Gonzalo fernández-gallardo jiménez


CAPÍTULO I: ANTECEDENTES HISTÓRICOS EN LA ORDEN



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CAPÍTULO I:

ANTECEDENTES HISTÓRICOS EN LA ORDEN




1.- LOS PRIMEROS TIEMPOS DE LA ORDEN

La interpretación del carisma de Francisco de Asís (1182-1226) no ha sido nunca fácil para sus seguidores. Viviendo todavía el fundador, se dieron los primeros problemas por el impresionante crecimiento de las fraternidades y las diversas formas de entender el camino a seguir dentro de la Iglesia. Basta recordar que, aprovechando la estancia de Francisco en Oriente, los dos vicarios que había dejado, Mateo de Narni y Gregorio de Nápoles, se apresuraron a convocar un Capítulo especial que dictó varios estatutos destinados a dar un carácter más monástico a la Orden. Además, se habían solicitado privilegios a la Santa Sede, y se había construido en Bolonia un convento, cuya propiedad creó probemas... A su vuelta, Francisco intentó poner las cosas en su sitio, pero las fraternidades no eran ya aquel primer grupo de 12 hermanos; ahora hacía falta una organización, no para ahogar el carisma, sino para facilitar su vitalidad. Con la bula "Cum secundum consilium", del 22 de noviembre de 1220, se reforzaba la disciplina interna y se introducía el año de noviciado. Era necesario un auténtico discernimiento vocacional y una adecuada formación de los candidatos.

La redacción de la Regla de 1223 (llamada comúnmente “bulada” o 2ª Regla) tampoco fue fácil. Y el testamento del santo aumentó la disparidad de criterios entre los que postulaban un estilo de vida como el de los comienzos (itinerante) y los que optaban por "asentamientos" (convento-iglesia) dentro del más sencillo y pobre estilo de vida evangélica.

Tras la muerte de Francisco, la tensión interna no cesó a la hora de ver en qué consistía la fidelidad a la Regla. El 28 de septiembre de 1230 hubo de intervenir la Santa Sede con la famosa bula "Quo elongati", para aclarar la cuestión. Ésta fue la primera de otras muchas declaraciones pontificias que pretendían interpretar la Regla en sintonía con los “signos de los tiempos”.

Hacia 1240 "la Orden se había constituido ya en la primera potencia religiosa de la Iglesia"13. Los conventos e iglesias franciscanas estaban en pleno auge. Habían sintonizado perfectamente con las nuevas ciudades burguesas.

El gran caballo de batalla fue la pobreza. Diversas bulas pontificias ("Ordinem vestrum" (1245), "Quanto studiosius" (1247)...) habían distinguido entre propiedad y uso de bienes muebles e inmuebles. La Santa Sede tenía la propiedad, la Orden el uso. Pronto surgieron los "espirituales", el grupo que pretendía vivir en estricta pobreza, y la "comunidad", la mayoría que aceptaba la evolución de la Orden como signo positivo de crecimiento y adaptación a las nuevas circunstancias.

El generalato de San Buenaventura (1257-1274) logró un período de estabilidad. Resolvió positivamente los conflictos con el clero secular y la universidad de París, asentando dentro de la Orden la idea de que no se había traicionado el espíritu de Francisco. Era el triunfo del equilibrio14. No duraría mucho tiempo.

Tras la muerte de San Buenaventura (1274), las ideas joaquinitas se infiltraron excesivamente entre los "espirituales". Fue decisiva la obra "Introducción al evangelio eterno" de Gerardo de Borgo San Donnino, que actualizaba la división de la historia ideada por el monje cisterciense Joaquín de Fiore (1130-1202). Para la Orden, y de modo especial para los "espirituales", quedaba claro que Francisco era el "ángel del sexto sello", con "la señal del Dios vivo" (los estigmas) y portador del "evangelio eterno" (la Regla). Era la Orden nueva que hacía llegar, desde la pobreza, la deseada iglesia espiritual.

El conflicto entre la "comunidad" y los "espirituales" llegó a tomar un carácter violento cuando pareció que el Concilio de Lyon iba a obligar a los Menores a poseer en común. Tanto en Italia (Pedro de Macerata y Angel Clareno) como en Francia (Hugo de Digne y Pedro Juan Olivi) encabezaron una lucha contra la doctrina del "uso pobre" que había fijado la bula "Exiit qui seminat" (14 agosto 1274). La gravísima situación desembocó en división: Celestino V autorizó a los espirituales la separación de la comunidad, recuperando su vida en los eremitorios. La situación cambió con su sucesor, Bonifacio VIII. Y llegó a su punto culminante con la condena de todos los espirituales que dictó Juan XXII con la bula "Sancta Romana" (1317). Éstos, expulsados de la Orden Franciscana, pasaron a la historia con el nombre de "Fraticelos".

La Orden iba creciendo. En 1240 contaba ya con tres provincias en la península ibérica: Santiago en el noroeste, Castilla en el centro y Aragón en el este15. Hacia 1335, eran en toda la Orden unos 35.000 frailes, distribuidos en 34 provincias, 211 custodias, 1422 conventos y 5 vicarías-misioneras (cuasi-provincias) que se extendían desde Rusia hasta la China. Pero en la segunda mitad del siglo XIV no se escapó de la decadencia que asoló a la vida religiosa, enumerándose siempre como causas generales: la peste negra (1348-1362), la Guerra de los Cien Años (1339-1453) y el Cisma de Occidente (1378-1417), que dividió profundamente también a la Orden minorítica. A pesar de estas dificultades, en Castilla, entre 1350 y 1406, de los 22 religiosos que fueron nombrados obispos, 12 eran franciscanos16.




2.- ¿QUIÉNES SON LOS FRANCISCANOS CONVENTUALES O CLAUSTRALES?


El nombre oficial que San Francisco dio a sus seguidores fue el de "Hermanos Menores". No tardaron mucho en llegar los "apellidos”. El término "conventual"17 ya se daba en el ámbito eclesiástico antes que surgiera el movimiento franciscano. Pero, dentro de los Menores, comenzaron a llamar tanto a las iglesias como a las casas "conventuales", para distinguirlas de los eremitorios. Las mismas Constituciones narbonenses (1260), redactadas por san Buenaventura, diferenciaban entre "loca conventualia" y "loca non conventualia". El término fue pasando a los frailes que habitaban en un lugar "conventual". Inocencio IV en 1254 y Clemente IV en 1256 dirigían sus bulas a "Ministris, Custodibus, Guardianis conventualibus", a la vez que las Constituciones de Narbona distinguían entre "guardiani conventuales" y "guardiani non conventuales". En 1277 se aplicó directamente a los mismos frailes como conjunto: “fratribus minoribus conventualibus de Campo Orti”18.

La "communitas Ordinis", de la que tanto se habló en torno a la cuestión de los "espirituales", se identificaba con la comunidad conventual. Así lo reconocen el franciscanista anglicano Moorman, escribiendo: "The Community or, as they came to be called, the Conventuals"19, Motiers: "dans le principe, les Mineurs étaint tous conventuels"20, y Rusconi: “la maggioranza dell’Ordine (la ‘communitas’) e l’ala radicale (zelanti e ‘spirituali’) nel corso del XIII secolo; di nuovo il grande corpo dell’Ordine (i ‘conventuali’) e i gruppi sempre più esteri di riformatori (gli ‘osservanti’) nel XV secolo”21.

Si cabe, aún aparece más claro cuando surgen las reformas de finales del siglo XIV y se hace necesario distinguir bien entre aquellos que pertenecen al cuerpo primigenio de la Orden (Conventuales) y aquellos que, perteneciendo a la misma Orden, deciden llevar un estilo de vida diverso con la intención de ser más fieles a la Regla (Observantes, y algunos otros grupos).

En España, a los Conventuales se les llamaba también "fratres de claustro" o "Claustrales", como haría ya Martín V en la bula "Super gregem" del 28 de diciembre de 142722. ¡Lástima que todavía hoy se escriba con imprecisión sobre este tema23!

Podemos escuchar también a un franciscano descalzo español del siglo XVI, fr. Juan de Santa María: “El nombre de Conventuales se juntó al de Menores luego en los principios de la misma Orden, por concesión, y authoridad apostólica… Contra la ignorancia de los que tienen por nombre de afrenta, y le dan por baldón, siendo (como es) nombre de honra, e impuesto por authoridad apostólica a los primogenitores de la Orden, y de que usó por espacio de doscientos años, y más, hasta que aquel fervor de espíritu con que comenzaron, se comenzó en ellos a resfriar… y aunque en España ya no ay dellos ningún Conventuales, son muchos, y muy insignes los que ay en Italia, con grande opinión, y representación de letras, y sciencia. Algunos dicen, que se llamaron Conventuales, y Claustrales, porque sus conventos eran muy grandes, y tenían muy grandes claustros a distinción de los reformados, cuyas casas eran menores, y claustros pequeños… Esa razón no cuadra de ninguna manera, porque si fuera la más verdadera, los Observantes se avian de llamar también Conventuales, y Claustrales; pues los más de sus conventos, y claustros son ahora mayores, que lo eran en tiempo de los Conventuales”24.





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