Rosa Luxemburg Índice Prólogo 4 primera parte: El problema de la reproducción 5



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176 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 151.

177 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 27.

178 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 27.

179 [Wladimir Illich, Lenin, Obras Escogidas, en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1979. Tomo I, páginas 254-255 N d E] Wladimir Ilich. Estudios y artículos económicos. Contribución a la caracterización del romanticismo económico, Petersburgo, 1899, página 20. Al propio autor corresponde, por lo demás, la afirmación de que la reproducción ampliada sólo comienza con el capitalismo. Ilich no ha advertido que con la reproducción simple, que supone ley de todas las formas de producción precapitalista, probablemente no habríamos salido aún de la miseria paleolítica.

180Die Neue Zeit, año 2, “Teorías acerca de las crisis”, página 116. Kautsky de­muestra, con cifras, a Tugan, que por la prosecución del esquema de la reproduc­ción ampliada, el consumo tiene que crecer necesaria y ciertamente, “y en la misma proporción exacta que el valor de los medios de producción.” Esto requiere dos observaciones. En primer lugar, Kautsky no tiene en cuenta, como tampoco Marx en su esquema, el progreso de la productividad del trabajo, con lo cual, el consumo aparece, relativamente, mayor de lo que correspondería a la realidad. Pero, en segundo lugar, el crecimiento del consumo, a que Kautsky se refiere aquí, es con­secuencia, resultado de la reproducción ampliada, no base y fin suyo: resulta prin­cipalmente del aumento del capital variable, del empleo creciente de nuevos obre­ros. El sustento de estos obreros no puede considerarse como fin y misión de la ampliación de la reproducción, como tampoco el consumo personal creciente de la clase capitalista. Por tanto, la indicación de Kautsky destruye, sin duda, la par­ticular ocurrencia de Tugan, que consiste en construir una reproducción ampliada junto con un descenso absoluto del consumo; en cambio, no toca la cuestión fun­damental de la relación entre producción y consumo desde el punto de vista del proceso de reproducción. Es verdad que en otro pasaje del mismo trabajo leemos:

“Los capitalistas, y los obreros por ellos explotados, forman un mercado que crece constantemente con el aumento de la riqueza de los primeros y el numero de los últimos, pero no tan rápidamente como la acumulación del capital y la producti­vidad del trabajo; y no constituye por si solo, mercado suficiente para los medios de consumo creados por la gran industria capitalista. Dicha industria ha de bus­carse en un mercado suplementario, fuera de su terreno, en las sociedades y naciones que no producen todavía bajo forma capitalista. Lo encuentra, en efecto, y lo va ampliando cada vez más, pero tampoco con bastante rapidez. Pues este mercado suplementario no posee, ni con mucho, la elasticidad y capacidad de extensión del proceso de producción capitalista. Tan pronto como la producción capitalista se ha convertido en gran industria, como ocurría ya en Inglaterra en el primer cuarto del siglo XIX, adquiere la posibilidad de esta extensión a saltos, que al cabo de poco sobrepasa toda ampliación del mercado. Así todo período de prosperidad que sigue a una ampliación considerable del mercado, se halla condenado, de antemano, a vivir poco y la crisis es su fin necesario. Tal es, en breves rasgos, la teoría de las crisis fundada por Marx y aceptada por la generalidad de los marxistas “ortodoxos”.” (lu­gar citado, página 80). Pero Kautsky no se ocupa de poner en armonía la concepción de la realización del producto total con el esquema marxista de la reproducción am­pliada, quizá porque, como se deduce de la cita, trata exclusivamente el problema desde el punto de vista de las crisis; es decir, del producto social considerado como una masa indiferenciada de mercancías en su magnitud total; no desde el punto de vista de su engranaje en el proceso de reproducción.



L. Budín trata más de cerca esta última cuestión. “El plusproducto producido en los países capitalistas no ha dificultado (con algunas excepciones que se mencionarán más tarde) la marcha de las ruedas de la producción, porque la producción se halla distribuida más adecuadamente en las diversas esferas, o porque la producción de tejidos de algodón se haya convertido en una producción de máquinas, sino, porque, en virtud del hecho de que algunos países se han desarrollado en sentido capitalista antes que otros, y porque hay aún todavía países sin desarrollo capitalista, los países capitalistas cuentan con un mundo situado realmente fuera de ellos, al que pueden arrojar los productos que ellos no consumen, sin que importe que estos productos sean tejidos de algodón o artículos metalúrgicos.” Con esto no se quiere, dice, que no tenga importancia el hecho de que en los principales países capitalistas los tejidos hayan dejado el puesto direc­tivo a los productos metalúrgicos. Por el contrario, ello tiene la mayor importancia, pero su significación es completamente distinta de la que le atribuye Tugan Bara­nowski. Significa el principio del fin del capitalismo. “Mientras los países capitalistas exportaban mercancías para el consumo, había esperanza para el capitalismo en aquellos países. No se hablaba aún de cuál seria la capacidad adquisitiva del mundo no capitalista para las mercancías producidas por el capitalismo y del tiempo que duraría aún. El crecimiento de la fabricación de máquinas, a costa de los bienes de consumo, muestra que territorios que antes estaban fuera del capitalismo y servían, por tanto, de salida para su plusproducto, han entrado ahora en el engranaje del capitalismo; muestra que se desarrolla su propio capitalismo; que producen por sí mismos sus propios medios de consumo. Como se hallan. de momento, en el estado inicial de su desarrollo capitalista, necesitan todavía las máquinas producidas por el capitalismo. Pero pronto no las necesitarán ya. Fabricarán sus productos metalúrgicos del mismo modo que ahora fabrican sus tejidos y otros artículos de con­sumo. Entonces, no sólo dejarán de ser una salida para el plusproducto de los países propiamente capitalistas, sino que engendrarán a su vez un plusproducto, que di­fícilmente podrán colocar.” (Die Neue Zeit, XXV, año 1. “Fórmulas matemáticas contra Carlos Marx”, página 604.) Boudin abre, en este artículo, grandes horizontes en el aspecto del desarrollo del capitalismo internacional. Después llega, lógicamen­te, por este camino a la cuestión del imperialismo. Desgraciadamente, al final, desvía su agudo análisis confundiendo la producción militarista y el sistema de la exportación internacional de capital a países no capitalistas, bajo el mismo concepto de “dilapidación”. Por lo demás, debe tenerse en cuenta que Boudin, lo mismo que Kautsky, considera como una ilusión de Tugan-Baranowski la ley conforme a la cual la sección de medios de producción crece más rápidamente que la de medios de consumo.

181 Prescindiendo de las condiciones naturales, tales como la fertilidad del suelo, etc. Y de la destreza de los productores independientes y aislados (destreza que, sin embargo, suele traducirse más bien en la calidad que en la cantidad del producto), el grado social de productividad del trabajo se refleja en el volumen relativo de medios de producción que el obrero convierte en producto durante cierto tiempo y con la misma tensión de la fuerza de trabajo. La masa de medios de producción con que un obrero opera crece al crecer la productividad es su trabajo. Los medios de producción desempeñan aquí un doble papel. El incremento de unos es efecto, el de otros condición determinante de la creciente productividad del trabajo. Así, por ejemplo, con la división manufacturera del trabajo y la aplicación de maquinaria, se elabora más materia prima durante el mismo tiempo; es decir, el proceso de trabajo absorbe una masa mayor de materias primas y materias auxiliares. Esto es efecto de la creciente productividad del trabajo. De otra parte, la masa de maquinaria puesta en movimiento, de ganado de labor, de abonos minerales, de tubos de drenaje, etc., es condición de aquella productividad creciente. Y lo mismo la masa de medios de producción concentrados en los edificios, altos hornos, medios de transporte, etc. Pero se condición o efecto, el volumen creciente de los medios de producción comparado con la fuerza de trabajo que absorben expresa siempre la productividad creciente del trabajo. Por consiguiente, el aumento de esta se revela en la disminución de la masa de trabajo, puesta en relación con la masa de medios de producción movidos por ella, o sea, en la disminución de magnitud del factor subjetivo del proceso de trabajo, comparado con su factor objetivo.” (Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, páginas 525 y 526. Y en otro pasaje: “Ya hemos visto que, al desarrollarse la productividad del trabajo y, por consiguiente, al desarrollarse también el sistema capitalista de producción (que contribuye más que todos los sistemas de producción anteriores al desarrollo de la fuerza social productiva del trabajo), crece constantemente la masa de los medios de producción (edificios, máquinas, etc.) incorporados de una vez para siempre al proceso y que figuran constante y reiteradamente en él, durante períodos más largos y más cortos, y que el incremento de estos medios es al mismo tiempo premisa y efecto del desarrollo de la fuerza social productiva del trabajo. El crecimiento no solo absoluto, sino relativo de la riqueza bajo esta forma (cfr. Libro I, cap. XXIII, 2 [pp. 525 ss.]) es lo que caracteriza, sobre todo, al sistema capitalista de producción. Pero las modalidades materiales de existencia del capital constante, los medios de producción, no consisten exclusivamente en estos medios de trabajo, sino también en materias primas en los más diversos grados de elaboración y en materias auxiliares. A medida que aumenta la escala de la producción y que se acentúa la fuerza productiva del trabajo a través de la cooperación, de la división del trabajo, de la maquinaria, etc., crece la masa de las materias primas, de las materias auxiliares, etc., absorbidas por el proceso diario de reproducción.” (Carlos Marx, El Capital, Tomo II, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, página 125)

182 En una colección de sus artículos publicada en 1901 dice en el prólogo: “El año 1894, cuando el autor publicó sus Notas críticas acerca de la cuestión del desarrollo económico de Rusia era, en filosofía, positivista crítico, en sociología y economía política, marxista declarado, aunque en modo alguno ortodoxo. Desde entonces, tanto el positivismo como el marxismo sobre él asentado (!) han dejado de ser la verdad para el autor; han dejado de determinar plenamente su concepción del mundo. Se ha visto obligado a buscar y elaborar, por su cuenta, un nuevo sistema de pensamientos. El dogmatismo perverso, que, no sólo contradice a los que piensan de otro modo, sino que además les somete a un espionaje moral y psico­lógico, no ve, en semejante trabajo, más que “inestabilidad epicúrea de las ideas”. No es capaz de comprender que el derecho de la crítica de sí mismo, es uno de los derechos más caros del individuo vivo pensante. El autor no piensa renunciar a este derecho aunque le amenace el peligro de verse acusado de “inestabilidad”.” (Sobre diversos temas, Petersburgo, 1901)

183 S. Bulgakof, Sobre los mercados de la producción capitalista. Un estudio teórico, Moscú, 1897, página 252.

184 Tugan-Baranowski, Estudios sobre la teoría e historia de las crisis comerciales en Inglaterra, Gema, 1901, página 229.

185 Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, FCE, México, 1972, página 489.

186 Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, FCE, México, 1972, página 489, nota 2 a pie de página.

187 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, páginas 298 y 299.

188 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 311.

189 Marx, Carlos, El Capital, Tomo II, FCE, México, 1972, página 375.

190 Marx, Carlos, El Capital, Tomo III, FCE, México, 1972, páginas 454 y 455.

191 “No son nunca los pensadores originales los que sacan consecuencias absurdas. Dejan esta tarea a los Say y MacCuclloch.” (El Capital, Tomo II). Y a los… Tugan-Baranowski, añadimos nosotros.

192 Estas cifras resultan como diferencia entre la magnitud supuesta al capital constante de la sección I con una técnica progresiva y la magnitud que se la atribuye en el esquema de Marx (El Capital, Tomo II), en el que permanece sin alterar la técnica.

193 Marx, Carlos, El Capital, Tomo III, FCE, México, 1972, páginas 242, 243 y 244.

194 Marx, Carlos, Teorías sobre la plusvalía, Tomo II, parte 2ª, página 305.

195 Marx, Carlos, El Capital, Tomo III.

196 “Cuanto mayor sea el capital, cuanto más desarrollada esté la productividad del trabajo, y en general, cuanto más amplia sea la esclavitud en que se verifica la producción capitalista, tanto mayor será también la masa de mercancías que se encuentran en circulación en el mercado, al sobrevenir el tránsito de la producción al consumo (individual e industrial). Mayor seria también la seguridad que tendrá cada capital particular de encontrar, en el mercado, sus condiciones propicias de reproducción.” (Marx, Teorías sobre la plusvalía, tomo II, parte 2ª, página 251.)

197 Marx, Teorías sobre la plusvalía, Tomo I, parte 2ª, página 280. “Acumulación de capitales y crisis”. Subrayado por Marx.

198 La importancia de la industria de tejidos de algodón inglesa está expresada en las siguientes cifras: 1893: exportación total de productos fabricados, 5.540 millones de marcos, de los cuales, correspondían a los tejidos de algodón 1.280 millones de marcos = 23 por 100; los hierros y demás artículos metalúrgicos no llegaban al 17 por 100.

1898: exportación total de productos fabricados, 4.668 millones de marcos, de los cuales correspondían a los tejidos de algodón 1.300 millones de marcos = 28 por 100; hierro y artículos metalúrgicos, 22 por 100.

Comparadas con éstas, las cifras correspondientes a Alemania son: 1898: expor­tación total, 4.010 millones de marcos, de los que corresponden a los tejidos de algodón 231,9 millones de marcos = 53/4 por 100.

La cantidad de algodón exportado en 1898 ascendió a 5 ¼ millones de yardas, de las cuales, 2 ¼ lo fueron a la India. (E. Jaffe, La industria inglesa de tejidos de algodón y la organización del comercio de exportación, Schomellers Jahrbucher, XXIV, página 1033).

En 1908, sólo la exportación británica de hilo de algodón ascendió a 272 millones de marcos (Statist. Jahrbücher für das Deutsche Reich, 1910).


199 Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, FCE, México, 1972, páginas 508 y 509.

200 Las últimas revelaciones del Libro Azul inglés sobre las prácticas de la Peru­vian Amazon Co. Ltd. en Putumayo. han mostrado que el capital internacional sabe colocar a los indígenas, sin necesidad de la forma política del régimen colonial, en el territorio de la república libre del Perú, en una situación lindante con la escla­vitud, para arrebatar así, en una explotación en gran escala, medios de producción de países primitivos. Desde 1900, la mencionada sociedad, perteneciente a capitalistas ingleses y extranjeros, había arrojado unas 4.000 toneladas de caucho sobre el mercado de Londres. En el mismo período de tiempo murieron 30.000 indígenas y la mayoría de los 10.000 restantes quedaron convertidos en inválidos.

201 Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, FCE, México, 1972, páginas 489 y 490. Análogamente, en este otro pasaje: “Por tanto, una parte de la plusvalía y otra del plusproducto correspondientes han de transformarse pri­meramente en medios de subsistencia, en capital variable, esto es, hay que comprar con ellas nuevo trabajo. Esto sólo es posible aumentando el número de los trabaja­dores, o prolongando la jornada de trabajo… Pero esto no puede considerarse como medios constantes de acumulación. La población trabajadora puede aumentar trans­formando, previamente, trabajadores improductivos en productivos, o trayendo al proceso de producción elementos de población que antes no trabajaban: mujeres y niños, mendigos. (Prescindimos aquí del último punto). Finalmente, por el crecimiento absoluto de la población. Para que la acumulación constituya un proceso constante, continuado, este crecimiento absoluto de la población es condición necesaria, aunque disminuya relativamente frente al capital empleado. El aumento de población aparece como la base de acumulación de un proceso continuado. Pero esto presupone un salario medio, que permita un crecimiento constante de la población trabajadora, y no la mera reproducción de la misma” (Teorías sobre la plusvalía, II, Parte 2ª, “Transformación de la renta en capital.”, página 243.)



202 Una estadística publicada poco antes de la guerra de Secesión en los Estados Unidos, contenía los siguientes datos sobre el valor de la producción anual de los Estados esclavistas y el número de los esclavos ocupados en ellos, la mayoría de los cuales trabajaba en plantaciones de algodón:

AlgodónEsclavos1800 5,2 millones de dólares 893.041181015,1 “ “1.191.3641820 26,3 “ “1.543.6881830 34,1 “ “2.009.0531840 75,6 “ “2.487.4551850101,8 “ “3.179.5091851137,3 “ “ 3.200.000



203 Un ejemplo modelo de semejantes formas mixtas en las minas sudafricanas de diamantes ha sido descrito por el ex ministro inglés Bryce: “Lo más notable que hay que ver en Kimberley (algo único en el mundo) son los dos llamados Com­pounds, donde se alberga y encierra a los indígenas que trabajan en las minas. Son enormes recintos amurallados, sin tejados, pero cubiertos por una red metálica para impedir que tiren cosas por encima de los muros. Una galería subterránea conduce a la mina cercana. Se trabaja en tres turnos de ocho horas, de modo que el obrero no está nunca más de ocho horas seguidas bajo tierra. En el interior de los muros hay cabañas donde los indígenas viven y duermen. Existe, también en el interior del recinto, un hospital. así como una escuela donde los obreros pueden aprender a leer y escribir en sus horas libres. No se venden bebidas alcohólicas. Todas las entradas se hallan rigurosamente vigiladas, y no se permite la entrada a ningún visitante indígena, ni blanco. Las subsistencias son suministradas por una tienda situada dentro del recinto. que pertenece a la sociedad. El Compound de la mina De Beers albergaba en la época de mi visita, 2.600 indígenas de todas las tribus existentes, de modo que podían verse, allí, los más distintos tipos de negros, desde el de Natal y Pondoland, al Sur, hasta el del lago Tanganika, en el lejano Este. Vienen de todas partes, atraídos por los elevados salarios (ordinariamente 18-30 Mk por semana) y se están allí tres meses y más. En ocasiones, incluso, por largo tiempo… En este amplio Compound cuadrado, se ven zulúes del Natal, fingos, pondos, tembus, basutos, botchuanas, súbditos de Cungunhana de las posesiones portuguesas. algunos matabeles y makalakas y muchos de los llamados zambesiboys, de las tribus que viven a ambas orillas de este río. Hay, incluso, buschmanos, o, al menos. indígenas que proceden de ellos. Viven juntos pacíficamente y se entre­tienen, a su modo, en sus horas libres. Aparte de juegos de azar, vimos un juego parecido al “zorro y gansos” inglés, que se juega con piedras sobre un tablero; también se hacía música con dos instrumentos primitivos: el llamado piano de los cafres, que se compone de unas tiras de hierro desiguales sujetas, una junto a otra, a un marco, y con otro instrumento, más rudimentario todavía, hecho de trocitos de madera desiguales y duras, de los que golpeándolos, se logra rudi­mentos de una melodía. Algunos leían o escribían cartas. Los demás se entre­tenían cocinando o conversando. Algunas tribus charlaban ininterrumpidamente y podían oírse en esta extraña retorta de negros, hasta una docena de idiomas, al recorrer los grupos. Los negros, tras varios meses de trabajo, acostumbran a dejar la mina, para volver con el salario ahorrado a su tribu, comprarse una mujer, y vivir como han vivido antes.” (James Bryce, Impressions of Sou.th. Africa, 1897.) Véase en el mismo libro la viva descripción de los métodos que para resolver la “cuestión obrera” se emplean en Sudáfrica. Nos enteramos de que en Kimberley, en Witwateersrand, en Natal, en Matabeleland, se obliga a los negros a trabajar en las minas y plantaciones quitándoles la tierra y el ganado, es decir, sus medios de subsistencia, proletarizándolos, desmoralizándolos con aguar­diente. Más tarde, cuando están recogidos en el albergue de la capital. se les pro­híben severamente las bebidas alcohólicas, a las que se les ha acostumbrado pri­mero; el objeto de explotación ha de mantenerse en estado utilizable. Así se les hace entrar sencillamente en el “sistema asalariado” del capital por medio de la fuerza, la prisión. los azotes.

204 Es típica en este sentido la relación entre Alemania e Inglaterra.

205 Después de haber reunido, sin selección ni crítica, en su historia de la India británica, testimonios de las fuentes más diversas: Mungo, Park, Herodoto, Volney, Acosta, Garcilaso de la Vega, abate Grosier Barrow, Diodoro, Estrabón, etc., para formular el aserto de que, en países primitivos, el suelo había sido siempre y en todas partes propiedad del soberano, Mill saca también, por analogía, para la India la siguiente conclusión: “De estos hechos, sólo puede sacarse una conclu­sión: la de que la propiedad del suelo reside en el soberano; pues, si no residiese en él, sería imposible mostrar a quién pertenecía.” (James Mill, The History of British India, 4ª edición, 1840, volumen I, página 311) A esta clásica consecuencia del economista burgués, hace interesante comentario su editor H. H. Wilson. que, como profesor de sánscrito en la Universidad de Oxford, conocía, exactamente, el derecho de la India antigua. Después que ya en el prólogo caracteriza a su autor como un partidista que acomoda toda la historia de la India británica para justi­ficar las theoretical views de Mr. Bentham, haciendo, con medios de dudosa legi­timidad, una caricatura del pueblo hindú (un retrato de los hindúes que no tiene ninguna semejanza con el original. y que es casi una injuria para la humanidad), inserta la siguiente nota: “La mayor parte del texto y las notas que le acompañan en este punto, carecen enteramente de valor. Los ejemplos sacados de la práctica mahometana, suponiendo que fuesen exactos, nada tienen que ver con las leyes y derechos de los hindúes. Pero, además, no son exactos y las vías de Mr. Mill le han inducido a error.” A continuación, Wilson niega, en absoluto, particular­mente en lo referente a la India, la teoría del derecho de propiedad del soberano sobre el suelo. (L. c. página 305, nota.) También Henry Maine cree que los ingleses han tomado, de sus antecesores musulmanes, su pretensión inicial a la propiedad territorial completa de la India, que para él es completamente falsa. “La afirma­ción hecha, primeramente, por los ingleses, fue heredada de sus predecesores ma­hometanos. Era la de que todo el suelo pertenecía, en propiedad absoluta, al soberano y toda la propiedad privada existía en el país por condescendencia suya. La teoría mahometana y su correspondiente práctica van contra la concep­ción antigua de los derechos del soberano, que, si bien le asignaban una parte mayor del producto del país que la que haya pretendido ningún gobernante oc­cidental, no negaba, en modo alguno, la existencia de propiedad privada en el país.” (Village communities in the East and West, 5ª edición, 1890, página 104) Por su parte, Máximo Kowalewsky, ha demostrado que la supuesta “teoría y práctica musulmana” no era más que una fábula inglesa. (Véase su excelente estudio en lengua rusa, La propiedad común de la tierra, causas, desarrollo y consecuencias de su descomposición, Moscú, 1879, parte I). Los escritores ingleses, por lo de­más, igualmente que sus colegas franceses, sostienen ahora una fábula semejante con respecto a China, afirmando, que, allí, todo el país era propiedad del empe­rador (Véase la refutación de esta leyenda por el doctor O. Franke, El derecho de propiedad territorial en China).

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