CONVERSACIÓN GONZALO SOBEJANO Y PATRICIA ALMARCEGUI
en Revista de Occidente, nº 354, 2010, pp. 131-143.
Visito a Gonzalo Sobejano, Catedrático Emérito de la Universidad de Columbia, una tarde del mes de junio en su casa de Nueva York. Desde su salón, lleno de libros dispuestos por orden alfabético, se contempla el despacho que ha ocupado los últimos 24 años. La conversación se alarga durante tres horas. Volvemos a encontrarnos una vez más, esta vez para mostrarme algunos de sus artículos y poemas inéditos. Sobejano lee en voz alta, casi recita, los poemas que prepara para una próxima edición. Por muchas razones, creo asistir a un instante de la historia de la literatura que hasta entonces solo había sido teórico para mí, pero también y, de esto hablamos largo, que está a punto de desaparecer.
Comenzamos conversando sobre la Profesora Soledad Carrasco Urgoiti, fallecida en el 2007, de quien en la actualidad se está preparando un libro de homenaje. También de la Revista de Occidente y de las diferencias entre la escritura periodística y académica.
·Gonzalo Sobejano: Soledad fue muy amiga. Íbamos juntos al Instituto Cervantes de Nueva York a escuchar conferencias y ver exposiciones. Tenía una curiosidad intelectual muy fuerte. Era de una gran humanidad, viveza, incansable e infatigable. Viajó sola hasta el final de su vida, siempre con una gran voluntad de comunicarse y participar. Estuvo muy sola. Se jubiló antes de tiempo para cuidar a su madre, Graciela Urgoiti, hija de D. Nicolás Urgoiti.
De la Revista de Occidente hice una lectura completa en el Ateneo en su primera época. Iba tomo a tomo, extraía a pluma y tomaba los trabajos que me interesaban. En su segunda época me suscribí y las siguientes las tengo en el despacho de la universidad. Allí publiqué un artículo sobre Ortega y Gasset, no como novelista sino como narrador. Lo que de narrativo hay en sus ensayos, sobre todo en El espectador, que a veces toma una forma de narración. La crítica de arte que hacía era su forma de narrar. He hecho reseñas académicas y también he colaborado en Papeles de Son Armadans, pero nunca he querido vincularme con compromisos semanales, algo que por otro lado tiene mucho mérito. Me inquieta ese sentido de urgencia. Prefiero el ritmo del profesor: el de la lectura y la enseñanza. Me escribieron pidiéndome una colaboración para un libro sobre J. C. Mainer, a quien admiro. Querían hacer algo que no fuera académico. Yo entendí que debía ser acerca de él. Y entendí que, si no era académico, debía ser personal. Lo conozco, conozco casi todos sus libros pero me falta la relación persona a persona. Me faltaba algo, no hemos sido amigos inmediatos. Así que aún no lo he hecho. Y ya me han escrito pidiéndolo. Esto me hace sentir como en la relación que se establece con el periodismo y se ha heredado de él: cuando uno se compromete a algo y no puede cumplir en la fecha precisa siente una suerte de obsesión o culpa.
Patricia Almarcegui: hace un año que se acaba de jubilar. ¿A qué se dedica en estos momentos?
G. S.: Impartí una conferencia en la Casa de Velázquez en junio de 2009. Era sobre la novela actual, novela que es ensayo o a la inversa, lo que propugnan autores como J. Marías y E. Vila Matas. La escribí a pluma y ahora la estoy preparando para que se publique. Tenía un ordenador que usaba como máquina de escribir, pero enseguida cambió y quedó arcaico. El aluvión de la tecnología acelerada me deja impotente. Sigo escribiendo a pluma y los domingos viene un colega de la Columbia que pone por escrito mis papeles en el ordenador. Estoy intentando superarme en cuanto a la forma en la que escribo. Todo va muy, muy deprisa. Por ejemplo, quizás le parezca superfluo el estar haciéndome hoy aquí algunas preguntas cuando no tiene más que ir a google y buscar información sobre mí. La inundación de información en el mundo le deja a uno atónito. A veces pienso: ¿qué puedo aportar yo si todo el mundo puede encontrar lo que quiere en la red?
P. A.: Tras su larga experiencia en la vida académica, ¿qué opinión tiene del cambio que ha sufrido la universidad en España y Europa en los últimos años?
G. S: ¿Se refiere a los estudios culturales?
P. A.: No. Me refiero a la pérdida de excelencia que está sufriendo la universidad tras la adaptación del EEES. Cada vez hay menos tiempo para investigar y avanzar en los contenidos docentes. Los profesores más jóvenes abandonan la universidad. Parece aventurarse un panorama bastante desolador. ¿Usted lo percibe? ¿Siente que ha cambiado, que el nivel es diferente, inferior?
G. S.: Con sinceridad, lo que le puedo decir es que a mí lo que más me ha interesado es la literatura, es decir, el arte literario Y se ha dejado de lado en los últimos 15 años. Todo es otra cosa: cartografía, manicomios, el mestizaje, la identidad caribeña, cosas que no son literatura, pero sí historia de la cultura. Cultural Studies no es un mal título. Como todos los movimientos nuevos trae algo delicioso. Pero pediría que lo otro no se despreciara, que no se olvide o que se anule lo anterior. Cuando yo me formé, el método reinante era la estilística con D. Alonso y R. Lapesa. Luego llegó el estructuralismo y yo me adapté el método, sería el estilístico estructural, había un respeto por lo literario, por lo artístico. A partir de unas fechas, comienza la ampliación a lo cultural en general, sobre todo a aspectos antropológicos. Lo mismo pasa con el feminismo. En los años 70 surge el feminismo combativo teórico y trae beneficios. Todo esto está muy bien. Pero que no se pierda la contemplación del arte que es la literatura y la belleza de la poesía que es lo que le dio verdad y categoría a los estudios literarios. Y eso ha coincidido conmigo. Hago como han hechos otros, por ejemplo, mi colega A. Márquez Villanueva, sin duda el hispanista más valido. Él se ha jubilado porque, como habían cambiado tanto las cosas, lo que hacía ya no tenía sentido. Y eso que ha cultivado un tipo de historia de carácter antropológico, pero en el que siempre ha existido el sentido de lo que era la poesía y la belleza. Me contó que asistió a una conferencia de J. Kristeva, muy válida como estudiosa literaria, en la que afirmó que no había leído El Quijote… Aunque es cierto que esto se debe a que la literatura española durante años se ha dejado de lado pues representaba la España de Franco. Hoy lo alumnos tienen más interés en P. Almodóvar que en A. Machado.
El otro día estuve en el Instituto Cervantes, hace un inmenso papel en Nueva York y en otros sitios. Había un acto sobre la literatura pop y la novela. Estaban E. Mendoza y A. Muñoz Molina y un joven traducido a 45 idiomas, autor de best sellers. No lo hizo mal, es un seguidor de C. Ruiz Zafón. El cónsul español preguntó que por qué hablaban de literatura popular y de best sellers, pero no de W. Faulkner o P. Auster. Y contestaron que porque el acto era para hablar de la novela popular o pop, es decir, los cómics, los tebeos, las telenovelas… Mi hermano me regaló La sombra del viento. Leí un capítulo y medio, y la dejé en el piso de Madrid. Y lo mismo me pasa con los best sellers. Había tomado la decisión restrictiva, casi un reto, de que no leería un súperventa. Y F. Mártinez Bonati, profesor de la Columbia, me regaló, El código da vinci. Me dije, tengo que leerla, porque también puede ser una injusticia y una obsesión negarme a hacerlo. No me gustó nada. Me pareció ridícula y estúpida. Tampoco leí El nombre de la rosa ni nada que se le pareciera.
Usted me preguntaba qué hago… Leo mucho, por gusto y mariposeando, que es lo que le fascinaba a Marx. Le gustaba tenderse en el suelo y coger un libro al vuelo del estante y pasar las páginas. Esto es un desarreglo, ya lo comprende. Pero es placentero. He estado parte de mi vida dedicado al trabajo serio, académico, en bibliotecas y por fin hay una época en la que se puede gozar así de la literatura.
Conozco a A. Muñoz Molina, somos vecinos en Nueva York. Nos encontramos hace poco y le dije que no conocía su última novela, La noche de los tiempos. Me la envió y la he leído estos últimos tres días. Un testimonio histórico que va de octubre de 1935 a 1936 con un argumento de historia de amor. Lo más valioso es la forma que evoca el periodo crítico anterior de la guerra, su estallido y el asedio de Madrid. Todo está escrito con mucha fuerza. Las descripciones son quizá demasiado largas, pero fidedignas. Tiene una novedad. Introduce un narrador que apenas se refiere a sí mismo en primera persona y que, en una determinada página, habla de por qué no se puede operar así, es decir, informarse con cualquier tipo de material, narración oral, prensa y asistir a la narración invisiblemente. No inventándose un testigo, por ejemplo, un amigo del protagonista, sino con la mirada de un autor narrador que muy informado lo reconstruye todo. Y eso lo hace con mucha pericia. Aparece M. Azaña, R. Alberti, J. Negrín, J. Bergamín. Muy distendidos, derramados, en semblanzas ocasionales. Él es como si fuera el autor, pero todavía no había nacido y le parece legítimo informarse bien con detalle, apreciación sensitiva y temporal, pero sin nombre y corporeidad. Es como una lente oculta que cuenta y sabe todo. Dentro de las figuras históricas de la novela, la mejor perfilada es J. Moreno Villa. La conozco y he podido comprobar su fidelidad. Era culto, pintor, archivero y, aunque es una figura secundaria en la novela, está muy bien recogida en un retrato vivo. Las otras están más estereotipadas, por otro lado algo inevitable: el encogimiento de Bergamín, la fealdad de Azaña o la euforia perpetua de Negrín en su trabajo y en su vida, un hombre de acción. Entre tantas novelas sobre la guerra civil, que son infinitas, la de Muñoz Molina es la de un hombre que no había nacido. ¿Cómo él y otros pueden reconstruir esos momentos? Este libro es el mejor en hacerlo. El sufrimiento de las personas, los conflictos en uno y otro bando…, tampoco oculta las salvajadas que hicieron los republicanos. Le da a cada uno lo suyo en ese reparto de violencias.
También, estoy intentando ver si puedo llevar adelante una edición de la tetralogía de L. Goytisolo, amigo mío, al que he dedicado varios estudios.
· P. A.: ¿Para qué editorial está preparando la edición?
· G. S.: Para Cátedra. Es una deuda de hace tiempo. Pero no es fácil. Son cuatro novelas. Recuento, la primera, es de 1000 páginas. Las otras son más breves. Hay ediciones en Seix Barral, Cátedra y Alfaguara. Son muy desiguales entre sí. Las dos últimas novelas salieron muy insatisfactorias. El primer tomo incluía Recuento hasta una determinada página. Luego llegaba el último tercio de Recuento publicada junto con la siguiente novela y luego las otras dos. Goytisolo estaba de acuerdo en que era una forma insatisfactoria e incómoda de editarse, pero lo permitió. Y, como hay que entregar el texto bueno, empecé a comparar las ediciones de Recuento. Había supresiones y erratas entre ellas, y me desmoralicé. Se me superpusieron otros trabajos. Menos mal que Goytisolo tiene una gran paciencia, es un gran escritor, también su hermano.
Entre los novelistas últimos, él que más me ha interesado es Vila Matas. Dicen que es demasiado libresco, pero es otra vez el mariposeo al que aludía antes. Habla de los autores que prefiere, copia sus hojas de diario, discute con ellos… A veces me interrogo sobre la metaficción. Esa novela que habla de sí misma y de su proyecto de gestación. Habla de que la persona que escribe es un escritor. Y así contemplamos poco a poco la novela metafictiva y nos acostumbramos a que el protagonista sea un artista o escritor. Con ello se prepara el camino hacia la novela ensayística del pensamiento de Marías o Vila, aunque al final del XIX ya existía la novela de artista. Pero como todo va tan rápido, ahora surgen novelas que, en vez de guardar influencias del cine, lo hacen de la tecnología y los ordenadores, que se convierten en personajes de la novela. Hay un tal A. Fernández Mallo que escribe Nocilla, y que construye novelas con anuncios de aquí y de allá, como un mosaico de cosas. He empezado a notar en otros novelistas este bordado de papeletas y trozos de periódico y ordenador, lo que significa que va a haber un tipo de novela basado en ello. A veces recuerdo una frase de J. Benet, un narrador extraordinario, aunque muy complicado y sofisticado, que me apropié. El tenía dos principios para leer novelas: me gusta o no me gusta y me interesa o no me interesa; y me gusta y me interesa o no me gusta y no me interesa.
El género literario que prefiero es la poesía, la escribo y estoy coleccionando mis poesías. Aplico un criterio muy severo. Nunca he dejado de escribir, desde joven. He publicado alguna cosa en una revista y dos libros hace muchos años. Ahora tengo en limpio todos mis poemas, quiero reducirlos mucho y hacer un pequeño libro. No hay nada peor que un gran libro de poesía. La poesía es lo que me más me llega. No soy un gran poeta ni un buen poeta. Me gusta escribir poesía mucho más que novela y ensayo. Sin embargo, la novela, como me fui pronto de España a Alemania, donde estuve 10 años, me interesó como una imagen vital y completa de lo que sucedía en España, como una forma de cercanía con la que aparecía el país. A ello se añadió el que, como lector de español, tuve que dar algún curso de novela contemporánea, luego fui completando mi información teórica de ella.
· P. A.: En los últimos años, se han publicado: las reediciones de La novela española de nuestro tiempo, 1940-1974 (2005) y la Novela española contemporánea, 1940-1995 (2004) y la edición de Lección de novelas: España entre 1940 y ayer (2007).
· G. S.: Yo escribí La novela española de nuestro tiempo con dos ediciones en 1970 y 1975. Es un manual en el que estudio a los escritores más importantes: C. J. Cela, C. Laforet, Benet, L. Martín Santos… Con ese libro obtuve el premio Nacional de la Crítica. En la editorial Taurus, me pidieron una tercera edición, pero tenía otros trabajos que hacer. Pasó el tiempo y el libro no se encontraba. S. Sáez Villanueva, que dirigía la colección Marenostrum, me dijo en el 2004 si tenía algo para publicar. Reuní trabajos de carácter panorámico y de orientación sobre la novela y se publicó Novela española contemporánea, que se presentó en el Círculo de Bellas Artes. Sáez Villanueva me dijo que, puesto que no se encontraba el estudio de 1970, por qué no lo continuaba. Le dije que no podía y le ofrecí la reedición anterior, que termino haciendo. Luego fui publicando trabajos entre los que creo están mis mejores estudios sobre La Familia de Pascual Duarte, Tiempo de Silencio, Saúl y Samuel, El jarama y M. Aub. Y Sáez Villanueva me dijo que lo editáramos también en su colección. Se llamó, Lección de novelas. Él pensaba que los tres estudios se podrían vender como una trilogía. Luego me ha comentado que la crítica literaria no le interesa hoy a nadie. Y si eso es así, es una pena, porque Lección de novelas es el estudio que más quiero. Además, para mí el libro es algo que hay que tocar y no me gustan las pantallas de colores.
· P. A.: Sí tiene razón, pero imagine también cuando todos los libros estén colgados en la red, algo que llegará. Poder disponer de su Nietzsche en España…
·G. S.: Sí es verdad, aunque eso genera otros problemas. En mis cursos, la evaluación se hace a partir de un reparto de deberes. Los alumnos vienen con el ordenador y yo les doy un título para que hagan un presentación oral y, luego a partir de ella, un trabajo monográfico que se debe entregar al final del curso. Los alumnos de la universidad de Columbia son muy buenos. A un alumno le di El burlador de Sevilla y en su presentación comenzó a leer un D. Juan cómico, un sainete bochornoso que había encontrado en red y había confundido con el de Tirso. Esa persona no sabía manejar los registros cibernéticos.
· P. A.: Sí, es un problema. ¿Qué se puede hacer con ese aluvión inmenso de información, qué se puede hacer para que los alumnos aprendan a discriminar la información relevante de la que no lo es?
· G. S.: Yo me recuerdo de joven estudiando en Madrid, enfrente del Ateneo en una pensión tristísima pero muy bien situada. Iba al Ateneo y con la pluma y el cuaderno tomaba notas y hacía resúmenes. Eso era aprender, pues era una labor de intelección: escribir, leer y comprimir. Pero si ahora le sirven a uno todo en una bandeja y se lee todo en un instante sin mover las manos…
· P. A.: Existe también el problema de los manuscritos. Cómo estudiaran los filólogos en unos años, si es que existen todavía, el proceso de creación y construcción de un libro. ¿Cómo se podrán ver los errores y las dudas de un autor?
·G. S.: Tengo móvil, pero no me hago a él, lo llamo el escarabajo, porque va por delante de nosotros. Antes compraba el diario El país, aún lo compro aunque semanalmente, ahora veo la televisión, el Canal 24 Horas, bastante bien informado. La situación económica en España es crítica y sin embargo en los documentales que aparecen todo son pasarelas: gastronomía, viajeros…, como si España fuera un paraíso. Son ilustrativas, no están mal, pero da la sensación de que el país está brillante y desarrollándose ricamente pero también llegan otras noticias. Aunque sí es verdad que estuvo tan mal en otros tiempos que ahora todo puede ser bueno. Desde luego la democracia ha sido tan beneficiosa… Y aquí ese animal de Bush, el antiguo presidente, qué desastre él y todo su equipo, han sido nefastos. Obama es mucho mejor, distinto, rápido, sobrio y pondera las cosas.
· P. A.: Hábleme de su trayectoria académica hasta su llegada a la universidad de Columbia.
· G. S.: Estuve dos años en Heidelberg de lector, allí conocí a mi mujer. Luego fui a Madrid, tenía que hacer el servicio militar retrasado, pues me dieron dos veces inútil y a la tercera útil. Tenía 27 años y tuve que hacer el servicio militar en un campamento de Murcia. Me casé y luego tuve la fortuna de que, como había un gran contingente militar en España, el Estado hacía una especie de lotería para permanecer fuera de los cuarteles. Era caro mantener a los soldados dentro. Hice la parte más dura, seis meses en el cuartel, y tuve la suerte de salir excedente de cupo. Realicé las oposiciones a traductor y trabajé en el misterio de información traduciendo de todo, entonces me llegó la oferta de lector en Colonia donde estuve siete años. Luego a través de Casalduero, del 1963 al 1971, en la Universidad de Columbia. En la Universidad de Pittsburg, dos años. Y en la Universidad de Pennsylvania, 13 años. Para terminar en la Columbia, donde estoy desde hace 24 años, también en este apartamento, viendo la universidad enfrente. Aquí pasé el mayo del 68. Soy Catedrático Emérito desde el año pasado. Me jubilé el año pasado, por desgracia estoy en tratamiento por cáncer de linfa de grado bajo. El actual director de mi departamento, el Instituto de Estudios Hispánicos, es E. Rodríguez. Vino de Puerto Rico, es muy disciplinado y muy próximo a los estudios culturales, todo es para él es trasatlántico. Los alumnos han sido muy buenos. En el año 1986, tuve ofertas de Berkeley, Harvard, el Hunter College…Boston no me interesaba, es una ciudad muy fría e invernal. Yo quiero mucho a Alemania, adoro la poesía alemana, pero la vida es muy de puertas a adentro y con mucha lluvia. Además en los años 50 uno la sentía muy lejos, se sentía extranjero, hoy hubiera estado más cerca. Cuando yo estaba en Colonia había una gran cantidad de emigrantes españoles, curioso, lo mismo que ocurre hoy en España…
· P. A.: Es curioso que siendo como es poeta haya dedicado la mayor parte de sus estudios a la novela…
· G. S.: Publiqué un cuaderno de poesía en Alicante con 20 años. Y luego he publicado algo en Méjico. En Heidelberg, luché entre la poesía y la necesidad de hacer una Tesis de Doctorado. Se me planteó el problema de si ser poeta o profesor, a la poesía no se puede hacer más que quererla y respetarla. Por incitación de Alonso, mi maestro, comencé a trabajar sobre el Arcipreste de Hita. Trabajé un año y medio, pero yo no sabía árabe, aunque sí griego y no continué, pensaba que sin esos conocimientos no debía hacerlo. Y luego en Alemania fui leyendo a Rilke y Kafka, dos autores que dejaron en mí una huella muy fuerte. Los dos son poetas graves; tenebrosos, con oído. Después me desvié hacía la estilística y luego a la novela: Clarín, estudios del XVII, Gracián, Quevedo… También me interesan Pessoa, Vallejo, Blas de Otero y Cernuda.
P.A.: ¿Y J. A. Valente?
G.S.. El hermetismo como drama me interesa menos. He continuado con la poesía. Llevo como una especie de diario o de apuntes donde voy escribiendo. Un alumno mío de Arizona, que tiene una editorial y con el que hice una antología del cuento, G. Keller, editó un cuaderno con seis poemas y me dijo que quería publicar mis versos. Sino se publica, la poesía se marchita, me dijo E. Tierno Galván, uno de mis ejemplos humanos. Se hizo una antología de poetas en Nueva York y me incluyeron. Escribo para mí. Como cada uno tiene por lo menos dos seres, uno y el Otro que siempre va conmigo, como decía Machado, uno le habla a ese Otro que es su doble o su memoria en el sentido cernudiano. Ese yo que habla con uno y hace que no se encuentre solo porque le escribo a ese Otro. En Alemania, escribiendo con esa tensión, pensé si dedicarme totalmente a la poesía. Pero al encontrar a mi mujer, me decidí por la carrera académica. Escribí a mis profesores, Alonso y Lapesa y me dijeron que lo tenía que hacer era venir a España y hacer una oposición a Cátedra de Instituto y después pasar a la universidad. Era el año 1955, entonces había ocho universidades en España y un instituto en cada ciudad grande. Estudiar oposiciones era muy pesado. Para cada cátedra de instituto había 40 opositores y para una cátedra de universidad, ocho aspirantes. Y había dos universidades, La Laguna y Murcia, que eran los dos coladeros posibles. Hoy son muy buenas. Pero entre estar en Alemania pagado dignamente y en ciudades tan cultas y universidades tan buenas e irse a los coladeros…
La formación de nuestra carrera era filológica, dialectología. Las tesis las llamaban entonces “que verde era mi valle”. Los licenciados se iban a su pueblo y le preguntaban a los campesinos cómo se decía azada o rueda y escribían sobre si se diptongaban o no y así se hacía uno doctor. A mi la dialectología no me gustó nunca, sí la filología. Mi formación era lingüística y eso estaba bien pues daba una base para la lengua y servía además para la poesía.
·P. A.: ¿Qué relación mantiene con España? ¿Y con su vida académica?
· G. S.: Suelo pasar allí unas dos semanas al año, visitando a mi familia. Hay excelentes hispanistas. L. Romero es de una gran inteligencia y tiene una gran capacidad de trabajo. F. Rico tiene una capacidad enorme, me encargó para la Biblioteca Clásica el prólogo para los cuentos de Clarín y A. Égido es sabia, sus trabajos están llenos de sabiduría, notas y erudición.
Nueva York, 16 de junio 2010
PATRICIA ALMARCEGUI
POESÍA
GONZALO SOBEJANO
Los siguientes poemas son inéditos. La selección ha sido realizada por el autor a partir de los tres libros que contienen su obra en verso manuscrita desde 1950 hasta la actualidad. “Al ángel de la lanza” pertenece a su primer libro, escrito al comienzo de su estancia en Alemania. “A la virgen María” y “A Cristo” forman parte de una segunda época en el mismo país, que él denomina crítico satírica y marxista. Y los dos últimos a su poesía más reciente.
EL ÁNGEL DE LA LANZA
(Catedral de Strasburg. Pilar de los Ángeles)
Al fondo del hombre está siempre tu cara:
ojos que miran, suave
desde un misterio el mundo.
Soledad la mirada te depara:
soledad limpia y grave
como a un niño profundo.
Se diría que viste a Dios y fuiste
de su corona rosa
entre rosas eternas
y que después te ha hundido un sueño triste:
la tierra dolorosa
donde mirando invernas.
Llueve mucho, ¿verdad?, llueve la muerte
la nube del pecado.
¡Ni huella de tu gloria!
Pero a lo extraño tu silencio vierte
un asombro apiadado
y la antigua memoria.
Cerca estás y estás lejos. Un recinto
de amanecer remoto
te envuelve, te distancia.
Y, cerca, lloras el milagro extinto,
el bello vuelo roto,
la acabada fragancia.
Muerte, dolor, pasión, pobreza sabes.
Sangre y lágrima humana
en tu gesto se esconde.
Pero tú eres un ave entre las aves
de Dios, y de ti emana pleno y único Donde.
Sembrador inefable de alto olvido,
maduro de ternura,
compasivo vigía.
Mira esta luz que intento en lo perdido
y dime si esta misma es la luz pura
que tu silencio creador envía.
1952
A LA VIRGEN MARÍA
Virgen que el sol más pura, y más hermosa
que el prado por abril de flores lleno.
Soy tu hijo, ¿recuerdas?, y soy bueno.
Tú eras mi madre dulce y cariñosa.
Quitabas las espinas a la rosa.
Llorabas sola por el mal ajeno.
Yo me escondía del azar y el cieno
en tu manto de sombra melodiosa.
Pues ya no estás, tendré que ir a la guerra.
Caeré vencido, moriré de fijo.
Y aún si por un milagro me salvara,
por más que llore o grite, por más tierra
que recorra buscando tu cobijo,
la soledad me cruzará la cara.
1963
A CRISTO
Santo Cristo más blanco que la nieve,
más azul que la mar, más afligido
que la desierta luna del olvido,
más triste que hablar solo cuando llueve,
si fuiste mío y mi mal te mueve
a recordar que yo no te he mentido,
si mi silencio has visto y has oído,
si yo, Gonzalo Sobejano Esteve,
de treinta y cinco años desgraciados,
español, profesor, casado, loco,
tonto, ciego, sensato, soñador,
algo soy a tus ojos apagados,
¡no te mueras! y dame amor: un poco.
Te lo pido por Dios y por favor.
1963
EL LLANTO DE JERJES
Mirabas tus ejércitos reunidos
y tu armada dispuesta al gran combate
contra aquel enemigo rumoroso,
todavía lejano.
En la cumbre sentías encenderse
tu fuerza en ellos, tu soberbia alzada
entre sus brazos bravos,
aún no tu cólera.
Y frente al río hirviente de guerreros
el oído giraste hacia las auras
solo tú con el viento, el polvo, el humo.
Y gemía tu alma.
“Al cabo de cien años, de ninguno,
ni de mí ni de nadie
quedará un soplo, comprendiste lúcido.
Y sufrías
Llorabas
de tus ojos que no veían nada,
en tu pecho que, manco torso puro,
al cedro de la cima se agarraba.
27 de diciembre 2008
K
Era un modesto empleado
de una Sociedad de Seguros
que hacía, por deber, sumas y restas.
Volvía a su escondite
y allí, tozudo escarabajo,
fantasma de la tarde gélida,
ovillaba por sueño
torturados enigmas.
Para darle sentido a las jornadas
fingía ser avaro,
reuniendo unas monedas
que en un cajón guardaba sin mirarlas.
Fue perseguido sin saber por qué
y sin saber por qué
procesado y matado.
No murió:
fue llamado a medir tierras
a un alcázar remoto,
a una jaula, a otro sótano.
Tal vez entre sirenas y bacterias
Divagaba, en la tarde, por los puentes
de una ciudad oscura.
Enterrado en la alterna madriguera
del oficio y del arte,
miraba absorto números y letras
sin esperar jamás de nadie nada,
preso en su mente, inerme y solitario,
condenado a la niebla del olvido
y a los tardes halagos
de la celebridad
en la posteridad.
12 enero 2009
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