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Legitimación-deslegitimación, construcción inmanente-no inmanente



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Legitimación-deslegitimación, construcción inmanente-no inmanente

Una vez localizados los sujetos o actores que toma cada autor como tema, pasamos a plantear la siguiente cuestión: el valor que otorgan estos autores a cada sujeto, en el doble sentido de su valoración positiva o negativa, de legitimación o deslegitimación del mismo sujeto, o de la perspectiva utilizada para definir cada sujeto, si parte de la intencionalidad de este o se analiza desde el exterior.


Carlos Garaikoetxea analiza al nacionalismo como parte de su propia vida y ejecutoria política. Haber sido presidente del PNV, de EA y lehendakari del Gobierno Vasco en una etapa crucial para la historia de nuestro país no es un bagaje desdeñable, en un contexto, además, donde los políticos nacionalistas muestran muy poco interés en escribir acerca de los acontecimientos que protagonizaron. Su libro constituye la originalidad que tenía que ser normalidad, la de una interpretación fijada de la historia del nacionalismo en el periodo de transición democrática desde la perspectiva nacionalista. Para Garaikoetxea la ejecutoria del nacionalismo, en una época decididamente tormentosa, redundó en la creación de un autogobierno, en la reactivación económica de Euskadi tras la brutal crisis industrial de comienzos de los 80 y significó también la primera reacción cívica en contra de la violencia de ETA. Como se ve, Garaikoetxea considera al nacionalismo como un factor muy positivo para Euskadi.
Antonio Elorza, plantea al nacionalismo y a las ideas y grupos políticos o sociales que lo sostuvieron dentro del contexto del Estado español, del proceso de modernización de este. Los intereses de una determinada clase dominante de ámbito local crea toda una mitología sobre un ente nacional imaginario. Ello da como fruto a una religión política, que es la que crea Sabino Arana, y que se basa en la repulsión de lo español y la violencia. ETA sería la culminación de este proceso. Para Elorza el nacionalismo está genéticamente condicionado a plantear la violencia y la exclusión étnica, por tanto toda forma democrática del nacionalismo sería accidental.
Elorza entiende que es la historia del País Vasco se encuentra dentro de la historia del Estado español (en tanto a formación de dicho Estado español) y que, por tanto, la reivindicación nacionalista vasca no constituiría otra cosa que la superchería política de una elite local que pone trabas a un determinado proceso de racionalización estatal planteando su propio espacio de poder. La valoración de Elorza sobre el sujeto del nacionalismo es muy negativa, ya que lo hace responsable de la enajenación política de Euskadi y de la violencia. Pero su análisis, en lo que se refiere a la definición de la problemática actual, es externo, no toca la historia de ETA y del MLNV y plantea una hipótesis sobre el presente en base a toda la historia de las provincias vascas anterior al surgimiento de ETA. Su historia se para, realmente, en 1936, pero sus conclusiones quieren servir para definir toda la historia presente y para calificar, negativamente, al presente nacionalismo.
El de Josemari Lorenzo Espinosa es un trabajo de carácter más explicitamente político. Su perspectiva es bien sencilla: mirar la historia y las declaraciones del nacionalismo en el periodo de la transición postfranquista, a la luz de la presencia del pensamiento de Sabino Arana. El objetivo político de este texto es demostrar que los actuales líderes del nacionalismo y los actuales partidos PNV y EA han renegado del objetivo de la independencia y que lo único que buscan es un lugar cómodo y beneficioso a la sombra del paraguas estatal español. El sujeto del nacionalismo es valorado muy negativamente, por considerar que participa del ser “estatal” español: “La complicidad del PNV en la construcción de España podrá ser justificada o discutida, pero jamás negada. De todos modos, no se trataba más que de continuar la política de Aguirre, ni siquiera interrumpida por el 18 de julio franquista”. Como se ve, esta teoría choca frontalmente con la de Antonio Elorza, aunque, al contrario que esta, tenga como base declaraciones y documentos de los partidos y los líderes nacionalistas durante la transición política.
Y surge la pregunta: ¿por qué se da esta preocupación por la actualidad de Sabino Arana por parte de un historiador de los aledaños del MLNV? El libro de Lorenzo Espinosa responde claramente a una coyuntura política concreta (la realidad de la Euskadi tras las elecciones del 13 de Mayo del 2001) y su valoración, negativa, del sujeto del nacionalismo se debe a un objetivo complementario de valoración positiva de otro sujeto, el MLNV, que, dado la ausencia de otras referencias, quedaría como el único representante genuino del nacionalismo sabiniano. El retroceso electoral de Batasuna marca una necesidad insoslayable de plantear una lucha ideológica contra al alternativa nacionalista vencedera en esas elecciones. El mensaje de Lorenzo Espinosa es el siguiente: “Sin el PNV es difícil que podamos ser independientes. Con él, es imposible”. Esta frase recuerda a la que uno de los creadores de ETA, Julen Madariaga, solía repetir según Txillardegi: “La liberación de Euskadi pasa por la destrucción del PNV”. En este caso, la destrucción del proyecto político del PNV y el apropiamiento de sus bases sociales y de sus referencias ideológicas, que es representativo de la historia de ETA, alcanza una formulación puesta al día gracias a este libro.
En lo referente al actor-sujeto MLNV, Izaskun Sáez de la Fuente y Juan Aranzadi plantean un enlace de esta realidad con la historia del nacionalismo y su influencia en Euskadi. Para ambos autores, la valoración del sujeto del MLNV es francamente negativa. La socióloga bilbaína opina que el MLNV crea un modelo de comunidad cerrada, donde la violencia es un instrumento ritual de cohesión social, una forma desplazada de religiosidad devenida en religión política. Aranzadi piensa que la violencia de ETA es expresión localizada de la ideología democrática occidental, de la lógica cristiana martirial que exige víctimas y que se traduce en esa ideología democrática justiciera.
Izaskun Sáez plantea, de una forma poco integrada, una doble perspectiva. Hace un análisis inmanente del sujeto MLNV, haciendo uso de su documentación interna más moderna, pero también parte de una hipótesis y de un contexto que no se corresponde con la naturaleza estricta del movimiento, ya que el tránsito de una comunidad religiosa a una comunidad política, que rastrea en el MLNV, plantea cambios cualitativos que muestran los límites del concepto de la secularización aplicado a este sujeto. La propia voluntad política del MLNV queda en un lugar secundario. Lo que constituye un error, al tratar de un sujeto político-militar, donde la dimensión estratégica marca su dinámica. Lo mismo pasa con Aranzadi: la transición del pensamiento religioso al político constituye un tema tan amplio y tan omniabarcante que puede servir para explicar cualquier cosa. Aranzadi, además, plantea un análisis fundamentalmente externo, basado en inferencias, donde la teorización propia del MLNV brilla por su ausencia.
El libro de Mario Onaindia, en este sentido, es más clarificador. La valoración que hace de la ETA es francamente positiva. Para Onaindia ETA representa, junto con otras realidades políticas y sociales, una nueva forma de antifranquismo, que radicaliza las protestas cuasi testimoniales de los partidos vascos históricos, como el PSOE y el PNV, y va apropiándose de sus bases sociales. Ve el espíritu de ETA paralelo al de otras nuevas organizaciones, como CCOO, que marcan una nueva forma de hacer la oposición desde el interior. Onaindia contempla, también, a ETA como fruto de la gran efervescencia política de los 60, heredera del espíritu guevarista, inmersa en la idea de la revolución mundial que en aquellos tiempos estallaba en tantas partes del mundo. Y concluye: “Por lo tanto, cuanto más solos nos encontráramos, incluso cuanto mayor fuera el rechazo de los sectores burgueses ante nuestra voluntad de lucha, mayor era la evidencia de que íbamos por el buen camino... De esta manera nos convertíamos en la más absoluta negación del sistema, y el resto de las fuerzas políticas o sociales solo podían salirse de la lógica absorbente del sistema en la medida en que colaboraban con nosotros”.
Para Onaindia ETA surge como ruptura con el nacionalismo del PNV tanto en el terreno de la ideología (muestra a las claras el silencio de los primeros activistas de ETA respecto a Sabino Arana, su propio desprecio personal hacia el y su adhesión a una ideología marxista-leninista) como en el de la organización (pues pertenece al carro de nuevas organizaciones revolucionarias antifranquistas surgidas al calor de la expansión de las nuevas formas de acción revolucionarias derivadas del mayo del 68). Si bien Onaindia omite explicitar algunas cuestiones (el propio papel de ETA de creación de nuevas formas de organización política no armada) plantea una buena explicación inmanente al propio sujeto utilizando su propia autobiografía. La secularización y la raíz religiosa de ETA son dos temas, por ejemplo, a pesar de que fue novicio, que no aparecen por ninguna parte.
El sujeto de los medios de comunicación es valorado negativamente por parte de Petxo Idoiaga y José Ignacio Ruiz de Olabuenaga. Para Idoiaga constituyen un instrumento de confrontación política: “los medios de comunicación, la mayoría de ellos, sostienen la postura de la división sectaria a la hora de definir y proyectar el conflicto, al componer los discursos y argumentos ante el conflicto. El fondo de su información no es sostener la pluralidad, sino imponer una serie de tesis por encima de otras, y es el antinacionalismo el contenido de esas tesis”.
Cuando Euskadi se convierte en sujeto sociopolítico, y la perspectiva se amplia hacia una vía concreta de resolución del problema de la violencia y del conflicto político, la valoración tanto de Zallo_como_Antoni_Batista'>Ramón Zallo como Antoni Batista es francamente positiva. Así como Zallo considera que la transversalidad de las alianzas políticas entre nacionalistas y constitucionalistas se debería de dar desde la aceptación de estos últimos de algún tipo de derecho de autodeterminación, Batista entiende la transversalidad como una necesidad de tipo social, que afecta a la convivencia y a la necesaria estabilidad de una sociedad sometida a los embates de las tormentas políticas. El estudio jurídico de Luis Sanzo, sin embargo, no es tan optimista, y plantea los problemas jurídicos y políticos para llegar a un acuerdo que conjure el riesgo de la fractura social en Euskadi. Luis Sanzo apuesta por el consenso político de los partidos democráticos como solución al problema y por la voluntad política prioritaria para conseguirlo.
Finalmente, el sujeto de las víctimas de ETA es valorado positivamente por parte de José María Calleja, desde su adscripción personal temprana al mismo. Por tanto, Calleja trata el tema desde su doble condición de periodista y víctima. Considera a las víctimas, y también a sus colectivos, como Basta Ya, como uno de los pocos rasgos de dignidad que le quedan a una sociedad vasca que el no duda en calificar del “enferma”. Mientras tanto, Paddy Woodworth interpreta a el GAL como una enfermedad de la democracia española que, pese a los avances dados, todavía no está completamente curada, en tanto la necesidad de admisión por parte del Estado de las responsabilidades en este tipo de guerra sucia y en tanto no llegar hasta el fondo de esas responsabilidades.
¿Qué futuro construir?
Como podemos ver, los sujetos-actores así como los autores de sus semblanzas son múltiples y representan la complejidad del problema vasco, lleno de interpretaciones no sólo contradictorias sino absolutamente ajenas entre ellas. El objetivo de construir un futuro, referido a cada uno de los sujetos-actores, es evidente. Garaikoetxea apuesta por una construcción de la nación desde el proceso abierto en 1979 con el Estatuto de Gernika, hacia nuevas cotas de autogobierno. Elorza da su voto por una admisión por la Estatalidad española, en tanto proceso inevitable y deseable, donde las reivindicaciones nacionalistas vascas no pueden tener cabida, al ser incompatibles con la democracia. Zallo plantea la creación de una mayoría autodeterminista que prescinda de la violencia de ETA e integre a Batasuna. Sanzo apuesta por un nuevo pacto político donde participen la mayoría o la totalidad de las fuerzas políticas vascas.
Se podrían inferir otros tantos futuros en función de los libros que hemos comentado. Pero nuestro análisis para aquí, con la intención de haber dado cuenta cumplida de la variedad y la complejidad que siempre acarrea un problema sangrante como es el que aqueja a nuestro pueblo, con la violencia y el escenario de división política.

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