Teórico 2
Docente: María Rosa del Coto 1/4/2014
Tema: objeto y principios de la Lingüística de la Lengua; características de la lengua y del habla; concepción del sujeto hablante/oyente. Características de la Semiótica de Primera Generación. Características de las Lingüísticas discursivas. Características de la Semiótica de Segunda Generación. Introducción a la teoría peirciana. .
Veamos la primera diapositiva con la que inauguramos la clase.
En esta diapositiva, como ven, tenemos nuevamente la cuestión del objeto, acá más desarrollado. La lengua, entendida como sistema de signos. Nos vamos a centrar dos minutos en la noción de “sistema”. ¿Cómo se define un sistema? Un sistema está conformado por un conjunto finito, (cantidad definida) de elementos, pero cada uno de estos elementos se define por oposición, esto quiere decir que es lo que ninguno de los otros elementos con los cuales hace sistema, es. O sea, cada elemento es lo que no son los otros con los que hace sistema. Esto quiere decir que un elemento va a tener en común con todos los otros elementos del sistema muchas características. Pero va a tener siempre una que lo defina de cada uno de los demás, si no sería idéntico a otro que está formando parte del sistema, o sea, sería el mismo. Dicho de otro modo, todo elemento del sistema se define negativamente, esto es, por oposición; por ser lo que los otros no son. Debe quedar claro que para definirse necesita de los otros elementos que conforman el sistema. Esta es la idea de sistema. Y el sistema de que se trata aquí es el de la lengua, el que está compuesto por signos. Para Saussure, el signo está compuesto por dos caras, es bifásico, una de ellas es el Significante y el otro es el significado, y ambas son psíquicas, como subrayaremos más tarde. Nos centramos ahora en los Principios. Tengo que aclarar que hay más principios pero nos quedamos con dos que son los que nos van a permitir después diferenciar con claridad las lingüísticas discursivas de la estructural o de la lengua, y comparar también las propuestas saussureana y peirciana respecto a la problemática de la significación. A nosotros no nos interesa desarrollar el tema de la lingüística saussureana en sí, solamente prestamos atención a algunos elementos que la constituyen, porque ellos nos permitirán luego, ver cómo esos elementos son considerados por la semiótica de primera generación, y cómo las corrientes lingüísticas posteriores a la saussureana se enfrentan a esos elementos.
Entonces, de los principios de la lingüística de la lengua, seleccionamos dos y el primero que es el binarismo. Este principio se relaciona con el hecho de que toda la teoría se organiza en función de pares de oposiciones. Recuerden lo que dijimos del libro de Levi-Strauss Lo crudo y lo cocido. Entonces, en líneas generales, los pares oposicionales implican una elección, o sea que se impone una perspectiva dicotómica (Algo es tan opuesto a otro algo que hace que el investigador tome uno de los miembros de la oposición y deseche el otro). En el esquema saussureano, cuando hay oposiciones casi siempre se elige uno y se desecha otro.
El binarismo fundamental o matriz es la distinción que se construye a partir de los componentes del lenguaje. Saussure parte del lenguaje y dice que es un fenómeno heteróclito (heterogéneo) y esto hace que vaya “a caballo de distintas disciplinas” o sea, que no se enmarque en una única disciplina o ciencia sino que forme parte de varias, lo cual impide que se lo analice con cierta rigurosidad. Entonces él dice que el lenguaje está conformado por dos grandes partes, podríamos decir: La Lengua y el Habla. Esta es la oposición básica o matriz, la fundamental. Por eso decíamos que se va a quedar con uno de estos dos elementos (La lengua) y ese elemento seleccionado se convierte en el objeto de su estudio.
Pero además hay otros pares de oposiciones. Está la oposición entre Sincronía y Diacronía, o sea, la lengua se puede estudiar en un estado determinado, en un momento determinado de su evolución, es decir, en Sincronía. O se puede estudiar la evolución de la lengua: en este caso se hace un análisis o estudio en diacronía. La lengua a lo largo de los siglos se va modificando a instancias del habla.
Esta oposición también tiene carácter dicotómico. Saussure dice: “Hay que estudiar la lengua en sincronía”. De alguna manera desecha estudiarla en diacronía. (Se puede estudiar en diacronía, pero es necesario que antes se la estudie en sincronía, lo que hay que oponer son los distintos sistemas: o sea que primero tiene que hacerse un análisis del sistema de la lengua a lo largo del tiempo y ver si efectivamente los cambios que se producen son estructurales o no lo son, (en este último caso son aparentes, lo que implica que, desde el punto de vista del sistema, no son sistemáticos, son, sí, cambios, pero no trascendentes desde el punto vista del sistema, es decir, son incapaces de modificarlo.
Otro par de oposiciones es el de las relaciones asociativas versus las relaciones sintagmáticas. Así lo presenta Saussure, pero autores posteriores van a hablar de paradigma y sintagma o de relaciones paradigmáticas y de relaciones sintagmáticas. La lengua puede ser considerada como un conjunto de paradigmas. Los paradigmas instalan relaciones “en ausencia” y forman parte de la lengua; mientras que los sintagmas establecen relaciones “en presencia”. ¿Cómo se traduce esto? Yo puedo decir “El pizarrón es verde”. Cuando, por ejemplo, formulo una oración o fragmento de oración, estoy actualizando la lengua, es decir, estoy realizando una operación –los distintos autores se manejan, (esto desde Jakobson), con dos grandes operaciones: la de selección, y la de combinación. En el caso de la que nombramos en segundo término, la combinación se da entre los elementos elegidos, y se produce en base a las reglas de la propia lengua. Entonces, tenemos una selección de todas las palabras que forman el castellano (recordemos que la lengua no está completa en el cerebro de cada uno de los hablantes: allí se presenta siempre parcialmente, sino que está completa ―se presenta en su totalidad― en la masa hablante). Dado que cada hablante/oyente tiene incorporada parcialmente la lengua, para usarla pone en funcionamiento las dos operaciones nombradas; así, de acuerdo a la perspectiva jakobsoniana, construir una frase implica seleccionar términos y combinarlos. De ahí que uno pueda armar la frase: “El pizarrón es verde”.
Ahora, esas son operaciones “en presencia” porque están actualizados los términos; pero también tenemos que cada uno de ellos va a implicar otro conjunto de elementos, los cuales no están actualizados, aunque podrían haberse actualizado. Pongamos simplemente el caso del “EL”. En vez de “EL” podríamos decir “UN” y sería perfecta la relación: “Un pizarrón es verde”; o también podríamos seleccionar “ESTE” y decir “Este pizarrón es verde”; o “AQUEL” y decir “Aquel pizarrón es verde”; o “ESE” y tendríamos “Ese pizarrón es verde”; vean que tenemos varias posibilidades, cuando se elige una quedan las otras “en ausencia”. Las posibilidades que quedan en ausencia, como las que se actualizan, forman parte de la lengua. Pero las que no se emplean quedan en ausencia en el paradigma.
Lo que importa es que, para Saussure y sobre todo para los lingüistas posteriores a él pero que siguen sus principios y conceptualizaciones, es el primer término el que se va a tomar. O sea el paradigma. El sintagma está relacionado con el habla e importa menos, no se lo va a considerar.
Para terminar, vamos a ver qué es ese principio que se denomina inmanencia. “Inmanencia” quiere decir “interno”, “en sí mismo”. El principio de inmanencia está relacionado con la idea de sistema. La idea de sistema es la que garantiza que no se salga del sistema. O sea, para definir un elemento de la lengua, yo no tengo que salir del sistema de la lengua; dicho de otra manera, no tengo que relacionarlo con lo extra lingüístico nunca, me quedo siempre en el dominio de lo lingüístico. Eso es inmanencia. Y la inmanencia es aquello que se le critica a la semiótica, lo habrán oído mil veces: “la semiótica se queda en la descripción interna, nunca se relacionan los elementos textuales con el exterior, con lo social”, etc. Eso efectivamente sucede en la semiótica de primera generación y hasta por ahí nomás. Pero se lo podemos achacar con pleno derecho a muchos trabajos de la semiótica de primera generación; no a los de la segunda generación, porque las distintas vertientes que la constituyen no se basan en los criterios que estamos relevando. Si nos basamos en el criterio de inmanencia no salimos del terreno de la lengua, o del mensaje.
Entonces, nos enfrentamos al nódulo central, fundamental, básico de la lingüística saussureana.
Se trata de la oposición matriz, la que permite identificar cuál es el objeto de estudio que, como sabemos, se trata de la lengua. Vamos a prestar atención, entonces, a algunas de las características que presenta la lengua y a algunas de las características que presenta el habla, como lo muestra la siguiente diapositiva.
La lengua se presenta como un fenómeno social. Para Saussure la lengua es una institución social. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que es algo que se impone al sujeto hablante-oyente. Dice Saussure que este sujeto hablante-oyente no puede individualmente, no puede por sí, modificar nada de la lengua, tiene que aceptarla como viene, en bloque, debe, sin cortapisas, someterse a ella. Lo que esto nos dice es que la lengua funciona sobre los sujetos que hablan una determinada lengua como un condicionamiento fuerte, es algo que, como decíamos, se impone al sujeto y que éste no puede modificar por sí mismo, según su deseo.
Por supuesto que las lenguas se modifican a lo largo del tiempo, esto demanda mucho tiempo, pasan varias generaciones para que esto se produzca, precisamente porque los cambios se van a producir en la otra área, no en la lengua en sí, sino en el habla. Ahora bien, tiene que haber una especie de consenso generalizado ―esto se tiene que tomar de una manera general― que hace que se acepte, por convención ―podríamos decir―, el cambio o que no se le acepte. Los cambios siempre surgen individualmente, pero necesitan del consenso de la masa hablante ―como lo planteaba Sauusure. Entonces, ¿qué es lo que tenemos que rescatar de este primero elemento? Que la lengua es un elemento coercitivo, que ejerce una fuerza restrictiva, condicionante, sobre los sujetos hablantes y oyentes.
Frente a este fenómeno encontramos en el Habla, su opuesto; o sea, el habla se caracteriza por ser un fenómeno individual, lo que quiere decir que una vez que el sujeto hablante-oyente tiene incorporada parte de la lengua (parte de lo que Saussure denominaba como “El tesoro de la lengua”), la puede usar a su arbitrio. O sea, puede usarla como quiera, para decirlo de manera rápida.
Esto implica que, para esta teoría, en el campo del habla, ya no existe coerción, el individuo es libre.
Esto repercute fuertemente en relación con el modo en que la lingüística saussureana va a pensar al sujeto. Pero esto lo vamos a ver dentro de un momento. Por ahora estoy detallando qué características presentan la lengua y el habla, y aquí lo que nos importa es esto que habíamos puntualizado, en un lado, tenemos algo que se impone: una coerción, una limitación; en el otro, una libertad absoluta.
El segundo elemento importante para nosotros, importante porque esto que subrayábamos recién ―y lo seguiremos subrayando posteriormente―, nos va a servir luego para establecer la comparación entre Saussure y Peirce. O sea, todo lo que estamos diciendo y, sobre todo, lo que subrayo, son elementos que luego vamos a retomar puntualmente para establecer una comparación con la lingüística que le sucede, vamos, así, a ver los puntos centrales en los cuales se diferencia una teoría de la otra. Por eso hacemos todo este recorrido y consideramos ―del conjunto de características, que en este caso presenta la lengua opuesta al habla―: aquellas características que nos permitan luego hacer la confrontación entre un modelo y otro.
Pasamos entonces al segundo elemento. Este es un elemento muy importante: La lengua se define como un fenómeno psíquico. Sabemos que la lengua es un sistema de signos y que los signos se conformaron también por dos “partes”: el significado y el significante; pues bien en la teoría saussureana, ambas partes son psíquicas. Esto quiere decir que no nos vamos a enfrentar, cuando hablemos de la lengua, a nada que se pueda asimilar a la materialidad. Cuando decimos materialidad estamos pensando en el sonido fónico: conjunto de sonidos que han sido seleccionados de los que podemos realizar con nuestro aparato fonador para producir, por combinación, morfemas, palabras, dentro de una lengua determinada.
Esto también hay que subrayarlo, porque generalmente se piensa que el significante implica materialidad y para Saussure esto no es así: los componentes de la lengua son inmateriales, si queremos plantearlo de esa manera; son entidades psíquicas. Esto se observa también en el hecho de qué ―recordemos que en la clase pasada habíamos dicho que Saussure se preocupaba por relacionar su proyecto científico con otras ciencias, y hablábamos ahí de la semiología y de la lingüística―, y de otras ciencias que vienen a abarcar a cada una de estas dos que les indiqué. Y esas otras ciencias son: la Psicología social y, englobándolas a todas, la Psicología. ¿Por qué se le ocurre esto a Saussure? Simplemente por esto que estábamos diciendo: porque define a la lengua como una entidad meramente psíquica; entonces, en última instancia, va a depender de la psicología, que se ocupa de entidades psíquicas.
Enfrente tenemos el Habla, y en relación con esta característica (Lengua como fenómeno psíquico), tenemos que el Habla aparece como un fenómeno sustancial. Esto es, como un fenómeno que podríamos denominar, material. En el habla es donde encontramos los sonidos efectivamente producidos, pero, reitero, si estamos hablando de la lengua, eso no sucede. La cuestión de lo psíquico y lo sustancial está en relación también con el elemento que aparece al final, lo del carácter esencial o no esencial que tiene la relación Lengua-Habla. La cuestión la plantea Saussure a partir del ejemplo del ajedrez, que es un ejemplo al que solía recurrir mucho. Pone el siguiente caso: estamos frente a una partida de ajedrez, ¿qué es lo que importa? Esta es la pregunta que se hace. ¿Importa de qué están hechas las piezas?, ¿cual es la sustancia que presentan: si son de algún metal precioso, si son de madera, si son de plástico? O ¿lo que importa saber es cuál es el número de componentes del juego del ajedrez y cuáles son las reglas que permiten jugarlo? La pregunta es de obvia respuesta. Frente a esta situación todo el mundo va a inclinarse por el segundo elemento, nadie va a decir que lo importante es de qué están hechas las piezas. De la misma manera, él dice: en la lengua no importa cuáles son los sonidos que efectivamente se producen. ¿Por qué lo dice? Porque, aunque todos estos sonidos tienen características comunes ―independientemente de quien los use―, siempre tienen particularidades que son propias del sujeto hablante, de la situación en que se los pronuncia. A veces esto se detecta de manera más evidente, a veces no. Es evidente cuando nos enfrentamos con una persona, supongamos, cordobesa, por ejemplo, y esto por la tonada; o alguien de Entre Ríos o de Santa Fe que hace la “S” final aspirada. Entonces, está diciendo la misma palabra, pero hay elementos que son diferenciales entre distintos hablantes, y además los lingüistas lo saben ―tienen aparatos especiales para esto―, cuando se trata de una misma persona que pronuncia la misma palabra o el mismo sonido fónico, lo hace de manera distinta, esto es, con pequeñas variaciones. Esto hace, entonces, que pierda importancia la cuestión de lo material, que importen solamente aquellos rasgos que son los que permiten diferenciar un fonema de otro fonema. (Aclaro: fonema: es la unidad que corresponde a uno de los niveles de la organización de la lengua, ese nivel que nos proporciona las unidades mínimas, es el nivel más bajo, la base, en el que encontramos sólo significantes, podríamos decir, no hay allí significado, aunque estos fonemas permiten diferenciar, identificar significados, pero no son iguales que una palabra o que un morfema, que ya comportan junto con el orden significante el correspondiente al significado.
Volvemos acá al segundo elemento que tiene que ver con que el habla es un fenómeno sustancial. Dice Saussure: frente a la lengua que es un fenómeno psíquico, el habla que es sustancial, es un fenómeno físico y fisiológico”. ¿Por qué físico? Porque cuando hablamos se ponen en juego las ondas sonoras que se desplazan en el aire, y la disciplina de la cual se ocupa, que trata de las ondas sonoras y las define, es la física. Pero, a su vez, como en esta instancia del lenguaje ―reitero el habla―, se producen efectivamente sonidos, y estos sonidos son escuchados, entra aquello que tiene que ver con lo fisiológico. O sea, el aparato fonador, que comienza por los pulmones y termina por la boca, pasando por distintos elementos -la lengua, el paladar, los dientes, los labios- que intervienen en la producción de los sonidos fónicos, y también el aparato auditivo que permite oír a aquél que está produciendo sonidos.
Cuando hablamos del significante, el significante se define como “la imagen acústica”, o sea, es la imagen que queda en el cerebro del sujeto, imagen mnémica ―que queda registrada en la memoria― que se produce a través de los sonidos que efectivamente oye esa persona: ese es el mecanismo. Porque nosotros oímos hablar, vamos incorporando esos sonidos articulados y entonces cuando alguien después de oír x cantidad de veces, que frente a este escritorio, se dice escritorio, escritorio, escritorio, escritorio o mesa, entonces articulamos la idea, el concepto de mesa con aquellos sonidos que en el castellano aluden o dan cuenta, desde el punto de vista del significante, de ese concepto, o sea, aquellos sonidos que están unidos a ese concepto. Entonces, el sordomudo en la mayoría de los casos no puede incorporar los sonidos, por lo tanto no puede hablar, pero puede aprender la lengua a través de otra codificación que es la escrita y así puede entender la lengua, no va a hablarla ni va a oírla, quizás, pero eso no quiere decir que no pueda incorporar, de alguna manera, la lengua, aunque no la pueda usar en su forma oral. Además, puede, incluso usarla, a través de “leer” los labios.
Ahora bien, lo que importa es que queden claras estas dos cosas que habíamos indicado: la que respecta a la coerción por un lado y la libertad por el otro; y la que hace centro en que la Lengua es siempre un fenómeno psíquico. De estas dos características, Saussure saca la conclusión de que la lengua es esencial mientras que el habla es no esencial, está dependiendo de aquella, pues quien no conoce la lengua, no puede usarla.
Relacionado con estas características aparece lo que les indicaba recién que iba a ser también un elemento muy importante. Se trata de qué concepción de sujeto presenta la teoría Saussureana. Lo primero que tenemos que considerar es que en el Curso de lingüística general no hay una referencia explícita a cómo en esta teoría se está pensado al sujeto hablante-oyente. Pero su concepción al respecto se puede desprender de alguna manera del propio desarrollo del trabajo de Saussure. El autor que ―eso sí, muchos años después― postula una teoría vinculada con la saussureana, pero haciéndolo desde un enfoque más comunicacional y que sí propone un modelo de sujeto, es Jakobson. Jakobson en el famoso texto que ustedes habrán leído en algún momento que se llama “Lingüística y Poética” y que apareció en el 1956, muchos años después de la primera edición del Curso de Lingüística general, es el que, de alguna manera, resume y el que da cuenta de cuál sería esa concepción de sujeto que el propio Curso de lingüística general da como a entender, si nosotros lo examinamos pormenorizadamente.
Pasamos ahora a la próxima diapositiva, que se centra en lo que acabo de indicar:
¿Cuál es el esquema al que la diapositiva alude? El de la comunicación que se pone en juego en el texto recién nombrado, “Lingüística y poética”. Ese texto está centrado en definir las funciones del lenguaje. Recordarán ustedes que a la que se le da más importancia es a la función poética, (importancia, en el sentido de que es la que más desarrolla el texto). En la parte inicial aparecen los factores que entran en juego en el acto de la comunicación. Allí aparecen seis factores, algunos de ellos son emisor, receptor, código, canal, mensaje, etc. Lo que nos importa acá es el modo en que este texto está pensando al sujeto hablante y al sujeto oyente, o sea, como está pensando esos dos lugares que van a ser llenados, cumplidos por cualquiera de nosotros en el acto de una interacción cara a cara, por ejemplo.
En primer lugar, estos dos papeles, el del hablante, por un lado, el del emisor; y el del oyente o receptor, por el otro, no son equivalentes en cuanto al poder que tienen. Hay uno que tiene poder sobre el otro: El que tiene poder es el que emite. ¿Y cómo piensa a “ese” que emite Jakobson? El autor lo presenta como un sujeto que no aparece condicionado por factores de índole psíquico, psicológico o psicoanalítico, esto lo dice Kerbrat riéndose un poco de sí misma, hablando de factores psíquicos, psicológicos y psicoanalíticos. O sea, el modelo piensa al emisor como un sujeto plenamente consciente, esto es, como si el inconsciente no le jugara malas pasadas, para decirlo rápidamente. Si ocurriera esto, ¿Cómo lo resolvería el modelo? Lo resolvería planteando que hay un ruido en la instancia emisora; la persona está hablando y en determinado momento, en vez de decir una palabra, le sale otra, por ejemplo. ¿Está claro? Ahí podríamos decir: que la concepción del sujeto hablante no tiene en cuenta la emergencia del inconsciente en el consciente. O sea, no tiene en cuenta lo que se denomina acto fallido, en términos psicoanalíticos, no tiene en cuenta que el sujeto puede estar queriendo decir X cosa y en realidad dice otra. O sea, la teoría lo piensa como un ser consciente que sabe lo que quiere decir y no tiene obstáculo que se le interponga a ese deseo; esto es, que puede decir aquello que quiere decir, que sabe lo que quiere decir y lo dice. Si se produce un malentendido, algo que es frecuente, se lo entiende como que aquel sujeto que está en el lugar de la recepción entiende algo que se supone no es lo que quiso decir el emisor: el malentendido corre por su cuenta. Es un error, se ha producido allí un ruido en lo que tiene que ver con la decodificación; esto significa que se le da un valor fundamental a la cuestión de cómo se codifica el mensaje.
Esta concepción de sujeto, tiene que ver con pensarlo como el propietario del sentido, como el dueño del sentido, como el origen del sentido. Estos tres elementos son planteados por Verón, cuando habla del sujeto y hace críticas a este modelo. El modelo Saussureano está pensando a un sujeto que está ubicado en el lugar de la emisión como el dueño del sentido, como el origen del sentido. Esto, en resumidas cuentas, quiere decir que sólo está condicionado por la lengua. Éste también es un elemento importante que se deriva de lo que ya habíamos planteado: en el habla no hay condicionamientos, solamente los hay en la lengua. Si uno domina las reglas gramaticales de una lengua la usa a su gusto y piacere. Esa es la idea de sujeto que, en última instancia, presenta la teoría saussureana; una visión, digamos, simple, que piensa que la norma es que haya acuerdo entre emisión y recepción, y que, por el contrario, considera la presencia de un desvío en cualquier malentendido que se produzca. Hemos terminado de dar cuenta de algunas de las características que presenta la lingüística saussureana.
Ya vimos todas las características generales de la lingüística saussureana. Ahora vamos a ver cómo opera respecto de ella, lo que equivale a decir qué relaciones establece con ella, la semiótica de primera generación. La siguiente diapositiva presenta algunas -las más salientes, las más importantes para el desarrollo de nuestro curso nosotros- de las características que presenta tal semiótica.
Como podemos leer, la Semiótica de primera generación retoma, en primer lugar, la oposición que habíamos denominado como matriz (o sea, la oposición central de la lingüística de la lengua), que en el caso de Saussure y los lingüistas que adscriben a su teoría es la que distingue “lengua” de “habla”. En el caso de la semiótica de primera generación no se utiliza esa terminología sino que se sustituyen esas palabras por código y mensaje. Pero lo que pervive es la idea fuerte de que de estos dos elementos el que tiene primacía es el primero, para el caso, el código. Esto se puede traducir en lo siguiente: los primero investigadores del campo de la semiótica se veían obligados a detenerse y a estudiar los mensajes, pero la idea que estaba por detrás, la idea que guiaba todo su trabajo analítico era pensar que esos mensajes dependían de un código preexistente. Lo que ellos buscaban, entonces, era dar cuenta de cuáles eran las reglas de ese código. O sea, presuponían la existencia de un código, así como cuando uno habla se presupone la existencia de una lengua. Y esto de una manera fuerte.
Por otra parte, se retoma la noción de signo de la lingüística de la lengua. O sea, se entiende al signo como una unidad que está formada por dos caras, significado y significante. Esto es muy importante, porque luego vamos a ver que, por lo general, la semiótica posterior no se va a regir por la definición dada por Saussure, ésta los semiólogos de primera generación adoptan como propia.
La semiótica de primera generación retoma también la noción de unidad y la estructuración del sistema en niveles, que postulaba la lingüística de la lengua. Puede decirse al respecto que ésta planteaba la existencia de niveles de organización de la lengua, cada uno de los cuales estaba compuesto por un conjunto determinado –es decir, finito-, de unidades, y que una de sus tareas era la de identificar esas unidades y su funcionamiento dentro del nivel correspondiente. Ustedes recordarán cuando en algunos textos incluidos en Semiótica 1 se hablaba de las unidades mínimas. Esta noción se ponía en juego, por ejemplo, en ese trabajo de Metz que recordé la semana pasada -“El estudio semiológico del lenguaje cinematográfico” y también en “El cine: ¿lengua o lenguaje?”- en los cuales se preguntaba si las mismas unidades y los mismos niveles que aparecían en la lengua se podían observar en lo que él denominaba el lenguaje del cine. Lo que importa aquí es tener presente que en la Semiótica de primera generación hay un esfuerzo por observar niveles y ver qué unidades se corresponden con ellos.
Para poner un simple ejemplo (porque veo caras de no saber de qué estoy hablando cuando me refiero a estos trabajos de Metz), consideremos que en “El estudio semiológico del lenguaje cinematográfico”, Metz él compara una palabra con una imagen. La imagen sería una imagen simple. Cuando él decía imagen simple quería decir compuesta por un solo elemento. Supongamos, la fotografía de un perro a la que confrontaba con la palabra “perro”. La palabra “perro” es un signo lingüístico y goza de un carácter abstracto muy alto. En cambio, la fotografía o la imagen dibujada de un perro no puede, para decirlo rápidamente, traducirse solamente por una palabra, no es equivalente a la palabra perro. ¿Por qué? Porque aporta un montón de otras informaciones que la palabra perro no aporta. Por ejemplo, la raza a la cual pertenece ese perro, si está parado, si está sentado, si está en una actitud agresiva o no, etcétera. Entonces, para traducir una imagen -decía Metz- nos tenemos que internar en el terreno del enunciado: no podemos considerar que se trata de un signo, sino de un conjunto de signos que, además, dan lugar a un conjunto de frases
Este es un ejemplo para ver cómo los investigadores – los semiólogos de primera generación- se posicionaban frente al objeto que debían trabajar, y advertir así qué conceptos podían y qué conceptos no podían tomar de la lingüística saussureana. Este es un gesto constante no de todos los investigadores de la primera semiótica, sino de sólo algunos, uno de los cuales es Metz. Metz repetía constantemente –y en trabajos muy posteriores a estos iniciales de los años ’60- que la lingüística tenía que servirle a los semiólogos como una especie de inspiración pero nada más que eso, y que era mejor tenerla alejada, mantenerla a cierta distancia, para no producir aplicaciones que no sirvieran en realidad para relevar características que presentan los objetos a los cuales se les aplicaba estas nociones.
Por último, como vemos en la diapositiva, se retoma la concepción de sujeto de la lingüística de la lengua.
Otra cosa que en la diapositiva no se planteó es que la Semiótica de primera generación trabaja con la noción de sistema, con la noción de estructura, y que, en consecuencia, sus investigadores van a buscar el sistema o la estructura interna que poseen los mensajes. Trabajan siempre sobre, como decíamos, mensajes, apuntando a la determinación del código. Cosa que fue una tarea bastante dura, y en definitiva infructuosa. Por otro lado, para llevarla a cabo se necesitaría una cantidad muy grande de personas que estuvieran trabajando en eso, cosa que no fue así.
A modo de apostilla, o sea, de un elemento que agrego pero sobre el cual no me voy a detener, hay un elemento que no es aportado directamente por la lingüística saussureana sino por una de sus vertientes posteriores. Es el aporte de la glosemática, que tiene a un representante fundamental que es Hjelmslev. Este autor trabajaba con la distinción entre denotación y connotación, o, para ser más precisos, sistema denotativo y sistema connotativo. Esta distinción la toman Barthes y Eco. Ellos van a trabajar con este par de nociones: por un lado denotación y por otro lado connotación. Le van a dar importancia fundamentalmente a la connotación, porque implica algo que la lingüística saussureana dejaba de lado pero que en la primera semiótica de alguna manera se pone en juego, que es la relación entre el mensaje y la realidad externa, por así decirlo, o “el referente”. Esta elección teórica implicaba advertir cómo opera la ideología sobre la construcción de los mensajes. El objetivo de estos trabajaos era precisamente advertir cuáles eran los componentes de la ideología pequeño-burguesa que, según Barthes, era aquella que estaba dominando el terreno en los años ’60. Uno podía pertenecer a cualquier clase social, pero en realidad -y nosotros hoy podríamos decir “discursivamente”- apelábamos a los clichés, a los ideologemas (como decía Bajtín) que pertenecían a la pequeña burguesía.
La siguiente diapositiva nos enfrenta a las características de las lingüísticas discursivas.
Lo primero que tenemos que considerar es que la lingüística saussureana tenía un único objeto de estudio, que era la lengua, al cual interpretaba de la misma manera siempre. O sea, todos los investigadores, a pesar de las vertientes a las que adscribían, respetaban el objeto de estudio planteado por Saussure. Lengua (ya lo dijimos como quinientas veces) se entiende como sistema de signos. Signo, también tal como lo define Saussure, esto es, entidad bifásica compuesta por significado y significante. En cambio, en el caso de las lingüísticas discursivas (y precisamente por eso el plural) no hay consenso respecto de cuál es el objeto de estudio. Algunos hablan de discurso, otros hablan de texto. Sin embargo, le dan más o menos el mismo estatuto.
Si nosotros fuéramos un poco despreocupados podríamos decir que las lingüísticas discursivas van a circunscribir su objeto de estudio centrándose en aquello que desechaba la teoría saussureana. O sea, sus investigadores van a estar trabajando en el territorio correspondiente al habla. Pero no van a utilizar esta terminología. No van a hablar de habla. ¿Por qué? Porque les parece que la noción está “contaminada” muy fuertemente por el pensamiento saussureano, y entonces, si usaran ese término quedarían entrampados en la lógica general de la teoría saussureana. Prefieren, por lo tanto, utilizar otros términos: texto, discurso, enunciado -esos son algunos de ellos- que ponen en escena las diferencias teóricas que separan a estas lingüísticas de la lingüística de la Lengua.
De cualquier manera, pese a las diferencias que puedan tener con respecto al objeto de estudio, todas las vertientes de las Lingüísticas discursivas comparten un conjunto de elementos que entran en colisión o van en contra de los planteos centrales de la teoría saussureana. Eso es lo que las caracteriza. Por eso en la diapositiva leemos que se oponen a los principios presentados por Saussure. Tenemos también que postulan la no inmanencia, y esto ya no lo explico porque ya lo dije la clase anterior. Y esto incide en la construcción del sujeto, al que conciben condicionado por elementos que van más allá de las convenciones de la lengua. Cuando presentamos el modelo saussureano (y lo retomamos recién) dijimos que de un lado está la coerción, las restricciones que se imponen al sujeto, del lado de la lengua, y del otro lado está la libertad irrestricta, porque una vez que el sujeto conoce la lengua la utiliza a su gusto y piacere. Las lingüísticas discursivas se oponen a ello y postulan que hay más restricciones, hay más coerciones, más condicionamientos que aquellos que identificaba la teoría saussureana, y que estos condicionamientos tienen que ver con la realización de actos de habla; es decir, cuando se emplea la lengua, produciendo enunciados.
Estos condicionamientos pueden ser las reglas que tienen que ver con las situaciones comunicativas. Los autores que sostienen esto son investigadores que –para decirlo muy rápidamente- no se embanderan (por lo menos de manera inmediata) dentro de una postura marxista (por llamarlo de alguna manera) y advierten que existen condicionamientos que son culturales -y por lo tanto, históricos- que tienen que ver con lo que ellos denominan situaciones comunicacionales.
Entonces, una cosa es una conversación entre amigos. Esa es una situación comunicacional. Otra situación comunicacional, distinta, es una clase, por ejemplo. El comportamiento de cada uno de los participantes en estas dos situaciones comunicacionales (que pueden ser las mismas personas) es distinto. ¿Por qué? Porque están operando convenciones, reglas, que caracterizan a cada una de esas situaciones. Y la gente, todos nosotros, las aprendemos desde que tenemos dos o tres años. Son reglas de funcionamiento de las situaciones. Imagínense si acá no existiera la “prohibición” (tácita, pero que pueda dar lugar a sanciones) de hablar entre ustedes: cada uno haría conversación con el otro y se desvirtuaría la clase: se saldría así de una situación comunicacional y se entraría en otra. Ahora, como ustedes habrán visto, en determinados momentos en que se interrumpen la clase, por ejemplo, si algún dispositivo deja de funcionar, esas reglas ya no operan.
Esto por un lado. Otros autores, que tienen una impronta más marxista van a hablar de condicionamientos socio-históricos. Van a ir un poquito más allá, y no solamente van a pensar en situaciones comunicativas sino en situaciones socio-históricas y en cómo ellas van a influir determinando los intercambios comunicacionales.
La siguiente diapositiva nos permite ver ciertas características de la semiótica de segunda generación.
Habíamos dicho la clase pasada que gran parte de la bibliografía de la materia va a estar centrada en textos que pertenecen a una semiótica de segunda generación. Y digo una porque hay muchas vertientes, muchos autores que pueden discrepar entre ellos en algunos puntos, pero que también –como en el caso de las lingüísticas discursivas- coinciden en algunos.
La característica que aparece en primer término, entonces, es que en la mayoría de los casos (porque puede haber algunas excepciones) los investigadores que pertenecen a la Semiótica de segunda generación no se manejan con la noción de código. Yo les había mencionado la semana pasada el artículo de Verón en donde esto aparecía despuntando, en el año 1973. Se trataba de “Para una semiología de las operaciones translingüísticas”, articulo en que Verón plantea que era ineficaz la utilización del término código y que había que reemplazarlo, que había que pensar en otra cosa. De la misma manera ponía distancia en relación con la noción de signo, por lo menos tal y como había sido definida por Saussure.
Algunos, como Eco, van a continuar durante toda su trayectoria utilizando la palabra código pero complejizándola, o mostrando que la acepción de código con la que se manejan es mucho más amplia que aquella con la cual se manejaban los lingüistas de la lengua o los investigadores de la semiótica de primera semiótica.
Otro elemento a destacar es que las corrientes que pertenecen a la semiótica de segunda generación, o bien pueden dejar de lado la noción de signo -precisamente porque hay una modificación en cuanto al objeto de estudio que hace que ya no les interese trabajar esas unidades menores, sino que su mira está puesta en unidades de un nivel mucho más alto, como es el del enunciado, el del discurso, el del texto-; o bien, siguen utilizando la noción de signo pero ya no apelan a la definición de Saussure sino que toman la planteada por Peirce. Dentro de un momento vamos a introducirnos en la teoría de Peirce. No sé si hablaremos de signo pero sí vamos a introducirnos en la teoría peirciana.
Otra cosa importante es que lo que aparece a continuación en la diapositiva se centra en la producción social de sentido. O sea, por un lado está la idea de sentido, pero por otro lado es muy fuerte la idea de que ese sentido se construye y que esa construcción es fruto de un trabajo social. Cuando se dice social no es que se haga un discurso “coral”, en el que “todo el mundo”, o un conjunto de terminado de personas está participando en lo que se enuncia, sino que aparecen condicionamientos socio-históricos o culturales que están dando cuenta de que yo no tengo libertad para decir lo que se me antoja sino que mis enunciados siempre van a estar condicionados –y esto, por supuesto, remite a Bajtín-, por enunciados que previamente han sido dichos. Esto lo vamos a ir desarrollando cuando nos enfrentemos a algunas de las vertientes de la Semiótica de Segunda generación. Por ahora es una cosa más conceptual para que ustedes tengan una especie de mapa que les permita advertir dónde estamos parados en la materia, dónde no lo estamos…
Bueno. Por último, las semióticas de segunda generación retoman la concepción de sujeto de las lingüísticas discursivas. Dicho de otra manera, consideran que el sujeto está sujetado, o sea, retoma una de las acepciones de sujeto, desde la etimología podríamos decir. Uno no siempre presta atención a esto, y cuando lee o dice la palabra “sujeto”, asimila la nomenclatura a persona, a individuo, etcétera, esto es, la hace funcionar como sustantivo; pero sujeto es también adjetivo, y de ahí viene el sustantivo. El sujeto está sujeto, esa es la idea. ¿Se entiende, no? Entonces, lo que hace la Semiótica de Segunda generación es subrayar esta cuestión de relativizar la libertad de los sujetos. Sobre ellos pesan múltiples condicionamientos, esa es la idea.
Bien, con esto concluimos la rápida presentación, el recordatorio, de la ligüística de la lengua y de las lingüísticas discursivas y de las semióticas de primera y segunda generación. Pasamos ahora, a empezar a desarrollar la teoría peirciana.
En primer término voy a hacer algunas observaciones generales y a dar indicaciones para que vayan leyendo la bibliografía correspondiente.
Primero, Peirce y Saussure son contemporáneos, los separan pocos años, al menos en lo que se refiere al momento de su muerte. Peirce nació en 1839, y murió en 1914, mientras que Saussure, que nació en 1857, murió en 1913. El Curso de lingüística general es de 1915/16. O sea que más o menos viven en el mismo tiempo. Pero ninguno de los dos conocía la teoría del otro, y esto porque venían de campos de saber distintos. En el caso de Saussure, era la lingüística, y en el caso de Peirce, la filosofía, y, más específicamente, la lógica, además de la matemática, la química, la física, la medicina. (Fundamentalmente era un lógico) Entonces esto hace que no conocieran sus perspectivas frente al signo.
Enfatizo esto para que no cometan el error de decir que Peirce modifica o complejiza el modelo saussureano de signo. No. Eso lo pueden plantear los teóricos o los comentadores que vienen después. Si cada uno de ellos no conocía la obra del otro ninguno de ellos podía comentar nada acerca de la teoría del otro y oponerse a la postura del otro.
Decíamos que Peirce era un lógico. Ahora bien, ¿Por qué se va a preocupar un lógico ―y le va a dedicar cuarenta años de su vida― a definir lo que es un signo y a clasificarlos en tipos de signos? Porque, en realidad, lo que le preocupa y le interesa a Peirce es responder la pregunta ¿Cómo el hombre conoce? Cuando se dice “cómo el hombre conoce” no se está pensando en una persona individual sino en la humanidad, y cuando se plantea “cómo la humanidad conoce”, no se está pensando en los mecanismos cognitivos que se ponen en juego, sino en cómo la humanidad, generación tras generación, va aumentando el caudal de conocimientos. Entonces, Peirce ―que retoma a un montón de otros filósofos que existieron mucho antes que él― se interesa por los signos porque parte de la idea de que el hombre conoce a través y a partir de signos. Esto hace que se vea como obligado a reflexionar acerca del signo.
Bueno, seguimos la próxima. Lean la bibliografía correspondiente, y especialmente la noción de representar y las definiciones de signo.
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