Sujetos Políticos de Euskalerria Advertencia preliminar


Sobre Euskadi como sujeto general



Yüklə 260,56 Kb.
səhifə7/9
tarix31.10.2017
ölçüsü260,56 Kb.
#23556
1   2   3   4   5   6   7   8   9

Sobre Euskadi como sujeto general

SANZO, LUIS, El Pueblo Vasco y la Autodeterminación, Donostia, Erein, 2001, 239 págs, ISBN 84-7568-355-X


Nos encontramos ante un trabajo que tiene la vocación exhaustiva de comparar las alternativas políticas de cada partido y su ajuste con el derecho, tanto autonómico, como estatal y como internacional. Luis Sanzo en general afronta con rigor los problemas que todo ello acarrea, tanto desde la perspectiva legal como de la posible ruptura de la cohesión social, que puede conllevar el inicio de un proceso de autodeterminación. En lo que se refiere a los aspectos legales necesarios para poder emprender una consulta popular de secesión o de búsqueda de un marco político cualitativamente diferente, las conclusiones son bien claras. En este aspecto más allá de posible interpretaciones subjetivas sobre su factibilidad, se limita a presentar la normativa que guía a la ONU a la hora de admitir un proceso autodeterminación, así como datos históricos de países que mediante acuerdos internos consiguieron pactarla.
Las conclusiones en lo que se refiere a la normativa internacional son evidentes: Las disposiciones de las Naciones Unidas reservan ese derecho a pueblos cuya absorción por la nación-estado tiene carácter colonial: “...la Carta de Naciones Unidas únicamente prevé la aplicación del principio de libre determinación, incluyendo el derecho de secesión, a las colonias o otros territorios no dependientes...(p.36)”. La ONU también contempla este derecho a pueblos en los cuales se da una vulneración de los derechos humanos por parte de la nación-estado oficial“Algunos autores han señalado...una tercera circunstancia...un bloqueo de un ejercicio significativo del derecho de un pueblo a la libre determinación interna, situación de opresión que le legitimaría...La existencia de violaciones serias serias y generalizadas...constituiría un elemento añadido...(p.38).”. La aportación de estos datos es de gran utilidad para desterrar cualquier esperanza que pudiera haber en esta vía en lo que hace referencia al caso vasco.:
Dejando de la lado la normativa internacional, y centrándose en la posibilidad de abrir un proceso vía pacto con el Estado, afirma que éste debería conllevar un cambio constitucional:” El derecho constitucional a la secesión debe regularse de forma que se garantice una estabilidad política a largo plazo...la obligación de ejecutarlo en un plazo y en una forma establecida que despejen el futuro inmediato en un espacio de tiempo razonable.” Al mismo tiempo, ya adelanta un aspecto que más adelante desarrollará más al detalle respecto a la necesidad de una mayoría muy amplia para emprender las negociaciones de reforma constitucional: “ En el modelo ordinario, el inicio del proceso de autodeterminación externa requeriría un apoyo fundamental de la fuerzas políticas (por ejemplo 2/3 partes del parlamento territorial)y su consolidación un refrendo mayoritario del cuerpo electoral (más del 60%)...”(p.110).
En lo que refiere a las dificultades en el terreno de lo social, hace especial hincapié en el problema de la territorialidad. Al hilo de esto, es muy buena la diferenciación que hace entre lo que sería la soberanía territorial y lo que el llama la “soberanía cultural”. La primera, es de sobra conocida, y estaría basada en el concepto de territorio. La segunda tendría como apoyo la comunidad y prestaría ciertos servicios (culturales, educativos...) a los miembros de la comunidad nacional, quedando el resto de competencias relegadas a instituciones estatales comunes: “En su versión actual, el recurso a la idea de “soberanía cultural” sirve sobre todo para fundamentar un control pleno sobre la política lingüística, a través del control asociado de la cultura, la educación y servicios básicos”(p.132). Hace aquí una exhaustiva diferenciación entre lo que sería la ciudadanía (que todos los miembros del territorio compartirían) y la nacionalidad (solo de los pertenecientes a la comunidad nacional. De esta manera, la comunidad nacional diferenciada debería establecer sus instituciones nacionales, que contarían con total independencia de gestión para los aspectos que tienen reservados (cultural, educativo principalmente). El análisis que hace de esta “soberanía cultural” es de mucha utilidad para las reflexiones posteriores sobre la posibilidad de que una ciudadanía compartida fuera una posible solución para el tema vasco. Al mismo tiempo, este concepto le servirá para solucionar el problema de núcleos periféricos de la comunidad vasca (lugares donde esta comunidad es minoritaria, como en Navarra), y conseguir así, presentar una posible solución al asunto de la territorialidad: “...con el modelo de soberanía cultural...las instituciones nacionales pueden operar tanto en aquellos territorios donde en los que el pueblo es mayoritario como en aquellos en los que no lo es...(p.134)”.
Aunque en un principio parece muy interesante, y sobre todo novedosa, la solución a partir de la “soberanía cultural”, resulta cuestionable por dos motivos.
Uno de ellos, es abordado por él, y sería el de la potencial conflictividad que podría suponer, en las zonas donde la comunidad cultural es mayoría, la yuxtaposición de dos pueblos diferenciados. Afirma que la soberanía cultural llevada al extremo, más que conciliar, avivaría el enfrentamiento e iría en detrimento de cualquier cohesión social: “Sin embargo, este recurso al sentimiento compartido de ciudadanía vasca no resuelve el problema puesto que dicho sentimiento no supone, para una parte fundamental de la población vasca, una renuncia a la aceptación complementaria de la ciudadanía española... La contradicción tampoco se resuelve apelando a la libre identificación con el proyecto, en el que tiene “cabida todo el que se quiere adherir al mismo voluntariamente”...porque llevado a sus extremos supone la ruptura de la ciudadanía vasca actual, la “extranjerización”de aquellas personas que no quieren”(p.145-146)
Por otro parte, cabe otra gran crítica a este modelo de solución de “soberanía cultural”, y más aún teniendo en cuenta que más allá de su mera exposición como vía resolutiva, lo adopta como deseable en su propuesta personal para dar salida al problema cultural que surge con los grupos vascos (por ejemplo en Navarra) donde éstos son minoría: “Los miembros de las nacionalidades minoritarias, con independencia de los derechos generales que les corresponden como ciudadanos, tanto en el ámbito español como en el de su Comunidad autónoma de residencia, tendrán en todo caso derecho a unas instituciones nacionales propias de base no territorial, con competencias lingüísticas, educativas, culturales o deportivas...(p.157-158-159)” Para ilustrar el funcionamiento de la misma toma como modelo el caso húngaro, caso en el que las instituciones húngaras prestan servicios en determinadas áreas a individuos de países fronterizos a los que previamente se les ha reconocido la nacionalidad. Me parece que es una propuesta que carece, en el caso vasco, de realismo. Cabría hacer muchas preguntas entorno a esta propuesta : ¿Cómo salvar la subjetividad a la hora de decidir qué porcentaje mínimo debe suponer la comunidad vasca para delimitar el territorio de actuación?, ¿Cómo sostener en los territorios donde la comunidad es minoritaria el choque entre la duplicidad de ciertas competencias? ¿ Cómo hacer llegar físicamente ciertos servicios (por ejemplo educación) a lugares donde por el número de población vasca es financieramente insostenible? ¿ Cómo calcular el porcentaje sobre los impuestos totales que suponen esas áreas de servicio, y acordar con las instituciones comunes una exención en la tributación a fin de que no se tribute doble?
En cuanto al análisis personal del autor respecto a la posible solución del tema vasco, parece pertinente su conclusión acerca de la necesidad de una aceptación muy consensuada del posible cambio de escenario político. Y es que, como bien dice, más allá de una posible mayoría, habría que buscar un consenso muy alto para evitar la formación de guetos: "...la conformación de una mesa de partidos en las que participen todos los partidos españoles y vascos..”(p.157). Esta claro que en una decisión de esta índole, es necesario intentar enganchar a toda la sociedad, si es que no queremos intensificar la pugna entre los dos frentes identitarios. Hasta ahí va bien, pero a la hora de plasmar este modelo resolutivo en ideas concretas vuelve a pecar de una falta de realismo total.
En el punto 2. de la solución propuesta habla de presentar un proyecto de reforma constitucional propuesta por una comisión en la que estaría la representación de todos los partidos que hay en el País Vasco:“ Plantear un proyecto concreto de reforma de la Constitución..”. Plantear esto como algo factible es como plantear que el conflicto nacional/cultural vasco que ha motivado este libro en cuestión no existe. El caso es que, hoy por hoy, es inconcebible el hecho de presentar una propuesta que satisfaga a todos los partidos en lo que se refiere a una propuesta de reforma constitucional. Para empezar, ya el simple hecho de hablar de propuesta de reforma haría levantarse a la mitad de la mesa negociadora.
En lo que se refiere al punto tres, también muy idealista. Aunque, bueno, si somos capaces de concebir como en el punto 2. una mesa en la que consensuadamente se presenta una propuesta común de reforma de la constitución, por descontado que en las posteriores negociaciones con el gobierno central se consigue la modificación. Más allá incluso, si vemos que entre las alternativa del punto 3., es decir, las alternativas a las que va dar lugar la reforma constitucional (propuesta unánimemente y aceptada por Madrid) son ya la autonomía actual o un proceso de autodeterminación nos damos cuenta de que , aparte de ser alternativas no realistas, el hecho de suponer que la reforma iba a aceptar esas dos alternativas está cargándose el resultado (en teoría desconocido) de la negociación del punto 2.
El libro de Luis Sanzo es de gran utilidad, ya que el ejercicio de conectar lo político con lo jurídico nos da una muestra más precisa de cuales son las alternativas vigentes de cada partido y las posibilidades que tienen de ajustarse a algún tipo de derecho. Sin embargo, la voluntad política de las partes, clave del asunto, no es analizada igualmente. De ahí el voluntarismo de algunas de sus apreciaciones.

BATISTA, ANTONI, Euskadi sin prejuicios, Barcelona, Plaza y Janés, 2001, 237 págs. ISBN: 84-01-37779-X.


El libro del periodista de La Vanguardia Antoni Batista pretende plantear una panorámica política completa de un periodo de tiempo muy preciso: la etapa que media entre 1998 y el 2001. Nos encontramos pues ante una crónica de la última, o la penúltima, hora política. “En estos tres años ha faltado reflexión serena y también tiempo” (p. 11), plantea nuestro autor en referencia, sin duda alguna, a las expectativas surgidas a raíz del alto el fuego unilateral de ETA. Además de ello, nos ofrece una visión general del problema vasco y las referencias a épocas pasadas muestran a las claras el seguimiento cercano de las cuestiones que afectan a nuestro pueblo.
Para llegar al plato fuerte del libro, que es el análisis pormenorizado de las vicisitudes por las cuales dicho alto el fuego no derivó en una pacificación irreversible, Batista hace un repaso de diferentes agentes y sujetos. La prensa española, la englobada dentro de la “campaña mediática”, es vista desde el observatorio privilegiado que le otorga ser también periodista de un diario de gran difusión. Su opinión no ofrece dudas: “Lo que han hecho los medios en la última campaña electoral vasca producía bascas. Se han transgredido todos los códigos deontológico, se ha robado información, se ha manipulado opinión, se han lanzado las peores acusaciones sin el más mínimo sustento lógico, se han criminalizado ideologías democráticas, se ha jugado con las identidades y, en suma, se ha ofrecido desde los templos de la objetividad el más burdo alegato partidista” (p. 228). La inclusión de otras opiniones contrastadas, como la de los periodistas Enric Sopena (p. 41), Javier Pérez Royo (p. 40) e Iñaki Gabilondo (p. 43), deja claro que, pese a que pueda abusarse de la excusa de los medios de comunicación para tapar miserias políticas, estos han seguido y siguen una conducta programada que va en contra de todos los códigos periodísticos. Batista plantea que no es una tendencia privativa del Estado español, pero que ha sido el tema vasco el que a acelerado esta tendencia orquestal de los medios de comunicación.
Las ideas fuerza de Batista son pocas y bien delimitadas: la conciencia de que el problema de la identidad en Euskadi, por condicionamientos históricos, por tendencias propias, por la existencia de la violencia, es mayor que en otras zonas del Estado español (215-6); la perspectiva de que, por el bien de la convivencia y de la posibilidad de un consenso político de calado que otorgue estabilidad, la alianza entre el PSOE y el PNV ha sido un bien para el país, y que, posteriormente, ha constituido un error abandonar esta transversalidad (p. 127); la constancia de la naturaleza revolucionaria de ETA y de su movimiento: “son un poco los últimos paraleninistas de la Europa Occidental, organizados en la teoría de la confrontación” (p. 175). La necesidad de que “la izquierda abertzale civil” posea autonomía política respecto a la organización armada (p. 149) y la conciencia de que cuando eso ocurra nos encontraremos ante “el principio del fin” del problema.
Dentro de estas coordenadas, que el autor considera claves a la hora de interpretar la ruptura de la tregua por parte de ETA, se añaden otras variables como la escasa iniciativa del gobierno del PP o su saboteamiento explícito del posible proceso de paz, mediante el mantenimiento de la dispersión de los presos y el encarcelamiento del 50% de la “delegación negociadora” de ETA; y el cambio de correlación de fuerzas dentro de la cúpula de ETA, donde los “duros” consiguen la mayoría (p. 193).
El análisis de Batista constituye una mezcla de realismo e ingenuidad, en tanto que, por los propios datos que aporta, se ve que la cuestión del Pacto de Lizarra-Garazi tenía por detrás una amplia trastienda de contactos entre el PNV y Herri Batasuna (desde principios de los 90) y, por tanto, el cálculo estratégico de los mandatarios del MLNV no tenía por qué obedecer a cuestiones meramente circunstanciales como las que alude. Amén de no detectar la continuidad entre la etapa de “socialización del sufrimiento”, la creación de la nueva cantera de militantes de ETA mediante la “pista americana” de la kale borroka, la propia reorganización de ETA durante la tregua, hechos descritos con admirable detalle por parte del periodista, y la propia tregua de Lizarra. Cuestión esta, de la continuidad y complementariedad entre las dos fases (la de la socialización del sufrimiento y la de la tregua), aludida en múltiples ocasiones por parte de los mandatarios políticos y militares del MLNV, ya que además de obedecer a una estrategia (la de radicalizar al nacionalismo y de adentrarlo en la fase de ruptura mediante su caída de las instituciones vascas) era un aval a toda la lucha precedente y una deslegitimación de la vía autonomista llevada por el nacionalismo desde 1977.
Nos encontramos ante un libro de tono admirablemente equilibrado y con datos de primera mano. Batista se encuentra entre ese grupo de catalanes admiradores de lo vasco cuya participación en el debate de ideas y de hechos acerca de la cuestión constituye una aportación de serenidad tan necesaria en nuestras actuales circunstancias.

ZALLO, RAMÓN, El País de los vascos. Desde los sucesos de Ermua al segundo gobierno de Ibarretxe, Madrid, Fundamentos-Alberdania, 2001, 262 págs. ISBN: 84-245-0907-2.


El libro del catedrático de la UPV, Ramón Zallo entra dentro de la categoría de los análisis políticos que desembocan casi en una propuesta de resolución del tema que trata, en este caso el espinoso tema del conflicto vasco. Las ideas que expone Zallo no son exclusivamente personales, ya que se corresponden con todo un estado de opinión. En este sentido, no hay que olvidar la vinculación del autor con Elkarri. De ahí la mención a algunas ideas clave muy parecidas a las que suele difundir este grupo, como la constancia de un enquistamiento, de una paralización de coyuntura “el estancamiento y desánimo que se produjeron en los 80 y los primeros 90” (p. 10), por lo cual hay que abrir el paso por alguna parte. Así como la repartición equidistante de responsabilidades que adjudica a cada uno de los actores y sujetos de nuestro tema: “En todo ese periodo, muy iluminado por el fulgor de las violencias, las responsabilidades se reparten entre el Estado y ETA, mientras el nacionalismo tradicional, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), satisfecho con sus competencias y liderazgo, miraba para otro lado en cuanto a las raíces del problema”.
¿Cuáles son las raíces del problema? Para Zallo lo constituyen algunas cuestiones fundamentales como, sobre todo, la falta de democracia en España y Euskadi (“no cabe identificar democracia (...) con este Estado democrático concreto surgido de la Transición o con su Derecho positivo”, p. 50) e incluso Europa (p. 177), por dos razones, por la negación del derecho de autodeterminación y por tratarse de sistemas democráticos “plutocráticos, capitalistas y crecientemente desigualitarios”; la conformidad del nacionalismo con la gestión del status quo, es decir, el actual marco autonómico –lo que le hace estar cómodo y no tomar iniciativas en pos de la modificación de esa situación; la subordinación del MLNV al mandato de ETA (“la Izquierda abertzale (...) es rehén del militarismo de ETA” p. 127); y la Globalización capitalista como nueva niveladora de jurisdicciones políticas y sociales (p. 150).
Para Zallo el problema más importante del actual paisaje vasco no es el de la violencia: “La violencia política es sólo una dimensión del conflicto político en cualquier sociedad, pero es muy relevante y tiene un fuerte impacto. ETA (..) no es el conflicto más trascendental. No es el fondo de nuestros problemas sino una manifestación más, y no necesaria, del mismo. Pero sí el más visible, prioritario y traumático. En nuestro país, aparece como llave de paso para resolver otros problemas y no es resoluble sin encauzar alguno de los conflictos centrales.” (p.167). En resumidas cuentas, según Zallo la violencia constituye una oportunidad para solucionar el verdadero problema de fondo, que es el de la falta de democracia, y actúa como “llave de paso” en tanto que la urgencia que produce, por sus consecuencias dolorosas, puede propiciar la movilización de los actores políticos y sociales de la política vasca y española para llevar a cabo determinaciones que lleven a una auténtica democracia en Euskadi. Hablando de la iniciativa fallida de Lizarra-Garazi, dice también que “como entonces, quizás sea la mirada sobre el abismo la condición para que se despierte de nuevo la fraternidad” (p. 103). Parece una forma suave de plantear de cuando peor, mejor. De ahí la mención de la violencia como “llave de paso”. Y es que, como los antiguos marxistas, Zallo tiene una doble actitud acerca de la violencia: plantea una proporcionalidad de la misma y también una función social, sin hacer distingos entre la violencia como monopolio de un estado o de una organización armada que la tome como medio de lucha (p. 176).
La solución de esos cuatro problemas –falta de democracia, conformidad con el status quo, subordinación de políticos a militares en el MLNV, y globalización capitalista- pasa, pues, por la puesta en marcha de un proceso de “profundización democrática y la superación del actual modelo político”(p. 174). Para Zallo tal profundización democrática pasa por la formación de una nueva mayoría autodeterminista, que prescinda de la existencia de la violencia de ETA y que esté abierta a Batasuna (p. 171), para que este partido tenga la oportunidad de plantear la autonomía de lo político frente a lo militar. En este sentido, parece optimista en exceso la afirmación de esa mayoría autodeterminista que ve Zallo entre nacionalistas y no nacionalistas (p. 102), ya que una cosa son las percepciones de que hay que llegar a un acuerdo político para solucionar el problema, aunque sea a costa de plantear algún tipo de refrendo, y otra las condiciones políticas concretas que pueden darse, en una etapa de tensionamiento en el cual la violencia de ETA y la campaña antinacionalista del PP convergen en el objetivo común de derribar a Ibarretxe.
Este resumen no hace justicia a la densidad de matices de este libro. A veces parece que Zallo hace demasiadas peticiones de principio, empezando por los presupuestos de cuales son “las raíces del problema”. La idea de la falta de democracia o de el “déficit estructural” de la misma, contada por un profesor de Universidad con cargo institucional, no es creíble más que desde la visión de alguna democracia perfecta mediante la cual superarse los dos grandes males que se describen, el problema particular de que “se niega a consultar a los vascos lo que quieren ser” y el general de la globalización (“se quiere imponer un Nuevo Orden” “la inquisición ha vuelto” p. 226). En este sentido, “las reivindicaciones en las nacionalidades con esfera pública propia no sólo pueden no ser un obstáculo para las reivindicaciones sociales sino lo contrario, un factor añadido de rebeldía como el que tenían los izquierdistas radicales para ser luchadores por la democracia”. (p.150).
Partiendo de nuestro problema vasco particular Zallo alcanza una visión geopolítica de difícil escala, propugnando la alianza entre las pequeñas nacionalidades y la izquierda para la profundización democrática que conjure la falta de democracia española y la ofensiva inquisitorial neoliberal. Como se ve, una solución de carácter demasiado largo y extralocal, en la que ese orden democrático que propugna Zallo se impone en todo el mundo o seguimos sin democracia. Y mientras tanto persiste la violencia.
El libro queda así lastrado por una perspectiva ideológica demasiado grande para el tema que nos ocupa, poniendo la solución hipotética fuera del alcance de la voluntad de cualquiera de los agentes políticos y sociales. Y es que Zallo pretende solucionar todos los problemas mediante nuestro problema. Y condicionar la resolución de un problema concreto, como el vasco, a una perspectiva planetaria de la falta de democracia.



Yüklə 260,56 Kb.

Dostları ilə paylaş:
1   2   3   4   5   6   7   8   9




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©muhaz.org 2024
rəhbərliyinə müraciət

gir | qeydiyyatdan keç
    Ana səhifə


yükləyin