestona …………108

Motrico ………... 108

Placencia ……….. 86

Hernáni ………… 84

Irún …………….. 78

Oyarzun ………… 75

Villafranca ……… 71

Valle de Leníz ….. 63

Zumaya ………… 57

Elgueta …………. 56



Segura ………….. 50

Alegria …………. 49

Berastegui …….... 47

Lezo Pasajes ……. 44

Asteasu …………. 43

Regil ……………. 43

Escoriaza ……….. 42

Rentaría ………… 40

Aya ……………... 39

Deva ……………. 39



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Ataun ………… 36

Ormaiztegui ….. 35

Salinas ……….. 35

Beizama ……… 33

Zarauz ……….. 32

Zumarraga …… 31

Idiazabal …… 28

Orio ………….. 27

Amezqueta …... 26

Villabona ……. 25

Albistur ……… 20

Urnieta ………. 20

Andoain ……... 19

Guetaria ……... 19



Beasain ………….19

Legorreta ……….. 19

Gaviria …………. 18

Cizurquil ……….. 16

Usurbil …………. 14

Elduayen ……….. 13

Legazpia ……….. 12

Ichaso …………... 11

Astigarraga …….. 11

Cegama ………… 11

Lazcano …………. 7

Albacisqueta …….. 7

Vidania …………. 5

Isasondo ………… 4



Alquiza …………... 4

Anoeta …………… 3

Ezquioga ………..... 3

Zaldivia ………….. 2

Mutiloa …………... 2

Aduna ……………. 1

Areria ……………. 1

Goyaz ……………. 1

Gainza …………… 1

Orendain ………… 1

Aizarna ………….. 1

Cerain …………… 1

Alzo ……………... 1


No comprende el índice de que hablamos la villa de Oñate, que a la sazón formaba un Condado independiente, bajo el Señorío siete veces secular de los Guebaras. A fin de suplir esa falta, nos impusimos la tarea de revisar detenidamente el archivo notarial y el del Ayuntamiento de dicha villa, hallando entre ambos hasta trescientos setenta y cinco pleitos de hidalguía, seguidos con las mismas solemnidades legales que los del resto de la provincia, y en unión con ellos forman un total de cuatro mil trescientos seten­ta y cuatro. Todas estas Hidalguías corresponden a los siglos XVI al XIX y comprenden virtualmente la mención de cuantas familias algo acomodadas habitaron en Guipúzcoa durante cuatrocientos años. Para buscar datos de épocas anteriores a que no alcanzan los expedientes nobiliarios, utilizamos las actas de Ayuntamientos y Cofradías, listas de hijosdalgos y repartos foguerales, diligencias de apeo y amojonamiento de terrenos concegiles y otros muchos documentos puntualmente registrados en nuestras personales in­vestigaciones por los archivos de Tolosa, Azpeitia, Azcoitia, Villa­rreal de Urrechua, Zumarraga, Legazpia, Segura, Vergara, Elgueta, Oñate, Mondragón, Arechavaleta, Escoriaza y Salinas de Leniz y en las de nuestro buen amigo D. Serapio de Múgica por 106 de San Sebastián, Irún Fuenterrabía, Cestona, Zumaya y algunas otras villas; así como también los datos sin cuento que nos ofrecen las obras de Garibay, Isasti, Henao, Lizaso y Gorosábel, especialmen­te el apéndice al «Diccionaro Geográfico» de este último autor.

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Con todos estos antecedentes, más con los de otros archivos par­ticulares que nos eran conocidos, formamos durante los años de 1895 a 1912 el «Ensayo de un Padrón Histórico de Guipúzcoa, se­gún el orden de sus familias pobladoras», que publicó la Revista Euskal-Erria» y que llegó a reunir más de tres mil cuatrocientos apellidos. El orden rigurosamente alfabético adoptado, ocasionó que en nuestras investigaciones halláramos nuevos materiales a destiempo, esto es, después de publicada la parte en que les co­rrespondía figurar por su letra inicial; y los utilizáramos formando un folleto de «Adiciones», impreso el año 1818 y que sólo en parte pudo salir a luz en la mencionada Revista.

Durante el curso de estos trabajos tuvimos la satisfacción de que se publicaran en España otros análogos, comenzando por el Índice de Pruebas de la Orden de Santiago, que los Sres. Vignau y Uhagón, fundándose en el gran desarrollo de los estudios históri­cos y la nueva orientación de los mismos hacia lo que sólo signi­fica una escrupulosa, seria y documentada investigación, publicaron el año 1901 y luego en 1903 el de las Órdenes de Calatrava, Alcán­tara y Montesa. A estos Índices siguió en 1904 el de Caballeros de Carlos III por Vignan, después el de Maestrantes de Ronda, Sevilla, Granada, Valencia y Zaragoza por D. Pedro Vela de Almazan en 1905, el de Caballeros de Malta por el Marqués de Rafal y D. Fer­nando Suárez de Tangil en 1911, el de Cadetes de Guardias Mari­nas por D. Juan Moreno de Guerra en 1913, y finalmente, en 1920 el Catálogo de probanzas de los Hijosdalgo en la Real Chancillería de Valladolid, cuyo autor D. Alfredo Basanta de la Riva advierte con razón palmaria que «no es preciso encomiar la importancia de esta colección documental ni la oportunidad de la publicación del Catálogo, por ser notoria hoy que felizmente se inicia un periodo de resurgimiento de los estudios históricos, con tendencia siempre a presentar la prueba documental, verdadero cimiento de la Histo­ria, restringiendo el empleo de apreciaciones y conjeturas, pues aunque necesaria es ciertamente la interpretación de los hechos, no es menos cierto que el abuso del juicio personal es siempre expuesto a errores lamentables, si se deja volar la fantasía y no se fundamenta en el documento auténtico y coetáneo.» Por otra parte añade el mismo autor «Los estudios genealógicos no son en la hora actual los que menos interesan, especialmente en América,

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donde viven millones de hermanos nuestros, cuya huella genealó­gica dejaron aquí sus ascendientes, que, siéndonos comunes, son el mejor elemento de unión, sellado por el vínculo de la sangre».



Es muy cierto que entre esos millones de hispano-americanos a que alude el señor Basanta, se cuentan no pocos descendientes de Guipúzcoa que tienen su progenie matriculada en los asientos de nuestro Padrón Histórico. Las frecuentes consultas a este así lo acreditan, y la dificultad de satisfacerlas acudiendo a los ya viejos tomos de la Revista «Euskal-Erria», nos mueve y alienta para re­producirlo formando un volumen aparte, en el cual se refundan el primitivo texto y sus adiciones, añadiendo a ellas la relación de todas las Hidalguías aprobadas por las Juntas Generales de Gui­púzcoa desde el año 1774 hasta los años de 1859 y 1860, en que ejercieron por última vez estas atribuciones, a favor de los expedien­tes instruidos judicialmente, a instancias de los señores D. Ricardo, D. Pedro y D. Domingo de Orueta, vecinos de Málaga, y D. Juan José Ecenarro, vecino de Tarragona. Son en junto seiscientas ochenta y cinco Hidalguías, según las notas que hemos podido reunir de los Registros de Juntas Generales. A la vez aprovecha­mos esta edición para ampliar algunas Genealogías y aún rectificar­las con noticias bien documentadas que la suerte nos ha deparado desde entonces acá. No queremos, sin embargo, lisonjearnos en modo alguno de haber hecho una obra completa. Baste a nuestros empeños la confianza de que ha de resultar utilísima para orientar bien las investigaciones genealógicas en nuestra provincia y aún provechosa para reavivar en los guipuzcoanos la memoria de sus progenitores, memoria siempre venerada para quien sepa sentir los dulces e íntimos afectos del hogar familiar y en algún modo condu­cente a consolidar su consideración social, que no en vano se dijo: «El nombre va delante del hombre».

A


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