La izquierda en el gobierno y en la base social (261); La aplicación del programa después del triunfo en las municipales (275); Los intentos de diálogo con la DC (285); 1972: la insurrección de la burguesía disputa la calle a la izquierda (296); El “poder popular” y el éxito de la UP en las elecciones parlamentarias (307); La ofensiva golpista final: la izquierda a la defensiva (318); El martes 11 de septiembre de 1973 (332).
La izquierda en el gobierno y en la base social El 3 de noviembre, en un clima de polarización, Allende asume la presidencia ante el Congreso reunido en pleno. Los intentos sediciosos de evitar su asunción, la difusión de una atmósfera de incertidumbre financiera provocada por declaraciones de funcionarios del gobierno saliente, las contradicciones internas que ya muestra la UP, el estado de movilización de partidarios y adversarios y la sistemática campaña de la derecha tendiente a restar legitimidad al nuevo poder, redundan en un ambiente de intranquilidad social y política. El efecto es atenuado por las dificultades para que la oposición derechista y la demócrata cristiana encuentren un terreno de entendimiento.
En este cuadro, Allende inicia su gobierno dispuesto a aplicar el programa, si bien no cuenta con la mayoría parlamentaria.El clima social y los nuevos aires de la política indican que ya nada será igual en el país. Osvaldo Puccio G., su secretario privado por muchos años, recordará en sus memorias el cambio en los hábitos institucionales que el nuevo presidente parece anunciar con su estilo:
“Tomado el juramento de los nuevos ministros, se cerró la sesión del Congreso Pleno y el Presidente Allende salió con su ministerio a la calle. Ahí se marcó el primer cambio que introdujo el nuevo Gobierno. El Presidente Frei había llegado en carrozas. Las carrozas eran símbolo del Presidente: del siglo XIX, adornadas, tiradas por caballos, muy hermosas. Allende despachó las carrozas desde el Congreso Nacional al museo. Por primera vez un Presidente de Chile salió a pie del Congreso Pleno hasta la Catedral, donde se hacía el Tedeum de gracias que es tradicional”. Con la instalación del “gobierno popular”, la izquierda inicia el período más intenso, agitado y productivo de toda su historia. Cientos de miles de obreros, profesionales, mujeres, jóvenes, campesinos, militantes, simpatizantes, dirigentes de partidos y organizaciones sociales, desarrollan una actividad política vital y cotidiana que marcará a fondo la memoria de protagonistas, adversarios y espectadores. Visiones Ideológicas un poco más o un poco menos “razonables”, informes, estudios, evaluaciones, propuestas, acuerdos, desacuerdos, solidaridades, agresiones, marchas, cantos, diarios, revistas, obras de arte, en múltiples expresiones, se plasman en días que para los izquierdistas tienen la intensidad de meses y en meses densos como años. En esos años “todo es política”, no por un desvarío de la razón totalitaria sino por experiencia cotidiana.
Aún con la distancia que da el tiempo transcurrido es casi imposible una síntesis eficaz de lo que el período significa para los hombres y mujeres que conformaron la izquierda entonces. Las esperanzas son inconmensurables, especialmente en los grupos de menor experiencia política y en aquellos que viven en las peores condiciones. Al fin y al cabo, han sido decisivos en la victoria, como escribe el filósofo Luis Oyarzún sobre el triunfo de Allende:
“Los ganadores de esta batalla electoral no son propiamente los políticos, ni Allende, ni los comunistas ni los hombres de partido [...] Han triunfado los jóvenes y los sin casa [...] Lo que pugnaba por emerger, siempre con triunfos o derrotas a medias, ha abierto hoy la brecha”. Independientemente del prisma ideológico y de la interpretación histórica, los chilenos viven días de una intensidad cuyo recuerdo no ha podido ser borrado. Darío un activista sindical y poblacional que del PC se ha pasado al MIR, registra para la historia escrita por J. Del Pozo esa intensidad de compromiso y de vida política que caracterizó los tiempos de la UP:
“Yo entregaba 14 o 15 horas de trabajo a nivel político. Me casé, tenía un salario del partido que me alcanzaba para los cigarrillos y la locomoción, partía con reuniones desde las 9 de la mañana hasta las 4 de la tarde, porque yo me ocupaba de 2 o 3 sindicatos, y después tenía que hacer otros frentes. Llegaba a la casa a las 2 o3 de la mañana, y al día siguiente lo mismo. En mi vida el partido ocupaba el primero, el segundo y el tercer lugar ... Casi no viví en mi casa esos tres años. Mi esposa y yo vivíamos cerca de mi suegra y ella por lo menos la alimentaba. Yo me aparecía una vez al mes, o cada dos semanas. Esa era mi relación familiar. Mi hijo prácticamente no tuvo padre hasta los seis años, porque yo estaba convencido de mis ideales y de compromiso con la revolución”
Esa intensidad de vida tiene lugar en un país que se polariza, donde otra población, tan numerosa como la de izquierda, rechaza con energía los cambios que ve venir. Más allá de lo que aquello significa, ya sea revolución, justicia o democracia, el recuerdo popular de esos años es el de una inmensa pasión colectiva. El intelectual español Manuel Castells, que vive el tiempo de la UP como marxista revolucionario, dice en una sus obras:
“Toda nuestra vida proseguiremos, desde donde podamos y en lo que podamos, el trabajo y el contacto con las masas chilenas de los que este libro es reflejo. Y apretaremos los puños. Para transformar la rabia y el dolor en fuerza para golpear. Con el puño cerrado”
El 5 de noviembre Allende, ante cien mil personas reunidas en el Estadio Nacional, reitera una convicción básica para su proyecto: Chile puede avanzar al socialismo por la “vía institucional”. En los partidos de izquierda, sin embargo, hay sectores que divisan ya las limitaciones del intento y postulan que “se ha ganado el gobierno pero no el poder” o, como dirán años más tarde, “la cuestión del poder permanece irresuelta”. Para Allende la óptica es otra:
“Chile reúne las condiciones fundamentales que, utilizadas con prudencia y flexibilidad, permitirán edificar la sociedad nueva, basada en la nueva economía. (...) Chile, en su singularidad, cuenta con las instituciones sociales y políticas necesarias para materializar la transición del atraso y de la dependencia al desarrollo y a la autonomía por la vía socialista. La UP es, constitutivamente, el exponente de esta realidad”. La llegada de Allende a la presidencia provoca atención mundial: es la primera vez que un candidato declaradamente marxista y revolucionario alcanza el poder presidencial por la vía electoral. En algún momento los clásicos del marxismo habían visualizado esta posibilidad, pero era una hipótesis puramente teórica. Como el propio Allende diría meses más tarde en su mensaje al Congreso del 21 de Mayo de 1971 (fragmentos en pág. ...), la de Chile es una experiencia que inaugura, por primera vez en la historia, un “segundo modelo de transición al socialismo”, cuya característica esencial es que no requiere de la “dictadura del proletariado” para su construcción. El anuncio provocará un impacto considerable en la izquierda, particularmente en aquellos países de Europa Occidental en que la izquierda, socialista, socialdemócrata o comunista, busca desde hace años concepciones teóricas similares a las que parece representar la UP en Chile. Orlando Millas recuerda veinte años más tarde el significado del mensaje de Allende y la posición de los comunistas:
“El Mensaje Presidencial al Congreso Pleno del 21 de mayo de 1971 tuvo carácter definitorio [...] Lo notable es que, a pesar de nuestro apego a los soviéticos y de los reparos suyos [de Allende] a ello, enfocamos con una gran identificación los asuntos concretos, vivos y efectivos del cumplimiento de las tareas que en el Chile de los años 70 nos habíamos propuesto. Podíamos diferir al invocar definiciones universales, pero coincidíamos en lo que estábamos haciendo.”